no todo y más allá del padre

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NO TODO Y MÁS ALLÁ DEL PADRE
JESÚS NAVA RANERO
RESUMEN: La lógica del “no todo” y la lógica del “más allá” gestadas por el psicoanálisis
permiten pensar la confrontación por la tenencia fálica entre eso que se dice el hombre y eso
que se dice la mujer; ello, invita a hacer la escucha de los avatares contemporáneos del
Nombre del Padre.
Palabras clave: Lógica del “no todo”, lógica del “más allá”, lógica del “todo”, lógica del
“aquí y ahora”, Nombre del Padre, discurso del amo, padre, madre, hombre, mujer.
No fue solamente el deseo de saber en el primero que devino en analista el que condujo al
saber del psicoanálisis, lo que condujo al saber del psicoanálisis fue el saber que hizo saber
el saber de la histérica.
Cuando decimos que el psicoanálisis es un dispositivo, un artefacto, una deriva de la lógica
del “no todo” mostrada por el goce femenino, sostenemos que Lacan hizo ver lo que Freud
pudo escuchar; esto es, que la lógica del “no todo” muestra otra manera de colocarse frente
al discurso del amo.
Esta otra manera de colocarse en falta sosteniendo la falta de saber y mostrando la falta del
discurso del amo, da paso a la escritura de otra lógica, la lógica del “más allá” que Lacan
también hizo notar y mantuvo a la vez en su escritura.
Es Freud, no otro, quien suspende el saber que coloca al sujeto como objeto del saber y se
arriesga a escuchar el saber del sujeto colocándose en el lugar de la ignorancia.
De este modo, colocado en el lugar del sujeto en falta, que no es poco decir, Freud, no otro,
es el primero que se asume como sujeto en falta de saber y por ello, con ello, da lugar al saber
de lo que no se quiere saber ni hacer saber.
Saber de los avatares del deseo y de las formaciones del inconsciente, por el lado de lo que
hace arder la ley, hace desear, y decir a cada uno la singularidad de su existencia.
Desde que Emmy Von N. dice a Freud: ¡Pare! ¡Déjeme hablar!, parece que lo que se funda,
no solo es una limpieza de chimenea, como bautizó Ana O al método catártico utilizado por
Breuer, sino el inicio de una práctica de la escucha” [1]
“Con el descubrimiento del síntoma histérico, Freud realiza un cambio epistemológico
referente a la terapéutica de su tiempo: la histérica comienza a ser escuchada de otra manera,
la escucha funda una manera distinta de relación entre el investigador y su objeto de estudio;
el investigador comienza a ser escucha, y la investigación no se reduce a reacciones
elementales, se avoca, al contrario, a tratar de realizar una búsqueda en otro sitio, en el sitio
en el que la histérica para en seco al médico, lo cuestiona “francamente malhumorada… me
dice que no debo estar siempre preguntándole de donde procede esto o aquello, sino dejarla
relatarme lo que desee (Freud, 1895), se ve, ahora el objeto de estudio interpela al médico,
lo cuestiona, y le muestra la insatisfacción ante las posturas de saber, de saberlo todo, que la
ciencia ha detentado.” [2]
A partir de Freud la lógica de la “soberanía de la razón” postulada por Descartes, en la que
se funda y sostiene el edificio de la racionalidad científica, es puesta en entredicho al darle
la palabra al sujeto del deseo para que algo de él se deje oír y se ofrezca a ser escuchado; ahí
donde la lógica cartesiana se propone indagar aquello que perturba a la razón, fiel al mandato
de sujetar a la norma al sujeto de la perturbación, la lógica freudiana le propone al sujeto
liberarse de las ataduras que empantanan su existencia y le impiden vivir conforme a su
deseo.
A partir de las Meditaciones metafísicas [3] el sujeto Cartesiano queda dividido; pero a
Descartes no le es dado advertir que por el intersticio de esa división constitutiva, que él
pretende anular, vía la soberanía de la razón, el sujeto encuentra su fundamento, y que por
ese desgarramiento original la cultura produce no solo malestar sino también deseo.
El sujeto de la intervención cartesiana será clasificado a partir de un Universal que establece
un parámetro de referencia que habrá de liberarlo, o no, de ser intervenido por los
procedimientos de la ciencia que deberán de ajustar su conducta a la norma.
Descartes se propone que aquello que en el sujeto opera sin restricción, las pasiones y
apetitos no dirigidos ni controlados, quede sometido a la razón. Descartes se propone liberar
al sujeto de sus deseos no controlados.
Se trata, desde la lógica de la intervención científica, de instrumentar al sujeto para que esté,
consciente de ello o no, ejerza su propio autocontrol y la censura de todo aquello que no debe
permitirse hacer ni ser.
Freud da lugar a la escucha de un otro discurso que falta a la razón.
Ahí donde la razón pretende ser colmada, Freud escucha aquello que se filtra por el lado de
la sin- razón; escucha un saber que se dice a través de lo que se dice y a través de síntomas
que, a la mirada médica, carecen de razón de presentarse como síntoma, produciendo vía la
lógica del “no nodo” y la lógica del “más allá” de los saberes médicos, una falta insoportable
a la Razón Científica y al narcisismo de los hombres de Ciencia.
Freud afirma escuchar un decir que se dice inconsciente a través del discurso del que se pone
al habla, y a través de sus actos.
Freud hace ver a contrapelo de todo lógica que el celebrado sujeto que se dice de la razón,
colocado en el centro como ideal indiviso, también está tachado; también a él escapa un resto
en su decir que se nombra inconsciente imposible de ser silenciado.
Freud produce un saber de la sin razón que se dice a través del sujeto de la ciencia de la razón
soberana.
El sujeto de la sinrazón, el sujeto de la falta que la razón persigue, muestra en falta al sujeto
de la razón que se nombra soberana.
Ante ello Freud nos dice que ello dice, que ello se hace decir; que ello dice un saber
inconsciente, saber de un inconsciente, un sujeto inconsciente que se dice inconsciente de su
propio saber.
Decir de un inconsciente que persiste en hacerse decir, en hacerse mirar y en hacerse
escuchar, decir de un inconsciente que no se cede a la captura,
A través de la escucha que instituye analítica, Freud nos hizo saber de la presencia de un goce
otro “no todo” que Lacan nombra femenino; este goce otro “no todo”, que se nombra
femenino, hace deriva por el lado de la falta que falta al goce todo y gesta ese “no todo” que
da pie a la creación y a la deriva del deseo; un goce otro “no todo” que falta o incumple la
insistencia del goce todo, goce fálico que en cada una y en cada uno no cesa de insistir: goce
de borrarse todo, de anularse todo, de caerse todo, de colmarse todo, de renunciarse todo.
Un goce otro “no-todo” que no conduce a matar al padre, ni a ponerse en el lugar del padre
muerto, sino a la creación por la que a cada uno le es posible, toda vez que se atreve a pagar
la deuda con la ley del padre, afirmar la singularidad de su existencia y vivir conforme a su
deseo sin colocarse en el lugar de amo o de esclavo.
Será por la creación con la que uno, después del padre, escribe su nombre, que a cada uno le
será posible ir más allá de lo trasmitido por el padre; la expresión “más allá del padre”
confirma la presencia, en ausencia, de una otra dimensión de posibilidad que cada uno
confirma el devenir del devenir y por ello la imposibilidad real que la falta engendra de
nombrarlo todo, de serlo todo o tenerlo todo.
Dígase del más allá del padre que el más allá del padre es lo humano, demasiado humano,
que cada uno por la huella, o inscripción del Nombre del Padre, recibe como herencia a
manera de potencial; con ella, por ella, la erranza por decir que hace nombrar, la letra
germinada por la falta, el pasaje, la meta que apertura otra búsqueda, la deriva permanente
del deseo abierto en su insistencia al más allá.
Será a través de la clínica psicoanalítica que ese saber del goce otro “no todo” y las derivas
del deseo se hacen decir y hacen decir, en función de la escucha en el acto analítico.
Hoy sabemos que algo del deseo, por el lado de los síntomas de la histeria con rostro de
mujer, hizo resistencia al goce fálico y al mandato de cederse todas al lugar de esa una cierta
forma de cuerpo de mujer: vulva, pechos, culo, nalgas; y que la persistencia de su deseo hizo
saber de un saber de aquello de lo que no quería hacerse saber, esto es, de la lógica derivada
del un goce otro “no todo” y de la lógica del “más allá” por el lado de lo porvenir.
El sujeto de deseo que las histéricas hicieron visible hizo ver su exclusión, la exclusión del
sujeto de deseo, como el acto fundante de la razón científica que pretendió ser soberana.
Hablar del padre desde el psicoanálisis es hacer escritura de la escucha analítica de los
Nombres del Padre que en cada uno se dice a través de la trama que se nombra en su historia.
Partir de este principio nos permite decir de la clínica que en ella nada hay establecido de
antemano, ni temas, ni temarios fijos, la clínica es una lectura de lo real, soporte y fundamento
de lo que hace la letra que se dice en la escritura.
Pensarlo de otro modo, es hacer de un saber, que es supuesto saber, un saber que confirma
tras la exclusión de lo otro su eficacia simbólica; un conocimiento que califica y descalifica,
que aprueba y desaprueba, un saber que sin duda nos coloca en el lugar del legislador.
Si los tiempos están cambiando, la posición de analista deberá sostenerse con la ventana
abierta al decir de un sujeto que se dice en la clínica para ser escuchado.
Juzgar, anticipar, calificar, prejuiciar, es cerrarle la puerta a la ventana o pasar sin ver que
algo de ello, cualesquiera que sean los tonos o matices con los que se transmite, no acaba de
decirse ni de hacerse decir.
El mundo deviene, la realidad deviene, el sujeto deviene, el deseo deviene, y el análisis
deviene; Néstor Braunstein hacía saber, en el coloquio de la “Degradación de los lazos
sociales” de las modalidades de los dispositivos analíticos que las tecnologías hacen nacer.
Los Nombres del Padre se hacen decir “caso por caso” y la teoría “no toda” que es posible
anudar, también “caso por caso”, da lugar a las ronda del saber que se escucha y por ello a
un saber que se sabe inconcluso por la falta que lo abre al deseo de saber.
¿De qué manera la violencia que circula al interior de las familias “no todas” en las que la
madre toda vez que se dirige al marido, al compañero, al padre, lo destituye o le encuentra la
falta que del otro le encanta mostrar para afirmar lo que supone tiene, o que se basta sola?
¿Qué ocurre en el psiquismo de los hijos de un padre que una vez que la mujer no lo nombra
en ese lugar, no encuentra cómo sostenerse y se coloca en el lugar de madre intentando
sostenerse en la mirada de los hijos? ¿Qué ocurre en el psiquismo de los hijos que tienen
como referente familiar una de las nuevas formas jurídicas sin hombre, sin mujer u otra
deriva? Eso es algo de lo que por ahora lo único que sabemos, y hacemos saber, es que ahí
está la clínica para ser escuchado.
Si el Nombre del Padre es una metáfora asexuada y la familia, se sabe, una función, lo que
importa escuchar es el deseo y la deriva del deseo.
La lógica del “no todo” hace diferencia radical con la lógica del “todo es posible de ser
alcanzado” que permea el discurso contemporáneo.
De la declinación del nombre del padre muchos se han puesto a hablar con la intensión de
mostrar, por el lado del saber, el tamaño de su tenencia; se trata seguramente de no faltar o
de no mostrase en falta, al momento en que, se supone, hace falta enunciar-denunciar las
“terribles” cosas que están sucediendo porque ponen en cuestión al padre y el Nombre del
Padre; ello con el propósito de poner en evidencia el necesario retorno a las bondades
subjetivas que produce la consistencia de un familiar ideal, con una madre ideal, un padre
ideal y unos hijos ideales.
Ante la presencia de síntomas de alguna manera inéditos, la lógica del “no todo” y la lógica
del “más allá” permite colocarse en una posición que hace diferencia radical con la lógica
del “todo” que acredita la imposición filosófico científica.
Decir que el psicoanálisis no está para explicar ni comprender no quiere decir que lo
psicoanalistas se priven de hacer una lectura de cuanto está sucediendo.
Si en el presente la madre “no todas” no sostiene ni nombra al hombre en el lugar de padre,
y el lugar de madre deviene puesto en cuestión por eso que se nombra el empoderamiento
femenino, habría que trabajar lo que ocurre en el psiquismo de los hijos ante la incapacidad
que los hombres muestran para sostenerse en el lugar del padre; de hecho en la actualidad
muchos hombres se niegan abiertamente a ocupar el lugar que se dice del padre, porque no
saben, lo que no es nuevo, qué hacer o cómo hacer: como si alguien supiera.
Ser padre hasta hace algunos años era un lugar común, un lugar asignado, algo que se recibía
de generación en generación a la manera de estafeta o batuta, algo que sin saber por qué ni
cómo se recibía sin cuestionar porque de suyo propio no era algo que tuviera que ser puesto
en cuestión, se sabía por alguna razón que se sabía.
El hombre, me parece que es posible decirlo, no se dio tiempo para cuestionar aquello de la
función del padre o el Nombre del Padre; lo cierto es que ahora que la mujer no sólo no lo
nombra sino que le muestra su inconsistencia, como hombre y como padre, éste no atina a
otro movimiento que no sea recular o buscar un apoyo que le dé consistencia en su cuerpo,
su equipo, su trabajo, y a veces colocado en el lugar de una madre ideal intentando sostenerse
como alguien en la mirada de los hijos.
Por supuesto que en este contexto las identificaciones fallan, un padre puesto en cuestión,
como padre y hombre, no se ofrece ni es colocado como modelo de identificación para los
hijos; de este modo lo que ocurre es que el ideal del padre ideal se torna escurridizo, el ideal
del padre y el padre del ideal están siendo puestos en cuestión; debido a ello, entre otras
impredecibles cosas, para un hijo y una hija se hace toda vez más complejo ingresar a la
lógica del “más allá” del padre que, el padre, así fuera asignado a ese lugar, hacia posible.
Por el lado de la madre, la mujer, se resiste a establecerse en el lugar de madre, y por ello,
también se encuentra puesta en cuestión; si recordamos, el movimiento de las mujeres
feministas mostró y puso en cuestión el mecanismo de la exclusión del otro, en este caso de
la mujer como sujeto de deseo, toda vez que la mujer fue puesta y reducida al lugar de la
reproducción y por ello al lugar de la paridora; el feminismo hizo posible que la mujer puesta
en el lugar de la paridora se moviera al lugar de la madre una vez que logró ejercer el derecho
de decidir sobre su cuerpo y el derecho de elegir embarazarse o no; a su vez, el feminismo
convocó a la mujeres a ser algo más que madres, esto es, a moverse del lugar de madre al
lugar de mujer.
Hoy sabemos que este tránsito resultó complejo porque las mujeres, no todas, se movieron
del lugar de madres al lugar de la tenencia; es decir, al movimiento feminista le resultó
imposible sostener la lógica del “más allá” del hombre que habían puesto en cuestión y se
instalaron en el lugar que les permite, por ahora, compartir la tenencia y hacer alarde de lo
que ahora ellas presumen tener, tener no ser, eso tuvieron.
Por supuesto que en su lógica del “todo” las feministas fálicas pretenden ir por más, quieren
tenerlo todo, y más allá de todo quieren incluso más, en el fondo tampoco están dispuestas a
compartir con el otro la tenencia; colocadas en el lugar del nohombre saben, así lo hicieron
saber a través de la lucidez de sus análisis cuando podían mostrarlo, que el nohombre que
mostraron y pusieron en cuestión no tiene llenadero y que esa posición es la que da lugar a
la exclusión del otro.
Por supuesto que la economía de mercado está de plácemes ofertando tenencia a granel y un
sinfín de seductoras mercancías que prometen ob-tenerlo todo, el acceso a todo, colmar la
falta. El neoliberalismo, la economía globalizada, sostenida en la lógica del “todo”, también
quiere más, a cualquier precio quiere más, quiere tenerlo todo, apañarlo todo, incluso más.
Lejos de resolverse la desigualdad entre el hombre y la mujer lo que se gestó fue una especie
de no salida que los tiene apurando la jugada que permita, a cada uno, sobrevivirse a la más
inmediata inmediatez y a la devastadora confrontación por la tenencia.
El feminismo luego de mostrar y poner en cuestión la primacía de un orden falocrático que
acentúa la exclusión, la alienación y la enajenación, concluyó sosteniendo la exclusión, la
alienación y la enajenación en su propio territorio, pero ahora sin distancia con el hombre
que en su decir no es, y contra el hombre que en otro momento convocaron a encontrarse
como compañeros.
En ese sentido el hipismo aportó más que el feminismo de la envidia de la tenencia y avanzó
más por el lado de lo que hizo posible cuestionar la exclusión del otro.
El hipismo mostró la posibilidad de una otra convivencia entre el hombre y la mujer sostenida
en la creación incluyendo el cuerpo y el erotismo de ambos, la letra y la palabra de ambos, la
pasión y el deseo de ambos, el encuentro y la búsqueda de ambos, el hipismo puso un petardo
en el culo de la tenencia como ideal absoluto, confrontó la lógica del ser a la lógica de la
tenencia, tener ser a tener sin ser, las mujeres liberaron su cuerpo y propusieron a los hombres
liberar su cuerpo también y propusieron a los hombres el encuentro amoroso, la propuesta
del hipismo se sostuvo en la lógica de un goce otro “no todo” que se nombra femenino, los
hombres se atrevieron a ofrecer flores, a declarar el amor que es declararse en falta y se
dejaron crecer el pelo.
Las feministas demandantes de ser quedaron seducidas por el embriagador brillo fálico de la
tenencia fálica y el seductor ingreso a la posesión de la tenencia que colocó la envidia en otro
lugar. Hasta ahí llegaron las bellas demandantes de ser, que no hasta ahí, si aún están por ser
y por hacer.
Del mismo lado, el hombre, incapaz de poner en cuestión su relación con el goce fálico de la
tenencia fálica, no encuentra cómo sostenerse frente a una que también muestra tener una
vez que la exclusividad de la tenencia le fue arrancada.
Al hombre y la mujer les resultó complicado reconocerse y celebrarse en la lógica del “no
todo” y en la lógica del “más allá”; apostaron en la lógica del “todo” y el exterminio del otro.
Ambos atravesados por la lógica del “todo” y la lógica del “aquí y ahora” se encuentran
confrontados y eclipsados por la cantidad de tenencia que ambos muestran: ahí donde uno
muestra el otro del espejo muestra más.
Por los hechos lo que está en cuestión, pero no cuestionándose, es qué es ser hombre y qué
es ser mujer.
Hay uno que hace lo que puede o no para ser padre y una que hace lo que puede o no para
ser madre; ambos, fuera de foco, intentan afirmarse en otro lugar, en otros espejos y
espejismos.
Nada menos real que este cuerpo que nos constituye ni nada menos frágil que este cuerpo
que se desmorona.
Los tiempos están cambiando; que bien que se produzcan nuevas interrogantes que pongan
en cuestión el lugar común, que importante que haya síntomas, que las formaciones del
inconsciente no cesen de insistir, que el deseo no se esté en paz, que baile, advenga, que diga
de la pulsión de muerte y la pulsión de vida, que aventure movernos de lugar y el pasaje a
otra cosa.
REFERENCIAS
Mejía Coria José Antonio, “La histeria y el saber del psicoanálisis”, Tesis licenciatura,
UNAM. Faculta de psicología, FESI, 2009, pag.52.
2
Ibid, pag . 59,60.
3
Descartes René, Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, (Tr. Vidal Peña),
Madrid; Ed. Alfaguara,1977.
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