PARA LOS QUE DUDAN DE LA EXISTENCIA DE DIOS. Con respecto a la problemática de la existencia de Dios o el Creador, debo de formular las siguientes observaciones: El humano posee dos perspectivas en vez de una: a) La consistente en la relacionada al tiempo-espacio. b) la espiritual. Desde la perspectiva tiempo-espacio, ya lo dijo Einstein, todo es relativo, es decir, todo esta gobernado por el cambio permanente, lo cual indica que todo nace, crece y muere. El universo físico no refleja la realidad divina sino la humana porque fue creado como habitat para el humano y para los eventuales extraterrestres. El cambio procede del movimiento y la finalidad es el perfeccionamiento gradual de la condición imperfecta humana. El humano se encuentra siempre en un constante devenir o redefinición de su status. La perspectiva espiritual, la cual posee características eternas, no esta sujeta a las leyes universales porque no requieren de movimiento ni de cambio, en virtud de que no se persigue mejoramiento ninguno, en el sentido de que es, no es un devenir. La demostración de las características eternas se encuentra en la imposibilidad de definir lo espiritual por infinito y absoluto. Me explico: El amor, la dignidad, la virtud, la compasión y todos los atributos espirituales o cualidades divinas, no se pueden calibrar, ni medir, ni definir porque son infinitas. La materia, es decir, lo que mora en la dimensión tiempo-espacio, sí porque es finita. Por ejemplo: ¿Donde empieza el amor, la compasión, la virtud, etc., y donde termina? E preciso entender que lo que se circunscribe al devenir es definible mientras que lo que se circunscribe al ser no lo es porque es demasiado grande, inconmensurable para ser totalmente absorbido por la realidad finita del cerebro humano. A este respecto, te remito mi más reciente escrito concerniente a la problemática de la creación versus la evolución. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA UNIDAD DEL SER HUMANO Pretender que una fórmula científica (matemática), contenga y describa la belleza encerrada en un amanecer, en una mirada tierna o en la majestuosidad de una montaña, equivale a exigir peras del olmo. Por ejemplo, el agua es mucho más que H2O, es decir, dos átomos de hidrogeno y uno de oxigeno. Esta carencia hace de la ciencia un medio limitado de expresión fiel de la realidad humana, en virtud de que considera solamente el aspecto concreto (objetivo) y no el abstracto (subjetivo). Las ciencias se remiten solamente a la composición y a la función física de cualquier elemento en la dimensión tiempo-espacio. En la ciencia no hay virtud espiritual o intencionalidad, en función de que está gobernada por leyes que se circunscriben en el marco de los procesos mecánicos. Ella no contempla el bien y el mal. Simboliza al objeto y al humano sujeto, aunque como objeto. Esto podría explicar, en parte, la actitud pragmática de la corriente tradicional científica, en cuanto a la existencia de los valores espirituales universales como el amor, la dignidad, la libertad, etc. La ciencia escogió ignorar o soslayar la problemática del espíritu, de ahí la necesidad por el debate entre los creacionistas y los evolucionistas. Cabe preguntarse: ¿Existe el espíritu? ¿Cómo demostrar fehacientemente la existencia del espíritu en el humano? Veamos. Una mesa, una silla, una piedra, es lo que se describe como objeto o materia. Sin embargo, el humano, si bien está compuesto de materia, lo cual lo puede caracterizar como objeto, es más que eso porque en él confluyen identidad y conciencia, lo cual va más allá de la caracterización de objeto, en el sentido de que se puede considerar como sujeto, en línea con la observación del filosofo Rene Descartes: “…Cogito ergo sum…”, pienso, luego existo. A esta identidad y conciencia se le da el apelativo de espíritu humano. Las ciencias sociales, no las naturales, son las que se envuelven en la ontología subjetiva del ser, en virtud del estudio sistemático del carácter humano, en cuanto a su comportamiento individual y social y a su interacción con el medio ambiente. La religión, en cambio, es la disciplina que encara el misterio indescriptible espiritual de Dios y del humano. Consecuentemente, yo veo al sujeto-objeto humano como a una voluntad en acción y al objeto como el marco en el cual tal acción se plasma. La realidad analíticodescriptiva científica carece de la amplitud necesaria como para poder contemplar al humano como a un sujeto-objeto a la vez, en su bivalente unidad espíritu-materia. Por eso, el proceso científico dista mucho de ser el instrumento ideal capaz de contemplar la realidad contenida en la problemática humana. Por ejemplo, para que un científico pudiera estar seguro de que Dios existe, debería de contemplarlo en un laboratorio, es decir, en el plano material con el fin de analizarlo y describirlo. Sin embargo, cualquier intento de acercamiento al Creador del universo, es preciso hacerlo abarcando el ámbito espiritual y el científico a la vez. En cuanto a la perspectiva científica, hay que reconocer que la ausencia de dogma de fe en sus postulados, en virtud del repudio a cualquier creencia, hace que, el progreso sea posible y hasta recomendable, en función de que la ciencia rechaza cualquier solución como final, permitiendo la revisión, en virtud de una actitud abierta e incondicional hacia la investigación. Consecuentemente, el dialogo inteligente se viabiliza, en aras del descubrimiento de verdades cada vez mas completas y complejas. La actitud de la ciencia persigue la verdad mientras que la religión se fundamenta en el dogma de fe. Esta actitud superior, carece de la arrogancia propia de la actitud religiosa, la cual atribuye a ciertos humanos cualidades divinas, instituyendo la clerecía como jerarquías de autoridad, lo cual se traduce en cierto tipo de endiosamiento del individuo. Este endiosamiento se manifiesta de dos formas: • El clérigo que pretende sutil y hábilmente servirse del débil, en función de gozar de privilegios y de status social de preferencia (la gran mayoría). • El clérigo que pretende servir fielmente al prójimo, aunque en su creencia, lo cual es un movimiento de reforzamiento de la propia creencia, en virtud del temor a que su fe se debilite y desaparezca. Es el ego que se sirve a sí mismo más que al prójimo. Es lícito observar que, en ninguna de estas dos alternativas se observa virtud alguna. Al contrario, es un movimiento de contracción en el ego, más que de liberación o de expansión de la conciencia porque, en lugar de promover iluminación de la mano de la verdad y del amor, promueve conformidad con un credo determinado. En definitiva, pienso que el método científico, consistente en el estudio comparativo entre causas y efectos, en virtud de la observación, de la premisa o hipótesis, de la experimentación y de la conclusión o teoría, en el plano material, se puede y se debe de utilizar en el plano espiritual también, con la salvedad de que lo material es de orden objetivo o concreto y lo espiritual, es de orden subjetivo o abstracto, en virtud de que lo mismo que existen leyes físicas que gobiernan el universo, existen leyes espirituales universales que gobiernan la moral, las cuales nada tienen que ver con la creencia (opinión) sino con la evidencia (hecho). Por ejemplo, todos los que practican el amor, la virtud, la libertad, la tolerancia, la justicia, etc., son conscientes de los beneficios derivados de este comportamiento espiritual superior. Consecuentemente, la demostración de la moral universal no ha de hacerse en el laboratorio sino en la conciencia individual y colectiva, en función de la intersubjetividad. Bendiciones, Yitzhak Ben Dayán Teólogo & Filósofo Website: YITZHAKBENDAYAN.TRIPOD.COM