LA CONFIGURACIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1840) Muerto Fernando VII, cuando Isabel II todavía era una niña, España se enciende en guerras civiles: las guerras carlistas. El régimen no tuvo más remedio que convocar a los grupos liberales y encomendar el poder a los más moderados de ellos. Así pues la monarquía pudo mantenerse airosamente gracias a la alianza con las clases burguesas que se enriquecían continuamente a causa de la creciente industrialización del país. La primera guerra carlista (1833-1839) Algunos historiadores como Suárez y Comellas han sustentado la teoría de que el carlismo arranca de una postura reformista a la española (reformas sustentadas en la tradición española), cuyo primer texto representativo sería el Manifiesto de los persas. Otros, como Artola o Seco rechazan esta explicación y aducen que más bien estas raíces están en el antilibelalismo de los textos realistas exaltados. El movimiento carlista se nutre de varias raíces: - exaltación del poder real y recelo del liberalismo que lo limita. - reacción religiosa en favor de una iglesia perseguida - aspecto foral (factor diferenciador) - protesta social de ciertos sectores olvidados (no sólo campesinos sino grupos urbanos) El fracaso de restauración del viejo orden por Fernando VII, que se vería empujado en los últimos tiempos hacia los más moderados de los liberales defraudó a los más intransigentes de los absolutistas. Este hecho, unido al desmantelamiento de los cuerpos de Voluntarios Realistas, empujará a los carlistas a la conspiración organizada primero y después a la guerra civil abierta. Geográficamente, el predominio carlista se centra sobre todo en las provincias vascongadas, montañas catalanas, valencianas y turolenses (Maestrazgo), mientras que Bilbao, Vitoria, Pamplona y S. Sebastián siguen siendo liberales. 1 Dos rasgos típicos del carlismo: a) su carácter rural, aunque la adhesión campesina será menor en las zonas donde el latifundismo (Andalucía) o el desarrollo (Rioja) sean mayores. b) su periferismo geográfico, coincidente con la defensa que el carlismo hace de los fueros y las autonomías medievales (Corona de Aragón, Navarra, Vascongadas). Tres fases de la guerra: - Desde el 1º de octubre de 1833 (Carlos toma el título de rey de España) hasta el 25 de julio de 1835 (muerte de Zumalacárregui) - Hasta octubre de 1837. El conflicto trasciende desde el ámbito regional hasta el nacional. - A partir de octubre de 1837 (Carlos repasa el Ebro). Crisis interna del carlismo: apostólicos navarros contra marotistas castellanos, más moderados. El 29 de enero de 1839, abrazo de Vergara entre Maroto y Espartero. En Aragón, la guerra, liderada por Ramón Cabrera aún durará hasta 1840. TEXTOS. 1. "No está aclarada la génesis del carlismo. En su enjuiciamiento ha prevalecido más la intuición que la búsqueda científica. ¿Representan los carlistas una verdadera democracia de pequeños propietarios rurales?¿Eran realmente defensores de los antiguos fueros regionales?¿Hasta qué punto se sentían partidarios de introducir reformas en el Estado?¿Qué móviles personales indujeron a los promotores al alzamiento? (...) El carlismo sería el movimiento armado del catolicismo español, intransigente con cualquier novedad espiritual, y hostigado por el recuerdo de las medidas anticlericales adoptadas por el liberalismo de 1812-1814 y 1820-1823. En este sentido podría ser la versión política de una espiritualidad tradicionalista, vinculada a un pasado de gloria, en un país económicamente pobre, técnicamente atrasado y socialmente conservador" (J. Vicens Vives. Historia social y económica de España y América, vol. V, pág. 353.) 2. Manifiesto de Reus (1827). "Sostener y defender con la vida los dulces y sagrados nombres de Religión, Rey e Inquisición, y arrollar y exterminar a cuantos masones, carbonarios, comuneros y demás nombres inventados por los maquiavelistas" 3. Pensamiento carlista en 1835. "La verdadera sensatez consiste en no transigir con la revolución; en no satisfacer las desmesuradas exigencias del insolente populacho; en reprimir el fatal espíritu de innovación de este siglo presuntuoso". 2 4. Caricatura del carlista por Mariano José de Larra. "Cabeza chica y achatada por delante y por detrás (...), podría caber en ella todo lo más una idea, y ésa no muy grande (...) ojos, como la intención, atravesados y hundidos (...) pies como de persona que no anda muy derecha (...) manos de ave de rapiña (...) el traje, todo de moda atrasada, porque las gentes de este partido nunca están muy al corriente (...) corto de vista si los hay, como aquel que está acostumbrado a poca luz y le ofende la de un día claro..." El asalto de la burguesía al poder Por fin la burguesía, tras los intentos fallidos de las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal llega al poder. El viejo orden será dinamitado. El proceso de democratización por parte de los liberales comienza con el Estatuto Real de 1834 y se remata con la constitución progresista de 1837. La regente María Cristina confirmó como presidente del gobierno a Cea Bermúdez, moderado por temperamento, que comienza su actuación con el Manifiesto de la gobernadora al país (1833), documento ecléctico que ofrece a los absolutistas la defensa de la religión y de las leyes fundamentales de la monarquía, sin admitir reformas peligrosas, y a los liberales sólo reformas administrativas. No tardó en prosperar la conspiración contra Cea, dirigida por cortesanos, militares, burócratas y representantes de Inglaterra y Francia. El nuevo jefe del gobierno será Martínez de la Rosa, que había evolucionado hacia el moderantismo y que promulgará en 1834 el Estatuto Real, versión española de la carta otorgada que Luis XVIII había dado a Francia en 1814: - sancionará la reconciliación entre progreso y tradición, entre libertad y orden. - bañado en conservadurismo histórico de Jovellanos, ideas francesas y utilitarismo inglés. - dos cámaras: Estamento de Próceres o Cámara Alta (propietarios, nobleza y clero alto) y estamento de Procuradores o Cámara Baja (voto indirecto) Diferentes interpretaciones: liberales moderados, doble soberanía: rey y Cortes; absolutistas: la constitución es un regalo del rey; liberales progresistas: los poderes constituyentes residen en la Nación. La amnistía de la navidad de 1834 devolverá al país una riada de liberales. 3 El gobierno de Martínez de la Rosa dimitió al no recibir la cooperación convenida de la Cuádruple Alianza para luchar contra los carlistas. El corto ministerio del conde Toreno (8 de junio a 14 de septiembre de 1835) tampoco pudo aglutinar a las fuerzas liberales, obligándole a dimitir las revoluciones o motines provinciales que se suceden desde abril hasta a agosto. Le sucedió Juan Álvarez Mendizábal cuyo objetivo es armonizar a los liberales en un partido único. Contentó a los entusiastas distribuyéndoles cargos locales y manteniendo la capacidad revolucionaria de las Juntas, encauzadas en las diputaciones provinciales. La imposible revisión del Estatuto Real y la alianza de los moderados con la corona para derribar a Mendizábal obligan a éste a moverse hacia la izquierda, formando la llave del partido progresista al lado del radical Calatrava y de los exaltados. La fuerte oposición de los moderados desde el Estamento de Próceres, alentados por la reina, los grandes y algunos militares, llevaron a la destitución del jefe del gobierno, encargando María Cristina a Istúriz la formación de un nuevo gabinete moderado (15 de mayo a 15 de agosto de 1836) que cuenta con minoría en las Cortes y con una fuerte oposición radical. El motín de La Granja o de los sargentos, familiarizados con las ideas liberales y siempre tarde y mal pagados (se hablaba de disolver la Milicia por considerarla preñada de liberalismo y "vanguardia de la dictadura plebeya"), dirigido por Mendizábal, Calatrava y Joaquín María López, obligó a la reina a firmar un decreto restableciendo la constitución de 1812. Se formó así un nuevo gobierno progresista con Calatrava a su frente y Mendizábal como ministro de Hacienda, que rápidamente convocó Cortes extraordinarias y elaboró y sancionó la constitución de 1837: - poder legislativo: dos Cámaras: Senado y Congreso, iguales en derechos, si bien el Congreso tenía primacía en materia hacendística. - se potenciaba al ejecutivo real y la corona debía convocar Cortes todos los años, pero si no lo hacía, ellas podían reunirse por su cuenta. - senadores, elegidos por la corona de entre las ternas votadas por las asambleas provinciales. - diputados, sufragio censitario. Para ser elector se debía ser propietario de una cantidad o pagar contribuciones. - principio de igualdad ante la ley, libertad de prensa y supresión de las pruebas de nobleza. 4 Al partido progresista se le opondrán, por su izquierda, los exaltados que le acusarán de haber traicionado la democracia; evolucionarán hacia la idea de una república universal y hacia el partido demócrata. Por la derecha, los moderados del Estatuto Real, que cuentan con las simpatías de la reina. Desde agosto de 1837 a diciembre de 1838 se suceden los gabinetes de Bardají, Ofalía, duque de Frías y Pérez de Castro, sobre los que se impone la voluntad de Espartero, prestigioso jefe del ejército que ha logrado la paz con los carlistas. La acentuada subida de la fracción moderada desde 1837 cristalizará en marzo de 1840 con el proyecto de ley municipal propuesto por los moderados y que suponía un ataque a la constitución de 1837. Los liberales quedaban escindidos en progresistas y moderados; los primeros se habían echado en brazos de Espartero, y los segundos no tardarían en hacerlo en los de Narvaez. La regencia de Espartero (1840-1843) Consecuencia importante de la guerra carlista va a ser la aparición de los militares en la dirección política del país. La revolución de 1840, hecha por el bajo pueblo y dirigida por una minoría de intelectuales románticos, representa una derrota para la burguesía. Los moderados pretendieron paralizar las conquistas revolucionarias aboliendo la Ley Municipal de 1823, elaborando un proyecto de ley en su lugar que recortaba la autonomía municipal y el sufragio popular. La Milicia Nacional y muchos ayuntamientos se echaron a la calle. La reina tuvo que llamar a Espartero; ante el programa radical de éste, prefirió renunciar, quedando Espartero investido también con el papel de regente. Pero pronto vino la escisión por las exigencias democráticas del proletariado, que terminaron en motines tan fuertes como lo demuestra el que los obreros barceloneses empuñaron las armas y Espartero se viera obligado a recurrir al ejército y a bombardear Barcelona. No fue esto sólo: los mismos progresistas no tardaron en dividirse y aliarse con los moderados, quedando Espartero apoyado solamente en un grupo de militares. En mayo de 1843, el levantamiento de Prim y Serrano en Cataluña, y de Narváez y Concha en Valencia triunfa, y Espartero tiene que embarcarse rumbo a Londres el 30 de julio. Los moderados en el poder: la década moderada (1843-1854) 5 Los moderados llegan al poder mediante una acción conjunta de moderados y progresistas para derribar a Espartero. El gobierno provisional, presidido por Joaquín María López, desarma a la Milicia Nacional y propone a las Cortes la declaración de mayoría de edad de Isabel II (tenía 13 años). La primera medida de la joven reina será destituir al jefe del gobierno para entregar el poder a los moderados A este gobierno provisional le sucede el de Salustiano Olózaga, resuelto a llevar a cabo un programa progresista, pero fracasa, es destituido y sale desterrado para Inglaterra. Ocupa el gobierno González Bravo (radical convertido en dictador), en una etapa de transición hasta que se afianzan los moderados y Narváez se hace con el poder el 3 de mayo de 1844. El éxito político de los colaboradores de Narváez se basa en la mano dura querida por las clases aristocráticas para mantener su predominio en el campo, y por las clases burguesas, deseosas de consolidar la expansión industrial. la Iglesia llega también a un acuerdo con la burguesía y el poder, con lo que su peso se hace sentir en la política, a la vez que empuja a los moderados al derechismo. Narváez gobernaba en dictadura: suspendió el derecho de reunión y amordazó a la prensa. Todo intento de rebelión o pronunciamiento fue castigado sin compasión (en un año se impusieron más de 200 penas de muerte, y los políticos y periodistas disidentes fueron encarcelados y deportados a centenares). Declaró una vez: “¿Enemigos? No tengo ninguno. Los he fusilado a todos”. La ideología de lo moderados se basaba en el llamado liberalismo doctrinario, cuya pretensión era limitar los derechos y las libertades populares, restringir el voto y favorecer el enriquecimiento de la nueva clase dominante. Se concretó en la Constitución de 1845, que negaba el principio de la soberanía nacional, establecía un sistema bicameral en el que el Senado era designado directamente por la Corona que aumentaba sensiblemente su prerrogativas. Para aplacar al Vaticano, molesto todavía por la desamortización, paralizó la venta de bienes nacionales y estableció un acuerdo (Concordato de 1851) por el que el Estado se comprometía a hacer respetar la fe católica en la enseñanza, a dotar de sueldo a los clérigos con cargo al presupuesto y otros beneficios que 6 hacía aparecer al Estado como confesional. A cambio el Papa reconocía como legítimas las propiedades adquiridas en el proceso desamortizador. En 1844 para garantizar el orden se creó la Guardia Civil, destinada a reprimir el descontento popular cada vez más frecuente. Con otras medidas intentaron a su manera la modernización del país: un nuevo Código Penal, el primer Plan General de Estudios que reglamentaba y ponía la enseñanza bajo el control del Estado, y una nueva reforma fiscal que establecía un sistema de impuestos más uniforme, suprimiendo privilegios regionales. En 1846, el descontento político llevó nuevamente a algunos sectores del carlismo a sublevarse (guerra de los Matiners en Cataluña). En sectores del progresismo se empezó a difundir la idea de que era preciso cambiar el sistema de propiedad y de organización social. Llegaron las influencias de los primeros pensadores del socialismo utópico. En 1848, se produjo una explosión revolucionaria en toda Europa. El pueblo quería el sufragio universal y pedía el “derecho de vivir, derecho de trabajar y participar en los productos”. Es decir, una demanda de democracia. Era la llamada “primavera de las naciones”. Su publicaba también en este año, en febrero, el Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engels. En España también se dejaron sentir las consecuencias de la crisis, produciéndose algunos levantamientos de demócratas y republicanos. En el período 1843 a 1854 hay una docena y media de cambios de gobierno, lo que da idea de la existencia de bandos rivales entre los moderados: "puritanos" (Joaquín María Pacheco), "polacos" (conde de San Luis), "reaccionarios" (Bravo Murillo), "neocatólicos" (Donoso Cortés), etc. El 12 de febrero de 1846 cae Narvaez pero vuelve a ser llamado el 4 de octubre de 1847, tras los breves gobiernos de Miraflores, Istúriz, duque de Sotomayor, Pacheco y García Goyena. El Bienio Progresista (1854-1856) El gobierno moderado se corrompió visiblemente en su afán de servir al enriquecimiento de su base social. El Bienio se inicia con el pronunciamiento militar del general O'Donnell (28 de junio de 1854), la llamada "Vicalvarada", con lo que los progresistas vuelven al poder (se trata de un alzamiento extraño, 7 sin ninguna proclama de tipo reformador). Posteriormente se publicará el Manifiesto de Manzanares en el que se recogen algunas de reivindicaciones de los progresistas: reforma de la ley electoral y de imprenta, rebaja de los impuestos, robustecimiento de las autonomías regionales y la restauración de la Milicia Nacional. Debido a las movilizaciones progresistas, a través de las Juntas de Salvación Nacional (Madrid, Barcelona, Zaragoza y San Sebastián), lo que parecía un movimiento conservador se transforma en revolucionario. El 27 de julio de 1854, la reina entregará de nuevo el poder a Espartero que, en Zaragoza, se había puesto al frente de los sublevados. Se inicia un proceso de cambio de régimen y se convocan elecciones a Cortes constituyentes para preparar la nueva constitución, la de 1856, que no llegaría a promulgarse. En resumen, la obra política del Bienio se reduce a la prosecución de la desamortización de 1855 (Ley Madoz) sobre bienes religiosos y civiles. También de 1855 es la Ley de Ferrocarriles en la que se establece el mecanismo financiero que iba a posibilitar que España contase, hacia 1870, con una red modesta de vías férreas. La Ley bancaria de 1856 permitió la creación de sociedades de crédito y nuevos bancos. Los movimientos obreros de 1856 (Barcelona, Valladolid) producirán una situación de inestabilidad. Al final, se suspenden las Cortes y Espartero dimite, haciéndose cargo del poder O'Donnell, jefe de la Unión Liberal (que equivalía a la agrupación de todas las clases satisfechas), con cierta resistencia de la Milicia Nacional. Los últimos años del reinado de Isabel II (1856-1868) O'Donnell y Narváez presidirán los gobiernos que se turnan durante los últimos doce años del reinado de Isabel II. La labor de O'Donnell se concretó en la reorganización de diputaciones y ayuntamientos, la disolución de la Milicia Nacional y de las Cortes, la suspensión de la desamortización eclesiástica (no civil) y la restauración de la constitución de 1845. De cara al exterior, dominan las aventuras militares coloniales, como la guerra de África (1859-60), para defender las plazas del norte de África de 8 los ataques de los marroquíes. Otras expediciones a México y a Conchinchina no pasaron de escaramuzas sin sentido. La falta de fuerza ideológica de los grupos de poder y la crisis económica europea general de 1865-66, contribuirán al hundimiento del régimen. A la discordia entre moderados y unionistas se añade el peligro de alianza entre progresistas y demócratas (reunión de Ostende de miembros de estos partidos para decidir el destronamiento de Isabel II). Cuando, muerto O'Donnell, se hace cargo de la jefatura de la Unión Liberal el general Serrano (que se adhiere al pacto de Ostende), el trono se queda sin apoyo. TEXTOS 1. La burguesía, vasalla de la oligarquía. "La enjuta burguesía española que no pudo hacer su revolución ni erigir su estado de clase, limpio de elementos feudales o territoriales, selló con la aristocracia y los grandes propietarios del suelo un compromiso análogo al que impuso a la burguesía alemana el fracaso de su revolución en el siglo XIX. Si la burguesía westfalorrenana se sometió a los grandes señores prusianos, la burguesía vasca y catalana y cuanto había de clase media en el resto de España, claudicaron ante la oligarquía territorial castellano-andaluza... La sumisión se produjo porque las viejas clases eran más poderosas socialmente que las nuevas, y porque los capitalistas, núcleo históricamente rezagado, habían de tratar de emanciparse en condiciones francamente adversas, en un momento en que el proletariado, más exigente que el francés o inglés de 1700 ó 1800, se manifestaba contra la propiedad privada de todo tipo. Por tales motivos, la clase media de las naciones de capitalismo retrasado, se vio impulsada a abandonar la lucha por el poder y hacerse conservadora... ¿A qué causas atribuir que el capitalismo español sea anticapitalista, que la Banca, por ejemplo, no favorezca, como debiera, al comercio o a la industria? La razón es que en el capitalismo español se ocultan poderosos elementos anticapitalistas. La oligarquía agraria goza de tal preeminencia en la economía nacional, que no sólo se ha impuesto en el campo y en el Estado, sino que ha marcado con su impronta medieval a la organización financiera, fuente de vida del comercio y de la industria en los países verdaderamente capitalistas" (A. Ramos Oliveira, Historia de España) 2. El analfabetismo. "La indiferencia del pueblo o su violencia -que fue feroz en las guerras carlistas por los dos bandos- dependen en gran medida de su incultura. No sólo se interrumpió la obra de los ilustrados, sino que las guerras de 1808 y 1833 deshicieron parte de lo hecho. El 72 % de los españoles eran analfabetos (62'7 en 1877). Entre mujeres, la cifra supera el 80 %. El sur y el Levante son las zonas más incultas -y las más violentas socialmente-;tras la escuela elemental -de las que un 41 % estaban incompletas y todas con maestros pagados 9 miserablemente- la enseñanza prácticamente desaparecía. Sólo había 354 escuelas de "primaria superior", menos de 50 institutos y otros tantos colegios privados. En 1857 estudiaban enseñanza secundaria 15.000 españoles: su número era inferior al de seminaristas. En la Universidad el número, aunque inferior, era parecido y no disminuía mucho porque los estudiantes de bachillerato, de clase privilegiada, eran los mismos que seguían luego las carreras superiores. La violencia didáctica, el memorismo y la estrechez de miras eran enormes. Hasta la llegada de la Institución Libre de Enseñanza -que tantas aversiones tradicionalistas despertó y despierta aún- no hubo en realidad una pedagogía española" (J. Gutierrez, G. Fatás, A. Borderías, Geografía e Historia de España, Ed. Luis Vives, Zaragoza, 1977, 233) 10