MANIFESTAR EN LOS MODOS DE PRESIDIR QUE LA EUCARISTÍA ES CELEBRACIÓN COMUNITARIA (I) En otra oportunidad, reflexionamos sobre la poca expresividad cristiano-teológica que comportan algunos términos usados con frecuencia. Llamar celebrante al que preside la celebración, por ejemplo. Recordábamos como SC (n. 7) dice que es el Señor -y la Iglesia unida a él- el único celebrante en sentido pleno. Pero aún hay algo peor, que tiene además repercusiones deformativas en la vida de los fieles. Son algunos modos de actuar de algunos ministros que proceden como si la Misa fuera su celebración. Ello daña gravemente la auténtica participación de la asamblea. Las acciones litúrgicas no son nunca acciones del ministro sino de Jesucristo y en la asamblea unida a él. Bajo este matiz hay que recordar que los obispos y presbíteros que presiden las celebraciones son solo como instrumentos de Cristo y por ello deben toda manera de proceder (derivada de falta de conciencia de su función ministerial de signos de Cristo). Este hábito los ministros lo han heredado -inconscientemente- de costumbres medievales. Cuando a partir del Movimiento litúrgico, se insistió en que los fieles, dejadas las devociones durante la Misa, debían seguirla y unirse al celebrante y nacieron los Misales de los fieles y las Misas dialogadas, se dio indudablemente un paso adelante, pero aún un paso defectuoso. El Vaticano II y la reforma litúrgica han perfeccionado esta visión. Los fieles no se deben limitar a seguir al celebrante sino que deben participar en la celebración. Pero si el que preside actúa como si la Misa fuera su celebración, si, en la práctica, él realiza la totalidad de funciones… es difícil que la asamblea viva su participación. Los fieles continuarán, como en los comienzos del Movimiento litúrgico, siguiendo la Misa -pero no participando en ella-. SC da a este respecto una regla de oro: “cada cual, ministro o fiel… debe hacer todo y solo aquello que le corresponde” (n.26). La Institutio y el Ordo Missae concretizan muy bien lo que corresponde a cada uno de ellos, sea la asamblea entera (fieles y ministros) sea solo el ministro, sea solo la asamblea. Pero son numerosos los ministros que no atienden esta norma teológica y continúan como si ellos fueran única y personalmente celebrantes de la Eucaristía. Con frecuencia dicen, con voz presidencial, no solo lo que les corresponde como ministros de Cristo, sino también lo que le es común con los demás participantes e incluso lo que únicamente corresponde a la asamblea. Con este proceder dificultan la participación activa y real de la asamblea, piensan y actúan como si ellos solos fueran los que concelebran (es decir, celebran juntos) no Jesucristo con la asamblea, su Cuerpo.