La Problemática del Suelo en la Argentina

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Instituto de Estrategia Internacional
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La Problemática del Suelo
en la Argentina
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Ing. Alberto de las Carreras
Miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria
Vicepresidente de la CERA
Buenos Aires, 22 Abril 2010
22 de abril 2010
LA CONSERVACION DE LOS RECURSOS NATURALES
Alberto de las Carreras
Esta presentación tiene por objeto echar luz sobre la situación de los suelos agrícolas
argentinos, sobre su evolución en el pasado y en el presente, luego de la reciente gran
sequía, seguida por masivas y torrenciales precipitaciones, ambas de magnitud poco
frecuente, que constituyeron una simbiosis altamente destructiva.
Me referiré principalmente a las erosiones eólicas e hídricas y a la depredación forestal,
así como a la importante salinización de tierras, factores todos que están
comprometiendo los ricos recursos naturales del país. La erosión eólica afecta en el
país alrededor de 28 millones de hectáreas mientras que la hídrica afecta unas 30
millones de hectáreas. En otros términos se está reduciendo el capital productivo de la
nación. ¡! Nada menos ¡!
Los hechos que comento no se vinculan necesariamente con las consecuencias del
llamado cambio climático, que de estar ocurriendo, podrá acrecentar y acelerar las
consecuencias referidas, aunque eventualmente podrían beneficiar algunas regiones.
LA EROSION EOLICA
Toda vez que como consecuencia de prolongadas sequías, de continuados excesos de
pastoreo de animales, de incendios de campos, sean voluntarios o accidentales, o
también de depredaciones de bosques, el suelo queda desnudo, a merced de los
vientos, que se llevan consigo sus capas superiores con su correspondiente
empobrecimiento. El conocido líder mundial de la conservación de los suelos, el
norteamericano Hugh Hammond Bennett, acuño una frase que lo dice todo: “una fina
capa de la superficie del suelo es lo que yace entre nosotros y el desastre”
Descripciones técnicas muestran algunos de nuestros suelos con pérdidas de 25
centímetros de capa superficial. En ocasiones, el fenómeno se presenta con una
intensidad tal que da lugar a la formación de verdaderas tormentas de tierras, que
oscurecen la atmósfera y causan verdaderas perturbaciones en la vida rural, en las
ciudades, en las rutas y por doquier.
Estos hechos son parte de la historia, como lo revelan los escritos de Félix de Azara
(1746- 1821) encomendado por el rey de España para misiones varias en América del
Sud, que dejaron ricos testimonios reunidos en sus Viajes por la América Meridional.
Entre ellos, refiere respecto de lo que hoy es el norte argentino y el sud paraguayo, que
los vientos suelen levantar nubes de polvo que a veces ocultan el sol, ensuciando las
ropas, las casas y causando numerosos daños materiales.
Por su parte, el célebre Carlos Darwin (1809-1882), por entonces un joven biólogo
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británico, fue incorporado a la expedición del bergantín Beagle, comandado por el
capitán Fitz Roy, que fuera encomendado a dar la vuelta al mundo. En sus notas,
publicadas en su Diario del Viaje de un Naturalista Alrededor del Mundo, Darwin
demostró no solo sus notables conocimientos en su materia sino también su espíritu de
aventura en el que no escatimó riesgos y sacrificadas jornadas con tal de cumplir con el
propósito que lo guiaba. Respecto de nuestro tema, recoge información asombrosa
acerca de la sequía ocurrida en la Argentina, entre 1827 y 1832. Informa que las lluvias
caídas fueron tan escasas que no creció vegetal alguno, que los arroyos se secaron y
todo se tornó polvoriento. Entre otras referencias que le fueron trasmitidas, el
naturalista relata que por la falta de pastos como también de agua, ocurrieron grandes
mortandades de ganado vacuno, caballar y otras especies. Tropas de vacunos y
caballos exhaustos y sedientos, se lanzaron hacia el Río Paraná a la altura de San
Pedro, en la Provincia de Buenos Aires, donde atropellados los unos por los otros, se
hundían en el fango de las orillas, pereciendo ahogados.
Dejando de lado estas referencias que sirven para evidenciar que las sequías como las
inundaciones, según se verá más adelante, fueron moneda corriente por lo menos
desde cientos de años atrás, hechos que pueden sembrar interrogantes sobre los
esperados efectos del cambio climático.
Ingresemos a continuación si se me permite el término, en la modernidad rural. En la
década de 1930 al 40, sucedieron hechos que a la luz de la realidad actual conviene
recordar. El Ing. Jorge S. Molina, un destacado profesional agrario, en una de sus
obras titulada El Hombre Frente a la Pampa, nos hace conocer lo ocurrido en esa
década. Lo expresa así: “A fines del siglo pasado, la lucha ente la civilización y el
desierto parecía terminada. Sin embargo aquí y allá, comenzaron a producirse hechos
nuevos. En esa década, la región pampeana fue azotad por un fenómeno extraño, la
erosión del suelo. Su importancia era desconocida, Nadie sabía bien en el campo
cuales eran sus causas y aún menos como luchar contra la misma. Si su definición era
difícil, en cambio era fácil ver sus consecuencias. Colonias enteras se despoblaron y en
un éxodo de más de mil kilómetros, algunas fueron llevadas al Chaco. Los caminos se
borraban tapados por el avance de los médanos. Y no sólo los caminos. Hubo que
tomar medidas urgentes para asegurar los servicios ferroviarios. Pueblos enteros
quedaron casi vacíos. Con el alejamiento de la población de las colonias, murió el
comercio al que daban vida. En pueblos en los que había antes cuatro o cinco
almacenes de ramos generales, sólo quedaron uno o dos “boliches. En estaciones
ferroviarias con miles de toneladas de capacidad para almacenar granos, sólo se
almacenaba viento Hubo ramales en los que el único tráfico era el de los servicios de
aprovisionamiento del personal de las estaciones.” La explicación luego resultó sencilla.
Se debió a la combinación de una gran sequía con el reiterado cultivo de trigo y otros
cereales sin la adopción de prácticas conservacionistas por entonces poco conocidas.
“Ante el desastre aparentemente inminente, se tomaron urgentes medidas de gobierno.
Sin embargo la improvisación, el desconocimiento real del problema y sobre todo la
falta de los hombres adecuados esterilizaron todos los esfuerzos. La salvaciónaparente - no vino del esfuerzo humano sino de lo alto. Un ciclo de lluvias abundantes
tapó las cicatrices de la erosión y todo pareció quedar normal.” Así finaliza la
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descripción de Molina.
Me parece oportuno agregar a la descripción realizada la influencia de la situación
económica de la década, que impactó en la economía de los productores y del interior
en general. Adviértase al respecto que el famoso Dust Bowl ocurrido en EE.UU., que
será mencionado más adelante, ocurrió también en la década del 30, en el marco de la
Gran Depresión que afectó al mundo todo y en el marco también del monocultivo
cerealero.
Mientras tanto, las sequías no dieron tregua, como lo recuerda, solo para citar un
ejemplo, la de principios de los años 50, que sumada a los errores de la política
económica, redujeron la producción de trigo, una de cuyas consecuencias fue el
abastecimiento de la población con pan negro, dispuesto para aprovechar al máximo la
molienda del escaso grano disponible
Sin embargo, una semilla comenzó lentamente a germinar. Un grupo de profesionales
ingenieros agrónomos, entre ellos el propio Molina, Guillermo Covas, Antonio Prego y
otros, acompañados por productores como Carlos Sauberán, el arquitecto Pablo Hary y
otros, cobraron conciencia de la imperiosa necesidad de luchar por la vitalidad del
suelo argentino. Dos décadas después, en 1956 en el marco de importantes
modificaciones de la política económica nacional, se fundó el Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA) que hoy dispone de una amplia red de centros de
investigación, estaciones experimentales y oficinas locales de extensión. En 1957 se
fundaron los grupos CREA, luego unidos en la Asociación Argentina de CREA, que hoy
reúne 192 grupos con unos 2.000 productores, que constituyen una brigada de avance
tecnológico con una cobertura de 4 millones de hectáreas que irradian generosamente
por todas partes, nuevas ideas y prácticas agrícolas innovadoras.
El principal resultado de estas ideas y prácticas renovadoras sobre la conservación de
los suelos es la incorporación de la llamada siembra directa al cultivo de cereales y
oleaginosas, que consiste en el abandono del arado y su substitución por un sistema
de cultivo del suelo basado en la utilización de sembradoras diseñadas para sembrar
sobre el rastrojo del cultivo anterior, de manera que el suelo queda protegido por un
colchón de residuos vegetales. Se logra de esta manera, una reducción de la erosión,
una mayor penetración de las lluvias en el suelo, una menor evaporación de la
humedad y una mayor incorporación de carbono. Se añade a ello la rotación de los
cultivos de diferentes especies, principalmente de soja, maíz y trigo que se completa
con el uso de fertilizantes para reponer la extracción de minerales capturados por las
cosechas. La extraordinaria rapidez con que los productores argentinos adoptaron la
siembra directa y otras prácticas complementarias, impulsoras del aumento de la
productividad y competitividad de la agricultura nacional, echa por tierra las
descalificaciones y agresiones de que han sido objeto por parte tanto del gobierno
nacional como de sectores afines a su orientación política. Prueba de ese dinamismo
son las 25 millones de hectáreas cultivadas bajo siembra directa de las 31 millones que
representan el total cultivado con granos y oleaginosas. Es de lamentar sin embargo,
que solo se cumple parcialmente la condición de rotación de los cultivos que exige esa
siembra directa para expresar sus mejores méritos. Desalentados por las restricciones
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y prohibiciones a las exportaciones de trigo y maíz, la soja con siembras de 18 millones
de hectáreas y solo apenas 3 millones de trigo y otras tantas de maíz, los productores
cumplen parcialmente con las recomendaciones agronómicas al respecto. El gráfico nº
1 indicativo de la evolución de la calidad de los suelos en los agrosistemas pampeanos,
muestra la declinación ocurrida a partir de la década del 20 del siglo XX y más
recientemente su mejoramiento a partir de la década del 90, cuando se registra un
crecimiento de la materia orgánica con la incorporación de la siembra directa y el
aumento de la fertilización- El signo de interrogación que acompaña los últimos años de
la década actual es indicativo de las dudas sobre la continuidad del mejoramiento a raíz
del proceso de sojización sin rotaciones de los cultivos señalado más arriba.
La intensificación productiva en la Región Pampeana, anterior a la siembra directa sin
las rotaciones adecuadas ni los niveles de reposición de nutrientes necesarias
determinó la disminución paulatina de la calidad de los suelos. Así se registraron
caídas en los contenidos de fósforo asimilable, de la materia orgánica y una
acidificación progresiva de los suelos. Por otra parte un estudio llevado a cabo por el
Instituto de Suelos del INTA señala una extracción de nutrientes por las cosechas de
alrededor de 3,5 millones de toneladas y una reposición por fertilizantes de solamente
1,2 millones de toneladas, lo cual representa una reposición de una tercera parte de lo
extraído.
En 2008 y 2009 se desató una gran sequía que cubrió gran parte del territorio nacional,
con expresiones dantescas en el sud de la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Río
Negro. En ese contexto, la erosión eólica parece haber provocado el mayor de los
daños al barrer las capas superiores de los campos, con disminución de la fertilidad de
este recurso, la gran riqueza natural. Ello dio paso a la reducción de las siembras y de
los rendimientos de la soja, del maíz, del trigo y también de la ganadería vacuna, cuyo
inventario cayó drásticamente por grandes mortandades por hambre y sed, como
también por el gran aumento de la faena en general por la imposibilidad de retener el
ganado en los campos en el contexto del desaliento ante la descorazonadora política
oficial. También por reducción de la preñez de los vientres y su parición por falencias
nutritivas. Generalmente se cuantifican dinerariamente las pérdidas de cosechas, pero
no se mide esta pérdida de capital productivo del país. Los campos yermos, desnudos,
sin vegetación alguna quedan a merced de los vientos, generalmente más violentos
que de costumbre, que acompañan a las sequías, levantando nubes de polvo que se
pierden sin beneficio alguno para otras tierras y muy a menudo simplemente en el mar.
El mapa nº 1 muestra la distribución de la erosión eólica en el país.
Hubo testimonios desgarradores al respecto, muchos de ellos recogidos por La Nueva
Provincia, el diario de Bahía Blanca, otros de La Nación y varios más. La fotografía nº 1
muestra una nube de polvo bien densa, avanzando sobre la ciudad bahiense. La foto nº
2 muestra la ciudad de Bahía Blanca oscurecida por una nube de polvo, donde los
automóviles circulaban lentamente con los faros altos prendidos, mientras que los
transeúntes solían portar linternas. En la nº 3 se observa la imagen satelital de una
nube de polvo de una gran extensión que cruzó el sud de La Pampa y Buenos Aires. La
foto nº 4 muestra un médano cubriendo el alambrado. Estas fotografías muestran
situaciones extremas, sin perjuicio de lo cual otras nubes de polvo se han formado y
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deambulado a merced de los vientos en gran parte del territorio nacional.
Por su parte, el parecido de los hechos ocurridos en EE.UU. y en la Argentina se
aprecia en la foto nº 5 que da cuenta de una nube que avanza sobre un pueblo de ese
país durante el legendario Dust Bowl en la década del 30 del siglo XX. En la nº 6, se
observan los efectos de la erosión en un farm del centro del país.
LA EROSION HIDRICA.
Las lluvias intensas sobre suelos desnudos de vegetación, provocan perjuicios a los
suelos parecidos a los que promueven los vientos. Esa desnudez, basada como en el
caso de las sequías, por sobrepastoreo animal, por quemazones de campos, sequías
prolongadas, labranzas inadecuadas o depredación forestal, ofrece un escenario
propicio para que lluvias intensas arrastren las capas superiores de los suelos, las de
mejor composición, más ricas en materia orgánica y de mayor fertilidad. Los campos
con lomadas y declives acentuados y las serranías, agregan perjuicios determinados
por la fuerza del escurrimiento superficial del agua que va cavando grietas y cárcavas
hasta desembocar en ríos, arroyos y lagunas, en cuyos cursos se deposita la ya inútil
fertilidad de los suelos. Florentino Ameghino, en su estudio Las Secas y Las
Inundaciones en la Provincia de Buenos Aires, explica con su habitual lucidez, estas
trágicas consecuencias. Afirmaba que el agua de lluvia debía en lo posible, retenerse
en el lugar donde caía, hecho que podría entrar en contradicción con grandes obras,
por ejemplo las de la cuenca del Río Salado, en la provincia de Buenos Aires,
destinadas a expulsar el agua hacia el mar. Lo recomendable sería procurar retener el
agua mediante la siembra directa con rotaciones, cultivos en terrazas y curvas de nivel,
reservando para las obras de canalización la función de evacuar los excedentes. Para
añadir elementos de diagnóstico téngase presente la expansión del Delta del Paraná
cuyas islas van creciendo con el aporte de la comentada erosión hídrica.
Los edafólogos nos informan que en los casos de lluvias de intensidades moderadas,
un tercio del agua caída penetra en el suelo, otro tercio se escurre y el resto se
evapora. Estas proporciones varían según el declive de los campos, la densidad de la
vegetación de cobertura y la naturaleza de los cultivos en gestión, siendo las referidas
técnicas de siembra directa las que permiten las mayores proporciones de penetración
en los suelos. Pero cuando las precipitaciones son de gran magnitud, elevada
intensidad y se proyectan sobre suelos desnudos, la proporción de escurrimiento se
torna elevadísima, pudiendo alcanzar del 90 al 95%
El caso reciente, consistente en dos años de intensa sequía que cubrió a 2008 y tres
cuartas partes de 2009, seguido de intensísimas precipitaciones caídas en breves
lapsos, que sumaron más de 200 milímetros en tres semanas en vastas regiones de la
pampa húmeda, constituyen el peor de los escenarios, una simbiosis fatal. A poco
andar, las lluvias impregnaron los suelos de manera que una gran proporción de esas
precipitaciones escurrió, formando masas de agua de rápido desplazamiento, aún más
destructivas en suelos con declive propios del norte de la provincia de Buenos Aires,
Entre Ríos y Córdoba. Veamos: sabemos por la matemática que un milímetro de lluvia
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caída representa 10 metros cúbicos de agua por hectárea, cuyo escurrimiento en las
condiciones mencionadas para fines de 2009 de suelos desnudos y lluvias torrenciales
de gran milimetraje alcanzó los porcentajes altísimos de escurrimiento, mencionados.
Casos paradigmáticos fueron los ocurridos en el noreste bonaerense, en San Antonio
de Areco, Salto, Arrecifes y otras áreas, donde desbordaron los ríos determinantes de
daños importantísimos en ciudades, pero también en los campos de las amplias
cuencas de cientos de miles de hectáreas de esta región configurada para peor por
tierras onduladas, ideales para el predominio del escurrimiento de las aguas. El caso
de esta región es paradigmático pero no único ya que como es manifiesto tuvo réplica
en grandes regiones del país. Si un milímetro de lluvia equivale a 10 metros cúbicos de
agua por hectárea, los 200 milímetros más arriba referidos, suman 2.000 metros
cúbicos por hectárea. Como la cuenca de desagüe cada uno de estos ríos tiene,
digamos, decenas de miles de hectáreas, es imaginable el caudal de agua con la
erosión de los suelos que bajó hacia el Paraná, destruyendo terraplenes de dos rutas
que encontraron en su camino y arrastrando miles de toneladas de suelo fértil que se
pierde definitivamente. El mapa nº 2 informa sobre la distribución de este tipo de
erosión en el territorio nacional.
LA DEPREDACION FORESTAL
Los bosques naturales que cubrían gran parte del territorio nacional han desaparecido
por causas diversas. Según Esteban Takacs, de las 106 millones de hectáreas
cubiertas por estos bosques nativos en la década del 80, solo 20 millones serían
aprovechables económicamente. El quebracho colorado sufrió una explotación
irrecuperable, lo mismo que el caldén que en gran parte nutrió las calderas de las
locomotoras durante la Segunda Guerra Mundial. Estos bosques naturales han sido en
parte substituidos por plantaciones forestales de pinos, eucaliptos, álamos y sauces,
que cubren 1,2 millones de hectáreas, de rendimiento unitario en madera mucho mayor
y de destinos específicos, tales como la industria papelera, de tablas de variadas
finalidades, sea en la industria de la construcción, y otras. Claro que la degradación
boscosa de tantos millones de hectáreas compromete la sustentabilidad de los suelos,
su productividad, la estabilidad social de sus pobladores, la biodiversidad, tanto de la
flora como la fauna que exhiben cambios de naturaleza diversa y una marcada
declinación de muchas de ellas. Los suelos desforestados en gran parte han sido
reemplazados por cultivos granarios, principalmente por soja, algodón y ganadería
vacuna, mostrando en muchos casos una degradación manifiesta.
El llamado bosque chaqueño ocupa en la Argentina la mayor parte de las áreas de
desmonte en las provincias de Salta, Formosa, Tucumán, Santiago de Estero y norte
de Córdoba y Santa Fe. En vastas áreas han sufrido un intenso grado de degradación
con motivo del desmonte irracional y el mal uso posterior de esas tierras, que no han
sido objeto de prácticas agrícolas recomendables. Este proceso de substitución
forestal, consistente en su reemplazo por cultivos agrícolas pampeanos con predominio
de la soja, acompañada por algodón, girasol y cereales fue a menudo facilitado por la
siembra directa, aunque sin el indispensable complemento de la rotación de las
especies cultivadas y su fertilización. El espejismo creado por la alta fertilidad de los
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suelos recién desmontados, se traduce con posterioridad en importantes reducciones
del contenido de materia orgánica con la pérdida consiguiente de fertilidad.
La erosión hídrica ha avanzado pese a las relativamente reducidas precipitaciones de
la región. Pero sucede que el 70 % de las lluvias se concentran entre diciembre y
marzo, con el agravante de intensas precipitaciones en pocas horas. Si se añade la
frecuente existencia de ondulaciones y declives, de las tierras, resultan imaginables sus
resultados cuando se ha perdido la cobertura de los suelos por parte del desmonte o
bien por el sobrepastoreo o las sequías.
La erosión eólica tiene lugar en las áreas desmontadas expuestas al sobrepastoreo y
las sequías, acompañadas frecuentemente por vientos de 70 a 100 kilómetros por hora.
Se suma a estas debilidades, la textura de los suelos, propicia a su arrastre por el
viento y la ausencia de prácticas de contención como la protección consistente en
mantener franjas de bosque de dimensión apropiada a cada caso y cultivos bajo
siembra directa y rotación de especies.
LOS SUELOS SALINOS
Los suelos con contenidos importantes de sales de sodio, cubren una parte significativa
del territorio nacional, del orden de los 16 millones de hectáreas, con una distribución
territorial que muestra el mapa nº 3. A grandes rasgos, se pueden describir dos tipos de
situaciones diferentes. Por un lado, las zonas de regadío propias de la región andina y
de las márgenes de los ríos, en las cuales el riego requiere obras de drenaje que tienen
como función evitar el depósito de las sales. Por otro lado, existen suelos salinos de
larga data, no imputables en general a los cultivos, cuyo aprovechamiento para
siembras agrícolas y explotación ganadera, presenta serias dificultades, como es el
caso, a título de ejemplo, de la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires.
Estudios y prácticas realizadas permiten cambios tales que facilitan una utilización de
un porcentaje importante de estas tierras. Estas experiencias privadas y del INTA,
permiten incorporar a la producción un tercio de la superficie estimada más arriba. Los
trabajos de transformación productiva consisten en una primera etapa, en la siembra en
esas tierras de cultivos resistentes a la sal y de gran masa vegetal, entre los cuales
sobresale el Maíz de Guinea, cuya masa verde se incorpora mecánicamente al suelo,
logrando una substancial reducción de su salinidad. En una segunda fase se siembran
especies también resistentes al sodio, como Agropiro, Grama rhodes y otros forrajes,
que encuentran un substratum adecuado para la obtención de praderas aptas para el
pastoreo animal y en ocasiones también, para cultivos graníferos. Últimamente se han
desarrollado variedades de alta resistencia a la sal que permiten implantar praderas
forrajeras de gran rendimiento.
COMO DESPERTAR UNA CONCIENCIA CONSERVACIONISTA
Los hechos referidos, particularmente los ocurridos en la década de 1930, lograron las
reacciones referidas más arriba, las que sin embargo, no fueron suficientes para
implantar una conciencia colectiva conservacionista, abarcativa principalmente del
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sector público como de los productores en general. Los sucesos recientes de 2008 y
2009, más arriba relatados, tanto por la magnitud de la erosión eólica como hídrica,
determinantes de la degradación tan importante del recurso natural, no solo han
pasado desapercibidos para la mayoría de los argentinos sino que no han despertado
suficientes reacciones como para pensar en una evolución que permita evitar la
reiteración de hechos de la gravedad descripta.
La ley nacional 22.428 de conservación de suelos, sancionada en 1981, no ha
cumplido sus propósitos y se considera desactivada. Parecido resultado, con honrosas
excepciones, han tenido las leyes provinciales. Existen actualmente proyectos de ley
en el Congreso de la Nación, que se proponen reformarla o substituirla, en cuyo caso
se requiere una amplia participación privada en el contexto de políticas de promoción
de las decisiones conservacionistas privadas, evitando metodologías compulsivas
probadamente estériles. El éxito de la siembra directa, liderada por la Asociación
Argentina de Productores de Siembra Directa, deberá ser multiplicado mediante
decisiones acertadas, previamente consensuadas.
La referencia a hechos de esta naturaleza ocurridos en EE.UU. en la década de 1930
podría ser de utilidad para una mejor comprensión de nuestra realidad. En el centro de
ese país, en las planicies donde año tras año se cultivaba trigo, ocurrieron tres años de
sucesiva disminución de las lluvias, acompañadas de fuertes vientos que dieron lugar a
la formación de grandes tormentas de polvo, que a la luz de lo sucedido aquí en el sud
de la provincia de Buenos Aires no resulta necesario describir. Solo agregar que lo
sucedido en el país del norte parece haber tenido más severidad. Las fotos nº 5 y 6 son
suficiente testimonio al respecto. Estos hechos pasaron a la historia con la
denominación de Dust Bowl, es decir “Cuenca de Polvo”. La gran migración humana
ocurrida inspiró al novelista John Steinbeck a escribir su famosa novela Viñas de Ira,
poco después llevada al cine en el país. Mientras los suelos se volaban y perdían su
fertilidad la sociedad norteamericana y su centro de poder público de Washington no
parecían tomar nota de su gravedad Un episodio político merece ser recordado.
Mientras en una sesión del Parlamento un distinguido profesional de la administración
agrícola, luego reconocido mundialmente por su contribución a la conservación de los
suelos, Hugh Hammond Bennett, explicaba lo que ocurría en el centro del país, un
colaborador le entregó un papel que le sugería extender el tiempo de su disertación.
¿Para qué lo hacía? Porque una nube de polvo estaba llegando a Washington y
efectivamente llegó antes de que Bennett finalizara su alargada exposición. Según la
historia, las ventanas del Parlamento se cubrieron de polvo, provocando una
imaginable conmoción, que habría contribuido impulsar decisiones oficiales ulteriores.
El entonces Presidente Roosvelt, bajo cuya administración tuvo lugar el New Deal,
decidió crear una rama de la administración destinada a la conservación de los suelos.
Se plantaron millones y millones de árboles, se crearon cuerpos especializados en la
lucha contra la erosión, se desarrollaron sistemas de labranza más amigables con el
suelo, se impulsó la rotación de los cultivos y se reservaron áreas para pastizales, todo
con gran aporte de recursos presupuestarios. Hoy la ley agrícola del país, el Farm Bill,
mantiene programas especiales en regiones propensas a la erosión.
La referencia a lo ocurrido en EE.UU. lleva a pensar que estamos perdiendo, la
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oportunidad de cambiar nuestra historia de dilapidación del recurso suelo, el bien
natural más preciado, que viene soportando una severa descapitalización
consecuencia de erosiones recurrentes.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Las erosiones recientes tanto eólicas que cubrieron gran parte del país, como su
posterior agravante hídrico a cargo de inusuales precipitaciones, han dado lugar a una
descapitalización del recurso suelo. Su dimensión habría sido muy superior a las
pérdidas ocasionadas en ganados y cultivos. El ganado y los cultivos son bienes
renovables, el suelo degradado y perdido no lo es.
Si el cambio climático se transforma en realidad, los fenómenos meteorológicos serán
más frecuentes e intensos, acrecentando sus perjuicios y acentuando los
requerimientos de mayores cuidados, tanto de orden público como privado. En sentido
contrario, esos cambios podrían resultar beneficiosos para algunas regiones, aunque
de continuidad incierta.
Las erosiones ocurridas en la década del treinta del siglo XX dejaron huellas indelebles
en una importante región del país. Dieron lugar a una cierta toma de conciencia y a
decisiones, como la fundación del INTA y de los grupos CREA; pero insuficientes para
cambiar el rumbo del proceso de degradación del suelo.
Entre aquellos años treinta y la actualidad, tuvieron lugar sequías e inundaciones, que
sin embargo no dieron paso a la convicción de la imperiosa necesidad de movilizar la
necesaria reacción. Ni los gobiernos que se sucedieron, ni una parte de los productores
y menos aún la sociedad toda, han tomado debida nota de la descapitalización en
curso.
La siembra directa, fértil combinación de este sistema de labranza con la rotación de
los cultivos y la fertilización liderada y llevada a cabo por los productores, ha impulsado
mejoras importantes, pero de magnitud y continuidad aún insuficientes para detener los
efectos destructivos. La gran preponderancia actual del cultivo de la soja sin rotaciones
como respuesta a los errores de la política agraria, reduce los beneficios de la siembra
directa.
La experiencia de los EE.UU. a partir del Dust Bowl, es un ejemplo de la toma de
conciencia de la sociedad a partir de hechos que fueron debidamente expuestos por
una dirigencia con ideas claras y una sociedad receptiva de la importancia de esos
hechos.
No se han escuchado suficientes manifestaciones de preocupación del sector público
respecto de lo que ocurría en los campos durante los dos últimos años. Por el contrario,
todo se redujo a descalificaciones y acusaciones, motivadas por hechos ajenos a esta
materia.
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Para que los productores asuman su plena responsabilidad en la conservación de los
suelos se requiere rentabilidad y apoyo oficial. Las políticas económicas desarrolladas
a partir de la década del 40 y su componente tributario cercenan gran parte de los
ingresos, dejando una magra proporción en poder de los empresarios rurales. Así las
cosas, será difícil la asignación de fondos para programas conservacionistas.
Transformar tierras con declives en terrazas y siembras en curvas de nivel, reponer con
fertilizantes la totalidad de los minerales extraídos por las cosechas, rotar los cultivos
y otras prácticas concurrentes al mismo fin, exige entre otros aspectos, eliminar los
impuestos a las exportaciones y formular una política tributaria acorde con finalidades
conservacionistas, disponiendo de recursos presupuestarios para tales propósitos.
La ley nacional de suelos nº 22.428 sancionada en 1981 no ha cumplido con sus
objetivos y se considera virtualmente desactivada. Existen en el Congreso proyectos
para su reforma o substitución. Ello podrá ser parte de la solución si se analiza y
debate con amplia participación de la producción, de la academia y del sector público
habilitado. Otra parte deberá provenir de la conformación de una conciencia colectiva
acerca de la necesidad de preservar el patrimonio natural más importante de que
dispone la sociedad. De allí surgirá la energía suficiente para guiar las trascendentes
decisiones a adoptar cada día y en cada lugar del país.
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La Problemática del suelo en la Argentina
Anexo de Gráfico, Fotografías y Mapas
Ing. Alberto de las Carreras
Miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria
Vicepresidente de la CERA
Buenos Aires, 22 Abril de 2010
Gráfico 1: Evolución de la calidad de los suelos en los Agrosistemas Pampeanos
Fotografía 1: Nube de polvo que invade Bahía Blanca
Fotografía 2: Bahía Blanca oscurecida por la tierra
Fotografía 3: Foto satelital de una nube que abarca cientos de kilómetros
Fotografía 4: Efecto de las nubes de polvo (el médano cubre el alambrado).
Paraje La Querencia. Ruta Nacional Nro. 3. Sudoeste Provincia de Bs.As.
Fotografía 5: Nube de polvo en EE.UU. (Dust Bowl)
Fotografía 6: Daños en un farm de EE.UU.
Mapa 1
REPUBLICA ARGENTINA
SUPERFICIE AFECTADA POR EROSION EOLICA
(Casas R. R., 2001)
N
Referencias
Año 1956
Año 1986
Fuente: Instituto de Suelos
y Agrotecnia, 1956
PROSA - FECIC, 1988
200
0
200
400
600
800 Kilometers
Mapa 2
REPUBLICA ARGENTINA
SUPERFICIE AFECTADA POR EROSION HIDRICA
(Casas R. R., 2001)
N
Referencias
Año 1956
Año 1986
Fuente: Instituto de Suelos
y Agrotecnia, 1956
PROSA - FECIC, 1988
200
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200
400
600
800 Kilometers
Mapa 3
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