CONCEPTOS Y TÉRMINOS

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CONCEPTOS Y TÉRMINOS
Epistemología1: La palabra “epistemología” tiene dos significados
diferentes el primero, muy en boga entre los autores anglosajones,
corresponde ala que entre los filósofos se denomina “teoría del
conocimiento”. Su objeto es el de fundamentar todas las formas del
conocimiento humano, aún de aquellas aparentemente obvias como las
ideas ligadas a términos como “mundo físico”, “yo”, “otras mentes”. Se trata
de una disciplina perteneciente la campo de la filosofía, aunque vinculada a
estudios realizados, en piscología, sociología, análisis del discurso y del
lenguaje y otros temas. La segunda acepción de “epistemología”, que es la
que concierne al presente trabajo, se refiere exclusivamente al
conocimiento científico, a su producción, estructura y validación. Los
recién mencionados autores anglosajones empelan más bien la designación
“filosofía de la ciencia”, pero ésta no parece conveniente. En primer lugar
porque no es claro que la epistemología sea una parte de la filosofía, pues
tal vez constituya una disciplina totalmente autónoma. Por otra parte la
filosofía de la ciencia es muy amplia en su temática, comprendiendo hasta
tópicos metafísicos, en tanto la epistemología- en este segundo sentidoexamina el conocimiento científico y especialmente una de sus
manifestaciones más importantes y refinadas, las teorías científicas.2
Contextos (los contextos y su relación con la Epistemología) Ellos se
refieren al tipo de discusión que pretenden efectuar los epistemólogos. El
primero considerar es el “contexto de descubrimiento” Aquí se examina la
génesis y producción del saber, y que hay que tener en cuenta cuestiones
de fecha, de prioridad, y circunstancias psicológicas y sociales. Problemas
como el de si el investigador diseña una determinada teoría en virtud de su
peculiar ideología, o el de si una circunstancia sociológica favorece o no la
aparición de determinadas teorías científicas pertenecen a este contexto.
Escritores marxistas como Louis Althusser por ejemplo, favorecen muy
especialmente este tipo de estudios. Pero también esta problemática es
característica de los historiadores de la ciencia. Tenemos luego el “contexto
de justificación”. Aquí no importa quien descubrió o inventó cierta teoría,
sino más bien si la teoría es correcta qué estructura posee, como es posible
El siguiente concepto, como muchos de los aquí trabajados (que se referenciaran
oportunamente), han sido tomados de forma textual de: Torcuato Di Tella et al;
(2004) Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas; ÉMECE; Buenos Aires
2 Klimovsky Gregorio (2004) en: Di Tella Torcuato et al; Ob cit; Diccionario de….;
pp. 222-3
1
fundamentarla. En esto no importan-aparentemente- las cuestiones
históricas sino más bien lógicas, lingüísticas y experimentales.
Otro contexto es el de “aplicación”. Lo que ahora interesa son las
aplicaciones de la ciencia, el valor instrumental de ésta para actuar sobre la
realidad, racionalizar la práctica y producir modificaciones.
Indudablemente, hay relaciones entre los contextos, y uno de los
propósitos de la epistemología es precisamente examinar cuál es
exactamente la índole de tales relaciones. No hay duda, por ejemplo, de que
las aplicaciones de una teoría pueden ser el motivo que llevó a descubrirla.
También es verdad que las aplicaciones exitosas de una teoría pueden
constituir uno de los motivos para su justificación. No obstante, los
contextos plantean problemas distintos y hay una acentuada
interdependencia entre los tres.3
Empirismo. Se llama así la concepción filosófica, y en particular
gnoseológica, según la cual el conocimiento humano se funda en la
experiencia. Se contrapone la racionalismo, para el que el conocimiento es
un a creación de la razón humana, y la innatismo, que afirma la
preexistencia de ideas innatas, es decir anteriores a la adquisición de datos
empíricos. “La validez de todo conocimiento radica en la experiencia”,
dirán los empíricos moderados. “No hay más realidad que la que es
accesible ala experiencia sensible” será la afirmación fundamental del
empirismo moderno (Bacon, Locke, Berkeley, Hume) Se denomina
empírico al método científico inductivo que partiendo de la observación
construye una teoría para luego demostrarla contrastando sus
conclusiones con los hechos.4
Objetividad/Relativismo. El problema de la objetividad del conocimiento
comienza a plantearse en términos racionales a partir de la filosofía griega,
en el s. V a. C. En otras culturas, la cuestión de la objetividad se resuelve
por la intervención de Dios (garante o reflejo de la verdad), o por la
confusión de la Naturaleza con la conciencia de los individuos (el caso
extremo es el animismo). En la filosofía griega clásica se separan los planos
de la realidad material, de la realidad psíquica de los individuos y de los
dioses. También se afirma la distinción entre el orden de lo real (el ser) y
del conocer (el sujeto). No debe extrañar por lo tanto que aparecieren
conjuntamente concepciones naturalistas objetivistas y concepciones
relativistas como la de los sofistas.
3
4
Ibídem; p.223
Ibídem; p. 222
La cuestión de la objetividad implica por lo menos: a) distinguir entre la
realidad y nuestras representaciones de la misma; b) delimitar el alcance
de nuestras ideas (hasta dónde son objetivas, hasta dónde son subjetivas);
c) describir el conjunto de mecanismos y condiciones que nos permiten
construir sistemas de pensamiento objetivos; d) describir el conjunto de
fenómenos subjetivos, sociales y culturales que intervienen en el proceso
del conocimiento y relativizan su objetividad.
Una manera de circunscribir los posibles errores sería declarar que sólo es
objetivo el conocimiento de las leyes de la Naturaleza. [Eh aquí] el
problema es que en todos los tiempos se tomaron los paradigmas teóricos
dominantes como expresiones de la Naturaleza: en nombre de la misma los
griegos afirmaban que algunos hombres estaban destinados a mandar y
otros a obedecer, y los teólogos medievales que la Tierra era el centro del
sistema planetario. La correspondencia con las leyes de la Naturaleza debe
ser empíricamente verificada, como lo exigen desde el s. XVIII [antes no era
así en la mayoría de los casos, sino que deducían las cosas de la
observación directa o por simples hipótesis- que no eren tales-, ej.: las
teorías astronómicas, que no se corroboraban de forma empica] los
científicos modernos, pero esto tampoco es tarea fácil. Por ejemplo, hasta
nuestros días en las ciencias biológicas se atribuye a la organización
viviente una finalidad intrínseca (finalismo), como predestinación (divina):
cada célula, cada organismo está hecho para realizar algo determinado. En
los hechos todo sucede como si fuera así, pero la biología molecular mostró
en los últimos 25 años que la organización vital de base responde a leyes
químicas, a situaciones azarosas y a leyes que responden a la organización
de cada conjunto viviente (hay, por ejemplo, adaptaciones particulares al
medio)
Otra manera de garantizar la objetividad es determinarla a partir de la
racionalidad. La razón parece ser una estructura universal de todos los
seres humanos y un correlato perfecto de las estructuras profundas de la
realidad. Aparentemente, podemos ver en las leyes de nuestra racionalidad
las leyes de la Naturaleza. Los pensadores del Renacimiento y de la época
moderna fueron cautivados por la convicción de que la “Naturaleza está
escrita en caracteres matemáticos”. Si esto es así, se comprende que por ele
razonamiento lógico-matemático se puede encontrar el enigma de la
realidad. Copérnico descubrió por deducción matemática, y por
observación, la función central del sol en nuestro sistema planetario, y
otros sabios tuvieron experiencias semejantes [la ironía de todo esto
subyace en que fueron este tipo de científicos, los que establecieron el
método experimental y que todo el conocimiento científico debe ser
empíricamente comprobable eh aquí también la dificultad respecto de esta
situación en las ciencias formales, que no pueden ser corroboradas
empíricamente sino que se trabaja con entes ideales]
La racionalidad como fuente de objetividad tiene sin embrago variadas
interpretaciones. Es claro que no es lo mismo el racionalismo discursivo de
los escolásticos medievales que el racionalismo matemático de los
modernos. Tampoco es lo mismo el racionalismo de los idealistas como
Hegel, que el racionalismo fenomenológico de Husserl. Descartes creía que
las evidencias racionales eran demostrativas (“pienso, luego existo” fue
una de las ideas que le parecieron probar la existencia de una estructura
profunda de la razón donde podemos encontrar verdades objetivas), pero
siguió requiriendo del auxilio divino para defender la objetividad (también
Leibniz, Spinoza y otros siguieron poniendo a Dios como garante último de
la objetividad). Hegel llevó la confianza en la racionalidad a su
paraxonismo cuando dijo “todo lo racional es real, todo lo real es racional”,
intentando reconstruir la lógica de la Naturaleza y de la Historia a través
de la evolución de las ideas: terminó llevando al descrédito el racionalismo
teórico.
Aparecieron corrientes racionalistas materialistas (el humanismo
científico de Marx, el positivismo de Comte) y corrientes irracionalistas
(Nietzsche, Kierkegaard, Bergson). El marxismo estableció como leyes
objetivas de la historia algunas secuencias dialécticas que parecían regir
las luchas de clases. En el plano lógico, la dialéctica racional (estilo Hegel)
fue adoptada como modelo. En el plano de la Naturaleza, seguidores de
Marx, Engels y Plejanov establecieron un sistema que parecía conforme la
paradigma de la evolución de las especies establecido por Darwin en el s.
XIX. Diversas previsiones hechas en el marco del sistema no fueron
corroboradas (como la caída inevitable del capitalismo), y lagunas teorías
científicas actuales rechazadas por el marxismo soviético (la teoría de la
relatividad de Einstein fue inicialmente repudiada como contraria ala
dialéctica, y más tarde la teoría genética). Otro tanto ocurrió con el sistema
positivista de Augusto Comte.
El positivismo contemporáneo, a partir de la Escuela de Viena y del
empirismo lógico anglosajón, pretendió delimitar la objetividad
estableciendo reglas que surgían aparentemente de toda metafísica, de
toda filosofía trascendente, de todo discurso ideológico. En el plano de la
lógica, Wittgenstein llegó a afirmar que no era necesario salir del lenguaje
(científico) para descubrir la objetividad, pero también descubrió que la
lógica solo podría brindar tautologías (razonamientos exactos a partir de
axiomas ya conocidos).
Una reformulación del positivismo se encuentra en Karl Popper, quien
muestra cómo la ciencia se construye a través de hipótesis que se refutan o
se verifican mediante la observación o la contrastación empírica. Toda la
historia de la ciencia sería para este autor una sucesión interminable de
teorías que plantean nuevos problemas frente a la realidad, que se refutan
y dan lugar a nuevas teorías. Tendríamos así tres mundos: el de los objetos
reales, el de las percepciones de los sujetos y el de las teorías. Ele tercero
sería para Popper el más interesante, pero no puede desarrollarse sin
tomara en cuenta la confrontación con los objetos.
La Epistemología contemporánea ha colocado el problema de la
objetividad en el plano estricto de la ciencia. Esto plantea el problema de
saber qué es lo que incluimos en la categoría de ciencia. Los más estrictos
(los “fisicalistas”, por ejemplo) no admiten más que lo que es conforme a la
leyes físicas y matemáticas; los más amplios (como los relativistas
culturales) aceptan todo lo que forma parte del consenso de las
comunidades intelectuales y científicas en un contexto histórico concreto.
Los argumentos de los relativistas parten de diferentes ángulos. En primer
término, de la historicidad. Hegel, Dilthey, y Croce, pusieron de manifiesto
que las producciones intelectuales responden a contextos históricos
determinados. Actualmente se ha generalizado el hecho de reconocer la
historicidad del conocimiento, lo cual significa admitir que la mayor parte
de las teorías que posemos hoy sufrirán modificaciones a causa de la
evolución histórica.
El segundo término, el relativismo proviene de las condiciones sociales en
que se producen los conocimientos. Para Marx y sus seguidores todo
conocimiento es reflejo de las condiciones sociales de existencia. Sin
embargo, ni Marx ni los marxistas niegan que existan conocimientos (como
las Matemáticas) que están más allá de los condicionamientos sociales. El
“sociologismo” relativista no es obra de Marx o de Engels, sino de líderes
intelectuales como Lenin o Mao Tse-Tung, que criticaron diversas teorías o
posiciones asimilándolas a situaciones de clase o de interés económico.
En tercer lugar, el relativismo puede fundarse en la influencia del sujeto
del conocimiento. Todo conocimiento supone un sujeto y todo sujeto
supone libertad, arbitrariedad, posibilidad de engaño, etc.; a menudo la
autoridad de un pensador ha impedido analizar objetivamente sus
argumentaciones. La subjetividad puede tomarse como criterio de verdad
(caso de Sören Kierkegaard). Por lo general se la toma como un límite a la
objetividad. El individuo tiende a deformar sus observaciones de la
realidad. También tiende a razonar conforme su propia historia personal y
a sus intereses.
¿Es posible conciliar objetividad y relativismo? Podemos pensar que
ambos conceptos se regulan mutuamente, en un proceso de conocimiento
donde la objetividad es siempre una aproximación inacabada a la realidad.
Llegar a un conocimiento que refleje totalmente la realidad es la ambición
suprema de la inteligencia humana [ocupar el lugar de Dios] Pero las
innumerables refutaciones a teorías que pretendieron presentarse como
expresiones absolutas de la realidad justifican tomar en cuenta los
argumentos de los relativistas.5
El método demostrativo aristotélico. En esta concepción, expuesta por
Aristóteles en su libro Segundas Analíticas y conocida actualmente como
“axiomática clásica”, la ciencia consiste en disciplinas científicas, cada una
de las cuales posee una estructura típica común a todas. En Primer lugar
tenemos los “principios”, que como el vocablo lo indica, son las
afirmaciones que constituyen el punto de partida de la estructura. Entre
ellos, los más típicos y destacables están los axiomas, afirmaciones simples
y evidentes que se autojustifican. Luego tenemos deducciones a partir de
tales proposiciones, y las nuevas afirmaciones que así se obtienenindefinidamente- son los “teoremas”. Este punto de vista admite
(continuando una tradición comenzada por Pitágoras y sostenida
enfáticamente por Platón) que poseemos, la “intuición racional” o
“intelección” que permite captar directamente con el pensamiento de las
relaciones entre ideas, especialmente el caso de los principios. Una vez
ejercida esa capacidad, lo demás depende de nuestra pericia deductiva.
Este esquema fue muy influyente en la historia, pero tiene una dificultad
que constituye su talón de Aquiles. Y es que tal intuición racional no parece
existir como procedimiento probatorio, y ello se evidencia en la gran
cantidad de teorías equivocadas y descartadas que exhibe la historia de la
ciencia. No obstante, dos grandes procedimientos epistemológicos
actualmente muy en boga, parecen ser los herederos del método
aristotélico. El primero es el “Método axiomático formal”, que desempeña
un papel central en la matemática contemporánea, y que constituye un
juego (pero no un mero juego en vista de sus aplicaciones) que consistepara cada posible sistema matemático- en hacer suposiciones
convencionales y ver luego qué se deduce de ellas. Así, la geometría
euclidiana sería uno de esos juegos, pero, para cada una de las geometrías
no euclidianas tendríamos otro juego. Puede suceder que en ciertos casos
se descubra que las suposiciones se hagan verdaderas en un ámbito
especial, en cuyo caso las consecuencias también, y entonces el sistema
deja de ser mero juego de la matemática pura y se transforma en
matemática aplicada.6
El Método Inductivo. Propuesto entre otros por filósofos como Francis
Bacon y John Stuart Mill. El problema planteado aquí es el de cómo es
posible establecer leyes científicas, puesto que son proposiciones
universales, en tanto que los datos que en cualquier momento poseemos
5
6
Ibídem; pp. 513-15; Lo que esta entre corchetes es nuestro
Klimovsky Gregorio en: Di Tella Torcuato et al; Ob cit; Diccionario de….pp. 223-4
son en número finito. Problema difícil, cuya única solución consiste en
admitir que cuando los datos son en número suficientemente grande y no
hay ningún caso en contra, entonces es legítimo pasar a la ley y a la
generalización. Es verdad que en la práctica científica hacemos
inducciones, per más bien para pasara los datos a hipótesis generales.
Hacer una inducción no tiene valor probatorio, puesta que la muestra de
datos, por grande que sea, no agota la población. Y es bien probable que
fuera de la muestra esté escondida la oveja negra, el contraejemplo que
invalida la generalización. En realidad, no hay ninguna inferencia correcta
que permita verificar una generalización a partir de un número finito de
datos. El método inductivo pertenece al contexto de descubrimiento, ya
que en sus aplicaciones la que realmente se obtiene es una hipótesis, que
no pasa de ser una conjetura que habría que investigar para saber si es o
no valida
Actualmente el método inductivo se relaciona con el cálculo de
probabilidades y la inferencia estadística. Es un paso importante, pero en
sentido estricto sigue sin ser un método probatorio. Aquí se trabaja con
probabilidades más que con verdades, y estas no se sabe cuán validas son
ni lo que lógicamente representan, Hay epistemólogos que niegan todo
valor al método inductivo (una actitud un poco exagerada), entre ellos Karl
Popper7
El Método Hipotético Deductivo. Esta concepción metodológica es
mencionada ya por el filósofo del siglo XVII Wilhelm Leibniz y en el siglo
XIX por el historiador de la ciencia Pierre Duhem. Pero el pensador que
defendió con más entusiasmo y sistematicidad este punto de vista fue, sin
duda Karl Popper, en nuestro siglo [siglo XX]
Un “sistema hipotético deductivo” es una estructura muy semejante a la de
una ciencia demostrativa aristotélica. También en ella tenemos principios,
deducciones y consecuencias. Pero haya dos importantes diferencias. Los
principios no son proposiciones simples, evidentes y necesarias, sino
hipótesis. Una hipótesis es un enunciado cuya verdad o falsedad no se
conocen, pero que se supone verdadera. Esto no implica creencia; se trata
de mera suposición, hecha para establecer qué es lo que pasaría si el
enunciado en cuestión fuera cierto. Las consecuencias de los principios son
también hipótesis (en la mayoría de los casos), lo cual hace que el sistema
semeje más a un modelo provisorios de la realidad investigada que a un
conocimiento verificado. Digamos de paso que los que adoptan esta
manera de concebir las cosas denominan preferentemente un tal sistema
con la palabra “teoría”.
7
Ibídem; p. 224
La otra de las diferencias mencionadas consiste en la exigencia de que la
teoría tenga “consecuencias observacionales”. Son enunciados deducibles
de los principios, pero sujetos a dos condiciones. Deben ser singulares, en
el sentido de referirse a una entidad, o a un número finito de pequeñas
entidades o a una muestra (un conjunto accesible de casos). Además, salvo
los términos lógicos, los vocablos que figuran en ellos deben referirse
exclusivamente a entidades observables. Esto hace que en general estas
consecuencias observacionales sean decidibles, en el sentido de que en
principio sea posible-mediante observaciones- dirimir por sí o no el
problema de la verdad o falsedad de ellas. Si se realizan las observaciones
oportunas, las denominadas “observaciones pertinentes” podrá saberse si
ciertas consecuencias observacionales son verdaderas o falsas. Cuando se
establece la falsedad de una consecuencia observacional, alguno de los
principios debe ser falso; pues si todos ellos fuesen verdaderos, coma la
deducción lógica transmite la verdad de las premisas a la conclusión, la
teoría solo podría ofrecer conclusiones verdaderas, y ése no es el caso. Ésta
es la manera de probar que una teoría está equivocada y debe descartarse.
Pero cuando las consecuencias observacionales hasta ahora controladas
resultan ser verdaderas, no puede decirse que una teoría ha quedado
verificada. Pues podría suceder que hubiera principios falsos, y en lógica
está claro que de premisas falsas es posible deducir correctamente
consecuencias verdaderas (y, por supuesto también falsas). Cuando
estamos en esta situación, seguimos sin saber si la teoría es o no adecuada.
Pero como no pasó nada malo, podemos seguir investigando con ella, y
decimos que la teoría ha sido “corroborada”. Hay una asimetría; podemos
decir terminantemente que una teoría es falsa, pero no que la hemos
verificado sino que ella ha sido corroborada
En el método hipotético deductivo el conocimiento en cierto modo se
obtiene por la negativa, refutando teorías y sabiendo cada vez mejor como
la realidad no es.8
El método Hipotético deductivo versión compleja. En realidad, la
situación metodológica que hemos descripto es demasiado simple como
para coincidir con lo que efectivamente hacen los científicos. El
procedimiento de poner a prueba las consecuencias observacionales para
conocer si hay verdad o corroboración, procedimiento conocido como
“contrastación”, los principios no están solos. Hay la compañía de las
“hipótesis presupuestas”, las de las teorías antecedentes en las que nos
apoyamos para poder enunciar los principios de nuestra teoría. Así la
teoría de Newton presupone geometría, las teorías químicas presuponen
física, y así sucesivamente. Además están las hipótesis sobre el material de
trabajo que hemos elegido para contrastar, conocidas como “hipótesis
auxiliares”. Cuando hay refutación, ya no está claro que la culpa sea de la
8
Ibídem; pp. 224-5
teoría; la falsedad puede originarse en alguna de las hipótesis
presupuestas o en las auxiliares. Así es posible salvar una teoría, cosa que
se hace hasta tanto no se repitan hasta el cansancio los inconvenientes, y la
teoría sea remplazada por otra con menos dificultades. Al científico en las
situaciones desfavorables le queda siempre una alternancia: conservar la
teoría y cambiar alguna hipótesis auxiliar o presupuesta, o rechazar la
teoría.9
9
Ibídem; p. 225
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