La intervención del Valedor do Pobo en el proceso de reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia. 1. Introducción. Cuando la reforma del Estatuto de Autonomía de Galicia (EAG) no era más que una posibilidad de cara a un futuro incierto, por nuestra parte ya habíamos anticipado la posición favorable del Valedor a la actualización de ciertas disposiciones estatutarias a través de un documento que remitimos en su momento a los anteriores Presidentes de la Xunta y del Parlamento de Galicia y a los diferentes grupos parlamentarios. Lógicamente, en ese momento, la prudencia aconsejaba mostrar nuestra opinión favorable solo en lo referente a lo que más directamente afectaba a esta institución, esto es, a la posibilidad de reformar el artículo 14 del EAG, que es el que regula la figura del Valedor do Pobo, un precepto claramente obsoleto. En nuestra opinión podría ser puesto al día con el objetivo de lograr una más adecuada definición de la institución, de su naturaleza y de sus funciones. Posteriormente, el Parlamento de Galicia convocó al Valedor do Pobo para presentar sus aportaciones en relación con la posible reforma estatutaria, que finalmente no se concretó. 1 Nuestra aportación resultó consecuente con las conclusiones a las que pudimos llegar en el desempeño de las funciones estatutarias y legales que se nos atribuyen. Efectivamente, el conocimiento de numerosísimas quejas de los ciudadanos, los diferentes análisis realizados en los Informes Anuales y Extraordinarios presentados en el Parlamento de Galicia y, en general, nuestra participación activa en numerosos foros de trabajo para la promoción de los derechos fundamentales y la lucha contra las irregularidades administrativas nos permiten tener una visión depurada de muchos de los problemas que pudieran ser objeto de análisis en los trabajos preparatorios de la reforma estatutaria. Nuestra atención la centraremos en las cuestiones que son objeto ordinario del trabajo institucional, esto es, la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos y la supervisión de las posibles irregularidades o disfunciones de la administración. En este amplio abanico de funciones la experiencia deja constancia de que son los denominados derechos sociales el principal objeto de reclamación de los ciudadanos, y, por consiguiente, de la dedicación de la institución. Todos los años los principales motivos de queja de la ciudadanía se refieren a problemas relacionados con la salud, la educación, los servicios sociales, la vivienda o el medio ambiente, por 2 lo que el desarrollo de esa labor ordinaria de defensa de los derechos sociales hace que dispongamos de un criterio suficientemente decantado sobre el nivel de efectividad de esos derechos y de las necesidades públicas al respecto. Uno de los principales objetivos institucionales es garantizar unas condiciones de vida dignas para todos los ciudadanos, a través del aseguramiento de políticas adecuadas de protección social y de la promoción de las medidas precisas para remover cualquier causa de discriminación o desigualdad para de ese modo hacer efectiva la igualdad. En coherencia con esta función pretendemos que en la reforma en curso uno de los aspectos a contemplar sea la inclusión de un conjunto de derechos sociales acordes con la realidad y las necesidades de los gallegos y en general de todas las personas que viven en Galicia. El eje fundamental de nuestra aportación fue la propuesta de desarrollo estatutario de un catálogo de derechos sociales y de sus garantías. Junto a eso pretendemos también una mejor definición estatutaria de la institución, de su naturaleza y de sus funciones, tanto para fortalecer la garantía de los derechos como para reforzar la posición institucional básica del Valedor do Pobo. 3 Este orden material fue compartido por todos los Defensores del Pueblo en los diferentes procesos de reforma estatutaria. Efectivamente, la participación institucional de los Defensores se concretó en la expresión de su posición en relación con los aspectos de la reforma más directamente relacionados con la función institucional que desempeñan. Por citar solo algunos ejemplos, el Defensor del Pueblo Andaluz se centró en la búsqueda de fórmulas de afianzamiento de las garantías de los derechos de la ciudadanía, en el estudio de la posibilidad de incluir una parte dogmática (de declaración de derechos) en el nuevo Estatuto, y, sobre todo, de derechos de carácter social, y en la revisión del artículo que regula la figura del Defensor. En parecidos términos se pronunció el Sindic de Greuges de la Comunidad Valenciana, que en su informe señaló que no adoptaría ninguna posición institucional respecto a unos temas que tienen un notable contenido político y que carecen de relación con los específicos cometidos estatutarios que tenemos encomendados, por lo que ciñó su reflexión a la ampliación, mejora, actualización y fortalecimiento de los derechos y libertades de la ciudadanía mediante la incorporación de un título específico en el Estatuto, la reubicación sistemática de los preceptos referidos al Sindic, y la inclusión de algunas precisiones tendentes a perfeccionar y reforzar al Sindic de Greuges como Alta Institución defensora de los 4 derechos y libertades. La Defensora del Pueblo de Navarra señaló que sus aportaciones deben girar fundamentalmente, en consonancia con la propia configuración de la institución, en torno a dos aspectos concretos: en primer término, teniendo en cuenta que constituye su objetivo básico la eficaz garantía de los derechos y libertades de los ciudadanos y ciudadanas, .... la propuesta de inclusión de una obligada referencia a los mismos tendente a una mayor profundización en su extensión y garantía de su ejercicio, y en segundo lugar, (...) reflejar igualmente en dicho texto legal la figura del Defensor del Pueblo de la Comunidad Foral de Navarra. Las razones por las que el conjunto de los Defensores centramos nuestra atención en los aspectos señalados parecen claras, pero no por ello debemos dejar de expresarlas. Las dos materias referidas son las que se relacionan más directamente con el trabajo cotidiano de la institución; pero junto a lo anterior debemos dejar constancia de que la institución viene configurada de modo principal como independiente o autónoma, por lo que parece lógico que quede al margen de determinados aspectos o materias que son más propios del criterio de oportunidad, y que por esa razón tienen su sede más apropiada en el debate estrictamente político. Estas cuestiones pueden formar parte del debate y acuerdo entre las fuerzas políticas, ya que 5 estamos a tratar de la reforma de la Norma Institucional Básica de la Comunidad y, por lo tanto, se requiere el acuerdo legalmente suficiente y aun el consenso más amplio posible. Una de las razones por las que será preciso el acuerdo del que tratamos es el carácter rígido del Estatuto, esto es, por las condiciones específicas de su reforma y por su carácter superior o jerárquicamente ordenado (el Estatuto forma parte del bloque de constitucionalidad). Por eso, resulta claro que en él deben incluirse las cuestiones básicas con respecto a las que sea posible un amplio nivel de acuerdo. De entre todas ellas por nuestra parte únicamente se podrían tratar las materias o cuestiones con respecto a las que la experiencia nos hace pensar que existe un amplio consenso social y político, dejando la definición de los otros aspectos estatutarios a la actividad estrictamente parlamentaria, en el convencimiento de que en todos ellos se podrá llegar a puntos básicos de acuerdo que permitan dotarnos de un Estatuto asumido por una inmensa mayoría de los gallegos. Efectivamente, las disposiciones estatutarias tienen la particularidad de su carácter rígido, por lo que en cierta manera se preservan de las contingencias políticas dependientes de las alternancias en las mayorías parlamentarias que se puedan suceder. La 6 inclusión de estos contenidos en la norma estatutaria garantiza que su reforma únicamente se producirá a través del apoyo de una mayoría reforzada (en el caso del EAG, de 2/3 de la Cámara), con lo que previsiblemente exigirá el consenso de diferentes fuerzas políticas. Desde el momento en que dichos contenidos se incluyen en el Estatuto, los mismos quedan substraídos a la voluntad de la mayoría parlamentaria que tiene la potestad de legislar con carácter ordinario en la Asamblea Legislativa Autonómica. La única forma de modificar el marco estatutario será la reforma del propio Estatuto a través de los mecanismos previstos por el mismo, esto es, por medio de unos requisitos que tienen por fin dificultar dicha reforma. En resumen, la inclusión de determinados preceptos en el Estatuto de Autonomía trae consigo que estos solo se puedan alterar por la vía de la reforma estatutaria y no por la simple modificación de las leyes, lo que viene a significar la exigencia de un más o menos amplio acuerdo entre las fuerzas políticas fundamentales. Así pues, el principio de rigidez que es propio de las Constituciones escritas, que tiene vigencia también en el ámbito estatutario –como ya tenemos señalado, los Estatutos son la norma institucional básica de las Comunidades Autónomas–, provee de la estabilidad necesaria al marco institucional que tratamos. Además, los Estatutos de Autonomía se reconocen como normas superiores, únicamente subordinadas a lo dispuesto en el Texto 7 Constitucional, por lo que se imponen al resto del ordenamiento jurídico. La reforma de los Estatutos se regula con carácter general en el art. 147.3 de la Constitución, que establece la necesidad de ajustar la misma al procedimiento previsto en cada uno de ellos, y, además, exige la aprobación de la modificación por las Cortes Generales mediante Ley Orgánica. Por tanto, la reforma estatutaria debe verificarse a través de un procedimiento diferente y más dificultoso que el previsto para la aprobación, modificación o derogación de cualquier otra ley, incluso las orgánicas. Además, el principio de rigidez característico de los Estatutos acaba de tomar forma con la definición de los mecanismos de control de constitucionalidad de las leyes, lo que se trata en el art. 28.1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, que reconoce a los Estatutos como parámetros de validez y eficacia de las normas con rango de ley. 2. La posibilidad de incluir en el Estatuto de Autonomía una declaración de derechos sociales. Como adelantamos, la posibilidad de incluir un catálogo de derechos sociales resulta de especial interés para esta institución. El Valedor do Pobo tiene como fin legalmente establecido la garantía de los derechos de los ciudadanos, lo que también supone la promoción de los mismos en cualquiera de sus facetas, incluida la promoción 8 legal. Así, velar por el reconocimiento cotidiano de los derechos es la principal tarea de la institución, a la que lleva dedicando su esfuerzo desde su puesta en funcionamiento. En primer término se plantea la posibilidad de incorporar a los Estatutos un listado de derechos sociales, principios rectores o mandatos de orden social o económico. Esto supone que ya desde este momento excluyamos la posibilidad de incluir los que denominamos derechos clásicos, de primera generación o de carácter fundamental. Al respecto la STC nº 25/1981 señala que “... en cuanto elemento fundamental de un ordenamiento objetivo, los derechos fundamentales dan sus contenidos básicos a dicho ordenamiento, en nuestro caso al del Estado social y democrático de Derecho, y atañen al conjunto estatal. En esta función, los derechos fundamentales no están afectados por la estructura federal, regional o autonómica del Estado. Puede decirse que los derechos fundamentales, por cuanto fundan un “status” jurídico-constitucional unitario para todos los españoles y son decisivos en igual medida para la configuración del orden democrático en el Estado central y en las Comunidades Autónomas, son elemento unificador, tanto más cuando el cometido de asegurar esta unificación, según el artículo 155 de la Constitución, compete al Estado. Los derechos fundamentales son así un patrimonio común de los 9 ciudadanos individual y colectivamente, constitutivos del ordenamiento jurídico cuya vigencia a todos atañe por igual. Establecen por así decirlo una vinculación directa entre los individuos y el Estado y actúan como fundamento de la unidad política sin mediación alguna”. Sobre la posibilidad de incorporar a los Estatutos los denominados derechos sociales se produjeron opiniones de diferente tipo, aunque parece prevalecer la opinión de que tal cosa no vulneraría la Constitución si los Estatutos realizaran una concreción o modulación de las genéricas disposiciones constitucionales en el ámbito autonómico. El principio constitucional que garantiza que todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado (arts. 139.1 y 149.1.1.ª) no se vería afectado por una adecuada inclusión de un listado de este tipo, tal y como afirma la STC nº 37/1987: “El principio constitucional de igualdad no impone que todas las Comunidades Autónomas ostenten las mismas competencias, ni, menos aún, que tengan que ejercerlas de una manera o con un contenido y unos resultados idénticos o semejantes. La autonomía significa precisamente la capacidad de cada nacionalidad o región para decidir cuándo y cómo ejercer sus propias competencias, en el marco de la Constitución y del Estatuto. Y si, 10 como es lógico, de dicho ejercicio derivan desigualdades en la posición jurídica de los ciudadanos residentes en cada una de las distintas Comunidades Autónomas, no por ello resultan necesariamente infringidos los artículos 1, 9.2, 14, 139.1 y 149.1.1.ª de la Constitución, ya que estos preceptos no exigen un tratamiento jurídico uniforme de los derechos y deberes de los ciudadanos en todo tipo de materias y en todo el territorio del Estado, lo que sería frontalmente incompatible con la autonomía, sino, a lo sumo, y por lo que al ejercicio de los derechos y al cumplimiento de los deberes constitucionales se refiere, una igualdad de las posiciones jurídicas fundamentales.” Por eso, parece factible y aun conveniente que las generales disposiciones constitucionales en materia de protección social, de promoción de la igualdad material y formal y de remoción de todas las formas de discriminación, se desarrollen en el EAG para así articular un nuevo catálogo de especificación autonómica en este orden, definiendo las finalidades (los fines estatutariamente prefigurados) a los que los poderes públicos autonómicos deben conducir su actividad ordinaria. Esta debe incluir actuaciones positivas encaminadas a dar efectividad a los derechos sociales reconocidos en el Estatuto reformado. 11 De materializarse esta propuesta se reforzaría el compromiso de los poderes públicos gallegos en la búsqueda de las condiciones para dar efectividad a los derechos de los gallegos y para la superación de las condiciones que los imposibilitan o dificultan en cada momento. Además, al catálogo de derechos ya contemplados en la Constitución y ahora desarrollados en el texto estatutario podrían añadirse otros de configuración hasta ahora únicamente legal, pero que en la actualidad, dada la evolución social, pasaron a formar parte de las más elementales necesidades colectivas. En resumen, no parecen existir problemas de orden jurídico para que los Estatutos recojan un catálogo de derechos sociales o principios de política social y económica que adapten su contenido a las demandas y necesidades propias de los gallegos y a la nueva realidad social. Mediante la incorporación de estos derechos podrían llevarse al Estatuto nuevas necesidades individuales o colectivas que se evidenciaron o tomaron forma con posterioridad a la aprobación de la Constitución. La sociedad en general y, particularmente, esa parte de la sociedad afectada por factores materiales o de otro carácter de los que resulta algún tipo de discriminación, marginación o aun exclusión, aguarda que el hacer de los poderes públicos sea cada vez más 12 decidido para actuar en contra de los muchos factores que dan origen a esas situaciones y que aun persisten, y eso con la esperanza de que más pronto que tarde se deje de lado la sencilla proclamación formal de estos derechos y se alcance su efectiva garantía. 3. La propuesta de derechos y fines públicos de orden social. La variedad de opiniones sobre el contenido del capítulo declarativo de derechos o principios de orden social puede llegar a ser amplísima. Por eso, nuestra propuesta pretendió servir como sugerencia de un contenido mínimo, esto es, de los aspectos que necesariamente se deberían recoger, sin perjuicio de añadir otros que también se consideren. En primer término podría realizarse una mención genérica a los derechos, libertades y deberes de los que son titulares los ciudadanos gallegos, que serían los reconocidos en la Constitución Española, en el Estatuto de Autonomía de Galicia, en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y en los Tratados y Convenios Internacionales, especialmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos. 13 También podría establecerse una cláusula genérica de tutela o garantía de esos derechos que debiera afectar a todos los poderes públicos de la Comunidad Autónoma que, en este sentido, tendrían la obligación de garantizar y promover la efectividad de esos derechos y libertades. Como principio general de orden social podría señalarse que la Comunidad Autónoma tiene como uno de sus fines la promoción de las políticas y las medidas precisas para garantizar el pleno ejercicio de los derechos sociales reconocidos a los ciudadanos y, en particular, las que permitan superar cualquier situación de marginación, discriminación o desigualdad de las personas y de los colectivos sociales, promoviendo la remoción de las circunstancias personales o colectivas que sean causa de esas situaciones. En cuanto a la enumeración de los derechos sociales (que, como dijimos, no pretende tener carácter exhaustivo, encontrándose por tanto abierta a cualquier opinión que pudiera ensanchar el ámbito de la declaración de derechos) podría hacerse por medio de la declaración de la obligación por parte de la Comunidad Autónoma de Galicia de promover y garantizar, en el ámbito de sus competencias, que los ciudadanos disfruten de unas condiciones de vida dignas y de las prestaciones y servicios sociales necesarios para asegurar su calidad 14 de vida. En cualquier caso los poderes públicos de Galicia promoverán y garantizarán el disfrute de los siguientes derechos: 1 ° El derecho a la salud, mediante un sistema sanitario público de calidad y que permita asegurar la promoción, prevención y atención integral y ágil. 2° El derecho a la educación de calidad en todas las fases del desarrollo personal y en especial en los períodos más tempranos. 3° El derecho a la protección social en las situaciones de necesidad a través de un sistema público de servicios y prestaciones, en especial en los casos de dependencia. 4° El derecho al apoyo a la familia y a las diversas formas de convivencia, y a la conciliación de la vida laboral y familiar para el pleno desarrollo de la personalidad. 5° El derecho de acceso a la cultura y a la conservación y disfrute del patrimonio cultural. 6°. El derecho al desarrollo ordenado del territorio y al urbanismo equilibrado y racional, así como a la protección y respeto a la propiedad de los ciudadanos en el ejercicio de la actividad 15 urbanística, garantizando su participación y defensa en los procesos de desarrollo urbano. 7° El derecho a una vivienda digna. 8° El derecho al disfrute del medio ambiente, del paisaje y de los espacios naturales, para lo que los poderes públicos impedirán cualquier forma de contaminación no autorizada y prevendrán las agresiones ambientales, garantizarán la calidad de vida de los ciudadanos en unos medios rural y urbano saludables, y promoverán el desenvolvimiento sostenible y la utilización racional de los recursos naturales. 9° El derecho a la defensa y protección efectiva de los consumidores y usuarios. 10° El derecho a la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos de acuerdo con lo legalmente previsto, al funcionamiento eficaz y rápido de las administraciones públicas y al trato respetuoso y transparente en sus relaciones con estas. 11° El derecho a disfrutar de las tecnologías propias de la sociedad de la información y del conocimiento. 16 Por último, se propone la enumeración de los fines públicos de orden social (que tampoco tiene carácter exhaustivo) que podría realizarse mencionando que la Comunidad Autónoma, con el fin de garantizar la plena efectividad de los derechos de contenido social de los ciudadanos y superar las situaciones de marginación, discriminación o desigualdad de las personas o de los grupos, desarrollará sus políticas para alcanzar los siguientes fines: 1 ° La igualdad entre las mujeres y los hombres en los diferentes ámbitos de la vida social y personal. 2° La protección a la atención integral a los menores que permita hacer efectivo el interés superior de estos. 3° La promoción de la calidad de vida, de la autonomía individual y del bienestar de las personas mayores. 4° La atención integral, igualdad de oportunidades y plena integración social de las personas con discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales. 5° La igualdad plena de todas las personas integrantes de los colectivos minoritarios por razón de religión, cultura, etnia, orientación sexual o de cualquier otra índole. 17 6° La prevención y superación de las situaciones que generen exclusión social, marginación, discriminación o desigualdad, en especial en el caso de las personas que padezcan extrema pobreza, drogodependencias o ciertas enfermedades físicas o mentales. 7° La atención a los emigrantes gallegos en el extranjero. 8º La integración social de las personas inmigrantes 4. El tratamiento constitucional y estatutario de los Defensores. Para el exhaustivo examen de la cuestión comenzaremos por analizar el tratamiento constitucional y estatutario de las figuras de los Defensores del Pueblo, tanto la institución estatal como las diferentes instituciones autonómicas y, posteriormente, estudiaremos el tratamiento que dieron a las instituciones las primeras reformas estatutarias. Por tanto, no mencionamos el resultado de las últimas reformas, aprobadas a partir de 2006, que resultan posteriores a nuestra aportación. La institución del Defensor del Pueblo se crea por primera vez en nuestra historia a través de la Constitución de 1978. Efectivamente, el art. 54 del Texto Fundamental señala que “una ley orgánica 18 regulará la institución del Defensor del Pueblo, como alto comisionado de las Cortes Generales, designado por estas para la defensa de los derechos comprendidos en este Título (el primero), a cuyo efecto podrá supervisar la actividad de la Administración, dando cuenta a las Cortes Generales”. Como vemos, las atribuciones de control –o supervisión, como se señala en el texto– de esta institución se refieren a la actividad de la administración en general, sin ningún tipo de limitaciones, por lo que sus competencias constitucionales abarcan las diferentes administraciones públicas, y, por tanto, también a las administraciones autonómicas que eventualmente se crearan – según el principio dispositivo que la propia Constitución establecía en ese orden– y a las administraciones locales e institucionales. Así las cosas, en el momento en que comenzaron a tomar forma los primeros Estatutos de Autonomía, y en ellos se pretendió impulsar la figura del Ombudsman de ámbito autonómico, se planteó la necesidad de que su conformación no contraviniera lo dispuesto en la Constitución y dejara claramente a salvo las funciones del Defensor del Pueblo. No será hasta la aprobación de la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, cuando se desarrolle y se ponga en marcha la figura del Defensor del Pueblo. A través de este texto legal se definirán muchas 19 de las características fundamentales que habían sido apuntadas en la Constitución. Como vimos, nestra Ley de leyes no señala nada con respecto a la posible creación de figuras similares en el ámbito de las Comunidades Autónomas que podrían crearse. Serán los Estatutos de Autonomía los que sí lo hagan. En concreto lo hicieron 8 Estatutos en su versión originaria: el vasco (Ley Orgánica 3/1979), el catalán (Ley Orgánica 4/1979), el gallego (Ley Orgánica 1/1981), el andaluz (Ley Orgánica 6/1981), el valenciano (Ley Orgánica 5/1982), el aragonés (Ley Orgánica 8/1982), el canario (Ley Orgánica 10/1982), y el balear (Ley Orgánica 3/1983). Los primeros Estatutos que incluyeron previsiones al respecto, entre los que se encuentra el gallego, se vieron condicionados por la ausencia de concreción de la amplia previsión constitucional. Efectivamente, a través del art. 54 de la Constitución solo se tenían esbozado la naturaleza y las funciones que corresponderían al Defensor del Pueblo, pero no sería hasta la publicación de la Ley Orgánica 3/1981 cuando se estableciera con mayor precisión el principio de independencia en su actuación –aun con respecto a las Cortes Generales–; la fórmula de mayoría cualificada en la elección del titular; las prerrogativas que garantizarían el ejercicio 20 independiente de su función; y las concretas labores de la institución, junto con el procedimiento para su desarrollo. Por otra parte, la propia previsión de la puesta en marcha de la institución estatal –aunque esa previsión constitucional (art. 54) fuera ciertamente concisa, puesto que en realidad contenía únicamente lo que podríamos llamar el núcleo o parte fundamental de la futura institución– hacía que los Estatutos que contemplaron nuevas instituciones autonómicas se vieran forzados a garantizar la no colisión de su futura labor con las funciones atribuidas al Defensor del Pueblo por la Constitución. Así, algunas previsiones estatutarias definieron estas instituciones autonómicas por comparación con la institución estatal y haciendo mención expresa y clara a la salvaguarda de las funciones constitucionalmente atribuidas al Defensor del Pueblo. Estas son las causas fundamentales de la formulación de algunos artículos estatutarios en unos términos que, de concurrir otras circunstancias, seguramente habrían tenido una redacción más avanzada. Así lo podemos observar en los artículos de los primeros Estatutos, esto es, en el vasco, en el catalán y en el gallego. 21 El art. 15 del Estatuto Vasco señala lo siguiente: “Corresponde al País Vasco la creación y organización, mediante ley de su Parlamento, y con respecto a la institución establecida en el art. 54 de la Constitución, de un órgano similar que en coordinación con aquella ejerza las funciones a las que se refiere el mencionado artículo y cualesquiera otras que el Parlamento Vasco pueda encomendarle”. Por su parte, el art. 35 del (anterior) Estatuto de Autonomía de Cataluña señalaba que “sin perjuicio de la institución prevista en el artículo 54 de la Constitución y de la coordinación con la misma, el Parlamento podrá nombrar un Sindic de Greuges para la defensa de los derechos fundamentales y las libertades públicas de los ciudadanos, a cuyos efectos podrá supervisar la actividad de la Generalidad. Una Ley de Cataluña establecerá su organización y funcionamiento”. Y el artículo 14 del Estatuto de Autonomía de Galicia establece que “corresponde a la Comunidad Autónoma la creación y organización, mediante ley de su Parlamento y con respecto a la institución del Defensor do Pobo establecida en el artículo 54 de la Constitución, de un órgano similar que en coordinación con aquella 22 ejerza las funciones a que se refiere el mencionado artículo y cualquier otra que el Parlamento de Galicia pueda encomendarle”. Los tres Estatutos citados fueron aprobados en el período que va desde la aprobación de la Constitución hasta la publicación de la Ley Orgánica 3/1981, del Defensor de Pueblo –el Estatuto gallego es precisamente de la misma fecha que la citada Ley Orgánica del Defensor del Pueblo–. Por su parte, los Estatutos redactados y aprobados con posterioridad a la aprobación de la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, del Defensor del Pueblo, contaron con la posibilidad de tener muy presente el perfil alcanzado por esta institución, y, sobre todo, con la referencia de las características fundamentales de una institución de esta naturaleza, lo que permitió incluir en el correspondiente texto estatutario, al menos si así se deseaba, las características fundamentales de la institución. Esto traería consigo una consecuencia de gran relevancia, como fue la preservación reforzada de esas características de la institución incluidas en el Estatuto, cuestión que tenemos abordado. 23 Entre los Estatutos (los originales) posteriores a la Ley Orgánica del Defensor del Pueblo se encuentran el andaluz, el canario, el aragonés, el valenciano y el balear. El Estatuto de Andalucía señaló:“sin perjuicio de la institución prevista en el artículo 54 de la Constitución y de la coordinación con la misma, una ley regulará la institución del Defensor del Pueblo, como comisionado del Parlamento, designado por éste, para la defensa de los derechos y libertades comprendidos en el Título I de la Constitución, a cuyo efecto podrá supervisar la actividad de la Administración autonómica, dando cuenta al Parlamento” (art. 46). El Estatuto de Canarias estableció: “1. El Diputado del Común es el alto comisionado del Parlamento de Canarias para la defensa de los Derechos Fundamentales y las Libertades Públicas y supervisará las actividades de las Administraciones Públicas Canarias de acuerdo con lo que establezca la Ley. 2. Será elegido por mayoría de tres quintas partes de los miembros del Parlamento de Canarias. 3. El Diputado del Común coordinará sus funciones con las del Defensor del Pueblo. 4. Una ley del Parlamento de Canarias regulará su organización y funcionamiento” (art. 14). 24 El Estatuto de Aragón señaló:“1. El Justicia de Aragón, sin perjuicio de la institución prevista en el artículo 54 de la Constitución y su coordinación con la misma, tiene como misiones específicas: a) La protección y defensa de los derechos individuales y colectivos reconocidos en este Estatuto; b) La tutela del ordenamiento jurídico aragonés, velando por su defensa y aplicación; c) La defensa de este Estatuto. 2. En el ejercicio de su función, el Justicia de Aragón podrá supervisar la actividad de la Administración de la Comunidad Autónoma. 3. El Justicia rendirá cuentas de su gestión ante las Cortes de Aragón.” (art. 33). “Una Ley de las Cortes de Aragón concretará el alcance de las funciones del Justicia, así como el procedimiento de su elección por aquéllas y el régimen de incompatibilidades. (art. 34). Por su parte, el Estatuto de la Comunidad Valenciana expresó: “De acuerdo con la institución prevista en el artículo 54 de la Constitución y de la coordinación con la misma, un Síndico de Agravios, nombrado por las Cortes Valencianas como alto comisionado de las mismas, velará por los derechos reconocidos en el Título I de la Constitución Española en el ámbito competencial y territorial de la Comunidad Autónoma Valenciana. La Ley fijará su Estatuto, facultades y duración de su mandato” (art. 24). 25 Por último, el Estatuto de las Islas Baleares señaló: “el Parlamento, mediante ley, creará la institución de la Sindicatura de Greuges para la defensa de las libertades y de los derechos fundamentales de los ciudadanos, así como para supervisar y investigar las actividades de la Administración de las Illes Balears. El síndico será elegido por el Parlamento, por la mayoría favorable de las tres quintas partes de los diputados de la Cámara. El síndico actuará como Alto Comisionado del Parlamento, y le rendirá cuentas de su actividad” (art. 29). Como vemos, en algunos de estos cinco Estatutos posteriores a la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, del Defensor del Pueblo, se incluyen menciones a las características propias de la institución, algo que sucede aun con más frecuencia en el caso de los Estatutos de Autonomía que incluyeron la figura del Defensor del Pueblo en su acervo institucional con ocasión de sus respectivas reformas. Así sucedió en el caso de Cantabria, Castilla y León, Extremadura y La Rioja. En el caso de Cantabria, la Ley Orgánica 11/1998 incluyó en el Estatuto de la Comunidad un artículo, el 16, con la siguiente redacción: “1. El Defensor del Pueblo Cántabro es el Comisionado del Parlamento de Cantabria para la protección y defensa de los 26 derechos fundamentales de las personas, la tutela del ordenamiento jurídico y la defensa del Estatuto de Autonomía para Cantabria, a cuyo efecto podrá supervisar la actividad de la Administración, dando cuenta al Parlamento cántabro. 2. Una ley del Parlamento de Cantabria regulará su organización y funcionamiento. 3. La aprobación de la Ley y la elección del Defensor del Pueblo cántabro requerirá mayoría de tres quintos de la Cámara”. Por su parte, el art. 14 do Estatuto de Autonomía de Castilla y León señala, después de la reforma introducida por Ley Orgánica 4/1999, lo siguiente: “el Procurador del Común es el alto comisionado de las Cortes de Castilla y León, designado por estas, para la protección y defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos, la tutela del ordenamiento jurídico de la Comunidad y la defensa del presente Estatuto de Autonomía. 2. Una ley de la Comunidad regulará las competencias, organización y funcionamiento de esta institución.” El art. 52 del Estatuto de Extremadura, a raíz de la Ley Orgánica 12/1999, señala que “una ley de la Asamblea creará y regulará el régimen jurídico y funcionamiento de un órgano similar al Defensor del Pueblo previsto en el art. 54 de la Constitución, cuyo 27 titular deberá ser elegido por las tres quintas partes de los miembros de la Asamblea de Extremadura”. Por su parte, el art. 22 del Estatuto de La Rioja, tras su reforma por Ley Orgánica 2/1999, señala que “sin perjuicio de la institución del Defensor del Pueblo, previsto en el art. 54 de la Constitución y de la coordinación con la misma, la comunidad autónoma, podrá crear mediante ley una institución similar a la del citado artículo, como comisionado del Parlamento de La Rioja, designado por este para la defensa de los derechos y libertades comprendidos en el título I de la Constitución, a cuyo efecto podrá supervisar la actividad de la administración autonómica, dando cuenta al Parlamento”. Las razones de esas redacciones estatutarias más novedosas se encuentran en las evidentes ventajas de la inclusión de determinadas menciones relativas a la configuración institucional en los correspondientes Estatutos de Autonomía. Dada la naturaleza rígida de los textos estatutarios la inclusión de estas características básicas hace que las mismas pasen a formar parte de un núcleo relativamente estable y, si no inamovible, si al menos de difícil reforma sin el necesario consenso entre las fuerzas políticas. Por eso, se dota de una muy necesaria estabilidad institucional a los aspectos más relevantes de la institución. 28 Efectivamente, las referencias estatutarias a las características propias de la institución, recogidas en algunos de los Estatutos posteriores a la Ley Orgánica del Defensor del Pueblo, como vimos, no se pueden interpretar sino como un deseo de dejar patente, por una parte, la naturaleza propia de la institución y, fundamentalmente, su carácter independiente, junto con las normas que garantizan dicha independencia; y, por otra, de reforzar el carácter imperativo de esas condiciones, preservándolas de las contingencias políticas dependientes de las alternancias en las mayorías parlamentarias que se puedan suceder. Como ya pusimos de manifiesto, la inclusión de estos contenidos en la norma estatutaria garantiza que su reforma únicamente se producirá a través del apoyo de una mayoría reforzada, que previsiblemente exigirá el consenso de diferentes fuerzas políticas; quedan sustraídos a la voluntad de la mayoría parlamentaria que tiene la potestad de legislar con carácter ordinario y la única forma de modificarlos será la reforma del propio Estatuto a través de los mecanismos previstos por el mismo, esto es, por medio de unos requisitos que tienen por fin dificultar la reforma. Por tanto, el principio de rigidez estatutaria trae consigo que la inclusión de alguna de esas señas de identidad de los Comisionados Parlamentarios Autonómicos en los Estatutos de Autonomía solo pueda alterarse por la vía de la reforma estatutaria, y no por la simple modificación de la 29 Ley que regule en concreto la institución, lo que viene a significar la exigencia de un más o menos amplio acuerdo entre las fuerzas políticas, con el que se provee de la estabilidad necesaria al marco institucional que tratamos. La reforma estatutaria solo puede darse a través de un procedimiento conscientemente dificultado en relación con el previsto para las leyes ordinarias e incluso las orgánicas, entre las que constituye una especie. Esa rigidez estatutaria se completa con su condición de parámetro de constitucionalidad de las leyes (art. 28.1 da Ley Orgánica del Tribunal Constitucional), con lo que se convierte en condición de validez y eficacia de estas. Teniendo presente lo que acabamos de exponer, los Estatutos afectados por anteriores reformas estatutarias incluyeron importantes avances en lo relativo a la definición institucional de sus respectivos defensores. Estos Estatutos tuvieron la oportunidad de incluir en ellos el perfil básico de la institución, una vez definido y establecido este con claridad en el ámbito estatal a través de la Ley 3/1981, del Defensor del Pueblo. Fundamentalmente se procuró incluir aspectos directamente relacionados con la característica fundamental de la institución, esto es, con su independencia funcional, con el fin de establecer una garantía reforzada de esa independencia. En este sentido, la primera fórmula para dar efectividad al principio de 30 independencia será la exigencia de cierto consenso político a la hora de elegir al titular da institución. Para eso se prevé la necesidad de una elección con mayoría reforzada, esto es, reunir el voto positivo de, por ejemplo, 3/5 de los miembros de la Cámara, aunque en algunos textos legales –no estatutarios– se exige una mayoría aun más amplia, concretamente el voto de 2/3 del Parlamento de la Comunidad Valenciana. Al respecto el Sindic de Greuges de esa Comunidad solicita en su informe dirigido al Parlamento que se incluya en el Estatuto reformado la mayoría de 2/3 prevista hasta ahora solo en el texto de la ley ordinaria. Por su parte, prevén una mayoría de tres quintas partes de los miembros del Parlamento los Estatutos canario (art. 14.2), balear (art. 29), cántabro (art. 16.3) y extremeño (art. 52). En este orden –la preservación de la independencia– resulta ciertamente curioso que ningún Estatuto hiciera expresa definición de la institución como independiente, o, en otros términos, que no se especifique que la institución funcionará con independencia o sin sujeción a mandato imperativo alguno (ahora sí lo hace el Estatuto catalán). La explicación más lógica parece encontrarse en que los Estatutos parecían presuponer esta cualidad, al asociarla a la naturaleza propia de las instituciones, considerando por eso ocioso mencionar esta característica fundamental. Sin embargo, en textos 31 legales como los Estatutos de Autonomía, que conforman el Dereito Constitucional Autonómico, parece lógico incluir definiciones principales como esta, que en cambio sí se incluyen en la mayoría de las normas legales reguladoras de las instituciones. Entre las menciones al perfil básico de la institución, o a sus funciones más significativas, generalmente se produjo la inclusión de una amplia definición institucional que incluye sus funciones –la defensa de los derechos y libertades comprendidos en el Título I de la Constitución y la supervisión de la actividad de la administración autonómica–; la condición parlamentaria de la institución –se trata de un Alto Comisionado del Parlamento–; y, por último, como obligación relacionada con la mencionada condición parlamentaria de la institución, se establece también la necesidad de rendir cuentas –más bien información– al respectivo Parlamento. Así mismo, como elemento identificador de primer orden, algunos Estatutos de Autonomía incluyeron en su articulado la denominación propia, el nombre de la institución. Así sucedió con los Estatutos de Aragón (Justicia de Aragón; art. 33); Baleares (Sindicatura de Greuges; art. 29); Canarias (Diputado del Común; art. 14); Castilla y León (Procurador del Común; art. 14); y Comunidad Valenciana (Sindic des Greuges; art. 24). 32 Por último, es de destacar que algunos Estatutos do los más recientes (repito que nos referimos a la anterior generación, excluida la surgida de las reformas de 2006) prescindieron acertadamente de referenciar su institución propia por medio de la comparación de sus funciones o de su perfil con los que se atribuyeron al Defensor del Pueblo en el art. 54 de la Constitución –salvo Extremadura y La Rioja–. Si acaso únicamente se hace referencia a la necesaria coordinación con la institución estatal, de tal modo que se determine la actuación procedente en caso de concurrencia. En cualquier caso, esta coordinación fue regulada por una norma estatal, la Ley 36/1985, de 6 de noviembre, por la que se regulan las relaciones entre la Institución del Defensor del Pueblo y las figuras similares en las distintas Comunidades Autónomas. La anterior –y aun podríamos decir que anticuada– referencia o definición por comparación con el Defensor del Pueblo tenía un doble significado. Por una parte, se trataba de preservar las competencias constitucionales de la institución prevista en el art. 54 de la Constitución. Como vimos, el Defensor del Pueblo se configura en la Constitución como una institución con competencia relativa a todo el territorio del Estado y con la función de supervisar la actuación de todas las administraciones públicas sin excepción. Por otra parte, con 33 esta definición por comparación también se pretendía concretar el perfil institucional del nuevo comisionado, en un tiempo en el que en ocasiones ese perfil aun resultaba borroso en algunos aspectos. En la actualidad parece más acertado o normal definir la institución sin utilizar para eso la referencia del Defensor del Pueblo estatal, o sin siquiera mencionarlo. Para definir al comisionado autonómico directamente se alude a su naturaleza y a sus funciones, principalmente la defensa de los derechos fundamentales de las personas, a la que en ocasiones se añade la tutela del ordenamiento jurídico general y la defensa del Estatuto de Autonomía; además, en ocasiones especiales se mencionan verdaderas particularidades, como la función de defensa del ordenamiento propio de Aragón. También se suele mencionar que para dar efectividad a esa genérica función, la institución supervisará la actividad de la administración, dando cuenta al Parlamento. 5. La conveniencia de dar una nueva redacción al artículo 14 del EAG. Como ya apuntamos, la Xunta de Coordinación y Régimen Interior de la institución celebrada el 21 de septiembre de 2004 analizó el contenido del dictamen elaborado por un asesor de la 34 Oficina en relación con la conveniencia de dar una nueva redacción al artículo 14 del EAG y el mismo fue aceptado por todos los miembros de dicho órgano de régimen interno. La propuesta se remitió al Presidente de la Xunta de Galicia, al Presidente del Parlamento gallego y a los presidentes de los grupos parlamentarios Popular, Socialista y del BNG. El Estatuto de Autonomía de Galicia fue el tercero en el orden cronológico de aprobación. Se dio al tiempo que la Ley Orgánica que desarrolló la figura del Defensor del Pueblo, por lo que careció de la referencia de esa Ley, como también les sucediera a los Estatutos vasco y catalán. El artículo 14 do EAG fue redactado de un modo ciertamente lacónico, al señalar que “corresponde a la Comunidad Autónoma la creación y organización, mediante ley de su Parlamento y con respecto a la institución del Defensor del Pueblo establecida en el artículo 54 de la Constitución, de un órgano similar que en coordinación con aquella ejerza las funciones a que se refiere el mencionado artículo y cualquier otra que el Parlamento de Galicia pueda encomendarle”. 35 El artículo transcrito presenta en su redacción evidentes carencias, que en gran parte encuentran su explicación en el momento en que se redactó y posteriormente se aprobó el Estatuto. Las mismas objeciones son trasladables a la redacción del artículo que en el vigente Estatuto de Autonomía del País Vasco regula la institución del Ararteko –también sin citarlo–, el cual parece haber servido de modelo a la hora de redactar el artículo de nuestro Estatuto. En primer término se aprecia l ausencia de una denominación específica. No se menciona el nombre posteriormente adoptado a través de la Ley 6/1984, esto es, Valedor do Pobo. Sin embargo, al resultar dicha denominación un sello específico y fundamental de identidad, parece conveniente incluir en el EAG la denominación establecida legalmente y ya ampliamente asentada. Tampoco se hace mención a su perfil básico, esto es, no se hace referencia ni a la naturaleza parlamentaria de la institución ni al ejercicio de sus funciones con independencia o sin sujeción a mandato imperativo alguno. Por eso, sería conveniente hacer mención, por una parte, a su condición de comisionado del Parlamento de Galicia (alto comisionado, según preceptúa la vigente Ley del Valedor do Pobo, del mismo modo que lo hacen otros Estatutos, como el de la Comunidad Valenciana); y, por otra, al ejercicio de sus funciones en base al 36 principio de independencia. A lo anterior se le podría añadir, si se considera oportuno, la mención del desempeño de las funciones del titular con autonomía –según su criterio–. Con todo eso finalmente se encontrarían referencias estatutarias tanto a la independencia como a la autonomía, del mismo modo que se hace en el art. 6.1 de la vigente Ley 6/1984, de 5 de junio, del Valedor do Pobo. Relacionado con el principio de independencia mencionado anteriormente, el Estatuto no cuenta con referencia alguna a los elementos que tienen por fin garantizar en origen dicha independencia. En especial se echa en falta la mención de una específica mayoría parlamentaria para la elección del titular de la institución. Por eso, sería conveniente que se incluyera la exigencia de una mayoría reforzada, que podría concretarse en la que actualmente se prevé en el artículo 2.3 de la Ley 6/1984, esto es, 3/5 de los miembros de la Cámara. Esta es la mayoría incluida en los Estatutos que contienen una previsión de este tipo, como son los de Baleares, Canarias, Cantabria y Extremadura. No obstante, en otras previsiones legales se contemplan mayorías aun más amplias (de 2/3). Además, resulta disonante incluir en el correspondiente artículo estatutario menciones que pretendan definir el perfil de la institución por comparación con el Defensor del Pueblo; o mencionar a esta 37 institución estatal con el objetivo de dejar constancia de las respectivas funciones. No es preciso que en esta concreta sede –el artículo estatutario definidor del Valedor do Pobo– se haga reserva expresa de las funciones de la institución estatal, puesto que tal reserva ya se encuentra garantizada por la definición constitucional de las funciones del Defensor del Pueblo hecha en el artículo 54 C.E. Como señalamos anteriormente, parece más oportuno que la definición del Valedor do Pobo se haga por referencia directa al mismo, mencionando expresamente, en cambio, las funciones de la propia figura autonómica, con lo que ya se define su ámbito funcional y, al tiempo, se garantiza que este no se traspasará. Los diferentes defensores autonómicos observamos la conveniencia de institucionalizar un cauce de colaboración con la Administración General del Estado con sede en la Comunidad Autónoma de que se trate, esto es, con la Administración periférica del Estado, y eso con el fin de alcanzar una mayor eficacia en el ejercicio de sus funciones. Por último, sería conveniente que, en el caso de que el Estatuto hiciera referencia o enumeración de las instituciones gallegas de naturaleza estatutaria, se incluyera en la misma al Valedor do Pobo. 38 Así pues, se propuso la siguiente redacción del artículo estatutario relativo al Valedor do Pobo: “1. El Valedor do Pobo es el Alto Comisionado del Parlamento de Galicia para la tutela dos derechos fundamentales y libertades públicas reconocidos en el Título I de la Constitución y los derechos y principios rectores contenidos en el Título Preliminar (o en otra ubicación sistemática) del presente Estatuto, así como para la defensa del principio de legalidad en el ámbito de la administración. A tal fin ejercerá sus funciones con independencia y autonomía, y supervisará la actividad de la Administración, dando cuenta del desarrollo de su labor al Parlamento de Galicia a través de informes anuales o, en su caso, de informes extraordinarios. 2. La elección del Valedor do Pobo requerirá el voto positivo de tres quintos de los miembros del Parlamento. 3. Una Ley del Parlamento de Galicia regulará la organización y funcionamiento del Valedor do Pobo. En ella se contendrán los instrumentos precisos para garantizar que su función se desarrolle de acuerdo con el principio de independencia y con autonomía de criterio, y, al menos, las prerrogativas, incompatibilidades y las causas tasadas por las que el Parlamento podría cesar a su titular. 39 4. En el cumplimiento de las funciones que tiene encomendadas, el Valedor do Pobo podrá dirigirse a autoridades, instituciones y organismos de todas las administraciones con sede en el territorio de Galicia. 5. El Valedor do Pobo goza de autonomía reglamentaria, organizativa, funcional y presupuestaria, de acuerdo con las leyes.” 40