ARQUITECTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA. Plateresco

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ARQUITECTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA.
Plateresco, Purismo y Herreriano
Introducción
España como primer Estado moderno de Europa se debe a la acción
de los Reyes Católicos, quienes unificaron las Coronas de Aragón y de Castilla,
sometieron a la nobleza y reorganizaron las instituciones poniendo las bases del
futuro Estado supranacional de sus sucesores. Carlos I o V, Emperador de
Occidente, y Señor del Mundo gobernó Europa como un nuevo Carlomagno,
y constituyó un nuevo imperio, cristiano y universal, en el que quiso establecer
la universitas christiana cuando se fragmentaba la unidad europea por obra
de la Reforma.
Esta nueva monarquía abrió la Península Ibérica a las nuevas corrientes
culturales, entre ellas el Humanismo y el Renacimiento italianos: intelectuales
españoles se formaron en las universidades italianas de Padua y Bolonia; el
cardenal Cisneros reunió un grupo de helenistas, latinistas y hebraístas que
restauraron los textos bíblicos, éste también fundo la Universidad de Alcalá; la
Corona de Aragón recibió un nuevo impulso a través de su reino de Nápoles.
Los promotores del nuevo arte fueron los reyes quienes dedicaron
grandes cantidades de sus recursos a financiar obras de arte tanto
edificaciones como sus decoraciones escultóricas y pictóricas. A ellos se
unieron algunas grandes familias aristocráticas como los Mendoza, y burguesas
que ven e este estilo un medio de distinguirse y afirmar su prestigio. Y, por
supuesto, la iglesia quien, sin embargo, manifestará al principio cierta
reticencia y desconfianza ante el modelo clásico-pagano del Renacimiento,
aferrándose al estilo gótico oficial.
En un primer momento, gracias al prestigio alcanzado por las cortes
italianas y su vida ciudadana y palaciega, se posibilita la difusión y aceptación
de su arte a través de los grabados, los viajes de los artistas y la importancia de
obras ya acabadas en suelo italiano. Sólo más tarde, ya entrado el siglo XVI,
los artistas españoles son capaces de formular un nuevo sistema coherente.
La arquitectura del renacimiento español, tiende a dividirse en tres
periodos que, aproximadamente se ajustan a cada uno de los tres tercios de
siglo aunque solapándose un estilo sobre el otro. Al arte de la primera mitad
del siglo XVI se le denomina plateresco, al que seguiría una reacción clásica a
mediados del XVI, purismo, que recibe su influencia del renacimiento romano y
que es la etapa más parecida al Renacimiento italiano (algún autor tiende a
agrupar estos dos periodos bajo el término de “Protorrenacimiento”),
caracterizada por la ya correcta asimilación de las proporciones clásicas y
aplicada a Diego de Siloé y, fundamentalmente, y en su concepto más típico
bramantesco al Palacio de Carlos V de Machuca. Finalmente al arte de la
segunda mitad del siglo XVI se le define como herreriano (o manierista) por ser
Juan de Herrera el máximo exponente del espíritu contrarreformista en España
a partir de la obra del Escorial
A pesar de que hemos preferido atender a la tradicional división
tripartita de “plateresco”, “purismo” (“clasicismo” para otros) y “estilo
herreriano”, en muchas ocasiones no está clara ni su supuesta evolución
cronológica ni siquiera la adscripción de las obras o autores, que en ocasiones
se mueven de un estilo a otro (sobre todo al hablar de los dos primeros en los
que la confusión es mayor en muchas ocasiones).
Arquitectura del primer tercio del siglo XVI: el estilo plateresco
Características de la arquitectura plateresca o Protorrenacimiento
El término plateresco aparece para definir la arquitectura del primer tercio del
siglo XVI en España. Consideraríamos como tal a un estilo ornamental de raíces
clásicas que recubre una fábrica o sistema arquitectónico gótico.
La Monarquía, como expresión de su poder y de la nueva unidad religiosa y
política conseguida por los Reyes Católicos, codificará una arquitectura
unificada y característica, mediante una serie de recetas, que se va a imponer
en todo el territorio peninsular, y en la que se van a desarrollar una serie de
nuevas tipologías de edificios, como es el modelo de Hospital.
Los últimos años del siglo XV fueron en España una época de gran actividad
constructiva marcada por la revitalización del gótico en el marco de la
monarquía de los Reyes Católicos y el llamado estilo isabelino, un gótico final
muy recargado. No se daban las condiciones para la penetración de las
novedades italianas. El estancamiento social, el casi nulo protagonismo de la
burguesía, el escaso desarrollo del humanismo y la baja estimación de las
artes, agrupadas bajo la organización gremial y artesana, y una clientela
artística limitada a la Corona, la alta nobleza y la Iglesia dibujan un panorama
nada aperturista. Solo un sector muy reducido y culto de la nobleza, y los
grandes prelados, orientarán sus miras culturales hacia Italia. El impulso inicial
corresponde al mecenazgo de la familia nobiliaria de los Mendoza, el gran
cardenal don Pedro González de Mendoza, y especialmente su sobrino, Iñigo
López de Mendoza, quien en sus viajes a Italia y su contacto con humanistas se
hizo receptivo a las nuevas formas italianas. A éste se asocia la figura del
arquitecto Vázquez de Segovia. La renovación se genera en la arquitectura
civil.
Debido a ello, hay que esperar fundamentalmente a la subida al poder de
Carlos I para que comiencen a aparecer las influencias italianas. En este primer
periodo, por tanto, los elementos renacentistas se incorporarán más con un
criterio decorativo y ecléctico.
La arquitectura plateresca se va a caracterizar pues por la combinación de
estructuras del gótico final, desarrolladas especialmente en el denominado
estilo isabelino, con elementos renacentistas, y donde también tendrán
cabida otros elementos como los mudéjares. Uno de los edificios que mejor
muestra estas convergencias es el Palacio del Infantado de Guadalajara.
No hay por tanto un corte radical entre el gótico de los Reyes Católicos y el
estilo ornamental plateresco. La transición es manifiesta en el patio del colegio
de San Gregorio de Valladolid y el colegio de Santa Cruz de Valladolid (1491).
Pero el plateresco domina durante el reinado de Carlos V, cuyo proyecto de
imperio universal y cristiano necesitaba de un lenguaje artístico específico.
Primeramente hubo un cambio decorativo: los edificios góticos se cubrieron
de ornamentación italiana; luego, ésta echó raíces en la fábrica, imponiendo
una mudanza de estructuras. Surgieron infinidad de escuelas, con obras
destacadas en la arquitectura civil como palacios, hospitales, casas, colegios,
universidades, y ayuntamientos.
Con todo lo dicho anteriormente queda claro que tal vez su principal
elemento definidor sea la decoración: los medallones en las enjutas, los
entablamentos y basamentos, los grutescos, los festones, las columnas
balaustradas, los frontones, etc, decoran las fachadas de los edificios en cuyos
interiores se sigue utilizando la bóveda de crucería gótica. Es decir, la
ornamentación plateresca se distingue por la expresividad. Son raros los
tímpanos lisos. Las columnas se suelen cubrir de ornamentación naturalista que
trepa como la hiedra. Se usan mucho las columnas abalaustradas, puramente
decorativas, con formas bulbosas y angostas gargantas, formadas por la
superposición de vasos de distinto grosor y decoración. Son soportes
monstruosos, ajenos a los cinco órdenes y carentes del sentido de la
proporción. Los capiteles corintios ceden su puesto a los agrutescados o
monstruosos donde los engendros de hombre, animal fantástico o mitológico
(tritón, nereida) y vegetal, metamorfoseados de manera fantástica y
montruosa, ocupan el lugar de las volutas.
Entre los temas decorativos destacan los emblemas heráldicos (escudos),
medallones, candeleros, combinaciones fantásticas de animales, seres
humanos y tallos vegetales (grutescos); veneras (venera: gran concha
semicircular y convexa, que recibe su nombre por su relación con la diosa
Venus), hornacinas con estatuas, panoplias (conjunto de armas dispuestas
para su exhibición.), cornucopias (en mitología griega es el cuerno de la
abundancia, en arte es también un espejo con el marco tallado y dorado.),
cabezas de ángeles alados, hojas, acantos, etc. Esta decoración se traza con
arreglo a un eje de simetría (candelieri) y se encaja en listeles (espacio entre
dos acanaladuras de un fuste.) y frisos. En el primer tercio de siglo la talla es
muy fina y plana, y paulatinamente se va haciendo más abultada y pictórica,
extendiéndose como un tapiz envolvente con desaforado dinamismo,
desbordamiento y euforia figurativa.
El plateresco se desarrolla desigualmente en España. Alcanza un auge en el
antiguo reino castellano-leonés y comarcas fronterizas, cuya irradiación más
importante llega a Hispanoamérica, pero es raro en territorio catalán y
levantino, donde el fuerte arraigo de lo gótico frena el desarrollo de las formas
renacentistas.
En la arquitectura del Protorrenacimiento español destacan las figuras de
Vázquez de Segovia, Enrique Egas, los doctores Talavera y Abarca, Alonso de
Covarrubias y la escuela toledana, la escuela burgalesa, la salmantina, y
algunos artistas en la Corona de Aragón.
En definitiva, al ser el arte simplemente un medio de afirmación política, y no el
resultado de un sistema teórico global, como ocurrió en Italia, tenemos una
arquitectura que combina las estructuras góticas con los elementos
decorativos renacentistas, que se aceptan perfectamente sin ningún tipo de
contradicción. La introducción de todas estas formas arquitectónicas se realiza
a través de una serie de obras y la labor de algunos artistas.
Principales artistas y obras
Lorenzo Vázquez De Segovia. El iniciador del Plateresco o
Protorrenacimiento estuvo al servicio de la poderosa familia de los Mendoza. Es
el autor del Colegio de Santa Cruz, de Valladolid (1487-1491). En esta
fundación gótica del gran cardenal Mendoza, introdujo en la fachada
principal una serie de elementos clasicistas como pilastras o cornisas. Para los
duques del Infantado realizará el Palacio de Medinaceli en Cogolludo
(Guadalajara) (1492-1495). En este encargo de don Luís de la Cerda y
Mendoza, Vázquez realizó una estructura renacentista con resabios
decorativos góticos (bíforas y crestería). La portada, la cornisa y el
almohadillado de la fachada horizontal y simétrica, relacionan este palacio
con el colegio vallisoletano y el arte italiano. Es un perfecto ejemplo de la
situación artística que se vive en estos momentos.
Enrique Egás. Al igual que otros arquitectos, representaba la pervivencia
inercial del Gótico. Si se exceptúan sus hospitales, las formas renacentistas son
ajenas a su arquitectura impregnada de gótico y mudéjar. Entre sus obras
destaca el Hospital de Santa Cruz, en Toledo. Servirá de modelo a los
hospitales de España y América. Consta de cuatro naves para enfermos,
dispuestas en forma de cruz griega. En el punto de inserción de las naves se
arbitra una especie de capilla abierta, con su linterna. Se alza el altar mayor
sobre unos peldaños, con objeto de que los enfermos puedan contemplar al
sacerdote desde sus lechos. La cruz griega se inscribe en un cuadrado, con lo
que nacen cuatro patios dotados de fuentes en el centro. Cada nave y cada
patio eran asignados a un grupo de enfermos, según el sexo y la edad.
La influencia italiana en el Protorrenacimiento español. Si bien en un
principio se toman como referencia grabados, dibujos o el viaje de artistas
españoles a Italia, muy pronto empezarán a llegar artistas de origen italiano
que traen el nuevo repertorio arquitectónico. Obras como el castillo de
Calahorra en Granada o elementos de la Capilla Real de Granada y artistas
como Francisco Florentín, Jacopo Torni o Giovanni Moreto.
Escuela de Salamanca. El centro del plateresco por excelencia va a ser
la ciudad de Salamanca, tanto por el número de edificios que en ella se
construyen, como por la finura de su decoración, hecho en el que influye la
excelente calidad de la piedra. No debió ser ajeno a ello el florecimiento de su
brillante universidad que atrajo a célebres humanistas, de hecho su portada es
la obra de referencia del plateresco español.
La portada de la universidad salmantina, obra capital del plateresco,
presenta dos puertas con crestería adornada de pináculos, configurándose un
tapiz cuajado de grutescos y formas a candelieri. La trama y la orla son
góticas, y la labor decorativa renacentista.
Un artista destacado será Juan de Álava, que tendrá como obra más
destacada la portada del Convento de San Esteban, de Salamanca, que
presenta una estructura compartimentada en cuerpos y calles, bajo un arco
casetonado, delimitando una superposición de arcos en la calle central y de
repisas y doseletes con imágenes en los laterales, prolongadas por los
contrafuertes. Cercano a la estructura de la iglesia de San Estebán estaría el
Convento de San Marcos en León con una superficie repleta de elementos
decorativos clásicos que inundan asfixiantemente la superficie.
Finalmente, también podemos reseñar a Rodrigo Gil de Hontañón, con
obras como el palacio de Monterrey (1539) en el que despliega en el cuerpo
alto una galería o loggia. Las formas agrutescadas se enseñorean de la
adornada crestería, de los frisos, de los vanos y de las chimeneas. En la
catedral de Salamanca participaron Juan y Rodrigo Gil de Hontañon. Es una
catedral aún gótica de tipo de salón, con cabecera plana, y deambulatorio
recto, tres amplias naves y capillas hornacinas, encerrándose en un vasto
rectángulo. In embargo la luz blanca que penetra por sus amplios ventanales
nos habla del renacimiento (similar a ella sería la catedral de Segovia con su
cúpula sobre pechinas en el crucero).
Escuela de Toledo. La ciudad de Toledo mantiene en el siglo XVI el título
de Ciudad Imperial, concedido por el rey Alfonso VI cuatro siglos antes. Con
Carlos V, Toledo sacará a relucir su pasado histórico y se elaborará el tópico
de Toledo como nueva Roma, todo ello para ganar el favor del monarca y
mantener su status de ciudad imperial y principal.
Sin embargo, como la importancia musulmana era la dominante, se
iniciaron reformas para conseguir plazas regulares y de mayor tamaño,
ensanchar y regularizar las calles según los nuevos preceptos del
Renacimiento. La fuerte presencia del gótico, y de la tradición
hispanomusulmana o mudéjar se añadió al nuevo arte renacentista, creando
un estilo que algunos autores han denominado estilo Cisneros, aunque hay
diversos autores que no lo consideran como tal. Toledo será por tanto una de
las primeras ciudades españolas en que se manifieste la arquitectura
verdaderamente renacentista a finales de la cuarta década del siglo XVI, con
un arquitecto destacado, Alonso de Covarrubias.
Alonso de Covarrubias (1488-1570). Covarrubias no tuvo un contacto
directo con la arquitectura italiana contemporánea, de manera que sus
conocimientos sobre la misma dependerían de los grabados y de los tratados
arquitectónicos. Su formación se inició en la tradición gótica a la que se fueron
añadiendo elementos renacentistas. Un ejemplo de ello es su intervención en
el gótico Hospital de Santa Cruz, en Toledo, donde diseñó la escalera que
accede desde el claustro a las partes superiores del edificio, a la que se
accede por una triple arquería -medio punto el central, escarzanos los
laterales- que recuerda a los arcos romanos de triunfo.
Arquitectura en el segundo tercio del siglo XVI: el estilo “purista”
El paso de los años, la llegada de Carlos V y las nuevas necesidades de
glorificación del poder, los mayores contactos con Italia, etc. provocaron un
paulatino cambio en algunos aspectos. Así, a partir del segundo tercio del siglo
XVI, la arquitectura española fue abandonando la abundante decoración del
plateresco en busca de una mayor austeridad ornamental y de una mayor
claridad en las formas arquitectónicas. La decoración pierde en extensión pero
gana en intensidad de relieve, ciñéndose a los encuadres de los vanos. Esta
decoración esculpida aumenta de volumen haciéndose casi corpórea. Estos
cambios, no generalizados (el mismo artista va a realizar obras de carácter muy
diferente), llevan a algunos autores a hablar de un nuevo periodo, diferente del
“plateresco” y conocido con el nombre de “purismo” que tendría como obra
más representativa el palacio de Carlos V en Granada, que acepta la
introducción de los modelos italianos, no ya como elementos decorativos, sino
en la utilización de un lenguaje coherente y unitario que comprende todo el
edificio.
Se pierde por tanto el goticismo de las estructuras arquitectónicas y se
emplea el lenguaje clásico con más propiedad, en parte porque nuestros
arquitectos se interesaron por viajar a Italia con el fin de conocer directamente
las fuentes de las que bebían, del mismo modo que se sintieron atraídos por el
conocimiento de los grandes tratados de la arquitectura italiana. La cúpula,
uno de los símbolos de la arquitectura clásica, comienza a formar parte del
repertorio de los arquitectos españoles. En las fachadas es posible encontrar
superficies lisas, de tal modo que el elemento decorativo tiene un lugar
concreto dentro de la misma y no invade espacios que no le son propios,
según las normas clásicas.
Toledo es una de las ciudades más importantes junto con Granada en el
segundo tercio el siglo XVI. Allí, el ya mencionado Alonso de Covarrubias
realizó el Hospital de Tavera o de Afuera, en tiempos de Carlos V; edificio que
testifica la evolución artística sufrida por él en ese tiempo. Supone un
importante cambio en el modo de organizar el hospital ya que, de la planta
cruciforme se pasa a la planta rectangular, integrada por dos patios unidos
entre sí por una galería. Los arcos de medio punto llevan, como único
elemento decorativo, un medallón en las enjutas. Su otra gran obra será el
Alcazar de Toledo (1545). En la fachada principal se resolvió la separación de
los tres pisos con entablamentos corridos y nueve ejes de vanos, adintelados
en los dos pisos inferiores y arqueados en el superior. La portada se compone
de un arco de medio punto, con jambas y dovelas almohadilladas,
flanqueado por columnas jónicas sobre las que carga el entablamento y sobre
él, ya en el segundo piso, el escudo imperial entre las Columnas de Hércules y
reyes de armas. La galería alta destaca del conjunto por la sucesión de arcos
entre columnas de orden compuesto organizadoras del espacio vertical, y por
la utilización del paramento almohadillado como culminación del edificio. El
patio interior rectangular se articula en dos pisos. En la galería baja los arcos de
medio punto descansan sobre columnas corintias, cuyos capiteles y los
escudos imperiales que decoran las enjutas constituyen toda la decoración
del conjunto. En la galería superior, las columnas son compuestas y están
colocadas sobre pedestales que sirven de mesas para el antepecho
abalaustrado; su cubierta son bóvedas de arista.
En Granada, el otro gran foco de este segundo tercio del siglo XVI,
aflora verdaderamente el Clasicismo. Allí la presencia musulmana había sido
decisiva y Carlos V; gran defensor de la Cristiandad, quiere hacer
desaparecer, en gran medida, la huella islámica. En Granada se construyó la
Catedral bajo las órdenes de Diego Siloé aproximadamente en el año 1522,
obra que será concluida por Alonso Cano. En esta catedral, a diferencia de las
de Segovia y Salamanca, la cabecera no es poligonal sino semicircular. Se
cubre con una cúpula en la que se abren grandes vanos y en la que se utilizan
arcos de medio punto erigidos sobre pilares cuadrados, con columnas corintias
adosadas, sobre los que se alza un entablamento. La concepción del espacio
tiende a la centralización, o al menos a la fusión armónica de la planta central
con la longitudinal, y la luz blanca y diáfana es plenamente renacentista.
Pedro Machuca (1510-50) es un arquitecto formado en Italia, conocedor
de los tratados de Vitrubio y del Quattrocento, y heredero, estilísticamente
hablando, de Giulio Romano y Rafael. En 1527 inicia el Palacio de Carlos V en
medio de la Alhambra en un intento por hacer palidecer en Granada la huella
de la presencia islámica. Sin lugar a dudas, con esta obra se alcanzó la
cumbre del Clasicismo en España. En medio de la planta cuadrada se coloca
el patio con forma circular. En el exterior se emplea el almohadillado y se
decora con relieves alusivos a las batallas de Carlos V.
En Jaén trabajó, más que en ningún otro lugar, Andrés de Vandelvira
(1509-75). A él se debe la Catedral de Jaén y especialmente su sacristía, uno
de los mejores ejemplos del purismo español, y la iglesia del Salvador (Úbeda),
cuya decoración escultórica corrió a cargo de Esteban Jamete. En esta
portada se conjugan los temas más puramente religiosos con los de tipo
mitológico.
Un caso similar al de Covarrubias en cuanto a evolución personal hacia
el renacimiento es el de Rodrigo Gil de Hontañón (1500-57). A él corresponde la
fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, un edificio mucho más
alejado de la estética gótica con grandes paramentos lisos sin decoración.
Arquitectura durante la segunda mitad del quinientos: el estilo herreriano
Arquitectura herreriana, contrarreformista o trentina
En la segunda mitad del XVI, Felipe II vino a dar a la Contrarreforma un
carácter propio. En el Concilio de Trento se dictaron una serie de medidas
teológicas encaminadas a frenar el avance de la Reforma protestante. Éstas
influyeron en los medios artísticos, a los que impusieron una desconfianza
respecto al Humanismo. Felipe II no consideró nocivo el espíritu humanista sino
todo lo contrario, pues él y los jesuitas pensaban que el Humanismo podía
fortalecer la causa del Catolicismo. Para ello se intentó reconstruir el Templo de
Salomón, siguiendo las medidas vitruvianas, proyectándolo en el monasterio
de El Escorial, símbolo de la compatibilidad entre Cristianismo y Antigüedad. El
reinado de Felipe II significa por tanto una época de fuerte actividad cultural, el
rey es un hombre con una fuerte formación humanista, no sólo era un
entendido en arquitectura, sino que siente un profundo interés por los temas
mitológicos de la Antigüedad clásica, así, encarga obras a Tiziano para
decorar sus palacios, también se interesa por la ciencia de su época, también
podemos ver ese talante humanista en la Biblioteca del Escorial. En este
ambiente, el monarca encarga la construcción del monasterio de El Escorial.
Unido a ello, durante la segunda mitad del siglo XVI se produce un
cansancio de las formas decorativas recargadas, y junto al movimiento
depurador del Concilio de Trento, producirá un purismo en la decoración,
quedando definida por la monumentalidad y la severidad.
Este estilo en España, también se denomina herreriano en honor a su
mejor arquitecto, Juan de Herrera, que bebe del manierismo italiano de
autores como Serlio y Vignola. Este estilo se caracterizará por la desnudez
decorativa, el rigor geométrico, la relación matemática entre los distintos
elementos arquitectónicos, los volúmenes limpios y las cubiertas de madera
revestidas al exterior de pizarra adornadas con torres piramidales (chapiteles)
y adornos de pirámides y bolas.
Juan De Herrera: Monasterio De El Escorial (1563 – 1584)
La obra que mejor representa esta fase de la arquitectura española es
el Escorial, fundado para conmemorar la Batalla de San Quintín. El conjunto
arquitectónico comprende un palacio de extraordinaria sobriedad, un templo
suntuosísimo, un monasterio y el panteón de la monarquía fundado por Carlos
V.
Fue iniciado por Juan Bautista de Toledo y lo continuó Juan de Herrera.
El edificio de San Lorenzo de El Escorial integra varios edificios con funciones
diversas: palacio, monasterio, templo y panteón real. Los antecedentes de
esta obra se encuentran en varias realizaciones italianas. Se la considera
relacionada con el modelo de "villa urbana grecorromana". Otros autores lo
relacionan con el humilde monasterio jerónimo de Yuste, en el que se juntaba
la iglesia y el palacio, de modo que Carlos V podía oír misa desde la cama,
circunstancia que se repite en El Escorial.
Para construirlo no eligió a un arquitecto sino aun matemático como
Juan de Herrera, quien asumiría la dirección de la obra iniciada por Juan
Bautista de Toledo, quien incluso se cree que pudo conocer a Miguel Ángel.
Gracias a Herrera, a lo largo de toda la construcción de El Escorial, se produjo
una importante evolución en todo lo referente a los sistemas de construcción y
a la forma de tallar la piedra. El Escorial, desde un principio, comprendía un
palacio, un monasterio para los Jerónimos, la iglesia, bajo la que se situó el
panteón, y la biblioteca. La planta de El Escorial consiste en un gran
rectángulo que podemos dividir en seis zonas y que recuerda a la parrilla en
que fue martirizado san Lorenzo. El eje central lo constituyen la iglesia y el Patio
de los Reyes.
Fue la iglesia parte que más problemas ocasionó de la totalidad de la
obra, puesto que el rey quería que sus habitaciones estuviesen directamente
comunicadas con ella. En la iglesia se combina la planta de cruz griega con la
basilical, con un coro a los pies. El presbiterio, bajo el cual se halla el panteón
real, estaba separado de la nave central por medio de unas escaleras. En el
centro de la iglesia se erige una inmensa cúpula sobre tambor, sobria y
desornamentada, como corresponde al estilo escurialense.
La Iglesia se abre al llamado “patio de los Reyes” que configura el eje
del monasterio. Recibe ese nombre porque en él se ubicaron las esculturas de
los reyes del Antiguo Testamento. En su fachada se emplearon columnas de
orden gigante dentro de una estética manierista. Se están trasgrediendo las
normas de uso de los órdenes clásicos, no en vano, El Escorial es considerado
por la mayoría de los autores un edificio que puede encuadrarse dentro del
Manierismo
Cerrando el patio, enfrente de la iglesia, se encuentra la biblioteca. Era
el espacio en que se albergaba una buena parte de la colección de libros del
rey y que pretendía competir, incluso, con la del Vaticano. Está decorada con
pinturas al fresco de Tibaldi, artista que llegó a España junto a otros italianos.
A la izquierda de la iglesia se encuentra el monasterio jerónimo,
organizado en torno al “Patio de los Evangelistas”, claustro principal del
monasterio. En su centro se colocó un templete del que parten calles y en
cada uno de los ángulos, los cuatro evangelistas simbolizando la importancia
de la Iglesia como fuente de la vida.
Al exterior, si contemplamos El Escorial a una cierta distancia nos damos
cuenta de la importancia del muro. Los sillares están perfectamente
trabajados y todo está organizado con un profundo sentido geométrico, las
cuatro torres en los ángulos, los vanos se reparten rítmicamente a lo largo del
muro y los tejados se recubren con pizarra. En realidad, podemos afirmar que
tras su análisis se desprende una sensación de monotonía sólo interrumpida por
las pirámides viñolescas, la portada con dos órdenes de columnas gigantes
coronadas con un frontón triangular y los chapiteles de raigambre flamenca.
La severidad de El Escorial está en consonancia con la austeridad del
monarca que lo mandó construir. Esta obra ejercerá una gran influencia en los
primeros momentos de la arquitectura barroca madrileña, aunque su efecto
más inmediato fue la edificación de la catedral de Valladolid, obra de Juan
de Herrera que quedó inacabada.
El Escorial aparece como la expresión arquitectónica de la armonía
entre el cielo y la tierra, en cuyo centro se encuentra el hombre, macrocosmos
y microcosmos; por eso Herrera da importancia a dos conceptos básicos que
implican dicha armonía: la proporción y la orientación. La orientación E-O, si
bien para que la armonía fuera completa, se rectificó el trazado de la
fachada meridional, desviándola ligeramente hacia el Oeste, para que
coincidiera con la orientación de la puesta de sol el día 10 de Agosto,
festividad de San Lorenzo, patrono del edificio, y día en que Felipe II ganó la
batalla de San Quintín, conmemoración por la que se erigió el edificio. De
hecho, tras la iglesia hay un saliente en la parte posterior del monasterio, que
se cree mango de una parrilla simbolizada en la planta, pues Felipe II mandó
erigir el monasterio en conmemoración de la victoria obtenida en la batalla de
San Quintín , en el día de San Lorenzo, santo que sufrió martirio en una parrilla.
La mayor parte de los autores subrayan igualmente el significado simbólico de
El Escorial que traduce el templo de Salomón, según las medidas del tratadista
romano clásico, Vitruvio, indicando la compatibilidad entre Cristianismo y
Antigüedad, tal como deseaba el monarca Felipe II.
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