CELEBRANDO LA FIDELIDAD DE DIOS El pasado 24 de enero, fiesta de San Francisco de Sales, la Familia Salesiana en Uruguay celebró aniversarios de profesión religiosa entre las Hijas de María Auxiliadora de esta provincia. Ocho de ellas completaban, con “números redondos”, 50, 60 y 70 años de su consagración. Ellas son: Rosa Rodríguez - nacida en Costas de Valdez (departamento de San José) y que profesó en Villa Colón el 6 de enero de 1944. Enriqueta Yemini - que nació en Artigas, y junto a la Hna. Rosita celebra sus 70 años de profesión, siendo la HMA de mayor edad en la Inspectoría. Mirta Teresa Martinato - lacazina, que hizo su primera profesión el 6 de enero de 1954 en Villa Colón. Anna Grande - italiana, que profesó en Cassanova de Carmagnola el 5 de agosto de 1954 y que llega a nuestra patria como misionera el 5 de diciembre de 1955. Juana Ibarra - del departamento de Colonia, que profesa en Villa Colón el 24 de enero de 1964. Teresita Mabel Boniatti - también ella nacida en San José, haciendo su primera profesión en Villa Colón en 1964. Elena Mirta Chaves - nacida en José Batlle y Ordoñez y que celebra este año, junto a sus dos compañera sus Bodas de Oro, habiendo profesado en Villa Colón. Ana Cecilia Vanegas - colombiana, misionera en Uruguay desde 1965 habiendo profesado en Bogotá el 5 de agosto de 1964. "Señor me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre. En la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar". El Señor de los continuos llamados y elecciones a través de la historia, un día, hace más de 50, 60, 70 años, pasó junto a cada de nosotras y en distintos momentos, en diversos lugares, tocó de un modo especial nuestro corazón y poniendo en nuestras manos otras redes, nos dijo: Ven, deja todo y sígueme... No éramos mejores que otras jóvenes, pero habiendo conocido y encontrado a Jesús, habiendo iniciado una relación personal con Él, habiendo dado los primeros pasos en compartir su pasión por el Reino, aunque la decisión nos costó el desprendimiento de cosas, lugares, personas, vivencias y proyectos que formaban nuestro mundo... fiándonos de Él, sabiendo en quien poníamos nuestra confianza, tomando las redes, lo seguimos, entregándole nuestra vida a su servicio a tiempo pleno. Junto a Él recorrimos muchos mares con ilusión y entusiasmo juvenil primero; con más madurez y experiencia después; teniendo muchas vivencias personales y comunitarias que fueron entretejiendo nuestra propia historia de salvación; entregándonos a distintas actividades propias de nuestra misión salesiana; tratando de ser signos y portadoras del amor del Padre que cada día íbamos experimentando en nosotras. Ese seguimiento de Jesús, como toda relación de Amor verdadero, también supo (como toda vida humana) de momentos de sufrimientos, preocupaciones, desprendimientos, renuncias, equivocaciones, podas, que, una vez asumidas, fueron acrisolando nuestra fidelidad y arraigándonos cada vez más en el Señor, a quien, según la situación, lo sentimos Luz, Roca, Escudo, Refugio, Compañero de Camino... Pero a lo largo de los años, hemos experimentado mucho más: un gozo, una alegría y seguridad, difíciles de describir, basados en la experiencia de sabernos muy queridas y guiadas por nuestro Dios misericordioso y fiel y por María quien, como para Don Bosco, fue para nosotras Madre y Maestra en todos los momentos. Gozo proveniente también de compartir nuestra vida con tantos hermanos nuestros que Dios fue poniendo en nuestro camino: nuestros padres y hermanos, con quienes compartimos todo lo que encierran las palabras: familia y hogar; nuestras hermanas de comunidad, sacerdotes que nos han brindado su cercanía fraterna y su ministerio invalorable, numerosos laicos con quienes hemos compartido nuestra misión evangelizadora y, especialmente, tantos niños, adolescentes y jóvenes quienes con su cariño, sus sueños, las manifestaciones de su vida joven, sus interrogantes e inquietudes, han afianzado en nosotras la convicción de que vale la pena gastar nuestra vida por ellos, viviendo así una maternidad fecunda y gozosa... Hoy, más que celebrar nuestros 50, 60, 70 años de fidelidad a Dios, celebramos su fidelidad para con nosotras a lo largo de la vida… Y si bien no ya con las fuerzas físicas de ayer, queremos renovar nuestro SÍ, respondiendo en la medida de nuestras posibilidades, a la propuesta que nos hace hoy la Iglesia en la persona de nuestro Papa Francisco, de salir a evangelizar en las periferias de la vida, curando a los heridos del camino, misión en la que todo ser humano puede participar independientemente de su edad, condición u otras circunstancias. ¡El Dios de la Vida nos bendiga a todos y nos ayude a recorrer sus caminos! Hna. Teresita Boniatti TU ROSTRO BUSCARÉ TODOS LOS DÍAS, SEÑOR Este es el lema elegido por la hermana Érica Mora Pereira, que profesó el 24 de enero en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Oriunda del pueblo de Merinos (Paysandú), hizo sus primeros años de formación a la vida religiosa en Colón y sus dos años de Noviciado en Chile, con otras novicias de Paraguay, Argentina y Chile. Ella misma nos cuenta: “Este lema sintetiza y expresa mi anhelo de ser buscadora de Dios, mujer que busca y descubre en el cotidiano el Rostro de Dios, sobre todo en los más pobres, en los niños, los jóvenes y en mis hermanas de Comunidad. La vocación religiosa salesiana es un regalo grande del Señor y quiero vivirla con fidelidad y generosidad. El Señor miró mi pequeñez y me hizo sentir grande, amada y favorecida por Él, y desde esta experiencia de amor, quiero anunciar a las y los jóvenes, que Dios los ama, los quiere felices y que su Amor nos da vida plena”. Este año, Érica vivirá en la comunidad de Paysandú, donde las salesianas llevan adelante una Obra Social para niños llamada Cruzada de la Caridad, donde funciona un Club de Niños y una creciente Pastoral Juvenil, con grupos de adolescentes y jóvenes.