Régimen supletorio del contrato de matrim o

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Régimen supletorio del contrato de matrim onio en relación con los bienes. Intervención
del notario en la celebración de capitulaciones.
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El Código Civil para el Distrito y Territorios Federales de mil
novecientos veintiocho, tiene a lo largo d e todo su articulado grandes
aciertos, instituciones perfiladas con claridad y que funcionan eficazmente. No son sólo los autores mexicanos los que alaban con justicia algunas partes de nuestro Código; inclusive los extranjeros de tanta fama
como José Castán Tobeñas, quien af.irma que hay mucho que estudiar
y aún que aplaudir en el extenso libro que el nuevo Código mexicano
dedica a la materia de las obligaciones". ("El nuevo Código Civil Mexicano" en Revista General de Derecho y Jurisprudencia. México. D.
F. 1930. Tomo 1, pág. 74).
Sin embargo, junto a los grandes aciertos que se anotó el Código
de mdl novecientos veintiocho. hay una parte especialmente defectuosa,
imprecisa. en la que puede decirse que realmente ese Ordenamiento representa un marcado retroceso, en relación con nuestros Códigos anteriores. El capitulo cuarto del Titulo quinto del Libro primero, que trata
del contrato de matrimonio con relación a los bienes, es no sólo obscuro,
sino en algunos artículos incoherente y contradictorio.
Desde el punto de vista del Derecho Notarial, la cuestión de los
regimenes patrimoniales del matrimonio tiene una importancia grandisima, y a que la propiedad de los bienes de los cónyuges se modifica conforme al régimen jurídico bajo el cual se hayan casado. U n bien determinado puede ser d e propiedad exclusiva de uno de ellos, de propiedad
común de los dos. de propiedad de un ente jurídico distinto de ambos
cónyuges. sujeto a una modalidad especial de propiedad, según el régimen bajo el cual hayan contraído matrimonio las personas que en
un momento dado se presenten ante un Notario. tratando de enajenar
o de ejercitar actos de dominio sobre ese bien determinado.
Una legislación eficaz en esta materia, además de proteger equitativamente los intereses de ambos cónyuges tiene que permitir a los terceros el conocer con rapidez y facilidad y con toda precisión la situación jurídica de los bienes que pertenecen a cualquiera d e los cónyuges. Puede decirse que nuestro Código de mil novecientos veintiocho
no reúne ninguna de las caracteristicas enumeradas. Cuando suprime
los artículos que en el Código d e mil ochocientos ochenta y cuatro le-
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gislaban un régimen supletorio d e sociedad conyugal, pretendiendo que
las capitulaciones matrimoniales se celebren con una absoluta libertad
sin que la ley intervenga para nada en un asunto que cree reservado
al criterio personal de los cónyuges. está perjudicando y haciendo obscuras las relaciones patrimoniales entre ambos cónyuges y con los
terceros.
El mosaico de nuestra legislaci6n civil en toda la República, presenta el más variado aspecto. en lo que se refiere al régimen patrimonial del matrimonio. Desde los Códigos de Coahuila. Nuevo León., Sinaloa, Durango y Chihuahua, que siguen textualmente el Código de mil
novecientos veintiocho del Distrito Federal. hasta los d e Oaxaca, Jalisco, Veracruz y Sonora que enmiendan la plana en un sentido aceptable conforme veremos posteriormente, o el Código d e Puebla que
sigue a la legislación civil del Distrito Federal de mil ochocientos ochenta y cuatro. el de Michoacán. que sigue a la Ley d e Relaciones Familiares de mil novecientos dicisiete, o el de T a m a u l i ~ a s ,que sin ninguna
conexión con todos las anteriores, legisla independientemente sobre
este problema.
El temario d e la convocatoria a este Segundo Congreso en el inciso b ) del número dos. consigna como problemas fundamentales a estudiar, la intervención d e los Notarios en las capitulaciones matrimoniaIes y la conveniencia d e establecer un régimen supletor'io cuando
no existan capitulaciones coincidentes con el matrimonio.
Tratando el segundo punto, podemos dividir los Códigos d e la
República. anteriormente citados, en dos grandes grupos: los que establecen un régimen supletorio y los que dejan a la libre voluntad de
los contrayentes el establecer el régimen patrimonial que gusten.
N o creo que sea materia d e este trabajo, hacer una exposición de
las fatales consecuencias que en ia práctica tiene el sistema seguido
por el Código de mil novecientos veintiocho del Distrito y Territorios
Federales y todos los que le imitan en esta materia. no estableciendo
régimen supletorio para el caso que no haya capitulaciones matrimoniales o que éstas sean incompletas. La inseguridad que presta el sistema al tráfico normal d e los negocios. puede verse reflejado con claridad en toda esa gama de opiniones diversas, en ocasiones contrarias,
que desde la expedición del Código mencionado, se ha venido elaborando sin interrupción. La jurisprudencia no se libra d e esta desorientación. Podemos afirmar con certeza que es imposible inducir d e nuestra jurisprudencia d e la Suprema Corte una teoría más o menos lógica
sobre lo que es la sociedad conyugal. por ejemplo, y los efectos que
entre los cónyuges y con relación a terceros produce.
E n la práctica se ha visto que la pretensión del Código de que los
cónyuges establezcan libremente el régimen patrimonial por el cual se
va a regir su matrimonio, es utópico. Los cónyuges no hacen más que
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escoger en el momento de la celebración entre los dos regímenes que
marca el Código: sociedad conyugal o separación de bienes, pero nunca se les ocurre realizar unas capitulaciones más o menos completas,
que pudieran llegar a funcionar. Y no sabemos si congratularnos con
el hecho de que así suceda. Porque en el caso de que los cónyuges
realizaran capitulaciones distintas, estudiadas o pensadas entre ambos
para la mejor conveniencia de la futura familia. estaríamos en presencia de una variedad tan grande de regímenes patrimoniales del matrimonio, que sería en la práctica dificilisimo. casi imposible llegar a saber el régimen jurídico de un bien determinado propiedad de cualquier
persona casada. Algunos creerían conveniente que todos los bienes
fueran comunes; otros, que sólo fueran los ganados con el esfuerzo
personal; algunos pensarian que sólo deben compartirse con el otro cónyuge, los bienes necesarios para la manutención de la familia; en algunos casos administraría el marido, en otro la mujer, en otros ambos.
mancomunadamente podría también darse el caso de que el marido
llegara a tener facultades inclusive de dominio en relación con bienes
de la mujer. E n resumen. sería necesario investigar en algunos casos.
por qué título, en qué momento. con qué dinero, etcétera. fuera adquirido un bien determinado, y cuáles son las capitulaciones matrimoniales que hubieren celebrado los cónyuges.
Por todo esto, decimos que quizás sea conveniente la práctica seguida hasta ahora: los cónyuges, e n el momento de celebrar el matrimonio, sólo manifiestan ante el Oficial del Registro Civil su voluntad
de casarse bajo sociedad conyugal o bajo separación de bienes y este
mismo Oficial de Registro Civil les hace suscribir un "machote" de
capitulaciones matrimoniales, que normalmente no se preocupa más que
de repetir malamente lo que ya dice el Código.
Pretendiendo otorgar una libertad desmedida a los cónyuges para
que establecieran el régimen que más les conviniera, se les colocó ante
una situación de confusión tal, que en la práctica prefieren guiarse por
una situación de hecho antes que hacer uso d e esa libertad que graciosamente les otorga el legislador.
Pero el estudioso de derecho pn teoria, y sobre todo el Notario en
la práctica, tienen que enfrentarse muchas veces con el problema de
saber en un caso concreto, cuál PS el régimen. jurídico de propiedad
de un bien determinado cuando el titular de ese derecho es una persona casada y no ha celebrado capitulaciones matrimoniales o las celebró incompletas.
En la práctica, dos teorías son las que con más claridad han tratado de explicar el problema cuando los cónyuges han escogido el régimen de sociedad conyugal:
lo.-El bien pertenece a ambos cónyuges. E l argumento definitivo del articulo ciento noventa y cuatro que establece que "el dominio
de los bienes comunes reside en ambos cónyuges mientras subsista la
sociedad". parece otorgar toda la razón a los que así piensan. Como
consecuencia inmediata, cualquier acto de enajenación o de dominio
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necesita no sólo el consentimiento y la comparecencia del otro cónyuge sino la expresión de su voluntad, enagenando o gravando como
propietario que es. del bien objeto de la operación. Ultimamente, algunos sostenedores de esta teoría han extremado las consecuencias. Si todos
los bienes son comunes siempre que un cónyuge adquiere. adquiere el
otro, y por tanto, una persona casada bajo sociedad conyugal, que no
tenga celebradas capitulaciones matrimoniales. no puede adquirir nada
para sí, sin adquirirlo forzosmente en comunidad con su cóonyuge. Esta segun.da parte de la teoría es peligrosa por las conclusiones absurdas a que puede dar lugar; en efecto, siempre que alguna persona casada bajo sociedad conyugal adquiere un bien, por ese solo hecho su
cónyuge adquiere la otra mitad. y por tanto ambos cónyuges deben ser
iqualmente capaces de adquirir el bien de que se trata. La incapacidad
de uno puede llegar a afectar la capacidad del otro. La objeción se
agudiza en el caso de que alguno de los cónyuges sea extranjero, puesto
que entonces. cuando un mexicano casado con extranjera adquiere un
bien. debe compartirlo forzosamente en virtud de la sociedad conyue
gal, con su cónyuge, el cual puede no estar capacitado para adquirirlo
conforme a las leyes, por estar ubicado, por ejemplo, en la zona prohibida. En este caso, quedaría en duda la titularidad de la mitad de1
bien que no ha podido adquirir el extranjero en virtud de la prohibición constitucional y que tampoco ha podido adquirir el c h y u g e mexicano pues estaría obligado a compartirlo en virtud de su sociedad conyugal. Parecería entonces que tendríamos que concluir que un mexicano casado con extranjera bajo sociedad conyugal, no puede adquirir en la zona prohibida.
20.-Otros, en cambio. sostienen que los bienes pertenecen en propiedad individual a los cónyuges. siendo el único efecto de la sociedad
conyugal una expectativa de derechos que se concreta en el momento
d e disolverse ésta, haciendo participar a ambos cónyuges por partes
iguales, de todo el patrimonio. E n muchos aspectos. podríamos denominar esta opinión como la tradicional. La sociedad legal de gananciales organizada por nuestros Códigos del siglo pasado, hacia en efecto,
partícipes a los cónyuges de todos los bienes adquiridos con posterioridad al matrimonio, pero no impedía simultáneamente una propiedad
individual sobre alguno de ellos.
Según esto. un cónyuge casado bajo sociedad conyugal. puede adquirir por si y por tanto puede gravar o enajenar por sí mismo, siendo
necesario exclusivamente el consentimiento del otro cónyuge en los
actos de dominio, para los efectos de darse por enterado y renunciar
a las posibles reclamaciones que pudieran llegar a tener contra su otro
cónyuge y por tanto contra el bien objeto de la operación, en el caso
de liquidación de la sociedad legal.
Podríamos citar muchísimas más opiniones que tratan de explicar
la necesidad y los objetos de Ia sociedad conyugal en nuestro Código
de veintiocho. Creo que nunca podremos llegar a una explicación integral porque el vicio está en el Código. no en los comentaristas.
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Son especialmente interesantes los Códigos de los Estados de Oa2
xaca. Jalisco, Veracruz y Sonora, en esta materia. Los cuatro siguen
los lineamientos generales del Código del Distrito Federal de mil novecientos veintiocho. pero mejorando notablemente sus disposiciones:
así por ejemplo, el artículo ciento sesenta y seis del Código Civil del
Estado de Veracruz, establece que "el matrimonio debe celebrarse bajo el régimen de sociedad conyugal o bajo el de separación de bienes.
A falta de capitulaciones que definan uno u otro la ley establece la
presunción legal de que el matrimonio se h a celebrado bajo el régimen
de sociedad conyugal". Y con él concuerdan substancialmente, el doscientos setenta del Código de Sonora y el ciento setenta y nueve del
Código de Jalisco. Mejor inclusive, nos parecen las disposiciones del
Código de Oaxaca, que en sus artículos ciento setenta y siete. ciento
setenta y ocho y ciento setenta y nueve. establecen que el matrimonio
se celebrará bajo sociedad conyugal o bajo separación de bienes, pudiendo la sociedad conyugal ser voluntaria o legal y rigiéndose la voluntaria "por las capitulaciones matrimoniales que la constituyen: en
todo lo que no estuviere expresado en ellas. d e un modo terminante
regirán los preceptos que arreglen la sociedad legal". En estos tres
Códigos encontramos un régimen supletorio junto con una libertad
absoluta para que los cónyuges establezcan el régimen matrimonial que
mejor les parezca.
Conforme a este sistema, se logran los dos propósitos fundamentales que enunciábamos al principio; protección equitativa para ambos
cónyuges; fácil conocimiento para los terceros d e la situación patrimonial de los cónyuges, y a que con sólo presentar el acta de matrimonio. se sabe si el régimen es de separación de bienes o sociedad conyugal, en cuyo caso la ley, con toda claridad. determina los efectos
patrimoniales del matrimonio. o también de la misma acta puede conocerse si existen capitulaciones matrimoniales expresas que deban ser
consultadas por los terceros en el Registro Civil.
Es por tanto laudable desde todos los puntos d e vista, la posición de estos Códigos. E s necesario. casi podríamos decir indispensable, la existencia d e un régimen supletor'io que. para el caso que los
cónyuges no establezcan con claridad el régimen patrimonial al cual
s e va a sujetar su matrimonio, purda servir de garantía a los mismos
cónyuges y a los terceros que con ellos contraten.
T o d a nuestra tradición jurídica expresada en los Códigos del Distrito Federal d e mil ochocientos setenta y mil ochocientos ochenta y
cuatro. e inclusive la realidad misma y la manera de pensar de nuestro
pueblo, parece indicar que el régimen supletorio preferible en todos los
casos, es el de sociedad conyugal, organizando ésta como verdadera
sociedad de gananciales.
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La intervención del Notario en las capitulaciones matrimoniales
está limitada en el Código de veintiocho a los actos en que se cons-
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tituye sociedad conyugal y "los esposos pactan hacerse participes o
transferirse la propiedad de bienes que ameriten tal requisito para que
la traslación sea válida" en este caso las anteriores tamhiien deberan
otorgarse en escritura pública y tanto la constitución como la modificación, inscribirse en el Registro Público de la Propiedad.
El criterio seguido por el Código Civil, según se deduce. del articulo ciento ochenta y cinco citado, es el de que por regla general las
capitulaciones matrimoniales no deben extenderse en escritura pública,
sino que basta el escrito privado presentado ante el Oficial del Registro Civlil, para que surtan plenamente sus efectos. En el caso de excepción que establece el Código, las capitulaciones matrimoniales deben extenderse en escritura pública, no en razón del acto mismo sino
por la naturaleza de los bienes de los cuales los cónyuges pactan hacerse copartícipes, ya que cualquier modificación en el dominio de
esos bienes debe inscribirse en el Registro Público de la Propiedad,
conforme a los artículos relativos del mismo Código Civil.
El sistema adoptado por el Código Civil del Distrito Federal, es
también defectuoso. Cuando se establece la sociedad conyugal, los cónyuges, por regla general, no tienen ningún bien del cual hacerse partícipes; todas las adquisiciones posteriores según la costumbre seguida
hasta ahora. se hacen a nombre de uno sólo de los cónyuges y en
esa forma se hacen las inscripciones en el Registro Público de la Propiedad.
El Código de Oaxaca vuelve a ser en este punto, una buena orientación que,puede servir de guía a nuestro Código del Distrito Federal y todos los demás que cn este punto se han inspirado en él.
El artículo doscientos del Código Civil del Estado de Oaxaca.
previene que "las capitulaciones matrimoniales que establezcan la sociedad voluntarla se extenderán forzosamente en escritura pública y
en la misma forma se harán las modificaciones a ellas".
La disposici8n, como s e ve, se refiere exclusivamente a la sociedad voluntaria. El sistema es lógico: si los cQnyuges pactan como régimen patrimonial de-su matrimonio el de separación de bienes o el de
sociedhd legal, no es necesario que extiendan capitulaciones en escril
tura pública, es más extremando los términos, ni. siquiera es necesario
que celebren capitulaciones. pues en el primer caso --separación de
bienes- los patrimonios personales quedan perfectamente definidos;
son, bajo este punto de vista, dos extraños, con. sus derechos y obligaciones propios e independientes. y basta la presentación del acta de
matrimonio que mencione esta circunstancia, para que cualquier tercero
que contrate con alguno de los cónyuges sepa con toda claridad el
régimen patrimonial al que está sujeto. El instrumento público no es
necesario. Cosa similar sucede en el segundo caso, de sociedad legal:
cuando los cónyuges n o han establecido el régimen al que quieren sujetarse, o han convenido expresamente- la sociedad legal, t'ampoco se
W g e la escritura;pública::no es necesaria, pues la ley -por todosco-
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nocida- es la que regula el status patrimonial de los cónyuges: las
capitulaciones matrimoniales, en este caso. están formadas por el articulado que organiza la sociedad legal.
Pero la situación cambia para el caso de sociedad voluntaria, pues
los cónyuges pueden libremente convenir su régimen patrimonial como
mejor les parezca. Sería peligroso, en este caso. no exigir formalidad
alguna a estas capitulaciones, pues caeriamos prácticamente en el sistema vicioso que ya hemos criticado del Código Civil del Distrito Federal. En estos casos no es suficiente la presentación del acta de matrimonio para conocer con exactitud la situación patrimonial de los cónyuges. pues el solo enunciado de "sociedad voluntaria" está implicando que los cónyuges pactaron cosas distintas de las establecidas por
la ley en la sociedad legal. Es por tanto necesario que esas capitulaciones matrimoniales que organizan la sociedad voluntaria -únicas
capitulaciones en el verdadero sentido d e la palabra. y a que no lo son
las que establecen la separación d e bienes o la sociedad legal- tengan
fijeza, solemnidad y publicidad suficiente para que n o puedan convertirse en instrumento de ocultación que favorezca posibles fraudes a terceros o inclusive de los cónyuges entre sí. Y esas características sólo
se logran a través d e la escritura pública.
Ahora bien, ese instrdmento público en el que constan las capitulaciones matrimoniales que organizan la sociedad voluntaria, se extiende, no obstante que los cónyuges no tengan bienes inmuebles en el
nomento de celebrarlas. N o s e elevan a escrituras públicas por la naturaleza de los bienes que formarán el patrimonio conyugal, sino por
la necesidad de conocer con exactitud el régimen pactado por los cónyuges cuando por sus especiales circunstancias creen conveniente no
aceptar el supletorio que la ley les ofrece.
Por tanto. ese instrumento público debe registrarse no en el Registro Público de la Propiedad, como algunos han pretendido, sino en
el Registro Civil, que es el especialmente organizado para dar publicidad a los actos del estado civil de las personas. N o otra cosa son
las capitulaciones matrimoniales.
Concluyendo por tanto de todo lo expuesto, y con el propósito de
cumplir de la meior forma posibl? con el temario de la convocatoria
a este Segundo Congreso:
lo.-Es indispensable, como medida elemental de seguridad en el
tráfico normal de los negocios, que la ley civil establezca un régimen
supletorio para el caso que los cónyuges no hayan establecido, o lo
hayan hecho parcialmente. el régimen al que quieren sujetar>su matrimonio.
20.-El régimen patrimonial del matrimonio que está más de acuerdo con nuestra realidad social y con nuestra tradición jurídica, es el
de comunidad de bienes organizada como sociedad de gananciales. Ese
debería ser el régimen supletorio.
30.-Una buena estructuración de los regímenes patrimoniales del
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matrimonio es la de los Códigos Civiles de Sonora, Veracruz y Jalisco, y especialmente el de Oaxaca. Los cuatro establecen como régimen patrimonial supletorio el de comunidad de bienes al que denominan sociedad legal, y preveen la posibilidad de que se pacte una
sociedad voluntaria o una separación absoluta de bienes.
40.-Las capitulaciones matrimoniales deben extenderse en escritura pública únicamente en los casos en que sea necesario dar claridad, precis~óny publicidad a las mismas. Si s e sigue el sistema de los
Códigos mencionados en el punto anterior, e s aceptable también el criterio que establecen. exigiendo el instrumento público únicamente para los casos de sociedad voluntaria.
50.-E1 instrumento público que contenga capitulaciones matrimoniales debe inscribirse, por lo que a éstas respecta. en el Registro Civil. y sólo cuando en virtud de ellas se adquiera, transmita. modifique.
extinga o grave el dominio, la posesión, o los demás derechos reales de
inmuebles, deberá inscribirse igualmente en el Registro Publico de la
Propiedad.
México, septiembre de 1957.
ALBERTO PACHECO.
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