Notas de Eduardo Spranger sobre el hombre religioso Notas de

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Notas de Eduardo Spranger sobre el hombre religioso, de su libro Formas de vida
- Eduardo Spranger ve la médula de la religiosidad en la búsqueda del supremo valor
de la existencia espiritual (cf. p. 289).
- El hombre religioso sería “aquel cuya estructura mental íntegra se orienta
permanentemente a la producción de la suprema vivencia de valor, absolutamente
satisfactoria” (p. 290).
- “Lo esencial reside en el hecho de que el hombre religioso se sitúa con su motivación
en la definitiva conexión de valor, que no sólo determina su vida personal como
conjunto, sino también el sentido total del mundo (pp. 318-319)”.
- “Cuando todos los valores vitales son vividos en relación positiva con el valor
supremo de la vida, surge el tipo del místico inmanente. Si son puestos en relación
negativa, surge el místico trascendente. Si en relación, en parte positiva y en parte
negativa, surge la naturaleza religiosa escindida (dualista)” (p. 290).
- “A la religión de la afirmación absoluta de la vida la llamamos mística inmanente
porque en todos los valores positivos de la vida encuentra gérmenes de lo divino. Esta
mística se eleva hasta el supremo valor total porque trata de perfeccionar todas las
esferas hasta lo infinito. El hombre de esta índole mental es, por tanto, universalista,
naturaleza fáustica de anhelos infinitos que en todo ve un plus ultra. Un enorme
impulso vital, un cósmico entusiasmo le anima. No hay ningún aspecto de la vida en
que no haya para él algo divino. Ninguno debe, por tanto, ser menoscabado. El místico
inmanente procura llegar a la perfección en el saber para acercarse a la omnisciencia
divina. Mas desde el momento en que refiere todo saber a Dios, es decir, a un sentido
total del mundo como centro de unidad, no es enciclopédico, sino metafísico. Quisiera
al mismo tiempo ejercer dominio técnicamente sobre la Naturaleza toda y cobrar
imperio sobre sus tesoros para enfrentarse a ella como señor, aunque para ello tuviera
que consagrarse a la magia. El alienta en la infinita belleza divina del universo y se
siente a sí mismo par de los dioses, como mónada que refleja el Universo mismo.
Abraza con su amor a los hombres todos y tiene un tributo de simpatía para todo lo
vivo. Dispone de un entusiasmo heroico de que sólo los hombres con naturaleza de
soberanos son capaces y disfruta de una libertad real.
Giordano Bruno y Shaftesbury son tipos humanos de esta clase” (pp. 290-291).
- El místico trascendente encuentra, pues, su punto de reposo sólo en un supramundo,
en cuya demanda boga desde un principio (p. 293).
- La más vigorosa expresión de la libertad del espíritu estaría, para Spranger, en esa
capacidad de elevación sobre todo lo dado (cf. p. 298).
Notas de Eduardo Spranger sobre el hombre religioso
- Pascal ya escribía, sobre las relaciones entre la razón y la fe: “Nada tan acorde con la
razón como la negación de la razón en las cosas de la fe. Nada tan en contradicción con
la razón como su negación en cosas que no atañen a la fe. No dar valor a la razón en
absoluto y no hacer valer nada más que la razón: he aquí dos absurdos igualmente
peligrosos” (Pensamientos, VI, 6, 3) (p. 302).
- “Se observa en los místicos la tendencia a fundar, allende la comprensión racional,
una lógica superior que, en virtud de su orientación a lo infinito y a la unidad absoluta,
puede realmente considerarse como una lógica religiosa” (p. 304).
- “En la conciencia mística, que se orienta en el sentido de la totalidad y no en el de lo
singularizado, se observa, desde luego, una especie de nueva lógica intuitiva
construida sobre el principio de la coincidentia oppossitorum, de la unidad de los
contrarios” (p. 304).
- A propósito de Espinosa: “Por lo demás, subsiste también en Espinosa el dualismo
entre la rigorosa scientia rationalis y la mística scientia intuitiva, de modo que es difícil
decidir si ha de incluírsele en el tipo teórico o en el tipo religioso” (pp. 305-306, nota
2).
- “La actitud religiosa nos exige «tener como si nada tuviéramos»” (p. 307).
- “La vivencia religiosa sólo ve lo individual en conexión con lo infinito” (p. 308).
- Jacobi: “la Naturaleza me oculta a Dios” (cf. p. 309, nota 1).
- “Dios sólo puede revelarse en la tácita intimidad” (p. 311).
- “El misterio último de la religiosidad se resiste a toda reducción a forma, incluso a
forma estética. Por eso también el tipo dualista-religioso acaba por convencerse de la
insuficiencia de todas las formas de expresión para la suprema sustancia que en la
hondura alienta” (p. 311).
- “El cristianismo y el budismo, con toda su tendencia a negar el mundo, son clarísimas
religiones de amor” (p. 312).
- Referencia a Kierkegaard: “«Lo edificante de la idea de que frente a Dios no tenemos
razón nunca»” (p. 314, nota 1).
- “La Iglesia, en el más alto sentido, sólo ha de ser siempre algo invisible, no
organizado” (p. 317).
- “Quien alguna vez ha pasado por la vivencia de este sentirse lleno por la plenitud del
valor supremo, quiere volver siempre a vivir esta experiencia venturosa” (p. 321).
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Notas de Eduardo Spranger sobre el hombre religioso
- “En términos metafísicos la moralidad no es otra cosa que el acorde de la esencia
individual con el supremo sentido del mundo a ella accesible” (p. 323).
- “No habría religiones si no existiera el misterio de la individuación” (p. 324). “No
necesitamos suponer que el sentido del mundo es múltiple. Cada uno le vive por modo
de todo punto particular, cada uno tiene su Dios especial” (p. 324. Subr. mío).
- Como en todas las formas de vida precedentes, se antepone aquí la diferencia entre
el tipo creador y el tipo receptivo (cf. p. 324 y ss.).
-Sobre la relación historia y metafísica, dos citas: Lessing: «Las verdades históricas
contingentes nunca podrán constituir prueba de verdades racionales necesarias».
Fichte: «Sólo lo metafísico, y en modo alguno lo histórico, brinda la bienaventuranza»
(p. 325, nota 2).
- Alusión, de pasada, a que “no puede pasarse por alto la antinomia teórica entre
personalidad e infinitud” (cf. p. 328).
- Se alude también a que “se puede ser explícitamente irreligioso por religión” (cf. p.
329). Pues “el ateísmo no siempre es irreligión” (cf. 330). “Así, por lo general, se
observa siempre aún algo de fe en el auténtico ateísmo, por lo menos, la fe en el Dios
propio, absolutamente interior, que ha derrocado a los demás dioses” (p. 330).
- “Nos encontramos ante el último problema de la religiosidad al considerar el caso de
la ausencia de toda certidumbre de valor en lo más íntimo del alma” … “Sólo quien
fuera capaz de decir: ningún valor vale, habría asido en la irreligión la estructura
íntegra de su esencia. Pero no ha nacido tal hombre” (p. 331).
(Del libro de E. Spranger: Formas de vida. Revista de Occidente, Madrid, (7ª),
1972. El capítulo El hombre religioso comprende las páginas 286-331).
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