REVALORACIÓN SOCIAL DE LA FIGURA DEL JUZGADOR. Magdo. Francisco Javier Perales Durán* Juez Juan Gerardo Ortega Ayala* La Justicia se encuentra afectada de una desconfianza generalizada de la población mexicana, lo que impide la ubicación de los órganos de la administración judicial en su justa dimensión, como árbitros de la sociedad. Son diversos los factores que afectan el estatus de la judicatura: primero, la marcada reiteración que realizan los medios de comunicación a las situaciones que tienen relación con la nota roja, donde el sector “seguridad pública” reluce por su ineficacia o inoperatividad, donde desafortunadamente se encuentran insertos los Poderes Judiciales; en ellas el ciudadano común no distingue entre el policía, el ministerio público o el juzgador, tal como se desprende del trabajo titulado “Percepción ciudadana de la seguridad en México”, de la empresa Consulta Mitofsky, en el que el 53% de la población se dice violentada en sus derechos, concatenado con el diverso trabajo “Confianza en las Instituciones”, donde la población otorga un nivel de confianza a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del tenor de un 6.2%, lo que la ubica en un nivel medio bajo, siendo dicha Institución quien representa, para los ciudadanos, la judicatura nacional. De lo anterior se desprende que las instituciones que administramos justicia no estamos, desde la percepción ciudadana, trabajando en pos de Magistrado Numerario de la Primera Sala del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Aguascalientes, Maestro en Derecho y Catedrático de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. ** Juez Numerario de Primera Instancia del Poder Judicial del Estado de Aguascalientes; Maestro en Derecho y Catedrático universitario. 1 contribuir a mejorar la calidad de vida de la sociedad mexicana, por lo menos debemos aceptar que la población no reconoce en los Poderes Judiciales, a una institución que solvente sus problemas, por tanto cree que dentro de su operatividad los asuntos tratados solo marchan mediante actos que implican cierto grado de corrupción. Lo anterior no debe sorprendernos, las bases sobre las cuales hemos venido estructurando el Derecho han generado una operación disfuncional de la sociedad que ha involucrado a todos los sectores sociales dentro de cierto grado de oportunismo que se puede traducir en la operación de diversas formas de corrupción. Pongámoslo en perspectiva; en el año 2004 la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió una convocatoria invitando a toda la población a participar en una consulta nacional para la Reforma Integral y Coherente de la Administración de Justicia. En ese foro el actuario Roy Campos Esquerra, participó en la mesa instalada en el Estado de Aguascalientes y presentó datos sorprendentes que ha recabado a lo largo de los últimos años; señaló que sólo un 25% de los ciudadanos afirma que debe cumplirse la ley, con independencia de la opinión que tenga sobre ella y 48% aprueba que un funcionario se aproveche ilegalmente de su cargo “siempre y cuando haga cosas buenas”. No es casualidad que México aparezca como el país donde, en América Latina, es más alto el porcentaje de sus ciudadanos que declaran que es plenamente justificable evadir impuestos. La conclusión es simple; los políticos, que olvidamos que también son ciudadanos, son parte de un ancho coro que integran no sólo las figuras públicas que malversan el erario, sino, peor aún, los millones de ciudadanos privados que invaden una propiedad ajena, evaden al fisco, realizan comercio informal o ilegal, incumplen los contratos, violan las regulaciones, sobornan a otros, incurren en negligencia profesional y un largo etcétera, que se condensa en una realidad 2 alarmante. En México, la ilegalidad consentida, practicada y aceptada, no es una enfermedad, sino un estilo de vida. Con independencia de los orígenes históricos, algunos de los cuales vienen desde el siglo XIX, o las razones políticas, psicológicas y económicas de este desencuentro endémico de los mexicanos con el comportamiento ético, con las reglas del juego y el estado de Derecho, es obvio que plantea una tremenda dificultad, quizá la más compleja, en la construcción de una cultura cívica fuerte y madura. Podría la democracia mexicana estar en proceso de normalización institucional, pero como decía Ortega y Gasset: “Una nación donde la sociedad careciese de empuje, de claridad mental, de decencia, marcharía malamente”. El problema ético de México es mucho más grave y debemos por ello, a fin de revalorar la figura del juzgador ante la sociedad, replantearnos un nuevo perfil de los integrantes de nuestras instituciones, donde la ética, la transparencia y la rendición de cuentas, permita cambiar la percepción ciudadana hacia la administración de justicia, contribuyendo así a una construcción real y materializada del tan anhelado estado de Derecho Mexicano. Hoy el reclutamiento de los jueces es un tema de central importancia en cualquier examen teórico del rol que desempeñan los tribunales en la sociedad. Existe la presunción de que el método de selección y nombramiento, así como la experiencia profesional previa o el entrenamiento especializado de un candidato a un cargo judicial, garantizan en buena medida que el poder judicial será independiente de los otros poderes públicos y sociales, así como su fidelidad a la letra y el espíritu de la ley. Sin embargo, no basta una buena selección, debemos cambiar la perspectiva de la impartición de justicia y precisamente cambiar la forma de allegar justicia. Hoy los postulados de Kant que construyeron el Estado civil como Estado jurídico, fundado en los principios de Libertad de todo miembro de la sociedad como ser humano; de Igualdad, respecto a todos los demás como súbdito e Independencia de todo miembro de una comunidad como ciudadano, 3 están en crisis, atendiendo a que se partió de la concepción liberal de la separación radical entre sociedad y Estado, asignando a cada uno los términos del binomio de un estatuto jurídico diferente, de forma que, como correlato de la Constitución, concebida como estatuto jurídico del Estado, se proyectó a su vez en el ámbito privado al Código Civil, al que configuró como el estatuto jurídico más representativo de la sociedad. Asentada la legislación en la sacrosanta trilogía de la generalidad de la ley, la igualdad ante la ley y la autonomía de la voluntad, nada tiene de extraño que fuera a través de la satisfacción y el cumplimiento de esos principios, como se pensaba que se podía garantizar la libertad del hombre sobre la tierra y con ello construir un estado de Derecho pleno. Hoy queda claro, que la construcción jurídica kantiana quedó destrozada por la historia, ya que no se puede dejar de lado que asistimos a la quiebra de los principios de generalidad de la ley y de igualdad ante la ley, al tiempo que se produce un deterioro inevitable y progresivo del axioma privativista de la autonomía de la voluntad. Sociólogos como Jessup no dudan en calificar a las sociedades actuales como corporativistas, donde la descomposición del individualismo social está viviendo su ocaso definitivo. Obligados los hombres, a desarrollar su existencia en los ámbitos de las corporaciones, aceptando la disciplina que esas le imponen, apareciendo como verdaderos poderes privados, capaces de imponer su voluntad y dominium con igual o mayor fuerza que el de los poderes públicos del Estado, determinando un nuevo y más amplio entendimiento de la dialéctica poder – libertad. Por otro lado, los procesos de privatización de las empresas públicas y el crecimiento de las empresas privadas, han creado grandes corporaciones que se hacen gestoras y protagonistas de las normas sociales, poniendo de manifiesto que no todo el derecho procede ya de la Constitución y, lo que es más grave, el derecho no es ya considerado como el intrumento más eficaz para resolver los 4 problemas de la vida cotidiana. Por ello es preciso señalar que son los grupos y los intereses corporativos los que determinan, en múltiples ocasiones, que las normas, concebidas abstractamente según el sistema liberal como normas generales para todos los individuos, se convierten en normas ad hoc, de las que sus impulsores resultan luego sus más directos beneficiarios; recuérdese la llamada “ley televisa” en materia de telecomunicaciones. Es por ello preciso retomar de manera urgente la generación de políticas que delimiten reglas claras y precisas, para que los Poderes Judiciales tengamos un Modelo de Transparencia Tipo, que permita solventar las dudas que sobre nuestra función tiene la sociedad mexicana, a fin de mejorar la percepción de confianza en nuestras instituciones; mejorar los perfiles de reclutamiento de los Jueces, con la pretensión de dignificar la judicatura y hacer de la ética judicial el instrumento que permita allegar justicia revisando con honestidad el rol que debemos jugar los Poderes Judiciales en el crecimiento y construcción de la sociedad del México que hoy más que nunca deseamos para nuestros hijos. No debemos de olvidar a los grandes juristas que como Calamandrei decían respecto a los Jueces: “El Juez es el derecho hecho hombre; sólo de este hombre podemos esperar en la vida práctica la tutela que en abstracto promete la ley; sólo este hombre sabe pronunciar la palabra justicia, que permitirá comprender que el Derecho no es una sombra vana. Por eso se sitúa en la injusticia, no en el Derecho, el verdadero fundamento de los reinos; porque si el Juez no está despierto, la voz del derecho queda devaída y lejana, como las inaccesibles voces de los sueños”. CONCLUSION ÚNICA: Es imperativo retomar de manera urgente, la generación de políticas que delimiten reglas claras y precisas, para que los Poderes Judiciales 5 cuenten con un Modelo de Transparencia Tipo, que permita solventar las dudas que sobre nuestra función tiene la sociedad mexicana, a fin de mejorar la percepción de confianza en nuestras instituciones, mejorando los perfiles de reclutamiento de los Jueces para dignificar la judicatura, haciendo de la ética judicial el instrumento que permita allegar justicia, revisando con honestidad el rol que debemos jugar los Poderes Judiciales en el crecimiento y construcción de la sociedad del México de hoy. Muchas Gracias. *** 6