PSICOANALISIS DE LA GUERRA, EL CONFLICTO ARMADO Y

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Revista de Psicoanálisis, Psicoterapia y Salud Mental Vol. 1 nº 5, 2008
PSICOANALISIS DE LA GUERRA, EL CONFLICTO
ARMADO Y TERRORISMO.
Edgar Alfonso Acuña Bermúdez1.
El terrorismo es el uso calculado de la violencia o de inculcar miedo. Se propone forzar o
intimidar a gobiernos o sociedades en la búsqueda de sus metas, que son generalmente
políticas, religiosas o ideológicas.
Este es un método de persuasión por la fuerza, un mecanismo psicológico vacío de todo
contenido desde el punto de vista racional. Se encuentran diferentes características del
terrorismo:
•
Deseos intensos de venganza y fantasías de realizar hazañas grandiosas que pueden
conducir a la descarga de sus impulso hostiles.
•
Incapacidad de tolerar la frustración y encontrar satisfacción suficiente para
canalizar sus sentimientos agresivos y hostiles mediante actividades constructivas.
• Incapacidad para transformar su persistente egocentrismo y su egolatría (narcisismo
primitivo) en elementos integrantes de ideales y conciencia saludable (ideales del yo
y elementos del superyo), lo que tiene como resultado desprecio a la autoridad.
•
Visión de la victima como una imagen compuesta que incorpora y refleja la propia
imagen criminal.
•
Existe una perdida de las fronteras del yo o un gran deterioro de la evaluación de la
realidad.
1
Profesor de la Facultad de Psicología Universidad de San Buenaventura, Cartagena- Colombia. Fundador y Director del Grupo
de Investigaciòn en Psicoanalisis INSIGHT
1
•
Poseen rasgos neuróticos obsesivos que se aferran a creencias y practicas
irracionales y las defienden a como de lugar.
•
Internalizacion de temores y miedos por sus vivencias infantiles amenazantes
producto de un exceso de autoridad por parte de los padres.
•
Presentan características sádicas donde se expulsa el instinto de muerte desde el yo
y por el influjo de la libido naciente.
•
Su búsqueda frenética de destrucción con cierta perdida de control esta vinculada al
monto de pulsiòn de muerte que sobrelleva.
•
La compulsividad que surge casi siempre provocada por la angustia que es
transmitida a otros por medio de la destrucción.
En este sentido, la psicoanalista H. Segal (1987) señala: “ considero que el grado de
deshumanización que observamos en las practicas grupales tales como el genocidio solo se
podrá observar a nivel individual en un psicòtico o en una psicópata criminal... cuando
estos mecanismos escapan a nuestro control, los grupos, en lugar de contener el
funcionamiento psicòtico, lo llevan a la practica y de ello resultan comportamientos
irracionales tales como las guerras y el genocidio”.
Freud hablo de la pulsiòn de muerte o Thanatos, fuerza inconmensurable, que a medida que
avanza la tecnología se expresa de manera mas potente y eficaz. Esta energía se ha
manifestado socialmente a lo largo de la historia de múltiples formas, especialmente a
través de las guerras. No se trata mas que de una transfiguración teórica de la antitesis entre
el amor y el odio universalmente conocido y quizá relacionada primordialmente con aquella
otra, entre atracción y repulsión. Cualquiera de estos instintos es tan imprescindible como
el otro y de su acción conjunta y antagónica surgen las manifestaciones de la vida.
Así el instinto de conservación, sin duda, es de índole erótico pero justamente precisa
disponer de la agresión para efectuar su propósito. El instinto de la muerte se torna en
instinto de destrucción cuando, con la ayuda de órganos especiales, es dirigido hacia fuera,
hacia los objetos. Así el psicoanálisis ha tratado de explicar gran numero de fenómenos
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normales y patológicos mediante esta interiorización del instinto de destrucción, uno de
estos fenómenos es el terrorismo.
“El terrorismo es una de las manifestaciones mas sofisticada de las pulsiòn de muerte por
que se trata de destruir a otros que se suponen confiados e indefensos, es decir, se asegura
que la destrucción va a tener éxito y al mismo tiempo se pretende
que tenga una
persecución social que entre mas intensa, se cumplen mejor sus siniestros objetivos. Es
obvio que este tipo de destrucción necesita para su planeaciòn y ejecución mentes
privilegiadas e inteligentes y al mismo tiempo severamente enfermas. ¿ Por que enfermas?
Porque se conjugan en ellas dos de los mecanismos inconscientes mas destructivos desde el
punto de vista psicológico: para la paranoide y lo psicopático. El paranoide teme ser
agredido por que inconscientemente ha puesto su propia agresividad en los demás y
reacciona con violencia destruyendo. En la psicopatía el ego o el yo no esta alterado, los
procesos de pensamiento no están desintegrados. En las personas que padecen esta
patología esta alterada su “moral social” por la insensibilidad hacia los demás y no hay
perfil especifico. El psicópata tiende a atacar a la sociedad sin importarle ningún valor
moral con tal de lograr los objetivos que se proponga. Otra característica del
funcionamiento de las masas es borrar la individualidad permitiendo que algo que no haría
la persona en forma aislada , si lo lleva a cabo en su comportamiento grupal. Los medios se
han desarrollado con asombroso avance. Es sabido que una de las características del
terrorismo es valerse de ellos para obtener su fin ultimo que es causar el pánico. Que decir
de aquellos medios que con fines lucrativos se ensañan exhibiendo la crueldad; esto es
sicopatología se llama a utilizar el exhibicionismo-voyeurismo con fines morbosos y
psicopáticos. En otras palabras, se trata de un fenómeno social perverso. Si la sociedad no
se da cuenta que existen causas y no las enfrenta, como por ejemplo la injusticia, esto va a
ser aprovechado por lideres enfermos, es decir, se les favorece su patología. Se podrá frenar
temporalmente, pero el Thanatos estará listo para aprovechar cualquier justificación para
desmandarse y subyugar de esta forma la pulsiòn de vida. Esta ultima, también llamada
Eros, es el constituyente de la tendencia de la tendencia hacia lo bueno, lo creativo, lo
amoroso, a evolucionar hacia lo constructivo y si no fuera por su existencia, la humanidad
ya habría perecido victima de si misma. Justamente la salud mental depende del predominio
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de este impulso. Si la sociedad fomenta los valores morales, la verdad, la justicia, la
solidaridad, el respeto por los derechos humanos, la cultura, en fin, todas aquellas
expresiones amorosas, podrá impedir que el Thanatos la destruya mediante sus múltiples
expresiones agresivas, una de ellas, el terrorismo”.
Los pueblos son representados hasta cierto punto por los estados que constituyen, y estos
estados a su vez, por los gobiernos que los rigen. El ciudadano individual comprueba con
espanto esta guerra.
El estado combatiente se permite todas las injusticias y todas las violencias que
deshonrarían al individuo. No utiliza tan solo contra el enemigo la astucia permisible sino
también la mentira a sabiendas y el engaño consciente y ello es una medida que parece
superar la acostumbrada en guerras anteriores. El estado exige a sus ciudadanos un máximo
de obediencia y abnegación, pero los incapacita con un exceso de ocultación de la verdad y
una censura de la intercomunicación y de la libre expresión de sus opiniones, que deja
indefenso el ánimo de los individuos.
Así sometidos intelectualmente frente a toda situación desfavorable y todo rumor
desastroso. Se desliga de todas las garantías y todos los convenios que habían concertado
con otros estados y confiesa abiertamente su codicia y su ansia de poderío, a las que el
individuo tiene que dar, por patriotismo, su visto bueno.
En realidad, no hay un exterminio del mal. La investigación psicológica o, mas
rigurosamente la psicoanalítica, muestra que la esencia más profunda del hombre consiste
en impulsos instintivos de naturaleza elemental., iguales en todos y tendentes a la
satisfacción de ciertas necesidades primitivas. Estos impulsos instintivos no son en si ni
buenos ni malos. Se clasifican por sus manifestaciones, según su relación con las
necesidades y las exigencias de la comunidad humana. Debe concederse, desde luego, que
todos los impulsos que la sociedad prohíbe como malos (tomemos como representación de
los mismos los impulsos egoístas y los crueles) se encuentran entre tales impulsos
primitivos. Estos impulso primitivos recorren un largo camino evolutivo hasta mostrarse
eficientes en el adulto. Son inhibidos, dirigidos hacia otros fines y sectores, se unen entre si,
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cambian de objeto y se vuelven en parte contra la propia persona. Ciertos productos de la
reacción contra alguno de estos instintos fingen una transformación intrínseca de los
mismos, como si el egoísmo se hubiera hecho compasión y crueldad altruismo. La
aparición de estos productos de la reacción es favorecida por la circunstancia de que
algunos impulsos instintivos surgen casi desde el principio, formando parejas de elementos
antitéticos, circunstancia singular y poco conocida, a la que se ha dado el nombre de
ambivalencia de los sentimientos. El hecho de este genero mas fácilmente observable y
comprensible es la frecuente coexistencia de un intenso amor y un odio intenso en la misma
persona. A lo cual agrega el psicoanálisis que ambos impulsos sentimentales contrapuestos
toman muchas veces también a la misma persona como objeto.
El factor interno es el influjo ejercido sobre los instintos malos (egoísta) por el erotismo;
esto es por la necesidad humana de amor en su mas amplio sentido. La unión de los
componentes eróticos transforma los instintos egoístas en instintos sociales.
Las influencias de la civilización hacen que las tendencias egoístas sean convertidas, cada
vez en mayor medida, por agregados eróticos en tendencias altruistas sociales.
Otra parte de esta transformación de los instintos tiene que ser llevado a cabo en la vida
misma. De este modo, el individuo no se halla tan solo bajo la influencia de su medio
civilizado presente, sino que esta sometido también a la influencia de la historia cultural de
sus antepasados.
Si a la aptitud que un hombre entraña para transformar los instintos egoístas, bajo la acción
del erotismo, la denominamos “disposición a la cultura”, podremos afirmar que tal
disposición se compone de dos partes: una innata y otra adquirida en la vida y que la
relación de ambas entre si y con la parte no transformada de la vida instintiva es muy
variable.
La sociedad civilizada, que exige el bien obrar sin preocuparse del fundamento instintivo
del mismo, ha ganado, pus, para la obediencia o la civilización a un gran numero de
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hombres que no siguen en ello a su naturaleza. Animada por este éxito se ha dejado inducir
a intensificar en grado máximo las exigencias morales, obligando así a sus participantes a
distanciarse aun mas de su disposición instintiva. Estos hombres se ven impuestos a una
presión continuada de los instintos.
En “El Malestar en la Cultura” Freud explica los distintos obstáculos que el individuo debe
vencer para compatibilizar sus necesidades pulsionales con los requerimientos culturales.
La represión libidinal y el sentimiento de culpa son dos corolarios intrapsiquicos de este
conflicto nunca resuelto. Pero también toda la estructura del aparato psíquico puede
considerarse como resultado satisfactorio de dicha lucha, las “cargas pulsionales
reprimidas” se pueden transformar en estructuras psíquicas (yo-superyo).
En 1923 Freud redefine los conceptos previos y afirma que la identificación que hace
posible la arquitectura del yo y del superyo es una “especie” de sublimación de las
pulsiones dirigidas originalmente hacia los objetos primarios (madre-padre). El proceso de
identificación no culmina luego del “sepultamiento del complejo de Edipo”, siempre
conserva su potencialidad evolutiva, pero articulado con toda la “cultura” en una evolución
hacia el infinito. Cada cultura posibilita de un modo distinto la continuidad de estos
procesos. El lugar
(como “objeto”) que originalmente tenían los padres para el niño lo
ocupa la “cultura” para el adulto. A través del intercambio bidireccional, mundo externo y
mundo interno, se consolidan las primitivas identificaciones y evolucionan en su
configuración originaria.
El devenir de los cambio culturales puede ser fuente y origen de un proceso que conduce a
la perdida de las identificaciones estructurales ya adquiridas y consolidadas. Cuando ello
acontece nos encontramos con distintos tipos de perturbaciones que no se originan
primariamente en un conflicto estructural entre instancias psíquicas sino que se deben a una
articulación alienante del individuo con su cultura, la cual se le ha hecho siniestra. Aun
teniendo en cuenta las series complementarias, este “malestar” en la cultura siniestra no
actúa como factor desencadenante solamente, sino que posee en si mismo a una autentica
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potencia generadora de alineación mental, es decir que provoca por si misma una ruptura de
la homeostasis interna del individuo en equilibrio psíquico.
La frase “ los argentinos somos derechos y humanos”, fue acuñada como un “fetiche
semantico” que reniega la violencia del terrorismo de estado. Bajo estas circunstancias la
realidad social se vuelve siniestra, es decir, no familiar. La fusión del yo con estos objetos
desestructurales del pensamiento arrastra en disgregación a toda la estructura psíquica. Las
consecuencias psicopatológicas posteriores que se generan dependen de las series
complementarias personales. El terrorismo de estado, el hambre, la desocupación, la
inflación y la burocracia administrativa, son formas de “terrorismo” que parten de lo social
y explotan dentro de la estructura individual.
Según Freud “es indudable que el significado del drama guarda cierta relación con su
descendencia de los ritos sacrificiales (el chivo y el chivo emisario) en el culto de los
dioses: el drama aplaca, en cierta manera, incipiente rebelión contra el orden divino que
decreto el imperio del sufrimiento. El héroe es, en principio, un rebelde contra Dios y lo
divino; y es del sentimiento de miseria que la débil criatura siente enfrentada con el poderío
divino de donde el placer puede considerarse derivado, a través de la satisfacción
masoquista y del goce directo del personaje, cuya grandeza el drama tiende, con todo, a
destacar. He aquí, en efecto, la actitud prometeica del ser humano, quien, animado de un
espíritu de mezquina complacencia, esta dispuesto a dejarse aplacar por el momento con
una gran gratificación meramente transitoria. Para la época en que Freud escribió estas
líneas, él no tenia idea de que en un futuro cercano – unos treinta años- se pondría en
marcha en el escenario político aquello a lo que él hacia alusión.
“El origen de la popularizada expresión chivo expiatorio puede encontrarse en la
antigüedad. Ya en el Templo de Jerusalén, el sumo sacerdote realizaba sacrificios de
animales como una forma de expiar los pecados de la comunidad, para lo que utilizaba un
carnero que, luego de ser objeto de una manipulación ritual se lo despeñaba desde un cerro.
De ahí el valor de simbólico del terminó en cuestión. En el periodo de entre ambas guerras
mundiales, en la Alemania hitleriana fueron los miembros de la comunidad -la raza en el
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decir popular- judía el pueblo elegido por los jerarcas del nazismo para que actuaran el
triste, oprobioso y peligroso papel de los chivos que debían expiar –con sus sufrimientoslas culpas del vapuleado orgullo alemán, aquella soberbia militarista que fuera humillada
por las condiciones –infantes- que les impusieran con el Tratado de Versalles. Y fue a los
judíos, como individuos y colectivo, a quienes se presento a la opinión publica alemana y
se les dibujo –además de una estrella en casaca y un numero grabado indeleblemente en sus
antebrazos- frente el patriótico y valiente pueblo alemán de aquella época como los objetos
sobre los cuales descargar la revancha que buscaban para limpiar el honor mancillado. Es
decir, se los expuso como los culpables de los fracasos económicos y de los dramas sociales
que surgieron después de instalada la Republica de Weimar. En la actualidad, principio del
tercer milenio, los miembros de la comunidad judía pareciera que han perdido por el
camino de sus múltiples exilios históricos de carácter demoníaco que oportunamente se les
atribuyó debido, fundamentalmente, a que ellos son los principales enemigos de los árabes
en la convulsionada región del Cercano Oriente; éstos son quienes aparecen como los
nuevos invasores de la Europa libre, merced a la avalancha de refugiados de aquel origen
que se instalan en su territorio o pretenden hacerlo. Sin embargo, en Argentina subsisten
pequeños grupos antisemitas encargados de hacer alguna pintada con leyendas ofensivas en
el domicilio de algún miembro de la judería, o de atacar con bombas de alquitrán algún
templo hebreo, como también han profanado cementerios de la colectividad. Los chivos
expiatorios aparecen en un colectivo a partir de identificar individuos miembros que han
sido culpabilizados de un crimen – generalmente de los morbosos- por tener el mismo
origen nacional, racial, político o cultural del agresor real o presunto, cuya victima fue
algún miembro de la mayoría poblacional. Para finalizar, es preciso comprender la figura
de los chivos expiatorios y no puede dejar de aludirse al mecanismo defensivo del
desplazamiento. Según la explicación del prejuicio a partir de la inmolación de los chivos,
las victimas son atacadas por que se presentan como presas fáciles y seguras para el
agresor, ya que cuentan con poca capacidad de defensa propia y de quienes debieran
protegerlas, a fin de descargar la hostilidad que se ha acumulado en los agresores.
Normalmente, en estas conductas agresivas, como son las xenófobas o las prejuiciosas, el
victimario necesita –como síntoma de su cobardía- la seguridad del amparo en la
impunidad del ataque agresivo. No solo la impunidad debe estar presente en la ideación del
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agresor. También los sectores minoritarios, los que son las victimas propiciatorias de la
hostilidad desplazada, cargan con sus culpas. Como por ejemplo negros, musulmanes y
judíos. Ellos suscitan respuestas de agresión de individuos previamente frustrados como
consecuencia de un sentimiento de aversión hacia esos colectivos. Generalmente, tal
aversión es efecto de la (des)ideologización que los demonizò, ésa es su única culpa y es
excepcional que la aversión sea producto de experiencias que sean fuente de frustración
directa para el agresor. Se pueden contabilizar al menos dos hechos que son evidentes: a)
que no todas las personas son propensas a comportamientos agresivos y b) no todas las
minorías despiertan respuestas hostiles o estimulan a quienes están predispuestos a la
agresión. Que algo o alguien suscite sentimientos de odio no lleva necesariamente a
desencadenar una agresión. Para ello es preciso la presencia de estímulos asociados con lo
que instigó tal estado emocional. Los mismos pueden alojarse tanto en lo circundante,
como en las fantasías. Quien planea tomar desquite por un daño sufrido instala al sujetoobjeto responsable de la frustración de manera simbólica en los pensamientos y
sentimientos, donde estos se hayan mezclados. Esa representación simbólica se convertirá
en el estimulo originario de una respuesta agresiva, la que no necesita exteriorizarse. La
imposibilidad de revancha puede ser la fuente de una nueva frustración. De modo que,
popularmente, se conoce el papel purificador que juega la expresión de las emociones.
Lacan diría es preciso ponerle palabras a los sentimientos. Esta operación, la catarsis,
significa poner afuera –con palabras- lo que molesta adentro. Pero si esto fuera tan simple,
cuando se vive inmerso en medio de los insultos mas escatológicos imaginables, no tendría
por que haber agresiones físicas y pese a todas las palabras, aquellas siembran el terror en
quienes son objeto de la agresión “.
La violencia social es registrada en términos individuales como terror. Para salir del estado
de terror el yo emplea las defensas mas extremas. Por ello se considera fundamental revisar
las descripciones clínicas de las estructuras psicopatológicos a la luz de esta situación
cotidiana de violencia. El hambre y la desocupación constituyen en si mismas una “una
bomba de tiempo” que puede generar distintos estallidos sociales.
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Russell afirmaba: “ninguna otra organización despierta ningún sentimiento parecido a la
lealtad que despierta el estado nacional. Y la principal actividad del estado es prepararse
para el homicidio en gran escala. La lealtad a esta institución orientada a la muerte hace que
el hombre tolere el estado totalitario y arriesgue la destrucción de su hogar, de sus hijos y la
civilización en su totalidad”. El mencionado funcionamiento opera y crea la necesidad de
combatir a toda costa un supuesto enemigo.
“El fanatismo es el uso de una ideología con apasionamiento irracional y la creencia que
solo en ella radica la verdad. Como los nazis que justificaron con argumentos
supuestamente raciales la matanza de millones de seres humanos. Pero ahora la humanidad
se ve abocada no ya a un nivel regional sino universal a un fanatismo religioso que
disfrazando la pulsion de muerte pone en peligro lo mágico ubicándolo en tal cual creencia,
con supuestos fines de inmortalidad paradisíaca que justifiquen cualquier violencia. El
terrorista no puede ni entender ni superar por que esta dominado por su enfermedad. El
fanatismo político es cuantitativamente menos intenso que el religioso pues éste tiene
menos facilidad de sustentarse en lo mágico. Es importante aclarar que no todo el fanatismo
necesariamente conduce al terrorismo, pero si todo terrorismo esta basado en el fanatismo.
Combinado fanatismo y terrorismo, su objetivo es dominar a la sociedad mediante el
miedo, para subyugarla a sus creencias sin permitir la expresión de ninguna otra. En otras
palabras, la razón queda abolida”.
Las nuevas guerras son de exclusión, estando basadas a principios propios, donde
participan militares y otros grupos, que se apartan del combate convencional generando
muchas muertes entre la población civil que entre los propios combatientes, no hay una
regulación o legislación internacional.
Existe un temor en donde después del Holocausto, en lugar de seguir hacia el progreso se
puede ir en retroceso con relación a la historia dándose lugar a fanatismo extremos,
discriminaciones, divisiones, desconfianza y miedos, entre otros; todo esto trae consigo la
manifestación destructiva a través de crímenes y guerras. En la violencia siempre se tiende
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a ir mas lejos, la guerra es una enfermedad que se propaga y de la misma manera lo hace el
terrorismo.
“No haremos nuestro mundo mas habitable y predecible si no abordamos las profundas
desigualdades que laceran nuestro planeta o si no contribuimos a resolver algunos de los
conflictos internacionales cuya persistencia es fuente de desesperanza e ira. La paz de siglo
XXI no puede ser la paz armada, de las guerras sucias y largas, ni del retroceso de la
libertad en aras de la seguridad o de la confrontación de civilizaciones. La paz del siglo
XXI debe ser la del derecho internacional, la solución negociada de conflictos y la
superación de la dramáticas desigualdades que condenan al tercer mundo a la miseria y la
desesperanza. Hoy, ante momentos difíciles es cuando se trata de ser realista construyendo
lo que parece imposible: la paz.
Con relación a las neurosis de guerra, Freud argumenta que el papel desempeñado por el
superyo en las neurosis traumáticas implica que el representante intrapsìquico del destino
puede estar constituido no únicamente por el superyo auténtico adquirido durante la
infancia, sino que también puede incluir identificaciones posteriores mas superficiales con
otras autoridades lo cual ejerce influencia y genera conflicto con el superyo autentico; al
hablar de “dobles parasitarios del superyo” las condiciones de guerra pueden crear un
superyo de guerra que no solamente permite la expresión de los impulsos sino que además
plantea exigencias tentadoras para el yo debido a que el superyo auténtico nunca permitió la
realización efectiva de tales impulsos. En muchas neurosis de guerra se puede encontrar un
“yo de paz” que surge en función de defensa contra el “superyo de guerra”.
“No hace falta ser un visionario compasivo; es posible reconocer la objetiva necesidad
biológica y psicológica del sufrimiento en la economía de la vida humana y, no obstante
eso, condenar las guerras en cuanto a sus medios y a sus objetivos , anhelar su terminación.
Por cierto, se ha dicho que las guerras no podrán cesar mientras los pueblos vivan en
condiciones de existencia tan diversas, mientras difiera tanto el valor que cada uno de ellos
atribuye a la vida del individuo y mientras los odios que los dividen sigan siendo unas
fuerzas con tanto imperio en lo anímico. También se esperaba que la humanidad seguiría
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recurriendo durante largo tiempo a guerras entre los pueblos primitivos y los civilizados,
entre las razas separadas por el color de la piel, y que aún en Europa las habría entre las
naciones poco desarrolladas o caídas en el salvajismo, o en contra de ellas. Pero se osaba
esperar algo más. De las grandes naciones de raza blanca, dominadoras del mundo y en la
que ha recaído la conducción del genero humano; de esas naciones a las que se sabia
empeñadas en el cuidado de intereses que se extendían por el universo entero, creadoras de
los progresos técnicos en el sojuzgamiento de la naturaleza así como de los valores de
cultura, artísticos y científicos, de esos pueblos se había esperado que sabrían ingeniárselas
para zanjar por otras vías las desinteligencias y los conflictos de intereses. Dentro de cada
una de esas naciones se habían establecido elevadas normas éticas para el individuo, quien
debía acomodarse a ellas si quería participar en la comunidad de cultura. Estos preceptos, a
menudo extremados, le exigían mucho, le imponían una extensa restricción de si mismo,
una vasta renuncia a su satisfacción pulsional. Sobre todo, le estaba vedado valerse de la
extraordinaria ventaja que en la lucha competitiva procura el uso de la mentira y el fraude.
El Estado civilizado tenia estas normas éticas por base de subsistencia; adopta serias
medidas si alguien osaba infringirlas y aún declaraba ilícito que el entendimiento crítico las
sometiera a examen. Violencia implica un desconocimiento del otro como sujeto. Violencia
donde la vida psíquica o física del otro no vale. En 1893 decía Freud con respecto a las
experiencias traumáticas: “que lo eficaz para el síntoma es el afecto del terror”. Esto es lo
que hace de un acontecimiento un trauma. La primera forma de angustia traumática es
asociada a inermidad, que vivenciamos ante los hechos de violencia en la historia social,
familiar, laboral... de cada uno, expuestos indefensos ante el deseo de muerte de otro.
Identidad de uno, desidentidad del otro. Ser reconocidos o no como sujetos: en ello está
tanto la posibilidad de construir el propio narcisismo, cuerpo erógeno, soporte
indispensable de la estructuración subjetiva, así como la posibilidad de su abolición como
sujeto. La destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York por aviones de pasajeros
convertidos en armas mortales, el terrorismo fundamentalista y los bombardeos
estadounidenses a Afganistán son muestras de la violencia imperante, pero las
incertidumbres que acechan al mundo de hoy son también dramáticas en otros terrenos,
como el del temor al desempleo y a la pobreza. En ese sentido, el caso argentino puede ser
apenas una pequeña señal de los prolegómenos de un futuro que nadie se anima a predecir.
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Todas estas consideraciones fueron formuladas durante un seminario organizado a
mediados de diciembre por la Federación Psicoanalítica de América Latina (Fepal). La
propia práctica psicoanalítica no puede verse ajena a todo lo que esta sucediendo, se dijo en
el seminario, recordándose cierto desentendimiento pesimista del psicoanálisis freudiano
con respecto a la violencia social, la exclusión, la persecución y la guerra. Ni el mundo es
sólo una pantalla para la proyección de fantasías internas, ni el sujeto es la copia de las
imágenes o ideas prevalentes en la sociedad. Aunque se repitan mil veces las imágenes de
los avionazos sobre las Torres Gemelas, el bombardeo de edificios y casas en Irak o
Afganistán, Chechenia u Oriente Medio, o la destrucción de fábricas o cualquier lugar de
trabajo, se requerirá un relato que las explique. Un relato que desarme los impactos
traumáticos y las imágenes prevalentes y que articule huellas de la experiencia histórica y la
vivencia singular.
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