El libre comercio: un instrumento político entre Estados Unidos y China Por Horacio Coral y Ralf J. Leiteritz (*) A finales de abril de este año el presidente estadounidense Barack Obama concedió una entrevista al Wall Street Journal en la que habló de lo que significa el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) para los intereses comerciales de Estados Unidos. Haciendo énfasis en la importancia de ampliar los espacios globales en los que se pueda practicar el libre comercio para el bienestar de trabajadores y empresas norteamericanas, Obama señaló que lo importante es reducir la influencia que China tiene en Asia para impedir que las reglas comerciales se escriban para beneficiar especialmente al gigante asiático y perjudicar a Estados Unidos. En cierta forma lo que Obama quiere al exacerbar la amenaza de China es debilitar la oposición por parte de su propio partido Demócrata en el Congreso a la aprobación del TPP y crear un clima doméstico de “nosotros contra ellos” que disminuya las críticas al secretismo en el que se han desarrollado las negociaciones del TPP. Lo cierto es que China también está poniendo atención al discurso de Estados Unidos. Desde que la idea del TPP empezó a tomar forma, China demostró su interés en hacer parte del proyecto. Un escenario en el que las economías del Pacífico se unen para cooperar económicamente era muy tentador para China y varios académicos resaltaron los beneficios que podría traer para el desarrollo asiático en general la entrada de la economía china en el acuerdo. Sin embargo, Estados Unidos se encargó de disuadir al gobierno chino de participar en la iniciativa con un discurso agresivo en el que le hacía saber que los estándares de entrada supondrían unos costos excesivos para China en materia de cambios en protección laboral y regulaciones de derechos de autor. Si bien por un tiempo China estuvo preocupada por la posibilidad de quedarse por fuera del TPP, algunos expertos concluyeron que la economía china podría asumir los costos de largo plazo sin ningún problema. China decidió no quedarse con los brazos cruzados mientras Estados Unidos hacía alarde de estar creando un proyecto en el que Asia estaría bajo su influencia económica y militar. Proyectos regionales liderados por China como el Banco Asiático para la Inversión en Infraestructura (BAII), una iniciativa que se espera sea la alternativa al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, empezaron a tomar fuerza. Estados Unidos inició una campaña de desprestigio al proyecto que fracasó sonoramente. El banco no solo fue acogido con optimismo por aliados asiáticos de Estados Unidos como Corea del Sur y Australia, sino por actores europeos como Alemania, Italia y el Reino Unido. En Estados Unidos calificaron la campaña como el mayor fracaso en materia de política exterior reciente e incluso sugirieron que el gobierno debería entrar a apoyar el nuevo banco so pena de cederle terreno de influencia a China en la región, o al menos pedirle a Japón que aceptara la invitación a participar para tener un representante de los interés norteamericanos en la entidad. Otro proyecto importante que cada vez se fortalece más es la New Silk Road o Nueva Ruta de la Seda con la que China espera conectar la región desde Beijing hasta Berlín con autopistas, vías férreas, redes de energía y telecomunicaciones que no sólo aumentaría el desarrollo económico de países como Mongolia, Rusia y Polonia sino que, como lo teme Estados Unidos, aumentaría la influencia económica y política de China más allá de su región. Con estos proyectos en marcha, China ya no parece estar preocupada por estar fuera del TPP, mientras que Estados Unidos cada vez parece estar más interesado en apostar todo en el proyecto. Si el TPP no logra el cometido de mantener la influencia norteamericana en el este de Asia, el recurso que le queda a Estados Unidos es el de utilizar las relaciones bilaterales con sus aliados en la región para garantizar su posición privilegiada. Aunque puede que esta estrategia sea fructífera en el corto plazo, los costos que implica exceden por mucho a los costos de perseverar en el TPP. Por esto, se puede esperar que haya pocos cambios en el discurso agresivo hacia China que resalta las bondades de la apertura comercial y en el carácter secreto de las negociaciones. Cada vez el libre comercio empieza a revelar su dimensión política en las relaciones entre Estados Unidos y China. (*) Horacio Coral, Joven Investigador, y Ralf J. Leiteritz, Profesor Asociado en las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.