Instituto de Estrategia Internacional _________________________________ La Problemática del Suelo en la Argentina _________________________________ Ing. Alberto de las Carreras Miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria Vicepresidente de la CERA Buenos Aires, 22 Abril 2010 22 de abril 2010 LA CONSERVACION DE LOS RECURSOS NATURALES Alberto de las Carreras Esta presentación tiene por objeto echar luz sobre la situación de los suelos agrícolas argentinos, sobre su evolución en el pasado y en el presente, luego de la reciente gran sequía, seguida por masivas y torrenciales precipitaciones, ambas de magnitud poco frecuente, que constituyeron una simbiosis altamente destructiva. Me referiré principalmente a las erosiones eólicas e hídricas y a la depredación forestal, así como a la importante salinización de tierras, factores todos que están comprometiendo los ricos recursos naturales del país. La erosión eólica afecta en el país alrededor de 28 millones de hectáreas mientras que la hídrica afecta unas 30 millones de hectáreas. En otros términos se está reduciendo el capital productivo de la nación. ¡! Nada menos ¡! Los hechos que comento no se vinculan necesariamente con las consecuencias del llamado cambio climático, que de estar ocurriendo, podrá acrecentar y acelerar las consecuencias referidas, aunque eventualmente podrían beneficiar algunas regiones. LA EROSION EOLICA Toda vez que como consecuencia de prolongadas sequías, de continuados excesos de pastoreo de animales, de incendios de campos, sean voluntarios o accidentales, o también de depredaciones de bosques, el suelo queda desnudo, a merced de los vientos, que se llevan consigo sus capas superiores con su correspondiente empobrecimiento. El conocido líder mundial de la conservación de los suelos, el norteamericano Hugh Hammond Bennett, acuño una frase que lo dice todo: “una fina capa de la superficie del suelo es lo que yace entre nosotros y el desastre” Descripciones técnicas muestran algunos de nuestros suelos con pérdidas de 25 centímetros de capa superficial. En ocasiones, el fenómeno se presenta con una intensidad tal que da lugar a la formación de verdaderas tormentas de tierras, que oscurecen la atmósfera y causan verdaderas perturbaciones en la vida rural, en las ciudades, en las rutas y por doquier. Estos hechos son parte de la historia, como lo revelan los escritos de Félix de Azara (1746- 1821) encomendado por el rey de España para misiones varias en América del Sud, que dejaron ricos testimonios reunidos en sus Viajes por la América Meridional. Entre ellos, refiere respecto de lo que hoy es el norte argentino y el sud paraguayo, que los vientos suelen levantar nubes de polvo que a veces ocultan el sol, ensuciando las ropas, las casas y causando numerosos daños materiales. Por su parte, el célebre Carlos Darwin (1809-1882), por entonces un joven biólogo 2 británico, fue incorporado a la expedición del bergantín Beagle, comandado por el capitán Fitz Roy, que fuera encomendado a dar la vuelta al mundo. En sus notas, publicadas en su Diario del Viaje de un Naturalista Alrededor del Mundo, Darwin demostró no solo sus notables conocimientos en su materia sino también su espíritu de aventura en el que no escatimó riesgos y sacrificadas jornadas con tal de cumplir con el propósito que lo guiaba. Respecto de nuestro tema, recoge información asombrosa acerca de la sequía ocurrida en la Argentina, entre 1827 y 1832. Informa que las lluvias caídas fueron tan escasas que no creció vegetal alguno, que los arroyos se secaron y todo se tornó polvoriento. Entre otras referencias que le fueron trasmitidas, el naturalista relata que por la falta de pastos como también de agua, ocurrieron grandes mortandades de ganado vacuno, caballar y otras especies. Tropas de vacunos y caballos exhaustos y sedientos, se lanzaron hacia el Río Paraná a la altura de San Pedro, en la Provincia de Buenos Aires, donde atropellados los unos por los otros, se hundían en el fango de las orillas, pereciendo ahogados. Dejando de lado estas referencias que sirven para evidenciar que las sequías como las inundaciones, según se verá más adelante, fueron moneda corriente por lo menos desde cientos de años atrás, hechos que pueden sembrar interrogantes sobre los esperados efectos del cambio climático. Ingresemos a continuación si se me permite el término, en la modernidad rural. En la década de 1930 al 40, sucedieron hechos que a la luz de la realidad actual conviene recordar. El Ing. Jorge S. Molina, un destacado profesional agrario, en una de sus obras titulada El Hombre Frente a la Pampa, nos hace conocer lo ocurrido en esa década. Lo expresa así: “A fines del siglo pasado, la lucha ente la civilización y el desierto parecía terminada. Sin embargo aquí y allá, comenzaron a producirse hechos nuevos. En esa década, la región pampeana fue azotad por un fenómeno extraño, la erosión del suelo. Su importancia era desconocida, Nadie sabía bien en el campo cuales eran sus causas y aún menos como luchar contra la misma. Si su definición era difícil, en cambio era fácil ver sus consecuencias. Colonias enteras se despoblaron y en un éxodo de más de mil kilómetros, algunas fueron llevadas al Chaco. Los caminos se borraban tapados por el avance de los médanos. Y no sólo los caminos. Hubo que tomar medidas urgentes para asegurar los servicios ferroviarios. Pueblos enteros quedaron casi vacíos. Con el alejamiento de la población de las colonias, murió el comercio al que daban vida. En pueblos en los que había antes cuatro o cinco almacenes de ramos generales, sólo quedaron uno o dos “boliches. En estaciones ferroviarias con miles de toneladas de capacidad para almacenar granos, sólo se almacenaba viento Hubo ramales en los que el único tráfico era el de los servicios de aprovisionamiento del personal de las estaciones.” La explicación luego resultó sencilla. Se debió a la combinación de una gran sequía con el reiterado cultivo de trigo y otros cereales sin la adopción de prácticas conservacionistas por entonces poco conocidas. “Ante el desastre aparentemente inminente, se tomaron urgentes medidas de gobierno. Sin embargo la improvisación, el desconocimiento real del problema y sobre todo la falta de los hombres adecuados esterilizaron todos los esfuerzos. La salvaciónaparente - no vino del esfuerzo humano sino de lo alto. Un ciclo de lluvias abundantes tapó las cicatrices de la erosión y todo pareció quedar normal.” Así finaliza la 3 descripción de Molina. Me parece oportuno agregar a la descripción realizada la influencia de la situación económica de la década, que impactó en la economía de los productores y del interior en general. Adviértase al respecto que el famoso Dust Bowl ocurrido en EE.UU., que será mencionado más adelante, ocurrió también en la década del 30, en el marco de la Gran Depresión que afectó al mundo todo y en el marco también del monocultivo cerealero. Mientras tanto, las sequías no dieron tregua, como lo recuerda, solo para citar un ejemplo, la de principios de los años 50, que sumada a los errores de la política económica, redujeron la producción de trigo, una de cuyas consecuencias fue el abastecimiento de la población con pan negro, dispuesto para aprovechar al máximo la molienda del escaso grano disponible Sin embargo, una semilla comenzó lentamente a germinar. Un grupo de profesionales ingenieros agrónomos, entre ellos el propio Molina, Guillermo Covas, Antonio Prego y otros, acompañados por productores como Carlos Sauberán, el arquitecto Pablo Hary y otros, cobraron conciencia de la imperiosa necesidad de luchar por la vitalidad del suelo argentino. Dos décadas después, en 1956 en el marco de importantes modificaciones de la política económica nacional, se fundó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) que hoy dispone de una amplia red de centros de investigación, estaciones experimentales y oficinas locales de extensión. En 1957 se fundaron los grupos CREA, luego unidos en la Asociación Argentina de CREA, que hoy reúne 192 grupos con unos 2.000 productores, que constituyen una brigada de avance tecnológico con una cobertura de 4 millones de hectáreas que irradian generosamente por todas partes, nuevas ideas y prácticas agrícolas innovadoras. El principal resultado de estas ideas y prácticas renovadoras sobre la conservación de los suelos es la incorporación de la llamada siembra directa al cultivo de cereales y oleaginosas, que consiste en el abandono del arado y su substitución por un sistema de cultivo del suelo basado en la utilización de sembradoras diseñadas para sembrar sobre el rastrojo del cultivo anterior, de manera que el suelo queda protegido por un colchón de residuos vegetales. Se logra de esta manera, una reducción de la erosión, una mayor penetración de las lluvias en el suelo, una menor evaporación de la humedad y una mayor incorporación de carbono. Se añade a ello la rotación de los cultivos de diferentes especies, principalmente de soja, maíz y trigo que se completa con el uso de fertilizantes para reponer la extracción de minerales capturados por las cosechas. La extraordinaria rapidez con que los productores argentinos adoptaron la siembra directa y otras prácticas complementarias, impulsoras del aumento de la productividad y competitividad de la agricultura nacional, echa por tierra las descalificaciones y agresiones de que han sido objeto por parte tanto del gobierno nacional como de sectores afines a su orientación política. Prueba de ese dinamismo son las 25 millones de hectáreas cultivadas bajo siembra directa de las 31 millones que representan el total cultivado con granos y oleaginosas. Es de lamentar sin embargo, que solo se cumple parcialmente la condición de rotación de los cultivos que exige esa siembra directa para expresar sus mejores méritos. Desalentados por las restricciones 4 y prohibiciones a las exportaciones de trigo y maíz, la soja con siembras de 18 millones de hectáreas y solo apenas 3 millones de trigo y otras tantas de maíz, los productores cumplen parcialmente con las recomendaciones agronómicas al respecto. El gráfico nº 1 indicativo de la evolución de la calidad de los suelos en los agrosistemas pampeanos, muestra la declinación ocurrida a partir de la década del 20 del siglo XX y más recientemente su mejoramiento a partir de la década del 90, cuando se registra un crecimiento de la materia orgánica con la incorporación de la siembra directa y el aumento de la fertilización- El signo de interrogación que acompaña los últimos años de la década actual es indicativo de las dudas sobre la continuidad del mejoramiento a raíz del proceso de sojización sin rotaciones de los cultivos señalado más arriba. La intensificación productiva en la Región Pampeana, anterior a la siembra directa sin las rotaciones adecuadas ni los niveles de reposición de nutrientes necesarias determinó la disminución paulatina de la calidad de los suelos. Así se registraron caídas en los contenidos de fósforo asimilable, de la materia orgánica y una acidificación progresiva de los suelos. Por otra parte un estudio llevado a cabo por el Instituto de Suelos del INTA señala una extracción de nutrientes por las cosechas de alrededor de 3,5 millones de toneladas y una reposición por fertilizantes de solamente 1,2 millones de toneladas, lo cual representa una reposición de una tercera parte de lo extraído. En 2008 y 2009 se desató una gran sequía que cubrió gran parte del territorio nacional, con expresiones dantescas en el sud de la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Río Negro. En ese contexto, la erosión eólica parece haber provocado el mayor de los daños al barrer las capas superiores de los campos, con disminución de la fertilidad de este recurso, la gran riqueza natural. Ello dio paso a la reducción de las siembras y de los rendimientos de la soja, del maíz, del trigo y también de la ganadería vacuna, cuyo inventario cayó drásticamente por grandes mortandades por hambre y sed, como también por el gran aumento de la faena en general por la imposibilidad de retener el ganado en los campos en el contexto del desaliento ante la descorazonadora política oficial. También por reducción de la preñez de los vientres y su parición por falencias nutritivas. Generalmente se cuantifican dinerariamente las pérdidas de cosechas, pero no se mide esta pérdida de capital productivo del país. Los campos yermos, desnudos, sin vegetación alguna quedan a merced de los vientos, generalmente más violentos que de costumbre, que acompañan a las sequías, levantando nubes de polvo que se pierden sin beneficio alguno para otras tierras y muy a menudo simplemente en el mar. El mapa nº 1 muestra la distribución de la erosión eólica en el país. Hubo testimonios desgarradores al respecto, muchos de ellos recogidos por La Nueva Provincia, el diario de Bahía Blanca, otros de La Nación y varios más. La fotografía nº 1 muestra una nube de polvo bien densa, avanzando sobre la ciudad bahiense. La foto nº 2 muestra la ciudad de Bahía Blanca oscurecida por una nube de polvo, donde los automóviles circulaban lentamente con los faros altos prendidos, mientras que los transeúntes solían portar linternas. En la nº 3 se observa la imagen satelital de una nube de polvo de una gran extensión que cruzó el sud de La Pampa y Buenos Aires. La foto nº 4 muestra un médano cubriendo el alambrado. Estas fotografías muestran situaciones extremas, sin perjuicio de lo cual otras nubes de polvo se han formado y 5 deambulado a merced de los vientos en gran parte del territorio nacional. Por su parte, el parecido de los hechos ocurridos en EE.UU. y en la Argentina se aprecia en la foto nº 5 que da cuenta de una nube que avanza sobre un pueblo de ese país durante el legendario Dust Bowl en la década del 30 del siglo XX. En la nº 6, se observan los efectos de la erosión en un farm del centro del país. LA EROSION HIDRICA. Las lluvias intensas sobre suelos desnudos de vegetación, provocan perjuicios a los suelos parecidos a los que promueven los vientos. Esa desnudez, basada como en el caso de las sequías, por sobrepastoreo animal, por quemazones de campos, sequías prolongadas, labranzas inadecuadas o depredación forestal, ofrece un escenario propicio para que lluvias intensas arrastren las capas superiores de los suelos, las de mejor composición, más ricas en materia orgánica y de mayor fertilidad. Los campos con lomadas y declives acentuados y las serranías, agregan perjuicios determinados por la fuerza del escurrimiento superficial del agua que va cavando grietas y cárcavas hasta desembocar en ríos, arroyos y lagunas, en cuyos cursos se deposita la ya inútil fertilidad de los suelos. Florentino Ameghino, en su estudio Las Secas y Las Inundaciones en la Provincia de Buenos Aires, explica con su habitual lucidez, estas trágicas consecuencias. Afirmaba que el agua de lluvia debía en lo posible, retenerse en el lugar donde caía, hecho que podría entrar en contradicción con grandes obras, por ejemplo las de la cuenca del Río Salado, en la provincia de Buenos Aires, destinadas a expulsar el agua hacia el mar. Lo recomendable sería procurar retener el agua mediante la siembra directa con rotaciones, cultivos en terrazas y curvas de nivel, reservando para las obras de canalización la función de evacuar los excedentes. Para añadir elementos de diagnóstico téngase presente la expansión del Delta del Paraná cuyas islas van creciendo con el aporte de la comentada erosión hídrica. Los edafólogos nos informan que en los casos de lluvias de intensidades moderadas, un tercio del agua caída penetra en el suelo, otro tercio se escurre y el resto se evapora. Estas proporciones varían según el declive de los campos, la densidad de la vegetación de cobertura y la naturaleza de los cultivos en gestión, siendo las referidas técnicas de siembra directa las que permiten las mayores proporciones de penetración en los suelos. Pero cuando las precipitaciones son de gran magnitud, elevada intensidad y se proyectan sobre suelos desnudos, la proporción de escurrimiento se torna elevadísima, pudiendo alcanzar del 90 al 95% El caso reciente, consistente en dos años de intensa sequía que cubrió a 2008 y tres cuartas partes de 2009, seguido de intensísimas precipitaciones caídas en breves lapsos, que sumaron más de 200 milímetros en tres semanas en vastas regiones de la pampa húmeda, constituyen el peor de los escenarios, una simbiosis fatal. A poco andar, las lluvias impregnaron los suelos de manera que una gran proporción de esas precipitaciones escurrió, formando masas de agua de rápido desplazamiento, aún más destructivas en suelos con declive propios del norte de la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos y Córdoba. Veamos: sabemos por la matemática que un milímetro de lluvia 6 caída representa 10 metros cúbicos de agua por hectárea, cuyo escurrimiento en las condiciones mencionadas para fines de 2009 de suelos desnudos y lluvias torrenciales de gran milimetraje alcanzó los porcentajes altísimos de escurrimiento, mencionados. Casos paradigmáticos fueron los ocurridos en el noreste bonaerense, en San Antonio de Areco, Salto, Arrecifes y otras áreas, donde desbordaron los ríos determinantes de daños importantísimos en ciudades, pero también en los campos de las amplias cuencas de cientos de miles de hectáreas de esta región configurada para peor por tierras onduladas, ideales para el predominio del escurrimiento de las aguas. El caso de esta región es paradigmático pero no único ya que como es manifiesto tuvo réplica en grandes regiones del país. Si un milímetro de lluvia equivale a 10 metros cúbicos de agua por hectárea, los 200 milímetros más arriba referidos, suman 2.000 metros cúbicos por hectárea. Como la cuenca de desagüe cada uno de estos ríos tiene, digamos, decenas de miles de hectáreas, es imaginable el caudal de agua con la erosión de los suelos que bajó hacia el Paraná, destruyendo terraplenes de dos rutas que encontraron en su camino y arrastrando miles de toneladas de suelo fértil que se pierde definitivamente. El mapa nº 2 informa sobre la distribución de este tipo de erosión en el territorio nacional. LA DEPREDACION FORESTAL Los bosques naturales que cubrían gran parte del territorio nacional han desaparecido por causas diversas. Según Esteban Takacs, de las 106 millones de hectáreas cubiertas por estos bosques nativos en la década del 80, solo 20 millones serían aprovechables económicamente. El quebracho colorado sufrió una explotación irrecuperable, lo mismo que el caldén que en gran parte nutrió las calderas de las locomotoras durante la Segunda Guerra Mundial. Estos bosques naturales han sido en parte substituidos por plantaciones forestales de pinos, eucaliptos, álamos y sauces, que cubren 1,2 millones de hectáreas, de rendimiento unitario en madera mucho mayor y de destinos específicos, tales como la industria papelera, de tablas de variadas finalidades, sea en la industria de la construcción, y otras. Claro que la degradación boscosa de tantos millones de hectáreas compromete la sustentabilidad de los suelos, su productividad, la estabilidad social de sus pobladores, la biodiversidad, tanto de la flora como la fauna que exhiben cambios de naturaleza diversa y una marcada declinación de muchas de ellas. Los suelos desforestados en gran parte han sido reemplazados por cultivos granarios, principalmente por soja, algodón y ganadería vacuna, mostrando en muchos casos una degradación manifiesta. El llamado bosque chaqueño ocupa en la Argentina la mayor parte de las áreas de desmonte en las provincias de Salta, Formosa, Tucumán, Santiago de Estero y norte de Córdoba y Santa Fe. En vastas áreas han sufrido un intenso grado de degradación con motivo del desmonte irracional y el mal uso posterior de esas tierras, que no han sido objeto de prácticas agrícolas recomendables. Este proceso de substitución forestal, consistente en su reemplazo por cultivos agrícolas pampeanos con predominio de la soja, acompañada por algodón, girasol y cereales fue a menudo facilitado por la siembra directa, aunque sin el indispensable complemento de la rotación de las especies cultivadas y su fertilización. El espejismo creado por la alta fertilidad de los 7 suelos recién desmontados, se traduce con posterioridad en importantes reducciones del contenido de materia orgánica con la pérdida consiguiente de fertilidad. La erosión hídrica ha avanzado pese a las relativamente reducidas precipitaciones de la región. Pero sucede que el 70 % de las lluvias se concentran entre diciembre y marzo, con el agravante de intensas precipitaciones en pocas horas. Si se añade la frecuente existencia de ondulaciones y declives, de las tierras, resultan imaginables sus resultados cuando se ha perdido la cobertura de los suelos por parte del desmonte o bien por el sobrepastoreo o las sequías. La erosión eólica tiene lugar en las áreas desmontadas expuestas al sobrepastoreo y las sequías, acompañadas frecuentemente por vientos de 70 a 100 kilómetros por hora. Se suma a estas debilidades, la textura de los suelos, propicia a su arrastre por el viento y la ausencia de prácticas de contención como la protección consistente en mantener franjas de bosque de dimensión apropiada a cada caso y cultivos bajo siembra directa y rotación de especies. LOS SUELOS SALINOS Los suelos con contenidos importantes de sales de sodio, cubren una parte significativa del territorio nacional, del orden de los 16 millones de hectáreas, con una distribución territorial que muestra el mapa nº 3. A grandes rasgos, se pueden describir dos tipos de situaciones diferentes. Por un lado, las zonas de regadío propias de la región andina y de las márgenes de los ríos, en las cuales el riego requiere obras de drenaje que tienen como función evitar el depósito de las sales. Por otro lado, existen suelos salinos de larga data, no imputables en general a los cultivos, cuyo aprovechamiento para siembras agrícolas y explotación ganadera, presenta serias dificultades, como es el caso, a título de ejemplo, de la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires. Estudios y prácticas realizadas permiten cambios tales que facilitan una utilización de un porcentaje importante de estas tierras. Estas experiencias privadas y del INTA, permiten incorporar a la producción un tercio de la superficie estimada más arriba. Los trabajos de transformación productiva consisten en una primera etapa, en la siembra en esas tierras de cultivos resistentes a la sal y de gran masa vegetal, entre los cuales sobresale el Maíz de Guinea, cuya masa verde se incorpora mecánicamente al suelo, logrando una substancial reducción de su salinidad. En una segunda fase se siembran especies también resistentes al sodio, como Agropiro, Grama rhodes y otros forrajes, que encuentran un substratum adecuado para la obtención de praderas aptas para el pastoreo animal y en ocasiones también, para cultivos graníferos. Últimamente se han desarrollado variedades de alta resistencia a la sal que permiten implantar praderas forrajeras de gran rendimiento. COMO DESPERTAR UNA CONCIENCIA CONSERVACIONISTA Los hechos referidos, particularmente los ocurridos en la década de 1930, lograron las reacciones referidas más arriba, las que sin embargo, no fueron suficientes para implantar una conciencia colectiva conservacionista, abarcativa principalmente del 8 sector público como de los productores en general. Los sucesos recientes de 2008 y 2009, más arriba relatados, tanto por la magnitud de la erosión eólica como hídrica, determinantes de la degradación tan importante del recurso natural, no solo han pasado desapercibidos para la mayoría de los argentinos sino que no han despertado suficientes reacciones como para pensar en una evolución que permita evitar la reiteración de hechos de la gravedad descripta. La ley nacional 22.428 de conservación de suelos, sancionada en 1981, no ha cumplido sus propósitos y se considera desactivada. Parecido resultado, con honrosas excepciones, han tenido las leyes provinciales. Existen actualmente proyectos de ley en el Congreso de la Nación, que se proponen reformarla o substituirla, en cuyo caso se requiere una amplia participación privada en el contexto de políticas de promoción de las decisiones conservacionistas privadas, evitando metodologías compulsivas probadamente estériles. El éxito de la siembra directa, liderada por la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa, deberá ser multiplicado mediante decisiones acertadas, previamente consensuadas. La referencia a hechos de esta naturaleza ocurridos en EE.UU. en la década de 1930 podría ser de utilidad para una mejor comprensión de nuestra realidad. En el centro de ese país, en las planicies donde año tras año se cultivaba trigo, ocurrieron tres años de sucesiva disminución de las lluvias, acompañadas de fuertes vientos que dieron lugar a la formación de grandes tormentas de polvo, que a la luz de lo sucedido aquí en el sud de la provincia de Buenos Aires no resulta necesario describir. Solo agregar que lo sucedido en el país del norte parece haber tenido más severidad. Las fotos nº 5 y 6 son suficiente testimonio al respecto. Estos hechos pasaron a la historia con la denominación de Dust Bowl, es decir “Cuenca de Polvo”. La gran migración humana ocurrida inspiró al novelista John Steinbeck a escribir su famosa novela Viñas de Ira, poco después llevada al cine en el país. Mientras los suelos se volaban y perdían su fertilidad la sociedad norteamericana y su centro de poder público de Washington no parecían tomar nota de su gravedad Un episodio político merece ser recordado. Mientras en una sesión del Parlamento un distinguido profesional de la administración agrícola, luego reconocido mundialmente por su contribución a la conservación de los suelos, Hugh Hammond Bennett, explicaba lo que ocurría en el centro del país, un colaborador le entregó un papel que le sugería extender el tiempo de su disertación. ¿Para qué lo hacía? Porque una nube de polvo estaba llegando a Washington y efectivamente llegó antes de que Bennett finalizara su alargada exposición. Según la historia, las ventanas del Parlamento se cubrieron de polvo, provocando una imaginable conmoción, que habría contribuido impulsar decisiones oficiales ulteriores. El entonces Presidente Roosvelt, bajo cuya administración tuvo lugar el New Deal, decidió crear una rama de la administración destinada a la conservación de los suelos. Se plantaron millones y millones de árboles, se crearon cuerpos especializados en la lucha contra la erosión, se desarrollaron sistemas de labranza más amigables con el suelo, se impulsó la rotación de los cultivos y se reservaron áreas para pastizales, todo con gran aporte de recursos presupuestarios. Hoy la ley agrícola del país, el Farm Bill, mantiene programas especiales en regiones propensas a la erosión. La referencia a lo ocurrido en EE.UU. lleva a pensar que estamos perdiendo, la 9 oportunidad de cambiar nuestra historia de dilapidación del recurso suelo, el bien natural más preciado, que viene soportando una severa descapitalización consecuencia de erosiones recurrentes. RESUMEN Y CONCLUSIONES Las erosiones recientes tanto eólicas que cubrieron gran parte del país, como su posterior agravante hídrico a cargo de inusuales precipitaciones, han dado lugar a una descapitalización del recurso suelo. Su dimensión habría sido muy superior a las pérdidas ocasionadas en ganados y cultivos. El ganado y los cultivos son bienes renovables, el suelo degradado y perdido no lo es. Si el cambio climático se transforma en realidad, los fenómenos meteorológicos serán más frecuentes e intensos, acrecentando sus perjuicios y acentuando los requerimientos de mayores cuidados, tanto de orden público como privado. En sentido contrario, esos cambios podrían resultar beneficiosos para algunas regiones, aunque de continuidad incierta. Las erosiones ocurridas en la década del treinta del siglo XX dejaron huellas indelebles en una importante región del país. Dieron lugar a una cierta toma de conciencia y a decisiones, como la fundación del INTA y de los grupos CREA; pero insuficientes para cambiar el rumbo del proceso de degradación del suelo. Entre aquellos años treinta y la actualidad, tuvieron lugar sequías e inundaciones, que sin embargo no dieron paso a la convicción de la imperiosa necesidad de movilizar la necesaria reacción. Ni los gobiernos que se sucedieron, ni una parte de los productores y menos aún la sociedad toda, han tomado debida nota de la descapitalización en curso. La siembra directa, fértil combinación de este sistema de labranza con la rotación de los cultivos y la fertilización liderada y llevada a cabo por los productores, ha impulsado mejoras importantes, pero de magnitud y continuidad aún insuficientes para detener los efectos destructivos. La gran preponderancia actual del cultivo de la soja sin rotaciones como respuesta a los errores de la política agraria, reduce los beneficios de la siembra directa. La experiencia de los EE.UU. a partir del Dust Bowl, es un ejemplo de la toma de conciencia de la sociedad a partir de hechos que fueron debidamente expuestos por una dirigencia con ideas claras y una sociedad receptiva de la importancia de esos hechos. No se han escuchado suficientes manifestaciones de preocupación del sector público respecto de lo que ocurría en los campos durante los dos últimos años. Por el contrario, todo se redujo a descalificaciones y acusaciones, motivadas por hechos ajenos a esta materia. 10 Para que los productores asuman su plena responsabilidad en la conservación de los suelos se requiere rentabilidad y apoyo oficial. Las políticas económicas desarrolladas a partir de la década del 40 y su componente tributario cercenan gran parte de los ingresos, dejando una magra proporción en poder de los empresarios rurales. Así las cosas, será difícil la asignación de fondos para programas conservacionistas. Transformar tierras con declives en terrazas y siembras en curvas de nivel, reponer con fertilizantes la totalidad de los minerales extraídos por las cosechas, rotar los cultivos y otras prácticas concurrentes al mismo fin, exige entre otros aspectos, eliminar los impuestos a las exportaciones y formular una política tributaria acorde con finalidades conservacionistas, disponiendo de recursos presupuestarios para tales propósitos. La ley nacional de suelos nº 22.428 sancionada en 1981 no ha cumplido con sus objetivos y se considera virtualmente desactivada. Existen en el Congreso proyectos para su reforma o substitución. Ello podrá ser parte de la solución si se analiza y debate con amplia participación de la producción, de la academia y del sector público habilitado. Otra parte deberá provenir de la conformación de una conciencia colectiva acerca de la necesidad de preservar el patrimonio natural más importante de que dispone la sociedad. De allí surgirá la energía suficiente para guiar las trascendentes decisiones a adoptar cada día y en cada lugar del país. 11 La Problemática del suelo en la Argentina Anexo de Gráfico, Fotografías y Mapas Ing. Alberto de las Carreras Miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria Vicepresidente de la CERA Buenos Aires, 22 Abril de 2010 Gráfico 1: Evolución de la calidad de los suelos en los Agrosistemas Pampeanos Fotografía 1: Nube de polvo que invade Bahía Blanca Fotografía 2: Bahía Blanca oscurecida por la tierra Fotografía 3: Foto satelital de una nube que abarca cientos de kilómetros Fotografía 4: Efecto de las nubes de polvo (el médano cubre el alambrado). Paraje La Querencia. Ruta Nacional Nro. 3. Sudoeste Provincia de Bs.As. Fotografía 5: Nube de polvo en EE.UU. (Dust Bowl) Fotografía 6: Daños en un farm de EE.UU. Mapa 1 REPUBLICA ARGENTINA SUPERFICIE AFECTADA POR EROSION EOLICA (Casas R. R., 2001) N Referencias Año 1956 Año 1986 Fuente: Instituto de Suelos y Agrotecnia, 1956 PROSA - FECIC, 1988 200 0 200 400 600 800 Kilometers Mapa 2 REPUBLICA ARGENTINA SUPERFICIE AFECTADA POR EROSION HIDRICA (Casas R. R., 2001) N Referencias Año 1956 Año 1986 Fuente: Instituto de Suelos y Agrotecnia, 1956 PROSA - FECIC, 1988 200 0 200 400 600 800 Kilometers Mapa 3