español - United States Conference of Catholic Bishops

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Después de llegar, me encontré con la
madre biológica, que todavía estaba en
trabajo de parto. Era tan dulce y cálida, y
nos sentamos con ella para apoyarla lo
mejor posible. Unas pocas horas después,
nació nuestro hijo Andrew. Fue la
experiencia más irreal que he tenido.
Pasamos el día y medio siguiente con
Andrew y su madre biológica en el hospital
conociéndonos mejor. Fue difícil saber qué
decirle, sabiendo que estaba tomando la
decisión más difícil de su vida, conociendo
el dolor que debe haber sufrido y sintiendo
que yo causaba este dolor. Fue un
torbellino emocional sostener y mirar a este
hermoso bebé, preguntándome si realmente
sería su madre.
pueden siquiera describir cómo nos
sentimos durante el viaje. Estábamos muy
entusiasmados con la idea de que iríamos
al hogar con nuestro hijo, pero al mismo
tiempo estábamos asustados de que
quizás regresaríamos solos a casa. No
estábamos seguros de poder manejar tal
desilusión y me preguntaba qué pensaría
de nosotros. ¿Lamentaría habernos
elegido? ¿Qué le diría a la mujer que iba
a darnos a su hijo? Junto a estos y los
demás miedos normales de convertirnos
en padres, también tenía miedo de no
poder establecer un vínculo con nuestro
nuevo hijo o sentir que era nuestro.
Gracias a Dios, la madre biológica decidió
mantener su decisión de darnos a su hijo.
Más tarde esa tarde, era Nochebuena, Bill
y yo salimos del hospital con Andrew. No
llevó mucho tiempo antes de no tener
dudas de que era nuestro hijo, el mayor
regalo de Dios. Realmente es nuestro
milagro de Navidad.
Andrew tiene dos años, y para Bill y para
mí está claro que Dios lo eligió para
nosotros. No podemos imaginar amar a un
niño que concebimos más de lo que
amamos a Andrew. Es sorprendente lo bien
que se adapta a nuestras personalidades.
Cada día, más y más, damos gracias a su
madre biológica por su abnegada decisión.
Es muy difícil expresar en palabras lo
especial que ha sido la experiencia de
adopción. Ha sido un camino muy
difícil enfrentar la infertilidad, así como
muchas cosas desconocidas y actos de
bondad y sacrificio: tantas emociones
que llevaron al crecimiento de nuestra
familia. Hubo tiempos en que nuestra fe
fue sacudida y no estábamos seguros de
poder cargar nuestra cruz. Pero adoptar
a Andrew nos ha hecho más conscientes
del poder de Dios y de su amor por
nosotros. Comprendemos que siempre
tiene un plan perfecto para nuestras
vidas.
*Jenny y Bill (los nombres han sido
cambiados por cuestiones de privacidad)
quieren alentarlos a que sean receptivos
al don de la adopción. ¿Te está
llamando Dios a considerar la adopción
de un niño o a dar a tu hijo en
adopción? Para más información,
póngase en contacto con su oficina
diocesana.
Secretariat of Pro-Life Activities
3211 Fourth Street NE • Washington, DC 20017
Tel: (202) 541-3070 • Fax: (202) 541-3054
www.usccb.org/respectlife
¡Encuéntrenos en facebook.com/peopleoflife!*
*solo en inglés
Para pedir materiales llame sin cargos al
(866) 582-0943.
Los modelos son solo para ilustración. Fotos: Tapa y las manos:
© Getty Images. Se reservan todos los derechos. Bebé: © Veer
Images. Se reservan todos los derechos. Copyright © 2014, United
States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C.
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uno para el otro y seguimos confiando en
Dios. Esto no siempre fue fácil, pero
ayudó que Bill tuviera un gran sentido del
humor y pudimos reír de algunas
situaciones y conversaciones locas que
vienen con la infertilidad.
Ya que sabíamos que nuestras
oportunidades de quedar embarazados
eran pocas, no pasó mucho hasta que
comenzamos a hablar de la posibilidad de
adopción. Sin embargo, no fue una
decisión fácil, y me pregunté si mi corazón
era lo suficientemente grande como para
amar a un niño adoptado del mismo
modo que amaría a mi hijo biológico.
Había también tantas otras variables que
considerar, una de las cuales fue el costo, y
ya habíamos gastado tanto dinero en
tratamientos de infertilidad. Sentimos que
no teníamos control, pero Dios nos
recordó otra vez que Él siempre está en
control y que podíamos confiar en Él.
Nota editorial: Aunque algunas veces los
medios las retraten de manera negativa, la
mayoría de las experiencias de adopción
son hermosos relatos de amor, como el
que comparte Jenny* a continuación.
Mi esposo Bill y yo hemos estado casados
durante seis años. Tener hijos y criar una
familia ha sido siempre nuestra expectativa.
Para el momento en que nos casamos, la
mayoría de nuestros hermanos y amigos ya
habían tenido hijos, y estábamos
entusiasmados y listos para ser padres.
Pronto nos enteramos, sin embargo, de que
tener hijos propios podría no ser tan fácil.
Hicimos viajes a diversas ciudades para ser
tratados por médicos maravillosos que han
ayudado a concebir a muchas parejas, pero
todo lo que intentamos tuvo poco éxito.
Por momentos nos sentimos desesperados.
Las palabras no pueden siquiera explicar
esta experiencia de pérdida.
Afortunadamente, nuestro matrimonio se
hizo más fuerte porque estuvimos allí el
Por lo que, gracias al discernimiento que
viene de la oración, decidimos comenzar el
proceso de adoptar a un niño de Etiopía.
Sin embargo, después de que tomó casi un
año quedar en la lista de espera, el
programa de adopción fue frenado por
razones desconocidas para nosotros.
Estábamos tan frustrados que comenzamos
a sentir que quizás no debíamos tener hijos.
Luego escuchamos de amigos que habían
adoptado a un bebé recién nacido en este
país después de solo unos pocos meses. Con
este nuevo aliento, decidimos adoptar en el
país, eligiendo una agencia nacional más
que una estatal porque suele ser más rápida.
Estábamos muy entusiasmados pero
también asustados. Seríamos elegidos por
una madre biológica y se nos exigiría
enviarle fotos y cartas frecuentemente.
Probablemente, hablaríamos con la madre
biológica por teléfono y la conoceríamos
durante el parto. Y siempre existía la
oportunidad de que cambiara de opinión,
incluso días después del nacimiento. No
sabía cómo me sentiría sobre todo esto y
me preguntaba si estábamos preparados
para más dolor. Pero lo único que
podíamos hacer era rezar e intentar
dejarlo en manos de Dios.
Cuatro meses después, recibimos un
llamado que decía que una madre biológica
en la Florida nos había elegido. Tenía siete
meses de embarazo de un niño. No
podíamos creerlo. Finalmente tendríamos
un bebé. Hablamos con ella un par de
veces por teléfono y nunca comprendí hasta
entonces la suerte que tenía al casarme con
alguien tan sociable, ya que Bill realmente
ayudó a que la conversación fluyera.
En la fecha de parto de la madre
biológica, recibimos el llamado de que
estaba en trabajo de parto. Con Bill
dejamos todo y nos fuimos a la Florida a
conocer a nuestro hijo. Las palabras no
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