¿Qué entendemos por movilidad sustentable? El concepto de movilidad sustentable nace del análisis de los problemas medioambientales y sociales ocasionados por el crecimiento de la población, las grandes ciudades y la cantidad de medios de transporte para satisfacer las necesidades de traslado y distribución de mercaderías. Algunos de los principales efectos que estos problemas traen son la contaminación del aire, el consumo excesivo de energía aún en fuentes no renovables y la saturación de las vías urbanas de comunicación. Al conjunto de estrategias que en las ciudades se ponen en juego para mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes se lo denomina movilidad sustentable. Tiene en cuenta aspectos ambientalistas, como la contaminación, así como también cuestiones referidas a valores y comportamientos que favorecen la convivencia y el buen hacer cotidiano. Sus efectos inciden en el ambiente natural, social y urbano, y por eso, es necesario crear programas que colaboren con la concientización de la población en este aspecto. La movilidad es un derecho que, como todos los otros derechos, está sujeto a determinados límites. En este caso, tienen que ver con los impactos asociados a cada medio y sistema de transporte. Pero también es una decisión individual, ya que cada ciudadano tiene la opción de escoger un medio u otro en función de las características del desplazamiento que deba realizar. La movilidad sostenible es una manera de desplazarse, de viajar que, ante todo, respeta a los residentes, peatones, ciclistas, pasajeros del transporte público y demás conductores. Ello implica que, mientras se conduce el coche o la moto (extensible a transportistas y conductores de vehículos comerciales), hay que producir el mínimo costo energético, contaminar lo menos posible, procurar reducir el ruido y dar preferencia al otro usuario de la vía. Indagando en el concepto… Existen distintas definiciones de “movilidad sostenible”. La del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) indica que es aquella capaz de satisfacer las necesidades de la sociedad, de moverse libremente, comunicarse, comercializar o establecer relaciones sin sacrificar otros valores humanos o ecológicos básicos actuales o del futuro. Es decir, sin comprometer el bienestar de las generaciones venideras. Este concepto se traduce en una serie de principios básicos que sostienen un modelo concreto de movilidad: eficiencia, seguridad, equilibrio, bienestar, competitividad y salud. A la luz de estos principios, todas las personas tienen derecho a desplazarse de forma segura y en un entorno urbano tranquilo. Así, la función de las calles deja de ser únicamente la de constituir una red de vías rápidas destinadas a los autos, para convertirse en un espacio compartido de convivencia saludable. Este tipo de movilidad: • Es más equitativa porque garantiza el acceso universal de todos los ciudadanos a los lugares públicos, tanto como los equipamientos en transporte público colectivo o en medios no motorizados, e intenta evitar la exclusión laboral relacionada con la falta de vehículo privado a motor o, incluso, de permiso de conducir. • Es más eficiente porque fomenta un menor consumo de energía por persona en el uso de los medios de transporte. • • • • Es más segura porque protege a los grupos más vulnerables –peatones, ciclistas y personas con movilidad reducida– y disminuye el riesgo de accidentes. Es más saludable porque atenúa las emisiones contaminantes y de efecto invernadero por persona, y considera las consecuencias de la contaminación sobre la salud colectiva. Es más competitiva porque da valor al tiempo perdido en congestiones de tránsito y desplazamientos. Es también más participativa porque tiene en cuenta a todos los agentes y sectores implicados en la planificación y la gestión de la movilidad, y los invita a debatir y consensuar políticas y propuestas para llevar a cabo. La movilidad en las grandes ciudades es una importante generadora de gases de efecto invernadero. De hecho, el porcentaje más alto es producido por los vehículos automotores ya que utilizan múltiples combustibles fósiles (gasolina, diesel, gas y aceites entre otros). La combustión de tales hidrocarburos genera considerables concentraciones de gases que provocan el efecto invernadero. El efecto invernadero El cambio climático está vinculado con la quema de combustibles fósiles –especialmente carbón, gas y petróleo–, y con la deforestación, es decir, la pérdida de cobertura forestal. En ambos casos, la consecuencia es la excesiva emisión de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, los que están incrementando la temperatura del Planeta. De manera natural, el efecto invernadero evita que parte del calor del sol recibido por la Tierra deje la atmósfera y vuelva al espacio, lo que permite que nuestro Planeta tenga una temperatura aceptable para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos. Este efecto es necesario para la proliferación de la vida, pero debido a las actividades industriales, la deforestación y la quema de combustibles fósiles, las concentraciones de GEI se dispararon y trajeron consigo el calentamiento global. Principales fuentes emisoras de gases de efecto invernadero: • Transporte (automotriz, aéreo, ferrocarril, marítimo). • Agricultura (uso de fertilizantes). • Desechos (rellenos sanitarios). • Procesos industriales.