guia-pastoral-al-jub.. - Parroquia La Purisima Valencia

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Arquidiócesis de Valencia
Departamento de catequesis
El Año Santo Jubilar de la
Misericordia
(Subsidio Pastoral)
Elaborado y recopilado por el Pbro. Antonio L. Arocha M.
Del 8 de diciembre 2015
13 de noviembre 2016
Contenido
El jubileo de la Misericordia
¿Qué es la Bula Misericordiae Vultus?
¿Qué es la Puerta Santa de la Misericordia?
¿Qué es la Indulgencia?
¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia?
¿Cuáles son las condiciones para obtener la indulgencia?
¿Qué significan el Lema y el Logo del Año jubilar?
¿Quiénes son los Misioneros de la Misericordia?
¿Cuáles son las características de los misioneros de la Misericordia?
¿Cuáles son las funciones de los Misioneros de la Misericordia?
¿Cuál es el Himno oficial del jubileo de la misericordia?
La Oración del Papa Francisco del Jubileo de la Misericordia
Las Obras de Misericordia
El Credo
Examen de Conciencia para el Sacramento de la reconciliación
Pistas para Una Breve Catequesis sobre la Misericordia
Lectio Divina de Lc 10, 25-37
El Visado Misericordioso del Peregrino
El Jubileo de la Misericordia
El Santo Padre Francisco está muy interesado en que el
próximo Año Santo extraordinario se celebre no sólo en Roma, sino
también en las Iglesias particulares como signo visible de la unidad y
caridad de toda la Iglesia. No sólo la apertura de la Puerta de la
Misericordia, sino también otras iniciativas especiales que el Papa
realizará en Roma para el Jubileo podrían tener su continuidad en las
Diócesis, con iniciativas similares y gestos igualmente significativos,
teniendo siempre en cuenta las tradiciones locales. Esto valdrá en
particular para los signos del Jubileo que el Santo Padre tiene intención
de realizar para dar testimonio en primera persona de las obras de
misericordia.
Con el presente folleto pretendemos ofrecer algunas
indicaciones y sugerencias sobre las principales iniciativas previstas
para el próximo Año Santo en la Arquidiócesis de Valencia. El objetivo
es tener a la mano un subsidio que ayude al peregrino a participar
activo, y conscientemente en cada experiencia con las actividades del
Año Santo de la Misericordia.
¿Qué es la Bula Misericordiae Vultus?
El pasado 13 de marzo, en el segundo aniversario de su elección
como Sucesor de Pedro, el Papa Francisco anunció el Año Santo
extraordinario, el primer Año Santo que no se celebra con una
referencia temporal, sino para resaltar el rasgo de Dios Padre más
evocado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Su
Misericordia.
La Bula de Indicción del Jubileo, Misericordiae Vultus, publicada
el 11 de abril, ha iluminado esta iniciativa del Santo Padre,
proponiéndose como texto clave para reflexionar sobre el significado
del Año Santo y para encontrar útiles orientaciones pastorales para su
aplicación.
Ya en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium se puede
reconocer cómo la misericordia ocupa un lugar central en el
pontificado del Papa Francisco. Una expresión en particular lo muestra
claramente: “La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar
misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del
Padre y su fuerza difusiva” (EG 24). En las densas páginas de la Bula,
que son una verdadera síntesis teológica sobre la misericordia, el Papa
Francisco describe el camino del Jubileo.
La misericordia no es una palabra abstracta; expresa más bien
el rostro de Dios, la acción concreta y cotidiana de Jesús de Nazaret, y
la forma a través de la cual se expresa de una manera convincente la
credibilidad de la Iglesia.
Todos estamos llamados, por lo tanto, a acoger los signos de
Dios dondequiera que estén y en la forma concreta en que se
manifiesten. Como ha escrito el Papa: “De este amor, que llega hasta
el perdón y al don de sí, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los
hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser
evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las
comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera
que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de
misericordia” (MV 12).
¿Qué es la Puerta Santa de la Misericordia?
La Puerta de la Misericordia es una Puerta Santa especial que,
durante este Año Santo extraordinario, el Santo Padre Francisco ha
pedido que se abra en cada Diócesis, permitiendo a los fieles de todo
el mundo experimentar plenamente la Misericordia del Padre. El
mismo Papa Francisco lo expresa así en la Bula de Indicción
Misericordiae Vultus (n. 3): “Para el mismo domingo (Domingo III de
Adviento) establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que
es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en una iglesia de significado
especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la
Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en
los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos
con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el
camino de la conversión”.
Corresponde, por consiguiente, al Ordinario decidir en qué
iglesia se abrirá la Puerta de la Misericordia. Por supuesto, se
garantizará que en la misma iglesia estén siempre disponibles
sacerdotes para las confesiones, al menos durante la celebración del
Jubileo. En la arquidiócesis de Valencia, luego de oír el parecer de los
miembros de la comisión Arquidiocesana que prepara el Año Santo en
esta Iglesia particular, el arzobispo Mons. Reinaldo Del Prette aprobó
abrir las Puertas Santas en los siguientes templos parroquiales:
Catedral de Valencia, Misericordia del Señor en el Morro, Ntra. Sra. Del
Rosario en Guigue, Ntra. Sra. Del Carmen en San Joaquín e Inmaculada
Concepción en Montalbán. Cada una de estas puertas estará disponible
para todos los fieles de la Arquidiócesis de Valencia, durante todo el
Año Santo a partir del trece de diciembre 2015, para ser atravesadas y
cumpliendo con las exigencias espirituales poder obtener los
beneficios que concede la indulgencia jubilar.
¿Qué es la Indulgencia?
Es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados,
ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y
cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la
Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y
aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los
santos” (CIgC 1471).
¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia?
No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario
mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el
sacramento de la Reconciliación (Cfr. CIgC 1486). Pero, según la
doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva
consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena
eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca
mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se
arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él
para siempre.
Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la
Reconciliación entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la
llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que
comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el
pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el
purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el
pecado ha dejado en su vida.
Podemos poner una comparación. Imaginemos una
intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El
nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo
de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido
exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la
necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que
el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención
han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha
sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado
de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que
reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado;
es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.
¿Cuáles son las condiciones para obtener la indulgencia en
el año Jubilar?
El tiempo de gracia del Jubileo de la Misericordia se
caracterizará, naturalmente, por la posibilidad de obtener la
indulgencia plenaria a través de algunos ejercicios de piedad –
culminados por la entrada por la Puerta Santa o Puerta de la
Misericordia – que acompañarán la oración y las celebraciones de los
sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, como signos
concretos del camino de conversión e “inmersión” en la Misericordia
del Padre.
En cualquiera de los siguientes casos que se mencionan para
obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las
condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y
oración por las intenciones del Santo Padre. En una carta dada a
conocer el pasado 1 de septiembre, por el Año de la Misericordia, el
Papa Francisco explicó las formas en las que los fieles podrán obtener
la indulgencia durante este jubileo; ya sea en Roma, en cualquier lugar
del mundo e incluso en las cárceles. El Santo Padre también explica el
modo en el que deben proceder los enfermos y ancianos para obtener
esta gracia.
1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación
hacia la Puerta Santa”, que en el caso de valencia ya están establecidas:
Catedral de Valencia, Misericordia del Señor en el Morro, Ntra. Sra. Del
Rosario en Guigue, Ntra. Sra. Del Carmen en San Joaquín e Inmaculada
Concepción en Montalbán. “Será signo del deseo profundo de
auténtica conversión”.
2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en
los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las
iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es
importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento
de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con un
reflexión sobre la misericordia”. El Papa precisa que “será necesario
acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración
por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la
Iglesia y de todo el mundo”.
3.- El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel
realice personalmente una o más las obras de misericordia corporales
y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”.
“De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener
la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre
que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar
plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe,
esperanza y caridad”, resalta el Papa.
4.- Sobre los enfermos y las personas ancianas que no pueden
salir de casa, el Pontífice afirma que para ellos “será de gran ayuda vivir
la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al
Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la
vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad”.
“Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de
prueba, recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la
oración comunitaria, también a través de los diversos medios de
comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia
jubilar”.
5.- Sobre los presos, el Pontífice explica que “en las capillas de
las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la
puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre,
pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la
misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también
capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
6.- Indulgencia para los difuntos: “de igual modo que los
recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran
misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro
misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda
abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”.
¿Qué significa el lema y el logo del Año jubilar?
Con el lema Misericordiosos como el Padre (tomado del
Evangelio de Lucas, 6,36) se propone vivir la misericordia siguiendo el
ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y
amar sin medida (cfr. Lc 6,37-38).
El logo – obra del jesuita Marko I. Rupnik – se presenta como
un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en
efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado,
recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, ya
que indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su
encarnación con la redención.
El dibujo se ha realizado en modo tal de destacar el Buen Pastor
que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor
capaz de cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle
particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la
humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. Cristo ve
con el ojo de Adán y este lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre
descubre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que
lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre. La escena se
coloca dentro la mandorla que es también una figura importante en la
iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la copresencia de las
dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos
concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo,
sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche
del pecado y de la muerte.
Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere
también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo
perdona.
¿Quiénes son los Misioneros de la Misericordia?
Los Misioneros de la Misericordia son buenos sacerdotes,
pacientes, comprensibles con los límites de los hombres, pero capaces
de expresar los sentimientos del Buen Pastor en su misión de predicar
y de confesar. Su ministerio se llevará a cabo principalmente durante
la Cuaresma, pero sus servicios podrán ser requeridos durante todo el
Jubileo. Serán enviados por el Papa Francisco el Miércoles de Ceniza,
con una celebración en la Basílica de San Pedro.
Los Obispos, a través de la zona restringida de la página web del
Jubileo, tendrán acceso a la lista de los misioneros disponibles,
agrupados por país y por idioma, y podrán, por lo tanto, ponerse en
contacto con ellos directamente para invitarlos a la misión en su propia
diócesis. Por esto, le pido también de facilitarnos la información para
el contacto personal.
¿Cuál es el Himno oficial del jubileo de la misericordia?
¿Cuáles son las características de los misioneros de la
Misericordia?
La Oración del Papa Francisco del Jubileo de la
Misericordia
Las características de los Misioneros de la Misericordia se
describen en la bula (MV 18):
 Signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de
su perdón.
 Artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad,
fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los
obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo.
 Se dejarán conducir en su misión por las palabras del Apóstol:
«Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener
misericordia de todos» (Rm 11,32).
 Predicadores convincentes de la misericordia.
 Anunciadores de la alegría del perdón.
 Confesores accesibles, amables, compasivos y atentos
especialmente a las difíciles situaciones de las personas
particulares.
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos
como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también
a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la
esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la
felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra
que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el
rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en
el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y
glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de
debilidad para que sientan sincera compasión por los que se
encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a
uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que
el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia
pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a
los ciegos.
¿Cuáles son las funciones de los Misioneros de la
Misericordia?
Los Misioneros serán invitados por los obispos diocesanos a
acudir a sus respectivas diócesis, con el fin de animar las misiones al
pueblo o iniciativas específicas relacionadas con el Jubileo, haciendo
especial referencia a la celebración del Sacramento de la
Reconciliación. El Santo Padre, de hecho, les otorgará la autoridad para
perdonar también los pecados reservados a la Sede Apostólica.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la
Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por
los siglos de los siglos. Amén.
Las Obras de Misericordia
El Credo
Examen de Conciencia para preparar el Sacramento de la
reconciliación
Pistas para Una Breve Catequesis sobre la Misericordia
Lectio Divina de Lc 10, 25-37
INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO – CANTO
PRIMER PASO/LECTURA (Lc 10, 25-37)
El ejercicio de la misericordia debe ser un rasgo distintivo e
indiscutible de un discípulo de Jesús. Para profundizar en esto leemos
uno de los relatos más impresionantes y conocidos de todo el
Evangelio: la Parábola del Buen Samaritano; un relato que pone en
crisis la mediocridad de nuestra capacidad de amar.
La parábola está enmarcada por el diálogo entre Jesús y un
experto en la Ley, de manera que hay que mirar el conjunto en sus tres
partes:
(1) Primera parte del diálogo de Jesús con el legista sobre el
mandamiento principal, el del amor (10,25-29)
(2) La parábola del Buen Samaritano (10,30-35)
(3) Segunda parte del diálogo de Jesús con el legista donde se
concluye cómo se ejerce el amor al prójimo (10,36-37)
Estudio Bíblico
1.
Primera parte del diálogo de Jesús con el
legista: “¿Qué debo hacer…?” (10,25-28)
Todo comienza con la pregunta, en principio maliciosa, del
experto en la ley: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia
vida eterna?” (10,25). Este otro maestro está interesado en la vida
eterna; él sabe que ésta es un don de Dios pero que hay que ganarse
el cielo. Él está interesado en una respuesta práctica: “¿Qué tengo que
hacer…?”. Verdaderamente una pregunta estimulante. El legista sabe
mirar más allá de los intereses cotidianos, sabe que la vida no termina
con la muerte, que su existencia está destinada a una vida eterna.
Detrás de esta inquietud, entonces, hay un gran sentido de
responsabilidad.
Sobre el trasfondo de que la vida eterna es la realidad decisiva,
viene entonces la respuesta de Jesús. Si no se siente responsabilidad
con el Dios viviente, entonces será igualmente indiferente lo que se
haga o deje de hacer en el camino de Jericó.
Jesús entonces le devuelve la pregunta poniendo la mirada
directamente en el querer de Dios: “¿Qué está escrito en la Ley?”
(10,26). La respuesta es la esperada: la responsabilidad con Dios
(“Amarás al Señor tu Dios con todo…”) está unida a la responsabilidad
con el prójimo (“y a tu prójimo como a ti mismo”; 10,27).
Entonces los dos, Jesús y el legista, quedan de acuerdo en el
mismo punto: es absolutamente necesario amar a Dios y al prójimo en
la vida presente, y este es el punto de partida para la comunión de vida
en la eternidad. Jesús lo dice abiertamente: “Haz eso y vivirás” (10,28).
Pero surge un nuevo problema: “Y, ¿quién es mi prójimo?”
(10,29).
2.
La parábola del Buen Samaritano: “¿Quién es mi
prójimo?” (10,30-35)
Se abre un gran paréntesis que ofrece las pistas para la
respuesta a la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” (10,29), es lo mismo
que decir: ¿Quién hace parte del grupo de personas a quienes debo
amar como a mí mismo?
Veamos la parábola que le expuso Jesús:
2.1. La situación: un hombre en extrema necesidad
en medio de un camino rodeado de desierto (10,30)
“Un hombre… bajaba de Jerusalén a Jericó” (10,30a).
Nos encontramos en una ruta que une dos ciudades
importantes, por ella pasaban habitualmente muchos peregrinos que
venían o regresaban de Jerusalén. El camino atraviesa un escarpado
desierto, peligroso además por su inseguridad; continuamente
aparecían delincuentes que aprovechando esta geografía asaltaban las
caravanas o los viajeros solitarios. Efectivamente esto último es lo que
sucede.
“Un hombre… cayó en manos de salteadores que, después de
despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto” (10,30b).
La desgracia de este viajero es triple: (1) le roban todas sus
pertenencias (literalmente “lo desnudaron”); (2) lo golpean
brutalmente dejándolo en grave situación (literalmente “medio
muerto”); y (3) lo abandonan a su suerte en un lugar descampado, en
medio del desierto, sin posibilidad de ayuda inmediata.
Peor no puede ser la situación: está en extrema necesidad, su
vida está en juego y no tiene la más mínima posibilidad de valerse por
sí mismo para salvarse, depende completamente de la ayuda y la
buena voluntad de los demás.
Hasta aquí estamos ante una situación más o menos común,
que una persona esté necesitada de ayuda y que quien le tienda la
mano se hace su prójimo, no es una verdadera novedad. Sin embargo
el punto más grave no ha sido contado, ayudar a este hombre implica:
(1) poner en riesgo la propia vida, ya que detenerse es exponerse al
mismo peligro y (2) ser capaz de cambiar los planes personales de viaje
(¡en pleno desierto!). El tipo de compromiso que exige la ayuda a este
hombre se sale de lo habitual.
2.2.
Los dos primeros viajeros pasan de largo (10,31-
32)
Los primeros chances de ayuda en el camino solitario, dejan ver
no sólo la difícil situación en la que se encuentra el hombre herido sino
también lo que implica ayudarlo. Éstos prefieren seguir de largo:
“Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al
verle, dio un rodeo. De igual modo un levita que pasaba por aquel
sitio le vio y dio un rodeo” (10,31-32).
Como lo destaca la narración, el hecho es que ellos “ven”, pero
cuando se percatan de lo que implica el ayudarlo optan por seguir en
su comodidad personal se desvían un poco (literalmente en griego:
“pasar por el otro lado de la vía”; hoy: “cambiar de acera”) y pasan de
largo.
¿Quiénes son estos dos que no le tienden la mano al moribundo
abandonado?
Que se diga expresamente que el primero en negar la ayuda sea
un “sacerdote” es grave. Probablemente sea uno de estos sacerdotes,
estilo sacerdote Zacarías (ver Lucas 1,8-9), que después de prestar su
servicio sacerdotal en el Templo regresaba a su casa ubicada en otra
población (era lo habitual; ver el caso de Zacarías en 1,23). De hecho,
hoy sabemos que Jericó era una de las ciudades que más tenía casas
de sacerdotes.
El levita pertenecía a una categoría sacerdotal inferior, pero era
miembro de una prestigiosa elite en la sociedad judía de la época. Los
levitas eran los responsables del esplendor de la liturgia y de la
vigilancia en el Templo. Eran muy respetados.
¿Por qué no prestan ayuda?
Hay diversas explicaciones: (1) en caso de que hayan pensado
que el hombre ya estuviera muerto: para evitar la impureza por el
contacto con el cadáver; (2) para no exponerse también a ser asaltados
(como quien dice: mejor seguir ligerito); (3) porque la situación era tan
grave que no se sentían en condición de poder ayudarlo, las
consecuencias para la economía personal eran grandes.
Cualquiera que sea la razón, el hecho es que estos dos hombres
que pasan al lado del herido son incapaces de un acto de amor que
implique riesgos y para ello encuentran buenas excusas. Es todo lo
contrario de lo que Jesús hacía: para salvar a un hombre no tenía
barreras, si era preciso violaba incluso la ley del sábado (ver 6,9).
La parábola deja entender que tanto para el sacerdote, como
para el levita, la preocupación por su propia seguridad y por la
realización de los planes que llevaban en mente, resultó más fuerte que
la compasión por este hombre agonizante y abandonado a su suerte
en el camino. Para ellos el “amor al prójimo” no es “como a sí mismos”.
2.3.
La mano tendida de un enemigo: el buen
samaritano (10,33-35)
Frente a las dos ayudas negadas, dos ocasiones perdidas, cobra
mayor relevancia la buena acción que realiza el tercer viajero: un
samaritano. Él actúa de modo ejemplar: pone todos sus intereses
personales (su tiempo, su cómoda cabalgadura, sus escrúpulos, su
dinero) en un segundo plano y se concentra totalmente en la salvación
de la vida del herido en el camino. El samaritano no ve otra cosa que la
necesidad del hombre que está sangrando en el suelo.
¿Quién es este personaje?
“Pero un samaritano que iba de camino…” (10,33a)
Como se ha dicho, se trata de un “samaritano”. Para los
hebreos solamente los miembros de la misma raza eran considerados
“prójimo” y sólo a ellos se aplicaba la obligación de “amar como a sí
mismo”. Pero el que aquí aparece no es judío. Más aún, desde el punto
de vista judío era considerado como enemigo.
Por razones históricas, en aquellos tiempos las relaciones entre
ellos no eran buenas, como leemos en 9,53, cuando –subiendo a
Jerusalén- Jesús pasó por Samaria: “Pero no le recibieron porque tenía
intención de ir a Jerusalén” (o como se dice en el evangelio de la
samaritana: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy
mujer samaritana? –Porque los judíos no se tratan con los
samaritanos-”; Juan 4,9).
Cuando en la parábola se menciona al “samaritano”
inevitablemente viene a la mente la enseñanza sobre la ayuda al
enemigo, que Jesús le había predicado solemnemente a sus discípulos
en el Sermón de la Llanura: “Pero yo os digo a los que me escucháis:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien” (6,27).
¿Qué hace el samaritano?
El samaritano “llegó junto a él y al verle tuvo compasión”
(10,33b)
Él “tuvo compasión”. La conmoción interna que siente frente al
herido es similar a la de Jesús frente a la viuda de Naím en el funeral
de su único hijo (ver 7,13) o a la del papá cuando ve regresar a casa a
su hijo disoluto (ver 15,20). El dolor del moribundo del camino se le
entra hasta su propio corazón.
Esto nos recuerda los mejores momentos de la profecía de
Oseas, cuando describe el corazón de Dios: “Mi corazón se agita
dentro de mí, se estremece de compasión” (11,8b).
Este sentimiento violento de amor genera enseguida
responsabilidad ante el caído. Siete gestos concretos muestran cuál es
–en este caso- el “hacer” propio de la misericordia (10,34-35):
(1) Se acercó.
(2) Vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino.
(3) Lo monto sobre su propia cabalgadura.
(4) Lo trasladó a una posada.
(5) Cuidó personalmente de él.
(6) Pagó la cuenta de la primera noche de posada y dejó un
anticipo (que es suficiente para muchos días) para los nuevos gastos
que va a implicar su cuidado.
(7) Se mostró disponible para seguir respondiendo por él.
Notemos cómo la ayuda tiene tres momentos: (1) asistencia
inmediata (las acciones No.1-2-3); (2) el cuidado más de fondo (Las
acciones No.4-5-6) en vista de la total recuperación; (3) la
responsabilidad permanente (la acción No.7): el samaritano espera
volver a verlo y está dispuesto seguir con la mano tendida si fuera del
caso. El buen samaritano no es un asistencialista, él se compromete
con la recuperación total.
El comportamiento del buen samaritano quizás se repetirá más
de una vez, porque como él mismo anuncia: volverá por la misma ruta
(ver 10,35b).
Así termina la parábola, pero no el diálogo de Jesús con el
legista…
3.
Segunda parte del diálogo de Jesús con el
legista: “Vete y haz tú lo mismo” (10,36-37)
Llegamos a la aplicación de la parábola.
En la pregunta del legista “¿Quién es mi prójimo?”, estaba
implícita la idea de que hay límites en el amor: ¿a quién es que debo a
amar y con quién es que no tengo obligación?
Jesús retoma la cuestión y lleva a su interlocutor a sacar él
mismo la conclusión: “‘¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo
del que cayó en manos de los salteadores?’ Él dijo: El que practicó
misericordia con él” (10,36-37a).
La respuesta es clara: no se puede trazar un límite preciso, debo
hacerme prójimo de todo el que necesite de mí no importa cuál sea su
apellido, su edad, su género, su condición social, su religión.
Pero notemos que en la pregunta, Jesús hace caer en cuenta
que “prójimo” no es el otro sino yo mismo en cuanto “me hago
prójimo”. “¿Quién fue prójimo (ó se hizo prójimo) del que cayó en
manos de los salteadores?”. Como puede verse Jesús le invirtió la
pregunta al legista: no es “quién es mi prójimo” sino “de quién tengo
que hacerme prójimo”. El buen samaritano no se preguntó si el herido
era su prójimo sino que efectivamente él se hizo prójimo de su
enemigo.
Jesús nos invita a ampliar los horizontes de nuestras relaciones
y de nuestro compromiso. De esta manera no se admiten evasivas ni
excusas -ni que sean teológicas- (recordemos que el legista primero
quería poner a Jesús “a prueba”, 10,25a, y luego quería “evadirse”,
10,29a) para ponernos a hacer el bien.
El evangelio del buen samaritano nos coloca ante una nueva
perspectiva: ya no hay que preguntar “¿hasta qué punto ya no tengo
compromiso?”, porque no es el grado de parentesco ni la simpatía lo
que determina hasta dónde debo extender mi mano para ayudar, sino
la situación de necesidad real en la que la otra persona se encuentra.
En otras palabras, cualquier persona que se encuentre en mi
camino y que esté pasando necesidad, él es el prójimo al cual le debo
abrir mi corazón y prestarle auxilio, así esto implique desacomodar mis
esquemas personales. El necesitado es el lugar donde tengo que estar
amando, el lugar donde mi apertura de corazón es el primer paso del
amor que sabe a vida eterna.
Mientras leemos hoy el relato del buen samaritano dejemos
que repique constantemente en nuestra mente y en nuestro corazón
el imperativo de Jesús: “¡Haz tú lo mismo!”.
SEGUNDO PASO/MEDITACIÓN
¡Hay tantas personas que han caído en los caminos de Jericó de
nuestras grandes ciudades, poblados y campos! ¡Hay tantos rostros
empobrecidos y moribundos esperando que nos hagamos su prójimo!
Hagámonos algunas preguntas para meditar: ¿Cuáles son las personas
de mi entorno que más necesitan de mí y a quienes algunas veces he
negado mi ayuda oportuna? Si es posible las identifico con el nombre.
¿Qué ayuda me pide cada una de ellas? ¿Cómo me haré prójimo de
ellas? ¿Alguna vez he actuado como el sacerdote o el levita y siendo
consciente de alguna necesidad, he preferido “hacerme el de la vista
gorda”?, ¿Por qué lo he hecho?, ¿Qué he sentido después?, ¿Qué
propósitos me he hecho o me hago hoy al respecto? Recuerdo la última
vez que actué como el buen samaritano. ¿Con quién fue?, ¿Qué hice?,
¿Qué intereses y necesidades personales pasaron a segundo plano?,
¿La mano que tendí esa vez fue sólo de momento o aún hoy continúo
brindando mi ayuda generosa? Como comunidad, familia, grupo, ¿Qué
nos proponemos hacer concretamente para actuar como el buen
samaritano?
TERCER PASO/ORACIÓN
Pida a Dios que transforme su vida para seguir su ejemplo de
amor, y para ser capaz de amar a todos los seres humanos como Él
ama.
Oremos con la Beata Teresa de Calcuta:
“Señor, cuando tenga hambre, dame a alguien que necesite comida.
Cuando tenga sed, mándame a alguien que necesite bebida.
Cuando tenga disgusto, preséntame a alguien que necesite consuelo.
Cuando esté pobre, ponme cerca de alguien necesitado.
Cuando alguien me falte, dame la ocasión de alabar a alguien.
Cuando esté desanimado, mándame a alguien a quien tenga que darle
ánimos.
Cuando sienta la necesidad de comprensión, mándame a alguien que
necesite la mía.
Cuando tenga necesidad de que me cuiden, mándame a alguien que
tenga que cuidar.
Cuando piense en mí mismo, atrae mi atención hacia otra persona”
CUARTO PASO/CONTEMPLACIÓN
En el silencio o con música instrumental dejo que Dios haga su
obra en mi
QUINTO PASO/ACCIÓN
Dediquemos un espacio de nuestro tiempo, podría ser una
tarde, para ir a algún lugar donde haya alguna persona o grupo de
personas que nos necesiten y brindémosles nuestra ayuda. Y ¿por qué
no hacerlo periódicamente?
Puerta Santa de la Parroquia “La Misericordia del Señor”
 Atravesé el umbral de la Puerta
 Recibí el sacramento de la
reconciliación
 Participé de la Celebración
Eucarística
 Hice la profesión de Fe
 Recé por el Santo Padre
Francisco y sus intenciones
 Recibí una catequesis sobre la
Misericordia
 Puse en práctica alguna obra
de Misericordia
Fecha
Sello/Firma
El Visado Misericordioso del Peregrino
Puerta Santa de la Parroquia “Ntra. Sra. Del Rosario”
Puerta Santa de la Parroquia Catedral de Valencia
 Atravesé el umbral de la Puerta
 Recibí el sacramento de la
reconciliación
 Participé de la Celebración
Eucarística
 Hice la profesión de Fe
 Recé por el Santo Padre
Francisco y sus intenciones
 Recibí una catequesis sobre la
Misericordia
 Puse en práctica alguna obra
de Misericordia
Fecha
Sello/Firma
 Atravesé el umbral de la Puerta
 Recibí el sacramento de la
reconciliación
 Participé de la Celebración
Eucarística
 Hice la profesión de Fe
 Recé por el Santo Padre
Francisco y sus intenciones
 Recibí una catequesis sobre la
Misericordia
 Puse en práctica alguna obra
de Misericordia
Fecha
Sello/Firma
Puerta Santa de la Parroquia “Ntra. Sra. Del Carmen”
 Atravesé el umbral de la Puerta
 Recibí el sacramento de la
reconciliación
 Participé de la Celebración
Eucarística
 Hice la profesión de Fe
 Recé por el Santo Padre
Francisco y sus intenciones
 Recibí una catequesis sobre la
Misericordia
 Puse en práctica alguna obra
de Misericordia
Fecha
Sello/Firma
Puerta Santa de la Parroquia “Inmaculada Concepción”
 Atravesé el umbral de la Puerta
 Recibí el sacramento de la
reconciliación
 Participé de la Celebración
Eucarística
 Hice la profesión de Fe
 Recé por el Santo Padre
Francisco y sus intenciones
 Recibí una catequesis sobre la
Misericordia
 Puse en práctica alguna obra
de Misericordia
Fecha
Sello/Firma
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