josé manuel darro: cartografía de la memoria sensitiva

Anuncio
JOSÉ MANUEL DARRO: CARTOGRAFÍA DE LA MEMORIA SENSITIVA
Fernando Martín Martín
“Hay muchos mundos, pero están en este”. Esta conocida frase del
poeta Paul Eluard nos sirve bien a la hora de acercarnos a la obra de José
Manuel Darro, pintor y grabador cuya versatilidad temática y técnica ejemplifica
bien la creatividad de este granadino cuyo rico discurso narrativo nos descubre
“esos mundos”, que sin embargo todos parten de él, es decir, de su imaginario
vivencial y cultural. A través de una secuencia formalizada en distintas series,
Darro, nos ofrece un amplio repertorio iconográfico impregnado de referencias
procedentes tanto de experiencias personales y memoria, como de hechos que
su fina sensibilidad ha registrado, -pienso en este sentido en sus frecuentes
viajes, donde la huella oriental, como veremos, ha dejado una impronta
especial en su quehacer-, como en lecturas donde el factor poético va a cobrar
un notable protagonismo, sin que ello margine algunos temas de injusticia
social que como ciudadano no le dejan indiferente. Así pues, la selección de
obras aquí presentada, resuelta técnicamente en las distintas modalidades de
serigrafía y aguafuerte, nos dan a conocer desde la excelencia de ejecución,
por un lado, la personalidad o lenguaje plástico de su autor en el que da
constancia de su identidad como artista, de ese microcosmos que apela a sus
inquietudes y su deseo de hacerlo partícipe; por otra parte, la estampa,
adquiere de la mano de Darro – nunca mejor dicho-, la potencia y virtud
expresiva como medio para descubrirnos esos mundos que en su figuración
revestida de mitos, leyendas, impresiones, naturalezas, etc. construyen un
sugerente calidoscopio, que nos hace sentir desde sus plurales imágenes la
belleza.
Desde la evocación poética de sus epígrafes –Estación de los sentidos,
Presagio de un aroma, Vuela la imaginación, Velos del tiempo, etc.- títulos que
contienen de por sí su sentido justificador, su autor nos desvela los intereses
que emocionalmente han configurado su existencia en un singular
microcosmos formalizado en series. Cada una de ellas posee su personalidad
iconográfica y conceptual, compartiendo sin embargo, una actitud vital que
invariablemente nos conduce al constante “espíritu de su obra”, de ahí las
referencias temáticas que han aparecido a lo largo de su trayectoria,
expresadas casi siempre con una seductora sutilidad, casi evanescentes, sin
estridencias efectistas, con la consistencia ligera de un susurro, pero lo
suficientemente claras y transparentes como para conmover y dejar huella.
Anteriormente me he referido al factor poético que impregnan los títulos
de cada una de las series que constituyen una suerte de suite, donde se
abordan conceptos tan inasibles, pero a la vez tan presentes como la
imaginación, el aroma, el tiempo o los sentidos, como reflejos interiores de la
personalidad de su autor. ¿Cómo representar lo que de por sí no tiene una
apariencia concreta? Desde la antigüedad remota, el hombre se ha valido del
mito como metáfora –una forma poética y literaria- para expresar sus anhelos,
sentimientos, miedos, o recuerdos, Darro también.
Con el nombre de Estación de los sentidos, se nos presenta un
pequeño conjunto de grabados en formato cuadrado y técnica mixta, donde los
elementos clásicos de la percepción, sonido, vista, gusto, tacto, etc. aparecen
bajo imágenes alusivas a los mismos junto a otras que poco tienen que ver con
el tema principal, iconografías las más de las veces poco explícitas, como un
deseo por parte del artista, de apelar al contemplador a una asociación libre en
pro de una secuencia a la literalidad, característica esta común en la mayoría
de los grabados. Rasgo que aparece acentuado por la fragmentación de las
imágenes y los fondos nebulosos donde se contextualizan en suaves
tonalidades cromáticas.
Presagio de un aroma, es el bello título con el que Darro rinde
homenaje a la escritora y poetisa granadina Elena Marín Vivaldi, por lo que el
artista teniendo presente alguna de las composiciones de la autora de “El ala
de un recuerdo”, hace suyos los sentimientos, sensaciones e imágenes
descritas en él. Si transcribimos parte del poema citado: “Como un aire suave
que el verano más cercano (…) en brisas de nostalgia, florecido, el ala de un
recuerdo, silencioso, ha rozado mi alma, y, suavemente, desde el umbral
oscuro del olvido, un sueño, de su noche, milagroso, llega claro a mi sed con
voz ausente”, comprendemos parte de la inspiración libre con la que se apoyan
algunas de las imágenes de esta excelente serie compuesta de dieciséis
estampas. En ella hallamos todo un inventario iconográfico en donde mitología
y naturaleza se dan cita dentro de un espacio mágico mostrado como
cartografía de sueños donde una figuración diversa, a la manera de los signos
del zodíaco, gravita con su carga simbólica y de recuerdos. La naturaleza se
expresa a la manera de ideogramas fragmentados donde se evocan el reino
animal y la flora, navegando por campos atmosféricos que sirven de fondo
atemperado. En ellos el artista da a conocer temáticas preferentes junto a
otras de varias de sus composiciones. Así el buey alado junto al mandril nos
traslada en su fantástica configuración al panteón hindú, aunque es el árbol en
mutantes representaciones el elemento más constante, pareciendo existir un
claro propósito por parte del artista por subrayar su enérgico poder como
símbolo de vida, como imagen seminal y emblemática. Árboles de copiosas
ramas, primaverales en su énfasis de renacimiento incandescente de luz
dorada, pero también árboles depauperados en sus esquemáticos ramajes que
parecen avisar de la agresión continua e inconsciente a la madre naturaleza.
José Manuel Darro vive en una casa rodeada de un jardín, en medio de la
hermosa sierra granadina, junto a la naturaleza, acariciada por un aire ligero y
sus silencios.
De especial belleza plástica, son los grabados que siguiendo la temática
del árbol, éste se representa desde la particularidad, es decir, sus copiosas
ramas aquí desfallecidas a la manera del sauce llorón, hacen una primera
visión de detalle que se nos antoja como una abstracción que inunda toda la
superficie de la estampa, con un efecto que trae a la mente las célebres
composiciones de Pollock, pero una segunda mirada más atenta, nos descubre
su verdadera naturaleza vegetal, cuyas formas desbordantes dejan traslucir sin
embargo imágenes misteriosas como si se tratase de una ensoñación.
Vuela la imaginación, si, el pensamiento tiene alas, es incontrolable e
imprevisible, y se adorna de imágenes diversas sin que podamos hacer algo,
Breton nos lo dice “Querida imaginación, lo que más me gusta de ti es que no
perdonas”.
De formato apaisado, como un desplegable de un pensamiento ilustrado,
sobre un fondo de hermosas tonalidades azules, un retrato en primer plano con
los ojos cerrados a la manera de las iconografías propias de los simbolistas en
su intención de expresar el estado de concentración propicio para la revelación,
Darro crea una secuencia de representaciones donde la fisonomía del
protagonista parece diluirse para concentrase dejándonos solo con la mirada,
ésta sí visualizada en los ojos que aparecen acompañados de heteróclitos
seres, unos ya conocidos, como el buey alado o pegaso, otros nuevos, rostros
vociferantes que inundan el paisaje mental de forma caótica. Uno de los
aguafuertes, éste en colores rosáceos pálidos, parece resumir la idea
anunciada en la serie, cerebros alados comparten el espacio con la mano que
porta un punzón, símbolo de creatividad, como alegoría transitoria entre la idea
y su formalización plástica.
Los velos del tiempo se descorren para dejarnos descubrir recuerdos
personificados por imágenes donde el misterio de la representaciones bajo la
apariencia de una multiplicidad de objetos y seres, comparten su presencia con
realidades crueles que el autor trae una toma de conciencia de uno de los
dramas más dolorosos de la actualidad, me refiero a la inmigración vinculada a
la imagen de las pateras, tema este que reincide en varias estampas en
distintas series, y que más tarde, como se verá, tendrá un carácter
monográfico.
Los velos del tiempo, se componen de aguafuertes que adoptan una vez
más el formato cuadrado, lo cuál incide en la representación al servir como
espacio simétrico que centraliza la iconografía principal, las cuales por lo
general, aparecen acompañadas por otras que giran alrededor a la manera de
los signos del zodíaco, es decir, como la rueda de la vida en la que los planetas
aquí han sido suplantados por distintas figuras. El hombre que despide de su
boca fuego, flameando una diatriba, felinos de aspecto feroz y mirada
desafiante, astros pertenecientes a caprichosas constelaciones, faunas
mágicas, algunas de estas emblemáticas por su carácter simbólico, y
preferentes para el autor, como la cabeza del águila –el ave que vuela más alto
pero siempre sola, nunca en manada, pájaro de Zeus, representación del poder
por antonomasia- o el tigre, símbolo universal de cólera, de ferocidad, de valor
militar como lo entendieron los aztecas y otros pueblos prehispánicos desde la
especie del jaguar.
Uno de los rasgos distintivos de estas obras gráficas, es el tratamiento
que da Darro a las imágenes, esto es, su carácter de miniatura, de delicada
configuración muy en la línea de una concepción oriental, de afecto por lo
pequeño sin perder su identidad, carácter éste por otra parte muy acorde con la
sensibilidad y el sentido intuitivo que se desprende de gran parte de su obra,
del mismo modo que su amor por la naturaleza, omnipotente en su producción.
Imágenes minimalistas, a veces casi evanescentes en su transparencia y
fragilidad del trazo, que como el propio artista nos confiesa inducen a la
ensoñación.
Con el nombre de Migraciones el artista se aparta de sus fabulaciones
particulares para centrarse en una historia donde poco cabe la poesía o el
lirismo, la realidad se impone ofreciéndonos su rostro más estremecedor, y en
efecto, lo que Darro nos presenta es una galería de rostros femeninos cuyos
rasgos étnicos nos señalan su origen no europeo, todos tienen un “atributo”,
una corona de espinas, flagelo de una condena injusta. Ejecutados con un
fuerte grafismo y precisión, así como admirable sentido dibujístico – cualidad
ésta propia del artista-, una secuencia de expresivos rostros destacan sobre el
fondo de la composición acentuando el contraste en figura y contexto neutral
que en ocasiones viene dado por el propio color blando de la estampa. En
convincente realismo se nos delata el estado de aflicción de los personajes
como un estado condenatorio e inmoral ejercido por una sociedad que mira
para otro lado ante unas aspiraciones justas y equitativas. El hecho de que sus
protagonistas sean femeninos nada tiene de gratuito y casual, antes al
contrario, parece que el autor ha pretendido acentuar la doble discriminación y
marginalidad de la mujer en el llamado tercer mundo. Como he señalado, el
tema de la inmigración aparece en otras series “Presagio de un aroma o Los
velos del tiempo”, en estos aparecen bajo la patética imagen de las pateras,
aquí por el contrario, no es una multitud anónima, se personaliza en rostros, en
fisonomías que llevan marcado el dolor, e incluso preconizan su trágico final
con la imagen de la calavera cuyas huecas cavidades portan relojes como
símbolo de que la muerte es sólo cuestión de tiempo.
Sin duda, esta serie de Migraciones, no sólo no puede dejar indiferente a
nadie dado su emotivo argumento sino que constituye por su alta calidad
plástica uno de los logros más sobresalientes en la ya larga trayectoria de su
autor dentro del medio gráfico.
Geometrías naturales, aunque no podemos referirnos de manera
exclusiva en cuanto temática a un mundo matemático como representación,
puesto que aparece en coexistencia con imágenes procedentes del reino
animal, concretamente tortugas o vacas, si existe en esta original serie un
predominio de lo geométrico bajo la forma de mallas o tramas poligonales que
se extienden por el espacio en curiosas composiciones. Estas nuevas
iconografías hay que relacionarlas con el universo fractal que últimamente el
artista ha experimentado desde una práctica más volumétrica y tectónica como
es la escultura, pudiéndose presentar como un eco o proyección de su nueva
faceta, en la que lo tridimensional ha dejado su huella en formato
bidimensional. Mientras sus esculturas invaden los espacios desde estructuras
variables en una superposición de cubos o elementos encardinados, teniendo
en común el carácter de transparencia y liviandad que se observa en sus
dibujos, en estos grabados las aludidas mallas, se expanden por la superficie
con un sentido de organicidad desde una apariencia distorsionada que impele
a la sugerencia mecánica celular a fin de fórmulas geométricas de ordenador, a
la impronta ornamental sobre una figura, como acontece en la reiterada imagen
de un buey, en otras adquieren una imagen más mecanicista como en las
iconografías airosas y elegantes de caballos en corbeta que nos traen a la
mente el quehacer de dos maestros, Leonardo Da Vinci y Diego Velázquez.
Descargar