Intenciones MI y comentario en espanol

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Intenciones 2014
Pobres servidores del Señor, estamos al servicio de los pobres
(Padre Raffaelle Di Muro)
ENERO
Para que Jesús nos inspire la humildad y sencillez necesaria para acoger a las personas que
encontramos cada día.
La humildad es la virtud por la cual el creyente se pone en una condición de constante
dependencia de Dios, por lo que se considera una criatura pequeña y siempre necesitada de la gracia
y la fuerza que emana del Altísimo. Maximiliano Kolbe se muestra, siguiendo el ejemplo de
Francisco de Asís, como un fraile y sacerdote humilde. Él conoce los límites de su personalidad y
comprende que solo abandonándose en las manos del Señor, a través de la mediación de la
Inmaculada, se puede llegar a la cumbre de la vida cristiana, convirtiéndose en un modelo para
cuantos encuentra a su paso. El texto que proponemos está tomado de una carta escrita en 1937
desde el convento de Niepokalanów y dirigida a los frailes de Nagasaki. «Es evidente que tenemos
que estar atentos, porque más de una vez el amor propio, nuestro "yo", se rebelará. Las distintas
dificultades, tentaciones, contrariedades, a veces podrán casi abrumarnos. Pero si las raíces se
hunden profundamente en la tierra y la humildad se arraiga más profundamente en nosotros, de
modo que confiemos cada vez menos en nosotros mismos, entonces la Inmaculada acrecentará
nuestros méritos. Sin embargo, las pruebas son necesarias y llegan porque el oro del amor debe ser
purificado en el fuego de la aflicción [cfr. Ecl 2, 5, 1 P 1, 7], de hecho, el sufrimiento es el alimento
que fortalece el amor» (EK 755).
El santo polaco se encuentra en una fase de madurez de su camino espiritual, por lo que
proporciona sugerencias útiles para el camino ascético e indica la preciosidad de la purificación
interior, con la que tiende a «podar» los aspectos de la personalidad, que hacen sobresalir en modo
exagerado el propio yo. Ser humilde significa recorrer un camino de ascesis y de purificación para
alimentar nuestra intimidad con Dios, limitando o eliminando los efectos del amor propio y de la
soberbia. Maximiliano enseña que la humildad permite al creyente descubrir el amor previsor y
misericordioso del Señor en la medida en que el corazón se libera de los lazos que lo esclavizan en
el egoísmo y en la autosuficiencia. Tender a la santidad significa abrir el propio corazón a Dios,
confiar en su amor y mirar a la Inmaculada como ejemplo de total adhesión a la voluntad divina. Es
un desafío comprometedor, y el mártir de Auschwitz nos muestra que para ser un don de caridad
para los hermanos es importante recorrer este camino.
Además, es la humildad que funda la hermandad, porque todos los hermanos se reconocen
pequeños ante Dios, partícipes en el mismo proyecto de vida interior y apostólica. Maximiliano
enseña que el siervo del Señor es el que lava los pies al hermano y al prójimo en general. Nosotros
entendemos –como consecuencia– cuán importante es esta actitud del corazón para dominar la
tendencia a la autoafirmación y al egocentrismo, que pueden ser enemigos acérrimos en la
perspectiva de un camino de santificación.
La humildad del mártir de Auschiwtz está también expresada en las siguientes palabras: «La
fuente de la felicidad y de la paz no está afuera, sino dentro de nosotros mismos. Sepamos
aprovecharla para practicar en nuestro ánimo la paciencia, la humildad, la obediencia y otras
virtudes de la vida religiosa y, de este modo, las cruces no serán tan pesadas» (EK 935). A partir de
estas expresiones se puede deducir que la paz interior está íntimamente vinculada a la práctica de
las virtudes propias de la vida religiosa. La serenidad que domina en el corazón del creyente es el
fruto de la ascesis, del arrepentimiento y del saber vivir la dimensión de la cruz, en un estilo de
ofrecimiento y de abandono en la Providencia de Dios.
La actitud justa del «menor» se expresa en ofrecer al Altísimo todas las situaciones de su
propia vida, con la humildad y la paciencia de los que ponen toda su confianza en el Señor.
Maximiliano en este pasaje muestra que es muy importante tener un corazón pacificado. Con este
estado de ánimo los acontecimientos de la vida se convierten en una gran oportunidad para el
crecimiento espiritual. Las virtudes de la paciencia y de la humildad nos ponen en la disposición de
acoger serenamente los momentos de dolor, que son motivo para progresar en el camino de la
conversión. La paz y la virtud son fundamentales para orientar al bien y en una dimensión
sobrenatural todas las facultades del hombre. La humildad perfecta está representada por la plena
configuración con Cristo: es la dimensión que alcanza Kolbe y que nos indica a cada uno de
nosotros para tocar la felicidad en Cristo y lograr una buena capacidad de dar testimonio de su amor
y de su presencia en nuestras vidas.
Para reflexionar
¿Qué falta a mi camino para perfeccionar la virtud de la humildad?
¿Cómo reacciono ante situaciones de humillación o de mortificación? ¿Las considero como
oportunidades para crecer?
¿Cómo vivo los tiempos de cruz y de pruebas que caracterizan mi camino?
¿Trato de «podar» de manera decisiva mi egoísmo y mi soberbia?
¿A qué punto está mi ofrecimiento y abandono en el Señor?
FEBRERO
Para que aprendamos de la Inmaculada a alimentar en nosotros la pobreza
interior que nos permita recibir la gracia de Dios.
María enseña con autoridad a los creyentes a vivir en una actitud de humildad y de
aceptación de la voluntad divina. Para la santificación del hombre es esencial que él se pregunte
qué le pide Dios y el camino que le presenta. La Virgen muestra esta atención y se convierte en
un maravilloso testimonio para la humanidad, disponiéndose en modo total y generoso a cumplir
los deseos divinos.
No olvidemos que Ella es feliz porque ha creído en la Palabra del Altísimo. María tiene
confianza en Dios, se abandona su voz, confía en su omnipotencia. Su «sí», el cuidar a Jesús y a
Isabel, son el resultado de su confianza en Él. La escucha de la voz del Altísimo permite a María
lanzarse en la caridad hacia Jesús, hacia Isabel. Existe una relación significativa entre la
capacidad de humilde escucha y el amor a los hermanos. Esta es la enseñanza de María: amarla
quiere decir imitar su manera de acoger y de donar.
Maximiliano Kolbe en su artículo aparecido en El Eco de la Inmaculada, el 24 de
diciembre de 1938, escribía: «Ya en el momento de la Anunciación, la Santísima Trinidad, por
medio de un ángel, te había presentado con claridad su plan de redención y esperaba una
respuesta de ti. En ese momento te diste cuenta a qué dabas tu consentimiento, ¡de quién
estabas a punto de ser madre! Y ahora está ante ti, en la forma de un débil recién nacido.
¿Qué sentimientos de humildad, de amor y gratitud colmaron en ese momento tu corazón...
mientras admirabas la humildad, el amor y la gratitud que el Dios encarnado tenía hacia ti.
¡Te ruego, colma también mi corazón de tu humildad, de tu amor, de tu gratitud!» (EK 1236).
La atención de María en la comprensión de la voluntad del Altísimo nace de su actitud de
humildad, de su depender totalmente de Dios, único bien. Lo importante es entender lo
dispuesto por el Todopoderoso, para llevar a cabo su plan con la máxima dedicación. Esto
implica una actitud de gran pobreza interior: es lo que muestra la Madre de Dios en toda
circunstancia.
De hecho, «La pobreza de María, que es humildad, la vida oculta, la existencia ordinaria,
pertenencia a la humanidad más común en una localidad desconocida es una llamada de gracia y
de glorificación de la grandeza del Señor. Dios elige las realidades débiles de este mundo para
hacer resplandecer su poder. Todo poder humano es un velo ante el único poder de Dios. Si Dios
predestinó a María para convertirse en su Madre, en su encarnación, la quiso pobre, humilde y
escondida para manifestar mejor la gloria de su gracia» (M. Thurian, María Madre de Señor
imagen de la Iglesia, Brescia, 1965, 72).
La búsqueda de Dios y de su Voluntad para la Virgen tiene lugar no solo en el momento de la
Anunciación. Ella renueva esta actitud de escucha también en otros eventos importantes de la
vida terrena del Señor, como en la pobreza de su nacimiento, en la huida a Egipto, en el
hallazgo del niño Jesús entre los doctores del templo, en su muerte en el Calvario. En todos los
casos la Inmaculada aparece como faro luminoso para todos aquellos que deseen acudir al Señor
con una gran disponibilidad del corazón.
La Inmaculada muestra su humildad también en el asociarse perfectamente a la kénosis del
Hijo. Ella nos enseña a transformar nuestros momentos de cruz en tiempos de unión con el
Crucificado, al cual queremos estar profundamente unidos. Aquí están las palabras proféticas y
significativas del Papa Pablo VI: «Finalmente, María es la Virgen oferente. En el episodio de la
Presentación de Jesús en el Templo (cfr. Lc 2, 22-35), la Iglesia, guiada por el Espíritu, ha
vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del primogénito
(cfr. Ex 13, 11-16) y de la purificación de la madre (cfr. Lev 12, 6-8), un misterio de salvación
relativo a la historia salvífica: esto es, ha notado la continuidad de la oferta fundamental que el
Verbo encarnado hizo al Padre al entrar en el mundo (cfr. Heb 10, 5-7); ha visto proclamado la
universalidad de la salvación, porque Simeón, saludando en el Niño la luz que ilumina las gentes
y la gloria de Israel (cfr. Lc 2, 32), reconocía en El al Mesías, al Salvador de todos; ha
comprendido la referencia profética a la pasión de Cristo: que las palabras de Simeón, las cuales
unían en un solo vaticinio al Hijo, "signo de contradicción", (Lc 2, 34), y a la Madre, a quien la
espada habría de traspasar el alma (cfr. Lc 2, 35), se cumplieron sobre el calvario» (Pablo VI,
Marialis Cultus, 20).
Para reflexionar
Vamos a reflexionar sobre nuestra capacidad para acoger el plan de Dios. ¿Se basa en la
humildad y en la escucha como lo enseña la Inmaculada?
La humildad de María ¿me anima a depender totalmente de Dios, en una actitud de silencio, de
escucha y de adoración?
¿Tengo suficiente humildad para transformar los momentos de prueba en tiempos de gracia y
de bendiciones?
¿Vivo los momentos de fatiga y la humillación con la certeza de que forman parte de mi camino
de santificación? ¿Miro a María cuando estoy en el dolor?
MARZO
Para que la Cuaresma sea un tiempo favorable para vivir según un estilo de vida
sobrio y solidario, confiando en la ayuda de Dios.
El Papa Francisco dijo a los seminaristas, novicios y novicias de todo el mundo: «Pero yo
les digo: “La verdad, me duele cuando veo a un sacerdote o una hermana con el auto último
modelo, ¡no, no es posible! ¡No puedes! Ustedes piensan esto: ‘¿pero ahora, Padre, tenemos que
andar en bicicleta?’ ¡Es buena la bicicleta! Mons. Alfred anda en bicicleta: él anda en bicicleta”.
Creo que el auto es necesario porque hay que hacer un montón de trabajos, e ir de aquí para allá...
pero tengan uno más humilde! Y si te gusta ese lindo, piensa en cuántos niños mueren de hambre.
¡Solo esto! La alegría no nace, no viene de las cosas que tienes» (Papa FRANCISCO, Discurso a
los seminaristas, novicios y novicias, 6 de julio de 2013). En cuanto a «nuestro» Maximiliano,
podemos decir que su pobreza es igual a la de san Francisco, ya que siente y vive este consejo
evangélico en la óptica de la confianza total en la Providencia de Dios.
Ser pobres es el capital en el cual los dos santos confían, seguros de que el Altísimo
bendecirá las intenciones que él mismo inspiró. Al referirse a su padre y fundador, el padre Kolbe
quiere que los frailes habiten en edificios sencillos y pobres, y utilicen cuanto se les da, no para
finalidades personales, sino para aquellos que sufren todo tipo de pobreza, especialmente espiritual.
La Inmaculada, con su presencia cariñosa y su intercesión, permite a sus hijos alcanzar metas
apostólicas extraordinarias. De este modo nos explicamos el nacimiento y la propagación de la
Milicia de la Inmaculada, de El Caballero y de la Ciudad de la Inmaculada, expresiones apostólicas
de alto valor evangélico y de una notable expansión, que tienen como base la incondicional
confianza en el Señor y en la Virgen.
Luego está la pobreza personal, que debe ser vivida de la manera más perfecta y auténtica
posible. Los fondos que el Omnipotente permite administrar deben destinarse a la difusión de la
Palabra. El religioso está llamado al desprendimiento total, propio de quien está llamado a seguir a
Cristo de una manera plena y convencida. Maximiliano considera que debemos tener como fin la
Inmaculada y la pobreza como capital: dos riquezas que Niepokalanów no puede, de ninguna
manera, dejar. Sin este fin dejaría de ser Niepokalanów, traicionaría su misión. «Y, sin la pobreza y
sin la confianza en la Providencia Divina, no podemos hablar de empuje, de pasión» (EK 299).
Las grandes obras de Dios nacen y se desarrollan en el abandono completo en sus manos. La
confianza y la pobreza van de la mano y se fundamentan en la conformidad a Cristo pobre que lo
lleva al éxito apostólico en un estilo misionero.
El estilo sobrio del fraile y del mílite se dirige a lograr la vivencia del Reino. La confianza
incondicional en la acción amorosa y providente de Dios es la guía fundamental para caminar hacia
la vida eterna, y para testimoniar al mundo la belleza de este camino. Es importante, por tanto,
limitar al máximo las necesidades personales, tales como la vivienda, la ropa y los alimentos para
poner todo al servicio de la misión en forma libre y constante. Lo que importa es unir los esfuerzos
con la llamada al apostolado en vista del Reino de Dios
También somos pobres cuando, para la difusión del Evangelio y del amor a la Inmaculada,
utilizamos los medios más poderosos, con la condición de que haya una sobriedad personal, fruto de
la donación incondicional de la propia vida al Señor. Debemos apuntar a los más modernos medios
de apostolado para el anuncio y mantener un estilo de vida humilde y esencial para garantizar la
fidelidad en el seguimiento y en el abandono a la Providencia y al proyecto de Dios, con la certeza
de que no nos faltará su ayuda. El Padre Kolbe, aún permaneciendo en la línea de la pobreza
querida por san Francisco y heredada por la tradición franciscana, contribuye a una innovación en
su propia manera de practicarla. La vida del religioso debe ser pobre y sobria, siempre dirigida a la
búsqueda de la presencia y de la voluntad de Dios. Sin embargo, para predicar el Evangelio y la
venida del Reino es necesario dar el máximo, utilizar, si la Providencia lo permite, todos los
recursos posibles para que el anuncio sea eficaz y de vanguardia. El estilo del hermano menor está
marcado por la esencialidad, y la dimensión misionera se enriquece lo más posible según las fuerzas
físicas y económicas de la comunidad religiosa. El papel de María es muy importante para quien
quiere ser pobre, porque «a Ella pertenecen todas nuestras cosas. Por lo tanto, una pobreza perfecta
y un uso de las cosas solo cuando son necesarias y suficientes para alcanzar la finalidad» (EK 486).
La Inmaculada es, por lo tanto, un punto de referencia para aquellos que son llamados a una vida de
pobreza para seguir al Señor. Cuando el creyente abandona en Ella, se deja guiar también en
relación al uso de los bienes.
Para reflexionar
El desprendimiento de los bienes materiales y la búsqueda de los eternos representan un gran
desafío para todos los creyentes. ¿Cómo vivís la sobriedad y la esencialidad?
La fe me lleva a creer que Dios hará grandes cosas en mí, sin que esto se relacione con lo que
poseo. El abandono confiado en el Señor y en la Inmaculada permite a Kolbe realizar grandes
obras, aún en la pobreza absoluta. Su ejemplo ¿habla a mi corazón?
¿Vivir con sobriedad me permite ser sensible a los pobres: acojo la invitación del Papa, que me
exhorta a estar atento a las necesidades de los hermanos?
ABRIL
Para que nuestros corazones y nuestra mirada sean transparentes y sencillos para
descubrir la presencia del Resucitado en cada momento de nuestra vida.
Sentir vivo a Jesús es una maravilla que se realiza mediante la oración constante. «Tutear» al
Señor es posible si se alimenta la comunión y la intimidad con Él. Según san Maximiliano María
Kolbe «la oración es la expresión de un alma bella. El cuerpo humano tiene su origen en el polvo y
después de la muerte se convertirá en polvo. También todas las actividades humanas están dirigidas
a la madre tierra. Solamente en la oración el hombre eleva el corazón hacia el Paraíso y conversa
con el Creador del universo, con la Causa primera de todo, con Dios» (EK 1208).
Rezar, según el mártir franciscano significa elevarse hacia el Creador, dirigirse a Dios por
encima de todas las atracciones terrenales, por encima de todo obstáculo del mundo, más allá de
toda barrera que se interpone entre el hombre y su Señor. La oración es conversar con Dios,
conversar con Él, Creador del universo. Se trata de un auténtico diálogo en el cual el Altísimo le
habla al hombre, y este responde. La oración es hablar con Dios en modo directo, habitual,
perseverante. Para san Maximiliano la oración es el fluir continuo del diálogo entre el hombre y
Dios-Trinidad, un encuentro amoroso e incesante en el que la criatura puede adorar, honrar,
bendecir y glorificar a su Creador, y está disponible a escuchar su voz y su voluntad. A cada
instante el hombre puede abrir su ánimo al Altísimo y expresarle amor y gratitud y, al mismo
tiempo, obtener la ayuda que necesita para su camino espiritual. Esta conversación continua es el
camino para acoger constantemente en su corazón la presencia del Resucitado. La oración nos
ofrece, por tanto, la oportunidad de hacer experiencia del Resucitado, de percibirlo en nuestra
propia vida y en todos los acontecimientos de la vida. Es la gran enseñanza de Maximiliano, el cual
vive en la presencia del Redentor, experimentando la alegría profunda de la comunión con él.
El santo, en la Santa Misa, tiene el privilegio de estar con el Cristo vivo en la gloria. No es
casualidad que atribuya un valor central a la Eucaristía, tanto para su propio camino de conversión
personal como para el desarrollo de las obras que nacen de su adhesión a la voluntad de Dios.
Cuando en el 1927 fundó la Ciudad de la Inmaculada en Polonia, el primer edificio que se
construyó fue una iglesia de madera en la cual, desde el momento de su consagración, los frailes
celebraban la Misa. En su vida cotidiana Maximiliano se alimenta de la fuente inagotable de gracia
que es la Eucaristía: todos los días en la celebración y en la adoración se da el diálogo vital y
constante con el Resucitado, que se transforma en comunión sólida e indisoluble. Al acercarse al
altar vive una experiencia de resurrección y de profunda introducción en el misterio pascual.
Existe una clara relación entre el amor y el cuidado con el que vive la celebración de la Misa y
el martirio: Kolbe, sumergiéndose día tras día en el misterio de Jesús que se entrega a la humanidad,
haciéndose pan partido para todos los hombres, aprende a transformar su vida en una continua
ofrenda a Dios y a los hermanos. Entre la Eucaristía y Auschwitz existe un vínculo indisoluble, ya
que es a partir de la kénosis del Señor que el franciscano polaco aprende el camino del martirio. En
el altar está la escuela del Crucifijo, que representa para él un modelo de primera magnitud, en
perfecto acuerdo con lo que enseña el Pobre de Asís.
La Inmaculada está presente en este encuentro entre el santo y el Resucitado, porque es
mediadora y madre. La intercesión, el ejemplo y la protección de María son fundamentales, dado
que Ella guía al santo a experimentar la presencia del Señor en el momento en que celebra la Misa
cotidiana. De hecho, según el franciscano polaco «…no hay mejor preparación para la santa
comunión que ofrecerla toda a la Inmaculada [...]. Ella preparará nuestros corazones de la mejor
manera y estaremos seguros de ofrecer a Jesús una gran alegría y demostrarle un amor muy grande»
(EK 643).
Y está también convencido de que «después de la santa comunión rezamos nuevamente a la
Inmaculada, para que Ella misma reciba a Jesús en nuestra alma y lo haga feliz, como nadie lo ha
logrado hasta ahora» (EK 1234). Todo se realiza con el apoyo de la Inmaculada, cuya presencia
amorosa garantiza una participación ferviente y fructífera en la santa Misa, mediante la cual el
creyente está llamado a dar la mayor gloria al Señor.
El amor a la Inmaculada también tiene una característica Eucarística, ya que acercándose a
Ella, gracias a su ejemplo y a su intercesión, los fieles pueden vivir con mayor atención el misterio
de la presencia real del Salvador en el Santísimo Sacramento y, por tanto, con mayor libertad,
convicción y concentración, alimentarse en el banquete de la Eucaristía. El ejemplo de Maximiliano
nos invita a valorizar al máximo el momento en que vivimos nuestra participación a la Misa: es el
lugar de nuestro encuentro con el Resucitado, es la escuela divina en la que aprendemos a entrar en
una dinámica Pascual, en un camino que nos lleva con el sostén delicado y efectivo de la
Inmaculada, a la vida eterna.
Para reflexionar
Mi oración ¿me permite experimentar constantemente a Cristo resucitado?
Mi oración ¿es un encuentro con el Señor, una experiencia de que Él está vivo y presente en mi
camino?
Mi oración ¿va más allá del ritualismo cuando me pongo en comunión con Cristo resucitado?
María es la mujer que experimenta en la gloria la realidad de la resurrección: ¿Ella me recuerda
que yo también me proyecto hacia la gloria eterna?
MAYO
Para que aprendamos de la Inmaculada a adherir al proyecto de Dios con humildad
y disponibilidad de corazón.
María muestra que para adherir a la voluntad de Dios es necesario realizar un camino de
discernimiento. Cuando nos encontramos ante una intuición que nos parece que viene de Dios, es
importante tratar de entender bien su origen, y también cómo poderla realizar. En la Anunciación,
María pregunta al ángel, no por incredulidad, sino para comprender mejor el plan de Dios. Las
preguntas de la Virgen son legítimas y hacen entender la importancia de la adhesión a la voluntad
divina, que requiere la participación de la mente y del corazón. Los cristianos están llamados a vivir
en una constante actitud de discernimiento, estar atentos a entender y realizar el plan de Dios en su
experiencia de vida.
Esta constante actitud de discernimiento nos la enseña María, que en los Evangelios aparece
siempre dispuesta a vivir lo que el Altísimo le revela. El discernimiento, por lo tanto, pertenece a la
experiencia de María, que nos enseña a adherir plenamente a la voluntad de Dios, aunque surjan en
nosotros inquietudes o dudas. Siempre es importante ser conscientes de lo que hacemos, pero sin
comprometer la plena disposición para llevar a cabo el plan de vida que Dios tiene en mente para
nosotros.
No es casualidad que Pablo VI, defina a la Virgen como Virgen oyente: «María es la Virgen
oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios: fe que para Ella fue premisa y camino hacia la
Maternidad divina» (Pablo VI, Marialis Cultus 17). María nos enseña con autoridad, pidiéndonos
que vivamos con fe la voluntad divina. Para la santificación del hombre es fundamental que se
pregunte cuál es la voluntad de Dios para él y qué camino debe recorrer para realizarla. La Virgen,
con su disposición total y generosa en el cumplimiento de la voluntad divina, es un maravilloso
ejemplo para toda la humanidad.
María nos muestra la capacidad de lograr un discernimiento continuo, vinculado a todos los
acontecimientos que se refieren a su Hijo. Esto sucedió en el momento de la Anunciación, pero se
repitió en otras ocasiones de prueba especialmente delicados como, por ejemplo, en la dolorosa fuga
a Egipto (cfr. Mt 2, 13-15) y en el hallazgo de Jesús en el Templo (cfr. Lc 2, 48-50). Estas son
situaciones en las cuales la Inmaculada, conservando todo en su corazón, demuestra ser capaz de
mantenerse fiel al proyecto de Dios. Lo mismo sucede cuando va a buscar al Señor, preocupada por
lo que se dice de Él (cfr. Mt 12, 46-47). Incluso en esta situación sigue su camino respetando la
voluntad divina. La misma dinámica se lleva a cabo en el Calvario (cfr. Jn 19,25-27). Según san
Maximiliano la oración y el amor a la Virgen nos permiten conocerla cada vez más perfectamente y
a aprender a vivir sus virtudes. De hecho «…todos y cada uno de los pensamientos, palabras, obras
y sufrimientos de la Inmaculada fueron el más perfecto acto de amor a Dios, de amor a Jesús. Seria
necesario pues, decir a las almas, a todas y a cada una en particular, a las que viven ahora en la
tierra y a las que vendrán hasta el fin de mundo, con el ejemplo, con la palabra viva, escrita,
impresa, divulgada a través de la radio, con la ayuda de la pintura, de la escultura, etc. Lo que la
Inmaculada pensaría, diría, haría en las circunstancias concretas de la vida presente en los diferentes
ambientes sociales, para que un amor perfectísimo el amor mismo de la Inmaculada al corazón
divino, pueda encenderse en la tierra» (EK 647).
Como María se encomendó totalmente al proyecto y la fuerza del Altísimo, también los
creyentes están llamados a realizar el mismo paso. La experiencia espiritual del Padre Kolbe da
testimonio que también en el contexto social en el que nos movemos es posible vivir íntimamente
unidos a Dios y ayudar constantemente a los hermanos. Leyendo su historia comprendemos que se
trata de un verdadero milagro del amor de Dios. Cuando nos abandonamos a la Omnipotencia
divina nuestras vidas se transforman en un milagro de amor. El Señor puede realizar grandes cosas
en nosotros, como lo hizo en los santos y en la Virgen María. No limitemos con nuestros egoísmos
y con nuestras visiones mezquinas la poderosa acción de Dios. La confianza ilimitada en Dios, para
el cual nada es imposible, nos permite convertirnos en testigos e instrumentos de su omnipotencia
según el proyecto de bien que ha pensado para nosotros. Kolbe enseña que la Inmaculada puede ser
maestra en esta dinámica espiritual.
Para reflexionar
- ¿Estoy convencido de que mi santidad es el resultado del cumplimiento del proyecto de Dios para
mí?
- ¿La docilidad de María habla a mi corazón, me enseña a estar siempre disponible al proyecto
divino?
¿Mi corazón está dispuesto a aceptar lo que el Señor me dice cada día?
María es un ejemplo para san Maximiliano. ¿Me siento inspirado por el maravilloso testimonio de
la Inmaculada sobre todo en el ofrecimiento y en la disponibilidad? ¿Cómo lo estoy realizando?
¿Soy capaz de escuchar la voz de Dios y estoy disponible a realizar su proyecto?
JUNIO
Para que el Espíritu Santo nos haga testigos del amor y de la alegría, que provienen
de Él.
La fuerza del apostolado de san Maximiliano está representada, sin duda, por el testimonio
evangélico que en toda circunstancia y período de su vida trató de ofrecer a los demás. Su ejemplo
ha sido decisivo para la eficacia de sus acciones, «contagiando» a sus hermanos y a todos los fieles.
El estilo misionero del santo polaco tiene tres movimientos: el ejemplo que precede al hablar, la
pobreza y el sacrificio acompañados por la entrega. Como Francisco, él considera que los hermanos
y los fieles pueden ser estimulados por el verdadero testimonio del Evangelio más que por las
palabras. Mirar a Cristo, a la Inmaculada y a Francisco se debe transformar en una experiencia que
pueda iluminar al prójimo y ayudarlo delicadamente a amar siempre más al Altísimo. La pobreza
embellece su ejemplo de vida evangélica y se convierte en una expresión de humildad y de
confianza en el amor providente del Señor. El sacrificio y la dedicación al apostolado ponen al
fraile, el mílite o a los fieles en general, en la condición de donarse generosamente al proyecto que
el Todopoderoso les confía.
Estas tres dimensiones constituyen la vida de Kolbe y las transmite como un requisito para
la vida misionera. Está convencido de que el testimonio de la fe y del mensaje del Evangelio, a
partir del significado de la propia experiencia espiritual, son la clave que permiten al misionero
entrar en los corazones de los hombres. El amor a su vocación, la benevolencia, la hospitalidad, la
sobriedad permiten a los que evangelizan hacer hablar sobre todo su ejemplo y, luego, su palabra.
El santo demuestra que solo con la práctica de la pobreza también las otras actividades apostólicas,
como la propagación del Caballero de la Inmaculada o el crecimiento de la actividad de la Ciudad
de la Inmaculada, se pueden realizar sin obstáculos y con la mayor credibilidad.
Ya en el 1919 fue capaz de escribir las palabras que siguen, extraídas de su meditación, que
definimos como un proyecto para el futuro del apóstol: «Tu santificación personal es tu primera
ocupación. El empeño por la santificación de los demás debe nacer de la superabundancia de tu
amor a Jesús. En todo trata de procurar a Jesús la mayor satisfacción posible y ten fe en Él por
medio de la Inmaculada» (EK 987 F).
La santidad personal es la primera forma de evangelización. Llegar a ella implica un proceso de
continua superación de las propias debilidades y tentaciones, y entablar con Dios una relación de
amor cada vez más profunda y portadora de paz interior y de fuerza espiritual en el camino de la
felicidad eterna. San Maximiliano es un verdadero profeta en este ámbito, ya que, a través de sus
escritos, con la palabra y con el testimonio, alienta a sus hermanos de camino para que sean firmes,
perseverantes y decididos en su camino de continua conversión. Es muy importante no alimentar
sentimientos de tristeza, sino caminar en la fe, con la seguridad de la presencia amorosa del
Altísimo, que nos llena de gracia y conscientes del cuidado y de la constante intercesión de la
Inmaculada, que se ocupa del corazón y del camino de perfección de cada hombre. Incluso las
caídas e incertidumbres pueden convertirse en fuente de crecimiento interior si tenemos una
confianza ilimitada en la acción santificadora de Dios, a través de la mediación de la Virgen. De
esta seguridad nacen la valentía del Padre Kolbe y los consejos paternos que brinda a sus hermanos.
La dimensión ascética-penitencial, según Maximiliano, se caracteriza por las pequeñas y
grandes cruces cotidianas, por la aceptación de las pruebas que, día a día, son parte de nuestro
camino. Él vive plenamente esta acogida y toda situación de dolor lo prepara a adherir a la divina
voluntad. Todo esto lo predispone a la apoteosis del ascetismo que él vive en el campo de
concentración de Auschwitz y, en general, en todas las situaciones de dolor y de fatiga
experimentadas durante la guerra. Los hermanos dan testimonio de que durante los momentos
difíciles de la guerra, en él se notaba una gran paz interior fruto de una profunda unión con Dios y
de un entrenamiento en la penitencia. Ofrece y dona todo al Señor con un espíritu de gratitud y de
sincera confianza. Esta perfección en la ascesis nace de la penitencia cotidiana, en la cual Kolbe
acoge los esfuerzos y las disputas con serenidad y como motivo de crecimiento interior. Al martirio
y al ascetismo se llega con una preparación y un preludio que se fue verificando en su vida diaria.
Un testimonio que llega al punto más alto no es el fruto de un momento de fervor, sino la
consecuencia de una vida entregada a Dios constantemente.
Para reflexionar
¿Me abro con alegría y docilidad a la acción del Espíritu Santo?
¿Cuáles son los frutos de su acción en mí?
¿Invoco al Espíritu Santo para que me convierta constantemente?
¿Soy capaz de dar testimonio de la fe?
Mi ser misionero en el mundo, ¿parte del testimonio de fe y de amor ofrecido a mis hermanos?
JULIO
Para que como Jesús, que se hace «pequeño» en la Eucaristía, demos ejemplo de
pobreza evangélica en los lugares donde vivimos.
San Francisco en la primera amonestación contempla el misterio de la Eucaristía, cómo
Jesús se hace presente en la simple forma de pan y de vino. En una carta invita a los frailes, a ser
pobres, imitando al Señor en esta dinámica de la kénosis, que cada día tiene lugar en la Misa. San
Maximiliano vive esto y justamente de su amor a la Eucaristía saca la fuerza y la inspiración para
seguir las huellas de Cristo.
En el siguiente artículo el Padre Kolbe revela su espíritu contemplativo y su fe en la presencia
real del Señor en el Santísimo Sacramento. Se trata de un artículo que aparece en la versión polaca
del Caballero de la Inmaculada en el 1924: «A partir de ese momento el sacrificio de la Santa Misa
habitó en la tierra... El sacerdote, sucesor de los Apóstoles, obediente al mandato del Hombre-Dios,
repetirá en su memoria, la conmovedora escena de la Última Cena. El pan se convertirá en el
Cuerpo vivo de Cristo y el vino en Su santísima Sangre. Y Él, Creador del cielo y de la tierra,
Redentor de los hombres, saldrá por los caminos de sus hijos, llevado por las manos del sacerdote»
(EK 1059).
Las palabras del santo polaco se refieren a la procesión de Corpus Christi y revelan una
profunda fe en la presencia del Señor bajo las especies eucarísticas. Él contempla el misterio por el
cual Jesús habita entre los hombres. Es un prodigio de amor que se perpetúa gracias a la Santa Misa
y a la acción de los sacerdotes. San Maximiliano llega a comprender profundamente esta realidad
extraordinaria gracias a la oración, a la atención con la cual vive la celebración de la Santa Misa, la
meditación y la confianza en la Palabra de Dios. Sin duda, la dimensión eucarística es fundamental
para la pobreza vivida y predicada por San Maximiliano.
No hay que olvidar la comunión espiritual, que también tiene un gran valor como alimento
interior, y debe ser cultivada también en los que no la pueden recibir sacramentalmente. Toda su
actividad como ministro de Dios, como fraile y misionero, tanto en la fase formativa como en la de
la madurez, «gira» en torno al misterio eucarístico. En la vida apostólica de la Ciudad de la
Inmaculada, a menudo los frailes están llamados a unirse entorno al Sacramento.
La pobreza del Padre Kolbe, por lo tanto, tiene como objetivo asemejarse a la de Cristo y a la
de Francisco: son sus puntos de referencia absolutos. Sin embargo, proféticamente, vive y enseña
un estilo pobre, que también tiene en cuenta la situación cultural y espiritual de la Iglesia y de la
Orden de los Frailes Menores Conventuales. Como consecuencia el estilo del religioso se
caracteriza por una mezcla de sencillez y de acogida de cuanto el Padre dona. En concreto es
necesario confiar incondicionalmente en su Bondad, siguiendo el ejemplo de Cristo y de la
Inmaculada, que experimentan un camino de despojo y se ofrecen por el bien de la humanidad. Es
la pobreza sobrenatural practicada por San Maximiliano en línea con toda la tradición franciscana,
y que representa, a su parecer, también el punto de partida para la renovación de los Frailes
Menores Conventuales.
Por lo tanto, se debe poner toda la confianza en Dios y confiar en la protección maternal de la
Inmaculada. Esto significa, por lo que se refiere a la dimensión ascética, que debemos «derribar»
cada vez más el egoísmo y el egocentrismo, a favor de una gran apertura de mente y de corazón. Ser
pobres, según el testimonio y la enseñanza del mártir polaco, significa tomar conciencia de que
estamos protegidos y apoyados siempre por el amor de Dios, que se manifiesta a través de la
maternidad de María.
El don de sí mismo y la pobreza para Maximiliano nacen de la fuente de la Eucaristía. Se trata
de recibir el amor de Cristo y siguiendo su ejemplo nace y se desarrolla una vida espiritual
caracterizada por el ofrecimiento y por el hacerse pequeño para la salvación de la humanidad.
Miremos, pues, a su profundo deseo de conformarnos al Señor, que nos permite ser
extremadamente sensibles y disponibles a aceptar las pobrezas que están a nuestro alrededor, con el
fin de beneficiar a los que sufren y buscan nuestro apoyo. La pobreza del santo polaco es la
expresión y el resultado de una jornada vivida en el amor de Cristo y en su presencia eucarística.
Esto lo ayuda a recorrer un camino de humildad y de apoyo a los pobres, camino que representa
una maravillosa profecía en la Iglesia.
Para reflexionar
¿La participación en la Misa me da la posibilidad de contemplar la pobreza de
Cristo?
¿Mi amor por la Eucaristía se expresa en gestos de sencillez y de
hospitalidad?
¿Puedo ser un don para los hermanos con el poder de la Eucaristía?
¿El despojo de Cristo es para mí una invitación a recorer un itinerario de
esencialidad para ser don para los hermanos?
¿Qué gestos de pobreza me propongo para realizar un significativo
crecimiento espiritual?
AGOSTO
Para que, como San Maximiliano en el campo de concentración, sepamos irradiar la
luz de Dios donde reina la oscuridad de la desesperación.
«¡Una luz en la oscuridad!» es el título de la exposición kolbiana que se encuentra en el
convento de San Maximiliano Kolbe, en Roma, donde fue la casa de formación del santo polaco y
de la fundación de la MI. Y una luz en la oscuridad fue el mártir de Auschwitz, ya que, en una
realidad terrible para la humanidad, logró transmitir los valores del Evangelio y el amor de Cristo
en los lugares donde triunfaba el odio y la barbarie. Muy significativas son las palabras del Papa
Francisco, con ocasión de su visita a Lampedusa: «Hemos perdido el sentido de responsabilidad
fraterna, caímos en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del cual habló Jesús en
la parábola del buen samaritano: miramos al hermano medio muerte al borde del camino, tal vez
pensamos “pobrecito” y continuamos nuestro camino. No nos toca a nosotros, y con esto nos
tranquilizamos, nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros
mismos, nos hace insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en burbujas de jabón, que son
hermosas, pero no son nada, son la ilusión de la vanidad, del provisorio, que nos lleva a la
indiferencia hacia los demás, e incluso lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de
la globalización, hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al
sufrimiento de los demás, no nos concierne, no nos importa, no es asunto nuestro! Volver a la figura
de los Sin Nombre de Manzoni. La globalización de la indiferencia que nos hace "sin nombre"
responsable sin nombre y sin rostro» (FRANCESCO, Homilía del Santo Padre Francisco en la Misa
concelebrada en el campo de deportes, «Arena» con motivo de la visita a Lampedusa, el 8 de julio
de 2013).
Maximiliano ha demostrado que en el campo de concentración, ha vencido la globalización
de la indiferencia cuando ha entregado su vida por un padre de familia. «Era una luz en la
oscuridad, una fuente de esperanza para muchos presos, no solo por la conclusión de su vida, sino
por el amor que siempre ha sido capaz de transmitir desde el inicio de su deportación. Ya en los
vagones de la muerte cantaba himnos a María, luego en Auschwitz, su ejemplo de amor ha sido una
fuerza extraordinaria para muchos presos y condenados que, gracias a él, vencieron el miedo y la
desesperación». Todos nosotros estamos llamados a ser una luz en la oscuridad, ante las grandes
tragedias que hoy involucran a toda la humanidad. Juan Pablo II, hablando al clérigos de los Frailes
Menores Conventuales, dice que San Maximiliano «brilla por el amor fuerte con el cual ha
consagrado su vida a la Inmaculada y por el don heroico de su vida a los hermanos, sacrificio que
lo condujo a la terrible muerte en el bunker de Auschwitz. Él permanece entre nosotros como un
profeta y un signo de los nuevos tiempos, los tiempos de la civilización del amor [...]. A él le
gustaba repetir: "Solo el amor crea". Pero el optimismo con el cual el Padre Kolbe enfrentó la vida
cotidiana no le hizo nunca olvidar que es en la vida que se realiza la lucha constante entre la gracia
y el pecado, la fidelidad y la infidelidad (cf. Rom 7, 14-25). Y justo cuando parecía que el mal tenía
la ventaja sobre él, en el horror del campo de exterminio, apareció totalmente la victoria de Cristo.
El Padre Maximiliano Kolbe reafirma, con su valiente testimonio, la fuerza de la nueva creación,
de la cual María Inmaculada es anticipo y ejemplo, en virtud de su ser la predestinada Madre del
Redentor» (Juan Pablo II, Discurso a los clérigos de los Frailes Menores Conventuales en el
centenario del nacimiento de San Maximiliano Kolbe, 1-3).
El venerable pontífice afirma un concepto muy importante que expresa una característica
dominante de su santo compatriota: se puede ser luz en la oscuridad en el campo de concentración
solo si esto ocurre también en la vida cotidiana. Maximiliano nos hace comprender que podemos
realizar grandes gestos para iluminar al mundo que está en tinieblas, si esto se hace a través de
gestos ya expresados en la vida cotidiana. De hecho, él fue luz en la oscuridad como un joven
estudiante en Roma, cunado fundó con otros sacerdotes la MI; fue luz en la oscuridad cuando
difundió por todo el mundo la devoción a la Inmaculado través del «Caballero», fue luz en la
oscuridad cuando fundó la Ciudad de la Inmaculada, un mega-convento capaz de hospedar un poco
menos de mil frailes todos dedicados a la difusión del Evangelio a través de la prensa y la radio; fue
luz en la oscuridad cuando desde el 1930 hasta el 1936 se embarcó misionero hacia Japón y realizó
en nombre de Dios y de la Inmaculada, los mismos milagros realizados en su patria. Auschwitz
representó el vértice de un camino en el que día a día él supo ser luz para los hermanos,
especialmente para aquellos que vagan en la oscuridad.
Para reflexionar
- ¿Cuál es mi actitud ante las grandes tragedias de nuestro tiempo?
- ¿Cómo trato de ser una luz en la oscuridad para mis hermanos?
- ¿Cómo reaccionó ante la humanidad herida por el odio y la injusticia?
- ¿Cuál es mi compromiso para iluminar a los hermanos que caen en el abismo del dolor y de la
desesperación?
- ¿Cómo puedo responder ante el velo de indiferencia que se levanta sobre las tragedias del
hombre?
SEPTIEMBRE
Para que, como la Inmaculada, aprendamos a alabar al Señor por las maravillas que
continuamente realiza en nosotros.
En las mentes y los corazones resuenan las notas del Magníficat. María es la maestra de la
gratitud, porque da gracias a Dios por todos los milagros que ha hecho en su vida. La Virgen goza
de grandes privilegios: es la Inmaculada, la Madre de Dios. Ella coopera a la perfección en modo
perfecto con el plan de Redención. Ella está llamada a seguir a Jesús en la vida terrenal, pero es
consciente de que su vocación es un don de la misericordia divina.
En la Virgen admiramos su capacidad para alabar y dar gracias a Dios. Nosotros, ¿tenemos
la capacidad de dar gracias? ¿Podemos decir «gracias» a Aquel que nos ha llamado a vivir en íntima
comunión con Él?
A veces, en los fieles es muy poca la percepción de la magnitud de la llamada a la vida
cristiana, así como el deseo de agradecer a Dios por su estado de vida y por las gracias que se nos
dan en abundancia. Nuestra predisposición para agradecer nace y es mayor si tenemos en cuenta la
grandeza y la belleza de nuestra vocación. Lo importante es la llamada a vivir la cruz con Cristo. El
sufrimiento físico o moral suele ser el que desencadena la crisis permanente o irreversible. Las
dificultades parecen insuperables y con frecuencia causan depresión y desesperación, al punto de
perder el conocimiento y la certeza de la inmensidad y el encanto de seguir a Cristo. Conformarse a
Jesús quiere decir, en cambio, aceptar también los momentos de la prueba. Significa pedirle la
Gracia de la perseverancia y de la fidelidad, a pesar de los momentos de dolor y de desierto.
También la Inmaculada ha conocido las pruebas y el dolor, pero supo dar gracias a Dios por
haberla elegido. Ella es la Llena de gracia, llena de la presencia y del poder de Dios, y por esto su
corazón se elevó hacia el Todopoderoso en un himno de alabanza y de acción de gracias.
No debemos olvidar que hemos recibido una hermosa vocación: amar y servir a Dios con el
poder de la gracia que viene de Él. Es verdad que a veces estamos llamados a experimentar
sufrimientos intensos e incomprensibles. Recordemos, sin embargo, que también tenemos el
consuelo de la gracia divina, que nos ayuda a ser fieles, perseverantes. En cada hombre el Señor
hace maravillas, hace grandes cosas por las que se elevan himnos de gratitud. El peso de la cruz no
debe aplastar y hacer olvidar la belleza y la grandeza de nuestra vocación. Estamos llamados a estar
con Jesús y a seguirlo en todo su misterio, en todo lo que ha vivido y contado. Es una realidad que
implica una gran responsabilidad por parte nuestra, pero que sigue siendo entusiasmante.
La Virgen se da cuenta de que su vida y su vocación son parte de un preciso proyecto de
salvación. Dios habla al hombre a través de los siglos, a lo largo del fluir de las generaciones. Es
importante recordar que estamos dentro de una tradición espiritual, somos parte de un camino
consolidado a lo largo de los siglos y nos convertimos en portadores de una inspiración especial del
Espíritu Santo. Ya estamos en el camino de la santidad, el sugerido por el Espíritu. A veces parece
que la memoria es corta: olvidamos la historia de la cual venimos y a la que estamos llamados a
enriquecer. ¡Recuperemos el gran valor de nuestra historia! El pasado nos enseña que Dios es fiel y
sostiene con su gracia a aquellos a quienes Él llama a realizar un determinado proyecto.
La Inmaculada comprende que la humildad es la virtud que «abre» el corazón de Dios. Él
eleva a los humildes porque ellos tienen en Él su única riqueza. Si el Señor es nuestra única riqueza,
si realmente vivimos para Él, la vida se convierte en un prodigio, se convierte en la emanación de
Él, de su amor, de su gracia, de su presencia entre los hombres. Cuanto más humildes somos, mayor
es la manifestación del amor misericordioso de Dios en nuestras vidas. Humildad es vivir de Dios,
es concederle la máxima disponibilidad de nuestro corazón. La Inmaculada sabe que está dentro de
un proyecto y con su «Sí» colabora en modo admirable con el plan de salvación. Con su
agradecimiento alaba a Dios por su llamado y por los dones que emanan de su amor misericordioso
y providente. En conclusión, proponemos el Magníficat de San Maximiliano, el cual agradece a
Dios Trinidad por el don de la Inmaculada: «Te adoro, oh Padre nuestro celestial, que has
depositado en el seno purísimo de María a Tu único Hijo. Te adoro, oh Hijo de Dios, porque te
dignaste entrar en su vientre y te convertiste en verdadero, real, Hijo suyo. Te adoro, oh Espíritu
Santo, porque te has dignado formar en su seno inmaculado el cuerpo del Hijo de Dio. Te adoro, oh
Santísima Trinidad, un solo Dios por haber elevado a la Inmaculada en modo tan divino. Y no
dejaré nunca, cada día, al despertarme de adorarte con humildad, oh Dios Trino, con el rostro en
tierra, repitiendo tres veces: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre por los siglos. Amen» (SK 1305).
Para reflexionar
- ¿Doy gracias a Dios por el don del bautismo?
- ¿Los sufrimientos me impiden reconocer las maravillas de Dios?
- ¿Doy gracias a Dios por los «grandes cosas» que realiza en mi vida?
- ¿Soy consciente de estar dentro de un proyecto más grande que yo?
- ¿Soy consciente de la fidelidad de Dios?
- ¿Cómo vivo la virtud de la humildad?
- ¿Es Dios la riqueza más importante de mi vida?
OCTUBRE
Para que, con nuestro testimonio de vida, colaboremos en la tarea de consolar a los
que sufren por las diversas formas de pobreza.
Los contenidos del anuncio son muy importantes. Sin embargo, Maximiliano destaca el
papel absolutamente central del testimonio y de la gracia divina que sostiene al misionero, al cual
no le es suficiente la fuerza de sus argumentos para aliviar a la humanidad de la miseria y de la
esclavitud que la afligen. Él es protagonista de un anuncio cristocéntrico, dado que desea transmitir
el amor de Cristo hacia la humanidad, que a través de su muerte y de su resurrección, ha redimido.
El santo polaco quiere vivir con gozo esta verdad, y también donarla, a través de la palabra y de la
escritura. Pero este movimiento de evangelización parte de su ejemplo personal en la vivencia del
Evangelio y también del ejemplo de sus hermanos que comparten la misma misión con él.
Otro deseo de Kolbe es hacer comprender al hombre la importancia de la presencia de la
Inmaculada en su existencia, la alegría que se siente por la presencia de una madre dispuesta a
interceder, a ayudar y a donar su materna y tierna protección.
San Maximiliano nos da un testimonio radiante por su capacidad de participar e involucrarse
profunda y rápidamente en los ambientes donde entra. Conoce a la gente, la escucha y es capaz de
establecer con todos un diálogo sereno y constructivo, a través del cual trata de proponer soluciones
reales a los problemas, y líneas de apostolado de considerable significado. Es de destacar su gran
capacidad de escuchar al prójimo y de ir al encuentro de sus exigencias con sensibilidad y eficacia.
Justamente esta acogida es determinante para la credibilidad de un apostolado respetuoso de los
deseos e instancias del pueblo.
La misión kolbiana se valoriza, por supuesto, gracias a que la Inmaculada es el modelo
perfecto del ser humano. Sus virtudes son una expresión de la vida en Cristo del más alto nivel. Él
presentará a la Virgen como un extraordinario ejemplo de discipulado. El testimonio del Padre
Kolbe se enriquece con las motivaciones que lo impulsan a la misión: el deseo de anunciar el amor
que Dios tiene por la humanidad, la obediencia a la Iglesia y al seguimiento de Cristo al estilo de
Francisco. El santo polaco está animado por el deseo de transmitir a la gente la profundidad del
amor divino, que se muestra también por la presencia maternal de la Virgen María.
Su celo es tal que lo lleva a soñar con un apostolado sin límites ni barreras. El mártir
franciscano, además, se siente interpelado en primera persona por la Iglesia y por el Santo Padre
que, en los años de su vida terrena, invitan con determinación a los diferentes entes de la realidad
eclesial a abrirse con generosidad a la dimensión misionera. Además, advierte como muy
importante el ejemplo de san Francisco, que, a través de la Regla, pone la misión entre los
elementos claves de la vida franciscana. Él mismo, de hecho, vive con una profunda y continua
tensión misionera.
San Maximiliano es misionero porque ha sido un atento oyente de la voz de Dios, el cual
habla a su corazón, a través de la Iglesia y con el ejemplo del padre seráfico. Él es sensible a estas
llamadas que vienen de Dios y responde con toda su generosidad y su compromiso, ofreceindo
incluso en términos de obediencia, un espléndido testimonio que embellece su actividad misionera.
El ejemplo de Francisco, como dijimos, es particularmente esclarecedor. Es el modelo del
misionero: su ejemplo, su Regla son altamente evangelizadores y permiten el máximo celo
apostólico dirigido a la salvación y a la santificación de las almas (EK 299).
Asimismo, en esta perspectiva, el mártir de Auschwitz entra plenamente en la tradición
franciscana, que él desarrolla con su genial aporte. En definitiva, podemos decir que la vida del
santo polaco sigue estas directrices, que pueden ser de gran ejemplo también para el franciscanismo
contemporáneo. El testimonio de San Maximiliano se enriquece y se caracteriza por el ofrecimiento
constante de su vida al Altísimo, que encuentra su culmen en el martirio. El sacrificio del Padre
Kolbe no es el resultado de un momento de fervor, sino el resultado del ofrecimiento constante de
su vida a Dios a través de la mediación de la Virgen.
Para reflexionar
- ¿Soy consciente de que mi testimonio es muy valioso para la humanidad que sufre?
- ¿Qué deseos animan mi evangelización?
- ¿Soy portador de Cristo con mi estilo de vida?
- ¿Soy consciente de mi llamada a la misión en el contexto en el cual vivo?
- ¿Tengo el deseo de anunciar y testimoniar el Evangelio con el corazón humilde de Francisco y de
Maximiliano?
NOVIEMBRE
Para que, al contemplar a Cristo, recordemos que el camino de la santidad consiste
en recibirlo con pobreza de corazón.
La santidad no es solo el resultado de la aceptación de la gracia divina y de las mociones que
vienen de Dios. Cuanto más el hombre colabora, más se realiza esta maravillosa participación. De la
misma idea es San Maximiliano, quien se expresa de este modo: «Solo Jesús, al venir al mundo, ha
indicado a la humanidad, con el ejemplo y la palabra, el camino de la verdadera santidad. La
esencia de la santidad está en el amar a Dios con heroísmo. El sello que la distingue es el
cumplimiento de la Voluntad Divina, que está contenida principalmente en los mandamientos de
Dios y de la Iglesia y en los deberes del propio estado. El medio es la vigilancia constante sobre uno
mismo con el fin de conocer sus defectos y erradicarlas, vivir la virtud, cultivarla, desarrollarla
hasta el grado más elevado; luego la oración con la que el alma obtiene gracias divinas
sobrenaturales, esenciales para el progreso espiritual. En todos los santos la oración ocupa el primer
lugar. Los grados más importantes de la misma son: la oración vocal, la meditación y la
contemplación. En este último grado algunas veces Dios llama al alma muy cerca de él y, si es así,
ésta, deslumbrado por una luz sobrenatural y por el fuego de amor, entra en un éxtasis que no tiene
nada en común con los encantos naturales» (EK 1001).
El mártir polaco nos hace comprender que para alcanzar la santidad es esencial cultivar con
el Altísimo una relación de profunda e intensa comunión que le permite crear, paso a paso, un
proceso de continua conversión. La Inmaculada, por su parte, es la Madre y la discípula de Jesús,
que lo recibió en su seno, lo asistió durante su vida terrenal y lo acompañó hasta el Gólgota. La
Virgen nos enseña a estar con Cristo, a orientar con decisión y exclusividad la vida a Él, para vivir
con él una profunda y constante comunión, una comunión que es el hábitat ideal para la oración. La
unión de amor con Jesús como el centro de nuestra misión nos ayuda a crecer continuamente en el
camino de la oración: María nos enseña que, habiéndonos detenido por un largo tiempo en
compañía de Jesús, nuestra oración está cada vez más orientada a la voluntad del Padre, y es apoyo
invencible durante nuestra fidelidad y perseverancia.
Aquí también se hace hincapié en la humildad de María, que siempre muestra la plena
cooperación con la gracia que Dios le concede, y que en Ella encuentra plena disponibilidad. En la
Inmaculada emergen en particular las virtudes de la humildad y de la gratitud, que le permiten
mantener una actitud de pequeñez interior tan profunda para acoger con gran disponibilidad las
ayudas derivadas del amor misericordioso y providente del Altísimo.
En todo esto, Ella se revela como maestra maravillosa para todos los creyentes. La santidad
es una expresión de la participación entre la gracia y el mérito: María nos ayuda a comprender la
mejor manera de utilizar el apoyo divino, con el máximo compromiso y determinación.
Muy claras son las siguientes expresiones de Maximiliano: «Nosotros solos no somos capaces de
hacer nada, salvo el mal que es precisamente ausencia de bien, de orden, de fuerza. Si reconocemos
esta verdad y dirigimos nuestra mirada hacia Dios, de quien recibimos en todo momento todo lo que
tenemos, veremos enseguida que Él nos puede dar aún más, y que Él, como buen Padre, puede
darnos todo lo que necesitamos. Pero cuando un alma se atribuye a sí misma lo que es don divino,
¿podrá Dios colmarla con su gracia? En este caso, Él la confirmará en su opinión falsa y arrogante.
Por su misericordia, entonces, Él no concede una gran cantidad de dones y... permite incluso una
caída, para que la persona conozca finalmente lo que es por sí misma, para que no se fíe solo de sí
misma sino que se consagre exclusivamente a Él con plena confianza. Este es el motivo por el cual
para los santos las caídas son escalones hacia la perfección. ¡Ay de quien no acepte siquiera este
medicamento extremo y, permaneciendo fija en su orgullo, afirmase: "Yo no soy capaz de
corregirme”, porque Dios es justo y exigirá que rindamos cuenta de toda gracia que hemos
recibido!» (EK 1100).
Para reflexionar
- ¿Cómo acojo las inspiraciones del Espíritu en mi camino?
- La santidad es apertura al Señor. ¿Contemplo el ejemplo de la Inmaculada?
- ¿Recibo la presencia de Cristo con la humildad que la Inmaculada me enseña?
- ¿Acojo la presencia del Señor, incluso cuando experimento la prueba?
- La acogida de la presencia de Cristo en mí ¿es incondicional o con hipocresía?
DICIEMBRE
Para que el nacimiento de Jesús nos muestre que en la encarnación Él se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza.
«¿Quién se atrevería a suponer que Tú, oh Dios infinito y eterno, me amaste desde siglos, más aún,
antes de los siglos? Aunque yo no existía todavía, tú me amabas ya y, justamente por el hecho que
me amabas me llamaste de la nada a la existencia... Para mí creaste los cielos tachonados de
estrellas, para mí la tierra, los mares, los montes, los ríos y muchas cosas hermosas que hay sobre la
tierra...
Sin embargo esto no te bastaba. Para mostrarme de cerca que me amabas con tanta ternura, bajaste
del Cielo a esta tierra llena de lágrimas, llevaste una vida de pobreza, fatigas y sufrimientos y, en
fin, despreciado e insultado, quisiste ser colgado entre los tormentos en un lúgubre patíbulo... ¡Oh
Dios de amor, me redimiste de esta manera terrible, pero tan generosa!
Todo esto no te bastaba todavía. Tu corazón no consintió que yo debiera únicamente nutrirme con
los recuerdos de tu amor ilimitado. Permaneciste en esta tierra en el Santísimo Sacramento del Altar
y en la comunión te unes estrechamente a mí bajo forma de alimento... compenetras mi alma, le das
fuerza y la alimentas... ¿Quién se atrevería a suponer tales prodigios?
¿Qué podrías darme todavía, oh Dios, después de haberte ofrecido con toda tu persona a mí? Tu
Corazón, ardiente de amor hacia mí, te sugirió otro don más... Tú nos has ordenado hacernos como
niños si queremos entrar en el Reino de los Cielos (cfr. Mt 18,3). Tú sabes bien que un niño necesita
una madre: Tú mismo has establecido esta ley de amor. Tu bondad y tu misericordia han creado
para nosotros una Madre, personificación de tu bondad y misericordia infinitos y desde la Cruz nos
la diste y nos entregaste a Ella como hijos. ¿Quién podrá permanecer lejos de ti si encuentra una
Madre en su camino? ¿Quién no alcanzará con Ella el Paraíso?
Miremos dentro de nosotros mismos. ¿Acaso no es verdad que cada vez que nos hemos ofrecido
con toda el alma a la Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, ha entrado siempre la paz en
nuestro corazón?... ¿no es verdad que cuanto hemos sido tentados y hemos recurrido a Ella con
confianza nuestra voluntad ha recibido ayuda y no se ha sometido?... ¿no ha sido precisamente así?
Quien no lo haya experimentado todavía, que pruebe, que lo vea, que se dé cuenta personalmente:
¡comprobará lo potente y lo buena que es la Madre de Dios y Madre nuestra! También nuestra,
nuestra Madrecita» (EK 1145).
En este escrito Maximiliano contempla lo que representa para el hombre la Encarnación y sus
maravillosas consecuencias. ¿Qué significa para nosotros la Navidad? Jesús se hizo uno de
nosotros, se hizo semejante a nosotros, restaurando la humanidad caída en el pecado. Él nos mostró
el camino de la santidad, con palabras y obras, y finalmente dio su vida por nuestra salvación. Su
amor no se detiene aquí: ha asegurado su presencia hasta el fin del mundo a través del sacramento
de la Eucaristía. Y como si eso no fuera suficiente, nos dio una Madre, para que pudiéramos tener
un ulterior signo de su bondad y ser acompañados en nuestro camino hacia la vida eterna.
Maximiliano canta las alabanzas de Dios y agradece su inmensa bondad; él está muy atento a los
dones divinos y está dispuesto a acogerlos con la máxima confianza. «Agradece» personalmente al
Todopoderoso por el amor que mostraba hacia él y hacia todos los hombres. La benevolencia divina
se manifesta enormemente, según el martir de Auschwitz, mediante la redeción obrada en la
mueerte y resurrección de Cristo. La gratitud del Padre Kolbe se difunde poéticamente e
insistentemente por los dones de los Sacramentos y de la Palabra que ofrecen al hombre la
posibilidad de percibir constantemente la presencia y la caridad de Dios. En definitiva, el
franciscano polaco expresa su agradecimiento por el don de la Inmaculada, en cuantoq ue su
mediación y su presencia materna se revelan como fundamentales para el camino de todo creyente.
Es realmente emblemática la conclusión del santo: esta invocación colma de júbilo. Esta certeza es
posible justo porque está motivada y animada por la fe que representa el «lente» para admirar y
contemplar lo que el Señor realiza en favor de la humanidad.
De acuerdo con la enseñanza de Maximiliano, la oración cristiana permite una reflexión constante
sobre los elementos de la fe profesada que se arraigan profundamente en el corazón y en la mente,
porque son accesibles a todos dada la simplicidad de este tipo de oración. El santo se describe, en
todas las etapas de la vida, siempre dispuesto a rezar y a participar con fervor de la celebración de la
Misa, a la cual no renuncia, a costa de su misma vida, incluso en el campo de concentración. En ese
lugar de tinieblas vive el Santo Sacrificio clandestinamente y medita los beneficios que el
Todopoderoso ha concedido a la humanidad a lo largo de la historia de la salvación. La
contemplación de la benevolencia divina fortalece su fe y le permite infundir la paz y la alegría a los
prisioneros y morir heroicamente en el lugar de un padre de familia.
Para reflexionar
- La humildad del Señor ¿me estimula a donarme generosamente?
- Mirando a San Maximiliano, ¿cómo puedo propagar el amor de Cristo?
- ¿Cómo puedo hacer de mi vida una ofrenda a Dios y a los hermanos?
- ¿Cómo puedo ser pobre entre los pobres como Maximiliano en Auschwitz?
- ¿Con qué gestos se concretiza mi meditación sobre la Encarnación y la Natividad?
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