Para aquellos que alguna vez ... texto de introducción a la Economía, aquí un recordatorio.

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Año: 33, Enero 1991 No. 718
N.D. Susan Lee es una Economista de Nueva York. Esta nota fue
publicada por el Wall Street Journal en Dic. 1990. El principio de
la Ventaja Comparativa se conoce también como Ley de Ricardo,
Ley de Costos Comparativo, o Ley de Asociación». Traducción de
la Economista Verónica Spross.
DAVID RICARDO Y ELGATT
Por Susan Lee
Parece evidente que la reciente ronda de
Uruguay no tendrá un buen resultado, y con
su fracaso, también se va el sistema de
comercio multilateral que ha estado vigente
desde que el Acuerdo General de Aranceles
y Comercio (GATT) se estableció en 1947.
Esto
ha
decepcionado
a
quienes
verdaderamente creen en un libre comercio
mundial. Pero este fracaso será, asimismo,
un duro golpe para una de las fuerzas más
significativas en el comercio internacionalla
ventaja comparativa--.
Ese es el concepto, formulado por David
Ricardo en 1817, que se convirtió en la base
intelectual sobre la cual se estableció el
comercio mundial. Este ha tenido una larga
trayectoria y 173 años de culto por parte de
los economistas ya era probablemente
demasiado. Recientemente, ya considerado
como una vieja reliquia, está siendo
reemplazado por estrategias orientadas a
lograr acceso al mercado y seducir a la
inversión directa.
Para aquellos que alguna vez ojearon un
texto de introducción a la Economía, aquí un
recordatorio. Usualmente, la ventaja
comparativa se explica utilizando los
ejemplos de Ricardo sobre el vino de
Portugal y los textiles de Inglaterra, lo que
implica hacer muchas operaciones con
fracciones. Alternativamente, tome dos
personas un abogado penalista y una
secretaria y dos servicios litigar y
mecanografiar. El abogado es un litigante de
primera clase y un mecanógrafo también de
primera clase. La secretaria es un litigante
de segunda clase y una mecanógrafa de
segunda clase. Obviamente, el abogado tiene
una ventaja absoluta en ambas actividades.
El abogado, sin embargo, es relativamente
más eficiente más productivo en los litigios
que como mecanógrafo; él sabe todo sobre
las leyes de responsabilidades y tiene su
traje oscuro de tres piezas. La mecanógrafa
es relativamente más eficiente escribiendo a
máquina que litigando; ella no conoce bien
las leyes y además usa minifalda. Es,
entonces, conveniente para el abogado
contratar a la secretaria para mecanografiar
y para la secretaria contratar al abogado para
litigar. Sin importar cuanto más
competente omiserablemente inadecuado
cada quien sea, el intercambio de
habilidades basado en la ventaja
comparativa deja a ambas personas en
una mejor situación.
Lo
mismo
ocurre
a
los
países
especializándose en aquello en lo que tienen
más
alta
productividad,
y
luego
intercambiando, los países incrementarán los
estándares de vida de sus ciudadanos y su
ingreso real. La inversión extranjera directa
también se asegura muy bien con este
esquema; las plantas deben construirse en
cualquier parte donde se pueda tener ventaja
comparativa. Si las empresas pueden invertir
en un país que ofrece mano de obra más
inteligente, mejores recursos naturales o
capital más barato, éstas pueden producir
más eficientemente y a un costo menor.
Las barreras al libre comercio son el
enemigo de la ventaja comparativa. Si las
compañías eficientes se enfrentan a tarifas
arancelarias elevadas y las menos eficientes
no, la ventaja natural en el costo puede ser
aniquilada. Como consecuencia, el concepto
de ventaja comparativa llevó a muchas
naciones poderosas del mundo a reducir
multilateralmente las barreras al comercio y
los aranceles aduanales.
¿Por qué un concepto, tan prometedor de
grandes
beneficios
habría
de
ser
repentinamente visto como una reliquia
inútil?
Algunos piensan que la ventaja comparativa
está basada en el supuesto de que los
recursos son fijos e inamovibles. La nueva
visión, sin embargo es que los países pueden
cambiar sus ventajas comparativas naturales
a través de la tecnología o de la política
macroeconómica. En los países cuya mano
de obra es de baja calidad, la tecnología
puede hacer más productivos a los
trabajadores; en los países con escasos
recursos naturales, la tecnología puede crear
recursos sintéticos. Los países también
pueden volverse atractivos para los
inversionistas
recortando
impuestos,
reduciendo las regulaciones o mejorando la
educación de los obreros.
Existe también la visión de que la ventaja
comparativa se ha hecho obsoleta con los
tipos de cambio variables. Una empresa
puede ser el productor con menor costo, por
ejemplo, pero si la moneda de su país se
vuelve cara en relación a las monedas de sus
competidores, sus productos tendrán precios
demasiado altos para poder competir.
Pero la mayor amenaza a la ventaja
comparativa ha surgido del colapso del
comercio multilateral en favor del
comercio regional.
Bajo este esquema, el nuevo orden mundial
consistiría de tres enormes bloques
comerciales: uno para Europa basado en sus
aspiraciones de área de libre comercio para
1992, uno para los países americanos y uno
para la región del Pacífico que incluiría
Japón, Hong Kong, Singapur, Taiwan y
Corea del Sur.
El temor sobre esto radica en que estos tres
bloques comerciales promuevan el libre
comercio entre sus miembros mientras al
mismo tiempo construyen barreras contra
los no-miembros. No obstante, el acuerdo de
libre comercio firmado en 1989 entre
Estados Unidos y Canadá no ha resultado
hasta ahora en mayores barreras hacia
terceros. Es más, se habla ya de extenderlo a
México y a todo el hemisferio. Pero nadie
puede estar seguro que la Comunidad
Europea ‘92 o que el área comercial del
Pacífico que incluye a Japón, serán tan
respetuosas del libre comercio.
En este nuevo mundo de incertidumbre se
piensa que lo principal es obtener acceso al
mercado. Desde luego, la inversión
extranjera directa se convierte en una
estrategia de defensa anticipada contra las
barreras comerciales que puedan surgir para
las empresas de afuera de los bloques. Los
japoneses invierten en América, los
americanos en Europa, los europeos en Asia,
los coreanos en el Caribe.
De esta manera, las compañías intentan
apresuradamente asegurar posiciones en las
posibles áreas de comercio regional. Estas
posiciones no solamente las protegerán de
posibles barreras comerciales, sino que
también según el argumento que utilizan los
mercados de mayor tamaño creados en el
área de libre comercio les permitirá
economías de escala. Esta estrategia no tiene
nada que ver con la idea generalizada de
ubicarse en un país por su ventaja
comparativa.
Con los argumentos expuestos se pretende
anular la Ley de Economía de las «Ventajas
Comparativas». Por un lado, se dice que los
supuestos detrás de ella ya no tienen
vigencia, y por el otro, la expectativa sobre
las potenciales barreras comerciales está
forzando a las empresas a ignorarla.
¿Debemos preocuparnos? Si los países
pueden ofrecer mayor eficiencia a través
del mejor uso de sus recursos por medio
de la tecnología, o por medio de la
alteración de las políticas
macroeconómicas de modo que se genere
un ambiente de altos niveles de
crecimiento y mantener las barreras
comerciales bajas esta estrategia es
buena. Pero, si los flujos de inversión
directa son dictados por el acceso al
mercado y no por la eficiencia, o si los
flujos comerciales son influenciados por
tipos de cambio manipulados y no por los
costos de producción, la estrategia es
mala.
Para quienes vemos ciertas verdades teóricas
inmutables, sin embargo, esas nuevas
políticas nos dan miedo, el sistema
comercial multilateral está en tela de juicio y
una recesión mundial está en ciernes. ¡Qué
gran tranquilidad nos daría poder seguir
rindiendo culto a la eficiencia de libre
comercio mundial por algún tiempo más,
por anticuada que parezca!
Importancia de la Ley de Asociación
A principios del siglo XIX David Ricardo
descubrió el fenómeno económico que llegó
a conocerse con el nombre «Ley de
Asociación». El nombre de Ley de
Asociación
es
definitivamente
más
adecuado, ya que nos explica por qué el
hombre se asoció y formó el ente colectivo
que
hoy
conocemos
como
«LA
SOCIEDAD» Nos explica por qué llegó a
suceder la división del trabajo y, por
consiguiente, el intercambio; cómo éste se
fue intensificando a medida que el uso del
dinero permitió el intercambio cada vez más
indirecto; cómo la división del trabajo
aumentó la eficiencia o productividad de
cada individuo y por lo tanto hizo posible el
aumento considerable de la riqueza del
mundo entero; cómo la división del trabajo a
la vez que ha convertido a los hombres cada
vez más dependientes unos de los otros,
permitió simplificar las tareas mediante la
subdivisión de éstas al grado de poderlas
sustituir con simples mecanismos que
aumentaron en forma sorprendente el
rendimiento del ser humano, y cómo, con el
tiempo, la combinación de mecanismos se
haya convertido en la máquina cada día más
compleja y perfecta al grado de llegar a
llamarse
«revolución
industrial»,
«mecanización»,
y
hoy
día,
«automatización», sin todo lo cual el grado
de civilización hoy existente no sería posible
MANUEL F. AYAU «De RobinsonCrusoe a
Viernes» 1990
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