terapia vocal — revisión

Anuncio
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
ORIGINALES
Rev. Logop., Fon., Audiol., vol. X, n.o 2 (100-108), 1990
TERAPIA VOCAL — REVISIÓN
Por E. Mendoza Lara
Profesora Titular Interina.
Departamento de Personalidad.
Evaluación y Tratamiento Psicológico.
Universidad de Granada
INTRODUCCIÓN
E
URANTE los últimos veinte años el interés
por las patologías del habla y del lenguaje ha
ido en aumento. En relación con este interés
nos hemos encontrado con una gran proliferación de
programas terapéuticos, todos ellos proclamando su
efectividad y la de sus «artes» curativas. Este panorama abarca el terreno de la afasia, de la tartamudez,
de las alteraciones del habla y del lenguaje y de
otros desórdenes relacionados.
Sin embargo, y a modo de contraste, podemos decir que prácticamente carecemos de investigaciones
serias y rigurosas sobre la efectividad de la terapia
vocal (Reed, 1980; Brewer, 1989). Dada esta carencia y los éxitos relativos conseguidos en la misma,
Moore (1971a, 1971b), en dos publicaciones separadas, llegó a decir que «la terapia de voz es un arte».
El mismo Moore escribía: «Desafortunadamente, ya
que las relaciones causa-efecto no están determinadas con precisión en la mayoría de los problemas, y
ya que las medidas terapéuticas no suelen estar sujetas a resultados predecibles de paciente a paciente, la
selección y aplicación de procedimientos específicos
viene determinada por el juicio del terapeuta; consecuentemente, la práctica de la terapia de voz es en
gran medida un arte» (1971b; pág. 133).
Incluso al buscar las propias raíces de la terapia
vocal nos tenemos que remontar a la música vocal y
a las artes escénicas, estableciéndose entre ellas una
relación no bien explicada con la voz hablada y el habla coloquial. Del canto y las artes teatrales, junto
con algunas adaptaciones de la ciencia médica primitiva derivaron los primeros enfoques sintomáticos en
terapia vocal (Johnson y Child, 1988). Dada esta situación y esta parquedad de investigación específica,
el terapeuta de voz tiene, o bien que aceptar la opinión autoritaria de tal o cual autor, o perderse en un
camino de ensayo y error con resultados más o menos infructuosos para él mismo y/o para el paciente.
Presumiblemente, el fundamento de la terapia vocal
debiera proceder de los estudios e investigaciones sobre el mecanismo vocal, su estructura y función,
siendo en este campo la investigación al menos cuantiosa. No obstante, existe una gran disparidad entre lo
que se sabe de dicho mecanismo y la aplicación de
este conocimiento a las técnicas terapéuticas.
La terapia vocal ha venido estando inmersa en un
mundo de confusión: confusión terminológica, de
ámbitos de aplicación y, más importante, confusión
sobre la filosofía subyacente: ¿Qué se pretende modificar con la terapia vocal? A lo largo de esta exposición intentaremos mostrar los puntos de vista más
importantes y esclarecer algunas de las confusiones
más significativas.
TERMINOLOGÍA
Tanto los parámetros de la voz como las propias
categorías de patología vocal han sido objeto de confusión.
Los parámetros vocales de tono, intensidad, duración y cualidad son casi universalmente aceptados.
Correspondencia: Gloria Carballo. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Facultad de Filosofía y Letras (Edificio B), Campus Universitario de Cartuja. 18011 Granada.
100
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
De todos ellos, tono, intensidad y duración tienen correlatos físicos y pueden ser cuantificados (Michel y
Wendahl, 1971). Sin embargo, el concepto cualidad
es extremadamente ambiguo y difícilmente cuantificable. Los términos utilizados para definir la cualidad
de la voz no son parámetros descriptivos del funcionamiento laríngeo y sus significados juegan a tenor
del intérprete de los mismos. Perkins (1971a) revisó
9 textos y recopiló 27 términos diferentes para describir la cualidad de la voz. A modo ilustrativo enumeramos términos ya mencionados por Robvins
(1963), que intentan ser descriptivos de la cualidad
de la voz. De todos los términos transcribimos sólo
aquellos que tienen clara y diferenciada traducción al
idioma español. La cualidad de una voz se podría definir como aspirada, velada, tosca, apagada, oscura,
débil, monótona, tenebrosa, áspera, ronca, grave, retumbante, gutural, chillona, hueca, fuerte, infantil,
muerta, ruidosa, metálica, tapada, pasiva, pectoral,
crispada, supulcral, estridente, sombría, cansada,
baja, gruesa, fina, atonal, trémola, débil, quejosa, cuchicheada… (Datos tomados de Aronson, 1985.)
Evidentemente, buscar una descripción de cada
uno de estos términos es harto ilusorio; todo habrá
de abandonarse a la habilidad del clínico para integrar las dimensiones perceptuales, acústicas, fisiológicas y psicológicas de la voz, para interpretarla y
determinar su origen y para poder desarrollar una
«sensibilidad» a los matices de la voz en el curso de
una terapia (Aronson, 1985).
Quizá Fairbanks (1960) haya sido quien ha aportado un sistema de clasificación de cualidades de voces patológicas que parece algo más descriptivo. Su
sistema está compuesto de sólo tres términos: Cualidad dura (Harsh), caracterizada por exhibir ruido
aperiódico y emitirse voz generalmente en tono muy
grave, con inicio abrupto y con esfuerzo creciente.
Cualidad velada (breathy), que define todo lo opuesto: escesivo escape de aire producido por insuficiente cierre global y un ataque vocal aspirado. La cualidad ronca (hoarseness) combina los elementos de
ambas intermitentemente, aunque siempre predomina una sobre otra. Ha sido el término ronquera el que
ha recibido mayor atención experimental (von Leden, Moore y Timcke, 1960; Moore y Thompson,
1965; Moore, Hicks y Abbott, 1985).
Este sistema de clasificación resulta basarse
igualmente en fenómenos acústico-perceptivos.
Ante esta perspectiva, otros investigadores han propuesto ciertos sistemas que relacionen los fenómenos vocales con la función laríngea. En esta línea,
Brodnitz (1965) sugirió el término hiperfunción
para aludir el exceso de tensión en el tracto vocal,
e hipofunción para referirse al mínimo esfuerzo
muscular.
De forma similar, los términos de hiper e hipofunción laríngea requieren una definición más precisa, ya que son términos que en sí mismos presentan cierta vaguedad. Brackett (1971) intenta un
refinamiento de ellos, enclavándolos dentro de un
continuo de apertura/cierre de las cuerdas vocales,
que tendrían como consecuencia la producción de
distintos resultados o cuchicheo y la voz velada
hasta el cierre laríngeo normal. Por el otro extremo, el cierre podría oscilar entre la ligera hiperaducción hasta la disfonía espástica. Este cierre laríngeo, siguiendo al mismo autor, podría contribuir
a la mayor o menor presencia de ruido en la cualidad total.
El sistema de clasificación propuesto por Brackett, aunque en principio muy sugerente, nos parece
una simplificación del funcionamiento del aparato
fonador, y este continuo de apertura/cierre, responsable de la cualidad de la voz, no ha sido apoyado
experimentalmente de forma satisfactoria.
Perkins (1971a, 1971b) presenta un modelo de investigación de los correlatos acústicos y fisiológicos
de la producción de la voz. El modelo consta de seis
dimensiones conductuales independientes explicativas de la función vocal normal y anormal: Tono
—alto/bajo—, intensidad —fuerte/suave—, sonoridad —sonoro/sordo—, registro —de pecho/de pulso/falsete—, constricción —abierta/cerrada—, e impostación —alta o de cabeza/baja o de pecho.
Existen, por tanto, serias diferencias entre los sistemas de determinación de la cualidad de la voz,
aunque, por otro lado, se detectan ciertos componentes a todos ellos, que pueden servir como punto de
partida en los esfuerzos de investigación. Estos componentes son, principalmente, el excesivo esfuerzo
muscular, el inadecuado cierre global y el ruido en la
señal glotal, que, bien de forma aislada o en combi101
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
ORIGINALES
nación, son considerados como negativos e indeseables. Directa o indirectamente, las técnicas de terapia
vocal intentan normalizar estos componentes, aunque no hay suficiente confirmación de que estas técnicas alcancen su objetivo en este punto.
Las definiciones de los términos de disfonía y
afonía son igualmente polémicos y adolecen de falta de claridad. El propio Boone (1971) ha descrito la
complejidad de la tarea de definir estos términos:
comenta que no existe ni un solo sonido que se pueda definir como «voz normal». Existen voces de niños, de niñas, de adolescentes varones y mujeres,
voces adultas masculinas y femeninas así como voces de ancianos de ambos sexos. En cada uno de estos tipos de voz se pueden reconocer voces normales y anormales. El umbral que separa unas de otras
lo juzga cada oyente en base a su cultura, educación, ambiente, entrenamiento vocal y factores similares. Cada individuo tiene adquiridos sus conceptos de normalidad y anormalidad. El clínico del
habla tiene que estar alerta a este hecho: los desórdenes del habla tienen base cultural y están socialmente determinados. Sólo se pueden dar unas directrices muy generales sobre lo que se considera «una
voz normal» (Aronson 1985), y, debido precisamente a su generalidad, es escasa su utilidad al clínico
vocal.
OBJETIVOS TERAPÉUTICOS
Los objetivos a alcanzar con la terapia vocal han
estado muy directamente relacionados con las concepciones filosófico-psicológicas de los autores y de
los propios artífices.
Tal vez, en busca de un acuerdo prácticamente
universal, habría que buscar el objetivo de la terapia
vocal en conseguir una voz que se emita con el menor esfuerzo posible (Perkins, 1971b). Considera
Perkins que la voz se produce de forma óptima bajo
puntos de vista higiénico, acústico y estético cuando
en dicha voz se regula el esfuerzo vocal de acuerdo
a los requisitos del mensaje a comunicar o expresar.
Pero el consenso dista mucho de alcanzarse ante la
pregunta de si hay que modificar el propio funcionamiento de las cuerdas vocales para conseguir una
102
mejor voz: ¿Modificamos la propia fisiología o modificamos los hábitos de hablar que se consideran
nocivos? Boone (1971) propone un enfoque sintomático: identificar y eliminar los posibles malos
usos de la respiración y la fonación, independientemente de que la disfonía tenga un origen orgánico o
simplemente funcional. Brodnitz (1965), en la misma línea, parte de una concepción marcadamente integradora: el objetivo de la terapia de voz es más
conseguir una producción vocal como una función
integrada que manipular las funciones vocales de
forma independiente; la tensión y la vibración de las
cuerdas vocales son automáticas y no se pueden manipular conscientemente.
Sin embargo, Moore (1971b) manifiesta unos puntos de vista sobre terapia vocal completamente diferentes: Los cimientos de la terapia los constituyen los
conceptos físicos y fisiológicos, confirmados experimentalmente, relativos al funcionamiento tanto normal como anormal de los órganos vocales; se debe
utilizar el conocimiento de la función laríngea para
conseguir una voz más eficiente y relajada. Moore
utiliza el término de «terapia restauradora» para describir el objetivo básico terapéutico en los distintos
desórdenes de voz.
Lo que sí parece cierto y aceptado es que, si se
mejora la voz se mejora la función laríngea directa o
indirectamente. No obstante, la referencia a la «función laríngea» se basa más en lo que se presume que
ocurre desde el sonido de la voz que en la evidencia
experimental.
PROCEDIMIENTOS TERAPÉUTICOS
La propia literatura nos confirma que algunos procedimientos terapéuticos de las disfonías gozan de
amplia aceptación. Por otro lado, existen tantos procedimientos diferentes, que la labor del clínico suele
venir marcada por la vacilación y el dilema de la
elección.
En un excelente trabajo de revisión de Moore
(1977) sobre 50 años de investigación y práctica vocal aparece como una conclusión de gran interés que
la terapia vocal ha enfatizado el entrenamiento en
control respiratorio, relajación y reducción de ten-
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
sión laríngea así como entrenamiento en audición y
ajuste articulatorio. Estas técnicas se han aplicado a
desviaciones de tono, intensidad y cualidad. En 1985
Johnson llega prácticamente a la misma conclusión
que Moore, aunque casi 20 años después.
Evidentemente, las técnicas y procedimientos diseñados para alcanzar determinados objetivos están
igualmente pensados en función de las filosofías
subyacentes. Así, Brodnitz (1965), dentro de su concepción globalista e integradora, propone el «método de mascado» (Froeschels, 1943) como el más
adecuado para tratar laríngeas, ya que reduce la hiperfunción vocal de forma integradora a niveles laríngeos y de tracto vocal. Perkins (1971a) recomienda un sistema de terapia operante aplicable a las distintas dimensiones del mecanismo vocal. Moore
(1971a) propone al clínico la utilización de procedimientos tanto psicológicos como ambientales y fisiológicos en la terapia restauradora para conseguir
que las estructuras normales tiendan a recuperarse
por sí mismas.
A continuación revisamos brevemente algunos de
los objetivos y procedimientos más usuales en la clínica de voz.
Reducción de la hiperfunción vocal
El combate de la hiperfunción vocal es el objetivo
terapéutico que tal vez haya recibido mayor atención. Diversos autores (Van Riper e Irwin, 1958;
Brodnitz, 1965; Perkins, 1971a; Boone, 1971; Aronson, 1985) han reconocido que la hiperfunción vocal
es responsable de la mayor parte de los desórdenes
funcionales de la voz; esto ha conducido a proponer
gran cantidad de técnicas y procedimientos para reducirla.
En este punto lo que sigue sin quedar claro es lo
que se entiende por hiperfunción vocal: ¿Se refiere a
tensión muscular? ¿Se refiere al sistema abductoraductor? ¿Se refiere a la constricción glotal con el
consiguiente incremento de la presión subglótica?
¿Se refiere a la posición vertical de la laringe? El
término de hiperfunción resulta tan vago que, si no
se precisa de alguna manera, puede llegar a ser el cajón de sastre de todo problema vocal.
Perkins (1971a) considera que la dimensión
«constricción glotal» es la de mayor significado clínico; es directamente proporcional al esfuerzo vocal
y responsable de las perturbaciones en la vibración.
La incompleta aducción (Drudge y Philips, 1976;
Daniloff, Schuckers y Feth, 1980) es responsable
del ruido en la fonación; la reducción de la hiperaducción e sobjetivo prioritario para otros (Drudge y
Philips, 1976; Boone, 1983; Gould, 1979; Anderson, 1977), que se ha dado en llamar «inicio fácil de
la fonación». Otros autores consideran que el control de la posición vertical de la laringe tiene un
efecto terapéutico indirecto para unos (Wilson,
1987) y directo para otros (Aronson, 1985), si bien
la mayoría de los autores consideran que la posición
vertical de la laringe no se puede separar de la variable constricción (Gould, 1979; Anderson, 1977;
Wilson, 1987). Por último, los defensores de la modificación del tono de voz en la terapia vocal parecen querer modificar directamente la tensión muscular laríngea.
Dado este panorama, ¿de qué forma podemos manipular la propia laringe para reducir la hiperfunción? La estrategia de ensayo y error nos aparece
como más utilizada de lo que en sí debiera: Boone
(1971), describiendo su propio trabajo clínico, dice
que él intenta una técnica; si esta técnica facilita la
producción de la mejor voz, la mantiene como procedimiento terapéutico; si no, la abandona rápidamente. Evidentemente, ésta y otras opiniones nos
plantean la necesidad de buscar procedimientos terapéuticos más objetivos.
La patología laríngea de origen funcional y generadora de disfonía sobre la que más tinta se ha vertido es, sin lugar a dudas, los nódulos vocales. Se supone, o al menos la estadística así lo presenta, que
los nódulos son unas neoformaciones de las cuerdas
vocales consecuencia del abuso de voz, que se puede considerar como un sinónimo de hiperfunción.
Normalmente, la voz velada y el ruido en la fonación están presentes en pacientes que presentan dicha patología; esta cualidad de voz se da por supuesto que tiene que desaparecer en el proceso terapéutico, y para algunos autores (Boone, 1971) es el
primer objetivo a conseguir. Para reducir el escape
de aire durante la fonación, es necesario incrementar
103
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
ORIGINALES
la resistencia glotal. Este incremento, teóricamente,
incrementa la erosión de las cuerdas y reduce la probabilidad de absorción del tumor. Si los nódulos se
producen por hiperfunción vocal, paradójicamente
se proponen técnicas de incremento de la función
vocal.
En los últimos años se está intentando encontrar
desde distintos ángulos criterios objetivos y mensurables para conducir la terapia de voz y controlar la hiperfunción vocal. Estos criterios derivan fundamentalmente de los avances en el campo de la acústica
(Hammarberg y cols., 1980; Hufnalage y Hufnalage,
1984; Wedin y cols., 1978; Wedin y Ogren, 1982) y
del creciente interés en las aplicaciones clínicas del
biofeedback (Künzell, 1982; Lyndes, 1975; Prosek y
cols., 1978; Stemple y cols., 1980), principalmente
fdel biofeedback EMG de la laringe, que está demostrando ser un mecanismo de control efectivo del excesivo funcionamiento laríngeo (Sturlaugson, 1975).
Si los nódulos son consecuencia de la hiperfunción vocal, y si a través de un dispositivo de feedback de la actividad muscular laríngea se aprende a
controlar dicha actividad, consecuentemente, un entrenamiento en biofeedback EMG laríngeo puede ser
un procedimiento terapéutico objetivo para el tratamiento de los nódulos y de otras disfonías producidas por hiperfunción laríngea.
Modificación del tono vocal
o frecuencia fundamental
El tono vocal o frecuencia fundamental (Fo) anormal se ha venido considerando como causa de origen y mantenimiento de nódulos, pólipos, edemas y
otras patologías de la voz. Unos autores (Van Riper
e Irwin, 1958; West y Ansberry, 1968; Brodnitz,
1965; Wilson, 1987) han asociado la aparición de
nódulos vocales con el uso de un tono habitual excesivamente agudo.
Otros, por el contrario, han compartido una visión
completamente diferente. Fisher y Logeman (1970)
opinan que un tono habitual excesivamente grave
contribuye a la hiperfunción laríngea y, por tanto,
puede ser parcialmente responsable del mantenimiento de los nódulos. Cooper (1971, 1973) com104
parte esta misma visión: «El empleo de un no basal
o casi basal, que podría considerarse como gama tonal basal, crea disfonía» (Cooper, 1973, pág. 27). En
la misma línea, Boone (1971) apunta que los nódulos incrementan la masa vocal, lo cual desciende la
frecuencia fundamental (Fo). Ante esta situación, el
individuo intenta equilibrar la potencia transmisora
de su voz a través de un incremento de la intensidad.
Como es de esperar, esta divergencia de puntos de
vista se ha de expresar en opuestas o casi opuestas
estrategias terapéuticas, Brodnitz (1965) cree que la
manipulación aislada del tono rara vez se puede justificar, y la atención se debe centrar en otros factores
que lo afectan favorablemente. Para Boone (1971) el
control del tono no es el elemento esencial en terapia de voz: la intensidad, el método de ataque glotal,
el uso de inflexiones de la voz, la cantidad de tensión en el tracto vocal y la cualidad de la voz son los
factores más decisivos a controlar. Van Riper e Irwin
(1958), West y Ansberry (1968) y Wilson (1987) sugieren que hay que descender el nivel de tono habitual de pacientes con nódulos vocales a fin de reducir la tensión de las cuerdas vocales.
Fisher y Logemann (1970) proponen una táctica
completamente diferente. Estos autores llevaron a
cabo uno de los pocos estudios sobre función laríngea
durante un programa terapéutico. A través de la ligera
elevación del tono de un paciente con nódulos vocales
bilaterales, se incrementaba el cociente de apertura
(CA) de las cuerdas vocales y se disminuía el cociente de velocidad (CV), resultados ambos favorables.
Sin embargo, en este programa que duró 18 meses, los
nódulos, aunque se redujeron sensiblemente, no llegaron a desaparecer. Cooper (1973) prácticamente generaliza la elevación del tono como estrategia terapéutica en pacientes vocales. Habla de conseguir, no ya un
«tono óptimo», sino un «tono supraóptimo». Aronson
(1985) nos dice que aunque no hay duda de que hay
desajustes en el rango y en el nivel tonal de todos los
desórdenes de voz virtualmente posibles, no está claro si es o no necesario encontrar el tono correcto y enseñarlo a todos los individuos. La enseñanza del tono
correcto se debe reservar para los desórdenes de voz
que son una alteración del tono «per se».
La evidencia experimental sobre la elevación o
descenso de la frecuencia fundamental en terapia
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
vocal es bastante contradictoria. Habrá que acudir a
análisis acústicos objetivos para observar qué ha
pasado con el tono de voz tras un proceso terapéutico. Laguaite y Waldrop (1964) encontraron que,
tras rehabilitación vocal, no había cambiado la Fo
de sus pacientes, pero el análisis acústico reveló
mayor energía vocal en las frecuencias más altas y
mayor regularidad en los armónicos. Neil, Wechsler y Robinson (1977) detectaron que, tras una terapia, no se produjo ningún incremento del tono habitual, pero descendieron los sonidos de baja frecuencia y esto producía la impresión auditiva de un
tono más agudo.
Modelos respiratorios
Como ya se puede esperar, en este aspecto también vuelven a aparecer las divergencias tanto conceptuales como de plasmación terapéutica. Cooper
(1971, 1973) cree que la mayoría de los pacientes
vocales presentan anormalidades respiratorias. Greene (1964) considera que la relajación y el control
respiratorio son los aspectos terapéuticos más importantes. Wilson (1987) nos dice que los ejercicios de
respiración son muy útiles para liberar tensiones del
pecho y del cuello.
Brodnitz (1965) sostiene una postura algo más flexible y se cuestiona la relación entre anormalidades
respiratorias y dificultades laríngeas; hay asociación,
lógicamente entre ambas funciones, pero ¿las anormalidades respiratorias son causa o consecuencia de
las laríngeas? Brodnitz claramente las considera
como una mera consecuencia, y por tanto, razona que
una reducción de la hiperfunción general debe mejorar el apoyo respiratorio. En la misma línea, Aronson
(1985) nos dice que los modelos respiratorios anormales se deben a tensión y a ansiedad; el entrenamiento respiratorio directo, sobre todo al principio de
la terapia, no hará más que incrementar la tensión.
Eisenson y Ogilvie (1977) afirman que se puede mejorar la respiración durante la fonación sin prestar
atención específica a la misma, siempre que se hable
en postura correcta y con fácil iniciación del tono.
Quizá más importante que el modelo respiratorio
en sí sea la medida de la duración de la fonación o
tiempo máximo de fonación (TMF). Un habla comunicativa efectiva requiere un buen apoyo de aire
para poder sostener la fonación el suficiente tiempo.
Gould (1975) nos dice que TMF es un buen indicador del estado general de la laringe y del propio funcionamiento de la válvula laríngea. El programa de
terapia de voz de Drugde y Philips (1976) introduce
el incremento del TMF como uno de los objetivos
principales.
COMENTARIOS Y CONCLUSIONES
Hasta ahora hemos intentado exponer el caos de la
terapia vocal. Si los fundamentos terapéuticos son
tan contradictorios y, a veces, tan oscuros, no nos
puede sorprender que cada terapeuta enfoque y marque sus objetivos en función de sus preferencias personales y de los recursos de que dispone en un momento determinado. De lo que no nos cabe duda, no
obstante, es de que todo profesional de la terapia de
voz dirige sus esfuerzos a conseguir que el paciente
consiga «la mejor voz» —voz de mejor calidad—
con el menor esfuerzo posible. Parece cierto, entonces, que el objetivo terapéutico directo es mejorar la
«cualidad de la voz».
Ya hemos visto que los componentes comunes en
la cualidad de la voz son el esfuerzo muscular, el
cierre glotal y el nivel de ruido en la señal, y creemos que toda labor terapéutica en voz se debe orientar a conseguir una mejoría de dicha cualidad. El
control tonal y el entrenamiento respiratorio nos aparecen como meras vías, inciertas por otro lado, para
alcanzar este objetivo.
Siguiendo a Daniloff y cols. (1980), los músculos
intrínsecos laríngeos son responsables de la tensión
de las cuerdas vocales, de la posición (aducción/abducción) y de la comprensión medial, y los músculos extrínsecos, por su parte, determinan por su acción la posición longitudinal de la laringe y las dimensiones y tamaño del tracto vocal. Si se entiende
por cualidad de voz la percepción de la complejidad
física del tono laríngeo modificado por las cavidades
de resonancia (Aronson, 1985), podemos, pues, afirmar que la acción de los músculos laríngeos, tanto
intrínsecos como extrínsecos, es el principal deter105
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
ORIGINALES
minante de la cualidad de la voz. Por ello, pensamos
que la acción terapéutica en las llamadas disfonías
hiperfuncionales ha de ir dirigida a modificar y normalizar la función muscular laríngea.
¿Cómo modificar externamente la función muscular laríngea en los casos de hiperfunción? La respuesta a esta pregunta requiere recordar algunas consideraciones.
Sabemos que la producción de la voz obedece a
leyes propias de la física (teoría aerodinámica mioelástica. Van der Berg, 1958). En función de esta teoría, hoy casi universalmente aceptada, la voz se produce por la interacción entre las fuerzas aerodinámicas-aerostáticas que desplazan las cuerdas vocales
de su posición de aducción tras vencer la resistencia
de la válvula glotal y las fuerzas mioelásticas del tejido muscular que actúan haciendo volver las cuerdas a su posición de aducción (Lieberman y cols.,
1968).
En pacientes con nódulos vocales y otros desórdenes hiperfuncionales, la válvula laríngea ya no
opone resistencia adecuada al flujo del aire, y prueba de ello es la existencia de muy cortos períodos de
fonación (Gould, 1975; Hirano y cols., 1980; Eckel
y Boone, 1981), lo que produce que una supuesta
capacidad respiratoria suficiente suponga un insuficiente apoyo para la fonación. Por otro lado, y dado
que las mencionadas neoformaciones laríngeas derivan de una irritación y engrosamiento de las cuerdas
vocales, y, debido a que los cuerpos más masivos
(gruesos) son menos elásticos, es de suponer que la
llamada hiperfunción laríngea afecta asimismo al
grado de tensión normal de los músculos de la laringe.
Como consecuencia, cuando un paciente de estas
características quiere «elevar la voz», dicho en términos populares, o incrementar la potencia de su
voz, sólo consigue aumentar la constricción y la rigidez de sus músculos vocales, conduciendo al ya
clásico «círculo vicioso» de las disfonías. Si la patología se encuentra en sus momentos iniciales, el resultado acústico-perceptual y, probablemente, fisiológico, es el «golpe de glotis» o ataque duro de la fonación, característicos de la voz áspera (harshness) y
consecuencia de una hiperaducción y aperioricidad o
ausencia de la vibración de las cuerdas vocales (Da106
niloff, 1980). Si la patología ya está más avanzada,
ni siquiera esto ya se consigue: la misma inflamación y engrosamiento de las cuerdas vocales impiden
su normal contacto y se produce la típica «voz velada» (breathiness), de baja intensidad y un continuo
escape de aire durante la fonación.
Podemos, entonces, hablar de dos etapas progresivas en problemas de hiperfunción vocal: En la primera etapa la voz sonaría como tensa, forzada, áspera, con un probable incremento de intensidad en los
armónicos superiores (Frokjaer-Jensen y Prytz,
1976), con posición de laringe normalmente elevada,
detectable incluso manualmente (Aronson, 1985). La
segunda etapa vendrá, probablemente, determinada
por una clara disminución en la función laríngea
normal: decremento de la movilidad y de las posibilidades de tensión y estiramiento muscular: la voz a
su vez sonaría como velada, de poca intensidad, y
con mucho escape de aire en la fonación.
Generalmente, cuando un paciente solicita terapia
vocal, es cuando ya detecta pérdida de potencia o
poder general de su voz. Es bastante excepcional o
consecuencia de una preparación especial en técnicas de habla o de canto, que una persona se someta
a un tratamiento de voz simplemente porque la fuerza al hablar, aunque el producto —el habla— sea
perfectamente normal y audible. Esta situación puede justificar, al menos parcialmente, todas las polémicas ya descritas en torno a la terapia vocal en casos de disfonías funcionales o profesionales: a qué
punto de la escala de gravedad o a qué tipo de pacientes se refieren los distintos autores cuando defienden o se inclinan por tal o cual técnica terapéutica.
RESUMEN
En este trabajo se hace un comentario de las técnicas y procedimientos más frecuentemente utilizados
en terapia vocal, intentando contrastar los éxitos relativos conseguidos en la misma con la escasez de investigación sobre la eficacia de las técnicas utilizadas. Se hace especial hincapié en la dificultad que
comporta la modificación del parámetro «cualidad de
voz» debido a los obstáculos de medida y operativi-
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
zación de dicho parámetro. Se hace un breve comentario de los enfoques sintomatológicos y globalistas y
se describen los procedimientos más usuales, pudiéndolos encuadrar en la coordinación de las distintas estructuras que intervienen en la fonación y en la reducción de la hiperfunción vocal principalmente. Estos procedimientos se pueden unificar dentro de la
«normalización de la función muscular laríngea», fundamentalmente cuando se hace referencia a las disfonías funcionales o profesionales. Bajo esta perspectiva, la terapia vocal se puede enmarcar dentro del campo del tratamiento conductual, centrado en la ruptura
del «círculo vicioso» de la hiperfunción vocal.
BIBLIOGRAFÍA
Anderson, V. A.: Training the speaking Voice. Ed. 3. Oxford
University Press. Nueva York, 1977.
Aronson, A. E.: Clinical Voice Disorders: An Interdisciplinary Approach. Ed. 2. Thieme, Inc., Nueva York, 1985.
Boone, D. R.: The Voice and Voice Therapy. Prentice-Hall,
Inc. Englewood Cliffs, N. J., 1971.
Boone, D. R.: The Voice and Voice Therapy. Ed. 3. PrenticeHall, Inc. Englewood Cliffs, NJ, 1983.
Brackett, I. P.: Parameters of voice quality, en: L. E. Travis
(ed.): Handbook of Speech Pathology and Audiology. Appeton-Century-Crofts. Nueva York, 1971.
Drewer, D. W.: Voice research: The next years. J. Voice.
1989, 3, 7-17.
Brodnitz, F. S.: Vocal Rehabilitation. American Academy of
Ophtalmology and Otolaryngology. Rochester, M. N.,
1965.
Cooper, M.: Modern techniques of vocal rehabilitation for
functional and organic dysphonias, en: L. E. Travis (ed.):
Handbook of Speech Pathology and Audiology. AppletonCentury-Crofts. Nueva York, 1971.
Cooper, M.: Modern Techniques of Vocal Rehabilitation.
Charles C. Thomas. Springfield, I L., 1973.
Daniloff, R.; Schuckers, G., y Feth, L.: The Physiology of
Speech and Hearing. Prentice-Hall. Englewood Cliffs, N.
J., 1980.
Drudge, M. K. M., y Philips, B. J.: Shaping behavior in voice therapy. J. Speech Hear. Disord. 1976, 41, 398-411.
Eckel, F. C., y Boone, D. R.: The s/z ratio as an indicator of
laringeal pathology. J. Speech Hear. Disord. 1981, 46,
147-149.
Eisenson, J, y Ogilvie, M.: Speech Correction in the Schools.
Ed. 4. MacMillan Publishing Co. Nueva York, 1977.
Fairbanks, G.: Voice and Articulation Drillbook. Harper and
Row. Nueva York, 1960.
Fisher, H. B., y Logemann, J.: Objetive evaluation of therapy
for vocal nodules: A case report. J. Speech Hear. Disord,
1970, 35, 277-285.
Froekjer-Jensen, B., y Prytz, S.: Registration of voice quality.
Tech. Rev. 1976, n.o 3.
Froeschels, E.: Hygiene of the voice. Arch. Otolaryngol.
1943, 37, 122-130.
Gould, W. J.: Quantitative assessment of voice function in
microlaryngology. Folia Phoniatr. 1975. 27, 190-200.
Gould, D. G.: Letters to the editor. Lang. Speech Hear. Serv.
Sch., 1979, 10, 267.
Greene, M. C. L.: The Voice and its Disorders. J. B. Lippincott. Filadelfia, 1964.
Hammarberg, B.; Fritzell, B.; Gauffin, J.; Sundberg, J., y Wedin, L.: Perceptual and acoustic correlates of abnormal voice qualities. Acta Otolaryngol. 1980, 90, 441-451.
Hirano, M.; Gould, W. J.; Lambiase, A., y Kakita, Y.: Movements of selected points on a vocal fold during vibration.
Folia Phoniatr. 1980. 32, 39-50.
Hufnagle, J., y Hufnagle, K.: An investigation of the relationship between speaking fundamental frequency and
vocal quality improvement. J. Commun. Disord. 1984,
17, 95-100.
Johnson, T. S.: Vocal Abuse Reduction Program. College-Hill
Press. San Diego, 1985.
Johnson, T. S., y Child, D. R.: Voice disorders the child, en:
M. Lass, L. V. McReynolds, J. L. Nothern y D. E. Yoder
(eds.): Handbook of Speech-Language Pathology and Audiology. B. C. Decker Inc. Filadelfia, 1888.
Künzel, H. J.: First applications of a biofeedback device for
the therapy of velopharyngeal incompetence. Folia Phoniatr. 1982, 34, 92-100.
Laguaite, J., y Waldrop, W. F.: Acoustic analysis of fundamental frequency of voices before and after therapy». Folia Phoniatr. 1964, 16, 183-192.
Lieberman, P.; Knudson, R., y Mead, J.: Determination of the
rate of change of fundamental frequency with respect to
subglotal air pressure during sustained phonation. J.
Acoust. Soc. Am. 1969, 45, 1537-1543.
Lyndes, K. O.: Application of Biofeedback to Functional Dysphonia. Biofeedback Research Society, 6th Annual Meeting, Monterey, 1975.
Michel, J. F., y Wendahl, R.: Correlates in voice production,
en: L. E. Travis (ed.): Handbook of Speech Pathology
and Audiology. Appleton-Century-Crofts. Nueva York,
1971.
Moore, G. P.: Disorders organically based, en: L. E. Travis
(ed.): Handbook of Speech Pathology and Audiology. Appleton-Century-Crofts. Nueva York, 1971 (a).
107
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
ORIGINALES
Moore, G. P.: Foundations of Speech Pathology Series: Organic Voice Disorders. Prentice-Hall. Englewood Cliffs,
N. J., 1971 (b).
Moore, G. P.: Have the major issues in voice disorders been
answered by research in speech science? A 50 years retrospective. J. Speech Hear. Disord. 1977, 42, 152-160.
Moore, G. P.; Hicks, D. M., y Abbott, T. B.: Defects of
speech and language, en: J. J. Ballenger (ed.): Diseases of the
Nose, Throat, Ear and Neck. 13 ed. Lea y Febiger. Filadelfia, 1985.
Moore, G. P. y Thompson, C. L.: Comments on the physiology of hoarseness. Arch. Otolaryngol. 1965, 81, 97-102.
Perkins, W. H.: Vocal function: Assessment and therapy, en:
L. E. Travis (ed.): Handbook of Speech Pathology and Audiology. 505-534. Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N.
J., 1971 (a).
Perkins, W. H.: Speech Pathology and Applied Behavioral
Science. Ed. 2. Mosby, Co. San Luis, M. O., 1971 (b).
Prosek, R. A.; Montgomer, A. A.; Walden, B. E., y Schwartz,
D. M.: EMG biofeedback in the treatment of hyperfunctional voice disorders. J. Speech Hear. Disord. 1978, 48, 282294.
Reed, Ch. G.: Voice therapy: A need for research. J. Speech
Hear. Disord. 1980, 45, 143-156.
Stemple, J. C.; Weiler, E.; Whitehead, W., y Komray, R.:
Electromyographic biofeedback training with patients
exhibing a hyperfunctional voice disorder. Laryngoscope.
1980, 90, 471-476.
108
Sturlaugson, W. R.: Biofeedback and psychogenic voice disorders. A general review and case study. ASHA. Convention presentation, 1975.
Van den Berg, J. W.: Myoelastic-Aerodynamic theory of voice production. J. Speech Hear. Res. 1958, 1, 227-244.
Van Riper, C., e Irwing, I. V.: Voice and Articulation. Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N. J., 1958.
Von Leden, H.; Moore, G. P., y Timcke, R.: Laryngeal vibrations: Measurements of the glottic wave. Part III: The pathologic Larynx. Arch. Otolaryngol. 1960, 71, 16-35.
Wechsler, E., y Robinson, M.: A laryngogrophic study of voice disorders. Br. J. Disord. Commun. 1977, 12, 9-22.
Wedin, S.; Leanderson, R., y Wedin, L.: Evaluation of voice
training. Spectral analysis compared with listener’s judgements. Folia Phoniatr. 1978, 30, 103-112.
Wedin, S., y Ogren, J. E.; Analysis of the fundamental frequency of the human voice and its frequency distribution
before and after training program. Folia Phoniatr. 1982,
34, 143-149.
West, R. W., y Ansberry, M.: The Rehabilitation of Speech.
Ed. 4. Harper & Row. Nueva York, 1968.
Wilson, D. K.: Voice Problems of Children. Ed. 3. Williams
& Wilkins. Baltimore, 1987.
Recibido: enero de 1990.
Descargar