Rafael Dieste. La magia del geómetra, por Manuel Bravo Gil

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Historias e invenciones de Félix Muriel, de Rafael Dieste (Nova) | por Manuel
Bravo Gil
Todo comenzó con una lista. Era una selección de libros que en opinión de Jordi
Domenech, profesor de literatura española en un IES que nunca puedo recordar, se
merecían mejor suerte y ser reconocidas pese su condición de olvidadas -o no tan
presentes- en el canon de la literatura escrita en español, si es que hay algún
canon. Una lista heterogénea, cronológica y sin adscripciones que no me dejó
indiferente conforme iba conociendo el porqué de los títulos seleccionados, sin
atender a si sus autores eran Azorín o Felipe Alfau, por poner dos ejemplos.
Aunque si lo pienso detenidamente, quizá todo comenzó con una reseña que leí no
mucho antes en un suplemento cultural sobre Testamento geométrico. Me dio la
sensación
de que se trataba de una suerte de memorias de un matemático y
geómetra, y resultó ser un compendio de fórmulas de geometría y álgebra descritas
con la elegancia de estas ciencias pero, desgraciadamente, incomprensibles para
los no iniciados en el mundo de los números y sus metáforas del universo. Sí, esto
se ajusta más a la verdad. Luego vendría la famosa lista que aún guardo sin
saberlo, e ir descubriendo algunos de los títulos seleccionados. Y como todo está
en todo, esa época de mi vida se presentó tras una sequía lectora. Durante muchos
años sólo trabajaba y estudiaba música. No había tiempo para más. Los libros que
caían en mis manos eran relativos a contrapunto, armonía y, de vez en cuando, me
permitía algunas memorias de los músicos de mi palo.
Por esos días, navegando por la red me topé con la lista en un blog de los de
botella lanzada al mar con mensaje para quien pudiera interesar. Y así fue como en
un corto espacio de tiempo me encontré con unas decenas de títulos a los que, como
mínimo, debía prestar un mínimo de atención.
Figuraba un libro de cuentos cuya reseña me llamó la atención. Escrito por un
matemático, poeta y autor de obras de teatro que como tantos otros intelectuales
contemporáneos, estallada la sublevación del general Franco y visto el desenlace
de los acontecimientos, decidió exiliarse e iniciar un viaje que le llevó por
varios países hasta su Rianxo natal.
Rafael Dieste (Rianxo, 1899 – Santiago de Compostela, 1981), que es el autor a
quien aludo, escribió Historia e invenciones de Félix Muriel en Buenos Aires y lo
publicó la Editorial Nova de la misma ciudad en 1943. No se reeditó hasta 1974 ya
en España, por Alianza Editorial, sin ninguna modificación respecto al original.
De prosa elaborada, sugerentes imágenes y hábiles juegos con el lenguaje, es un
libro bello, que incita
a una lectura reposada y al disfrute de la frase que
hilvana una idea mediante el silencio de la elipsis.
Es curioso, tanto Borges como él, nacieron en 1899; El jardín de los senderos que
se bifurcan, que es del 1941, contiene un relato –La biblioteca de Babel- con una
concepción del espacio similar al de Dieste. ¿Se conocerían en Buenos Aires
durante la estancia de este desde 1938 hasta 1949?
Aunque no es un libro costumbrista, es profundamente gallego en su esencia, por
cómo narra los cuentos que teje su precisa y bella prosa, arraigada a la tierra y
a cómo sentirla, sea de tono realista o simbólico. Sin ser unitario, Félix Muriel
es el personaje que lo habita -como narrador o del que se habla. Los cuentos
transcurren en una Galicia que trasciende la anécdota de su tradición y nos sitúan
ante el lindar de lo que aceptamos por real. De nosotros depende dejarnos llevar a
través de sus historias en una progresión hacia el (re)conocimiento de un espacio
propio y de los que lo nombran.
“BOSQUE: Es un lugar profundo. No basta que haya muchos árboles. Tiene que
haber senderos y debe caer alguna hoja inesperada, haciendo lentos giros, o
quebrarse de pronto una ramita seca. Todo ello sin viento ni otras causas
mecánicas, pues hay en todo el ámbito del bosque una inquietud perfecta..La
hoja al caer es como una palabra. La ramita al romperse es como un
pensamiento concluyente o como una leve advertencia…” (de De como vino al
mundo Félix Muriel, no incluido en la edición original)
Ese hilo de magia que nos tiende Dieste nos conduce por un periplo de situaciones
en las que es inevitable sentirse viajero en la vida -la propia- y que, sin
proponérnoslo, entramos en una percepción filosófica de la existencia. Surgen las
preguntas, meros extravíos que otras nos plantean, total para
llegar a la
conclusión de uno de sus personajes: “y siguió su camino, sin atemorizarse de
aquellas cosas que dan temor por la gran soledad de su hermosura …/… (La peña y el
pájaro).
Lo leí de un tirón, lo comenté al primero que se prestaba a ello y regalé
ejemplares, todos de la primera edición de Cátedra, de 1985. Y como amigos y
amigas gallegos no me faltan, leídos y también desleídos, les hablé de mi nuevo
deambular con Félix Muirel. Y uno de ellos, Gonzalo Canedo, editor de Libros del
Silencio, me prometió leerlo a ratos perdidos, tenía mucha lectura pendiente y
poco tiempo, demasiado poco.
El recuerdo, la memoria y los juegos del lenguaje para acercarnos a la realidad o
al menos reconocerla como nuestra, ardua tarea de falsas y complejas referencias
para intentar no alejarnos de lo que creemos ser.”Empiezo a pensar que no tengo
nada en la cabeza, o que tengo también algo terrible, un punto en el vacío de
donde saco toda mi cordura para ir viviendo” (La peña y el pájaro).
[…]
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