EMPLEO PÚBLICO. EX BANCARIOS (BANCO SANTA FE S.A.P.E.M.). IUS VARIANDI. DERECHOS ADQUIRIDOS. TERCERO COADYUVANTE A y S, tomo 8, pág. 375 En la ciudad de Santa Fe, a los siete días del mes de junio del año dos mil siete, se reunieron en acuerdo los señores Jueces de la Cámara de lo Contencioso Administrativo N° 1, doctores Alfredo Gabriel Palacios y Federico José Lisa, con la presidencia del titular doctor Luis Alberto De Mattia, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “SALABERRY, Horacio Marcelo y CROVELLA, José Francisco contra PROVINCIA DE SANTA FE sobre RECURSO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO” (Expte. C.C.A.1 n° 66, año 2003). Se resolvió someter a decisión las siguientes cuestiones: PRIMERA: ¿es admisible el recurso interpuesto?; SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente?; TERCERA: en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?. Asimismo se emitieron los votos en el orden que realizaron el estudio de la causa, o sea doctores Lisa, Palacios y De Mattia. A la primera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: I.1. Los señores Horacio Marcelo Salaberry y José Francisco Crovella promueven recurso contencioso administrativo contra el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M. -hoy en liquidación-” y la Provincia de Santa Fe, tendente a obtener el cobro de la denominada “gratificación especial por retiro o por jubilación” ($ 17.175,60, Salaberry; y $ 28.868,52, Crovella), con más sus intereses, en su caso actualización monetaria, y costas. A su vez, el señor Salaberry reclama también la liquidación y pago de la “gratificación extraordinaria anual o premio anual”, por un monto de $ 1431,30, con iguales accesorios. Al efecto, expresan que el Banco, “unilateral e ilegalmente”, modificó las condiciones del contrato de trabajo dictando resoluciones por las que se dispuso, primero, suspender el pago de la gratificación especial por retiro o jubilación a partir del 28.2.1991 para los casos de retiro voluntario y de disponibilidad pasiva (acta 672, puntos D y A, respectivamente), y después confirmó la suspensión dejando sin efecto definitivamente dicha gratificación (acta 699, del 5.7.1991). Expresan que se desempeñaron en el entonces “Banco Provincial de Santa Fe” con ingreso el 3.10.1966 (Salaberry) y el 2.11.1965 (Crovella); que luego fueron transferidos al “Banco Santa Fe Sociedad Anónima con Participación Estatal Mayoritaria” (en adelante “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.”); y que se retiraron para acogerse al beneficio previsional de jubilación ordinaria, disponiéndose la cesantía por tal causa el 25.4.1996 (Salaberry, haciéndose efectiva el 9.12.1996 en el cargo de Tesorero de Sucursal de 3° Categoría) y el 27.6.1996 (Crovella, haciéndose efectiva el 10.12.1996 en el cargo de Jefe Departamental). Consideran que se dieron las condiciones necesarias para acceder a la gratificación expresada, no habiendo tenido ni siquiera la opción de retiro voluntario o de transferencia a la Provincia; y que promovieron “reclamo extrajudicial” que, en relación a Salaberry, fue denegado mediante nota 34 del 25.8.1998, mientras que, en relación a Crovella, se solicitó pronto despacho sin lograr satisfacción. Indican que posteriormente promovieron demanda ante la justicia laboral; que en primera instancia se dictó sentencia favorable, las que, recurridas por el Banco, fueron anuladas por la Cámara de Apelación en lo Laboral, declarándose la incompetencia del fuero; y que, interpuesto por ellos recurso de inconstitucionalidad, fue denegado por la Cámara. De ello extraen que quedó habilitada la promoción y trámite de esta nueva demanda judicial por ante este fuero contencioso administrativo, “siguiendo la pacífica jurisprudencia de la C.S.J.P. que en tales circunstancias autoriza soslayar nuevo reclamo administrativo previo y permite la viabilidad procesal de esta pretensión” (f. 33). Refieren al proceso de privatización del “Banco Provincial de Santa Fe”, señalando que comenzó por ley 10.582 cuyos artículos 30 a 33 garantizan la aplicación en continuidad de las normas y convenciones que refiere al trabajador bancario y el mantenimiento del nivel remunerativo del personal transferido. A su vez, que la ley 11.317 -artículo 13- abroga aquellos artículos de la ley 10.582, pero expresamente dispone aplicables las normas del Convenio Colectivo del Personal Bancario, manteniéndose la estabilidad (en que debe incluirse el nivel remuneratorio) de todo el personal del “Banco de Santa Fe S.A.”. Aluden al artículo 12 de la ley 10.582 en cuanto instituye la garantía de la Provincia; y concluyen que ni de las leyes de privatización, ni de las leyes laborales del Contrato de Trabajo -20.744- y Convenciones Colectivas -14.250-, ni de la Convención Colectiva de Trabajo aplicable a los trabajadores bancarios y entidades bancarias, “surge autorizado descuento remuneratorio alguno a los trabajadores”. Muy por el contrario -destacan-, unánimemente se legisló garantizando la “intangibilidad remuneratoria que incluso impide al empleador formalizar rebaja remunerativa alguna”; rebaja esta que, producida por decisión unilateral del empleador, contradice la doctrina y legislación mencionada, el contrato, y un “derecho adquirido”. Solicitan se declare procedente el recurso, con costas a la demandada. 2. Declarada la admisibilidad del recurso (f. 50), comparecen la Provincia de Santa Fe (f. 60) y el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M. (en liquidación)” (f. 69), y contestan la demanda (respectivamente, fs. 73/79 vto. y 88/94). 3. La demandada, en su responde, plantea en primer lugar la inadmisibilidad del recurso, pues los actores optaron por recurrir al fuero laboral desconociendo la naturaleza contencioso administrativa de la pretensión, con lo que, respecto de la Provincia, no se advierten satisfechos los presupuestos de admisibilidad del contencioso administrativo, esto es, la reclamación administrativa exigida por el artículo 4 si lo que se trata es de un acto final que debió ser dictado por el Poder Ejecutivo (artículo 72, inciso 18, Constitución provincial), ante quien necesariamente debía recurrirse para obtener la habilitación de la instancia. En el mismo sentido, considera que el decisorio de la Cámara Laboral no pudo tener por cumplido ese trámite, pues esta pretensión en ningún momento se desarrolló frente a la Provincia, anoticiándose de ella recién en esta sede; y que no se dan en el caso los supuestos excepcionales valores por este Tribunal en autos “Altamirano” (A. T. 6, pág. 138). En cuanto al fondo del asunto, sostiene -luego de una detallada negativa- la improcedencia del recurso. Expresa que la disposición sobre la cual los actores sustentan su derecho al reconocimiento de una gratificación especial y extraordinaria por retiro (acta 426/86), primero fue suspendida a partir del 28.2.1991 (acta 672/90) y finalmente dejada sin efecto mediante acta 699 del 5.7.1991; surgiendo del propio escrito de demanda que Salaberry pasó a retiro en fecha 9.1.1997 y Crovella el 10.1.1997, es decir, más de seis años después de haber sido dejada sin efecto la mencionada gratificación. Señala que no surge de autos que al momento de su cese los actores cumplimentasen con todos los requisitos para su otorgamiento; y que tal gratificación nunca formó parte de ningún convenio colectivo del personal bancario, por lo que su mantenimiento o eliminación formaba parte de las facultades de política salarial del Directorio del por entonces Banco Provincial de Santa Fe. Refiere a las consideraciones que justificaron la creación del beneficio, como así también a las razones que fundamentaron el cese; y a que se está ante una relación de supremacía especial de la cual la política salarial de los empleados públicos es propia, no teniendo ningún agente derecho al mantenimiento de una reglamentación durante toda su prestación de servicios y con posterioridad a ella por el solo hecho de haber ingresado en la Administración Pública en una época determinada. Al respecto expresa, con cita de jurisprudencia, que la determinación de la política salarial constituye una atribución privativa del Poder Ejecutivo; y que, en virtud de la descentralización organizativa, en el caso correspondía al Banco Provincial de Santa Fe. En orden a la pretensión de Salaberry referida a la gratificación extraordinaria anual, señala, con cita de los respectivos considerandos, que el acta 559 del 26.12.1988 prevé la misma para el año 1989, y no para los años subsiguientes; que su reconocimiento exige el cumplimiento de una serie de requisitos, entre los que se encuentra el acogerse a los beneficios de jubilación en el transcurso de ese ejercicio -1989-, lo que estaba lejos de cumplir ese recurrente; que no existe en autos comprobación de que cumplimentase con los restantes recaudos (no encontrarse comprendido en investigaciones o sumarios, no haber sido sancionado con determinadas penas, no registrar ciertas asistencias, etc.); y que igualmente se está frente a una cuestión de política salarial. Para el supuesto que el Tribunal considere procedente el recurso, argumenta en torno a la “responsabilidad subsidiaria” de la Provincia frente a las obligaciones contraídas por el Banco que no pudieran ser canceladas con recursos de esa entidad. Por último, en torno a la pretensión de reajuste por depreciación monetaria, solicita se tenga presente la ley 23.928. 4. Por su parte, el tercero coadyuvante contesta la demanda argumentando acerca de su improcedencia formal y substancial. En torno a lo primero, refiere -en relación a Salaberry- a un supuesto de “cosa juzgada administrativa”, en razón de que su reclamo fue denegado expresamente por actos del Directorio y de la Comisión Liquidadora, contra los que el actor no interpuso recurso alguno, quedando firmes y consentidos. Respecto al reclamo de Crovella, dice que concurre un supuesto de denegación presunta, sin que ejerciera el derecho que le otorgaba el artículo 99 de las Normas Mínimas a interponer los recursos de reconsideración y apelación, con lo que también “la denegación administrativa tácita pasó en autoridad de cosa juzgada administrativa”, no pudiendo ser revisada por este Tribunal. En cuanto a la procedencia substancial del recurso, la niega con base en distintas líneas argumentales. Así, alude en primer lugar a la normativa aplicable y el derecho invocado. En ese sentido, refiere a las diversas normas que rigieron la relación de empleo, expresando que el artículo 31 de la ley 10.582 dispuso que, producida la transformación del Banco, su personal continuaría regido por las mismas normas y convenciones que lo comprendían con anterioridad; entre ellas -explica-, las que habilitan al Directorio del Banco para dictar las Normas Mínimas y establecer el Estatuto de su personal, con lo que -concluye- el Directorio estaba habilitado por la anterior legislación y por las nuevas para adoptar todas las medidas que se consideren convenientes para llevar “a puerto” el proceso de privatización (crear, modificar y derogar beneficios). En relación a la pretensión de Salaberry consistente en el reconocimiento de la “gratificación extraordinaria anual” o “premio anual” para el ejercicio 1996, expresa que ella nunca fue creada, por lo que jamás pudo adeudarse. Refiere al origen de este tipo de beneficios, concluyendo que la creación de la “gratificación extraordinaria” con relación a un ejercicio determinado, no obliga a crear otra al año siguiente ni a repetirlo indefinidamente, aún cuando se otorgue una gratificación extraordinaria similar en años sucesivos. Añade que la creación de este tipo de beneficios depende de la colaboración obtenida; que su condición de “extraordinaria” revela su carácter de “no habitual”; que su creación responde a tiempos en que eran otros los criterios de gobierno del Banco, y en los que el propio Banco no estaba en situación de emergencia como la que concluye con la decisión de liquidarlo; que la situación del Banco en el año 1996 era muy distinta de la que tenía al crearse la primera gratificación; y que una verdadera “gratificación” para que sea exigible debe poseer las notas de “habitualidad” y “uniformidad”, sin las cuales se convierte en una “mera liberalidad”, concluyendo, con cita de jurisprudencia, que tiene carácter de liberalidad la gratificación subordinada a los resultados del ejercicio, o la que se otorga sobre la base de criterios subjetivos. Alude también al significado de la voz “gratificación”; a que es subjetivo el criterio de creación, como son subjetivas las condiciones o requisitos de su otorgamiento; y a que tales condiciones deben acreditarse, lo que no ha ocurrido en el caso, en el que la actora reclama sin afirmar lo relativo al cumplimiento de esos extremos. Solicita, en suma, se declare inadmisible el recurso, y, eventualmente, improcedente; con costas. 5. Abierta la causa a prueba (f. 96 vto.), y producida la que consta en el expediente, alegan las partes y el tercero coadyuvante sobre su mérito (fs. 157/162; 163/168 vto. y 169/179). Dictada (f. 180 vto.) y consentida la providencia de autos, queda la presente causa en estado de ser resuelta. 6. De conformidad al artículo 23, inc. a), de la ley 11.330, corresponde emitir pronunciamiento sobre la admisibilidad del recurso. Al respecto, tanto la demandada como el tercero coadyuvante cuestionan la admisibilidad el recurso: la demandada, con fundamento en que no se agotó la vía administrativa previa, pues, en sede administrativa, nunca se ejerció ante ella pretensión alguna, no dándose en el caso el supuesto considerado por esta Cámara en autos “Altamirano” (A. T. 6, pág. 138); el tercero coadyuvante, con base en que concurre en el sub judice un supuesto de “cosa juzgada administrativa”, refiriendo con ello a que el actor Salaberry no cuestionó las denegaciones expresas que se decidieron en sede administrativa, mientras que el recurrente Crovello no continuó el trámite recursivo respectivo contra la denegación tácita de su reclamo. Como se observa, son dos las defensas formales opuestas. Una referida a la falta de agotamiento de la vía administrativa previa en relación a ambos actores; y otra, además, a la existencia de “acto firme” respecto al recurrente Salaverry. Ambas defensas, a mi juicio, deben desestimarse. En efecto, el planteo evidentemente soslaya la incertidumbre que, en torno a la naturaleza misma de la relación que vinculaba al “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.” con sus dependientes, imperaba a la fecha en que los actores formularon sus respectivos reclamos administrativos (22.7.1998 -señor Salaberry- y 18.12.1997 -señor Crovella-); incertidumbre esta que, al menos en el plano de las competencias judiciales (ya la laboral, ya la contencioso administrativa), puede decirse definitivamente aventada recién en el año 2002, cuando la Excma. Corte Suprema de Justicia de la Provincia define que la naturaleza de la relación que vinculaba a los empleados con el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.” era de “empleo público” (“Vieitez”, A. y S. T. 180, pág. 65; del 12.6.2002). Se trató, además, de una cuestión que suscitó dudas no sólo en el ámbito de la justicia laboral (en el que -como en autos- incluso se dictaron sentencias), sino en el de la misma Corte Suprema, en cuyo seno se mantiene una elaborada disidencia en orden a esa cuestión. En tales condiciones, razonablemente pudieron los actores pensar que no debían agotar la vía administrativa previa a esta jurisdicción (artículo 7, ley 11.330), y que las exigencias sobre el punto se conformaban con el reclamo administrativo previo de ley 7234; régimen este que, como es sabido, se estructura sobre la noción de “reclamo” (no sobre mecanismo impugnativo alguno; conforme lo señaló esta Cámara en autos “Miño”, A. T. 3, pág. 140; “Moreno”, A. T. 3, pág. 148; etc.), y al que en principio le es extraña la técnica del “acto firme” (“Ramió”, A. T. 4, pág. 10). Es cierto que, como lo advierte la Provincia a foja 75/vto., no concurren en el caso las circunstancias consideradas y resueltas por esta Cámara en autos “Altamirano” (citados), en los que la Corte Suprema de Justicia -al resolver el respectivo recurso de inconstitucionalidad (A. y S. T. 180, pág. 475)- otorgó al actor un plazo de treinta días a fin de que, por ante esta Cámara, adecuase sus pretensiones a los términos de la ley 11.330. Sin embargo, y aunque el supuesto de autos no arribó a los estrados de la Corte a los fines de que se dirimiera la cuestión de competencia, también es cierto que, de haber arribado a esos efectos, el criterio del Alto Tribunal habría sido el mismo que el seguido en autos “Altamirano” y en numerosas causas en las que se debatían pretensiones idénticas a las de autos. Por lo demás, así lo demuestra lo decidido por esa Corte en el marco de los recursos de inconstitucionalidad interpuestos por el ahora tercero coadyuvante precisamente en autos “Salaberry” y “Crovella”, en cuanto a que “la sentencia impugnada se fundamenta en el precedente de este Tribunal in re ‘Vieitez’ (A. y S. T. 180, pág. 65), lo que despeja cualquier gravamen fundado en la remisión ‘a sus efectos’ dispuesta por el A quo a la Cámara de lo Contencioso Administrativo” (A. y S. T. 200, pág. 9 y A. y S. T. 199, pág. 486, respectivamente). Se torna entonces aplicable el criterio expuesto por la Presidencia in re “Giunta” (A. y S. T. 1, pág. 123), reiterado en asuntos que recalaron en esta Cámara en condiciones similares a las de autos, y con pretensiones incluso idénticas (“Hilgert”, A. y S. T. 2, pág. 113; “Belotti”, A. y S. T. 2, pág. 124; “Ferrero”, A. y S. T. 3, pág. 65; “Cavallini”, A. y S. T. 4, pág. 35; etc.). De conformidad a ese criterio, afirmar que sólo puede accederse a esta Cámara por orden expresa de ese Alto Cuerpo, obligando a ambas partes a arribar a él ya por la vía extraordinaria, ya por la vía de avocación por competencia, “implicaría un inútil dispendio jurisdiccional incompatible con un adecuado servicio de justicia”; criterio este que, puede decirse, resulta coincidente con el que inspira al seguido por ese Alto Tribunal en la materia (ver “Natta”, A. y S. T. 209, pág. 23; “Paladini”, A. y S. T. 209, pág. 388; “Elissetche”, A. y S. T. 211, pág. 438; etc.). Por otra parte, aun cuando la demandada en autos no tuvo intervención en los respectivos juicios laborales de los ahora recurrentes, se observa que tampoco la tuvo en esas numerosas causas laborales similares a las de autos y dirigidas sólo contra el “Banco Santa Fe S.A.P.E.M.”, en las cuales la Corte, en vez de requerir que se agotara la vía, decidió otorgar el plazo de treinta días para iniciar recurso contencioso administrativo (“Tutera”, A. y S. T. 198, pág. 446; “Luppi”, A. y S. T. 198, pág. 337; “Migoni”, A. y S. T. 200, pág. 94; “Benítez”, A. y S. T. 206, pág. 53; “Natta”, citado; “Paladini”, citado; entre muchos otros). Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia, expresaron similares fundamentos a los vertidos por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y votaron en igual sentido. A la segunda cuestión, el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: II.1. Se atenderá, en primer término, la pretensión -común a ambos recurrentes- dirigida al reconocimiento de la denominada “gratificación especial o extraordinaria por retiro”. Conforme se ha relatado, los recurrentes consideran que la decisión de primero suspender (acta 672/90) y luego dejar sin efecto (acta 699/91) la “gratificación especial por retiro”, fue tomada “unilateral e ilegalmente” (f. 32); que se daban las condiciones para acceder a dicha gratificación; que no tuvieron siquiera opción de retiro voluntario o de transferencia a la Provincia; que el proceso de privatización (ley 10.582) garantizó el mantenimiento del “nivel remunerativo” del personal transferido; y que la ley 11.317 impone la aplicación de las normas del Convenio Colectivo del Personal Bancario y mantiene el derecho a la estabilidad que incluye el derecho al “nivel remunerativo”. En ese sentido, concluyen que ni las leyes de privatización, ni las leyes laborales de Contrato de Trabajo y de Convenciones Colectivas, ni de la Convención Colectiva del Trabajo aplicable, “surge autorizado descuento remuneratorio alguno a los trabajadores”. Muy por el contrario -insisten- unánimemente se legisló garantizando la “intangibilidad remuneratoria”, circunstancia de la que extraen la imposibilidad de alterar unilateralmente el contrato y la existencia de un “derecho adquirido”. Al alegar, refuerzan su tesis con diversos precedentes de la Corte, de los que deducen que el Alto Tribunal dispuso la nulidad de los fallos en razón de la incompetencia, pero -subrayan y destacansin modificar su criterio respecto de la cuestión de fondo, al que consideran favorable a la procedencia del reclamo (fs. 157/158). Por su parte, tanto la demandada como el tercero coadyuvante se oponen a la procedencia del recurso con base -substancialmente- en que a las fechas en que los actores cesaron había perdido vigencia la gratificación pretendida, respecto de la que niegan la existencia de un “derecho adquirido”. Asimismo, consideran que no surge de autos que al momento del cese los recurrentes cumplimentasen con todos los requisitos exigidos para su otorgamiento. Adelanto, en este punto, mi opinión desfavorable a la procedencia del recurso. En efecto, no es dudoso que la substancia del reclamo transita por la existencia de un “derecho adquirido” a la gratificación pretendida, derivada de una suerte de “intangibilidad remunerativa” garantizada por la legislación que mencionan. Diversas razones permiten desechar estos argumentos. a. En primer lugar, se observa liminarmente que el planteo de los actores soslaya las consecuencias que se siguen de la naturaleza de la relación de empleo que los vinculaba con el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.”, en cuanto regida por el derecho público; esto es, las proyecciones que en el plano substancial (no ya en el mero ámbito de las competencias judiciales) corresponde reconocer al citado fallo de la Corte Suprema de Justicia recaído en autos “Vieitez”, al que remito brevitatis causae, en orden a dicho status jurídico. Como es sabido, los status jurídicos “vienen a ser el presupuesto de una esfera de capacidad y por ello de una serie abierta de poderes y deberes, o de relaciones, que pueden variar y varían sin que por eso varíe o cambie el estado jurídico, por lo que en definitiva, son ‘situaciones - base’ o ‘situaciones - presupuesto’ de las que surgen y se irradian manifestaciones singulares de relaciones que pueden ser, ya activas ya pasivas (Barile, Paolo. Corso di Diritto Costituzionale, Padova, 1964, 2a. ed., pág. 13; Barbero, Domenico. Sistema del Derecho Privado, Bs. As., 1967, trad. S. Sentís Melendo, I, pág. 185 y Santoro Passarelli, F. Doctrinas generales del Derecho Civil, Madrid, 1964, pág. 5)” (C.S.J.P.: “Malaponte”, A. y S. T. 89, pág. 123; el subrayado no corresponde al texto; de esta Cámara: “Leschiutta”, S. T. 1, pág. 69). Ello se vincula con el denominado ius variandi en la relación de empleo público, respecto del cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha declarado contundentemente que “el Poder Ejecutivo goza -en el ámbito de su competencia- de prerrogativas exorbitantes propias del régimen ius administrativo que le permiten, a fin de satisfacer en la mejor forma el interés público, introducir modificaciones en el contrato, siempre que ellas sean razonables y no signifiquen una alteración sustancial de sus condiciones”; que “no puede soslayarse que el Estado se encuentra en posición de variar unilateralmente las condiciones del contrato, inclusive en lo concerniente a las funciones que han sido encomendadas al empleado, siempre que tales modificaciones sean impuestas de modo razonable (Fallos: 315:2561 y 318:500)”; y que, con relación al derecho a la estabilidad -expresamente invocado en autos-, “en el empleo público no es absoluto, de modo que coloque a sus beneficiarios por encima del interés general [...] (Fallos: 261:361, entre otros)” (Fallos 323:1566), lo que, a mi juicio, no se ha visto conmovido -en su aplicación al caso- por el criterio recientemente sentado por la Corte nacional en autos “Madorrán, Marta Cristina contra Administración Nacional de Aduanas sobre reincorporación” (causa M. 1488. XXXVI; del 3.5.2007). Asimismo, en el supuesto de autos, en el cual, como se dijo, los actores extraen del derecho a la estabilidad un derecho a la “intangibilidad remunerativa”, se torna de muy oportuna cita el criterio del más Alto Tribunal nacional acerca de que “que la intangibilidad del sueldo del empleado público no está asegurada por ninguna disposición constitucional, ya que la Ley Fundamental sólo la contempla respecto del presidente y vicepresidente de la Nación, los ministros del Poder Ejecutivo, los jueces de la Nación y los miembros del Ministerio Público (arts. 92, 107, 110 y 120 de la Constitución Nacional)”, concluyendo -de un modo contrario al que lo hacen los recurrentes de autos- en que “no existe, por ende, un derecho adquirido a mantener el nivel de la remuneración futura sin variantes y en todas las circunstancias” (Fallos: 323:1566, citado; 324:2535; 325:3243; 327:2111). Los criterios jurisprudenciales citados se tornan especialmente trasladables al caso, por cuanto no puede marginarse -como sí lo hacen los recurrentes- que la eliminación de la citada gratificación reconoce su génesis en “el proceso de transformación, modernización y racionalización emprendido por la Institución” (acta 699/91), y durante la vigencia la llamada Ley de Emergencia Económica y de Reforma del Estado (10.472). Similares criterios ha mantenido esta Cámara, la que ya ha recordado lo sostenido por la Corte nacional en cuanto a que el derecho de los agentes estatales a una remuneración justa “no significa el derecho a un escalafón pétreo, a la existencia de adicionales invariables o a un porcentaje fijo de bonificaciones, en la medida que se respeten los principios constitucionales” (“Agustini”, S. T. 3, pág. 349). Analizado el caso a la luz de esos elementales criterios, se observa que el planteo de los actores supone otorgar al contenido de la relación de empleo público una rigidez que -conforme se ha dicho- resulta conceptualmente incompatible con la noción de status jurídico en general, y, en particular, con la naturaleza misma de la relación de empleo público. En el mejor de los casos, parecería posible entender que el planteo de aquéllos implica que tal status debe integrarse -también- con disposiciones que perdieron vigencia (las vinculadas a la “gratificación extraordinaria por retiro”); pero ello soslaya, no sólo la elemental circunstancia de que nadie tiene un derecho adquirido a la permanencia de las leyes o reglamentaciones (C.S.J.N. Fallos “Revestek S.A.”; Fallos 318:1531; “Gorosito”, del 1.2.2002, considerando 7°; de esta Cámara, “Línea 18”, A. T. 1, pág. 400; ), sino las pautas de unidad y globalidad con que debe aplicarse todo estatuto. El status, en suma, “no se integra con disposiciones que perdieron vigencia” (de esta Cámara: “Vera”, S. T. 3, pág. 403), lo que -en el caso- sella la suerte adversa del recurso. Lo contrario, esto es, admitir la tesis de los actores -que en definitiva postulan el reconocimiento de un componente que no es extraño a su status previsional-, implicaría tanto como afirmar que se tiene un derecho adquirido al régimen previsional vigente al momento de la constitución de la relación de empleo, lo que no resiste el menor análisis. En síntesis, la derogación del reglamento antes de otorgarse la jubilación definitiva, provoca el efecto de hacer cesar el derecho a reclamar la gratificación por no revestir el carácter de derecho adquirido sino, en todo caso, de un derecho en expectativa. b. Por otra parte, y más allá del especial alcance que tanto la Corte local como esta Cámara le ha reconocido al derecho a la estabilidad de los agentes afectados por los distintos procesos de transformación del Estado provincial (C.S.J.P.: “Espinosa”, A. y S. T. 167, pág. 78; “Marsili”, A. y S. T. 168, pág. 129; “Novero”, A. y S. T. 174, pág. 78; etc.; C.C.A.1: “Gluzman”, S. T. 1, pág. 96; “Bogonos”, S. T. 3, pág. 32; “Albanese”, S. T. 3, pág. 286; etc.), no puede entenderse que las normas invocadas por los recurrentes (leyes 10.582 y 11.387) en sustento de la mentada “intangibilidad remunerativa” y el consiguiente mantenimiento del “nivel remunerativo”, hayan podido obstar la derogación de la “gratificación extraordinaria” cuyo cobro persiguen. Basta, para así afirmarlo, con señalar que, en todo caso, esas normas garantizaban una cierta continuidad del régimen laboral bancario que venía rigiendo desde el entonces “Banco Provincial de Santa Fe”; el cual, en sí mismo y conforme lo expresado en el considerando anterior, no tenía el carácter rígido y pétreo que -con error- le atribuyen los actores. c. Asimismo, es evidente que el supuesto mantenimiento del “nivel remunerativo” no puede sin más predicarse de conceptos que, como la gratificación “extraordinaria” o “especial”, nada tienen de remunerativos. A esos efectos, resulta relevante lo afirmado por la Corte local -si bien en el ámbito previsional- en orden al carácter no remunerativo de, en general, las “gratificaciones”, las que “están excluidas del concepto de remuneración del artículo 71 de la ley 6915” (“Michelini”, A. y S. T. 166, pág. 129; “Whpei”, A. y S. T. 166, pág. 135; “Salmerón”, A. y S. T. 166, pág. 449; “Bertona”, A. y S. T. 193, pág. 63; de esta Cámara: “Calvo”, S. T. 1, pág. 8; “Acosta”, A. y S. T. 5, pág. 454). Es más, de conformidad a dicha norma, “tampoco se considerará remuneración [...] las sumas que se abonen en concepto de gratificaciones vinculadas con el cese de la relación laboral”; tal -específicamente- la pretendida en autos. d. Por otra parte, no se ha demostrado que esta gratificación haya en verdad nacido de una convención colectiva; por el contrario, se trata de un beneficio que reconoce como origen a actas de Directorio (las del 31.8.1961 -nro. 304- y del 23.4.1986 -nro. 426-), por lo que, frente a la inexistencia de un derecho adquirido a su permanencia, y a la luz del principio del paralelismo de las formas y competencias, su eliminación -también por acta- debe considerarse legítima. e. Los fallos de la Corte invocados por los actores al alegar -referidos a esta gratificación-, lejos de reforzar su posición, la debilita. Efectivamente, en autos “Van Lacke” (A. y S. T. 159, pág. 403), “Ruiz” (A. y S. T. 159, pág. 421) y “Cuello” (A. y S. T. 161,pág. 391) -invocados a fojas 157/vto.-, el debate en las instancias ordinarias, sobre el fondo del asunto, transitó respecto a si el derecho a la “gratificación extraordinaria por retiro” (por incapacidad) se había adquirido con anterioridad a su derogación, concluyéndose en que si bien el cese de los allí recurrentes fue posterior a su suspensión, la Junta Médica se había pronunciado sobre la incapacidad con anterioridad a ella, concluyéndose -de un modo que el Alto Tribunal no entendió arbitrario- en que se estaba en presencia de un “derecho adquirido”. Como se observa, tal derecho adquirido no fue extraído de las genéricas circunstancias que aquí invocan los actores, sino de la alternativa de considerar que el derecho al beneficio, en esos casos derivados de ceses por incapacidad, nacía con la constatación de la incapacidad (operada con anterioridad a la suspensión del beneficio), y no con el cese mismo (verificado con posterioridad a su derogación). En verdad, ese debate carecería de sentido si la Corte, la Sala, e incluso las partes, hubiesen entendido -como con error lo hacen los actores de autos- que la gratificación sobrevivía a pesar de las actas por las que el Banco la dejó sin efecto. En todo caso, el argumento de los actores referido a que la Corte anuló algunos pronunciamientos en razón de la incompetencia, dejando incólume la cuestión de fondo, sí puede predicarse también respecto de asuntos como los considerados por el Alto Tribunal in re “Tutera” (A. y S. T. 198, pág. 446) y “Candioti” (A. y S. T. 198, pág. 484); en los que si bien anuló las fundadas sentencias -que en este punto comparto plenamente- de la Sala II de la Cámara de Apelación en lo Laboral (ambas de fecha 10.9.2001), no lo hizo por razones de fondo, sino exclusivamente vinculadas a la competencia judicial y en base al mencionado criterio “Vieitez”. En cuanto al precedente “Fernández” (A. y S. T. 161, pág. 364), su invocación nada agrega al caso, pues allí se debatía en punto al cobro de la indemnización por incapacidad absoluta y permanente, prevista por el artículo 212, último párrafo, de la Ley de Contrato de Trabajo; debate por completo extraño al caso de autos. Por último, aunque es cierto que en autos “Martinelli, Carlos Mario” (A. y S. T. 196, pág. 50) -se aclara que no se trata de la causa “Martinelli” citada por los actores a foja 157/vto.- la Corte rechazó la queja interpuesta por el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.” contra las sentencias de primera y segunda instancia de la justicia laboral, favorables al reconocimiento de la “gratificación extraordinaria por retiro”; también lo es que así se decidió, no con base en fundamentos de fondo, sino -otra vezmeramente formales vinculados a que “la postulación recursiva no puede ni siquiera inicialmente ser considerada por este Cuerpo por cuanto refiere a una defensa -cosa juzgada administrativa- que no fue motivo de tratamiento y decisión por los Jueces de la causa. Lo contrario implicaría convertir a esta Corte en un tribunal ordinario en clara violación a la competencia constitucional consagrada por el artículo 93, inciso 1) de la Constitución Provincial” (segundo y único considerando que motivó la decisión; el primero constituye sólo el relacionado de los hechos). f. En otro orden, se observa que los actores, aunque no invocan expresamente el vicio de desigualdad de trato, ofrecen y producen prueba acerca de la percepción de la gratificación por los señores Santoyo y Passamonti, quienes se habrían retirado con posterioridad a que se dejara sin efecto dicha gratificación. Más allá de la deficiencia argumental apuntada, puede recordarse que tanto el Alto Tribunal, incluso en su actual integración (“Callén”, A. y S. T. 181, pág. 292), como esta Cámara -“Aguilar” (A. y S. T. 7, pág. 75- han señalado reiteradamente que “una eventual identidad de causas resueltas de un modo distinto por la Administración ‘no vincularía automáticamente al Tribunal, el que debe pronunciarse conforme a derecho respecto de la pretensión ejercida (criterio sustentado ... en ‘Perrone’, A. y S. T. 142, pág. 51; entre otros)’”. Sin perjuicio de ello, no puede soslayarse que la sola percepción de esta gratificación por otros agentes -lo que, conforme al criterio citado, no vincula al Tribunal- no implica automática y necesariamente la concurrencia de desigualdad de trato. Por el contrario, el planteo de los recurrentes olvida que tal gratificación permaneció vigente respecto al personal en “disponibilidad pasiva” (acta 672/90, artículo 2, punto A), como era el caso de esos agentes, quienes si bien posteriormente cesaron en esa situación, así se habría dispuesto por acto expreso y sin que perdieran los beneficios estipulados en el acta 672/90 exclusivamente en favor de los agentes en “disponibilidad pasiva” (f. 16; causa “Salaberry” del juzgado laboral -Expte. N° 495, F° 35, Año 1999-). En consecuencia, no se ha demostrado lo que constituye el presupuesto básico para la concurrencia del mencionado vicio: es decir, la perfecta identidad de situaciones objetivas y subjetivas (C.S.J.P.: criterio de “Suárez”, A. y S. T. 119, pág. 171; entre otros; de esta Cámara: “Zehnder”, S. T. 1, pág. 228; “Hernández”, S. T. 2, pág. 72; “Bezombe”, S. T. 2, pág. 496; entre otros). g. Por lo demás, no se advierte por qué razón la circunstancia de que los actores no hayan tenido opción de retiro voluntario o de transferencia, habría de mejorar su posición frente al derecho que postulan. 2. En cuanto a la pretensión del señor Salaberry vinculada a la “gratificación extraordinaria anual” o “premio anual”, su suerte -considero- ha de ser favorable. A esos efectos, resultan en verdad convincentes los fundamentos expuestos en autos “Franco, Víctor y otros contra Banco Santa Fe S.A.P.E.M. s/C.P.L.” (Expte. 173, F° 191, año 2000), por la Sala II de la Excma. Cámara de Apelación en lo Laboral de esta Circunscripción Judicial, frente a cuestiones substancialmente análogas a las debatidas en autos. Efectivamente, en dicha causa, ese Tribunal -en criterio que comparto- consideró que la gratificación en examen aparece claramente sesgada a meritar la contracción al trabajo y desconectada de los resultados de la gestión económico-financiera de la Institución bancaria, “a la que no se subordina directa ni indirectamente la procedencia de la gratificación”. Asimismo, que en la mayoría de los ejercicios anteriores, la “reglamentación” se expedía a comienzos de año, cuando, “por cierto, resultaba imposible contar con una estimación siquiera aproximada del balance del ejercicio”; y que la regla de la habitualidad encuentra sustento en la circunstancia de que dicho beneficio fue abonado sin solución de continuidad durante casi dos décadas, y “aun en ausencia de una disposición específica para dichos lapsos”. A su vez, no es dudoso que el Directorio podía, incluso unilateralmente, retirar el beneficio; pero, en las condiciones de habitualidad señaladas, resulta razonable que haya debido hacerlo por acto expreso, tal como lo hizo respecto de la “gratificación extraordinaria por retiro”. Agrego, por mi parte, que no se trata de erigir sin más a la costumbre como fuente inexorable del derecho administrativo; mas, frente al desempeño de servicios que se prestaron en el entendimiento, jurídicamente atendible, de que el esfuerzo sería recompensado de una cierta manera (C.A.L., Sala II: criterio de “Franco”, citado), el ejercicio razonable de las prerrogativas administrativas propias del ius variandi suponía, cuanto menos, el dictado de un acto expreso. En tales condiciones, la supresión del beneficio comportó una lisa y llana omisión de su pago. Por lo tanto, concluyo que es predicable, respecto de la “gratificación extraordinaria anual” o “premio anual”, su obligatoriedad futura, tal como, por lo demás, lo debe haber entendido la Corte Suprema de Justicia de la Provincia en las causas “Paterno” (A. y S. T. 174, pág. 320), “Martinelli” (A. y S. T. 176, pág. 457) y “Mucchielli” (A. y S. T. 190, pág. 145) (entre otras) -expresamente invocadas-. En efecto, con base en el acta 678 (del 8.2.1991), el Alto Tribunal condenó a la Provincia a abonar a los allí actores, la sumas proporcionales que en concepto de “gratificación extraordinaria” consideró se les adeudaban por meses correspondientes al año 1992 mientras rigió para aquéllos el régimen bancario. En el caso, no surgen elementos que permitan afirmar que el señor Salaberry carecía de las condiciones para acceder a esa gratificación. Por el contrario, en sede administrativa se le denegó dicho beneficio con fundamento exclusivo en que el “H. Directorio de la Institución no creó Gratificación Extraordinaria alguna para los Ejercicios 1996 y 1997” (nota 34/98; f. 15, expediente laboral “Salaberry”, citado). La gratificación mencionada deberá ser percibida, en su caso, en la proporción correspondiente. 3. La procedencia del rubro anteriormente considerado, supondrá -de prosperar este voto- el dictado de una sentencia condenatoria, lo que obliga a considerar lo planteado por la demandada en orden a su responsabilidad subsidiaria. Con fundamento en las leyes 10.852 (artículo 12) y 11.387 (artículo 3), y en el decreto 1452/98, invoca -en definitiva- el beneficio de excusión, señalando que su responsabilidad sólo existiría en caso de incumplimiento por parte del “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.” de una sentencia condenatoria. Como se dijo, de prosperar este voto, la sentencia supondría una condena y -por ende- un condenado; condición esta que no puede pesar sobre el tercero coadyuvante, el que -como tal- no es parte (“Moreyra”, A. T. 5, pág. 424). Es más, en el caso no puede soslayarse que el “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M. (en liquidación)” tampoco puede ser parte demandada en el contencioso administrativo regulado por la ley 11.330; habiéndose admitido excepcionalmente en este tipo de casos su intervención en el carácter de tercero coadyuvante. Sin perjuicio de ese carácter -que, se reitera, fue reconocido por el Tribunal como una excepción al principio general según el cual los entes menores no coadyuvan, y dada la especial condición del “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M. (en liquidación)”-, no pueden soslayarse las conclusiones a que arribó la Corte en la mencionada causa “Vieitez” acerca de la “estatalidad” del ente, ni, en particular, a la “presencia del Estado lato sensu”. Así como allí se entendió que la relación Banco-empleado era de derecho público, correlativamente corresponderá aquí considerar -al menos a los efectos de la ejecución de las sentencias en el contencioso administrativo regulado por la ley 11.330- que la relación Banco-Provincia es interadministrativa. Pues bien, dicha conclusión, aunque naturalmente no cancela sin más el invocado carácter subsidiario de la responsabilidad de la Provincia, permite trasladar la cuestión -siempre en este tipo de juicios- al ámbito interno de la Administración, no pudiendo, por ende, ser opuesta al actor. En efecto, en supuestos como el de autos, se observa que el particular no puede demandar a quien se dice es el responsable “principal” (Banco): ni en el fuero laboral, por razones de incompetencia (“Vieitez”), ni ante esta jurisdicción, en la que -a nivel provincial- sólo es demandable la Provincia de Santa Fe (artículo 5, ley 11.330). En tales condiciones, no podría pretenderse, sin serio agravio al derecho constitucional a la tutela judicial efectiva (que obviamente incluye la posibilidad de que las sentencias sean efectivamente ejecutables), el dictado de un pronunciamiento meramente declarativo del derecho; máxime, en asuntos como el de autos, originados hace casi diez años y llegados a sentencia luego de un prolongado derrotero que incluyó el tránsito por diversos órganos jurisdiccionales. Por lo tanto, y siempre de prosperar este voto, corresponde condenar a la Provincia de Santa Fe, para que, por quien y con los medios que corresponda, haga efectivo el crédito del actor Salaberry, cuyo monto -de $ 1431,30- no ha sido cuestionado en autos. 4. En relación a las costas, estimo adecuado que se impongan conforme al orden en que fueron causadas. En cuanto el recurso se ha dirigido al reconocimiento de la “gratificación extraordinaria por retiro”, es claro que los actores, que contaban con sentencia de primera instancia favorable, dictada en un fuero en el que, además, anidan criterios prima facie contradictorios entre las Salas (ver C.A.L.: Sala I, “Ortíz de Zárate”, del 15.12.2000; y Sala II: “Candioti”, del 10.9.2001), pudieron razonablemente considerar que tenían razón bastante para litigar. Y en relación al recurso en cuanto interpuesto para obtener el cobro de la “gratificación extraordinaria anual” o “premio anual”, es posible entender -especialmente a la luz de los textos de las actas que la reglamentaron- que tanto la demandada como el tercero coadyuvante tenían razones bastantes para oponerse a su reconocimiento. Voto, pues, parcialmente por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia, expresaron similares fundamentos a los vertidos por el señor Juez de Cámara doctor Lisa, y votaron -con el mismo alcance- en igual sentido. A la tercera cuestión, el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: Atento el resultado obtenido al tratar las cuestiones anteriores, corresponde declarar improcedente el recurso interpuesto en cuanto se dirige al cobro de la “gratificación extraordinaria por retiro”; y procedente en cuanto interpuesto por el señor Salaberry en relación a la “gratificación especial anual” o “premio anual”. En consecuencia, condenar a la demandada a abonar en legal forma a dicho actor, por quien y con los medios que corresponda, la suma de $ 1341,30, con intereses a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91, desde la fecha del reclamo (22.7.1998). Costas por su orden. Regular en la suma de $ 5400, conjuntamente y en partes iguales, los honorarios profesionales de los doctores Raúl Alberto Dadea y Omar Antonio Ordiz, por su labor en autos; en la suma de $ 5400, conjuntamente y en proporción de ley, los honorarios de los doctores Juan José Moriondo, Gisela Zingaretti e Irmgard Elena Lepenies, por idéntico concepto; y en $ 5400 los honorarios del doctor Alberto Sabino Chacama. Así voto. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia dijeron que la resolución que correspondía adoptar era la propuesta por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y así votaron. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Cámara de lo Contencioso Administrativo Nº 1 RESOLVIÓ: Declarar improcedente el recurso interpuesto en cuanto se dirige al cobro de la “gratificación extraordinaria por retiro”; y procedente en cuanto interpuesto por el señor Salaberry en relación a la “gratificación especial anual” o “premio anual”. En consecuencia, condenar a la demandada a abonar en legal forma a dicho actor, por quien y con los medios que corresponda, la suma de $ 1341,30, con intereses a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91, desde la fecha del reclamo (22.7.1998). Costas por su orden. Regular en la suma de $ 5400, conjuntamente y en partes iguales, los honorarios profesionales de los doctores Raúl Alberto Dadea y Omar Antonio Ordiz, por su labor en autos; en la suma de $ 5400, conjuntamente y en proporción de ley, los honorarios de los doctores Juan José Moriondo, Gisela Zingaretti e Irmgard Elena Lepenies, por idéntico concepto; y en $ 5400 los honorarios del doctor Alberto Sabino Chacama. Registrarlo, hacerlo saber y correr vista a la Caja Forense. Con lo que concluyó el acto, firmando los señores Jueces de Cámara por ante mí, doy fe.