Arquidiócesis de Valencia Departamento de catequesis El Año Santo Jubilar de la Misericordia (Subsidio Pastoral) Elaborado y recopilado por el Pbro. Antonio L. Arocha M. Del 8 de diciembre 2015 13 de noviembre 2016 Contenido El jubileo de la Misericordia ¿Qué es la Bula Misericordiae Vultus? ¿Qué es la Puerta Santa de la Misericordia? ¿Qué es la Indulgencia? ¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? ¿Cuáles son las condiciones para obtener la indulgencia? ¿Qué significan el Lema y el Logo del Año jubilar? ¿Quiénes son los Misioneros de la Misericordia? ¿Cuáles son las características de los misioneros de la Misericordia? ¿Cuáles son las funciones de los Misioneros de la Misericordia? ¿Cuál es el Himno oficial del jubileo de la misericordia? La Oración del Papa Francisco del Jubileo de la Misericordia Las Obras de Misericordia El Credo Examen de Conciencia para el Sacramento de la reconciliación Pistas para Una Breve Catequesis sobre la Misericordia Lectio Divina de Lc 10, 25-37 El Visado Misericordioso del Peregrino El Jubileo de la Misericordia El Santo Padre Francisco está muy interesado en que el próximo Año Santo extraordinario se celebre no sólo en Roma, sino también en las Iglesias particulares como signo visible de la unidad y caridad de toda la Iglesia. No sólo la apertura de la Puerta de la Misericordia, sino también otras iniciativas especiales que el Papa realizará en Roma para el Jubileo podrían tener su continuidad en las Diócesis, con iniciativas similares y gestos igualmente significativos, teniendo siempre en cuenta las tradiciones locales. Esto valdrá en particular para los signos del Jubileo que el Santo Padre tiene intención de realizar para dar testimonio en primera persona de las obras de misericordia. Con el presente folleto pretendemos ofrecer algunas indicaciones y sugerencias sobre las principales iniciativas previstas para el próximo Año Santo en la Arquidiócesis de Valencia. El objetivo es tener a la mano un subsidio que ayude al peregrino a participar activo, y conscientemente en cada experiencia con las actividades del Año Santo de la Misericordia. ¿Qué es la Bula Misericordiae Vultus? El pasado 13 de marzo, en el segundo aniversario de su elección como Sucesor de Pedro, el Papa Francisco anunció el Año Santo extraordinario, el primer Año Santo que no se celebra con una referencia temporal, sino para resaltar el rasgo de Dios Padre más evocado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Su Misericordia. La Bula de Indicción del Jubileo, Misericordiae Vultus, publicada el 11 de abril, ha iluminado esta iniciativa del Santo Padre, proponiéndose como texto clave para reflexionar sobre el significado del Año Santo y para encontrar útiles orientaciones pastorales para su aplicación. Ya en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium se puede reconocer cómo la misericordia ocupa un lugar central en el pontificado del Papa Francisco. Una expresión en particular lo muestra claramente: “La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva” (EG 24). En las densas páginas de la Bula, que son una verdadera síntesis teológica sobre la misericordia, el Papa Francisco describe el camino del Jubileo. La misericordia no es una palabra abstracta; expresa más bien el rostro de Dios, la acción concreta y cotidiana de Jesús de Nazaret, y la forma a través de la cual se expresa de una manera convincente la credibilidad de la Iglesia. Todos estamos llamados, por lo tanto, a acoger los signos de Dios dondequiera que estén y en la forma concreta en que se manifiesten. Como ha escrito el Papa: “De este amor, que llega hasta el perdón y al don de sí, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (MV 12). ¿Qué es la Puerta Santa de la Misericordia? La Puerta de la Misericordia es una Puerta Santa especial que, durante este Año Santo extraordinario, el Santo Padre Francisco ha pedido que se abra en cada Diócesis, permitiendo a los fieles de todo el mundo experimentar plenamente la Misericordia del Padre. El mismo Papa Francisco lo expresa así en la Bula de Indicción Misericordiae Vultus (n. 3): “Para el mismo domingo (Domingo III de Adviento) establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión”. Corresponde, por consiguiente, al Ordinario decidir en qué iglesia se abrirá la Puerta de la Misericordia. Por supuesto, se garantizará que en la misma iglesia estén siempre disponibles sacerdotes para las confesiones, al menos durante la celebración del Jubileo. En la arquidiócesis de Valencia, luego de oír el parecer de los miembros de la comisión Arquidiocesana que prepara el Año Santo en esta Iglesia particular, el arzobispo Mons. Reinaldo Del Prette aprobó abrir las Puertas Santas en los siguientes templos parroquiales: Catedral de Valencia, Misericordia del Señor en el Morro, Ntra. Sra. Del Rosario en Guigue, Ntra. Sra. Del Carmen en San Joaquín e Inmaculada Concepción en Montalbán. Cada una de estas puertas estará disponible para todos los fieles de la Arquidiócesis de Valencia, durante todo el Año Santo a partir del trece de diciembre 2015, para ser atravesadas y cumpliendo con las exigencias espirituales poder obtener los beneficios que concede la indulgencia jubilar. ¿Qué es la Indulgencia? Es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (CIgC 1471). ¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el sacramento de la Reconciliación (Cfr. CIgC 1486). Pero, según la doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre. Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Reconciliación entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida. Podemos poner una comparación. Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él. ¿Cuáles son las condiciones para obtener la indulgencia en el año Jubilar? El tiempo de gracia del Jubileo de la Misericordia se caracterizará, naturalmente, por la posibilidad de obtener la indulgencia plenaria a través de algunos ejercicios de piedad – culminados por la entrada por la Puerta Santa o Puerta de la Misericordia – que acompañarán la oración y las celebraciones de los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, como signos concretos del camino de conversión e “inmersión” en la Misericordia del Padre. En cualquiera de los siguientes casos que se mencionan para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre. En una carta dada a conocer el pasado 1 de septiembre, por el Año de la Misericordia, el Papa Francisco explicó las formas en las que los fieles podrán obtener la indulgencia durante este jubileo; ya sea en Roma, en cualquier lugar del mundo e incluso en las cárceles. El Santo Padre también explica el modo en el que deben proceder los enfermos y ancianos para obtener esta gracia. 1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa”, que en el caso de valencia ya están establecidas: Catedral de Valencia, Misericordia del Señor en el Morro, Ntra. Sra. Del Rosario en Guigue, Ntra. Sra. Del Carmen en San Joaquín e Inmaculada Concepción en Montalbán. “Será signo del deseo profundo de auténtica conversión”. 2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia”. El Papa precisa que “será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo”. 3.- El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel realice personalmente una o más las obras de misericordia corporales y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”. “De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad”, resalta el Papa. 4.- Sobre los enfermos y las personas ancianas que no pueden salir de casa, el Pontífice afirma que para ellos “será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad”. “Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar”. 5.- Sobre los presos, el Pontífice explica que “en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”. 6.- Indulgencia para los difuntos: “de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”. ¿Qué significa el lema y el logo del Año jubilar? Con el lema Misericordiosos como el Padre (tomado del Evangelio de Lucas, 6,36) se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida (cfr. Lc 6,37-38). El logo – obra del jesuita Marko I. Rupnik – se presenta como un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, ya que indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención. El dibujo se ha realizado en modo tal de destacar el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. Cristo ve con el ojo de Adán y este lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre. La escena se coloca dentro la mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la copresencia de las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona. ¿Quiénes son los Misioneros de la Misericordia? Los Misioneros de la Misericordia son buenos sacerdotes, pacientes, comprensibles con los límites de los hombres, pero capaces de expresar los sentimientos del Buen Pastor en su misión de predicar y de confesar. Su ministerio se llevará a cabo principalmente durante la Cuaresma, pero sus servicios podrán ser requeridos durante todo el Jubileo. Serán enviados por el Papa Francisco el Miércoles de Ceniza, con una celebración en la Basílica de San Pedro. Los Obispos, a través de la zona restringida de la página web del Jubileo, tendrán acceso a la lista de los misioneros disponibles, agrupados por país y por idioma, y podrán, por lo tanto, ponerse en contacto con ellos directamente para invitarlos a la misión en su propia diócesis. Por esto, le pido también de facilitarnos la información para el contacto personal. ¿Cuál es el Himno oficial del jubileo de la misericordia? ¿Cuáles son las características de los misioneros de la Misericordia? La Oración del Papa Francisco del Jubileo de la Misericordia Las características de los Misioneros de la Misericordia se describen en la bula (MV 18): Signo vivo de cómo el Padre acoge cuantos están en busca de su perdón. Artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo. Se dejarán conducir en su misión por las palabras del Apóstol: «Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos» (Rm 11,32). Predicadores convincentes de la misericordia. Anunciadores de la alegría del perdón. Confesores accesibles, amables, compasivos y atentos especialmente a las difíciles situaciones de las personas particulares. Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. ¿Cuáles son las funciones de los Misioneros de la Misericordia? Los Misioneros serán invitados por los obispos diocesanos a acudir a sus respectivas diócesis, con el fin de animar las misiones al pueblo o iniciativas específicas relacionadas con el Jubileo, haciendo especial referencia a la celebración del Sacramento de la Reconciliación. El Santo Padre, de hecho, les otorgará la autoridad para perdonar también los pecados reservados a la Sede Apostólica. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. Las Obras de Misericordia El Credo Examen de Conciencia para preparar el Sacramento de la reconciliación Pistas para Una Breve Catequesis sobre la Misericordia Lectio Divina de Lc 10, 25-37 INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO – CANTO PRIMER PASO/LECTURA (Lc 10, 25-37) El ejercicio de la misericordia debe ser un rasgo distintivo e indiscutible de un discípulo de Jesús. Para profundizar en esto leemos uno de los relatos más impresionantes y conocidos de todo el Evangelio: la Parábola del Buen Samaritano; un relato que pone en crisis la mediocridad de nuestra capacidad de amar. La parábola está enmarcada por el diálogo entre Jesús y un experto en la Ley, de manera que hay que mirar el conjunto en sus tres partes: (1) Primera parte del diálogo de Jesús con el legista sobre el mandamiento principal, el del amor (10,25-29) (2) La parábola del Buen Samaritano (10,30-35) (3) Segunda parte del diálogo de Jesús con el legista donde se concluye cómo se ejerce el amor al prójimo (10,36-37) Estudio Bíblico 1. Primera parte del diálogo de Jesús con el legista: “¿Qué debo hacer…?” (10,25-28) Todo comienza con la pregunta, en principio maliciosa, del experto en la ley: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” (10,25). Este otro maestro está interesado en la vida eterna; él sabe que ésta es un don de Dios pero que hay que ganarse el cielo. Él está interesado en una respuesta práctica: “¿Qué tengo que hacer…?”. Verdaderamente una pregunta estimulante. El legista sabe mirar más allá de los intereses cotidianos, sabe que la vida no termina con la muerte, que su existencia está destinada a una vida eterna. Detrás de esta inquietud, entonces, hay un gran sentido de responsabilidad. Sobre el trasfondo de que la vida eterna es la realidad decisiva, viene entonces la respuesta de Jesús. Si no se siente responsabilidad con el Dios viviente, entonces será igualmente indiferente lo que se haga o deje de hacer en el camino de Jericó. Jesús entonces le devuelve la pregunta poniendo la mirada directamente en el querer de Dios: “¿Qué está escrito en la Ley?” (10,26). La respuesta es la esperada: la responsabilidad con Dios (“Amarás al Señor tu Dios con todo…”) está unida a la responsabilidad con el prójimo (“y a tu prójimo como a ti mismo”; 10,27). Entonces los dos, Jesús y el legista, quedan de acuerdo en el mismo punto: es absolutamente necesario amar a Dios y al prójimo en la vida presente, y este es el punto de partida para la comunión de vida en la eternidad. Jesús lo dice abiertamente: “Haz eso y vivirás” (10,28). Pero surge un nuevo problema: “Y, ¿quién es mi prójimo?” (10,29). 2. La parábola del Buen Samaritano: “¿Quién es mi prójimo?” (10,30-35) Se abre un gran paréntesis que ofrece las pistas para la respuesta a la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” (10,29), es lo mismo que decir: ¿Quién hace parte del grupo de personas a quienes debo amar como a mí mismo? Veamos la parábola que le expuso Jesús: 2.1. La situación: un hombre en extrema necesidad en medio de un camino rodeado de desierto (10,30) “Un hombre… bajaba de Jerusalén a Jericó” (10,30a). Nos encontramos en una ruta que une dos ciudades importantes, por ella pasaban habitualmente muchos peregrinos que venían o regresaban de Jerusalén. El camino atraviesa un escarpado desierto, peligroso además por su inseguridad; continuamente aparecían delincuentes que aprovechando esta geografía asaltaban las caravanas o los viajeros solitarios. Efectivamente esto último es lo que sucede. “Un hombre… cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto” (10,30b). La desgracia de este viajero es triple: (1) le roban todas sus pertenencias (literalmente “lo desnudaron”); (2) lo golpean brutalmente dejándolo en grave situación (literalmente “medio muerto”); y (3) lo abandonan a su suerte en un lugar descampado, en medio del desierto, sin posibilidad de ayuda inmediata. Peor no puede ser la situación: está en extrema necesidad, su vida está en juego y no tiene la más mínima posibilidad de valerse por sí mismo para salvarse, depende completamente de la ayuda y la buena voluntad de los demás. Hasta aquí estamos ante una situación más o menos común, que una persona esté necesitada de ayuda y que quien le tienda la mano se hace su prójimo, no es una verdadera novedad. Sin embargo el punto más grave no ha sido contado, ayudar a este hombre implica: (1) poner en riesgo la propia vida, ya que detenerse es exponerse al mismo peligro y (2) ser capaz de cambiar los planes personales de viaje (¡en pleno desierto!). El tipo de compromiso que exige la ayuda a este hombre se sale de lo habitual. 2.2. Los dos primeros viajeros pasan de largo (10,31- 32) Los primeros chances de ayuda en el camino solitario, dejan ver no sólo la difícil situación en la que se encuentra el hombre herido sino también lo que implica ayudarlo. Éstos prefieren seguir de largo: “Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo” (10,31-32). Como lo destaca la narración, el hecho es que ellos “ven”, pero cuando se percatan de lo que implica el ayudarlo optan por seguir en su comodidad personal se desvían un poco (literalmente en griego: “pasar por el otro lado de la vía”; hoy: “cambiar de acera”) y pasan de largo. ¿Quiénes son estos dos que no le tienden la mano al moribundo abandonado? Que se diga expresamente que el primero en negar la ayuda sea un “sacerdote” es grave. Probablemente sea uno de estos sacerdotes, estilo sacerdote Zacarías (ver Lucas 1,8-9), que después de prestar su servicio sacerdotal en el Templo regresaba a su casa ubicada en otra población (era lo habitual; ver el caso de Zacarías en 1,23). De hecho, hoy sabemos que Jericó era una de las ciudades que más tenía casas de sacerdotes. El levita pertenecía a una categoría sacerdotal inferior, pero era miembro de una prestigiosa elite en la sociedad judía de la época. Los levitas eran los responsables del esplendor de la liturgia y de la vigilancia en el Templo. Eran muy respetados. ¿Por qué no prestan ayuda? Hay diversas explicaciones: (1) en caso de que hayan pensado que el hombre ya estuviera muerto: para evitar la impureza por el contacto con el cadáver; (2) para no exponerse también a ser asaltados (como quien dice: mejor seguir ligerito); (3) porque la situación era tan grave que no se sentían en condición de poder ayudarlo, las consecuencias para la economía personal eran grandes. Cualquiera que sea la razón, el hecho es que estos dos hombres que pasan al lado del herido son incapaces de un acto de amor que implique riesgos y para ello encuentran buenas excusas. Es todo lo contrario de lo que Jesús hacía: para salvar a un hombre no tenía barreras, si era preciso violaba incluso la ley del sábado (ver 6,9). La parábola deja entender que tanto para el sacerdote, como para el levita, la preocupación por su propia seguridad y por la realización de los planes que llevaban en mente, resultó más fuerte que la compasión por este hombre agonizante y abandonado a su suerte en el camino. Para ellos el “amor al prójimo” no es “como a sí mismos”. 2.3. La mano tendida de un enemigo: el buen samaritano (10,33-35) Frente a las dos ayudas negadas, dos ocasiones perdidas, cobra mayor relevancia la buena acción que realiza el tercer viajero: un samaritano. Él actúa de modo ejemplar: pone todos sus intereses personales (su tiempo, su cómoda cabalgadura, sus escrúpulos, su dinero) en un segundo plano y se concentra totalmente en la salvación de la vida del herido en el camino. El samaritano no ve otra cosa que la necesidad del hombre que está sangrando en el suelo. ¿Quién es este personaje? “Pero un samaritano que iba de camino…” (10,33a) Como se ha dicho, se trata de un “samaritano”. Para los hebreos solamente los miembros de la misma raza eran considerados “prójimo” y sólo a ellos se aplicaba la obligación de “amar como a sí mismo”. Pero el que aquí aparece no es judío. Más aún, desde el punto de vista judío era considerado como enemigo. Por razones históricas, en aquellos tiempos las relaciones entre ellos no eran buenas, como leemos en 9,53, cuando –subiendo a Jerusalén- Jesús pasó por Samaria: “Pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén” (o como se dice en el evangelio de la samaritana: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana? –Porque los judíos no se tratan con los samaritanos-”; Juan 4,9). Cuando en la parábola se menciona al “samaritano” inevitablemente viene a la mente la enseñanza sobre la ayuda al enemigo, que Jesús le había predicado solemnemente a sus discípulos en el Sermón de la Llanura: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien” (6,27). ¿Qué hace el samaritano? El samaritano “llegó junto a él y al verle tuvo compasión” (10,33b) Él “tuvo compasión”. La conmoción interna que siente frente al herido es similar a la de Jesús frente a la viuda de Naím en el funeral de su único hijo (ver 7,13) o a la del papá cuando ve regresar a casa a su hijo disoluto (ver 15,20). El dolor del moribundo del camino se le entra hasta su propio corazón. Esto nos recuerda los mejores momentos de la profecía de Oseas, cuando describe el corazón de Dios: “Mi corazón se agita dentro de mí, se estremece de compasión” (11,8b). Este sentimiento violento de amor genera enseguida responsabilidad ante el caído. Siete gestos concretos muestran cuál es –en este caso- el “hacer” propio de la misericordia (10,34-35): (1) Se acercó. (2) Vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. (3) Lo monto sobre su propia cabalgadura. (4) Lo trasladó a una posada. (5) Cuidó personalmente de él. (6) Pagó la cuenta de la primera noche de posada y dejó un anticipo (que es suficiente para muchos días) para los nuevos gastos que va a implicar su cuidado. (7) Se mostró disponible para seguir respondiendo por él. Notemos cómo la ayuda tiene tres momentos: (1) asistencia inmediata (las acciones No.1-2-3); (2) el cuidado más de fondo (Las acciones No.4-5-6) en vista de la total recuperación; (3) la responsabilidad permanente (la acción No.7): el samaritano espera volver a verlo y está dispuesto seguir con la mano tendida si fuera del caso. El buen samaritano no es un asistencialista, él se compromete con la recuperación total. El comportamiento del buen samaritano quizás se repetirá más de una vez, porque como él mismo anuncia: volverá por la misma ruta (ver 10,35b). Así termina la parábola, pero no el diálogo de Jesús con el legista… 3. Segunda parte del diálogo de Jesús con el legista: “Vete y haz tú lo mismo” (10,36-37) Llegamos a la aplicación de la parábola. En la pregunta del legista “¿Quién es mi prójimo?”, estaba implícita la idea de que hay límites en el amor: ¿a quién es que debo a amar y con quién es que no tengo obligación? Jesús retoma la cuestión y lleva a su interlocutor a sacar él mismo la conclusión: “‘¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?’ Él dijo: El que practicó misericordia con él” (10,36-37a). La respuesta es clara: no se puede trazar un límite preciso, debo hacerme prójimo de todo el que necesite de mí no importa cuál sea su apellido, su edad, su género, su condición social, su religión. Pero notemos que en la pregunta, Jesús hace caer en cuenta que “prójimo” no es el otro sino yo mismo en cuanto “me hago prójimo”. “¿Quién fue prójimo (ó se hizo prójimo) del que cayó en manos de los salteadores?”. Como puede verse Jesús le invirtió la pregunta al legista: no es “quién es mi prójimo” sino “de quién tengo que hacerme prójimo”. El buen samaritano no se preguntó si el herido era su prójimo sino que efectivamente él se hizo prójimo de su enemigo. Jesús nos invita a ampliar los horizontes de nuestras relaciones y de nuestro compromiso. De esta manera no se admiten evasivas ni excusas -ni que sean teológicas- (recordemos que el legista primero quería poner a Jesús “a prueba”, 10,25a, y luego quería “evadirse”, 10,29a) para ponernos a hacer el bien. El evangelio del buen samaritano nos coloca ante una nueva perspectiva: ya no hay que preguntar “¿hasta qué punto ya no tengo compromiso?”, porque no es el grado de parentesco ni la simpatía lo que determina hasta dónde debo extender mi mano para ayudar, sino la situación de necesidad real en la que la otra persona se encuentra. En otras palabras, cualquier persona que se encuentre en mi camino y que esté pasando necesidad, él es el prójimo al cual le debo abrir mi corazón y prestarle auxilio, así esto implique desacomodar mis esquemas personales. El necesitado es el lugar donde tengo que estar amando, el lugar donde mi apertura de corazón es el primer paso del amor que sabe a vida eterna. Mientras leemos hoy el relato del buen samaritano dejemos que repique constantemente en nuestra mente y en nuestro corazón el imperativo de Jesús: “¡Haz tú lo mismo!”. SEGUNDO PASO/MEDITACIÓN ¡Hay tantas personas que han caído en los caminos de Jericó de nuestras grandes ciudades, poblados y campos! ¡Hay tantos rostros empobrecidos y moribundos esperando que nos hagamos su prójimo! Hagámonos algunas preguntas para meditar: ¿Cuáles son las personas de mi entorno que más necesitan de mí y a quienes algunas veces he negado mi ayuda oportuna? Si es posible las identifico con el nombre. ¿Qué ayuda me pide cada una de ellas? ¿Cómo me haré prójimo de ellas? ¿Alguna vez he actuado como el sacerdote o el levita y siendo consciente de alguna necesidad, he preferido “hacerme el de la vista gorda”?, ¿Por qué lo he hecho?, ¿Qué he sentido después?, ¿Qué propósitos me he hecho o me hago hoy al respecto? Recuerdo la última vez que actué como el buen samaritano. ¿Con quién fue?, ¿Qué hice?, ¿Qué intereses y necesidades personales pasaron a segundo plano?, ¿La mano que tendí esa vez fue sólo de momento o aún hoy continúo brindando mi ayuda generosa? Como comunidad, familia, grupo, ¿Qué nos proponemos hacer concretamente para actuar como el buen samaritano? TERCER PASO/ORACIÓN Pida a Dios que transforme su vida para seguir su ejemplo de amor, y para ser capaz de amar a todos los seres humanos como Él ama. Oremos con la Beata Teresa de Calcuta: “Señor, cuando tenga hambre, dame a alguien que necesite comida. Cuando tenga sed, mándame a alguien que necesite bebida. Cuando tenga disgusto, preséntame a alguien que necesite consuelo. Cuando esté pobre, ponme cerca de alguien necesitado. Cuando alguien me falte, dame la ocasión de alabar a alguien. Cuando esté desanimado, mándame a alguien a quien tenga que darle ánimos. Cuando sienta la necesidad de comprensión, mándame a alguien que necesite la mía. Cuando tenga necesidad de que me cuiden, mándame a alguien que tenga que cuidar. Cuando piense en mí mismo, atrae mi atención hacia otra persona” CUARTO PASO/CONTEMPLACIÓN En el silencio o con música instrumental dejo que Dios haga su obra en mi QUINTO PASO/ACCIÓN Dediquemos un espacio de nuestro tiempo, podría ser una tarde, para ir a algún lugar donde haya alguna persona o grupo de personas que nos necesiten y brindémosles nuestra ayuda. Y ¿por qué no hacerlo periódicamente? Puerta Santa de la Parroquia “La Misericordia del Señor” Atravesé el umbral de la Puerta Recibí el sacramento de la reconciliación Participé de la Celebración Eucarística Hice la profesión de Fe Recé por el Santo Padre Francisco y sus intenciones Recibí una catequesis sobre la Misericordia Puse en práctica alguna obra de Misericordia Fecha Sello/Firma El Visado Misericordioso del Peregrino Puerta Santa de la Parroquia “Ntra. Sra. Del Rosario” Puerta Santa de la Parroquia Catedral de Valencia Atravesé el umbral de la Puerta Recibí el sacramento de la reconciliación Participé de la Celebración Eucarística Hice la profesión de Fe Recé por el Santo Padre Francisco y sus intenciones Recibí una catequesis sobre la Misericordia Puse en práctica alguna obra de Misericordia Fecha Sello/Firma Atravesé el umbral de la Puerta Recibí el sacramento de la reconciliación Participé de la Celebración Eucarística Hice la profesión de Fe Recé por el Santo Padre Francisco y sus intenciones Recibí una catequesis sobre la Misericordia Puse en práctica alguna obra de Misericordia Fecha Sello/Firma Puerta Santa de la Parroquia “Ntra. Sra. Del Carmen” Atravesé el umbral de la Puerta Recibí el sacramento de la reconciliación Participé de la Celebración Eucarística Hice la profesión de Fe Recé por el Santo Padre Francisco y sus intenciones Recibí una catequesis sobre la Misericordia Puse en práctica alguna obra de Misericordia Fecha Sello/Firma Puerta Santa de la Parroquia “Inmaculada Concepción” Atravesé el umbral de la Puerta Recibí el sacramento de la reconciliación Participé de la Celebración Eucarística Hice la profesión de Fe Recé por el Santo Padre Francisco y sus intenciones Recibí una catequesis sobre la Misericordia Puse en práctica alguna obra de Misericordia Fecha Sello/Firma