Un Toque Griego

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—¿Cuándo jugaré con él?
Poseidón frunció el ceño. —Cuando él pase
su faceta de muchacho malo.
—¿Es malo?—, le preguntó, y se cuestionó si
él sería tan terrible como Michael.
—No es tan malo, sólo un poco travieso. Te
gustará. Él es muy guapo también. Y tú
puedes ser justo el tipo de chica que él
necesite—, la tentó Poseidón.
Sophia frunció los labios y consideró la
propuesta de Poseidón. —Entonces, está
bien. Voy a jugar con él.
—Esa es mi niña—. Él metió la mano en el
agua. Cuando la sacó nuevamente, tenía su
cubeta roja.
—¡Oh, la encontraste!— Ahora podría
empapar a Michael con agua después de todo.
Un momento después, ella estaba sentada
sobre la arena mojada, las olas chapoteando a
sus pies y la cubeta en sus manos. El hombre
se había ido.
—Sophia— La aguda voz de su tía casi
perforó el tímpano de Sophia.
Ella se volvió y vio a su tía Eleni correr hacia
ella, Michael sobre sus talones.
—¿Dónde has estado? ¡He estado muy
preocupada!
Sophia se levantó y echó sus brazos alrededor
de las piernas de su tía. —No te preocupes, él
me sacó del agua cuando caí.
Eleni la tomó por los hombros y la hizo mirar
hacia arriba. —¿Te caíste al agua? ¿No te dije
que te mantuvieras alejada de las olas? ¿Un
hombre te sacó? ¿Dónde está?
¡Oh, no! Ella no había tenido la intención de
romper su promesa. Simplemente se le
escapó. —Lo siento—. Bajo la mirada fija de
Eleni, sintió que sus lágrimas empezaban a
brotar.
—¿Dónde está?— La voz aguda de Eleni la
hizo temblar.
Un momento después, una lágrima rodó por
la mejilla de Sophia, mientras su resistencia
se derrumbaba. —Se fue.
—¡O me lo dices ahora, Sophia Olympia
Baker, o te voy a encerrar en el sótano hasta
que me digas la verdad!—, advirtió Eleni,
bajando la voz como siempre lo hacía cuando
estaba enfadada.
Sophia apretó los labios y cruzó los brazos
delante de su pecho. —Está bien. Pero si él
me reclama la próxima vez, le diré que me
forzaste. Él era un hombre sirena.
La fuerte risa de Michael la interrumpió. —
Eres una mentirosa. Todas las sirenas son
chicas.
—¡No!—, protestó Sophia.
Eleni la levantó en sus brazos. —No existe
tal cosa. Tienes que dejar de inventar esas
cosas.
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