Obsolescencia programada u obsolescencia

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Obsolescencia programada u obsolescencia planificada
Es la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo
que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo
calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de
diseño de dicho producto o servicio. La obsolescencia programada tiene un potencial
considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que el producto va a fallar
en algún momento, obligando al consumidor a que adquiera otro producto nuevamente,
ya sea del mismo productor (mediante la adquisición de una parte para reemplazar y
arreglar el viejo producto o mediante la compra de un modelo del mismo más nuevo), o
de un competidor, factor decisivo que también se prevé en el proceso de obsolescencia
programada.
En 1911 se anunciaban bombillas con una duración certificada de 2500 horas pero en
1924 los principales fabricantes pactaron limitar su vida útil a 1000. El cártel que firmó
este pacto, llamado Phoebus, oficialmente nunca existió pero en 'Comprar, tirar, comprar'
se nos muestran pruebas documentales del mismo como origen de la obsolescencia
programada
Para la industria, la obsolescencia programada estimula positivamente la demanda al
alentar a los consumidores a comprar de forma artificialmente acelerada nuevos
productos si desean seguir utilizándolos. La obsolescencia programada se utiliza en una
alta diversidad de productos. Existe el riesgo de una reacción adversa por parte de los
consumidores al descubrir que el fabricante invirtió en diseñar que su producto se
volviese obsoleto más rápidamente, haciendo que sus consumidores cambien a la
competencia, basando su elección en la durabilidad y calidad del producto.
La obsolescencia programada fue desarrollada por primera vez entre 1920 y 1930,
momento en el que la producción en masa empieza a forjar un nuevo modelo de mercado
en el cual el análisis detallado de cada parte del mismo pasa a ser un factor fundamental
para lograr su éxito.
La elección de fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera premeditada puede
influir enormemente en la decisión de cierta empresa sobre su arquitectura interna de
producción. Así, la compañía tiene que sopesar si utilizar componentes tecnológicos más
baratos satisface o no la proyección de vida útil que estén interesados en darle a sus
productos. Estas decisiones forman parte de una disciplina conocida como ingeniería del
valor.
El empleo de la obsolescencia programada no siempre es tan fácil de determinar, y se
complica aún más al entrever otros factores relacionados como pueden ser la constante
competencia tecnológica o la sobrecarga de funciones que si bien pueden expandir las
posibilidades de uso del producto en cuestión también pueden hacerlo fracasar
rotundamente.
La bombilla centenaria, vestigio de las luces incandescentes
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Lleva encendida, sin apagarse nunca, desde 1901
Se encuentra en un parque de bomberos en Livermore, California
Se espera la retirada total de la bombilla incandescente en 2012
la existencia de la bombilla centenaria, que lleva funcionando desde 1901, dos
años antes del primero vuelo de los hermanos Wright. Está declarada como la
bombilla más antigua conocida que aún funciona por el Libro Guiness de los
Récords.
Tras volver a comprobarlo parece que aún hoy, 109 años después de que se
encendiera por primera vez, sigue funcionando. "Y seguirá encendida mientras
funcione".
La bombilla centenaria luce con apenas 4 vatios de potencia sobre los vehículos del
parque de bomberos de Livermore-Pleasanton (California). Lleva emitiendo de
forma continua desde que se instaló ya como reliquia en su ubicación actual en
1976.
Desde que se encendiera por primera vez en 1901 se calcula que ha estado
funcionando durante más de 800.000 horas. Todo un logro teniendo en cuenta que
la vida media de una bombilla incandescentes de de entre 750 y 2.000 horas, en el
mejor de los casos.
Las bombillas fluorescentes, consideradas "de larga duración" palidecen a su lado
con sus 20.000 horas de vida.
El origen de la bombilla incandescente
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La bombilla incandescente es de esos inventos que, patentes al margen, deben su
existencia al trabajo de muchos hombres brillantes. No se podría dar el nombre de
su inventor sin cometer una injusticia con otros muchos que con su trabajo
contribuyeron a hacer posible la bombilla incandescente moderna.
Normalmente se considera que fue Humphry Davy quien estableció la base de lo
que posteriormente sería una bombilla, aunque él no construyera ninguna como
tal.
En 1809 Davy hizo pasar una corriente eléctrica procedente de una pila a través de
una fina tira de carbón. Éste ardió creando un fugaz arco luminoso, pero no pasó
de ahí.
Tuvieron que transcurrir casi 40 años hasta que Warren de la Rue colocó un
primitivo filamento de platino en el interior de un tubo de vacío. La resistencia del
platino al calor y la casi ausencia de gases en el interior del tuvo hizo que el
filamento se encendiese y disipase calor sin quemarse inmediatamente.
El resultado fue la que se considera la primera bombilla incandescente. Durante los
años siguientes se sabe hasta una decena de inventores y científicos que
trabajaron para mejorar el diseño de De la Rue.
Muchos consideran erróneamente a Edison el inventor de la bombilla
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En la década de 1870 los canadienses Henry Woodward y Mathew Evans
introdujeron importantes mejoras en la fabricación de los filamentos y en la
gasificación, inicialmente con nitrógeno, de la cápsula en el interior del cual éste
ardía, retardando así su combustión y alargando su vida.
Pero Woodward y Evans fracasaron en su intento de comercializar su modelo, por
lo que vendieron la patente a Thomas Edison en 1879. De hecho, es a Edison a
quienes muchos consideran, erróneamente, el inventor de la bombilla.
Y su final
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Hoy sin embargo la bombilla incandescente se considera poco eficiente: consume
demasiada electricidad en relación a la cantidad de luz que emite, ya que en este
tipo de bombillas gran parte de la energía consumida se disipa en forma de calor.
Por ese motivo su existencia está condenada.
El año pasado la Unión Europea inició la retirada de estas bombillas del mercado,
empezando por los modelos de 100 vatios de potencia. La intención es que sean
sustituidas progresivamente por las denominadas bombillas de bajo consumo.
La retirada total de este tipo de bombillas está prevista para 2012. Tal vez
entonces aún seguirá luciendo la bombilla incandescente de Livermore
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