La ideología de género en las Conferencias Mundiales de la Mujer

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La idelogía de género: igualdad y familia en la I Conferencia Mundial de la Mujer.
Desde 1975 Naciones Unidas ha organizado cuatro Conferencias Mundiales de la
Mujer. La primera en México en 1975, la segunda en Copenhague en 1980, la tercera en
Nairobi en 1985 y la cuarta y definitiva en 1995 en Pekín. La IV Conferencia Mundial
de la Mujer fue la conferencia más importante y conocida respecto a la “ideología de
género” porque lograron introducir el término “género” con un significado ambiguo y
desconocido para la gran mayoría de los asistentes, y que creo ahora todos conocemos
(la tesis de que no nacemos varón o mujer sino que son categorías sociales en las que
nos convertimos) Sin embargo, voy a centrar esta comunicación en la I Conferencia
Mundial de la Mujer, pues ésta es desconocida para la mayoría de los expertos sobre
ideología de género. (Vale la pena aclarar que actualmente estoy realizando mi tesis
doctoral sobre “El análisis de la ideología de género en las Conferencias Mundiales de
la Mujer)
El material utilizado para nuestro análisis son los documentos oficiales de dicha
conferencia. A través de la lectura de los textos hemos analizado numerosos conceptos
que allí se tratan, pero hoy me centraré en los términos de igualdad y familia.
Tratamiento del concepto “igualdad”. El concepto moderno de igualdad tiene su origen
en la Revolución Francesa. Entonces, se usó para referirse a la igualdad de derechos
políticos y sociales de los varones. Posteriormente, las feministas reclamaron la
igualdad para que se aplicaran los mismos derechos sobre ellas. Su reivindicación se
hallaba en el plano jurídico. Sin embargo, poco a poco, esta lucha se trasladó al plano
ontológico, en un intento por eliminar cualquier diferencia real entre el hombre y la
mujer.
A la par de que el concepto igualdad se trasladó al plano ontológico, el socialismo y el
comunismo erigieron la igualdad como el bien absoluto y como sinónimo de justicia.
Pero según el derecho romano; la justicia no es dar a todos por igual, sino dar a cada
uno lo suyo. Hoy en día es un término que está de moda. En palabras del filósofo
Alfonso López Quintás, es una palabra talismán. Todo el mundo se arrodilla ante ella,
como si fuera el sumo bien. Y cualquiera que la ponga en duda es tachado de
discriminador e injusto. Y marginado del sistema como un hereje de los dogmas del
Sistema. Siendo el concepto de igualdad en verdad, necesario y aplicable en muchos
casos, éste se absolutiza en el discurso y se eleva a principio supremo que todo lo rige,
convirtiéndose así en una ideología totalitaria que abandona cualquier contacto con la
realidad.
Considero el término igualdad como una palabra llave. Es decir, una palabra que una
vez incluida en el discurso, abre la puerta a una visión del mundo sesgada y
contaminada, entre otras cosas, por la ideología de género
En la Declaración de México, uno de los documentos resultantes de la I CMM intenta
definir qué significa la igualdad entre hombres y mujeres. Dice así: “La igualdad entre
hombres y mujeres significa igualdad respecto a su dignidad y valía como ser humano,
así como igualdad en sus derechos, oportunidades y responsabilidades.”
Aunque sea verdad que existe una dignidad inicial y esencial común a todo el género
humano, de ello no se deriva necesariamente una igualdad en derechos, oportunidades y
responsabilidades. En justicia, a unos mismos seres les corresponde un mismo trato.
Pero teniendo en cuenta nuestra condición sexuada, se deriva un trato distinto al hombre
y a la mujer. Y los derechos, obligaciones y responsabilidades no emanan del ser
personal sino de la situación vital de cada sujeto. Por lo que la igualdad en todos los
campos, léase en derechos, oportunidades y responsabilidades eliminaría cualquier
huella de experiencia única y personal. No sólo no es cierto, sino que no es deseable que
todas las personas tuvieran las mismas responsabilidades, ni los mismos derechos.
Podemos concluir que habrá ocasiones en que las responsabilidades, derechos y
oportunidades sean las mismas entre personas y otras en las que no. Y no hablo de
diferencias y desigualdades sólo entre varón y mujer, sino entre varón y varón, entre
mujer y mujer.
Más adelante, en el Plan de Acción de la I CMM, se amplía la definición de igualdad:
“La igualdad entre el hombre y la mujer implica que debería haber igualdad de
derechos, oportunidades y responsabilidades… Al respecto, es esencial una revaloración
de las funciones y de los roles asignados tradicionalmente a cada sexo en la familia y en
la comunidad. La necesidad de un cambio en el rol tradicional de los hombres así como
de las mujeres debe ser reconocido. Para que la mujer pueda participar en pie de
igualdad en todas las actividades sociales, se deben establecer servicios organizados por
la sociedad para aligerar las tareas del hogar, especialmente se deberían proporcionar
servicios para niños. Se deben realizar todos los esfuerzos para cambiar las actitudes
sociales basadas en la educación de manera que se acepte que los hombres y las mujeres
compartan la responsabilidad del hogar y de los hijos.”
Este párrafo es muy importante pues redefine qué significa la igualdad entre hombres y
mujeres. Esta vez, la explicación es más extensa pues describe cómo se debe alcanzar
esa igualdad tan anhelada. La igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades
se logrará mediante la “reasignación de funciones y roles tradicionales adjudicados a
cada sexo”, es decir a través de la deconstrucción y nueva construcción de lo que es el
hombre y la mujer. Como vemos, quieren eliminar cualquier atisbo de naturaleza y de
tradición. Sin embargo, lo tradicional no es intrínsecamente perjudicial sino que en
muchos casos la tradición es fruto de la evolución orgánica de lo que la sociedad ha ido
descubriendo como bueno para el buen funcionamiento de la persona, de las familias, de
las comunidades y de la sociedad. Mientras que para los “ideólogos de género”, lo
tradicional siempre es injusto.
¿Y cuáles son esos roles tradicionales más “peligrosos”? La mujer como madre, esposa
y ama de casa, los ideólogos de género aclaran “en orden a que la mujer participe en las
actividades sociales en igualdad, es necesario que haya servicios sociales que ayuden a
las labores domésticas, y especialmente los servicios para el cuidado de los niños.” Es
decir, que para acabar con el rol tradicional de la mujer, es necesario que la mujer
trabaje fuera de casa y que alguien se ocupe de las labores de las que ella se había
encargado hasta ahora, cuidar de los hijos y de la casa. Además, establecen el principio
de que el hombre y la mujer compartan responsabilidades para con la casa y los hijos.
Sin embargo, corresponde a cada pareja organizarse según sus posibilidades y
capacidades, no según el principio de igualdad, ni hay por qué seguir la cuasi obligación
de que ambos miembros de la pareja trabajen dentro y fuera de casa.
Volvamos a la reflexión primera de que han convertido la desigualdad en sinónimo de
injusticia. Veamos el siguiente extracto: “Hay mujeres que tienen la experiencia
dolorosa de recibir o de haber recibido un trato desigual…” De esta frase se desprende
que un trato desigual es lo que ocasiona una experiencia dañina. Sin embargo, lo que
provoca el daño, no es la desigualdad, sino que el trato no sea justo, que no corresponda
con su ser, manifestado en su dignidad y en su realidad. Podemos considerar unas veces
será justo tratar a las personas en pie de igualdad y otras en las que no. En estas
consideraciones debemos tener presente que el ser personal se muestra sexuado en
persona femenina y en persona masculina, por lo que para que el trato sea justo y
adecuado a esa realidad, la relación, según las ocasiones, necesariamente a de ser
desigual. No obstante, en el texto aparece como si la desigualdad siempre fuera injusta
en sí misma.
Tratamiento del concepto de familia. Si en la ideología de género el principio de la
igualdad entre hombres y mujeres se debe cumplir a todos los niveles, aún más en el
ámbito de la familia por lo que de importante tiene esta institución como agente
socializador, educador y principal motor y constructor de las diferenciaciones entre
hombres y mujeres, y, según las ideólogas, donde la mujer sufre principalmente las
cargas de la diferencia. Por esta razón recalcan una necesaria igualdad en derechos y
responsabilidades en el ámbito familiar. Sin embargo, la división del trabajo en una
familia se debe realizar no por baremos de igualdad sino según las condiciones de cada
cónyuge, es decir, habilidades, destrezas, capacidades, tiempos, horarios, situación
física y mental… Lo importante en la familia es que se garantice un ambiente de amor,
no de igualdad. Y si además tenemos en cuenta que lo que propicia el amor no es la
igualdad sino otras realidades como la diferenciación de cada persona que da paso a la
complementariedad, el sacrificio, la donación, la entrega… no podemos proponer la
igualdad como ideal dentro de una familia. Así, en oposición podemos contrastar en la
Declaración de México el tratamiento que le dan a la familia y los términos en que
hablan de ella: “Las mujeres y los hombre tienen los mismos derechos y
responsabilidades en la familia y en la sociedad. La igualdad entre mujeres y hombres
debería estar garantizada en la familia… los hombres deberían participar más
activamente, creativamente y responsablemente en la vida familiar… combinando
eficazmente la casa con las oportunidades laborales de los dos miembros de la pareja.”
En la parte final del artículo se utiliza una vez más la estrategia de minusvalorar la
entrega total de la mujer a su familia y el trabajo doméstico, no mediante la crítica
directa sino mediante la alusión a que la mujer, al igual que el marido, debe trabajar
fuera de la casa: “los dos miembros de la pareja puedan combinar efectivamente su
trabajo fuera y dentro de la casa”.
Además, nótese que no hablan de matrimonio, cónyuge, esposos, sino en términos de
pareja. Teniendo en cuenta que la gran proporción de las familias constituidas en el
mundo lo hacen a través del vínculo matrimonial, las ideólogas de género a través de los
grupos de presión tratan de imponer su visión del mundo con la inclusión de un lenguaje
y una realidad que no afecta a la mayoría de las mujeres, sino a algunas de ese mundo
llamado “desarrollado”.
Por otro lado, podemos saber que la ONU considera que existen muchas formas de
familia, aunque no precisa si son todas igualmente válidas: “Los derechos de las
mujeres en todas las formas de familia, incluida la familia nuclear, la familia extendida,
las uniones de hecho y las familias monoparentales, deberían estar protegidas por
legislaciones y políticas apropiadas.”
También podemos saber que el ideal de familia que propone la ONU son familias
pequeñas: “…limitar el número de embarazos que cada mujer experimentará,
y de que las sociedades adopten el ideal de tamaños familiares reducidos donde éste sea
una meta deseable.” En la misma línea, tenemos en el apartado de Población dentro del
Plan de Acción una propuesta de acción que dice: “Utilizar todos los recursos humanos
para desmotivar las familias numerosas.” O “utilizar todos los recursos humanos para
motivar el tamaño familiar apropiado a los objetivos nacionales.”
Podemos destacar que en la I CMM, a pesar de que el concepto de familia contiene
algunas connotaciones empleadas por la ideología de género (como el uso de
anticonceptivos, el divorcio, varias formas de familia…), en general existen unos pilares
sólidos basados en una antropología realista y objetiva. En el apartado de Resoluciones
y Decisiones adoptadas en la Conferencia explican cómo “la familia es el primero y
fundamental núcleo de la sociedad”, huyendo así de una mentalidad individualista que
supone que el núcleo primordial es el individuo. La explicación que dan de este núcleo
primordial se basa no en la construcción social (como defendería la ideología de género)
sino en “una institución fundamental de origen natural”
Además, otorgan a esta institución la característica esencial de la procreación mediante
la constitución de la familia por la unión de un hombre y una mujer a través de su
complementariedad y unidad: “El hombre y la mujer forman dos aspectos de una misma
esencia vital y, unidos, hacen la vida posible.” “Se distingue por tener el carácter de ser
una comunidad de unión, amor y vida.”
Este párrafo es muy positivo para la defensa de la familia natural, pues además de
establecer un valor necesario y positivo a esta institución, la blindaría ante la
consideración de que una unión de homosexuales pudiera considerarse poseedora de
derechos para constituir una familia, pues una de sus funciones básicas es la procreación
y la vida. De esta forma, los homosexuales en unión de hecho quedarían excluidos
como familia por la estructura misma de las relaciones homosexuales. Éstas son
estériles en sí mismas.
En conclusión, podemos apreciar que el concepto de familia no está totalmente en dicha
conferencia desvirtuado. Sin embargo, existe una incipiente distorsión de la vida
familiar, que a medida que avancen las Conferencias Mundiales de la mujer, se va a ir
consolidando. También destaco que por la naturaleza misma de la forma en la que se
gestan los documentos de Naciones Unidas es imposible tener un cuerpo doctrinal
coherente. No obstante, el pensamiento posmoderno, impregnado de “ideología de
género” en general se ha impuesto con fuerza en las últimas décadas.
Conclusión. Podemos observar cómo usar el término igualdad indiscriminadamente,
además de darle validez a una argumentación que brilla por su ausencia de profundidad
intelectual y teórica, hace que nos podamos volver cómplices de los ideólogos de
género. Y como hemos podido comprobar, llevar este concepto al terreno familiar es
muy peligroso. Estamos de acuerdo en que existen muchos problemas familiares, pero
no podemos continuar repitiéndole a las personas a través de la legislación, de los
programas sociales y educativos, de los medios de comunicación, que se deba luchar
por la igualdad. No podemos proponer como solución la igualdad, cuando el problema
no es la desigualdad. El problema es la falta de compromiso, de respeto, de
conocimiento sobre la persona con la que convivimos, la carencia de comprensión, de
paciencia y de sacrificio, la escasez de complementariedad, de compenetración, de
comunicación, en suma la falta de amor, pero no simplemente la desigualdad.
Por lo que propongo que, en vez de caer en el terreno de las feministas radicales,
seamos creativos, siempre desde el humanismo cristiano, a la hora de arrojar luz sobre
los problemas de nuestro tiempo. No utilicemos por costumbre el lenguaje del enemigo
(sólo cuando sea estrictamente necesario) como si su lenguaje, sus propuestas y su
cosmovisión colmaran sobradamente nuestras expectativas. No dejemos que nos
contaminen. Llamemos a cada cosa por su nombre."Que tu sí sea claramente sí, que tu
no sea claramente no, porque otro lenguaje ambiguo proviene del Enemigo", como
dicen los Evangelios.
Muchas gracias.
Carolina Murube
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