¿es posible establecer normas juridicas basicas entre personas

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¿ES
POSIBLE
BASICAS
ENTRE
ESTABLECER
PERSONAS
NORMAS
JURIDICAS
PERTENECIENTES
A
TRADICIONES CULTURALES DIVERSAS?
Por María Inés Montesano1
“... pude ver de forma patente que tú hiciste todas las cosas buenas,
Y precisamente por no haber hecho iguales todas las cosas ...,
por eso son buenas todas ... individualmente consideradas y todas ellas juntas son muy buenas,
porque nuestro Dios hizo todas las cosas muy buenas”
San Agustín, Confesiones, L VII, pto 12
El tema del multiculturalismo en el ámbito jurídico trae de la mano la cuestión de
saber si existe, al menos, la posibilidad de poner en común normas jurídicas básicas
entre personas pertenecientes a comunidades culturales diversas. Frente a esta cuestión
debemos responder que no resulta fácilmente admisible dejar de lado el respeto por las
particularidades propias de cada grupo humano como las de cada ser humano, al tiempo
que se vuelve fácilmente comprensible la necesidad de establecer criterios más o menos
uniformes que pauten las relaciones jurídicas en un mundo cada vez más globalizado, de
modo que la conducta del otro puede volverse de algún modo esperable en un
determinado medio común.
A primera vista parece correcto afirmar que en la particularidad (que implica la
diversidad) se encuentra una riqueza que no es dable suprimir arbitrariamente. También
parece necesario rescatar la necesidad del orden que se logra estableciendo una relación
entre diversos elementos conforme algún principio de ordenación, garantizando la
correcta disposición de las partes en el todo, de manera que se conforme una unidad
armónica.
Lo específico de la cuestión radica en que, como la comunidad política está
formada por seres humanos, la realidad del orden debe adecuarse a la naturaleza
humana.
En lo que respecta al tema que nos ocupa, en el ámbito jurídico la unidad socio política se logra a través de normas, modelos de ordenación de conductas o estados de
cosas en relación con determinada conducta, en función del bien común, y a partir del
respeto por lo específicamente humano.
Para plantear la posibilidad de una identidad de normas jurídicas básicas entre los
diversos grupos o las personas pertenecientes a ellos, no puede perderse de vista el
norte, principio y fin del derecho que es el bien común político tanto para la tipificación
de la realidad como para la determinación jurídica en concreto, ni tampoco que incluso
este bien común se realiza en concreto de maneras bien diversas2. Por otra parte, como el
centro del derecho es el hombre con sus dimensiones individual y social, el bien común
político se relaciona constantemente con el fin del hombre, como ser humano concreto
con nombre y apellido; y también como ser humano que se expresa en concreto en
determinado contexto social. En definitiva el orden jurídico no puede perder de vista al
hombre.
1
2
Profesora con dedicación especial de la Pontificia Universidad Católica Argentina
MONTEJANO, Los fines del derecho; ver tb Delos, igual título.
Esta realidad “humana” hace sumamente dificultosa la tarea de establecer (o
mejor descubrir y establecer) normas jurídicas comunes que sean consideradas válidas
entre comunidades con tradiciones culturales diversas. Sin embargo no parece que la
dificultad sea tan grande en la formulación de normas jurídicas básicas, en el sentido de
fundamentales. En efecto, existe algo que es común a todos los seres humanos: tenemos
la misma naturaleza. El fin de cada uno de nosotros de algún modo se relaciona con el
fin de cada uno de los otros seres humanos; esto se vuelve especialmente evidente
cuando nos encontramos con otros hombres en un mismo ámbito espacio - temporal.
Además, los seres humanos, como los demás seres creados, tenemos la
posibilidad de desarrollar todas nuestras potencias o facultades. Pero como humanos
perseguimos el desenvolvimiento de nuestro ser, lo buscamos, lo queremos para nuestros
seres queridos y procuramos la promoción de los demás seres en cuanto nos resulta
posible (movidos por los más variados motivos: compasión, afecto, amor; o aunque sea
por nuestro propio interés).
Por supuesto, también podemos quedarnos al margen de este desarrollo que nos
insta a obrar o hasta contrariar las inclinaciones debido a nuestra libertad. En general,
(aunque a veces bajo la sombra del error), estamos empeñados en nuestro
perfeccionamiento y en el de las personas que interactúan con nosotros, especialmente
aquellas que queremos; la civilidad nos lleva a querer lo mismo para todos los seres que
comparten nuestra naturaleza de modo que nos educamos en la colaboración a las
personas que nos rodean, así como también pretendemos que se colabore con nosotros
dado que constatamos que no podemos perfeccionarnos con nuestras solas fuerzas y
capacidades, pues necesitamos de los otros.
El otro, en este contexto deja de ser otro para convertirse en alguien para mí, que
me necesita del mismo modo que yo lo necesito y ambos somos además capaces de
afecto y de amor. Sin embargo, no son necesarias estas dos pasiones para reconocer que
la persona que se planta frente a mí tiene una naturaleza idéntica a la mía, y no puede
resultarme un absoluto extraño. Queramos o no es el entorno social el que nos asegura o
no la vida digna que nosotros no podemos procurarnos por nuestras solas fuerzas.
Ya hablamos de la peculiar naturaleza humana. Hablamos también de las
inclinaciones del hombre y de la búsqueda de su desenvolvimiento conforme su
finalidad. Afirmamos la necesidad de una referencia a la finalidad del hombre por el
ordenamiento jurídico, si queremos perfeccionarnos como sociedad y como individuos.
La finalidad del hombre, la meta que consiste en su perfección – o el más alto grado en
concreto a que pueden llegar sus potencialidades-, consiste en el bien de cada hombre
individual idéntico al de cada uno de los hombres existentes, dentro de un contexto
social concreto, que se determina en el bien común político de un espacio y un tiempo
específicos.
Ya habíamos mencionado la relación existente entre el bien común político y la
finalidad del hombre. La interacción entre ambos es condición de posibilidad del
desarrollo de las potencialidades de cada ser humano y de cada comunidad humana en el
mayor grado posible.
En este contexto, no debemos perder de vista el carácter histórico que asume el
bien común concreto cuya definición se encomienda a la prudencia – que se encarga de
definir los bienes y males que encaminan al hombre hacia la felicidad (Arist, Ror I, 9,
1366), pero no a nivel universal sino proyectándolo a lo contingente histórico.3
Como todo lo que corresponde al conocimiento práctico, el carácter de
perfección en la concreción de cada bien común político, es diverso según la sociedad a
la cual hagamos referencia. En efecto, la socialidad es una cualidad del hombre y la
pertenencia a grupos diversos algo también propiamente humano. En este sentido, la
sociabilidad tiene carácter necesario; la pertenencia a uno u otro grupo es contingente.
3
ALFONSO Santiago (h), Bien Común y Derecho Constitucional, Universidad Austral, Ábaco 1998
Prólogo de Prof. VIGO, Rodolfo L., p 11
Ahora bien la dialecticidad4 que es una propiedad del derecho y la política nos explica la
necesidad de que en concreto se de en grados diversos la perfección de cada situación
particular, de cada ser humano particular, de cada grupo humano particular y de cada
grupo humano político en concreto.
En este sentido Aristóteles ya había expresado: “es claro que la ciudad es una
comunidad de casas y de familias con el fin de vivir bien, de conseguir la vida perfecta y
suficiente” (L III, Política), pero atento la limitación del hombre tanto como individuo
como cuanto ser social para alcanzar su máxima perfección en este mundo, es dable
llamar la atención acerca de la dificultad de establecer con carácter general que el modo
de vivir de un grupo sea superior a otro. Parece más razonable extraer de cada realidad
existente algún aspecto positivo para otras realidades también existentes. En este sentido
la perfección absoluta nunca se alcanza en concreto, aunque sea la meta o el centro a
partir del cual se desenvuelve la vida concreta, siempre imperfecta y por ello mismo
perfectible.
Entonces, el problema radica en el modo como sea posible la interacción entre
personas pertenecientes a comunidades culturales diversas partiendo de la base que la
perfección a la que aspiramos los seres humanos se ancla en la existencia de una
naturaleza común pero reconociendo que la perfección absoluta no es dable alcanzarla
en ninguna realidad concreta de modo que sólo podemos aspirar a alcanzar cierta
perfección, o bien participar de ella de modo imperfecto.
Se suma a la dificultad planteada en el párrafo anterior que el derecho sea una
realidad dialéctica, de manera que desde esta perspectiva también debemos afirmar que
lo justo en concreto admite grados siendo diversos los grados en función del bien común
político existente en lo concreto.5 En este sentido debemos reclamar la ética en la
4
LAMAS, La experiencia jurídica, IEFSTA
5
Lamas, Dialéctica y derecho, en Rev Internacional de Filosofía Práctica, T 1
política pero no para imponer modelos de vida sino para posibilitar la “vida buena” en el
espacio de lo público y del “nosotros”6, y en un ámbito determinado.
Teniendo en cuenta las dificultades anteriores, para el análisis acerca de la
posibilidad de establecer normas jurídicas básicas entre personas pertenecientes a
comunidades culturales diversas, rescatamos la afirmación de Aristóteles acerca de la
justicia, que es cosa de la ciudad, ya que el derecho es el orden de la comunidad política,
y consiste en el juicio discretivo acerca de lo que es justo”,7 y afirmamos que el sistema
jurídico es necesario, debe existir como reglas de juego de determinada comunidad con
la condición que respeten la naturaleza humana en lo sustancial, pero es siempre
perfectible en función del bien del hombre que está ínsito en su naturaleza. Entonces las
normas se descubren en función del fin del hombre y se describen lingüísticamente para
tener vigencia en el ámbito de lo social, pero la verdad de la locución debe ser adecuada
a la verdad ontológica que en materia jurídica se relaciona con la orientación al bien
común y la especificidad de la justicia en el sentido de la igualdad en las relaciones
sociales.89
Ya quedó suficientemente demostrado que en última instancia la sociedad es para
la persona, y no a la inversa –aunque la persona necesita de lo social tanto que no
subsistiría sin ella cuanto que no llegaría tampoco a su perfección sin ella-; de modo que
el bienestar de la sociedad tiene por finalidad, el bienestar de la persona humana única,
irrepetible e igual en dignidad a todas las personas existentes en relación con las
personas que lo rodean, o sea tanto en su dimensión individual como social. Según estas
6
Prólogo de VIGO en op. Cit Bien Común y Derecho Constitucional, p 12
7
LAMAS F., Lenguaje, Dialéctica y Metodología Jurídica, en Rev Internacional de Filosofía Práctica,
T1,p 37-38, donde afirma que este es uno de los cometidos de la dialéctica y la hermenéutica.
8
LAMAS F. Lenguaje, Dialéctica y Metodología Jurídica, en Rev Internacional de Filosofía Práctica, T1,
pág 12. Debe tenerse en cuenta que la norma aplicable debe ser veraz, o sea, que debe correponderse con
la verdad práctico moral.... (no se debe perder de vista que el aborto implica la supresión de la vida del
feto).
ideas compartimos la afirmación acerca de que desde el punto de vista ético, no hay otro
bien que el de la persona humana.10 En realidad bajo este aspecto, reiteramos que la
autoridad y las normas se legitiman en su relación con el bien común, y en última
instancia con el bien de la persona humana.
Según lo que llevamos dicho, existe una realidad que es sustancia, y es
fundamento de todo el derecho, de todo orden jurídico, que es el ser humano11 en su
realidad existencial y concreta y de cuya naturaleza puede describirse un orden hacia
fines perfectivos. En este sentido, es interesante el aporte del Prof. F. Gentile: “Es
indiscutiblemente verdadero que el ordenamiento jurídico resulta puramente virtual si el
postulado de la geometría legal es que el estado natural de las relaciones
interindividuales no puede ser otro que el de la conflictividad … y que, por lo tanto, el
desorden, concebido como no-orden objetivo, constituye el estado natural del hombre.
Pero también es indiscutiblemente verdadero que la pretensión sostenida por la
geometría legal, de instituir un orden, aunque sólo sea virtual, a partir de un no – orden
objetivo resulta contradictoria desde su raíz, a menos que se atribuya al hombre el poder
de crear ex nihilo, el poder extraer el ser del no – ser …” 12.
Parece admisible pensar que el hombre está llamado al orden como requisito de
su perfección. En este sentido, el derecho debe contribuir en su búsqueda fomentando
vínculos entre los hombres para que se consolide la comunidad en una unidad ordenada.
En definitiva, el hombre está naturalmente llamado al orden como presupuesto de
perfección. El derecho debe contribuir a alcanzarlo para lograr la paz social. La función
10
ALFONSO, Santiago, op. Cit, Prólogo de VIGO, p 12
11
Entonces, es necesario escribir las teorías jurídicas del mundo desde una perspectiva cautelosamente
sociológico – antropológica. Entre otras, surgen las siguientes preguntas: qué grados diferentes de
obligatoriedad pueden constatarse; en qué niveles de la existencia humana las respuestas son parecidas y
en cuales no; si existen constantes; de qué manera se lleva a cabo la armonización o jerarquización; qué se
considera como soportable; si se manifiesta el pluralismo valorativo de una cultura en el derecho o se
manifiesta allí de modo limitado.11
12
GENTILE, El ordenamiento jurídico, entre virtualidad y realidad, p 24, 25
del derecho es establecer vínculos entre las personas que conviven en la misma entidad
política que tiendan a la congregación y eviten la disgregación social. En definitiva, sería
acertado afirmar que la justicia congrega y la injusticia disgrega.13
Ya hicimos referencia a la natural inclinación del individuo a pertenecer a
determinado grupo social14. Frente a tantos egoísmos desenfrenados, es más que
oportuno que se alce desde el ámbito académico, una voz que convoque a pensar
considerando también el bien de todos15reivindicando el fin de la política del derecho
como única garantía de la paz social, de la que en definitiva todos desean participar.16
Admitida la realidad sustancial del hombre con su inclinación a la sociabilidad,
todavía falta mostrar que toda agrupación social de personas que aspira a persistir en el
tiempo, a fin de posibilitar su cohesión, tiene que crear y fijar una opinión acerca de lo
que considera como justum. Una opinión jurídica así fijada tiene que ser entendida
como una respuesta vinculante a una problemática social, posibilitando la coordinación
del comportamiento de una pluralidad de personas.17
El ejercicio responsable de la profesión del jurista apunta a trabajar
cotidianamente en la determinación necesaria y razonable del comportamiento humano.
13
El análisis etimológico de la palabra derecho parece sugerir la idea de vínculo unitivo conforme un
criterio de igualdad que corresponde en las conmutaciones o distribuciones en función del bien común que
funciona como causa final del ius, De modo que lo que es injusto es contrario a la ley, desigual, contrario
al bien común, y tiene el efecto de disgregar a la comunidad. ver LAMAS, La Experiencia Jurídica cit, p
295 y ss (ver las voces: directus, -a, -um; nomos, to díkaion, ius, -ris, yoh)
14
ARISTÓTELES, Et a Nic
15
ALFONSO, Op cit, p 16
16
MONTEJANO, op cit.
17
VIEHWEG T., Tópica y Filosofía del Derecho, p 15/16
Y en la concreción y determinación de esos criterios objetivos que conforman los puntos
de partida de la argumentación dialéctica.1819
Según lo que levamos dicho, en lo que respecta a la búsqueda de los
tópicos, existe la necesidad de incorporar efectivamente a la vida política y pública al ser
humano como punto de partida de modo que se acabe en una toma de conciencia de que
el destino de la ciudad no le es indiferente al individuo20.
Se debe redescubrir una imagen del hombre que sirva como criterio cognoscitivo
para la corrección de una opinión jurídica. En efecto, es la naturaleza del hombre la que
tiene que ser el objeto de las investigaciones jurídicas.2122 Ello teniendo en cuenta
también la necesidad del respeto del bien común jurídico concreto como expresión de la
dimensión social del hombre y como condición necesaria para la perfección de la vida
de la persona humana.
Las diversas concepciones acerca del hombre, la presencia de personas, familias
y grupos sociales con diversas ideas acerca de cómo vivir se presentan como un
fenómeno que debe analizarse para asegurar la sana convivencia social. En la actualidad
existen nuevamente intereses de ordenación a fin de no tropezar con dificultades en un
mundo divido en concepciones judeo – cristianas, marxista – leninistas, islámicas,
budistas, hinduistas y otras más23. Bien, es posible concebir el orden como una
18
Me refiero a los Tópicos en la medida que se constituyen como lugares comunes de argumentación
dialéctica.
19
VIEHWEG T., op cit, p 17
20
ALFONSO, op. cit, Prólogo, p 16
21
Viehweg propone describir una imagen del hombre apoyada en una base empírica lo más amplia
posible, hipotética, incompleta y superable que intente mostrar la propiedad peculiar común a todos los
hombres. Sobre todo si se admite que el derecho debe posibilitarle al hombre que viva como tal, tiene que
respetar y garantizar esta peculiaridad
22
VIEHWEG T., op cit, p 49
23
VIEHWEG T. op. cit. p 62
convivencia de concepciones plurales acerca de cosmovisiones diferentes conforme
algún criterio que funcione como principio de ordenación de suerte que no resulte prima
facie pensable la alternativa de la exclusión de determinadas personas o grupos humanos
en una sociedad determinada espacio temporalmente.
En este contexto, debemos rescatar la identidad sustancial de todos los hombres
que tienen la misma naturaleza y dignidad y la necesidad de cohesión dentro de un grupo
en determinada sociedad. Entonces las normas básicas deben partir de la naturaleza del
hombre, o sea, ser modelos de conducta que tengan en cuenta la peculiar naturaleza
humana que lo constituye en un ser capaz de conocer de modo sensible e intelectual,
afectivo y capaz de amar; o sea un ser humano con todo lo que el término implica.
A partir de la conclusión anterior creemos necesario analizar si existe
posibilidad de formular normas básicas
la
válidas que sean respetadas por personas
pertenecientes a grupos culturales diversos. Para ello analizaremos los métodos del
pensamiento, en particular, en el ámbito del conocimiento práctico.
Aristóteles describe en los Tópicos una técnica conceptual
que contiene
indicaciones importantes sobre los medios con los cuales se constituye el aspecto
material del pensamiento práctico. Siguiendo a Aristóteles se podría distinguir con
Cicerón dos métodos de pensamiento: la invención y la deducción. Es precisamente su
relación lo que constituye el pensamiento con contenido, el pensamiento jurídico.
Pero con el transcurso del tiempo se ha ido llevando a cabo una reducción en
beneficio de la deducción. En este sentido Perelman afirma que en la argumentación se
encuentra la sede de la fuerza creadora y de la prudencia; de ella depende el éxito de la
justificación de nuestras decisiones.
Debemos ocuparnos de la argumentación de modo que no quede librada a lo
irracional sino que hay que procurar aclararla racionalmente por todos los medios de que
hoy se dispone. Se puede constatar que la argumentación jurídica ha utilizado desde
hace mucho tiempo la dialéctica clásica (tópica) y que la demostración jurídica ha
recurrido a la deducción.24
El sistema dialéctico o sistema tópico que procede de la retórica, permanece
vinculado con ella y se limita a ser un sistema de argumentación. Está orientado hacia
los problemas, hacia un todo ordenado según problemas.25 Ofrece para la solución de su
problemática, tanto en el campo de la investigación como en el de la dogmática, la
recopilación de puntos de vista (topoi). Esta compilación de topoi orientada hacia los
problemas puede ser entendida en nuestro ámbito jurídico hasta como sistema básico, al
que pueden ser referidos los demás sistemas, especialmente el deductivo y el dialéctico
moderno, y ser desarrollados a partir de él. El sistema tópico está en permanente
movimiento, puede ser designado como un sistema abierto, ya que mantiene abierto a
otros puntos de vista su análisis, es decir, su manejo del problema. Si determinadas
respuestas al problema son sustraídas a ulterior análisis y se las conserva
consecuentemente, surge entonces, de un sistema cetético, un sistema dogmático con
efecto directivo.26
En el campo del derecho, el sistema dogmático tiene por objeto, provocar, en un
grupo social más o menos amplio, un comportamiento jurídico lo más libre posible de
perturbaciones, y eliminar de una manera adecuada, las perturbaciones de este
comportamiento. Por lo tanto, el pensamiento jurídico – dogmático tiene primariamente
una función social. Pues esta función estructura el pensamiento y lo determina en su
desarrollo. Exige un núcleo conceptual estable, indiscutible (dogma o dogmas
24
VIEHWEG T, op. cit, p 69/70
25
VIEHWEG T, op. cit, p 84
26
VIEHWEG T.,op. cit, p 85
fundamentales) y por otra, una suficiente flexibilidad de pensamiento (interpretabilidad,
declinabilidad, discutibilidad) del núcleo conceptual a fin de poder mantenerlo en las
distintas y cambiantes situaciones. Nótese que el esquema conceptual y lingüístico que
aquí interesa, adquiere, por el mero hecho de su fijación, una función social múltiple.
Transmite a los demás una convicción, influye sobre los demás, y finalmente se
convierte en prescripción de conducta, pues este tipo del pensar y del hablar trata
siempre de que lo pensado y lo expresado lleguen a tener una función operativa. Por el
contrario, el pensamiento cetético tiene, primariamente una función cognoscitiva. Ella
estructura y determina este pensamiento. No permite que ideas fundamentales
presupuestas queden dogmáticamente fuera de cuestión, sino que, más bien, para poder
avanzar en la investigación, a veces tiene que ponerlas en tela de juicio. El pensamiento
de investigación es tentativo. Propone sus premisas tentativamente, las modifica y, si
ello es necesario, las deja de lado.27
Estas
formas
de
pensamiento
son
recíprocamente
complementarias.
Manifiestamente, en la vida social – particularmente en el derecho – ciertas
dogmatizaciones son indispensables. Si alcanzan grados perturbadores de proliferación o
si son claramente superadas por los desarrollos sociales, provocan, por lo general,
reacciones cetéticas.28
Teniendo en cuenta estas ideas, y advirtiendo que la cuestión que nos ocupa, la
aporía -"perfección absoluta" o su alcance dentro de determinados grados vs.
particularismos e historidicidad- es propiamente dialéctica, el diálogo aparece como una
herramienta para la formulación de normas jurídicas básicas y en especial para que sean
consideradas válidas por las personas pertenecientes a comunidades culturales diversas.
27
VIEHWEG T., op. cit, p 102
28
VIEHWEG T, op. cit, p 123
Debemos admitir que la pluralidad es enriquecedora así como también que ella
no implica desconocer la identidad de naturaleza entre todos los seres humanos. Pero
también es cierto que con referencia a la naturaleza del hombre idéntica en cada uno a la
del otro, la pluralidad puede cobrar uniformidad. Es más, la racionalidad lleva al hombre
a tratar de encontrar lo común en lo distinto sin perder de vista la particularidad, y ello
es objeto de la dialéctica29 de modo que a partir del pensamiento comparativo de las
realidades diversas se nos presentan aspectos comunes que hacen posible la vida
convivida.
Reiteramos, el punto de partida de la unidad está en la común naturaleza humana.
Sin embargo, más allá de lo legítimo de encontrar la unidad en la diversidad, no
debemos perder de vista la riqueza inconmensurable de lo concreto. Si bien el
conocimiento jurídico es conocimiento práctico, que precisa de normas básicas para
orientar la acción, en la búsqueda de las normas jurídicas básicas no podemos prescindir
de las realidades concretas de cada sociedad ni menos de su diversidad.30
El iusnaturalismo clásico parece tener la posta, en el sentido que debemos
reconocer que hay derechos directamente vinculados a la naturaleza del hombre de un
modo tan fundamental que parece difícil pensar que puedan ser desconocidos prima
facie o luego de un diálogo argumental basado en la razón. Es el ámbito de los principios
del obrar que se corresponden con las inclinaciones naturales del ser humano en sus
dimensiones individual y social (los principios de conservación de la vida y de la
especie; de la unión de los sexos, la procreación y la educación de los hijos en una
determinada tradición cultural; el principio que invita al ser humano en concreto y a una
determinada sociedad a conocer la verdad; y el principio por el cual se debe respetar la
libertad del hombre para obrar virtuosamente y de los grupos políticos para
29
30
GENTILE, que toma la idea de Platón en Rev. Internacional ya citada.
SAN AGUSTIN, op. cit, p 224: “Dirigí mis ojos al resto de las cosas y vi que te son deudoras porque
tienen la existencia (...) Todas ellas son verdaderas en cuanto que tienen existencia (...) Y vi que cada una
de las cosas encaja no sólo en el lugar que ocupa, sino que también cuadra en su tiempo.”
autodeterminarse conforme sus tradiciones; sin perder nunca de vista el respeto por los
derechos fundamentales de cada persona y de cada grupo político). Pero así como los
grados de perfección de cada uno de estos principios en concreto es diverso, y ello es en
principio respetable, de la misma manera existe todo un ámbito jurídico que es en
principio indiferente a la naturaleza humana para que se determine de un modo o de
otro, pero que por misma necesidad natural debe ser determinado.
Finalmente dada la particularidad dialéctica del derecho, el diálogo intercultural
se presenta como una herramienta para el mejor descubrimiento, develamiento o
comprensión de las normas básicas31 entre personas pertenecientes a tradiciones
culturales diversas. El diálogo intercultural implica la aceptación del otro, el respeto y la
tolerancia como marco de un intercambio razonable de ideas. Por otro lado el diálogo
resulta una alternativa tan posible como cierto es que la razón es una facultad
propiamente humana, común a todos los seres humanos.
En este orden de ideas, el diálogo deviene una posibilidad para la formulación de
las normas jurídicas básicas además de ser el nexo entre las personas para que las
normas básicas sean consideradas válidas por grupos culturales diversos.
Retomando la idea de la escuela iusnaturalista clásica, las normas jurídicas
básicas de determinada comunidad parten de los principios del derecho natural. Que
estos principios se correspondan de modo inmediato con las facultades del hombre no
significa que en todos los casos tengamos conocimiento evidente de ellos, menos resulta
evidente la formulación de las normas básicas a medida que se acercan a la regulación
de lo concreto; en este sentido el diálogo "racional" intercultural no sólo no debe ser
descartado sino que pensamos que debe ser promovido en el ámbito académico.
MARIA INES MONTESANO
31
Las normas jurídicas básicas son los principios de derecho natural. Ahora bien que estos principios se
correspondan con las facultades del hombre de un modo muy inmediato no significa que tengamos
conocimiento evidente de ellos; en este sentido el diálogo “racional” intercultural no sólo no debe ser
descartado sino que debe ser promovido en el ámbito académico.
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