alquileres de auténtica usura" „... exactamente igual que la

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tienen ni siquiera una cama ni más
luz que una vela de sebo“ .
En general, los extranjeros apretu­
jados en tales alojam ientos pagan
puntualm ente el alquiler: con fre­
cuencia les es descontado del sa­
lario. „El trab aja do r poco inform a­
d o “ , dice Karl Ganser, del departa­
mento de desarrollo urbanístico de
Munich, „se imagina en tales casos
que tiene alojam iento gratis, cuando
en realidad paga alquileres de autén­
tica usura“ .
». . . alquileres de auténtica
usura"
W ittchen es uno de los caseros
que — sobre todo en regiones de
gran d éficit de viviendas, com o Hamburgo - se han especializado en ex­
tranjeros. Su colega Peter Drlese,
que en el barrio obrero ham burgués
de Altona tiene dos „residencias para
e xtra nje ro s“ , ha firm ado contratos
de alojam iento con empresas ham­
burguesas. Por una sola habitación
oscura en la casa número 92 de la
Bahrenfelder-Straße,
alquilada
a
cuatro turcos de la empresa m etalúr­
gica Karl Schmidt, Driese cobra 440
marcos.
„ ... exactamente igual que la
venta de zapatos"
Además, es frecuente que los
arrendadores se aseguren por medio
de un reglam ento interno casero.
Así, el casero Reinhard Langholf, de
Dusseldorf („A veces quisiera echar
a la calle a esa banda de ca na cos“ ),
amenaza con responsabilidad colec­
tiva en caso de „desperfectos y mo­
lestias“ : „Si no es posible localizar
al culpable . . . responde de los da­
ños la com unidad de inquilinos a tra ­
vés de la cuenta de a lq u ile r“ .
El casero en gran escala para
„G astarbeiter“ Johannes W ittchen,
de Ham burgo („Yo no soy un bene­
fa cto r de la hum anidad, pero tam ­
poco un chupasangres“ ), no ha fijado
un reglam ento por escrito, pero lleva
a cabo e je rcicio s prácticos: Según
sus propias declaraciones, reciente­
mente practicó „durante seis sema­
nas con mis turcos la operación de
c a ga r“ . M otivo: „Las prim eras im por­
taciones originales de turcos no sa­
bían cagar correctam ente. Las tapa­
deras de los retretes se iban al dia­
b lo “ .
los topes con fam ilias de .G astarbei­
te r' que pagan escandalosos alquile­
res abusivos“ , según expresión de
O dina Bott, funcionaría del SPD. En
la Liebigstraße vive la fam ilia del
griego W asilios Pratis, com puesta de
cuatro m iem bros, que paga 120 mar­
cos por un cuarto de 12 metros cua­
drados. A pesar de su intensa bús­
queda, el griego no ha encontrado
nada m ejor: „M it kleinem Kind, weißt
du, ist schlecht — mit Hund, w eißt du,
kannst du re in “ („C on un niño pe­
queño, sabes, es mala cosa - con un
perro, sabes, puedes e n tra r“ ).
La función de espantajos
Desde su residencia renana de Elt­
ville, Elsa Overbeck gobierna su im­
perio de alojam ientos (casas en todo
el te rrito rio federal con unas 400 a
600 habitaciones y „unos cuantos
m iles de e xtra nje ro s“ ). En MainzMombach tiene alquilada una veranda
tapiada a una fam ilia italiana de
cinco m iem bros por 350 m arcos al
mes; en Mainz Gonsenheim , dos
cuartos sin luz del día, en un sótano,
a un m atrim onio italiano, por 200
marcos. Elsa Overbeck („En los úl­
tim os tiem pos, los sacerdotes Incitan
a mis .G astarbeiter' contra m í“ ) in­
voca la moral del m ercado para
ju stifica r su actitud: „Esto es un
negocio, exactam ente igual que la
venta de zapatos“ .
En todos los lugares en que la
oleada de trabajadores extranjeros
ha llegado a las grandes ciudades,
tam bién han aprovechado la ocasión
los propietarios de casas viejas. Así,
por ejem plo, el W estend de Frank­
furt, un barrio condenado al derribo
por saneam iento, está „lleno hasta
En no pocas ocasiones, los case­
ros utilizan a los „G astarbeiter“
com o espantajos cuando se trata de
hacer que los inquilinos alemanes
desalojen sus viviendas. Así, el co rre ­
dor de fincas Siegfried Müller, de
Mainz, escribió a Karl-Heinz Blind,
su últim o inquilino en la Rheinstraße
45, que „cuida ra de desalojar cuanto
antes la v iv ie n d a . . . a fin de poder
com enzar con el d e rrib o “ . La últim a
advertencia de M üller era: „Hasta
que com ience definitivam ente el
derribo, tenem os la intención de al­
quilar las viviendas libres a Gastar­
b e ite r.“ Y añadía: „Sin duda es inne­
cesario explicarle a usted con de­
talle qué estado de cosas reinará
entonces en la casa“ .
¡No cabe duda de que las cosas
cam biarían! En vez de oler a berzas
rojas y a patatas fritas, olería a ajo y
aceite de oliva. Lo que norm alm ente
se echa a la papelera, podría apare­
cer tal vez, lo mismo que las colillas,
esparcido por el suelo, — en el que
ya no se atreverían a com er los ale­
manes fanáticos de la limpieza. E
incluso sería posible que la nueva
com unidad de inquilinos del extran­
jero no estuviese dispuesta a lim piar
la escalera.
Y tam poco se puede dudar esto:
Los „to n to s “ de los turcos, acostum ­
brados en sus casas a las letrinas,
tienen dificultades con los inodoros
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