Materiales textuales: Iwein

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Frescos medievales en los castillos medievales
de Trentino y Alto-Adige
1. CORPUS INICIAL (Roger Sherman Loomis, Arthurian Legends in Medieval Art, New York, Modern
Language Association of America, 1935)
1. CASA DE CONSTANCE (Suiza), h. 1300: tres hileras de cuatro medallones, en que se muestran a
víctimas masculinas de los engaños de las mujeres. Se descubrió en 1860. La procesión de
víctimas comienza con Adán y termina con el rey Arturo y con Perceval (pp. 36-37).
2. CASTILLO DE S. FLORET (Francia), a mediados del siglo XIV. Los frescos adaptan algunas
escenas del Meliadus, de Rustichello di Pisa. Sólo se han conservado doce de los cuarenta que
debieron formar el programa iconográfico original (pp. 57-61).
3. PALACIO CHIARAMONTE (Palermo), de hacia 1377 y 1380; decoraciones pintadas en el techo,
con diversas escenas cortesanas y aventuras sacadas del Tristán de Leonís (pp. 61-63).
4. CASA PARTICULAR EN LÜBECK (Alemania), entre 1323 y 1339; descubiertos en 1929, cuando
se trabajaba en la demolición de la misma. En estos frescos se narran diferentes escenas de la
historia de Perceval (pp. 75-76).
5. CASTILLO DE SCHMALKANDEN (Alemania), de h. 1250, que narra las aventuras de Ivain; sin
duda a partir de la traducción al alemán de Hartmann von Aue (pp. 77-78).
6. CASTEL RONCOLO de Bolzano (pp. 48-51, 79-84), tanto de la representación de los Nueve
caballeros de la Fama, como de las aventuras de Tristán, de Wigalois y de Garel
+ Adiciones: Alison Stones, “Arthurian Art since Loomis”, Willy van Hoecke, Gilbert Tournoy y
Werner Verbeke (eds.), Arturus rex, volumen II, Acta conventos Lovaniensis 1987, Leuven, Leuven University
Press, 1991, pp. 21-77:
7. CASTEL RODENGO (Italia), del siglo XIII, que ilustra los episodios más significativos del Iwein
de Hartmann von Aue. Descubiertos en 1972.
2. CORPUS: FRESCOS CABALLERESCOS Y ARTÚRICOS DEL TRENTINO Y ALTOADIGE
1. CASTEL RODENGO : Iwein (siglo XIII) [imagen 1]
2. CASTEL RONCOLO (Bolzano): sin duda es el que ofrece el programa iconográfico más
completo y ambicioso, como puede apreciarse en el siguiente listado:
a. Casa de verano
i. Corredor: representación de los Nueve caballeros de la Fama, caballeros
artúricos, parejas de enamorados, gigantes... [imagen 2]
ii. Sala de Tristán [imagen 3]
iii. Sala de Garelo [imagen 4]
iv. Sala de Wigalois
b. Palacio occidental
i. Sala de los caballeros
ii. Sala de los juegos
iii. Sala de los escudos
iv. Sala de baño
v. Sala del Torneo [imagen 5]
vi. Sala de las parejas [imagen 6]
3. CASTELLO DEL BUONCONSIGLIO (Trento): Ciclo de los meses (h .1400) [imagen 7]
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4. PALAZZO NERO (Coredo): Sala del Juicio, decorada con frescos de motivos épicos (h. 14001469) [imagen 8].
5. PALAZZO NORILLER (Rovereto): Frescos de un relato caballeresco no identificado (primera mitad
del siglo XV). Descubierto y restaurado en 1994 [imagen 9]
6. CASTELLO DI SABBIONARA (Avio): Alegoría del amor, Casa de las guardias y representaciones
alegóricas (h. 1330-1333).
7. CASTELLO D’ARCO: Sala de los juegos (h. 1364-1373).
8. CASTEL PIETRA (Calliano): Sala del Juicio (h. 1465-1469).
3. OTROS FRESCOS CABALLERESCOS Y ARTÚRICOS DEL NORTE DE ITALIA
1.
2.
3.
4.
PALAZZO RICCHIERI (Pordenone): El planeta Venus, la Entrada de España y frescos sobre
Tristán e Iseo, muy deteriorados. Descubiertos en 1965. Es la sede actual del Museo Civico
de Pordenone [imagen 10].
FRESCOS DE FRUGAROLO (actualmente en el Museo Museo Civico de Alessandria).
Descubiertos en 1981: Ciclo de Lancelot, quince escenas diferentes [imagen 11].
PALACIO DUCAL DE MANTUA: Frescos artúricos de Pisanello (1439-1444/1447) [imagen
12].
CASTELLO DELLA MANTA (Saluzzo). Frescos del siglo XV en el salón principal (también
conocido como de los españoles), en que se representan en una pared, los Nueve
caballeros de la Fama (que también aparecían en el Castillo Roncolo) acompañado de
nueve heroínas, que parecen inspirarse en el roman cortés El caballero andante, escrito por
Tommaso III de Saluzzo entre 1394 y 1396; en la pared opuesta, se representa la Fuente de
la juventud, siguiendo un motivo iconográfico muy querido y conocido en la época
(seguramente a partir del Roman de Fauvel).
4. TEXTOS DEL YWEIN DE HARTMANN VON AUE (a partir de la traducción de Víctor Millet)
4.1. APARICIÓN DEL SALVAJE A IVAIN EN LA FLORESTA
Allí se me ofreció, para espanto mío, un horrible espectáculo, pues vi luchar y pelear entre sí con gran
ferocidad a todas las clases de bestias que jamás me han sido nombradas. Bisontes y uros pugnaban con
gran furia y terribles bramidos. Retrocedí un poco y me arrepentí de haber ido a aquel lugar, pues si se
hubieran percatado de mi presencia no me habría atrevido a defenderme más que rogando a Dios que
me salvara. Gran deseo tuve de irme de allí, cuando divisé a un hombre sentado justo en medio de
todos ellos, lo cual me tranquilizó. Pero cuando me acerqué a él y pude ver bien su aspecto, tuve tanto
o más terror de él que de las bestias. Y es que su apariencia humana era de hecho totalmente salvaje: se
parecía a un negro y era grande fuerte y tan espantoso que cuesta creérselo. La cabeza era sin duda
alguna mayor que la de un uro, y el sujeto tenía el pelo hirsuto, negro como el carbón y completamente
apelmazado hasta la piel, tanto en la cabeza como en la barba. Su cara medía un codo de ancho y estaba
surcada de grandes arrugas, mientras que sus orejas, grandes como un comedero, estaban cubiertas de
un musgo que formaba hilos de un palmo de largo, como si fuera un fauno. El deforme hombre tenía
las cejas y los pelos de la barba largos, hirsutos y grisáceos; la nariz era grande como la de un toro:
corta, ancha y peluda; la cara demacrada y plana –¡Dios, qué horrible aspecto tenía!–; [450] los ojos
rojos, color de ira. La boca le ocupaba gran parte de ambas mejillas, sus dientes eran imponentes como
los de un jabalí, no como los humanos, pues le salían de la boca largos, afilados, potentes y anchos. La
cabeza estaba colocada de tal forma que su áspera barbilla parecía unida al pecho; su espalda, en
cambio, se curvaba hacia arriba, jorobada y torcida. Vestía una extraña ropa, pues llevaba puestas dos
pieles arrancadas de sendos animales hacía poco rato. Portaba una maza tan grande que me producía
hondo malestar.
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4.2. LA CONVERSACIÓN ENTRE IVAIN Y EL SALVAJE: LA AVENTURA CABALLERESCA
»–Has de saber que busco aventuras.
»–¿Aventuras? –preguntó el monstruo–. ¿Qué es eso?
»–Te lo explicaré. Observa cómo voy armado. Me llaman caballero y mi objetivo es cabalgar en
busca de algún hombre que esté armado igual que yo y que luche conmigo. Si me vence, eso le aporta
fama, pero si logro derrotarlo yo, será a mí a quien se tenga por héroe, y mi reconocimiento será mayor
de lo que era. Si sabes de alguna hazaña que se pueda realizar aquí o en el entorno, no me la ocultes y
muéstrame el camino, que no es otro el motivo de mi viaje.
4.3. LA AVENTURA DE LA FUENTE
»–Puesto que tu intención es ir en busca de trabajos y que no te gusta la vida placentera, y aunque en
mi vida haya oído decir qué es lo que son las aventuras, te voy a indicar un sitio, [550] y si quieres
arriesgar tu vida no hará falta que preguntes por otro. Hay una fuente cerca de aquí, a unas tres millas
cortas; si llegas allí y cumples su costumbre, y si luego regresas sin gran vergüenza por tu parte,
verdaderamente no tendré duda de que eres un hombre recio. ¿De qué serviría darte mayores
explicaciones? Sé bien que, si no eres un cobarde, dentro de poco rato tú mismo verás de lo que estoy
hablando. Pero escucha al menos cuál es su costumbre. Junto a ella hay un capilla, hermosa aunque
pequeña. La fuente misma es fría y clara, y no la tocan ni la lluvia ni el sol, ni la enturbian los vientos.
De todo ello la protege un tilo tan hermoso que jamás hombre alguno vio otro igual; éste le da sombra
y cobijo. El tilo es ancho, alto y tan tupido que ni la lluvia ni el rayo del sol logran atravesarlo jamás. El
invierno no puede dañar ni contribuir a su belleza, pues tiene hojas todo el año. Encima de la fuente
hay una piedra muy valiosa apoyada sobre cuatro animales de mármol y completamente ahuecada. De
una rama cuelga una vasija de oro; no creo que nadie tenga mejor oro que aquel del que está hecha. La
cadena de la que cuelga, está forjada de plata. Si entonces no te acobardas, no hagas otra cosa con la
vasija que verter con ella algo del agua de la fuente sobre la piedra que está allí. Sin duda eres de buena
fortuna si marchas de aquel sitio con honor.
[...]
Luego vi la fuente debajo y todo lo que me había descrito el hombre del bosque. La piedra era una
esmeralda y en cada una de sus esquinas resplandecía un rubí tan brillante que ni siquiera la estrella
matutina puede ser más hermosa cuando se levanta y el aire húmedo la libera.
»Cuando hallé la vasija colgando pensé enseguida que, puesto que había salido en busca de
aventuras, sería una gran cobardía desistir de probar cómo era aquélla; y mi necio entendimiento, que
tantas veces me causa perjuicio, me aconsejó verter agua sobre aquella piedra. De inmediato se
oscureció el sol que había lucido un momento antes y cesó el canto de los pájaros, todo ello motivado
por una fuerte tempestad. Las nubes acudieron en el acto desde los cuatro puntos cardinales y el claro
día se desvaneció hasta que apenas podía ver el tilo. Entonces se produjo un cataclismo.
4.4. EL COMBATE CABALLERESCO: IVAIN Y ASCALÓN
Podría extender el combate ampliamente con palabras, pero no lo haré por el siguiente motivo: allí
estuvieron sólo ellos dos, sin que a su lado hubiera persona alguna que pudiera dar fe del relato. Puesto
que nadie más lo vio, yo no podría contar cómo golpeaba éste, cómo embestía aquél, pues uno de ellos
murió en el lugar y ya no pudo decir nada sobre ello, mientras que el vencedor era un hombre tan
cortés que habría rechazado hablar de su valentía lo suficiente como para que yo me pudiera hacer una
idea de la dimensión de sus golpes y estocadas. Sólo os diré una cosa: ninguno de los dos era un
cobarde, y hubo un largo intercambio de golpes hasta que el forastero asestó al señor de la tierra un
mandoble a través del yelmo hasta donde reside la vida; [1050] y cuando éste sintió la mortal herida, el
dolor de la muerte más que la cobardía lo forzó a dar media vuelta y echarse en fuga. Don Iwein lo
persiguió a toda prisa en dirección a su castillo. El moribundo sólo pensaba en huir y su corcel era tan
bueno que a punto estuvo de escapar. Pero don Iwein pensó que si no lo mataba o apresaba le ocurriría
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exactamente lo que había predicho don Kei, el que nunca dejaba de burlarse de nadie, y que, dado que
allí no había nadie mas, de nada le habrían servido sus esfuerzos sin una persona que pudiera
testificarlos, pues Kei lo ofendería. Por todo ello le fue pisando los talones hasta llegar a la vista del
castillo.
4.5. LA MUERTE DE ASCALÓN Y LA ENTRADA AL CASTILLO
El acceso a la fortaleza no daba para dos hombres de lado, de modo que cabalgaron uno detrás del
otro por el estrecho sendero hasta llegar a la torre del homenaje, en cuya parte frontal había levantado
un rastrillo, bajo el cual había que pasar cuidando de no perder por él la vida. Todo caballo u hombre
que pisara fuera del lugar adecuado ponía en marcha la trampa y el mecanismo que retenían arriba la
pesada puerta con toda su fuerza, la cual caía entonces tan velozmente que nadie podía escapar de ella.
De este modo habían muerto muchos hombres. El castellano entró delante del otro con la destreza y el
conocimiento necesarios para que no le ocurriera nada, pues fue él quien lo ideó. La puerta era pesada y
afilada, de manera que cortaba incluso el hierro o el hueso. [1100] Don Iwein, que no sabía guardarse
de ella, la hizo caer, pero en el mismo instante asestó una herida al castellano y sobrevivió del modo en
que voy a contar: para descargar el golpe se había inclinado hacia delante y fue eso lo que le salvó la
vida, pues la puerta, al precipitarse, no le cogió el cuerpo, sino que, según he oído, cercenó el caballo
por el medio de la silla y desmochó también la vaina de la espada y las espuelas por detrás de los
talones. Él mismo, en cambio, se salvó como hombre afortunado.
Muerto su caballo, no pudo proseguir la persecución como antes. Sin embargo, había matado al
castellano, el cual todavía logró huir un poco más adelante por debajo de otro rastrillo que hizo caer
detrás suyo. Ahora el forastero no podía avanzar ni retroceder, mi señor Iwein estaba encerrado y preso
entre esas dos puertas. Pero por mala que fuera la situación en la que se había metido con su
apresamiento, lo que más lo preocupó fue que el otro hubiera escapado de él con vida.
4.6. LUNETA LE ENTREGA A IVAIN UN ANILLO MÁGICO
Para que estéis seguro ante toda desgracia, don Iwein, tomad este anillo. Su piedra tiene la propiedad de
que quienquiera que la sostenga en la mano desnuda, y mientras lo mantenga en ella, no puede ser visto
ni encontrado por nadie. Estaréis escondido como la madera debajo de la corteza y no necesitaréis
preocuparos por nada más.
4.7. BÚSQUEDA DEL CABALLERO INVISIBLE
–¿Dónde ha ido ese hombre? –se preguntaban–. ¿O es que alguien nos ha privado de nuestra vista y
nuestros sentidos? Sin duda tiene que estar aquí dentro, pero nosotros no vemos con nuestros ojos.
Todos los que estamos en este lugar podemos ver bien que mientras este portal estuvo cerrado ningún
ser vivo pudo escapar, a no ser que fuera más pequeño que un ratón. ¿Cómo se nos puede haber
escapado entonces ese hombre? Pero por mucho que logre alargar su vida con su arte de magia, hoy
mismo lo encontraremos. Buscad, gente intrépida, en los rincones y bajo los bancos, pues no puede
evitar que aparezca.
Le bloquearon la puerta e inevitablemente anduvieron como ciegos dando golpes de espada a su
alrededor. Si hubiera sido posible encontrarlo, lo habrían hecho, pues ni siquiera la cama, debajo de la
cual buscaron con todo detenimiento, quedó por registrar. Del hecho que se salvara deduzco que,
mientras un hombre no sea cobarde, puede salvarle incluso una pequeña astucia como ésa. [1300]
4.8. FINAL FELIZ
Entonces habló la reina:
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–¡Ay, don Iwein! ¿Quién ha encendido este amor entre nosotros? Me pregunto quién os ha
infundido la esperanza de que me convertiría alguna vez en vuestra esposa, después del dolor que me
habéis causado.
–Mi propio cuerpo me la ha infundido.
–¿Y quién se la dio al cuerpo, por Dios?
–Fue una orden del corazón. [2350]
–Y al corazón ¿quién le dio tal consejo?
–Se lo dieron los ojos.
–¿Y quién se lo dio a los ojos?
–Algo de lo que podéis alegraros: vuestra belleza y nada más.
–Puesto que cada caul afirma ser feliz con el otro –dijo entonces la reina–, ¿quién habría de
impedirnos llevar a cabo nuestro propósito?
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