Globalización, democracia, mercado y desarrollo

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Globalización - Mundialización: ¿Dos caras de la misma moneda?
Antonio Elizalde Hevia
Introducción: la globalización un proceso que oculta diversas realidades
La palabra “globalización” es una palabra relativamente nueva que, sin embargo, ya forma parte del
léxico cotidiano de millones de personas y que dejó atrás hace ya algún tiempo a otras como
imperialismo, colonialismo, marxismo, capitalismo, etc. Millones de veces cada día es referida por
alguien en el mundo. Muchas de estas veces unida a otra, también muy de moda desde hace algunas
décadas: neoliberalismo.
No obstante, esta expansión de su uso, la palabra todavía en la mente de la gente no llega a ser un
concepto. Es más, la mayoría de las personas incluso las personas públicas que la utilizan, no son capaces
de definir lo que ella significa y sólo cuando llegamos a visualizar lo que su uso implica, nos damos
cuenta que se trata de la síntesis de un proceso al que ha llegado la humanidad.
El concepto de globalización se ha llegado a transformar en una “muletilla” que es usada tanto por sus
partidarios como sus detractores, para referirse a lo que está ocurriendo actualmente en el mundo. Es tal
como lo señala Josep F. Mària i Serrano (2001a) una palabra-ídolo que responde en parte a la verdad de
un fenómeno y de un proceso; pero es también un arma que esgrimen algunos para mantener o prolongar
situaciones injustas. Esta manipulación es precisamente lo que denuncia la afirmación de Robert M.
Solow, Premio Nobel de Economía: “¡Ah, sí, la globalización! Es una maravillosa excusa para muchas
cosas.”
Reconocemos así que la palabra globalización tiene un carácter polisémico. Tras ella se ocultan diversas
realidades. Actualmente recibimos permanentemente información mediante la televisión; podemos
comunicarnos por correo electrónico con cualquier lugar del mundo; compramos habitualmente productos
importados; más de algún pariente o conocido nuestro trabaja en una empresa multinacional; nos
enteramos cotidianamente de la violación de los derechos humanos por parte de ciertos gobiernos en
algún lugar del planeta; podemos ver “en vivo y en directo” y “en tiempo real” bodas reales, finales
mundiales e incluso conflictos bélicos; y realidades como los tratados de libre comercio, la Unión
Europea, el Mercosur o el Pacto Andino, están cada vez más presente en nuestras vidas. Todas ellas son
realidades relacionadas con la globalización. Paralelamente esta es la excusa o el argumento de algunos
pensadores, hombres de negocios o políticos para volver a situaciones de capitalismo feroz, ahora que
Occidente, y sobre todo Europa, han alcanzado ciertas cotas de justicia para todos con el Estado de
Bienestar. Es por otra parte en muchos casos usada por algunos gobiernos (tanto de países ricos como
pobres) para ocultar sus errores de política interior o algunas opciones inconfesables.
Como lo señala Mària i Serrano (2001a):
“También se relacionan con ella cuestiones importantes que podemos plantearnos: ¿Qué
consecuencias tendrá Internet en la educación de nuestros hijos? ¿Qué pasará con los idiomas que
hablan pocos millones de habitantes ahora que el inglés se impone como vehículo de
comunicación internacional? Los asalariados ¿tenemos que aceptar una pérdida de poder
adquisitivo o de prestaciones sociales “porque si no la empresa será poco competitiva y tendrá
que cerrar”? ¿Cómo tengo que relacionarme con la cada vez mayor cantidad de extranjeros con
los cuales me topo al ir al centro o que trabajan en el edificio en construcción de mi calle? ¿Es
necesario un Tribunal Internacional que juzgue a los políticos que violan los derechos
humanos?.”
Milton Santos (2000) en su último libro, publicado poco antes de su muerte, presenta la globalización
como fábula, como perversidad y como posibilidad, señalando la necesidad de transitar desde el
pensamiento único a la conciencia universal que permita la construcción de una nueva civilización
planetaria.
Según Santos, los actores más poderosos de esta nueva etapa de la globalización se reservan los mejores
pedazos del territorio global y dejan los restos para los otros. Pero la mayor perversidad en la producción
de la globalización actual no reside tanto en la polarización de la riqueza y de la pobreza, ni en la
segmentación de los mercados y de las poblaciones sometidas, ni siquiera en la misma destrucción de la
naturaleza. La novedad aterradora reside en la tentativa empírica y simbólica de construcción de un único
espacio unipolar de dominación. La tiranía del dinero y de la información, producida por la concentración
del capital y del poder, tienen hoy una unidad técnica y una convergencia de normas sin precedentes en la
historia del capitalismo. El resultado es una profundización de la competitividad, la producción de nuevos
totalitarismos, la confusión de los espíritus y el empobrecimiento creciente de las masas, en tanto los
Estados se tornan incapaces de regular la vida colectiva. Es una situación insustentable.
El capitalismo actual, sostiene Santos, en su carácter globalmente destructivo acaba además siendo
contradictorio, llevando a la resistencia de segmentos crecientes de la humanidad a partir de sus distintos
lugares. Se produce así, una nueva centralidad de lo social que constituye la base para una nueva política.
No pudiendo las mayorías oprimidas “consumir el Occidente globalizado” en sus formas puras
(financiera, económica y cultural), aumentará la resistencia a la dominación ultraliberal y consumista
publicitada por las grandes organizaciones de los medios de comunicación de masas. La alienación tiende
a ser subtituída por una nueva conciencia, una nueva filosofía moral, que no será la de los valores
mercantiles sino que la de la solidaridad y la ciudadanía.
Es fácil constatar que al interior de las Ciencias Sociales existe un debate abierto entre las diferentes
valoraciones del fenómeno de la globalización. Desde aquellos que consideran que la globalización es una
tendencia significativa del mundo actual, pasando por aquellos que sólo la consideran un mito, en el
sentido de un concepto “vacío” inventado para ocultar intereses inconfesables, cumpliendo por tanto un
papel ideológico, en el sentido de falsa conciencia. Es perfectamente posible que ambas visiones
contengan parte de la verdad. Como lo he señalado en un trabajo anterior 1 es posible hacer dos lecturas
diametralmente opuestas del mismo fenómeno.
Origen y evolución del concepto a partir de conceptos relacionados
El concepto de globalización es un constructo relativamente reciente de las ciencias sociales, es posible
incluso que no tenga una antigüedad mayor a dos décadas. Sin embargo fue durante la década pasada
donde adquirió definitivamente carta de ciudadanía. Para ello debió diferenciarse de varios otros
conceptos cercanos e incluso usados en muchos casos como sus sinónimos. Creo necesario por
consiguiente establecer las diferencias y similitudes que nos hagan posible esclarecer el sentido que la
palabra globalización ha ido adquiriendo a través de su progresivo uso en la literatura especializada.
La aldea global
1
Elizalde, Antonio (2002) “Reflexiones en torno a la globalización: crítica y propuesta” en Globalización y
Sustentabilidad. Desafíos y alternativas. Programa Chile Sustentable, Santiago.
Un primer concepto que anticipa al de globalización es el de la “aldea global”. Hace ya casi medio siglo,
Marshall McLuhan, en sus obras Understanding Media (1954) y en The Gutemberg Galaxy (1962),
asentó la idea de la “aldea global” y pronosticó un siglo XXI con grandes trasnsformaciones en la vida y
en los medios de comunicación, mediante la globalización del mundo y de la sociedad. Esta “aldea
global” empezó a ser una realidad con la llegada e implantación de la red Internet, la cual prescinde de
los límites políticos y geográficos. McLuhan diría, probablemente, que ahora más que nunca las
computadoras están enlazándonos en la aldea global, tanto más cuando se ha convertido más bien en una
especie de teatro global. Con un ordenador y un módem, cualquiera puede irrumpir en la escena mundial.
El sistema-mundo
Un segundo concepto relacionado es el de “sistema-mundo”. Esta noción fue creada por Immanuel
Wallerstein (1974) y se constituyó en el objeto de estudio de su esfuerzo teórico. Según su creador, la
humanidad ha conocido varios sistemas-mundo con capacidad para presentar una visión global coherente.
Pero para Wallerstein y sus colegas, la crisis actual de carácter global es consecuencia de cambios
fundamentales que atraviesa el sistema-mundo capitalista que emergió hace 500 años y que se ha
expandido a escala mundial. El sociólogo norteamericano enfatiza dos aspectos en su análisis: en primer
lugar, caracteriza la presente coyuntura mundial como una transición fundamental de una forma de
organización social a otra. Señala, en segundo lugar, que el resultado de esta transición no puede ser
predeterminado y que el futuro está exclusivamente en las manos de todos nosotros. Wallerstein
cuestiona, por lo tanto, las convencionales nociones de la modernidad que nos presentan el mundo como
un cúmulo de relaciones sociales, ya sea en perfecto equilibrio funcional o en un estado de permanente
conflicto con objetivos y resultados conocidos.
En los tres volumenes de su libro El sistema-mundo moderno, Wallerstein nos ofrece una primera
aproximación a las claves de su teoría sociológica. Define el sistema-mundo como una estructura con
fronteras, grupos y normas que la legitiman y le dan coherencia. Es un mundo lleno de conflictos que se
mantiene en un estado de tensión permanente y que funciona como un organismo que experimenta
cambios y que saca a relucir sus fuerzas o debilidades según las circunstancias.
Para Wallerstein, lo que caracteriza un sistema social es su ser endógeno. En otras palabras, el sistema
social es, en cierta medida, autosuficiente. Así identifica dos tipos de sistema social. Por un lado, el
sistema social pequeño, con una economía de subsistencia autónoma y por el otro, el sistema mundo. La
diferencia obvia es la de tamaño. También, el sistema mundo se basa sobre una división de trabajo
extensa y una diversidad cultural de múltiples expresiones.
Wallerstein agrega que hasta el presente han existido dos tipos de sistemas-mundo. Por un lado, el
sistema-mundo imperio que es articulado políticamente por un régimen centralizado que domina la
totalidad del territorio sobre el cual se extiende. Por el otro, el sistema-mundo económico que carece de
un sistema político centralizador.
Los sistemas-mundo económicos en la era premoderna eran estructuras muy inestables que evolucionaban
hacia imperios o se desintegraban. La particularidad del sistema-mundo moderno es que ha dado lugar a
una economía-mundo cuya duración lleva 500 años. Aún cuando el sistema-mundo económico puede
tener centros políticos, estos no son permanentes ni hegemónicos. Es el caso de las ciudades del norte de
Italia, después Amsterdam (Holanda) , Londres (Gran Bretaña) y Nueva York (EEUU), que se han
sucedido como capitales del sistema-mundo económico del capitalismo en el último medio milenio.
Arrighi y Silver (2001) anuncian un desplazamiento del centro hegemónico actual a corto plazo.
“La globalización del moderno sistema-mundo se ha producido pues mediante una serie de
rupturas en los modelos establecidos de gobierno, acumulación y cohesión social, en el curso de
los cuales el orden hegemónico establecido entraba en decadencia, mientras en sus intersticios
emergía un nuevo orden que con el tiempo se convertía en hegemónico... La expansión financiera
global de los aproximadamente últimos veinte años no constituye una nueva fase del capitalismo
mundial ni anuncia una “incipiente hegemonía de los mercados globales”. Por el contrario, indica
claramente que nos hallamos inmersos en una crisis de hegemonía. Como tal, cabe esperar que
esa expansión no sea sino un fenómeno temporal que acabará más o menos catastróficamente
dependiendo de cómo gestione la crisis la potencia hegemónica en declive.” (pp. 275-276)
Según Wallerstein, esta falta de centro hegemónico es el secreto de la fuerza del sistema-mundo moderno
y, a la vez, constituye el lado político de la organización económica llamada capitalismo. El éxito del
capitalismo descansaría precisamente sobre esta multiplicidad de sistemas políticos que conviven
simultáneamente.
La mundialización
Un tercer concepto muy relacionado al de globalización es el de “mundialización”, incluso usado casi
como un sinónimo. Hay una primera versión que se corresponde con la teoría del imperialismo, elaborada
en las primeras décadas del siglo por Lenin, Luxemburgo, Bujarín y Trotsky. Como lo señala Claudio
Katz 2:
“Este análisis apuntó a interpretar el significado de la gran transformación operada con la
sustitución del capitalismo librecambista por el monopólico. Este cambio se fundaba, a su vez, en
un importante avance de la internacionalización de la economía, especialmente en el plano
comercial y financiero, asi como en el desarrollo de las primeras formas de inversión directa. Los
cuatro teóricos postularon una caracterización convergente del fenómeno, pero resaltaron
aspectos diferentes (y controvertidos entre sí) de la nueva etapa.
Mientra que para Lenin la expansión internacional del capital implicaba la conformación de
monopolios asfixiantes de la libre competencia y el predominio parasitario del capital financiero,
para Rosa Luxemburgo lo más relevante era la exportación de excedentes invendibles hacia la
perfieria por parte de los países centrales, como reacción a un agravamiento del sub-consumo.
Consideraba que el agotamiento de estos mercados exteriores compensatorios conducía a un
punto de estallido definitorio de las crisis de realización.
Por su parte, para Bujarin un nuevo tipo de contradicción se inaguraba en el capitalismo a partir
del choque entre la internacionalización económica creciente y el mantenimiento de las formas
nacionales de apropiación de los beneficios. Destacaba que los mismos grupos monopólicos que
mundializaban sus circuitos de abastecimiento, producción y comercialización tendían a
cohesionarse en torno a estados cada vez más proteccionistas. Estimaba que este proceso
potenciaba, simultánea y contradictoriamente, tanto la “universalización” como la
“nacionalización” del capital.
Trotsky a su vez, en un primer análisis, destacó que la principal consecuencia de la conformación
de un mercado mundial unificado era el ensanchamiento de la brecha entre los países avanzados y
atrasados. Planteó que esta polarización reducía drásticamente las posibilidades históricas de las
naciones periféricas de repetir el acelerado desarrollo industrial de las potencias centrales. De la
constitución definitiva de un sistema capitalista mundial, Trotsky dedujo posteriormente la
imposibilidad de aislar el desarrollo económico-social de una revolución triunfante del cuadro
internacional y por eso consideró utópico el intento de "construir el socialismo en un solo pais".
2
Katz, Claudio. El Manifiesto y la mundialización en http://usuarios.lycos.es/Alfagua/KATZ.html
Entendió que la nueva etapa imperialista exigía replantear la estrategia y el proyecto del
socialismo a escala mundial.
Estos cuatro interpretaciones representan las bases teóricas para un estudio de la mundialización,
porque caracterizan desde distintos ángulos, cuales son las transformaciones que introduce la
penetración del capital en todos los rincones del planeta. Pero para valorar adecuadamente estos
aportes hay que separar los elementos coyunturales de sus componentes esenciales, que aparecen
entremezclados en los diversos textos. El señalamiento de un salto desde la libre competencia
hacia la rivalidad inter-monopólica es un rasgo más perdurable del planteo de Lenin, que el
sometimiento del capital industrial al financiero. La creciente necesidad de mercados por parte de
las potencias imperialistas y la recurrente opresión de las naciones atrasadas es un aspecto más
valioso del análisis de Luxemburgo, que su visión de las crisis exclusivamente derivada del
“agotamiento de las regiones no capitalistas”.
La contradicción entre la internacionalización de las fuerzas productivas y el mantenimiento de
las fronteras nacionales constituye efectivamente el eje explicativo de los grandes conflictos
económicos y militares mundiales. Pero las formas de este choque han cambiado sustancialmente
desde su caracterización inicial por parte de Bujarin. También ha sido perdurable la visión de
Trotsky sobre la creciente polarización entre las naciones opresoras y oprimidas, así como su
enfoque de la inviabilidad de todo proyecto socialista exclusivamente concebido en términos
nacionales. Pero este proceso no implica un estancamiento prolongado de las fuerzas productivas,
como se suponía en los años 30, sino todo lo contrario. Lo que se ha potenciado es la dificultad
creciente para conciliar el aumento de la producción y de la productividad con el ensanchamiento
de los mercados y el mejoramiento de las ganancias. Al depurar los rasgos centrales del análisis
del imperialismo de las modalidades que adoptó en el perído de entre-guerras (1920-1940) se
obtiene el núcleo teórico esencial que permite avanzar en la interpretación actual de la
mundialización.”
Una segunda acepción del concepto de “mundialización es la definida por Delors et alia (1996). Delors
utiliza el término de mundialización para referirse a la interdependencia planetaria en lo económico,
científico, cultural y político. Por su parte, Virilio (1997a) nos dice que la mundialización “es el principio
del fin del espacio de un pequeño planeta en suspensión en el éter electrónico de nuestros medios de
comunicación modernos” (p. 17).
Mària i Serrano (2001a) define a su vez la mundialización como:
“... el proceso por el cual los ciudadanos del mundo comparten una determinada experiencia, un
determinado valor o un determinado bien. Pero, como hemos visto, la globalización no ha llegado
a todos los ciudadanos del mundo. Existen áreas geográficas o grupos sociales que han sufrido
pasivamente la globalización porque han quedado desconectados de las redes de comunicación,
de los movimientos de capital, de los destinos de las inversiones empresariales, o de las
reivindicaciones de los derechos humanos. Son áreas geográficas o grupos humanos que están al
margen de la luz (agujeros negros del capitalismo) y del movimiento que inyecta la globalización
allá por donde pasa. La globalización, pues, tal como se ha concretado hasta el momento, no ha
repartido sus beneficios a todo el mundo: se queda corta respecto de lo que podría ser la
mundialización.”
Una visión notablemente más crítica respecto a la mundialización y a las concepciones que la sustentan es
la que nos presenta Zaoual (2001)
“La mundialización ha llegado a ser una “máquina incontrolable y excluyente” en la medida en
que ella es gobernada por mecanismos económicos culturalmente anónimos. Cada cual sabe que
la economía es amnésica. Ella está en las antípodas de la memoria histórica y de la ecología. Para
instituirse como ciencia y práctica, ella se ha emancipado totalmente de la ética y de las culturas.
Este proyecto de exterminación de la diversidad cultural está en el corazón de sus postulados
fundadores. Inspirándose a ultranza en el darwinismo, a pesar de los descubrimientos recientes en
la biología sobre el carácter cooperativo de las especies animales y vegetales, la economía
permanece atada a la concurrencia vital entre los hombres, las organizaciones y las naciones. El
derrumbe de los sistemas inspirados en el marxismo no ha hecho más que amplificar la idea de un
modelo único a escala planetaria.”
La internacionalización
Un cuarto concepto asociado a la globalización es el que se ha denominado como la internacionalización,
en algunos casos se hace referencia con este concepto a la internacionalización de las economías y en
otros a la relación entre los Estados-Nación.
“La internacionalización de las economías comenzó verdaderamente en los años sesenta y setenta.
Consistió en un simple proceso de apertura de las economías, con las posibilidades y peligros que
ello ha creado. Las oportunidades residen en el crecimiento; los peligros en la dependencia, la
vulnerabilidad y la segmentación de la sociedad.” (Rosanvallon, 2003)
El mismo Rosanvallon busca diferenciar esta noción de la de globalización:
“La globalización por el contrario, no es sólo la internacionalización de los mercados. Es, en
efecto, primero y ante todo, la consecuencia de la transformación de los modos de producción,
ligada a la tercera revolución industrial de las informaciones y la informática. La globalización no
es por tanto una estrategia, una elección de política económica, como podría serlo la
internacionalización en los años setenta. Es un elemento intrínseco de la economía moderna.”
Josep F. Mària i Serrano (2001a) hace por su parte una referencia a la dimensión más propiamente
política de la “internacionalización.”
“Internacionalización es el proceso por el cual diversos Estados-Nación se relacionan entre ellos.
En este sentido, la globalización exige una internacionalización más intensa porque los EstadosNación tendrían que apoyarse más entre sí frente a ciertos agentes globales nocivos. Pero, como
hemos visto, también se han establecido relaciones entre personas y organizaciones de diversos
países al margen de los Estados-Nación: por ejemplo, en las empresas multinacionales, en las
ONGs de ámbito mundial, en las redes de economía ilegal, en las visitas de los usuarios de
Internet de diversos países a una Web determinada, o en la visión vía satélite de un programa
televisivo norteamericano desde países alejados de los EE.UU.. La globalización, por tanto, va
más allá de la internacionalización.”
La occidentalización
Hay que un quinto concepto vinculado al de globalización, que de un un modo análogo al uso del
concepto anterior, aunque en un sentido inverso, acuñaron en su uso, Franz Hinkelammert así como
muchos de sus seguidores, es el concepto de “occidentalización”, que busca dar cuenta de las dimensiones
autodestructivas y suicidas de la globalización, tal como es impulsada en la actualidad desde las
concepciones neoliberales. Sostiene Hinkelammert (1989) que:
“La sociedad occidental ha producido sistemas de dominación tan extremos, que no tienen
antecedentes en ningún período histórico anterior ni en ninguna otra parte del mundo. Sistemas de
exterminio de poblaciones enteras. La sociedad occidental ha inventado también los hoyos negros de
los servicios secretos, donde el hombre es deshumanizado hasta niveles insuperables. En todas
partes, en todas las líneas ideológicas que han aparecido en esta sociedad, se han dado las peores
formas de deshumanización.
La sociedad occidental ha desarrollado fuerzas productivas nunca antes vistas. Pero las ha
desarrollado con tanta destructividad, que ella misma se encuentra en el límite de su propia existencia
y de la posibilidad de existencia del propio sujeto humano... El siglo XX es sociedad occidental in
extremis... La sociedad occidental ha llegado a su fin. Lo que no se sabe es si logrará llevar a la
humanidad y a la tierra a este gran hoyo negro que se está creando. Hay una crisis de la sociedad
occidental misma en todas sus dimensiones.” (p. 9)
“Desoccidentalizar el mundo, eso es esta tarea. Desoccidentalizar la iglesia, desoccidentalizar el
socialismo, desoccidentalizar la peor forma de Occidente, que es el capitalismo, desoccidentalizar la
misma democracia. Pero eso implica reconocer que el mundo es el mundo de la vida humana en la
cual todos tienen que poder vivir. Este reconocimiento constituye la superación de Occidente.” (p.12)
La planetización
Un sexto concepto relacionado al de globalización, es de varios otros autores, que inspirados en la obra de
Edgar Morin hacen uso del concepto de “planetización”, intentando dar cuenta con éste de la crítica a los
grandes problemas de nuestro tiempo, en especial el incumplimiento de la promesa de bienestar y los
malestares generados por la civilización occidental tales como: el individualismo como cara perversa del
del proceso de individuación que ha supuesto la cultura de Occidente; la invasión del cotidiano por la
tecnificación; el Estado transformado en el “ogro filantrópico”; la monetarización y la creación de un
mercado mundial de bienes y capital que ha ampliado las posibilidades de acceso a productos y servicios
del cual vastas mayorías están excluidas.
Según señala Raúl Motta, “la globalización es una totalidad cerrada que deja una diversidad de mundos
en la intemperie, es una exclusión, una totalidad imperfecta, como toda totalidad”. 3
Por su parte De Kerckhove (1999a) nos dice que el concepto de planetización difiere del de globalización,
ya que mientras que éste se refiere al “proceso de expansión tecnológica y económica de aquí y allí ...”, la
planetización “es la visión desde arriba, desde el satélite..., es la integración consciente de la realidad
dimensional de la Tierra.” (p. 212 )
Se resume con este concepto, una crítica a la globalización dominante por su condición de excluyente,
simplificadora y reduccionista. Por ejemplo, hoy se nos busca hacer creer al conjunto de la humanidad
que los intereses de Estados Unidos, o más específicamente del sector petrolero de Estados Unidos son
los intereses de todos, y hay una cruzada mundial a la que todos debemos adscribirnos. Por el contrario, la
planetización, que es sustentada por autores desde el enfoque de la complejidad, supone una nueva
conciencia de la co-responsabilidad planetaria, y una nueva actitud frente a los problemas
contemporáneos. La conciencia planetaria debe asumir una serie de contradicciones, lo que exige gran
apertura y una nueva sensibilidad.
3
“El pilotaje de la complejidad, las redes sociales y la gobernabilidad planetaria” En Complejidad nº 2, junioagosto 1996.
La glocalización
El séptimo concepto, es el de “glocalización”, que es una palabra híbrida creada para unir las nociones de
globalización y localización, y que a la vez pretende dar cuenta del carácter contradictorio del fenómeno
de la globalización. Con este concepto se intenta entender el actual proceso de transformación como un
engarce entre la dinámica local y global, donde lo local gana en significado porque debe participar en un
sin número de lugares en la competencia global por los recursos.
Como quiera que definamos el fenómeno de la globalización, los medios de comunicación juegan un
importante papel en él. Pero al mismo tiempo los medios de comunicación desempeñan roles
contradictorios: pueden ser fuentes de resistencia contra la globalización, pero también ser protectores del
capitalismo; pueden ser agentes de democratización y herramientas para la glocalización, es decir,
constituyen herramientas del doble proceso de globalización de lo local y de localización de lo global que
se está dando a nivel mundial y que se define con el término glocalización.
Manuel Castells (1997) hace referencia al concepto glocalización, entendido como la articulación entre lo
global y lo local desde una visión urbana, como una noción que hoy se aplica tanto a la economía (la
ciudad como medio económico adecuado para la optimización de sinergias) como a la cultura (las
identidades locales y su relación dialéctica con el universalismo informacional de base mediática). La
glocalización supone para Castells destacar el ámbito urbano y el papel gestor-coordinador-promotor de
los gobiernos locales para la implementación de políticas que tienen en cuenta unos referentes globales y
que se posicionan respecto a ellos. En síntesis: globalización más proximidad.
Elementos para una definición del concepto de globalización
Josep Mária i Serrano (2001b) postula una definición que tomaremos como punto de partida para nuestro
análisis:
“...entendemos la globalización como un proceso de interconexión financiera, económica, social,
política y cultural acelerado últimamente en un contexto de crisis económicas (1973, 1979...), de
victoria política del capitalismo frente al socialismo (1989) y de relativización cultural de los
grandes ideales (posmodernidad...). Dicha interconexión ha sido posibilitada:
Materialmente, por el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y
el abaratamiento de los transportes;
Simbólicamente, por la hegemonía del inglés como lengua de comunicación;
y Jurídicamente, por la inexistencia de barreras legales/políticas a la circulación de ideas, dinero,
bienes y personas.”
Jorge Machado4 señala que según Kacowicz (1999), las posibles definiciones del concepto de
globalización, deberían incluir:
“... a) la intensificación de las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales a través de
las fronteras; b) el período histórico iniciado tras el fin de la Guerra Fría; c) la transformación del
mundo por la anarquía de los mercados financieros; d) el triunfo de los valores norteamericanos a
través de la agenda combinada del neoliberalismo en la economía y la democracia política; e) la
ideología y la ortodoxia sobre la culminación lógica e inevitable de las poderosas tendencias de
cambio en el mercado laboral; f) la revolución tecnológica con sus implicaciones sociales y g) la
inhabilidad de los países en lidiar con problemas que requieren soluciones globales como el
4
www.forum-global.de/soc/bibliot/ machado/conceptglob.htm
crecimiento demográfico, los problemas ambientales, los derechos humanos y la proliferación
nuclear.” (p. 529)
Otros autores hacen referencia a característicias del proceso global tales como: la agonía de la distancia,
la aceleración del tiempo, la desaparición de los intermediarios inútiles, los cambios en el sistema
piramidal de transmisión de inteligencia en las organizaciones y/o una nueva forma de hacer economía.
Milton Santos (2002) en su análisis de la globalización, habla de la unicidad de la técnica, la convergencia
de los momentos, la cognoscibilidad del planeta y la existencia de un motor único de la historia
representado por la plusvalía globalizada.
“La unicidad de la técnica hace posible que las diversas técnicas existentes pasen a comunicarse
entre ellas, la técnica de la información asegura ese comercio, que antes no era posible. Por otro
lado, ella tiene un papel determinate sobre el uso del tiempo, permitiendo, en todos los lugares, la
convergencia de los momentos, asegurando la simultaneidad de las acciones y, por lo tanto,
acelerando el proceso histórico.” (p. 25)
“Nunca hubo antes esa posibilidad - ofrecida por la técnica a nuestra generación - de tener en las
manos el conocimiento instantáneo del acontecer de otro. Esa es la gran novedad, lo que estamos
llamando unicidad del tiempo o convergencia de los momentos.” (p. 28)
Sontagg y Arenas señalan por su parte que:
“Se trata de una transformación profunda y estructural que altera, al parecer sustancialmente, la
dinámica del sistema histórico-social vigente. La globalización, como se ha llamado este
fenómeno, va más allá y es diferente de la tendencia que hemos conocido hasta ahora como
mundialización de los mercados e internacionalización y transnacionalización del capital. En
efecto, estos últimos procesos se basaban primero (especialmente en los siglos XVIII y XIX) en
la expansión de la mercantilización de todas las relaciones sociales por el mundo entero y después
(particularmente durante la superación de la Gran Crisis en los tiempos de la Segunda Posguerra)
en la existencia de varias empresas multinacionales que actuaban como casas matrices desde los
centros desarrollados y un gran número de subsidiarias que producían para diferentes mercados
locales, a partir de decisiones tomadas en las primeras (justo como Marx y Engels lo habían
presagiado). En la economía globalizada se diluye el concepto de centro-satélite a nivel de las
empresas y el diseño de los bienes a producir se hace en cualquiera de las unidades y se produce
donde quiera que lo señale la economía de fabricación (Drucker, 1989, 118). Esto significa la
sustitución de una economía verticalizada por una horizontalizada a escala global.”
Las dimensiones de la globalización
El fenómeno de la globalización, dado su carácter sistémico, incluye un conjunto de niveles o
dimensiones a las cuales es necesario hacer referencia. Siguiendo a Mária i Serrano (2001a)
distinguiremos los siguientes:
a) El nivel tecnoeconómico está relacionado con las necesidades de supervivencia de los individuos y
contempla el surgimiento de tecnologías y su utilización en los procesos económicos de producción y
distribución.
b) El nivel sociopolítico está relacionado con las necesidades humanas de convivencia y se centra en los
grupos sociales y en las formas de poder político.
c) Por último, el nivel cultural tiene relación con la necesidad de sentido para la persona, e incluye las
ideas y los valores de los grupos humanos, traducidos en instituciones que ordenan las vidas de las
personas.
Incluiremos además un cuarto nivel, al que llamaremos el nivel ambiental que tiene relación con el
entorno o ambiente biofísico tanto natural como artificial en el cual se lleva a cabo la existencia humana.
Cada uno de estos niveles de análisis posee una dinámica propia, marcada por la lógica de
funcionamiento de las instituciones que operan en él. El fenómeno de la globalización se manifiesta en el
plano económico en el operar de las empresas, de los mercados, del sistema financiero, así como de los
trabajadores; en el ámbito sociopolítico en las actuaciones de los movimientos sociales, los partidos
políticos o el Estado; en el plano cultural en las conductas que configuran las familias, las instituciones
educativas o las instituciones dedicadas al ocio, la entretención y las necesidades espirituales; en el plano
ambiental en los impactos que sobre la naturaleza y el ambiente artificial lleva a cabo el funcionamiento
de las sociedades humanas.
Por otra parte, todos estos niveles están relacionados e interactúan en todos los sentidos: las acciones
empresariales tienen consecuencias ambientales; las culturas locales condicionan las acciones
empresariales, las trasformaciones ambientales generan preocupación política, las decisiones políticas
condicionan las acciones empresariales, etc. Sin embargo no es posible atribuir a priori a ningunos de
estos niveles la preponderancia en la explicación de las diversas realidades sociales.
Globalización tecnoeconómica
La globalización está estrechamente vinculada al desarrollo de las nuevas tecnologías. Anteriormente
señalamos que la globalización era un conjunto de procesos de índole política y económica que
conectaban todo el mundo y en este sentido, no podemos dejar de lado a la Información y al
Conocimiento, factores claves de los cambios experimentados en las cuatro últimas décadas. En el
análisis que Giddens (1999) realiza de la globalización como pilar de la Tercera Vía se indica que en el
proceso globalizador no hay que perder de vista la revolución de las comunicaciones y la extensión de la
tecnología informática ya que la globalización supone también la transformación del espacio y del tiempo
en nuestras vidas.
Estas transformaciones se apoyan en una aceleración sin precedentes de los procesos tecnológicos, tanto
en lo que atañe al ritmo mismo de las innovaciones como en lo que se refiere al lapso que transcurre entre
la innovación y su incorporación en la producción. Tal proceso se inició en los años setenta y ha llegado a
ser tildado como la "tercera revolución tecnológica e industrial". Se ha asentado en la electrónica, la
informática, la robótica, los nuevos materiales, la genética y la biotecnología.
Las redes telemáticas ocupan un lugar relevante en esta relación que estudiamos, para De Kerckhove
(1999a) las redes y la conectividad, entendida ésta como la tendencia a juntar entidades separadas y sin
conexiones previas mediante un vínculo o una relación, son concebidas como nuevas metáforas
tecnológicas que afectan a la percepción espacial y temporal, y por tanto rompen con las barreras locales,
expandiendo el tamaño de las representaciones mentales del espacio específico en el que nos
encontramos.
La introducción en forma acelerada a partir de los años 70 desató una profunda transformación en las
formas de producción y de vida de mucha gente, sobre todo en los países industrializados y agudizó la
competencia entre las empresas. Las menos eficientes desaparecieron y las supervivientes modificaron las
técnicas organizativas e incorporaron las TIC para ser competitivas en los ámbitos nacional e
internacional. El abaratamiento de los costos del transporte posibilitó asimismo a más empresas la
internacionalización de sus actividades.
Todo ello condujo paralelamente a muchos otros cambios producidos en ámbitos concretos de la
economía, tales como el desarrollo de nuevas formas de producción. Estas nuevas formas de producción
consisten en la desmaterialización de los productos que significa que su valor agregado ha pasado a
depender más de los elementos inmateriales que llevan incorporados (diseño, marca, patentes, publicidad,
etc.) que de la manipulación física de los elementos materiales que los integran. Lo anterior ha llevado
también a desmaterializar las empresas, esta ya no es más un galpón industrial lleno de máquinas y
trabajadores y mucho dinero para financiarlo, sino más bien una idea de producto, un aparataje para
fabricarlo y un sistema de ventas. Asimismo esto ha abaratado la fabricación de muchos productos, pero
del mismo modo ha generado nuevas dinámicas, entre otras: el outsourcing o subcontratación; la venta de
la marca mediante franquicias, etc.
Paralelamente se constata una desnacionalización cada vez mayor de los productos. Esto significa dos
cosas: que cada vez consumimos más productos extranjeros; pero también que cada vez más esos
productos ya no son hechos en un lugar único, puesto que las empresas que producen bienes intensivos en
trabajo no cualificado, trasladan a los países con mano de obra barata las fases del proceso que implican
más intensidad de trabajo. Este es el caso de las maquilas, zonas libres de aranceles en las que los
empresarios conectados internacionalmente hacen trabajar duramente a la población local para que realice
las fases intensivas en trabajo del proceso de producción de determinadas manufacturas. La extensión de
esta desnacionalización de los productos es difícil de establecer, pero va en aumento.
Se produce a la vez una globalización en el mundo del trabajo cuyos resultados son la división digital
(aquellos que son capaces de manejar las TIC y adaptarse a los cambios que éstas imponen y los que no,
una cronificación del desempleo, el aumento de la precariedad laboral y social en los países
industrializados y también en los en vías de desarrollo, un debilitamiento de la capacidad negociadora de
los trabajadores, así como un incremento de la desigualdad de ingresos.
Asimismo se llevan a cabo cambios en el mundo del capital, los que se concretan en un desplazamiento
del poder económico hacia los “nuevos ricos”; la desconexión de los mercados financieros respecto de la
economía real; la tendencia a la concentración empresarial; una acentuación de la competencia y el
alejamiento y la progresiva anonimización del capital.
En este sentido, la integración a escala global de los mercados financieros (facilitada por las TIC) acentúa
el anonimato y la deshumanización de las decisiones empresariales. Hoy las bolsas más importantes
(Londres, Nueva York, y Tokio) están conectadas las 24 horas del días; y mueven unas cantidades de
dinero que ningún gobierno puede controlar. Según Lafontaine y Müller 5 en 1995, se movieron en el
mercado de capitales 1,5 billones de dólares cada día, cuando los pagos del comercio internacional sólo
necesitan diariamente 10.000 millones de dólares. De modo que, los capitales corren a una velocidad 150
veces superior a lo que necesita la economía real.
Todo ello en un contexto de creciente pérdida de autoridad económica de los Estados. Si bien hasta ahora
la actividad económica estaba “domesticada” por los Estados que imponían las condiciones marco del
mercado y velaban por el bienestar general, hoy la economía salta fronteras y los agentes estatales de
política económica cuentan cada día con instrumentos más débiles para controlar las variables
macroeconómicas básicas, para defender la libre competencia o para redistribuir rentas de los ricos a los
pobres. Muchos gobiernos están fomentando la liberalización indiscriminada del comercio y de los
5
Lafontaine, O. y Müller, Ch. (1998) No hay que tener miedo a la globalización, Biblioteca Nueva, Madrid, p. 35.
movimientos de capital, y al mismo tiempo, trabajan por la consolidación de grandes empresas
“nacionales” fuertes capaces de competir en el mercado mundial. Esta estrategia de impulso de
“multinacionales de base nacional propia”, ha tenido no obstante consecuencias nocivas: las grandes
empresas (tanto de base “nacional” como “extranjera”) consiguen de los gobiernos y de los bancos tratos
fiscales, financieros, laborales o ecológicos privilegiados. Son los consumidores, las pequeñas y medianas
empresas o los ciudadanos más pobres los que acaban pagando estos privilegios y ven reducidos los
programas de lucha contra la pobreza por incapacidad presupuestaria del Estado.
Por otro lado, el poder de regulación económica de los Estados se ha reducido también por causa de los
movimientos de capitales. Su liberalización fue una decisión política impulsada internacionalmente por el
FMI; pero ahora los Bancos Centrales de los países ya no pueden dominar estos movimientos. Los
desajustes que se derivan de ello llevan a distorsiones en el funcionamiento de la economía productiva.
En los países subdesarrollados, esta ola liberalizadora ha sido especialmente cruel. A través del
mecanismo de la renegociación de la deuda externa, el FMI y el Banco Mundial han obligado a los
gobiernos de muchos países no sólo a poner freno a la inflación y a la deuda pública, sino también a
privatizar empresas y liberalizar la entrada de capitales o de empresas multinacionales. El pago de la
deuda externa ha desviado recursos que tendrían que haberse destinado a reforzar el gasto en educación o
en salud; la reducción de la deuda pública ha desembocado en la venta de empresas públicas nacionales a
capitales extranjeros y ha acentuado la desprotección de los grupos más necesitados. Y la liberalización
de la entrada de capitales o de inversiones extranjeras ha acentuado la inestabilidad monetaria y la
dependencia exterior de estas economías.
Globalización Sociopolítica
La globalización se potenció durante la crisis económica de los años 70, pero estas tendencias económicas
se reforzaron con la victoria política del capitalismo, escenificada en 1989 con la caída del muro de
Berlín. A esta victoria contribuyeron también factores tecnológicos, económicos y culturales.
Como producto de lo anterior se ha pasado de un contexto mundial de confrontación de dos bloques
políticos a la competencia entre tres bloques económicos. La política internacional ya no está encuadrada
por la confrontación desde bloques “políticos”, sino que enfrenta a tres centros económicos con algunas
diferencias políticas y culturales: los EE.UU., la Unión Europea y Japón-SE asiático. Hay una serie de
coronas concéntricas de países que pretenden conseguir más prosperidad relacionándose con estos tres
centros. Finalmente quedan áreas al margen de la prosperidad y en el seno de las cuales se desarrollan
conflictos graves.
Paralelamente se ha producido una crisis del Estado-Nación moderno, originado por un movimiento en
dos direcciones: la regionalización (Unión Europea, NAFTA, Pacto Andino, Mercosur) y la
revalorización de las unidades políticas subestatales. Ello porque por un lado, hemos tomado conciencia
de que determinados problemas (medioambientales, de mercado, de derechos humanos, de delincuencia
organizada) se escapan de la dimensión del Estado-Nación, y por otro lado, porque la necesidad de
identidad, de relaciones cercanas y de proximidad de los gobiernos respecto de los problemas ciudadanos
intenta satisfacerse a nivel subestatal.
En el mismo sentido, Ulrich Beck (1998) define la época actual como una “segunda modernidad” . La
primera modernidad se produjo con la consolidación del Estado-Nación que configuró fuertemente la
sociedad circunscrita en el territorio correspondiente. Era un “Estado-contenedor”, porque dentro de sus
fronteras, y por contraposición a lo que había más allá de ellas, los diversos aspectos de la vida de los
súbditos o ciudadanos quedaban muy definidos: idioma oficial, religión, sistema económico y político,
sistema educativo... Con la globalización de las relaciones económicas, políticas y culturales, no obstante,
nos hallamos en tránsito hacia la “segunda modernidad” en la que se rompe el contenedor: porque los
inmigrantes forman grupos culturales o religiosos homogéneos dentro de los Estados; porque gracias a
Internet se constituyen comunidades “virtuales” que unen a los que están lejos y separan a los vecinos en
el espacio; o porque hay ciudadanos que, por tener una biografía globalizada, sienten que pertenecen a
varios países a la vez.
El Estado-Nación está evolucionando hacia formas más flexibles de organización, Estado-red como la
denomina Manuel Castells, que establecen alianzas variables entre diversos niveles de poder (regional,
estatal, subestatal). Pero esta flexibilidad pone en peligro las conquistas del Estado de Bienestar.
Por otra parte las democracias liberales occidentales han sido impuestas en muchos países sin diálogo ni
voluntad de adaptación. Este fundamentalismo occidental ha desencadenado fundamentalismos
antioccidentales en los países en donde se ha impuesto. Aunque si bien el inicio de un sistema penal
internacional está contribuyendo a la protección efectiva de los derechos humanos.
Asimismo las instituciones políticas propias de la modernidad - como lo fueron los sindicatos y los
partidos políticos - están en crisis. Han surgido en cambio, nuevos movimientos sociales, a menudo con
una fuerte preocupación por los problemas mundiales, pero no siempre con intereses universales.
Se ha ido configurando, por último, una nueva división social entre los grupos que han conseguido
dominar las TIC y enriquecerse y los que han quedado excluidos y están empobreciéndose. Los
triunfadores tienen niveles de vida mucho más elevados que antes, hacen viajes de turismo o de negocios,
hablan inglés, dominan la informática y pueden entender los productos culturales (música, cine...)
globales. La otra cara de este proceso es la exclusión. Castells bautiza a las exclusiones a partir de una
imagen cósmica: las llama agujeros negros del capitalismo informacional. Son áreas geográficas enteras
o grupos sociales enteros, dentro de los cuales es imposible estadísticamente escapar al sufrimiento o a la
degradación progresiva de la condición humana.
El número de gente que cae (o está en riesgo de caer) en estos agujeros negros es cada vez mayor. Una
escapatoria posible a esta situación vital es la participación en redes de actividades ilegales: redes de
tráfico de drogas, de armas, de niños y mujeres, de inmigrantes ilegales, de tráfico intercontinental de
residuos tóxicos. Se busca el triunfo y la riqueza al margen del respeto a la legalidad y a los derechos
humanos más básicos.
Los agujeros negros tienen una fuerza de atracción importante, precisamente porque van cayendo en ellos
todos aquellos que, por diversas circunstancias, han visto truncadas sus seguridades económicas, sociales
y culturales. Y una vez se ha entrado en un agujero negro, es difícil salir de él, porque en su seno actúa
una potente y tenebrosa conexión interna: la que en los países ricos, por ejemplo, liga pobreza con malos
hábitos alimentarios o de conducta, malos hábitos con fracaso escolar, fracaso escolar con desempleo,
desempleo con adicciones, adicciones con prostitución y delincuencia, prostitución y delincuencia con
prisiones, prisiones con SIDA y SIDA con muerte.
Globalización Cultural
La interconexión y la facilidad del transporte que constituyen la base de la globalización han permitido
que las personas reciban inputs culturales con tres características nuevas. En primer lugar, estos inputs
son mediados por la televisión o por Internet. En segundo lugar, la mayoría de estos inputs culturales
globales son productos culturales: han sido elaborados por empresas que esperar sacar beneficios de su
venta. Y en tercer lugar, proceden de personas o culturas lejanas, o de una supuesta cultura global
reforzada en los últimos años.
Mediante la irrupción de la televisión y del Internet, proveyendo de inputs virtuales en un momento de
crisis de los grandes ideales, se ha provocado al mismo tiempo un aumento de las ofertas de tiempo libre
y tal vez el fortalecimiento del relativismo y la pasividad. Las relaciones humanas virtuales han ganado
importancia y inducen a veces a la confusión entre realidad y ficción.
Se ha instalado, por otra parte una cultura del consumismo global que provoca profundos cambios de
valores e incluso comportamientos adictivos. Los productos de la industria de la diversión transmiten
valores demasiado simples, de acuerdo con las exigencias de los productos destinados a las masas.
La cultura del consumismo global tiene que aterrizar en los diversos países, provocando una cierta
diferenciación. Pero es discutible si esta diferenciación es realmente sustancial o si finalmente los
productos globales constituyen una cultura de la in-diferencia. En todo caso, es necesaria una adaptación
activa de estos productos que los convierta en factores de humanización para las personas y los grupos
humanos que los reciben.
Los inputs virtuales han inaugurado una nueva modalidad de relación humana: la relación virtual. En ella,
nos relacionamos con personas que no tenemos delante físicamente, o con personajes de películas con los
cuales no hablaremos nunca, pero que nos transmiten patrones de conducta y orientaciones prácticas. La
relación virtual genera lo que Manuel Castells denomina la cultura de la virtualidad real. Es cultura de la
virtualidad porque los inputs culturales que se reciben llegan por vía informática, vía juegos de ordenador,
vía TV o cine. Es real porque influye realmente en la cultura (ideas, valores y actuaciones concretas) de
aquellos que acceden a ella.
De hecho, la frontera entre lo que es real y lo que es virtual llega a desdibujarse en este tipo de cultura: el
incesante bombardeo televisivo sobre las mentes y la cantidad cada vez mayor de horas que pasamos
delante de la TV llevan a la confusión entre ficción y realidad. Así pues, si las imágenes de un drama real
van seguidas de las de una película, de hecho las primeras pueden ser finalmente “registradas” como
medio irreales y las segundas como medio reales.
Globalización ambiental
Como producto de las dinámicas antes señaladas se constata un creciente deterioro del medio ambiente.
Ello porque los diversos agentes económicos han tenido poco en cuenta las consecuencias ecológicas de
la producción y el consumo. Así pues, se está produciendo un grave deterioro del medio ambiente, tanto
en la tierra como en el mar, como en el aire.
En particular, el incremento del comercio internacional y de la división internacional de los procesos
productivos ha sido, al mismo tiempo, causa y efecto del aumento de los transportes. En el medio siglo
después de Bretton Woods, se ha producido un alza de alrededor de veinte veces en la actividad global de
transportes
Jerry Mander (2002) señala que:
“El Instituto Wuppertal de Alemania realizó un famoso estudio sobre las millas que viaja el
alimento desde su punto de origen hasta servirse en el plato. Informa, por ejemplo, que los
componentes promedio de un yogurt de fresa de 150 gramos consumido en Europa viajan cerca
de 2.000 kilómetros antes de que sean combinados y luego embarcados con destino a los
consumidores: las fresas vienen de Polonia; la harina de maíz y de trigo de Holanda; la
mermelada, la remolacha azucarera y el propio yogurt de Alemania; y los envases de plástico y de
papel de varios otros lugares. Se estima que, en estos días, los ingredientes de un plato de comida
tipo que se sirve en las mesas americanas viajan, en promedio,1.500 millas desde su fuente de
origen al plato. Cada milla de una actividad tan aumentada de transporte de esta economía global
tiene enormes costos para el medio ambiente, costos que se ven externalizados en nuestras
actuales medidas de eficiencia, es decir, costos que eventualmente son subsidiados por los que
pagan los impuestos.”
Actualmente, muchos estiman que el aumento del transporte global es una de las mayores contribuciones
a la creciente crisis del cambio de clima y al deterioro del ambiente.
Al respecto, Mander afirma que:
“El transporte marítimo acarrea casi el 80% de las mercaderías del comercio internacional. El
combustible que se usa comúnmente es una mezcla de diesel y petróleo de baja calidad conocido
como “Bunker C” que es especialmente contaminante y de muy alto contenido de carbono y
azufre. Si no fuera consumido por los barcos se consideraría un producto de desecho. La
industria naviera anticipa un mayor consumo para los próximos años: sólo el puerto de Los
Ángeles proyecta un aumento de 50 por ciento durante la próxima década.
El aumento del transporte aéreo es aún peor que el naviero. Cada tonelada de carga aérea utiliza
cuarenta y nueve veces más energía por kilómetro que cuando es transportada por barco. Un
físico de la Boeing equiparaba la contaminación debida al despegue de un solo 747 a “incendiar la
estación local de gasolina y hacerla volar sobre su vecindad.” Un despegue de dos minutos de un
747 es igual a 2.4 millones de cortadoras de césped que funcionaran durante veinte minutos.”
Por otra parte se experimenta un exponencial incremento de la pérdida de biodiversidad. Ello porque en los
países pobres se transforman zonas selváticas o forestales, en las cuales se tala o se quema el bosque nativo, y
los suelos, en la mayoría de los casos muy pobres, se destinan a la expansión de la frontera agrícola,
habitualmente a través del desarrollo de economías de colonización o economías campesinas que, al cabo de
un corto tiempo, son reemplazadas y destruídas a su vez por la introducción de monocultivos, tales como la
caña de azúcar, el café, el banano, u otros, o por la implantación de pastizales para la ganadería o por la
plantación de especies forestales exóticas demandadas por la industria maderera. Todo este proceso de
civilización y de modernización de la agricultura termina siendo un proceso en el cual, en un período muy
corto de tiempo, se ha reducido drásticamente la variedad de especies vivas por hectárea desde cientos de
especies a no más de unas decenas.
Mander (2002) sostiene asimismo que:
“Hay otro problema ambiental poco conocido intrínseco a este vuelco hacia el modelo de
exportación: la producción monocultural, que provoca enormes problemas ambientales. Por
definición, los monocultivos reducen la biodiversidad no sólo por el hecho de eliminar la vida
microscópica en los suelos a través del pesado uso de los productos químicos, sino también al
reducir la producción de mercaderías a una o dos variedades de exportación. Según la FAO, el
mundo ya ha perdido cerca del 75 por ciento de su diversidad de productos agrícolas debido a la
globalización de la agricultura industrializada.
Hay que considerar además los costos externos de la agricultura industrial. Reputada como más
eficiente que la agricultura a pequeña escala, este tipo de eficiencia ignora sin embargo el costo
de la contaminación del aire, del agua, y de los suelos; el creciente uso de combustibles fósiles,
pesticidas y herbicidas; la pérdida de humus debido a la producción intensiva con máquinas; y el
problema de salud pública que deriva de enfermedades producidas por alimentos directamente
relacionados con los sistemas agrícolas fabriles, salmonella, e coli, listeria, y otros. Sin
mencionar la enfermedad de las vacas locas, enfermedades como la fiebre aftosa y otras.”
Jeremy Rifkin por su parte afirma que:
La paradoja del sistema de producción alimentaria actual reside en que millones de consumidores
ricos en el primer mundo fallecen por enfermedades relacionadas con la riqueza (enfermedades
coronarias, infartos, diabetes y cáncer), provocadas porque se atiborran de ternera y otras carnes
ricas en grasa alimentadas a base de cereales, mientras que en el tercer mundo la gente muere de
enfermedades provocadas por la pobreza al negársele el acceso a la tierra para cultivar cereales
con los que alimentar a sus familias.
El modelo occidental de crecimiento es insustentable. Pero resulta que los medios de comunicación lo
están transmitiendo como si lo fuera a los países pobres. Y así, muchos ciudadanos de dichos países
desean tener los niveles de vida y de consumo que Occidente les muestra en la televisión o en el cine. La
extensión de este modelo sería desastrosa para la supervivencia del planeta. Pero asimismo tampoco es
sustentable la desigualdad entre ricos y pobres ahora que la televisión la ha puesto en evidencia a los ojos
de todos.
Algunos antecedentes para un análisis crítico
Es frecuente encontrarse con el argumento esgrimido por parte de los partidarios del modelo de
acumulación actualmente imperante en el mundo, de que la globalización se correspondería con una
suerte de fenómeno histórico de tipo natural. Una fuerza natural incontrolable. Algo equivalente el
estatuto epistemológico que esas mismas personas confieren a las leyes del mercado: ¡¡¡leyes universales
aplicables a los fenómenos económicos en todo momento histórico!!!
Pero en el tratamiento más sistemático, propio de las Ciencias Sociales, se empieza a ver que la
Globalización se posiciona como uno de los pilares fundamentales de la transformación económica,
política y social. Castells (1997) indica que la Globalización abarca una multitud de manifestaciones
(actividad criminal, ciencia y tecnología, medios de comunicación, servicios financieros, profesionales
cualificados, arte, turismo, música, cultura, deporte y religión), aspectos éstos que están conectando todo
el mundo. Por su parte, Giddens (1999) considera que la globalización puede ser definida como “una
compleja serie de procesos, impulsados por una amalgama de factores políticos y económicos” (p. 46),
telón de fondo de la política contemporánea y transformadora de las instituciones sociales actuales.
Echevarría (1999) a su vez considera que “la globalización no surge de ningún determinismo
tecnológico” (p. 98), entendiendo en este marco la globalización como una de las continuas
manifestaciones
del
orden
social.
El fenómeno de la globalización tiene lugar debido a la expansión a nivel planetario de la economía
occidental. La tesis de Milton Santos (2000) es que la globalización es el ápice del proceso de
internacionalización del mundo capitalista. Ella ha sido posible gracias al desarrollo de las tecnologías y
al estado de la política. Elementos éstos ambos profundamente imbricados. A fines del siglo veinte y
gracias a los avances de la ciencia, se produjo un sistema tecnológico, presidido por las tecnologías de la
información que eslabonaron a las demás tecnologías, uniéndolas y asegurando al nuevo sistema
tecnológico una presencia planetaria. Pero también hubo un conjunto de acciones que aseguraron la
emergencia de un mercado global. Los factores que explican la arquitectura de la globalización actual
son: la unicidad de la técnica, la convergencia de los momentos, la cognoscibilidad del planeta y la
existencia de un motor único de la historia representado por la plusvalía globalizada. Un mercado global
haciendo uso de los avances técnicos sin control político conduce inevitablemente hacia una globalización
destructiva.
Una tesis similar es sostenida por Pat Mooney (2001), quien señala que la tecnología dejada al control de
la fuerzas del mercado que apuntan hacia una creciente concentración acentuarán la destrucción de la
diversidad cultural y de la biodiversidad.
Muchos otros autores6 manifiestan, de manera similar, en diversas publicaciones sus aprensiones y
oscuros pronósticos respecto a los negativos resultados de la globalización, de ser ésta dejada al libre
manejo de la fuerzas del mercado.
“La globalización moderna no es un accidente de la evolución. Fue creada por seres humanos, y
con una meta específica: dar primacía a los valores corporativos por sobre todos los otros valores,
e instalar y codificar agresivamente tales valores en forma global.
En el hecho, la era de la globalización moderna tiene una fecha de nacimiento y un lugar de
nacimiento: Bretton Woods, New Hampshire, Julio de 1944. Eso ocurrió cuando las figuras
corporativas más connotadas del mundo, economistas, políticos y banqueros se reunieron para
buscar una forma de mitigar la devastación producida por la Segunda Guerra Mundial.
Decidieron que se requería un sistema económico global centralizado para promover el desarrollo
económico global. Pensaron que así se dejarían atrás las guerras y se ayudaría a los pobres y al
proceso de reconstrucción.”
De las reuniones de Bretton Woods surgieron el Banco Mundial, el FMI (Fondo Monetario
Internacional) (con otros nombres en esos tiempos) y luego el GATT (Acuerdo General sobre
Tarifas y Comercio) que más adelante dio origen a la WTO (Organización Mundial del
Comercio); y, en seguida, los clones del modelo incluyeron al NAFTA, el Acuerdo de Maastricht
en Europa, la naciente FTAA (Área de Libre Comercio del Acuerdo de las Américas), y varios
otros.
Todos estos instrumentos de globalización económica, en conjunto, han estado cumpliendo con
su mandato, que posiblemente traerá consigo el re-planteamiento más fundamental de las
disposiciones sociales, económicas y políticas existentes en el planeta, al menos desde los
tiempos de la Revolución Industrial. Están implementando un cambio de poderes de enormes
proporciones, arrebatando el verdadero poder económico y político a los gobiernos nacionales,
estatales y locales y a las comunidades, que conduce hacia un nuevo modelo que da gran poder a
las corporaciones globales, los bancos y las burocracias globales que ayudaron a crear, aunque
con graves consecuencias para la soberanía nacional, el control comunitario, la democracia, las
culturas indígenas y, hoy día sobre todo, para el mundo natural.” (Mander, 2002)
Por su parte Boaventura de Souza Santos (2003) sostiene que:
...“aquello que denominamos globalización consiste en múltiples series de relaciones sociales; en
tanto estas series de relaciones sociales cambian, la globalización también lo hace. En estricto
sentido no existe una entidad singular llamada globalización, sino, en cambio, diversidad de
globalizaciones, por lo cual deberíamos utilizar este término únicamente en plural. De otra parte,
si las globalizaciones consisten en diversos conjuntos de relaciones sociales, y estas últimas están
destinadas a acarrear conflictos, entonces también implican la presencia de ganadores y
perdedores. En la mayoría de los casos el discurso de la globalización trata de la historia de los
6
Mander, Boff; Hinkelammert, Korten, entre muchos otros. Ver por ejemplo: Varios autores (2002)
Globalización y Sustentabilidad: Desafíos y Alternativas. Programa Chile Sustentable. Santiago.
ganadores tal y como es contada por ellos. En efecto, la victoria aparentemente es tan
contundente, que los derrotados terminan desapareciendo del todo del panorama.” (p. 86)
Otra dimensión, la cual es destacada Franz Hinkelammert, es la instalación a nivel global de la noción de
eficiencia medio-fin
Cuando hoy hablamos del mundo globalizado, hablamos de este mundo en el cual han aparecido las
amenazas globales, a la vez que existe el cálculo medio-fin de parte de empresas de alcance global
como un cálculo que se sigue considerando el máximo cálculo eficiente.
Sin embargo, se manifiesta ahora una crisis de la eficiencia que cuestiona todo el sistema. El mundo,
como mundo globalizado, está cada vez más amenazado por la misma estrategia de acumulación, que
hoy llamamos estrategia de globalización. Precisamente por ser un mundo globalizado, este mundo
se encuentra amenazado de manera global por esta estrategia de globlaización que es tan orgullosa de
su eficiencia. Eso revela que esta eficiencia es profundamente ineficiente y esta racionalidad
profundamente irracional. . (Hinkelammert 1999: 14)
En el análisis que realiza respecto a la dimensión territorial del fenómeno de la globalización Milton
Santos introduce la idea de la imposición del tiempo dominante, él habla de la existencia de dos circuitos
de la economía: uno dominante y otro dominado, siendo el primero el que impone su ritmo y tiempo al
otro. De modo tal que es la mayor velocidad de circulación de los diversos flujos (financieros,
informacionales, físicos, demográficos) lo que hace que el circuito superior vaya progresivamente
destruyendo el tiempo de los otros circuitos e imponiendo el suyo.
La historia es comandada por los grandes actores del tiempo real, que son, al mismo tiempo, los
dueños de la velocidad y los autores del discurso ideológico. Los humanos no son igualmente
actores de ese tiempo real. Físicamente, esto es potencialmente, él existe para todos. Pero
efectivamente, esto es, socialmente, él es excluyente y asegura exclusividades, o, por lo menos,
privilegios de uso (Santos 2000: 28)
Ello da origen al inédito fenómeno de la coetaenidad de lo no coetáneo, esto es la coexistencia de
personas y sociedades enteras que viven en la premodernidad, mientras que otros viven la modernidad e
incluso algunos la posmodernidad, pero afectándose mutuamente sus existencias. La globalización como
fenómeno histórico se da en un contexto de enorme asimetría de poder económico y político, de modo tal
que contribuye a incrementar exponecialmente esa asimetría a niveles prácticamente inimaginables.
Asimismo la globalización lleva al plano individual elementos hominizadores que son esencialmente
colectivos, arriesgando así el propio devenir evolutivo de la especie. Cada ser humano, dado su actual
nivel evolutivo, requiere una diversidad de modelos culturales entre los cuales optar, lo contrario podría
implicar un riesgo involutivo. Pero del mismo modo la globalización universaliza experiencias humanas
que habiendo surgido en espacios y culturas locales terminan siendo impuestas a rajatabla en contextos
geográficos y culturales que no les son propicios, generando una falacia de universalización.
Como lo señala Boaventura De Sousa Santos:
“Esta es mi definición de globalización: es el proceso mediante el cual una condición o instancia
local logra extender su radio de influencia a lo largo del globo y, al desplegar esta acción,
desarrolla la capacidad de designar como local a la instancia o condición social con la cual
compite.” (2003: 86)
El problema, por consiguiente, es analizar los grados de autonomía posible que pueden tener en un mundo
globalizado, aquellos territorios, espacios y seres humanos a quienes la globalización va convirtiendo en
población excedentaria, población sobrante, ejército industrial de reserva, marginados, excluidos,
condenados de la tierra, desechables, entre otras tantas categorías conceptuales con las cuales se ha
buscado llamar en el decurso de las ciencias sociales. ¿Tendrán algún lugar en la historia futura aquellas
masas marginales, miserables y hambrientas, construidas gracias al desarrollo del capitalismo, las cuales
pese a todos los sistemáticos esfuerzos por hacerlas desaparecer ya sea integrándolas, funcionalizándolas
e incluso exterminándolas, siguen aún porfiadamente existiendo? ¿No son estas ciudadanías
desespacializadas uno de los síntomas más profundos de la crisis del sistema democrático y de la
civilización occidental?
Hay quienes buscando plantear una alternativa no sólo a la actual globalización, comandada por el
neoliberalismo, sino a su dimensión homegenizadora y universalizante, proponen ya sea la idea de la
glocalización (Castells) o la de la existencia no de una sino que de varias globalizaciones (De Sousa
Santos). La pregunta que subyace sin embargo es si es posible responder a la globalización perversa como
la llamó Milton Santos con una globalización incluyente y solidaria. La que se esboza en la consiga de los
Foros Sociales Mundiales de que “Otro mundo es posible”.
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Publicada en Polisemia, Nº 1, Vol. 1, Junio-Diciembre de 2005, Revista de la Facultad de Ciencias
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