Novena - Carmelitas de San Jose

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NOVENA A MADRE ROSA
ORACIÓN PREPARATORIA
¡Señor mío Jesucristo, Creador y Redentor mío! Lleno de confianza acudo a tus pies, gimiendo bajo
el peso de mis pecados. Confieso mi ingratitud y me considero indigno de comparecer ante tu
presencia. Me alimenta, sin embargo, la gran misericordia de tu Corazón, que está siempre dispuesto
a perdonar y jamás rechaza al pecador arrepentido. Me pesa de haber pecado. No permitas que
vuelva a ofenderte. Amén.
PRECES FINALES PARA CADA DÍA
Supliquemos a Dios, fuente y origen de todo bien, que se digne glorificar a su humilde sierva Rosa
Ojeda y bendecirnos por su intercesión.
Digámosle confiados:
Acuérdate, Señor y ten piedad de nosotros.
1. Por la intercesión de tu sierva Rosa, que vivió en la tierra siguiendo en todo las huellas de
Cristo, concédenos que, como ella, tengamos fidelidad en cumplir las obligaciones del propio
estado.
Acuérdate, Señor y ten piedad de nosotros.
2. Por intercesión de tu sierva Rosa, que vivió en plenitud los compromisos contraídos con
Cristo, concédenos que imitando su ejemplo, tengamos también nosotros fidelidad a
nuestros compromisos sagrados.
Acuérdate, Señor y ten piedad de nosotros.
3. Por intercesión de tu sierva Rosa, alma de oración ardiente, que todo lo consultaba con Dios,
concédenos que imitando a su imitación trabajemos por alcanzar la oración continua en
todos los momentos del día.
Acuérdate, Señor y ten piedad de nosotros.
4. Por intercesión de tu sierva Rosa, que estuvo siempre animada de espíritu evangélico,
concédenos que seamos en la Iglesia plantas vivas que den fruto abundante de santidad.
Acuérdate, Señor y ten piedad de nosotros.
ORACIÓN
Dios Padre Misericordioso, que te dignaste comunicar a tu sierva Rosa, dones inefables, haciéndola
copia viva de Cristo crucificado; te rogamos nos concedas por su intercesión la gracia de imitar su
vida de amor a Cristo y su entrega generosa a la salvación de las almas. Te lo pedimos por Jesucristo
Nuestro Señor. Amén.
TEMAS PARA CADA DÍA
DÍA PRIMERO: LA FE
La virtud de la FE es la que nos da la verdadera dimensión de los
acontecimientos y la que nos permite juzgar rectamente de todas las
cosas. A la luz de la fe y con la meditación de la Palabra Divina es posible reconocer siempre y en
todo lugar a Dios, “en quien nos movemos, existimos y somos” (Hech 17, 28).
La Resurrección del Señor es una llamada a que manifestemos con nuestra vida que Él vive. Las obras
del cristiano deben ser fruto y manifestación de su fe en Cristo Resucitado.
En los primeros siglos de difusión del cristianismo se realizó principalmente por el testimonio
personal de los cristianos que se convertían. Era una predicación sencilla de la Buena Nueva: de
hombre a hombre, de familia a familia, entre vecinos del mismo barrio … Hoy también quiere el
Señor que el mundo, la calle, el trabajo, las familias sean el cauce para la trasmisión de la fe.
Jesucristo, nos pide que le confesemos delante de los hombres. Por eso pensemos: ¿No tendríamos
que ser más valientes en esa o aquella ocasión? En nuestro trabajo, en el ambiente que nos rodea,
¿se nos conoce como personas de fe?
Madre Rosa es “alma de fe”, no sólo porque recita el credo lee el Evangelio, sino porque vive en la
presencia de Dios y hace todas las cosas por amor a Él. Pidamos al Señor que aumente nuestra fe.
DÍA SEGUNDO: LA ESPERANZA
La ascética cristiana considera la vida del hombre en la tierra como un
camino que acaba en Dios. Todos somos un “hombre viajero” que se
dirige deprisa hacia su meta definitiva, Dios; por eso, todos “debemos
hacer provisión de esperanza si queremos marchar con paso firme y
seguro por el duro camino que nos espera”. Si el viajero perdiera la
esperanza de llegar a su destino, detendría su marcha, pues lo que le
mueve a continuar el camino es la confianza en poder alcanzar la meta.
En la vida, cada uno se propone un objetivo. Su esperanza de alcanzarlo se fundamenta en la
resistencia física, en el entretenimiento, en la experiencia; en último término, en su firme voluntad,
que puede sacar fuerzas, si fuera necesario, de su misma flaqueza.
Para lograr el fin sobrenatural de nuestra existencia, no nos basamos en nuestras propias fuerzas;
sino en Dios, que es todopoderoso y amigo fiel que no falla. Por eso digamos con el apóstol San
Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.
Madre Rosa sabe esperar contra toda esperanza. Cuando muere el Obispo Morgades, alienta a sus
hermanas diciendo: “Ahora más que nunca hemos de confiar en Dios. Cierto que hemos perdido un
padre en el señor Obispo, pero por encima de los hombres está Dios. Nos fiaremos de su paternal
Providencia, que nunca nos abandonará”.
DÍA TERCERO: LA CARIDAD
“Todo lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis” (Mt 25, 40). Con la ayuda de la gracia, el cristiano descubre en su
prójimo a Dios: sabe que todos somos hijos del mismo Padre y hermanos
de Jesucristo. La caridad se expresa ordinariamente en las virtudes de la
convivencia humana, en las muestras de educación y cortesía, en la ayuda
al hermano, en la solidaridad, en la fraternidad, cuando las realizamos con
un fin sobrenatural.
Hoy podríamos preguntarnos cómo vivimos esta virtud cada día: si tenemos detalles de servicio con
quienes convivimos; si procuramos ser amables; si pedimos disculpas cuando no lo somos; si damos
paz y alegría a nuestro alrededor; si ayudamos a los demás en su caminar hacia el Señor.
Madre Rosa, desde niña, estuvo siempre atenta a las necesidades de los demás y dispuesta a ayudar
a todos, olvidándose de sí misma. Extremó su caridad con los pobres, con los ancianos, con los
enfermos y con los niños.
DÍA CUARTO: LA POBREZA
Jesucristo quiso ser pobre, fue verdaderamente pobre, se acompañó de
pobres, alternó y convivió con ellos, murió pobre y lo enterraron en un
sepulcro prestado.
Nosotros debemos estar desprendidos de los bienes de la tierra. El
desasimiento hace de la vida un sabroso camino de austeridad y eficacia.
El cristiano ha de preguntarse con frecuencia si se mantiene vigilante
para no caer en la comodidad, si procura no crearse necesidades
superfluas, si las cosas de este mundo le acercan a Dios … Siempre
podemos y debemos ser parcos en las necesidades personales, frenando gastos innecesarios, no
cediendo a los caprichos, y siendo generosos en la limosna con los más necesitados y en el
sostenimiento de las buenas obras.
Madre Rosa nos da ejemplo de pobreza con su vida ya desde niña, cuando con sus ahorros
obsequiaba a sus familiares, cuando socorría a los necesitados que llamaban a las puertas del
convento y cuando decía a sus hijas que debían vivir como pobres y dedicadas al servicio de los más
necesitados.
DÍA QUINTO: LA CASTIDAD
La virtud de la castidad lleva a vivir limpieza de mente y de corazón, y evitar
aquellos pensamientos, afectos y deseos que apartan del amor de Dios, según la
propia vocación. Sin la castidad es imposible el amor humano y el amor de Dios.
La castidad no consiste sólo en la renuncia al pecado. No es algo negativo: “No
mirar, no hacer, no desear … “ Es entrega del corazón a Dios, delicadeza y ternura
con el Señor, “afirmación gozosa” Virtud para todos, que se ha de vivir el propio
estado.
Quienes han recibido la llamada a servir a Dios en el matrimonio, se santificarán en el cumplimiento
abnegado y fiel de los deberes conyugales, que para ellos se hace camino cierto de unión con Dios.
Quienes han recibido la vocación al celibato apostólico, encuentran en la entrega total al Señor y a
los demás por Dios, la gracia para vivir felices y alcanzar una íntima y profunda amistad con Él.
Un amor fuerte y lleno de ternura es una de las mejores garantías y sobre todo una de las causas más
profundas de la pureza.
Se ha dicho de Madre Rosa que supo ser “limpia y casta en sus afectos, en sus amistades y en sus
deseos” Su limpieza interior se traslucía al exterior.
DÍASEXTO: LA OBEDIENCIA
La obediencia de Jesús – como nos enseña San Pablo – no
consistió simplemente en dejarse someter a la voluntad del Padre;
sino que fue Él mismo quien se hizo obediente: su obediencia
activa asumió como propios los designios del Padre y los medios
para alcanzar la salvación del género humano.
Cristo obedece por amor; ése es el sentido de la obediencia
cristiana: la que se debe a Dios, la que debemos prestar a la Iglesia, a los padres, a los superiores, la
que de un modo u otro rige la vida profesional y social.
La obediencia nace de la libertad y conduce a una mayor libertad. Cuando un hombre entrega su
voluntad en la obediencia, conserva la libertad en la determinación radical y firme de escoger lo
bueno y lo verdadero. El amor es lo que hace que la obediencia sea plenamente libre. “Para quien
quiere servir a Cristo, la ley no es pesada”. Si la ley resulta, a veces, pesada, puede ser que haya que
mejorar, no tanto la ley como nuestro empeño por seguir a Cristo.
Madre Rosa, aunque era dócil por naturaleza, se adaptó desde muy niña a las exigencias de su
abuela, obedeciéndola en todo momento, aunque le costase. Más tarde, como religiosa, se someterá
fielmente a las disposiciones de sus superiores, y así desempeñará con fidelidad los trabajos que se le
fueron encomendando. Madre Rosa fue obediente a las disposiciones de la Santa Iglesia hasta su
muerte.
DÍA SEPTIMO: HUMILDAD Y SENCILLEZ
Para levantar el edificio de la vida cristiana debemos tener un gran deseo de
ahondar en la virtud de la humildad. Debemos estar dispuestos a aceptar la
humillación que suponen aquellos defectos que no logramos superar, las
equivocaciones, las flaquezas … Es loable el desasimiento del propio yo, no
perder las ocasiones de prestar pequeños servicios en la vida familiar, en el
trabajo, en cualquier parte; dejarse ayudar, pedir consejo, ser sincero con uno
mismo … Relaciona con todas, pero de modo particular con alegría, la fortaleza,
la castidad, la obediencia, la sinceridad, la sencillez y la amistad.
La sencillez es una de las principales manifestaciones de la Infancia Espiritual. Es el resultado de
haber quedado inermes ante Dios, como el niño ante su padre, de quien depende y en quien confía.
Delante de Dios no cabe el aparentar o el disimular los errores que hayamos cometido, hemos de
reconocerlos con humildad y sencillez. El alma sencilla busca a Dios y no se enreda ni se complica
inútilmente por dentro. No busca lo extraordinario, hace lo que debe y procura hacerlo bien de cara
a Él.
La vida oculta, sencilla, laboriosa y humilde ha sido siempre el ideal que Madre Rosa ha vivido y ha
propuesto a sus hijas, que vivan imitando a la Sagrada Familia de Nazaret.
DÍA OCTAVO: PRESENCIA DE DIOS
El ejercicio de la presencia de Dios es para las almas
espirituales una verdadera necesidad. Tiene por base el
amor a Dios. Cuanto más se ama a Dios, tanto más se
piensa en Él durante el día.
Con el bautismo se produjo en nuestra alma una regeneración, una elevación sobrenatural que nos
hizo partícipes de la naturaleza divina.
Esta elevación sobrenatural dio origen a una filiación divina muy superior a la filiación humana. Dios
nos quiere como quiere un Padre y quiere que nos dirijamos a Él con la confianza de los hijos.
La filiación divina es fundamento de la fraternidad cristiana y nos ha de llevar a ver a Dios en los
demás hombres hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, llamados a un mismo destino sobrenatural.
Santa Teresa tenía una verdadera pasión por el ejercicio de la presencia de Dios y quería que sus
hijas tuviesen a Cristo presente durante los quehaceres del día.
Ella tuvo a su lado a Cristo, y por espacio de dos años lo veía.
Lo que ella tuvo por gracia especialísima y con toda realidad, quería Madre Rosa que sus hijas lo
tuvieran por presencia de Dios: “No se separen ni un momento de Él. Cuando viajen trabajen o se
diviertan, etc.; háganlo como si siempre fueran acompañadas de Jesucristo”.
Santa Teresa del Niño Jesús, desde su más tierna infancia, “pensaba”. Aquel pensar era el ejercicio de
a presencia de Dios. Madre Rosa vivía, gracias a su fe, de manera permanente en la presencia de
Dios, y así pensaba en Él con espontaneidad, de Él hablaba con gozo rebosante y a Él orientaba las
obras de la jornada.
DÍA NOVENO: SILENCIO Y ORACIÓN
El silencio interior, el recogimiento que debe tener el cristiano es
plenamente compatible con el trabajo, la actividad social, el tráfago que
muchas veces trae la vida, pues los hijos de Dios debemos ser
contemplativos: personas que en medio del mundo y del bullicio
sabemos encontrar el silencio del alma en coloquio permanente con el
Señor y mirarle como se mira a un padre, como se mira a un amigo a
quien se quiere. El recogimiento es patrimonio de todos los fieles que
buscan con empeño al Señor.
Consiste, en buena parte, en evitar la dispersión de los sentidos y
potencias, en buscar a Dios en el silencio del corazón, que da sentido a
todo el acontecer diario.
El silencio exterior ayuda al silencio interior y es uno de los requisitos
para la preparación remota de la oración, esa conversación interior que debemos tener con Dios
durante el día.
La oración, dice Santa Teresa de Jesús, “es un trato de amistad, estando muchas veces a solas con
quien sabemos nos ama”. De ella hemos de sacar fuerzas para santificar nuestro trabajo de cada día,
para convertir en gracia las contrariedades diarias y para vencer las dificultades.
No dejemos nunca la oración. “No me parece otra cosa perder el camino – escribe Santa Teresa –
sino dejar la oración”. En no pocas ocasiones podemos estar tentados a abandonar ese diálogo diario
con Dios porque creemos que no sacamos fruto o porque consideramos más importante otras cosas,
incluso empresas apostólicas … y nada es más importante que esa cita diaria en la que Jesús nos
espera.
Madre Rosa nos invita con su ejemplo a vivir una vida de silencio, recogimiento y oración.
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