KANT Y LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA La matemática y

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401204: Filosofía Moderna
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KANT Y LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA
La matemática y la física son los dos conocimientos teóricos de la razón que
deben determinar sus objetos a priori; la primera, con entera pureza; la segunda,
con pureza al menos parcial, pero entonces según la medida de otras fuentes
cognoscitivas que las de la razón.
La matemática ha marchado por el camino seguro de una ciencia, desde los
tiempos más remotos que alcanzan la historia de la razón humana, en el
admirable pueblo griego. Mas no hay que pensar que le haya sido tan fácil como a
la lógica, en donde la razón no tiene que habérselas más que consigo misma,
encontrar, o mejor dicho, abrirse ese camino real; más bien creo que ha
permanecido durante largo tiempo en meros tanteos (sobre todo entre los
egipcios) y que ese cambio es de atribuir a una revolución, que la feliz ocurrencia
de un solo hombre llevó a cabo, en un ensayo, a partir del cual, el carril que había
de tomarse ya no podía fallar y la marcha segura de una ciencia quedaba para
todo tiempo y en infinita lejanía, emprendida y señalada.
La historia de esa revolución del pensamiento, mucho más importante que el
descubrimiento del camino para doblar el célebre cabo, y la del afortunado que la
llevó a bien, no nos ha sido conservada. Sin embargo, la leyenda que nos
transmite Diógenes Laercio, quien nombra al supuesto descubridor de los
elementos mínimos de las demostraciones geométricas, elementos, que según el
juicio común, no necesitan siquiera de prueba, demuestra que el recuerdo del
cambio efectuado por el primer descubrimiento de este nuevo camino, debió de
parecer extraordinariamente importante a los matemáticos y por eso se hizo
inolvidable.
El primero que demostró el triángulo isósceles (háyase llamado Tales o como se
quiera), percibió una luz nueva; pues encontró que no tenía que inquirir lo que veía
en la figura o aun en el mero concepto de ella y, por decirlo así, aprender de ella
sus propiedades, sino que tenía que producirla, por medio de lo que, según
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conceptos, él mismo había pensado y expuesto en ella a priori (por construcción ),
y que para saber seguramente algo a priori, no debía atribuir nada a la cosa, a no
serlo que se sigue necesariamente de aquello que él mismo, conformemente a su
concepto, hubiese puesto en ella
DESCARTES Y LA NATURALEZA DEL ESPÌRITU HUMANO
Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus,
ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no:
si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy.
Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda
su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es
que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada,
mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y
examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa
cierta que esta proposición: "yo soy", "yo existo", es necesariamente verdadera,
cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.
Ahora bien, ya sé con certeza que soy, pero aún no sé con claridad qué soy; de
suerte que, en adelante, preciso del mayor cuidado para no confundir
imprudentemente otra cosa conmigo, y así no enturbiar ese conocimiento, que
sostengo ser más cierto y evidente que todos los que he tenido antes.
DAVID HUME Y SUS DUDAS ESCÈPTICAS
Todos los razonamientos pueden dividirse en dos clases, a saber, el razonamiento
demostrativo o aquel que concierne a las relaciones de ideas y el razonamiento
moral o aquel que se refiere a las cuestiones de hecho y existenciales.
Que en este caso no hay argumentos demostrativos parece evidente, puesto que
no implica contradicción alguna que el curso de la naturaleza llegara a cambiar, y
que un objeto, aparentemente semejante a otros que hemos experimentado,
pueda ser acompañado por efectos contrarios o distintos.
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¿No puedo concebir clara y distintamente que un cuerpo que cae de las nubes, y
que en todos los demás aspectos se parece a la nieve, tiene, sin embargo, el
sabor de la sal o la sensación del fuego? ¿Hay una proposición más inteligible que
la afirmación de que todos los árboles echan brotes en diciembre y en enero, y
perderán sus hojas en mayo y en junio? Ahora bien, lo que es inteligible y puede
concebirse distintamente no implica contradicción alguna, y jamás puede probarse
su falsedad por argumento demostrativo o razonamiento abstracto a priori alguno
LA PROPUESTA EMPIRISTA. EL PODER DE LAS SENSACIONES
Se tendrá en cuenta preferiblemente la filosofía de David Hume y, en forma
particular, su texto "Investigaciones sobre el conocimiento Humano". Para tal fin se
retoman los aspectos centrales de su concepción del conocimiento.
Elementos del conocimiento
Toda idea procede de una impresión. Sólo hay ideas si hay impresiones que les
correspondan. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones; para saber
si una idea es verdadera, hay que comprobar si procede de alguna impresión.
Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases distintas,
que se denominaran impresiones e ideas. La diferencia entre ambas consiste en
los grados de fuerza y vivacidad con que inciden sobre la mente y se abren
camino en nuestro pensamiento o conciencia.
A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos
denominar impresiones; e incluyo bajo este nombre todas nuestras sensaciones,
pasiones y emociones tal como hacen su primera aparición en el alma. Por ideas
se entiende las imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y
razonamos. Hay otra división de nuestras percepciones que será conveniente
tener en cuenta, y que se extiende tanto a nuestras impresiones como a nuestras
ideas. Se trata de la división en simples y compuestas.
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Las percepciones simples (impresiones e ideas) son tales que no admiten
distinción ni separación. Las complejas son lo contrario que éstas, y pueden
dividirse en partes. Nos limitaremos por ahora a establecer como proposición
general que todas nuestras ideas simples, en su primera aparición, se derivan de
impresiones simples a las que corresponden y representan exactamente.
Las impresiones simples preceden siempre a sus correspondientes ideas; sin
embargo, nunca aparecen en orden inverso y esta prioridad de las impresiones
constituye una prueba igualmente convincente de que nuestras impresiones son
causas de nuestras ideas, y no nuestras ideas de nuestras impresiones. Nuestra
certeza acerca de los hechos observados no se apoya en un conocimiento de la
naturaleza o la esencia de los hechos mismos, sino en una creencia, y en una
costumbre (mecanismo psicológico por el que relacionamos necesariamente dos
impresiones). La certeza que tenemos se basa en la costumbre de haber
observado en el pasado lo que ocurrió primero y después.
Esperamos efectos parecidos a los que ya hemos experimentado. Nos presentan
un cuerpo que se parece por el color y la consistencia al pan que hemos comido
otras veces; lejos deponer la menor dificultad en repetir la experiencia, esperamos,
con una entera certeza, recibir de él el mismo alimento y el mismo sustento. La
experiencia del pasado sólo da testimonio de una manera directa y cierta para los
objetos determinados y para el tiempo preciso en el que se ha podido juzgar; ¿con
qué derecho se la puede transportar a otros tiempos y a otros objetos, cuyo
parecido con los precedentes puede ser solamente aparente? Éste es un punto
importante sobre el que se debe insistir.
El pan que, dice Descartes, comía hace algún tiempo me alimentaba; esto
equivale a decir que un cuerpo dotado de estas cualidades sensibles estaba
entonces provisto de unas virtudes secretas determinadas; pero, ¿se sigue de ello
que otro pan deba nutrirme también en otro tiempo, o que las mismas virtudes
deban siempre hallarse junto con cualidades parecidas? Esta consecuencia no
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parece ser una condición universal y necesaria. Cada vez que la repetición
frecuente de un acto particular ha hecho nacer una disposición a reproducir el
mismo acto, sin que se mezclen en ello ni el razonamiento ni ninguna operación
del entendimiento, decimos que esta disposición es efecto de la costumbre (..)
después de haber observado la relación constante de dos cosas, del calor, por
ejemplo, con la llama, o de la solidez con el peso, el hábito nos determina a
concluir la existencia de una de éstas cosas cuando la otra existe.
Así pues, ninguna inferencia experimental procede del razonamiento; nacen todas
de la costumbre. La costumbre es la principal guía de la vida humana, ella sola es
la que hace útiles nuestras experiencias, mostrándonos, en la semejanza de las
diferentes series de acontecimientos, un porvenir semejante al pasado. Sin su
influencia, lo que conoceríamos en las cosas de hecho no se extendería más allá
de la memoria y de los sentidos; nunca sabríamos cómo adaptar los medios a los
fines, ni cómo emplear nuestras facultades naturales para producir lo que fuera;
toda nuestra actividad y la parte más interesante de nuestras especulaciones se
reducirían finalmente a la nada.
Como todas las ideas simples pueden ser separadas por la imaginación y unidas
de nuevo en la forma que a ésta le plazca, nada sería más inexplicable que las
operaciones de esta facultad si no estuviera guiada por algunos principios
universales que la hacen, en cierto modo, conforme consigo misma en todo tiempo
y lugar. Si las ideas estuvieran completamente desligadas e inconexas, sólo el
azar podría unirlas; sería imposible que las mismas ideas simples se unieran
regularmente en ideas complejas -como suelen hacerlo- si no existiese algún lazo
de unión entre ellas, sin alguna cualidad asociativa por la que una idea lleva
naturalmente a otra.
Este principio unificador de las ideas no debe ser considerado como una conexión
inseparable, pues esto ha sido ya excluido de la imaginación; tampoco podemos
concluir que sin ésta no podría unir la mente dos ideas porque nada hay más libre
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que esa facultad; tenemos que mirarlo más bien como una fuerza suave, que
normalmente prevalece y es causa, entre otras cosas, de que convengan tanto los
lenguajes entre sí; la naturaleza ha indicado de algún modo a todo el mundo las
ideas simples que son más aptas para unirse en una idea compleja. Las
cualidades de las que surge tal asociación y por las que es llevada la mente de
este modo de una idea a otra, son tres: semejanza, contigüidad en tiempo o lugar
y causa y efecto.
LA PROPUESTA RACIONALISTA. EL PODER DEL PENSAMIENTO
Para Descartes, como es sabido, el modelo de las ciencias fue la matemática,
especialmente la geometría y la aritmética, dado que sus principios o axiomas
eran tenidos por claros y ciertos. El autor se ocupa inicialmente de fundamentar un
método que no sea solo válido para la filosofía sino para todas las ciencias.
Descartes propone un método que ha de ser matemático y universal, sea cual sea
su aplicación o campo del saber a que se refiera. La definición de lo que él
entiende por método la podemos encontrar en la Regla IV de su obra "Regulae ad
directionem ingenii": "Así pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles,
mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso
por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino
aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero
de todo aquello de que es capaz." ("Reglas para la dirección del espíritu". Alianza
editorial, Madrid 1989, p. 79 )
La primera ventaja que nos proporciona el método es evitar el error. Pero, además
de proporcionarnos un conjunto de reglas o procedimientos para deducir lo que ya
conocemos, puede aplicarse a cualquier nuevo campo del saber. El método
permitirá que aumentemos nuestros conocimientos y descubramos nuevas
verdades.
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Si la filosofía se ocupa ante todo de buscar la verdad debe partir de principios
acerca de los cuales se tenga una certeza como la ostentada por las
demostraciones matemáticas. De ahí su crítica a la tradición filosófica,
especialmente a Aristóteles y a Santo Tomás. El punto de partida del conocimiento
debe ser algo firme y seguro, como el conocimiento matemático, de lo cual no sea
posible dudar, los sentidos y, en general la percepción, no podían ser tomados
como fuente válida para llegar a la verdad. Para el filósofo francés la experiencia
sensible sólo puede proporcionar un conocimiento probable del cual resulta
imposible construir una verdadera filosofía. Observa que el problema radica en la
ausencia de un método adecuado, ya que si se realiza un análisis detallado de los
principios se debe descartar el mundo de la sensibilidad como fuente de estos. En
otras palabras, el punto de partida del método no puede ser la certeza de las
sensaciones.
Con este planteamiento Descartes, a pesar de su crítica radical a la tradición
filosófica,
continúa siendo deudor de ella. Aristóteles, y con el Santo Tomas, no
obstante haber establecido que todo conocimiento se origina en los sentidos,
terminaron por relegar la vida del cuerpo para el conocimiento de la verdad. Quien
determina el conocimiento universal de las cosas no es obviamente la percepcion
sensible sino el entendimiento que es capaz de llegar a la generalización y a la
abstracción.
Si bien Descartes no establece una división radical entre el alma y el cuerpo, antes
confirma su unidad afirmando que el alma se vive en union con el cuerpo, este, el
cuerpo, no mantiene una relacion con la intuición de las evidencias o verdad de las
cosas. La vida sensible, a diferencia de lo que va a plantear Kant al respecto, se
caracteriza por ser una multitud de sensaciones confusas de las que no se puede
tener una idea clara y distinta.
Descartes propone la duda como el instrumento que permite educar la razón, en la
medida en que evita los errores mas frecuentes, relacionados tanto con la vida
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sensible como con la vida racional, y conduce al único principio de la filsofía del
cual no se puede dudar:cogito ergo sum ( pienso luego existo).
La afirmaciòn -
cogito ergo sumǁ constituye para Descartes un principio absolutamente
indubitable, ya que, como dice el mismo autor, de lo único que no puedo dudar es
que este dudando, es decir, pensado. El pensamiento equiparado a la existencia
se convierte así en el primer principio seguro de la filosofía, punto de partida
seguro de cualquier otra reflexion.
Pensar y existir se muestran ahora como verdades evidentes y transparentes. Si la
duda conduce a reconocer que de lo unico que no podemos dudar, es decir, que el
único pensamiento cierto es que estamos dudando, de ello se infiere que, con la
misma certeza, existimos porque dudamos. Somos, existimos, en tanto que
pensamos, de ahí que el poder del pensamiento esté en determinar o definir la
existencia.
Las reglas del método pueden resumirse en cuatro fundamentales, enunciadas por
Descartes en su "Discurso del método":
a. Regla (Evidencia) «No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer
con evidencia que lo era: es decir, evitar con todo cuidado la precipitación y la
prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentara
tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ocasión alguna para ponerlo
en duda». Descartes es un precursor del método basado en la evidencia. Sólo
acepta como verdadero lo evidente. Pero ¿Qué es evidente? La evidencia se
produce sólo en la intuición, es decir, en un acto puramente racional por el que
nuestra mente capta o "ve" de modo inmediato y simple una idea.
La intuición es la captación intelectual inmediata de una idea. Inmediato implica
que no hay una cadena deductiva de por medio y, por otra parte, que no hay
mezcla con nada sensible (no median los sentidos o la experiencia para captar
esa idea). Si lo que es evidente es lo que es intuido, ¿Qué es lo que la mente
intuye? ideas claras y distintas.
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Una idea es clara cuando podemos advertir todos sus elementos sin la menor
duda (se opone a oscura). La idea será distinta cuando aparezca claramente
diferenciada, separada y recortada de las demás, de tal manera que no podamos
confundirla con ninguna otra idea. (se opone a idea confusa).
La intuición intelectual se caracteriza por su indubitabilidad y exclusión total del
error. Entre lo absolutamente falso y lo absolutamente verdadero no hay término
medio. Algo es verdadero o falso. Descartes excluye los conocimientos que son
únicamente probables. La certeza, como propiedad fundamental del saber, exige
la desestimación absoluta de lo probable. Lo que no es claro y distinto (evidente)
es confuso y oscuro debiendo ser rechazado como posible fuente de
conocimiento.
La evidencia, como criterio de verdad, exige también que el conocimiento se
retraiga a sus propios dominios y leyes, independientemente de lo que exista
externamente a nuestra mente y su proceder. No hay posibilidad de experimentar
una intuición sensible. Ésto no existe. Las ideas que provienen de la sensación
son siempre oscuras y confusas.
Descartes llamó también "naturae simplices" o naturalezas simples a las ideas que
poseen las características de claridad y distinción. Estas naturalezas simples son
conocidas intuitivamente y constituyen los pilares sobre los que se asientan las
verdades o ideas complejas. Por supuesto, Descartes sólo admite un reducido
número de ideas simples (extensión, substancia, pensamiento, etc.). La mayoría
de nuestras ideas son complejas, por lo que hay que encontrar la manera de
reducirlas a ideas simples, por lo tanto, evidentes.
Descartes va cerrando el círculo: las naturalezas simples son, además, ideas
innatas, es decir, ideas que están potencialmente en la mente y surgen con
ocasión de determinadas experiencias.
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Las ideas innatas son poseidas por todos los hombres por el hecho de ser
racionales. No son ideas que se adquieran a través de la experiencia o el
aprendizaje y tampoco dependen de la cultura o las condiciones históricas. Son
verdades evidentes que se hallan en nuestras mentes, independientemente del
tiempo, el lugar y la persona que las piense. Esto era necesario para poder
garantizar un conocimiento evidente o cierto. Las ideas innatas garantizan la
veracidad de nuestros conocimientos al convertirse en su verdadero y único
sostén. Ellas mismas no necesitan (ni pueden) ser demostradas ya que caen fuera
de la cadena de deducciones. El primer motor inmóvil que mueve sin ser movido
queda transformado el las unidades simples de conocimientos que son la base de
toda demostración sin ser ellas mismas demostradas por nada.
b. Análisis -Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes
como fuera posible y como requiriese para resolverlas mejorǁ. Cualquier problema
que tengamos que estudiar no es más que un conjunto vertebrado de ideas
complejas. Analizar consiste en descomponer lo complejo en sus elementos
simples, elementos éstos que podrán ser susceptibles de ser intuidos como ideas
claras y distintas, esto es: evidentes. Reducimos lo complejo a lo simple y, en el
mismo movimiento, accedemos desde lo desconocido a lo conocido: las ideas
innatas.
c. Síntesis -El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por
los objetos más simples y más fáciles de conocer para ascender poco a poco,
como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos, suponiendo
incluso un orden entre los que se preceden naturalmente unos a otros". Una vez
que hemos llegado a los elementos simples de un problema hay que reconstruirlo
en toda su complejidad, deduciendo todas las ideas y consecuencias que se
derivan de aquellos principios primeros absolutamente ciertos. La síntesis es un
proceso ordenado de deducción, en el que unas ideas se encadenan a otras
necesariamente.
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En el proceso deductivo no sólo reconstruimos lo complejo a partir de sus
elementos simples y verdaderos, sino que ampliamos nuestros conocimientos con
nuevas verdades: de lo conocido (los elementos simples) accedemos a lo
desconocido mediante un proceso ordenado y riguroso de concatenación de
ideas.
La síntesis complementa al análisis y nos permite avanzar en la búsqueda de
nuevas verdades.
e. Comprobación -Y el último, en realizar en todo unos recuentos tan completos y
unas revisiones tan generales que pudiese estar seguro de no omitir nadaǁ. Se
trata de comprobar y revisar que no haya habido error alguno en todo el proceso
analítico-sintético. La comprobación intenta abarcar de un solo golpe y de manera
intuitiva la globalidad del proceso que se está estudiando. Se parte de la intuición
y a ella se vuelve. Una vez comprobado todo el proceso, podremos estar seguros
de su certeza.
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