Roma-Condesa

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El pasado es un país extranjero.
En él ocurren las cosas de una manera diferente.
L. P. Hartley
La ciudad de México es, en sí misma, un espacio de múltiples ciudades, posee barrios y suburbios
tan diferentes, con las más variadas características. Conocer nuestras colonias y su entorno, descubrir su historia, nos permite valorarlas en el presente y conservarlas para el futuro.
Esta exposición es un homenaje a las zonas denominadas popularmente como “Roma y Condesa”, cuyas áreas abarcan en realidad cinco colonias: la Roma está conformada por la Roma
Norte y Sur, y la Condesa comprende la Hipódromo, la Condesa y la Hipódromo-Condesa.
Los fraccionamientos, también llamados colonias, surgen desde mediados del siglo XIX como
consecuencia del crecimiento demográfico en la ciudad de México, que se tradujo en una
mayor demanda de áreas urbanas y espacios de habitación. Hasta ese momento, el centro
de la capital mexicana albergaba a casi todos sus habitantes, que vivían en condiciones precarias sin agua potable, drenaje o calles pavimentadas, lo que la hacía una ciudad insalubre.
Las colonias Roma y Condesa se fundaron en 1902, como consecuencia tanto de una mayor
demanda de vivienda, como del impulso modernizador y europeizante promovido por el régimen de Porfirio Díaz.
La presente exhibición ofrece un acercamiento a un tema que por sí mismo es vasto y se puede
abordar desde muchas perspectivas. Por ello, es importante subrayar que esta muestra privilegia el enfoque arquitectónico y urbanístico.
El MODO, ubicado en el corazón de la Roma, presenta esta exposición dedicada a los orígenes de dos suburbios emblemáticos de la ciudad de México, a 111 años de su fundación,
y ofrece un acercamiento a los estilos arquitectónicos que se desarrollaron en la época de
su esplendor, durante la primera mitad del siglo XX. La exposición recupera en imágenes los
espacios perdidos, destruidos por el hombre o por la fuerza de la naturaleza; incluso, a través
de fotografías, establece la comparación de “un antes y un después”. Se revelan los lugares
más distintivos de las dos colonias y se incluye una selección de secuencias cinematográficas
en las que se reconoce y se puede disfrutar de películas filmadas en estas colonias —por más
de ochenta años—, sitios que han servido de locaciones o de gran estudio cinematográfico y
cuyas imágenes en movimiento quedaron registradas como un invaluable testimonio.
Ahora las imágenes, los objetos y las fotografías reunidos en esta muestra cobran un nuevo
sentido: permiten conocer más de la historia y la fisonomía arquitectónica y urbanística para
valorar, conservar y defender esta gran herencia y rendir un tributo a las colonias Roma y Condesa, que siguen resistiendo el inexorable paso del tiempo.
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La fundación de las colonias
Roma y Condesa
La falta de áreas urbanas y habitacionales para la creciente población de la ciudad de México se
agravó a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en la que se inició el crecimiento de la urbe.
La colonia de los Arquitectos (hoy San Rafael), establecida en 1857, fue la primera con la que
comenzó la expansión de la ciudad a través de fraccionamientos; a partir de esa fecha, y hasta
1902, se constituyeron 22 más en la ciudad de México. Las colonias Roma y Condesa se fundaron en el año de 1902, como consecuencia del impulso modernizador y europeizante que
promovió el régimen de Porfirio Díaz.
Las compañías desarrolladoras estaban constituidas por funcionarios que tenían la posibilidad
de lograr contratos y permisos especiales, unidos con socios que aportaban el capital para la
compra de grandes propiedades o latifundios, que después de urbanizar y fraccionar, vendían a
particulares para la construcción de casas habitación.
La importancia de la creación de las colonias Roma y Condesa es que fueron los primeros
fraccionamientos habitacionales con todos los servicios de infraestructura necesarios.
La Colonia Roma
Al igual que otras zonas de la ciudad, la Roma surge como consecuencia de la expansión al
surponiente de la ciudad de México. Las clases altas y la burguesía, establecieron su residencia
fuera del antiguo centro de la ciudad y construyeron sus majestuosas casas, artísticos “chalets” y
palacetes en las elegantes colonias Juárez (1896), Roma y Condesa (1902) y Cuauhtémoc (1904).
El 24 de enero de 1902, la Compañía de Terrenos Calzada de Chapultepec, S.A. informó al
Ayuntamiento haber comprado un terreno denominado Potrero de Romita, con el propósito
de establecer en él una colonia dotada de todos los servicios necesarios. El contrato fue aprobado por el Ayuntamiento el 30 de diciembre de 1902 y la colonia tomó el nombre del vecino
pueblo de Romita.
El nuevo suburbio fue planeado a partir de un eje existente entre la Calzada de Chapultepec
y el ángulo que formaba con la Calzada de la Piedad (hoy Cuauhtémoc). El fraccionamiento se
proyectó con amplias calles asfaltadas que, por lo general, medían 20 metros de ancho; inclusive, algunas avenidas tenían camellones con pasto, lo cual era una gran novedad. La avenida
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Jalisco (ahora Álvaro Obregón), de 45 metros de ancho, fue pensada como un boulevard al
estilo parisino; las esquinas fueron delineadas a 45 grados, para permitir el paso los carruajes,
y las aceras fueron embellecidas con árboles. La nueva zona contaba con agua potable, alcantarillas, sistema de drenaje y alumbrado público.
El diseño del fraccionamiento tenía bellos jardines, al centro del suburbio, como el Parque
Roma, con bancas de hierro alrededor de una gran fuente (actualmente Plaza Río de Janeiro). El periódico El Mundo Ilustrado, del 16 de marzo de 1913, afirmaba que la Roma era una
“prueba palpable de nuestro progreso material, dirigido por la evolución del buen gusto, es
esta colonia que nos da honra y prestigio en el mundo civilizado”.
A partir de 1905, aparecen en la prensa anuncios que difunden las condiciones de compraventa y promueven las características de la colonia Roma Sur como una zona urbanizada con
“saneamiento perfecto, agua abundante, calles asfaltadas, hermoso parque, amplias banquetas y árboles y jardines”. En ese momento la Roma Sur comprendía desde la Avenida Jalisco,
su primer límite hacia el sur, hasta la calle de Coahuila.
Posteriormente, el perímetro de la colonia Roma se extendió hacia el poniente, al abarcar la
zona comprendida entre las actuales avenidas Chapultepec, Insurgentes, Álvaro Obregón y
Veracruz, que habían pertenecido a la colonia Condesa. Hacia 1922, la Roma se amplió al urbanizarse el antiguo pueblo de Romita, integrándose esos terrenos a la colonia.
En 1927, se le denomina Colonia California, al segmento que va de la Avenida Baja California, a
lo que hoy conocemos como el Viaducto Miguel Alemán; posteriormente, esta pequeña colonia
se integra a la Roma Sur. En la actualidad, la Delegación Cuauhtémoc considera los límites de la
colonia Roma Sur, desde la calle de Coahuila, hasta el Viaducto Miguel Alemán.
la Colonia Condesa
El 1 de octubre de 1902 se constituyó la compañía Colonia de la Condesa S.A., entre los 166 socios que la conformaban, se encontraban distinguidos representantes de los más altos círculos
políticos y sociales del Porfiriato: José Yves Limantour, José Luis Requena, Guillermo de Landa
y Escandón, Enrique C. Creel y Porfirio Díaz hijo, entre otros. Una de las grandes operaciones
de la compañía, fue la de adquirir parte de la antigua Hacienda de la Condesa a través del
Banco Mutualista y de Ahorro.
El impreso con el que el banco vendía los terrenos afirma que cada accionista podría tomar
uno “en forma gratuita”, correspondiente al valor de sus acciones, y que el fraccionamiento
comenzaría a repartirse entre los socios, iniciando con los lotes aledaños a las calzadas de
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Chapultepec y de Tacubaya (hoy Avenida José Vasconcelos), es decir, la zona norte la colonia.
El 30 de diciembre de 1903 el Ayuntamiento aprobó el establecimiento de la colonia Condesa,
obligando a la compañía a crear espacios habitables saneados, que contaran con agua, calles
pavimentadas, arboladas y con un parque.
La confirmación del prestigio de la colonia Condesa vino con la inauguración del Toreo en
1907 y del Hipódromo en 1910, dos flamantes atractivos para la zona.
Entre las primeras construcciones de la Condesa que aún se conservan, destacan los departamentos de los Edificios Condesa, construidos hacia 1908 para los empleados de la Compañía
Petrolera “El Águila”; además de la residencia de Jorge Gómez de Parada, que se edificó en
1911 sobre los terrenos en los que se localizaba el antiguo casco de la hacienda de la Condesa,
bajo el diseño del arquitecto Mauricio de María y Campos, misma casona que, desde 1942,
aloja a la Embajada de Rusia.
Al disolverse la compañía Colonia de la Condesa S.A., en 1907, el enorme terreno que originalmente tenía el perímetro de la colonia, se fue transformando en otros fraccionamientos:
Roma Sur, Hipódromo, Hipódromo Condesa y Escandón.
Arquitectura
Las colonias Roma y Condesa constituyen una perfecta síntesis de la variada arquitectura que
existe en la Ciudad de México. No es raro encontrar en ellas un edificio Art Déco conviviendo
en armonía con una casa neocolonial; es precisamente esa riqueza lo que otorga a estos barrios
un carácter único, dinámico, ofreciendo al visitante una ventana para asomarse a otro tiempo y
a la vez un escaparate con lo más relevante de la actualidad.
Si bien la mayoría de las corrientes arquitectónicas se apartaban de sus antecesoras, o incluso
se oponían a ellas, también hay inmuebles construidos en etapas de transición que combinan
características de distintas épocas con resultados muy interesantes. Existen otros que se han
ido modificando con el paso de las décadas para adaptarse a diferentes usos y sus fachadas
lucen nuevos elementos y materiales.
En este crisol de estilos predominan el ecléctico, el Art Déco y el colonial californiano, pero a
lo largo de las colonias Roma y Condesa, lo mismo aparecen en nuestro camino fachadas con
rasgos neo-medievales y neogóticos que una iglesia del siglo XVI como la de Romita.
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Pasear por estas calles es hacerlo por la historia. Un sinfín de detalles habitan en sus puertas, en
sus ventanas, en el trazo de los jardines o en las bancas y esculturas de las avenidas, a la espera
de la mirada atenta que se aventure a seguir sus huellas. Esta sala es una invitación abierta para
recorrer, conocer, valorar y conservar el patrimonio edificado de la Roma y de la Condesa.
Eclecticismo
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la arquitectura ecléctica se propagó por buena parte
de Europa y América. Influido por la corriente historicista, que buscaba imitar los estilos de
épocas anteriores como el gótico o el renacentista, el Eclecticismo también dirigió la mirada
hacia el pasado, retomando e incorporando elementos de todos ellos para combinarlos libremente y dar origen a creaciones nuevas. A decir del cronista de la Ciudad de México, Guillermo
Tovar y de Teresa, “definir al eclecticismo es muy difícil: definir es cerrar y el eclecticismo por
definición es abierto”.
Así, se construyeron mansiones y templos de inspiración neorrenacentista, neoclásica, neogótica
o neobizantina, decorados según el caso con detalles neogriegos, neoárabes o neomudéjares.
El Eclecticismo llegó a México desde Francia durante el Porfiriato y se desarrolló profusamente
en el centro de la Ciudad de México y en colonias nuevas como Santa María la Ribera, la Juárez y la Roma. Entre los ejemplos más notables hay que mencionar el Palacio de Correos, que
fusiona el plateresco y el gótico; la parroquia de la Sagrada Familia, en Santa María la Ribera,
de estilo neobizantino; el Kiosco Morisco, realizado para la Exposición Internacional de Nueva
Orléans; la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, ahora Museo Nacional de Arte,
entre muchos otros.
A lo anterior también se sumó en nuestro país el auge neoprehispánico. Como resultado de
este interés por lo que se consideró la “verdadera arquitectura nacional”, encontramos obras
como el Monumento a Cuauhtémoc y la desaparecida Fuente Maya.
En la colonia Roma se conservan numerosas y muy variadas construcciones de estilo ecléctico,
que en conjunto le otorgan una riqueza única a este sector de la ciudad. Destacan el templo de
la Sagrada Familia, en Puebla y Orizaba, de inspiración neorrománica; la casa de Zacatecas 120,
ahora ocupada por la Universidad de la Comunicación, que combina detalles neorrenacentistas con elementos que remiten a la arquitectura del Medio Oriente; la Casa Lamm, el edificio
de Orizaba 110 y Álvaro Obregón, la residencia de Colima 168, la de Guadalajara 104, que
perteneció a Fernando Torreblanca, o los inmuebles localizados en el cruce de Colima y Tonalá.
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Art Nouveau
A finales del siglo XIX, influida por el movimiento de origen británico Arts and Crafts, surgió en
Europa la corriente artística conocida como Art Nouveau. Los motivos vegetales y las audaces
estructuras onduladas que se oponían al pasado academicista y ecléctico revolucionaron la
arquitectura y el diseño de la época, lo mismo dando forma a palacios y templos, que a vajillas,
muebles o carteles publicitarios.
Entre sus principales características estuvieron la adopción y estilización de formas naturales y
orgánicas como flores, hojas y ramas, además de modelos femeninos y líneas curvas dispuestas
en patrones envolventes. Bajo esos principios surgieron las obras de los arquitectos belgas Henry
van de Velde y Victor Horta, pioneros del estilo, y del francés Hector Guimard.
El Art Nouveau llegó a México iniciando el siglo XX, en el apogeo del Porfiriato. De los ejemplos más tempranos sobresalen la decoración de la desaparecida Casa Requena, ubicada
en los alrededores de la Alameda; el interior del Centro Mercantil —hoy el Gran Hotel de la
Ciudad de México— y el proyecto de Adamo Boari para el Teatro Nacional, luego Palacio de
Bellas Artes, modificado tras la Revolución.
Si bien existen varios inmuebles en la Ciudad de México con elementos de estilo Art Nouveau en
la fachada, muy pocos pueden considerarse como obras completas de dicha corriente. Tres de
ellos se encuentran en la colonia Roma.
El primero es el edificio habitacional ubicado en Guanajuato 54 esquina con Mérida, construido
alrededor de 1920 y actualmente en estado ruinoso. A un par de cuadras podemos ver la casa
de Chihuahua 78, edificada en 1916 por la compañía Arquitectura Prunes y restaurada en el 2006.
Para el historiador Francisco de la Maza, este ejemplar del Art Nouveau posee “algo adolescente
y tierno que lo hace encantador”. Finalmente, la casa de Colima 145 esquina con Córdoba, hoy
sede del MODO, es obra de Arturo Jiménez y fue concluida en 1910; destaca por la decoración
de formas orgánicas en sus dinteles y balcones abombados.
Cabe mencionar también un par de residencias estilo Art Nouveau que ya desaparecieron: la
de Guanajuato 63, construcción de una sola planta demolida en la década de los setenta, y la
de Orizaba 43 esquina con la Plaza Río de Janeiro, que fue diseñada por Arnold Spinelli y perteneció al efímero presidente mexicano Pedro Lascuráin.
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Art Deco
Imbuido en el ambiente de los Roaring Twenties o los “felices veinte”, la década de la prosperidad económica y de la innovación que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial, esta corriente
arquitectónica se originó a partir de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, realizada entre abril y octubre de 1925 en la ciudad de París. En ella se exhibieron
las tendencias de avanzada en el panorama del diseño, inspiradas en vanguardias como el constructivismo ruso, el futurismo y la Escuela de la Bauhaus, que sentaron las bases para el desarrollo
del Art Déco.
Los edificios de este estilo destacan por el uso de formas geométricas como círculos, triángulos, rectángulos y líneas quebradas o en zigzag, lo mismo en fachadas e interiores que en
detalles como lámparas y anuncios, además de incorporar cornucopias y rayos solares como
símbolos de bonanza. Como en el Art Nouveau, en el Déco también predominan las composiciones naturales, aunque éste rechaza los trazos libres y ondulados de aquél y privilegia los
patrones simétricos. El interés originado por las excavaciones en Mesopotamia estimuló el uso
de las volumetrías a manera de zigurat que caracterizan a múltiples inmuebles de la época.
Posteriormente se popularizó el Streamline Moderne, variante del Déco que empleaba una
ornamentación más sencilla y líneas aerodinámicas.
El Art Déco se extendió por toda la Ciudad de México. Entre los ejemplos más sobresalientes
se pueden mencionar el orfanatorio de la Fundación Mier y Pesado ubicado en la Calzada de
Guadalupe; el Edificio Ermita, el Cuartel Central de Bomberos —hoy sede del Museo de Arte
Popular—, el Frontón México, la Lotería Nacional, la Secretaría de Salud y el interior del Palacio
de Bellas Artes.
La colonia Hipódromo concentra la mayor cantidad de construcciones Art Déco, incluyendo
obras muy significativas como los edificios Basurto, Tehuacán, San Martín, Casas Jardines y
Roxy, el Foro Lindbergh, el Mercado Michoacán y el reloj del Parque México. En la Roma también se pueden apreciar diversas muestras de esta corriente, como el Edificio Anáhuac o el
conjunto de inmuebles situados en la avenida Insurgentes entre Aguascalientes y Tlacotalpan
Neocolonial
y colonial californiano
La búsqueda de un estilo arquitectónico que representara la identidad nacional tuvo sus antecedentes en los últimos años del siglo XIX, cuando se desarrollaron dos estilos historicistas:
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por un lado estaba el indigenista o neoprehispánico, cuya influencia era el pasado anterior a
la Conquista, y por el otro se encontraba el neocolonial, que reproducía las características de
las construcciones virreinales. Entre las primeras obras de esta vertiente estuvieron el edificio
anexo al Colegio de San Ildefonso y el Anfiteatro Bolívar, proyectos de Samuel Chávez iniciados en 1906.
Años después, el final de la Revolución trajo una ideología de unidad y reivindicación nacionalista que sería impulsada en buena parte por el primer Secretario de Educación Pública, José
Vasconcelos. Ya en 1920 se había concluido la casa de Reforma 245, realizada por G.M. Del Collado y F.E. Aramburu, una de las primeras realizadas en estilo neocolonial; para 1922 el Edificio
Gaona de Ángel Torres Torija seguiría esta tendencia, ahora en un conjunto de departamentos,
y en 1926 el Palacio Nacional sería el primer inmueble público en adoptarla con la ampliación
dirigida por Augusto Petriccioli.
En la colonia Roma se encuentran ejemplos como la casa de Manzanillo 207 esquina con Coahuila, la de Plaza Luis Cabrera 9, o la de Durango 175 y Monterrey. La residencia de Fernando Montes
de Oca y Zamora, en la Condesa, es otra muestra notable de este tipo de construcciones.
Con la década de los treinta llegaría a la capital el llamado Spanish Colonial Revival o colonial
californiano, corriente que tomó fuerza en el sur de los Estados Unidos a partir de la Panama-California Exposition, efectuada en San Diego entre 1915 y 1917. Estaba inspirada en la arquitectura
de las misiones franciscanas y fue popularizada en ciudades como Santa Bárbara y Pasadena por
Bertram Goodhue y Carleton Winslow.
Se caracteriza por los detalles de cantera labrada y de hierro forjado en puertas y ventanas;
éstas suelen ser dobles o triples, divididas por columnas salomónicas. Usualmente la estructura
está rematada por tejados de dos o de cuatro aguas. Otras lucen adornos de azulejo, vitrales
alargados en el cubo de la escalera y torreones cilíndricos, igualmente cubiertos de tejas. Estos
rasgos prevalecen en las viviendas de colonias como Polanco, Del Valle, Industrial o Condesa.
Movimiento Moderno
El desarrollo de la arquitectura moderna significó un cambio de paradigma en la forma habitual de diseñar espacios habitables. Esta tendencia se basa en la idea de que “la forma sigue
a la función”, formulada por Louis Sullivan, y su auge tuvo lugar a partir de la década de los
treinta; entre los creadores más importantes se cuentan el francés Le Corbusier, el estadounidense Frank Lloyd Wright, los alemanes Mies van der Rohe y Walter Gropius y el brasileño
Oscar Niemeyer.
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En los edificios de este estilo predominan las líneas y ángulos rectos, las fachadas acristaladas
o “cortinas de vidrio”, la escasez o ausencia de ornamentación y la flexibilidad de los espacios
internos, que pueden prolongarse hacia el exterior a través de elementos voladizos. Varios de
estos principios se encuentran entre los “cinco puntos de una arquitectura nueva”, propuestos
por Le Corbusier en 1925.
El Movimiento Moderno dejó un amplio legado en la Ciudad de México, desde las casas unifamiliares y dúplex de Luis Barragán hasta los ambiciosos complejos de vivienda creados por
Mario Pani, como el Multifamiliar Miguel Alemán, la Unidad Santa Fe y la Unidad Tlatelolco,
además de edificios de oficinas, escuelas y hospitales diseñados por José Villagrán, Enrique del
Moral, Augusto H. Álvarez, Enrique Yáñez o Vladimir Kaspé.
En nuestro país surgió la llamada “integración plástica”, que planteaba la colaboración de
artistas visuales en los proyectos arquitectónicos y que dio origen a numerosos trabajos de muralistas como Siqueiros, Rivera, Chávez Morado o Carlos Mérida. La obra cumbre es la Ciudad
Universitaria de la UNAM, inaugurada en 1954.
Uno de los conjuntos más interesantes fue el Multifamiliar Juárez, planeado por Pani y Salvador
Ortega en los límites de la colonia Roma y destruido en su mayor parte debido a los sismos de
1985. El Conjunto Aristos, en la Hipódromo, también resalta por su trazo sencillo pero armonioso en el aprovechamiento de los espacios.
Terremoto de 1985
A mediados de los años ochenta, la Ciudad de México amanecía con una nueva Copa Mundial
de futbol en puerta. Tras la crisis económica, los diarios anunciaban que el déficit de vivienda
estaba cerca de quedar solucionado. Mexicano… tú puedes era el título del filme que divertía
al público en los cines de la capital.
Pero el 19 de septiembre de 1985 el otoño llegó forzado a la vieja ciudad de hierro de Rockdrigo González. Los edificios se desmoronaron ante la fuerza de un sismo de ocho grados en la
escala de Richter y sus habitantes se enfrentaron a las imágenes de destrucción, de tragedia y
de soledad. De valor, de solidaridad.
Al día siguiente, contra el pronóstico de los expertos, llegó una réplica que acabó de dañar numerosos inmuebles en el entro Histórico y en colonias como Tlatelolco, la Juárez, la Doctores o
la Roma. Sólo en esta última se cuentan por cientos las construcciones que resultaron afectadas
y debieron ser demolidas en los meses posteriores.
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La urbe es una y muchas a la vez. En 1985 murió una parte de ella; las cicatrices aún se pueden
apreciar en forma de lotes baldíos, estacionamientos o jardines. Grietas que advierten nuestra
fragilidad y nos obligan a estar preparados para los sucesos futuros. Esta compilación de las
imágenes y las noticias que siguieron al desastre es también un homenaje a los héroes anónimos, a todos los que arriesgaron su vida para salvar la de alguien más. A los de entonces y a
los de ahora.
Espacios perdidos
La Ciudad de México, como la mayoría de las grandes capitales en el mundo, se encuentra
inmersa en una dinámica de renovación constante. El trazo y la arquitectura de sus barrios y
de sus avenidas se adaptan a las necesidades de una población en crecimiento que requiere
nuevos servicios, mejores vías de comunicación, transportes más eficientes.
En el camino quedan los sitios emblemáticos de otras épocas, los puntos de referencia que
ocasionalmente sobreviven en el nombre de alguna calle o de un negocio cercano. Rincones
que fueron escenario de múltiples sucesos y anécdotas. El cambio es el motor de la sociedad,
y como tal, es inevitable.
Este breve recuento contempla diversos espacios que sólo llegan hasta nosotros a través de la
fotografía y de la crónica. Parece mentira que a pocas cuadras de distancia hubo un estadio y un
hipódromo, y más aún, que hoy apenas se encuentren rastros de su existencia. Sin embargo, vale
la pena retomar su historia y llevar siempre la inquietud de indagar en nuestro pasado.
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Antes y despuEs
Los lugares por los que transitamos a diario se modifican poco a poco, a veces sin que nos
demos cuenta. Cambian los colores, los negocios, los transportes e incluso la gente; un edificio
desaparece y es sustituido por otro distinto. La urbe se extiende sobre antiguos llanos y cerros,
transformando el paisaje para siempre.
Mientras en algunos sitios el cambio ha sido mínimo, en otros no queda nada de lo que existió
hace varias décadas. Nuevos hitos citadinos han surgido en reemplazo de los que ya se fueron,
pero la esencia del barrio sigue ahí: está en sus mercados, en sus plazas, en los espacios que al
paso de los años se han convertido en puntos de encuentro para propios y extraños.
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La serie de comparativas que se presenta a continuación es más que un ejercicio de nostalgia.
Como un álbum familiar, nos permite ver a la Roma y a la Condesa con el lente del tiempo y
reflexionar acerca de su pasado, de su desarrollo, y lo más importante, del futuro que estamos
construyendo en la actualidad. Es un testimonio de vida.
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COLIMA 145
LA ROMA
CIUDAD DE MÉXICO
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