ENTREVISTA PUBLICADA EN EL HERALDO "Mi epitafio dirá

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ENTREVISTA PUBLICADA EN EL HERALDO
"Mi epitafio dirá: Cóndores no entierran todos los días", Gustavo Álvarez Gardeazabal
Escribiré mis memorias noveladas que he titulado ‘El Violín’ y de pronto para mascar chicle me escribo
uno sobre las guerras de mi pueblo”,
PUBLICADA EN EL HERALDO JULIO 3 2016 http://revistas.elheraldo.co/latitud/mi-epitafio-diracondores-no-entierran-todos-los-dias-gustavo-alvarez-gardeazabal-138318
JOHN BETTER - @JOHNBETTER69
Considerada uno de los pilares de la novela sobre la violencia en Colombia, al cumplirse 45 años de su
publicación, su autor le concedió una entrevista a LATITUD la revista dominical de EL HERALDO.
Gustavo Álvarez Gardeazabal es una leyenda de la literatura colombiana, al punto que cuando se
menciona su novela Cóndores no entierran todos los días, a la gente le resulta familiar, como una
canción, un poema, o una película que vieron hace mucho tiempo.
El autor valluno (Tuluá, 1945), quien tuvo entre otros, como compañeros de estudio al novelista Harold
Alvarado Tenorio y a la poetisa Carmiña Navia, está en estos días más en boga que nunca, con la
reedición de su novela, la que los críticos consideran como la génesis de la novela sobre la violencia en
Colombia.
Autor de diecisiete novelas y un buen puñado de cuentos, ha sido censurado, perseguido por su
lenguaje mordaz, Álvarez Gardeazábal pero asegura que sigue en pie, enfrentándose a las
prohibiciones de sus libros en algunas bibliotecas de Colombia, a la excomunión que le hizo una iglesia
de provincia y a los señalamientos de que es un extremista.
Con sus columnas de opinión en algunos medios periodísticos, Álvarez Gardeazabal monta guardia todos
los días sobre el acontecer del país.
Ex estrella del programa radial La Luciérnaga, en estos momentos, a sus 71 años de edad todavía se
considera un mirón, «como el niño que se asomaba desde el balcón del castillete republicano donde
vivíamos en Tuluá y de donde salían los tiros que se escuchaban todas las noches». Así narra en esta
entrevista aquellas vivencias que dieron paso a su famoso Cóndores no entierran todos los días; días que
en el calendario real de su vida han estado surcados por su participación en política, como que fue
alcalde de su pueblo natal, Tuluá, y gobernador del Valle del Cauca, pero sobretodo más que haber
vivido en medio de los hilos del poder, lo ha hecho y lo hace desde escritura.
A continuación la entrevista que concedió Álvarez Gardezabal, autor también de los libros El bazar de los
idiotas y El Divino, esta última levada a la pantalla chica.
A los 45 años de la publicación de su novela Cóndores, ¿qué significa este libro para usted?
Es la undécima de Panamericana, en ocasión de cumplirse 45 años de la primera edición que hizo
Destino en Barcelona en 1971. No sé cuántas ediciones se hayan hecho. Yo alcancé a adquirir 107
ediciones piratas y eso que Ediciones Ariel de Guayaquil sacó en 1974 una super edición de 300 mil
ejemplares, al precio de lo que costaba un periódico, para barrer las piratas, y lo logramos.
Tengo que admitir que el mejor juez ha sido el tiempo y que si 45 años después el libro se sigue leyendo,
se sigue estudiando en Colombia y en muchas universidades del mundo es porque ya pasó a ser un
ícono de la literatura colombiana. Tal vez por eso en el mausoleo que está realizando el escultor Vélez
Correa, en su taller de La Tablaza, para mi tumba del Cementerio Libre de Circasia solo habrá un
epitafio: Cóndores no entierran todos los días.
¿Se hizo alguna revisión del texto original o salió tal cual como en su primera edición?
En estos 45 años se han hecho algunas pequeñas correcciones por parte de editores puntillosos, pero en
un 99.9 % es el mismo texto que se ganó en 1970 el premio Manacor en España en un jurado que
presidía Miguel Angel Asturias, el premio Nobel centroamericano.
Durante la época recreada en su novela, usted apenas era un niño, ¿en qué momento se da cuenta de
ese ambiente de violencia que reinaba en Tuluá y otras zonas del país?
Mi madre debió haber pasado muchos más trabajos para criarme de los que me reconoció. Yo fui (tal
vez he sido siempre) un niño mirón. Todavía a mis 71 años miro las cosas como el niño que se asomaba
desde el balcón del castillete republicano donde vivíamos en Tuluá a ver de dónde salían los tiros que se
escuchaban todas las noches o a asomarme si no se veía, a primera hora de la mañana, para revisar si
había algún o algunos muertos tendidos en el piso de la calle. En aquellas épocas no los cubrían con
sábanas e impactaba en mi diario viaje al colegio ver semejante matazón. Verificando después archivos
he comprobado que eran 5 o 10 muertos diarios en una ciudad de apenas 40 mil habitantes entonces.
Usted tenía 27 años cuando escribió lo que muchos consideran como la novela sobre la violencia
colombiana, ¿sigue siendo un espejo esta obra con respecto a nuestra realidad inmediata?
No hay la menor duda. Y no lo digo yo, lo dice la consagración que la obra ha tenido. Es tan vigente que
hay varias tesis de grado que han recibido honores en Estados Unidos y Alemania comparando los
pájaros de mi novela con los paramilitares. El esquema de dominio a través de la violencia ha
continuado, evolucionando sus metas, primero con los narcos, después con los paras, ahora con los
bacrim. Son situaciones que se dan porque siempre hemos sido más Nación que Estado y siempre hay
quien quiere reemplazar o suplir al Estado.
Siendo León María Lozano un personaje real, ¿cuáles fueron sus fuentes a la hora de construirlo?
Cuando León María Lozano, El Cóndor, ejercía su patronazgo conservador, despachaba desde el Happy
Bar; un bar céntrico de Tuluá que tenía puertas de bambolina como las de los cafetines del Lejano Oeste
y cuando salíamos del colegio íbamos hasta el Happy Bar a asomarnos por debajo de las puertas a mirar
a León María reunido con sus pájaros en una mesa donde siempre había más de 6 personas y donde
siempre supusimos que todos estaban armados. Los demás datos de mi novela, distintos a los de los
archivos que busqué estaban en las calles de Tuluá, en los pupitres del colegio, en las reuniones
familiares. Mi pueblo ha sido fundamentalmente “chísmico” y cada versión de lo sucedido se dilataba
con cierta maldad y un nivel interpretativo que le daba ese calor humano que tienen mis relatos
novelísticos.
¿Cree usted que el expresidente Rojas Pinilla fue como se afirma, un favorecedor de este hombre tan
oscuro?
León María Lozano no fue tan oscuro. Fue un conservador íntegro para su momento. Católico de misa
diaria. Defensor de las tesis de la derecha y en especial de la fe que profesaba. Era un simple vendedor
de quesos en la Galería de Tuluá, donde su mujer, Agripina, tenía también una venta de dulces. Hasta el
9 de abril cuando, como hicieron en Barranquilla, la turba multa que vengaba a Gaitán salió a quemar el
colegio de los salesianos. Los odiaban especialmente porque significaban el fascismo italiano (muchos
curas eran italianos).Creo que en Barranquilla ese dia mataron un cura salesiano.
En Tuluá, León María se la jugó y lo catapultó la historia como héroe. Cogió un taco de dinamita y se
paró en la esquina del Colegio Salesiano que iban a incendiar y con un cigarrillo en la otra mano
amenazó a la turba y la hizo retroceder. Después lo promovieron a jefe conservador cuando empezó la
violencia, de Cali los políticos conservadores laureanistas le llevaron las armas para dar la batalla y que
comenzara la matazón. Cuando el golpe de Rojas Pinilla, como Ospina Pérez se volvió patrocinador del
general, El Cóndor migró a la huestes rojaspinillistas. Hay una estupenda foto de él al lado del general el
dia que se reunió con los pájaros en el batallón de Buga. Igual a lo que volvió a pasar hace unos años en
Colombia. Esto no cambia.
¿Quienes son los “cóndores” de esta época?
Los pájaros eran los esbirros de León María Lozano, a quien llamaban El Cóndor, porque era el rey de los
pájaros. Pero Cóndores no han existido muchos ni en los cielos ni en la tierra de este país. Los jefes de
agrupaciones han sido muy poquitos. Recordemos que era una violencia que se ordenaba desde las
ciudades a los campos y el mando piramidal se ejercía igual que se ejerció con los paramilitares o con los
narcotraficantes y sus bandas. Subyugaban pueblos, como aun lo hacen ahora los Gaitanistas a quien no
los llaman así, como pasó con los de El Cóndor para no llamarlos conservadores, que es lo que eran, los
bautizaron “pájaros”.
¿Cómo define a los Conservadores y liberales de nuestro tiempo?
Ya no existen. Los partidos políticos dejaron de ser agrupaciones con ideologías diferentes para
administrar la cosa pública. Después del Frente Nacional han sufrido una metamorfósis que los ha ido
acabando hasta el lugar miserable que hoy ocupan. Después del Frente Nacional, que acabó con la
violencia entre partidos pasaron primero por ser bolsas (y de empleo) y, ahora vinieron a terminar
siendo agencias operativas de los contratistas que les pagan las campañas, les alientan sus prebendas
porcentuales y los sostienen haciéndonos creer que hacen patria.
En lo que respecta al proceso de paz ¿cómo lo percibe y cómo analiza a quienes han sido tildado
saboteadores?
El acuerdo firmado por las Farc y el Gobierno Santos en La Habana hace unos días tiene una parrafada
que establece los términos de la nueva guerra y condena como “actividad criminal” tanto la actuación
de gentes como Uribe y el Procurador que se oponen a la forma en que se ha hecho la paz. Allí se
establece que gobierno y Farc unirán sus esfuerzos para combatir a quienes se opongan a la
consolidación y la refrendación de la paz, es decir, al plebiscito. Es muy grave. Estamos viendo hacer la
paz con la guerrilla para poder comenzar otra guerra contra “los enemigos de la paz” y como ese
carácter se lo otorga subjetivamente el gobierno y las Farc, aquí corremos el riesgo de usar la vanidad y
la terquedad de parte y parte para llevar al país al holocausto. Sería inaudito.
Usted que ha participado en la política del país. (alcalde de Tuluá en 1988 y gobernador del Valle del
Cauca 1998-2001), pero que además ha sido víctima de ciertas persecuciones, me gustaría que nos
respondiera: ¿qué mueve a un hombre a inmiscuirse en los movedizos territorios del poder?
El poder lo ambicionamos desde la familia, cuando nos ponen como ejemplo a quien lleve las riendas de
la casa, sea el padre o la madre. Después nos educan en una sola competencia feroz para ver quién saca
las mejores notas, quién corre mejor, quién juega mejor, etc. Ir tras el poder es entonces otra
competencia. Algunos lo logran con el dinero, otros con las fuerza bruta. Yo hice el tránsito al revés.
Escribí mis novelas, desde Cóndores hasta El Resucitado, mi última obra, sobre las distintas
manifestaciones del poder. Cuando ya lo estudié muy bien quise vivirlas y me metí a ejércerlo y aunque
lo hice muy bien, me supo a cacho.
En cuanto a la adaptación que se hizo para el cine, ¿hasta dónde usted intervino en ella? ¿quedó
contento con el resultado?
La historia del cine en Colombia se parte en dos, antes y después de la película que sobre mi novela hizo
Pacho Norden. El paso de los años se ha encargado de mostrar que fue una obra maestra. Es una
película hecha hace 32 años y se sigue repitiendo con inmensa aceptación
Hablando de realidades inmediatas, ¿cómo vio el asunto de la firma de la paz entre el gobierno y las
Farc?
El país entero quiere la paz, pero como el gobierno santafereño de Santos no ha sido capaz de venderla
cual producto ideal y la oposición; cerrera de Uribe ha terminado por convertir la paz en un mal que no
debe ser deseado. Va ha terminar siendo inservible. Estamos jodidos.
¿Habrá otro tipo de novela tipo Cóndores, en su haber, a lo mejor muy pronto?
Ya a esta edad, 71, es muy poco lo que se puede escribir que me satisfaga y que sorprenda al lector.
Después del éxito de venta de La misa ha terminado, estoy pagando las consecuencias de la última que
saqué, El Resucitado. He tenido que defenderme de las tutelas y soportar el veto de curas y cristianos
recalcitrantes y lo que más me extrañó, el veto de la Biblioteca de la Universidad de Antioquia a tenerla
en sus estantes.
Escribo y escribiré por un largo rato, mis memorias noveladas que he titulado El Violin y de pronto para
mascar chicle me escribo uno sobre las guerras de mi pueblo…
Así empieza la novela
"Tuluá jamas ha podido darse cuenta de cuándo comenzó todo, y aunque ha tenido durante años la
extraña sensación de que su martirio va a terminar por fin mañana en la mañana, cuando el reloj de San
Bartolomé dé las diez y Agobardo Potes haga quejar por últimas vez las camapanas, hoy ha vuelto a
adoptar la misma posición que lo hizo y un lugar maldito en donde la vida apenas se palpó en la
asistencia a misa de once los domingos y la muerte se midió por las hileras de cruces en el
cementerio..."
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