La sociedad civil organizada tiene más poder que la

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“La sociedad civil
organizada tiene más
poder que la empresa y
que el Estado”
El consultor y ex director de la Secom Pablo Halpern advierte que -sin quererlolas empresas se han transformado en aliadas de las fuerzas antimercado y que
con ello contribuyen a la orientación que ha tomado la agenda pública.
TEXTO: Gloria Faúndez FOTOGRAFIA: José Luis Muñoz
LATERCERA Domingo 14 de agosto de 2016
A
unque mantuvo un rol
privilegiado tras las bambalinas en el gobierno de
Eduardo Frei y -en mayor
o menor medida- colaboró en las campañas presidenciales de Michelle Bachelet y Andrés Velasco, el experto en comunicaciones Pablo Halpern ha movido
su preocupación desde lo público a la crisis “reputacional” -como la define- de las
empresas y el efecto que ésta tiene en la
agenda pública.
Esta semana, la presión ciudadana puso
una nueva reforma sobre la mesa: obligó
al gobierno a anunciar cambios al sistema
de AFP que no estaban contemplados en
su programa. La impresión que queda es
que el poder de la calle, lejos de debilitarse, se va fortaleciendo.
Ha habido un cambio en las correlaciones de fuerzas en los últimos 10 o 15 años
a propósito del cual los estados y el mundo empresarial han perdido poder y, por
otra parte, la sociedad civil organizada, a
través de las redes sociales y la calle, ha
generado un paisaje distinto. Los gobiernos se han vuelto mucho más vulnerables
a la presión social y las empresas también.
¿Qué responsabilidad le cabe al mundo
empresarial, a los privados, en esta presión por cambios?
Las empresas por defecto y no por diseño, sin quererlo, se han transformado en
aliadas de las fuerzas antimercado. Y han
dado flancos que han facilitado la tarea de
quienes están construyendo sus carreras
políticas, sobre la base de debilitar la economía de mercado. La crisis reputacional
de la empresa es de tal magnitud, que se
puede hacer una carrera política exitosa a
expensas de una sola industria. Y hay mucho donde elegir. Los incentivos para emprenderlas contra el mercado son infinitos
y los costos cero. Los presidentes tienen y
seguirán teniendo una gran dificultad
para resistir la presión antiempresa. Buena parte de las reformas que ha impulsado
este gobierno y el ritmo precipitado con
que se han llevado adelante sólo es posible
en un escenario de extremo desprestigio
de la actividad privada.
¿Cuáles son los flancos que han abierto
las empresas en relación a su propio funcionamiento e imagen?
Las empresas no son víctimas de una corriente antimercado que irrumpió de la
nada. Han funcionado adhiriendo al famoso precepto de Milton Friedman, que
dice que el negocio de los negocios es hacer negocios. El problema es que Friedman acuñó esta frase el año 62. Han pasado más de 50 años y vivimos en un planeta distinto al que habitó Friedman. Las
empresas, no digo todas, siguen exclusivamente preocupadas por sus utilidades y
se han negado a aceptar que hoy la sociedad les pide más. Los casos de colusión,
las modificaciones unilaterales de los
contratos, el financiamiento irregular de
la política, el tráfico de influencias, entre
otros, han revelado que las empresas han
operado sobre el supuesto de la impunidad total. Las malas prácticas que señalo
han sido bombas de tiempo que las empresas no supieron detectar oportunamente y hoy les explotaron en la cara con
costos para sus negocios. Vivíamos en un
país en que la impunidad campeaba. Eso
se terminó. La presión por más transparencia que se origina desde la sociedad civil se volvió imparable. Me atrevo a decir
que la sociedad civil organizada tiene más
poder que la empresa y que el Estado. Y
esto sólo va a ir en aumento.
Planteaba que los beneficiarios de esto
son aquellos liderazgos que levantan su
voz en contra del modelo...
No es raro que Gabriel Boric y Giorgio
Jackson sean, según las encuestas, los políticos mejor evaluados. Esto no es un accidente de la historia. Si uno revisa la narrativa, tanto de Boric como de Jackson, es
predominantemente antiempresa y anti-
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