EL RÉCORD DESLUMBRANTE DEL NADADOR CANARIO CIEGO

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EL MUNDO / AÑO XX, NÚMERO 675
CRÓNICA
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DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2008
HOMENAJE / EL «PHELPS» ESPAÑOL
COMITÉ PARALÍMPICO
CUATRO... MÁS DOS. A los cuatro oros conseguidos por Enhamed en Pekín hay que sumar los dos bronces logrados en Atenas. En Londres 2016 podría aspirar a cazar cinco metales más.
EL RÉCORD
DESLUMBRANTE
DEL NADADOR
CANARIO CIEGO
A LOS 8 años perdió la vista. Sus cuatro
oros en Pekín han hecho abrir los ojos a los
entendidos en natación. Su medalla vale 10
veces menos en euros por ser paralímpico
M
JAVIER GÓMEZ
ichael era un chaval
tímido de Baltimore
al que le daba miedo
nadar. A miles de kilómetros de allí, a Enhamed le pasaba lo mismo. No había quien le metiese en el agua, ni para bañarlo.
Cuando sus hermanos se zambullían
en las playas de El Aaiún, la cornisa
donde el Sáhara por fin se moja los
pies, él se cruzaba de brazos en la orilla, grabando con calma atlántica cada momento en su retina.
Años después, esos dos mocosos
que le tenían pavor al agua salieron
como peces victoriosos de una misma piscina, el Cubo de agua de Pekín. El introvertido Michael se convirtió en Phelps, mejor atleta olímpi-
co de la Historia y el único en conseguir ocho medallas de oro en unos
Juegos. Y Enhamed firmó esta semana una gesta del deporte español,
logrando cuatro metales dorados en
las Paralimpiadas.
Pero aquellas largas tardes mirando chapotear a sus cinco hermanos quedaron remachadas en la memoria de Enhamed Enhamed Mohamed Yadih. Lo que se desprendió
definitivamente, cuando tenía ocho
años, fue su retina. Ese mar del que
tanto desconfiaba, aunque teñido de
negro, pasó entonces a ser el único
lugar en el que no dependía de nadie; su único mundo sin obstáculos.
Enhamed tiene una retinosis congénita. Y a ver quién le explica la retinosis a un chaval de ocho años ese
día en que todo se apaga. Su herma-
no Mohamed, 12 años mayor, padece la misma enfermedad. Son los
únicos ciegos de seis hermanos.
La mayor, Monia, recuerda el dolor y la angustia de las horas pasadas en salas de espera, entre revistas
anticuadas y esperanzas vanas de
que Mohamed pudiese curarse. Su
madre, Galia, lo asumió con resignación devota: «Dios así quiso. Nosotros tenemos que dar gracias, porque lo que Dios no les dio en los ojos
se lo dio en el corazón».
Él, Enhamed, lo vivió con estoica
indiferencia. Sí, indiferencia. Sin
erratas. «Para mí fue un cambio
más. No me afectó ni me costó aceptar la ceguera. Lo que me resultó incomprensible fue el cambio en las
personas que me rodeaban. Mis
amigos ya no brincaban conmigo.
Todos me pedían que tuviese cuidado y dejase de correr. Ese sobreproteccionismo es muy difícil de entender para un niño», declara el miércoles a Crónica desde Pekín, con su
cuarto oro todavía mojado.
UNA MÁS QUE PHELPS
Esta imperturbabilidad marmórea
sorprendía en un renacuajo que apenas levantaba dos palmos del suelo,
pero es la materia prima con la que
se ha forjado un campeón olímpico
que ha entrenado seis horas al día —
una más que Phelps, por cierto—,
seis veces por semana, durante los
últimos cuatro años.
Lo conseguido, nadie lo esperaba.
Ni siquiera él. Confiaba en ganar los
100 mariposa con récord del mundo
(11 segundos más que el de Phelps)
y su sueño pasaba por hacer doblete
en los 400 libres. Al final, también
embarcó para casa los 50 y los 100 libres. Cuatro metales que sumar a
los dos bronces que logró, siendo sólo un mozalbete de 17 años, en Ate-
LOS OTROS TRIUNFADORES
Teresa Perales. Zaragozana de 32 años, vuelve con
cinco medallas —tres oros— en natación. Ya es la
paralímpica con más medallas de la Historia (16), junto a
Purificación Santamarta y Xavi Torres, a los que espera
superar en Londres. Los entrenamientos le dejan tiempo
para la escritura (Mi vida en silla de ruedas, La Esfera).
Richard Oribe. Este nadador vasco, con parálisis
cerebral, se convirtió en Pekín (un oro y tres platas) en
uno de los paralímpicos españoles más laureados, al
sumar 14 preseas en las últimas cuatro olimpiadas.
Compagina los entrenamientos con el trabajo en el
taller de sus padres.
Javier Otxoa. El ciclista vizcaíno ya probó las mieles del
triunfo en su carrera como ciclista profesional. Cuando
rodaba con su hermano, también ciclista, un camión les
atropelló. Su gemelo, Ricardo, falleció. A él le quedó una
parálisis cerebral. En Pekín obtuvo una medalla de oro y
otra de plata, repitiendo el éxito conseguido en Atenas.
Xavi Torres. Es otro de los exponentes del éxito
español en el Cubo de agua. Torres, que carece de las
cuatro extemidades, obtuvo dos platas en Pekín. Tiene,
como Teresa Perales, 16 medallas olímpicas, pero él se
baja aquí de su carrera. Lo que no le impedirá ser
embajador de la candidatura de Madrid 2016.
nas. Sólo se le escaparon los 100 metros espalda, donde llegó octavo.
Enhamed no fue el más laureado
de Pekín. Natalie du Toit, la nadadora sudafricana —cinco oros— y el
brasileño Daniel Dias —nueve medallas, cuatro de ellas doradas— le
superaron. Pero su actuación fue todo un hito para los especialistas.
«Este país no sigue la natación y
la gente no valora lo que ha conseguido. No son sólo los cuatro oros,
sino sus marcas estratosféricas», explica a Crónica Ana Belén del Villar,
una de sus entrenadoras, que lo conoce desde que siendo un crío llegó
a una escuela especial de la ONCE,
en Madrid, donde permaneció hasta
los 14 años. Cuando el espigado
Enhamed (1,90 m.) decidió aparcar
sus estudios de Administración y Dirección de Empresas en la Complutense y preparar en exclusiva los
Juegos de Pekín, Ana Belén, asombrada por la capacidad de su pupilo,
le exigía más y más y le explicaba lo
alto que podría llegar.
Rendido, con el gorro de plástico
en la mano, Enhamed siempre respondía que le sobreestimaba. Hace
un par de días, a Ana Belén le llegó
un mensaje SMS desde Pekín. Era
su mejor alumno: «Me he dado
cuenta de que tenías razón».
CRÓNICA
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DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2008
Enhamed tiene hoy 21 años, buenas perspectivas para los Juegos de
Londres 2016 y es feliz: «Antes había muchas cosas que me hubiese
gustado ver, pero a medida que ha
ido pasando el tiempo cada vez estoy mejor así». Si pudiese recuperar
DEL DESIERTO A LA PISCINA.
Enhamed Enhamed nació en Las Palmas
pero ha visitado a menudo el desierto.
Sus padres nacieron en el Sáhara cuando
era español y tienen allí una tienda.
la visión unos minutos, hay dos cosas que querría contemplar: una
montaña nevada, algo que ni siquiera contempló de niño, y los 100 metros mariposa de Michael Phelps,
que su alter ego estadounidense ganó estirándose hasta el infinito para
superar en la última brazada al serbio Milorad Cavic.
Sólo hay algo que le saca de sus
frías casillas, una trampa urbana:
«Odio los andamios con toda mi alma. El cuerpo va por un lado, el bastón por otro y, al final, la cabeza
siempre termina en el centro, directa en el barrote».
Su memoria almacena recuerdos que el tiempo ha cubierto de
vaho. Sólo dos imágenes siguen intactas: aquellos ratos en que miraba el mar con ojuelos asombrados
y timoratos y las bulliciosas cenas
en su casa de Las Palmas, cerca de
la playa de Las Canteras, con sus
hermanos y sus padres.
ORIGEN SAHARAUI
Enhamed nació en Las Palmas, adonde sus padres —nacidos en El Aaiún
cuando esta tierra saharaui y hoy marroquí era una provincia española—
se mudaron a principios de los 70.
Todos, padres e hijos, sólo tienen una
nacionalidad, la española. Y no entienden por qué la consonancia de su
apellido, acorde con su cultura árabe, ha llevado a tantos y tantos medios a mencionar la muletilla «inmigrantes». Dicho queda.
Los padres, importadores de té y
propietarios de una tienda en El
Aaiún, van y vienen de Canarias a
África. Sus hijos, también, aunque
Enhamed ha olvidado el hasanía —
dialecto árabe hablado en el suroeste del Magreb— para desconsuelo
de su madre, que el miércoles se
apostó con la mirada vidriosa y el
corazón encogido frente al televisor
para ver a su hijo portar la bandera
española en la ceremonia de clausura. En medio de esa Breda festiva de
estandartes y mástiles, Enhamed caminaba ufano, guiado por una sonrisa achinada, olvidado el semblante
serio y la concentración estajanovista de la última semana.
Antes de cada prueba, el nadador repetía el mismo ritual: colocarse frente a la piscina con sus
ojos en alba y, como si viese a través de sus escleróticas opacas, imaginar la prueba tal como quería que
trascurriese. Más de una vez, Enhamed ha imaginado ponerse en la
piel de Phelps. En la piscina no tiene referencias visuales, pero ha
agudizado otras sensaciones, como
el roce del agua, la velocidad y el
sonido. En la final de los 200 mariposa, las gafas de Phelps comenzaron a filtrar líquido. «En el cuarto
largo, estaba totalmente ciego», dijo el campeón. Por una vez, Phelps
también se sintió como Enhamed.
Al plusmarquista español le hala-
SI PUDIERA RECOBRAR LA VISTA
QUERRÍA CONTEMPLAR UNA
MONTAÑA NEVADA Y LOS 100
MARIPOSA DE MICHAEL PHELPS
GREG BAKER / GREG BAKER
ga que le comparen con «el mejor
deportista de la Historia», pero le incomoda porque, dice, «no es real».
Sin embargo, apenas buceamos en
la conversación, reconoce ciertos
paralelismos: «Tenemos algunas similitudes en el tipo de brazada. Ambos tiramos con mucha fuerza en el
inicio de la brazada, con una posición de los brazos, la cabeza y los
hombros bastante característica.
Sin embargo él respira más veces
que yo, porque yo mientras no saque la cabeza para respirar, me
tuerzo menos en la calle».
Además de sus ocho oros, Phelps
tiene un segundo récord: sus pantagruélicos desayunos. El nadador estadounisense dice arrancar el día
con la gasolina de un trailer: tres
emparedados vegetales con huevos
fritos, dos tazas de café, una tortilla
de cinco huevos y la correspondiente dosis de cereales, más tres tostadas y tres tortitas. Ahí no hay comparación posible, porque Enhamed
se conforma con un piscolabis terrícola: un café, un zumo y un cruasán
o dos tostadas con aceite. En lo que
sí coinciden es en el amor de ambos
por las hamburguesas. Que tomen
nota los adictos a las dietas.
A primera vista, apenas hay diferencias entre la natación para invidentes [que no es la única categoría
de natación paralímpica] y la que siguen millones de personas por televisión: sólo un pequeño golpe de
bastón en la cabeza del nadador a
un par de brazadas del muro, para
avisarle del viraje.
La disparidad reside en lo que
perciben unos y otros por un mismo
esfuerzo. Enhamed vive desde hace
dos años en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, con una beca de
16.000 euros al año del plan ADOP,
concebido para atletas paralímpicos. Un pellizco más que un mileurista, con alojamiento resuelto.
El Comité Paralímpico Español
paga cada oro a 9.000 euros. Los
españoles sin discapacidad que subieron a lo más alto del podio pequinés lograron del COE 90.000 euros. Según la hipócrita calculadora
del mérito deportivo, cuatro oros
paralímpicos (36.000 euros) valen
poco más que un bronce vidente
(30.000 euros). No es así en todos
los sitios: en Italia, cada oro paralímpico vale 78.000 euros.
El número de medallas logradas
en los Juegos Paralímpicos (58, 31
de ellas en natación) es muy superior a las 18 (sólo cinco oros, uno
más que Enhamed él sólo) obtenidas en las Olimpiadas.
PASIÓN POR EL CINE
A Enhamed no le da miedo dejar de
nadar. Cuando ocurra, retomará sus
estudios. Dice que tiene ganas de vivir «sin pensar que el objetivo de cada día es darlo todo en menos de un
minuto». Tendrá más tiempo para ir
al cine, una de sus pasiones. Le importa poco sentarse delante o detrás,
lo importante es tener a su hermana
Monia al lado, para que le bisbisee lo
que muestra en la pantalla durante
los silencios.
Cuando quedan, Enhamed, sigue dándole consejos, como ha
hecho siempre, a pesar de sus 12
años menos. Lejos quedan aquellos recuerdos de su hermano pequeño abrazado a un cuenco rojo.
Todos los bebés se encariñan con
un trozo de tela, una manta o un
peluche. Pero a él le dio por un
bol rojo, como una premonición
del Cubo de agua en el que lograría sus cuatro oros.
Ahora, recién llegado a Canarias con cuatro oros guiando su
paso, quiere tomarse un par de
semanas de descanso antes de
volver al agua. Ese mundo donde
no depende de nadie. Y donde no
existen los andamios.
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