“Simón Pedro, cayo a las rodillas de Jesús, diciendo: Aléjate de mí

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“Simón Pedro, cayo a las rodillas de Jesús,
diciendo: Aléjate de mí, Señor, que soy un
hombre pecador (…) Jesús le dijo: No temas.
Desde ahora serás pescador de hombres”
(Lc 5,8.10)
Jesús, al ver las situaciones de nuestro mundo, nos llama, se acerca a
nuestra vida con mucho cariño y con toda la confianza, Él confía como lo
hacen los grandes amigos, que no dudan de nuestro amor y de nuestra
disponibilidad, que se ponen en nuestras manos incondicionalmente.
Señor, nosotros como tus amigos de todos los tiempos, frente a tu llamada,
sentimos vértigo, palpamos nuestra pequeñez, sentimos que no sabemos transmitir tu amor
misericordioso, ese amor que vela por cada vida. Señor, reconocemos que nos queda grande esta llamada
que nos haces, no sabemos cómo hacerlo, nos sentimos impotentes y hasta nos atrevemos decir como
Pedro: “Aléjate de mí que soy pecador”. Jesús no se asusta de nuestra sinceridad, Él sabe que esa es la
actitud propia del enviado, no nos anunciamos a nosotros, le llevamos a Él.
Esta es la experiencia normal de quien se siente llamado por Dios: ¿Quién soy yo Señor para que me
llames? ¿Qué te puedo ofrecer? Tengo miedo, Señor, pero ¿si yo no soy mejor que los otros? si en mi
interior soy como los demás, a veces me siento peor que los otros. Sin embargo, Jesús sabe con quién
cuenta, Él sabe que somos polvo, pequeños, pecadores, frágiles, de barro y que caemos muchas veces,
Él no es ingenuo. Él sabe a quién se acerca y a quien le pide este favor.
Por experiencia de indignidad, pasaron los profetas, por ejemplo Isaías cuando Dios le llama, lo primero
que dice es: “Soy un hombre de labios impuros en medio de un pueblo de labios impuros”. También los
Santos que ahora vemos en los altares, vivieron lo mismo. Este mes celebramos a Santa Teresa de Ávila
y recordamos a Teresa, la gran mujer que fue, pero a veces se nos olvida que compartió nuestras
inquietudes, sueños y sufrimientos humanos. Hay un momento de su vida, en que se queja frente a Dios
porque se ve muy pequeña, pecadora, casi sin remedio para su vida, sin salida, más pecadora que los
otros y le pide a Dios una conversión total, rápida. La respuesta de Jesús frente a ella, es la misma que
nos da a nosotros: “Algo bueno tendrás, porque Yo te he creado”. Sí, Él nos conoce, sabe más que nadie
nuestra debilidad, pecado, pequeñez, torpeza, poco amor, en fin, todo lo que vemos que falta por caminar,
para Él eso no es impedimento, para Él es la oportunidad que tiene de llegar a nuestros hermanos. Porque
solo así podemos entender lo que viven tantas personas, que se sienten lejos de Dios, que no se quieren
acercar a Él, o aquellos que piensan que no se pueden acercar a Dios por su historia, por su vida de
pecado, por sus opciones. Sí, solo con la consciencia de que esta llamada no es por nuestros méritos, sino
por amor, es que podemos llegar y ser consuelo para muchos.
Hay otra Santa, cuyo día también celebramos este mes de octubre, Santa Teresita del Niño Jesús, ella
que toda su vida vivió confiando en Dios, gustando del amor que Él le tenía, sintiendo su amor, su ternura.
Ella no podía imaginar que existieran personas que no creyeran en Dios. Los últimos años de su vida, en
medio de la enfermedad por la que atravesó, empezó a sentir dudas en su corazón, frente a Dios, frente al
cielo, empezó a sentir el corazón frio, sin sentimientos, ella que estaba acostumbrada a sentir a Dios, de
repente, empezó a sentir lo que significa la lejanía de Dios, pero ella que confiaba en la llamada de Dios,
más que en lo que sentía, vivió esos años como un tiempo de misión. En su propia carne comprendió a
todos, supo lo que era la lejanía de Dios y lo sufrió ofreciéndolo todo para que muchos despertaran a la fe.
Así lo leemos en un trozo del manuscrito C de su biografía:
“Yo gozaba por entonces de una fe tan viva y tan clara, que el pensamiento del cielo constituía toda
mi felicidad. No me cabía en la cabeza que hubiese incrédulos que no tuviesen fe.
Me parecía que hablaban por hablar, cuando negaban la existencia del cielo, de ese hermoso cielo
donde el mismo Dios quería ser su eterna recompensa.
Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer
por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe, y otras que, por
abusar de la gracia, pierden ese precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas.
Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas, y que
el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y de tormento...
Esta prueba no debía durar sólo unos días, o unas semanas: no se extinguirá hasta la hora
marcada por Dios..., y esa hora no ha sonado todavía...
Quisiera poder expresar lo que siento, pero, ¡ay!, creo que es imposible.
Es preciso haber peregrinado por este negro túnel para comprender su
Oscuridad”
Señor, que por la intercesión de tus Santos, podamos ofrecerte toda nuestra humanidad, todas las
experiencias que vivimos, todas las dudas, todas las caídas y levantadas, en fin, todo lo que somos sin
rechazar nada. Que podamos creer que todo lo que vivimos es necesario para que muchos hermanos que
no te conocen, se abran a tu amor. Ayúdanos a no revelarnos contra las contrariedades y la pequeñez que
sentimos. Que como tus Santos todas las experiencias nos hagan más misericordiosos y compasivos con
todos.
Lunes
(Lc 5) “Jesús le dijo: No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”
Señor, te pedimos que nos ayudes a tener un corazón humilde y a la vez abierto a tu llamada. Que
nuestra pequeñez no nos impida escuchar tu voz, sobre todo, en nuestra vida cotidiana. Señor, que no te
busquemos en lo extraordinario, que te podamos encontrar en lo ordinario de la vida y que sea ahí donde
te respondamos a tanto amor como recibimos de ti.
Martes
(Is 6,5-7) “Ay de mí. Que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros y entre un
pueblo de labios impuros habito (…) Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la
mano y tocó mi boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa”
Tú te acercas a nuestra vida y nos capacitas para la misión. Qué alegría saber que esta obra no es
nuestra, que es tuya Señor! Y por eso podemos empezar cada día, podemos ver el mundo, ver a nuestros
hermanos con esperanza como Tú los ves. Danos esa actitud en la oración, de quien está todos los días
delante de ti y se deja limpiar por dentro para poder transmitir tu amor misericordioso.
Miércoles
(Tm 1,12-16) “Doy gracias a Aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor
nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, a mí, que antes fui un
blasfemo y un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia”
Señor, tu mirada es tan profunda sobre nuestras vidas, que a veces hasta nos cuesta creerla. Tú te fijas en
nuestro corazón, Tú nos llamas como hiciste con Pablo, como a él, nos amas misericordiosamente y
desde ahí nos confías la misión, la transmisión de tu amor, el ser tu rostro para nuestros hermanos. Danos
la misma docilidad y humildad que tuvo Pablo para creer que a nosotros nos confías esta misión.
Jueves
(1 Cr 4,9) “Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar”
Danos Señor una mirada clara para reconocer nuestro lugar. El último lugar, quiere decir, al servicio de
todos, el lugar de quien da todo lo que tiene por los hermanos, quien ofrece tu amor como lo mejor que
tiene. Ojalá que comprendamos nuestro lugar en la Iglesia y en el mundo para que desde ahí seamos
reflejo de tu amor, que se pone en el último lugar para levantarnos y llegar a todos, para tocar los
corazones que se sienten más alejados de tu amor.
Viernes (2 Cr 3,5-6) “No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como
propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios. El cual nos capacitó para ser ministros de una
nueva Alianza”
Señor, gracias por capacitarnos para ser presencia tuya en medio del mundo. Gracias Señor, por mirarnos
con tanta confianza, por darnos la capacidad de amar, de luchar, de levantarnos, de ver nuestra debilidad
y no dejar que tenga la última palabra. Te pedimos que sea tu mirada la que nos capacite y sea nuestra
fuerza y alegría.
Sábado (1 Cr 1,26-31)
“Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según
la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo
para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte”.
Señor, sabes que tenemos la tentación muchas veces de apoyarnos en nuestras capacidades humanas,
en lo que sabemos, en nuestros talentos, pero si somos sinceros, tenemos que reconocer que somos
débiles y que tú eliges lo débil, para llevar el evangelio que es: vida y salvación para todos. Tú deseas que
todos reciban tu amor y por eso confías en nosotros que somos débiles como todos nuestros hermanos,
para que nadie se sienta fuera.
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