Solo existe un Maestro, siempre presente Me leerán muchas veces repitiendo esto: el mejor Maestro es tu Ser Interno. Tu Maestro mora en el sagrado espacio de tu corazón. Porque, te pregunto: acaso no crees verdaderamente que Dios vive en tí? Yo sí! estoy asertivamente convencida de ello. Cuando iba al colegio de monjas y me enseñaban oraciones con un Padre en las Alturas, un ser que juzgaba nuestras acciones para decidir si ibamos al cielo siempre que cumplieramos con los mandamientos a pies juntillas, respetáramos los sacramentos y cumpliéramos la obligación del rito dominical, o llegábamos al infierno por ser muy pecadores, o en todo caso al purgatorio donde había que trabajar arduamente para llegar a la nube… yo me rebelaba ante esta visión simplista y acomodada a un sistema. Si les contara… vivía internamente tantas rebeldías, pero no me animaba a hablar, a expresar mi disconformidad ni siquiera a hacer las preguntas que me rondaban. Desde chica, tenía recuerdos vívidos de otras existencias, especialmente me veía en Egipto, pero otra vez callaba, no me animaba a decir nada. Mi padre era no-religioso, no puedo definirlo ateo ni agnóstico, simplemente no se alineaba con ninguna iglesia. Mi madre, en cambio, es profundamente cristiana, más que eso: mariana a full. Todo había que pedirselo a la Virgencita. Y lo concedía. Sin embargo yo me preguntaba por el misterio de la Trinidad, de la Unidad en UNA persona, por la relevancia de los hombres en la historia y el sutil desprecio a la figura femenina. Y me revolvía las tripas. Pero no por un feminismo caprichoso, yo era niña aún! sino porque no podía entender que si debíamos amar a todos nuestros hermanos por igual, si había que honrar a padre y madre por igual, si había que ser honesto, íntegro, cabal… por qué diferenciar el trato solo por una cuestión de género? En fin, estos planteos que tenía conmigo misma, me llevaban mucho tiempo de cavilaciones, y cualquiera que me conociera en esa época escolar, sabe que yo era sumamente callada, reservada y tímida. A medida que fui creciendo, madurando estos sentipensamientos, eligiendo lecturas que me abrían la cabeza -porque leía muchísimo!- ya adolescente estos interrogantes no se callaban. Gracias a mi tía amada del alma, hermana de mi madre, comencé con 12 o 13 años a meditar, a conocer a Tagore, Hesse o Benedetti. Ella me enseñaba como visualizar y como proyectar una pantalla blanca en mi tercer ojo y lanzar alli todo lo que me agobiaba. Pero otra vez, esto era algo que no podía compartir abiertamente. Menos siendo una niña apenas “señorita” y hace 37 años, cuando todo esto estaba veladamente destinado a iluminados o charlatanes… y yo no era ninguna de las dos! Así, fui entendiendo que en realidad era mi VOZ interna, la que tenía las mejores respuestas para darme cada vez que atravesaba un problema, una crisis, o una situación de angustia. Fui aceptando mi voz como una presencia maravillosa que me conectaba a Dios en mí. Ojalá -que es una forma de decir QUIERA DIOS- que cada uno de ustedes que siguen mis letras como miguitas en el bosque, puedan reconocer, oír y celebrar a su propia voz interna. Ojalá que cada uno recupere su propio poder, porque esta es la única forma de IRRADIAR la propia LUZ, esa luz divina que todos tenemos por ser creados a “imagen y semejanza”. No se queden con mis sentipensamientos. No tomen como válido nada de lo que yo diga. No tomen como verdadero nada que otros les digan, si no lo pasan por el filtro interno de su propio discernimiento. No sean mansas ovejitas. Sean corderitos saltones, juguetones, sean caballos ágiles y veloces, sean maripositas alegres de colores, sean ballenas enormes surcando océanos de conciencia, sean hormiguitas pacientes construyendo la comunidad. Sean aquello que quieren ser, sin limitaciones, reconociendo la Voz, encontrando al Maestro interno siempre presente! De mi corazón al tuyo, te bendigo. Gracias por transitar este espaciotiempo conmigo Verónica Heiland (c) Para cerrar te dejo este pequeño texto de El Néctar de la Inmortalidad de Sri Nisargadatta Maharaj Simplemente siéntate aquí, ahora. No hagas nada. Descansa. Porque tu separación de Dios es el trabajo mas arduo del mundo. El Gurú más grande es su sí mismo interior. Verdaderamente, él es el maestro supremo. Solo él puede llevarlo a usted a su meta, y solo él le recibe a usted al final del camino. Confíe en él y usted no necesitará ningún Gurú exterior. Había una puerta para la que no podía encontrar ninguna Llave; había un Velo más allá del cual no podía ver; pareció haber por un momento una pequeña charla sobre Ti y sobre Mí -y luego no se supo más de Ti ni de Mí. Solo existe un gurú, siempre presente. Todo el universo es su ashram. No hace falta ningún camino que conduzca hasta aquí. No hace falta encontrar aquello que nunca se ha perdido. Retorne a lo que usted era antes de su supuesto «nacimiento» la emergencia de un cuerpo particular con el que usted se ha identificado tan gustosa y negligentemente. Sea en esa eternidad, que es un estado de totalidad, aunque su cuerpo se venga abajo; un estado de riqueza, aunque usted no tenga ninguna posesión terrenal; un estado de paz y de quietud imperturbables, aunque el mundo a su alrededor estalle en llamas. Ese estado antes del nacimiento es ahora, y siempre ahora, debido a que es antes del tiempo mismo, antes de que el tiempo, disfrazado de «devenir», emergiera como el concepto tiránico que gobierna nuestra vida y nos esclaviza. Es la realidad sin cambio de la que ha brotado todo el cambio, el espacio, el tiempo, la totalidad del mundo de la experiencia, y todas nuestras queridas ilusiones.