56 dar lugar arquitectura Luz cenital Texto: Llorenç Bonet En este espacio religioso la qibla es un muro de hormigón, levemente inclinado en alzado y curvo en planta, iluminado indirectamente a través de unos lucernarios invisibles a simple vista. La entrega del muro de la qibla con el techo, en vez de ser un ángulo dónde se encuentran dos planos, deja un leve vacío por donde entra la luz natural. De esta manera, a pesar de no tener ventanas y que recuerde vagamente a una cueva, la mezquita está relacionada con el exterior a través de esta luz; una luz vertical que podrá ser entendida como un eje entre lo celeste y lo mundano, pero también como una luz que invita a fijarse en lo terrenal, es decir, en toda la riqueza de un simple muro de hormigón –simple quiere decir que los arquitectos han cuidado la configuración de este muro hasta el detalle más mínimo. Un mecanismo que da indicios del exterior –el paso del tiempo, la estación del año, una nube que tapa el sol– sin ser evidente. Miguel Fisac, en la iglesia de Santa Ana de Moratalaz (1966) utilizó una estrategia igual de simple y efectiva. Dónde debiera haber un retablo, hay sólo un muro de hormigón iluminado por una luz cenital indirecta, sin que se vea de dónde proviene. Tanto en el espacio de Fisac como en el de Emre-Arolat, la luz cenital es utilizada para acompañar algo tan poderoso como el sentimiento religioso, que de por sí es inmaterial. Los arquitectos conocen estos recursos como si de trucos de magia se trataran, ya que les interesa el efecto que provocan en el espacio, no la ventana por sí misma, o la arquitectura por sí misma. La arquitectura, pues, ha de estar al servicio de los usuarios; en este caso, ha de formalizar lo trascendente, o, siendo menos pretencioso, ha de dignificar un espacio que pertenece a la comunidad. Pero no toda la luz ha de tener este sentido. Eeilen Gray diseñó en la casa 1027 E uno de los lucernarios más espléndidos del siglo xx, justo encima de la cama del dormitorio, dónde ella dormía con su amante. La materia y la forma pueden ser utilizadas para propósitos diferentes: no todo está escrito de antemano, ni todas las formas están ligadas a una función. Aún así, la luz ha sido entendida como una energía portadora de vida, inmaterial y celeste; con sus repercusiones tanto teológico-estéticas (Plotino) como arquitectónicas: el templo griego aún es explicado como el juego de la luz mediterránea en la columna en contraste con la sombra del pórtico; la mezquita azul de Estambul es admirada por las brillantes cerámicas de su interior, el gótico francés por sus vitrales, y el gran juego formal del panteón de Roma queda sintetizado en el gran óculo de ocho metros de diámetro en lo alto de la cúpula. Todas estas obras resuenan en la pequeña mezquita de Sancaklar. arquitectura dar lugar 57