Meta de inflación: Análisis del Régimen y Enfoques Alternativos de la Política Monetaria Como lo expresa el título, en la presente exposición haré referencia al tema de la política monetaria, una de las cuestiones centrales en lo que hace al manejo de la política económica. En primer término, debo saludar el hecho de estar conversando con ustedes acerca de un tema tan importante como el de la POLÍTICA MONETARIA, luego de la abundancia de pronósticos negativos y desalentadores respecto del futuro de la moneda, del sistema financiero y de la economía en su conjunto, que muchos presagiaban luego de la salida de la Convertibilidad. Hoy, pasado casi tres años de aquel momento crítico se nos plantea un desafío: el de continuar en la senda de la normalización de nuestra economía, sentando las bases para un crecimiento sostenido y equitativo, que mejore la situación de muchos sectores que actualmente se encuentran postergados y sin posibilidades de reinsertarse en la sociedad. La política monetaria tiene mucho para aportar. Y debo aclarar que ello no significa que ella solo vaya a solucionar aquellos problemas que deben ser abordados mediante una estrategia general que incluya a todas las herramientas disponible, dentro de las cuales se encuentra la política monetaria. Lo que sí señalo, es que sin duda existe una relación muy estrecha entre el régimen monetario elegido y la performance de mediano y largo plazo de la economía. El ejemplo más claro no lo da la propia experiencia vivida con la Convertibilidad. Dicho esto, la presentación se organiza como sigue: en primer lugar me referiré brevemente a las enseñanzas de la Convertibilidad (I). Acto seguido (II) abordaré uno de los esquemas monetarios de "moda", como son las METAS DE INFLACIÓN, una de las propuestas que circulan actualmente entre los economistas. Por último (III) me adentraré en otras opciones que se presentan a la hora de definir y gestionar la política monetaria y que pueden ser contempladas como alternativas a las metas de inflación. Aunque mi propósito aquí es contribuir a un debate de suma trascendencia como el del mejor diseño de la política monetaria, debo decir que la importancia del tema parece no ser abordada en su real dimensión, al menos por la escasa discusión pública del funcionamiento y de las implicancias de los regímenes de metas de inflación. En este sentido es apresurado sostener, como hacen muchos, la existencia de un consenso unánime respecto de su adopción. I) En lo que sí existe consenso, es en que los esquemas monetarios trascienden la esfera de la administración de los instrumentos disponibles para alterar la cantidad de dinero o, en su versión moderna, las tasas de interés, incluyendo en su seno cuestiones como la cambiaria y de vínculo financiero con el exterior. Pensar la política monetaria en sentido amplio permite analizar las distintas combinaciones que en general todos conocemos y que son las que, en versión extrema aparecen en la literatura como trilema de la imposibilidad: es decir, dada la apertura plena de la cuanta capital no se pueden perseguir simultáneamente una política monetaria autónoma (en sentido estrecho) y de tipo de cambio fijo. Los regímenes de convertibilidad como el aplicado tiempo atrás en Argentina se encuentra dentro de tal combinación: liberalización plena de la cuenta capital, tipo de cambio fijo e imposibilidad para utilizar la política monetaria de manera independiente. En nuestro país, el tipo de cambio fijo fue utilizado para desactivar las expectativas de devaluación futura y su impacto sobre los precios. La contención de la inflación también se logró con el ingreso de productos importados, favorecido fundamentalmente por la sobrevaluación de la moneda doméstica. Sin embargo, a pesar que se contuvo la inflación y, por definición, se evitó la depreciación monetaria, para la sociedad en su conjunto los costos superaron ampliamente a los beneficios de la estabilización. La Convertibilidad redundó en mayores niveles de endeudamiento externo y especulación financiera, incremento en la volatilidad de las principales variables macroeconómicas y mayor exposición a shocks externos. También deben ponerse de relieve los efectos negativos sobre la estructura productiva y el empeoramiento de los indicadores de empleo y distribución del ingreso. La utilización del tipo de cambio fijado por la ley, que representaba un seguro de cambio gratuito para los inversores, y la apertura irrestricta a los flujos financieros internacionales garantizaron el ingreso de los capitales para el financiamiento de un esquema que se complementó con la privatización de las empresas públicas, la desregulación abrupta y completa de la actividad económica y la apertura comercial indiscriminada. En términos del manejo macroeconómico, una de las cuestiones centrales que me interesa resaltar aquí es la apertura irrestricta de la cuenta capital y la adopción de un tipo de cambio fijo como ancla nominal, anularon casi por completo la posibilidad de influir sobre las variables económicas claves. Así, mientras que en épocas de liquidez mundial el ingreso de capitales permitía expandir la cantidad de dinero y darle oxígeno a la actividad económica, en momentos de retracción se debía recurrir al ajuste sistemático de la absorción doméstica. Complementariamente, la apertura de la cuenta capital sumergió al país en la lógica y disciplinamiento de los mercados financieros, que pasaron a auditar el rumbo de la economía junto a los Organismos Internacionales. En consecuencia, las causas de la salida de la Convertibilidad no pueden ser pensadas desde una perspectiva aislada. No alcanzan las explicaciones basadas en los aspectos fiscales ni tampoco las estrictamente cambiarias. La vulnerabilidad de la economía Argentina tuvo un eje central en el sector externo y, más particularmente, en las condiciones de la apertura irrestricta que la llevaron a un proceso de creciente dependencia de los flujos financieros del exterior como forma de equilibrar el aumento constante del déficit de la cuenta corriente. En el marco del anterior régimen monetario, puede decirse, no sólo se careció de un diagnóstico preciso de determinadas coyunturas internacionales, como por ejemplo los momentos de excesiva liquidez, sino que tampoco se contaron con las herramientas necesarias para evitar las consecuencias no deseadas. Ello favoreció la gestión de significativas burbujas financieras y de fuerte apreciación cambiaria. ¿Cuál es el sentido de todo lo que estoy mencionando? Simplemente para aprender de las enseñanzas del pasado y tener presente la trascendencia de determinadas decisiones de política económica, incluyendo la cuestión del régimen monetario. II) En virtud de lo anterior resulta de suma utilidad comenzar a hablar de la política monetaria de cara al futuro. Permítanme repasar brevemente la lógica de funcionamiento de unas de las opciones de moda como las METAS DE INFLACIÓN, que como toda moda debe ser analizada con los cuidados necesarios, ya que se sabe que todo nuevo régimen conlleva determinadas implicancias en materia macroeconómica e institucional que deben ser analizadas. Es por ello que quiero poner sobre la mesa de discusión algunas dudas que me surgen respecto de su aplicación. ¿En qué consiste un régimen de metas inflacionarias? La definición que habitualmente uno encuentra en la literatura es la del anuncio oficial de una meta inflacionaria con el reconocimiento explícito de que la inflación baja y estable es el objetivo primordial o excluyente de la política monetaria. En este caso, la meta de inflación se constituye en el nuevo ancla nominal de la economía. A grandes rasgos y bajo condiciones normales, autoridades monetarias dedicadas a contener las expectativas inflacionarias de los agentes económicos utilizan la tasa de interés cono herramienta de política para mantener el producto lo más cerca posible de su nivel potencial. En esta visión ese producto potencial depende de la capacidad instalada y del novel de ocupación. Este último no es cualquier nivel de ocupación sino aquel que no propicia una aceleración inflacionaria, a menudo denominado NAURU, lo cual significa que el producto potencial puede coexistir con desempleo involuntario. Los partidarios del régimen consideran que si bien la política monetaria influye sobre un amplio espectro de variables en el corto plazo, especialmente en aquellas vinculadas a la demanda agregada, sus consecuencias en la oferta agregada, sus consecuencias en la oferta agregada y en el crecimiento son particularmente nulas en el largo plazo. En esta dimensión temporal, la influencia de la política monetaria sería esencialmente sobre variables nominales, en particular sobre el nivel de precios. Bajo esta perspectiva habitualmente se sostiene que la inflación sería a fin de cuantas un fenómeno monetario y que al Banco Central le corresponde focalizarse exclusivamente en el control de la misma. Y dado que la inflación sería fundamentalmente un fenómeno de demanda, ante la presencia de presiones sobre los precios el Banco Central debe incrementar las tasas de interés de la economía para desacelerar el ritmo del crecimiento y controlar la inflación. Las variables reales de la economía se analizan desde el lado de la oferta y la evolución del producto potencial depende del avance tecnológico y del mejoramiento de las capacidades del factor trabajo. Esto último adquieren una dimensión central si tenemos en cuenta que a partir de este tipo de diagnósticos se derivan recomendaciones de política de profundo alcance sobre las economías. II. 1) Los esquemas de metas de inflación más "puros" requieren de una serie de precondiciones macroeconómicas para tener éxito como la disciplina fiscal, la no dominancia financiera, que se expresa en los hechos en el compromiso de los bancos centrales de no salir en auxilio de los bancos y la no dominancia externa, que se obtiene a partir de la libre flotación de la moneda sin objetivo referencial alguno sobre el nivel del tipo de cambio. Déjenme tomarme la atribución de enumerar una condición adicional que no aparece de manera explícita en la literatura, pero que se encuentra subyacente bajo la lógica de este esquema: me refiero a la apertura irrestricta de la cuenta capital. En base a todo lo anterior se pueden analizar algunas implicancias a nivel macroeconómico. En primer lugar (1), ya que muchas de las causas generadoras de inflación provienen del lado de la oferta, como la inflación cambiaria, y no de la demanda, no me equivoco al sostener que el manejo de la tasa de interés estaría atacando frecuentemente el síntoma pero no la enfermedad. De esta forma se estaría generando una desaceleración innecesaria sobre la economía, que por cierto podría tener éxito en el control de la inflación, aunque la retracción sería evitable si se actuase directamente sobre la causa de origen del aumento del nivel de precios. En países como el nuestro la inflación es fundamentalmente cambiaria y opera con bastante rapidez mediante el efecto pass through,, con lo cual para atacar realmente las causas de la inflación, habría que analizar los determinantes del tipo de cambio, entre los que se encuentran los relacionados con la dinámica de los flujos financieros o con la conformación de la estructura productiva. Aquí pueden resultar útiles herramientas como la política cambiaria o la industrial, por ejemplo. Además, todos sabemos que economías pequeñas y abiertas sufren los vaivenes de los mercados financieros mundiales. Si a esto le sumamos un tipo de cambio inestable, le estamos agregando a la economía una dosis de incertidumbre innecesaria, ya sea por la volatilidad de las tasas de interés resultante de la decisión de incidir con este instrumento en el mercado cambiario. Esta situación puede verse particularmente agravada ante cambios abruptos en las expectativas de los mercados. La preponderancia del canal cambiario, por su parte, podría acarrear severas consecuencias en el plano doméstico. El sesgo de las autoridades a mantener mayores tasas de interés, vis à vis otros esquemas de política monetaria, puede redundar en un tipo de cambio relativamente apreciado (nuevamente, vis à vis otros esquemas de política monetaria), con las implicancias que ello supone para la generación de empleo en los sectores transables de la economía. Además, la rapidez del efecto de una caída del tipo de cambio nominal sobre los precios puede ayudar a mantener o adquirir una mayor credibilidad de la autoridad monetaria, que sólo debe rendir cuentas por los resultados antiinflacionarios de su gestión. Así, ella puede verse incentivada a aplicar políticas monetarias que redunden en una menor tasa de crecimiento secular del producto y el empleo. Distinta sería la cuestión si tuviera que rendir cuentas por otras variables como por ejemplo el nivel del producto. En segundo lugar (2), y no quiero adentrarme demasiado en este aspecto, el manejo de la política monetaria con un énfasis exclusivo en la inflación no contempla en toda su dimensión la influencia de la tasa de interés en la formación de capital de mediano y largo plazo, así como la irreversibilidad de los procesos de inversión en activos físicos. Resulta claro que al elegir el nivel de la tasa de interés, la autoridad monetaria indirectamente estará influyendo sobre el PIB potencial futuro. Así, un producto potencial que no se expanda no permitirá el crecimiento de la demanda agregada so pena de sufrir un incremento de precios. Por otra parte, la política antiinflacionaria de elevación de la tasa de interés no posee mecanismos de diferenciación entre empresas, es decir, entre aquellas que se encuentran cerca de la utilización plena de su capacidad y aquellas que están en condiciones para seguir expandiendo la producción. Muchas firmas que aún poseen capacidad ociosa tendrán que afrontar mayores costos financieros y una disminución de la demanda de sus bienes, lo cual podría generar una pérdida de market share o una baja en la plantel de trabajadores, con lo cual la economía podría también estar funcionando por debajo de su potencial. Muchas firmas se encuentran en el límite de su capacidad instalada optarán por demorar sus planes de inversión. En este marco, no tendrán incentivos a expandir el stock de capital. A su vez, es importante sostener que el manejo de la tasa de interés no se encuentra exento de asimetrías ya que el efecto contractivo de un aumento de la tasa de interés suele resultar más efectivo o predecible que el efecto expansivo de una disminución de la misma. Ello es así dado que la caída en la tasa de interés no constituye una condición suficiente para el estímulo de la formación de capital o el aliento al consumo. En cambio, con la excepción de aquellos sectores que se encuentren coyunturalmente en una posición favorable, la elevación de las tasas tenderá inexorablemente o obstaculizar la expansión de la capacidad instalada, aunque más no sea debido a la disminución del cash flow de las firmas. ll.2) El otro tema que me interesa abordar es el de las funciones y atribuciones de un banco central, y aquí aparecen dos preguntas obligadas. En primer lugar, ¿ el banco central debe buscar exclusivamente una meta cuantitativa de inflación o también debe tomar decisiones vinculadas a la necesidad de reducir la tasa de desempleo o de incrementar el producto? En segunda instancia, ¿ es deseable la adopción del criterio de independencia de la autoridad monetaria? La INDEPENDENCIA del banco central significa en la práctica el compromiso de la política monetaria con el único objetivo que es la estabilidad de precios. El argumento de la independencia se basa en el mencionado supuesto de que las variables reales no pueden ser influenciadas en el mediano y largo plazo por las monetarias. La propuesta utiliza como sustento teórico el supuesto de expectativas racionales y advierte de que la política monetaria expansiva solamente se expresa bajo la forma de una mayor tasa de inflación en el largo plazo. Prejuzgando que las autoridades representativas buscan maximizar sus chances de reelección en todos los tiempos y mundos posibles, se las acusa de preferir siempre políticas expansionistas para disminuir el desempleo que, en última instancia, terminan impactando solamente sobre el nivel de precios. Siguiendo con esta lógica se recomienda la imposición de ciertos compromisos institucionales que inhiban el presunto sesgo de las autoridades como forma de fortalecer la credibilidad de las reglas monetarias adoptadas y garantizar el cumplimiento del objetivo de estabilidad de precios, aunque ello tenga como consecuencia sacrificar otros objetivos. Es en este sentido que se inserta la propuesta de independencia del Banco Central en conjunto con las metas de inflación. La idea es garantizar la autonomía operacional de las autoridades monetarias y amarrar sus manos a un único objetivo. No voy a adentrarme demasiado en este aspecto. Sí debo mencionar que sostener que las autoridades electas poseen un sesgo inflacionario no difiere demasiado de considerarlos como irresponsables y dispuestos a cambiar una situación de estabilidad de corto plazo por una de inestabilidad en el largo. El concepto del sesgo inflacionario tiene un estrecho vínculo con la literatura del política business cycle. Y uno conoce, por la experiencia, que son muchas las ideas que tratan de imponerse para influir en las recomendaciones de política económica que luego logran transformarse de forma errónea en parte del sentido común. Son las ideas base a partir de las cuales se justifican determinadas políticas. Muchas de estas ideas no se adecuan a la realidad de cada país y exceden por mucho el ámbito de actuación de los economistas para transformarse en temas que debieran ser abordados con mayor profundidad por otras ramas de las ciencias sociales. Pretender hacerlo solamente desde la economía es, a mi forma de entender, un proyecto excedidamente ambicioso y que puede llevar a diagnósticos equivocados de la realidad. A pesar de que la independencia se aplica en países que tienen un compromiso pleno con el régimen, que hoy en día no superan los 25, en el mundo existen distintas modalidades de regímenes monetarios. El caso más conocido es del de la reserva federal, que posee independencia y que busca controlar la inflación y los niveles de empleo sin prioridad explicita por la primera. Por su parte Japón, claro esta antes de la deflación, pudo controlar la inflación sin la necesidad de un banco central independiente. Estos son claros ejemplos de que los paquetes de política económica distan de ser universales. Uno podría decir que la política monetaria es demasiado importante como para aislarla del resto de las políticas. Y esto hay que tenerlos presente si lo que se pretende es alcanzar cierto grado de estabilidad macroeconómica, un concepto que incluye la estabilidad de pecios pero que es mucho más amplio. A menudo se sostiene que los bancos centrales también tienen en cuenta variables como el producto, el empleo y el tipo de cambio. Ello es cierto hasta cierto punto, aunque una cosa es tomar estas variables como datos para monitorear la política antiinflacionaria y otra muy distinta es hacer política monetaria sabiendo que ellas no son simples parámetros. A modo de ejemplo, no es lo mismo mirar el tipo de cambio tratando de evitar que sus modificaciones alteren el comportamiento de los precios de la economía y pongan en riesgo el cumplimiento de la meta inflacionaria, que influir en él sabiendo que tiene repercusiones sobre el nivel de actividad y empleo. Tampoco es lo mismo tratar de influir en le PIB que pensarlo simplemente en términos de exceso de demanda y control de precios. Un punto que quiero resaltar es que la independencia no resuelve los problemas de coordinación macroeconómica de los países, mucho menos si se combina con el objetivo único de estabilidad de precios. En esta línea, y aquí me introduzco un poco en el punto que sigue, el concepto de independencia de los bancos centrales debe ser flexibilizado para que estos puedan llevar adelante sus análisis económicos y desarrollar sus operaciones sin interferencias ni presiones de ningún tipo, presiones dentro de las que se incluyen las de determinados sectores privados, cuestión que, dicho sea de paso, no se acostumbra siquiera mencionar en la literatura de independencia. Tampoco debe restringirse su actuación a la prosecución de un único objetivo o aislar la política monetaria del conjunto de las políticas macroeconómicas. Su mandato tendrá que ser amplio y en coordinación con las distintas esferas de la toma decisiones. De esta forma se evita que el banco central se encamine detrás de políticas de desaceleración innecesarias, so pena de pérdida de reputación. Éste último punto es de suma importancia ya que los partidarios de las metas de inflación esgrimen que la credibilidad es el principal activo de la autoridad monetaria y que ésa influye de manera decisiva en la formación de expectativas y en el nivel efectivo de inflación. Al respecto, hay claros ejemplos en nuestro continente de inflación superior a la meta y de suba de tasas de interés a los fines de recuperar la reputación perdida, situación que se verifica en tanto el Banco Central debe responder únicamente por su actuación en el frente inflacionario. Por último, me interesa señalar que desde el punto de vista institucional, los requisitos que plantea el régimen de metas de inflación pueden restringir severamente la capacidad para diseñar autónoma y democráticamente la política económica del país. Según la literatura, para que la implementación de la política monetaria resulte efectiva, la autoridad monetaria debe ser independiente del gobierno de turno (y, por consiguiente, de la voluntad de la ciudadanía). A su vez, para que la independencia del banco central resulte creíble, deben eliminarse los riesgos de "dominancia fiscal", "dominancia externa" y "dominancia financiera". Es decir, para garantizar el funcionamiento adecuado de un régimen de MI los poderes del Estado deben acotar estrictamente al ejercicio de la política fiscal, garantizar la plena movilidad internacional de capitales y la libre flotación cambiaria, sin referencia alguna a la competitividad del precio de la divisa. Es decir que, no sólo la política monetaria, sino también, aunque indirectamente, los restantes resortes de la política macroeconómica tienden a quedar a resguardo de la voluntad del electorado. Muy bien. La presente exposición finaliza con la cuestión de las políticas alternativas. A partir de la experiencia reciente sabemos que un régimen como el de la Convertibilidad careció en determinado momento de la flexibilidad suficiente como para adaptarse a los cambios del entorno macroeconómico. Eso sí, permitió anclar las expectativas de los agentes de la economía y con ello superar la lógica de la inflación. A pesar de que los inversores tenían la certeza de que la inflación no sería un problema, la propia dinámica del esquema llevó a un fuerte ajuste por cantidades que fue minando, junto a las condiciones del sector externo, la sustentabilidad del mismo. En definitiva, la preservación del valor de la moneda, objetivo que figura en la Carta Orgánica del Banco Central, no pudo ser resguardado. La dolarización de los portafolios es un claro ejemplo de lo que sostengo. Es importante pensar en ello, más cuando se propone, y muchos sostienen que ya se encuentra en funcionamiento, un régimen de metas de inflación. En este caso, se parte de la base de que la estabilidad de precios es el objetivo prioritario de las autoridades. Anclando las expectativas sobre los precios, y no el tipo de cambio, es que se busca influir directamente sobre los inversores. Pero de la misma forma que la Convertibilidad tuvo sus costos, un régimen de este tipo también puede tenerlos y ello es algo a lo que también me referí es extenso. El punto realmente crucial pasa por recuperar todas las herramientas de política económica. En la convertibilidad se resignó la política monetaria a costa de fijar el tipo de cambio. En un régimen de metas de inflación se pierde la política cambiaria a costa de ganar un ligero grado de autonomía monetaria. Digo ligero, porque los grados de autonomía que podrían obtenerse serían incluso superiores si tuviéramos en cuenta la tercera pata del mencionado trilema de imposibilidad que es la libre movilidad de los capitales. Este punto, descuidado en los análisis de la convertibilidad y de los regímenes de metas de inflación, es determinante para el desempeño de una economía, particularmente una que se encuentra en proceso de desarrollo. La fragilidad de las variables del frente externo y las implicancias internas, como por ejemplo sobre el nivel de empleo, no son ajenos a ambos regímenes y, más allá de mantener a raya las expectativas de inflación, pueden minar el objetivo de preservar el valor de la moneda. Este objetivo debe ser buscado por el Banco Central, sin lugar a dudas. Pero no debe ser un compartimento estanco ni aislarse de una estrategia de largo plazo que incluya a otras instancias de decisión. Quienes argumentan que la política monetaria no puede con todo y que hay que dejarle solamente el control de las variables nominales, son los mismos que se terminan atribuyendo el inmenso poder de controlar el valor de la moneda. No es cuestión de irse a los extremos. Si se quiere preservar, e incluso fortalecer el valor de la moneda, se debe pensar en el desarrollo de largo plazo del país; el desarrollo de la economía es una condición necesaria para tener una moneda fuerte y difícilmente algún país que hoy es desarrollado haya podido escapar de esta lógica. Es cierto que el seguimiento y cuidado de la variable precios es fundamental, y más en un país como la Argentina. Pero un ambiente favorable para la estabilidad de precios es aquel en que toda la sociedad se encuentra comprometida con el control de la inflación, es uno de búsqueda de consenso y cooperación. En estructuras económicas y sociales diferenciadas, determinados grupos de intereses son más o menos capaces de influir en los resultados de una arquitectura antiinflacionaria. A través de la participación de todos los sectores se puede eliminar la incertidumbre respecto de posibles alteraciones periódicas en la tasa de interés. El resultado de cualquier conjunto de reglas de estabilidad de precios depende del trabajo conjunto del Banco Central, el gobierno, el parlamento, los empresarios y los trabajadores, para citar algunos de los actores e instancias relevantes de la sociedad. De esta forma, la sociedad en su totalidad se compromete con el control de la inflación dejando de ser éste solamente un objetivo de las autoridades, y mucho menos de uno de sus organismos, el Banco Central, que utiliza un instrumento como la tasa de interés para cumplir una tarea que no deber ser solamente suya. En términos generales, el objetivo de la política económica deber ser la estabilidad macro; un concepto más amplio que el de la de precios y que apunta a reducir la incertidumbre inherente a los negocios de la economía, incertidumbre que no sólo se expresa bajo la forma de expectativas de inflación futura sino que también tiene origen en las expectativas respecto de lo que ocurra con la demanda efectiva futura y con los costos financieros que deberán afrontar las empresas, para mencionar algunos factores. La estabilidad de precios, un tipo de cambio competitivo y estable y objetivos de empleo y producto deben ser buscados simultáneamente. Estos no son objetivos incompatibles entre sí y deben ser alcanzados utilizando todo el instrumental de política económica del que se dispone, dentro del cual la política monetaria es una parte fundamental pero no la única. Desde este perspectiva, es necesaria una coordinación de políticas fiscal, monetaria, cambiaria e incluso salarial, buscando identificar los impactos de la adopción de las políticas sobre un conjunto de objetivos considerados como un todo. De esta forma se evita que la utilización de compromisos institucionales como la independencia del Banco Central genera problemas en materia de coordinación de políticas. Por ejemplo, una elevación brusca de la tasa de interés puede acarrear tanto un mayor costo financiero de la deuda pública, y por ende mayores costos fiscales, como un aumento generalizado de la mora en las operaciones de crédito y una mayor fragilidad del sistema bancario. El esfuerzo de las autoridades debe pasar por lograr un crecimiento sustentable que apunte a los objetivos de desarrollo. Y si bien un detalle pormenorizado de estas cuestiones excede significativamente el tiempo del que dispongo, puede ser útil mencionar algunos de los puntos fundamentales, muchos de los cuales se derivan de mi postura adoptada respecto de los regímenes tratados. En principio, deben buscarse simultáneamente los equilibrios internos y externos. En el frente interno es fundamental mantener la inflación bajo control sin la adopción de tomar al PBI potencial que contraigan la demanda agregada. Es importante no tomar al PBI potencial como un límite infraqueable sino buscar constantemente la ampliación de las capacidades productivas de la economía. En esta línea, debe favorecerse el otorgamiento de crédito a empresas, y en esto es primordial tener presente el efecto de cambios en las tasas de interés. También deben privilegiarse a las Pymes, segmento que posee una significativa influencia sobre los niveles de empleo. Respecto de la inflación, debe adoptarse una política integral que considere sus causas primarias y no sus manifestaciones. De esta forma se evita la utilización de un instrumento exitoso en el corto plazo pero dañino en el largo, dada la innecesaria desaceleración en los niveles de actividad. En lo fiscal, no hay dudas que debe continuarse en la senda de la responsabilidad que ha caracterizado al actual gobierno, buscando estrategias que sean compatibles con bajos niveles de tasas de interés y senderos de endeudamiento sostenibles. En este sentido, deberá tenerse presente el impacto negativo de una suba de tasas de interés domésticas sobre el presupuesto público y sobre el superávit primario requerido. Respecto del equilibrio externo, la política monetaria debe aportar a la preservación de un tipo de cambio que permita continuar con una balanza comercial superavitaria y que dinamice la generación del empleo por sustitución de importaciones. Un tipo de cambio real competitivo y estable deber ser parte de los objetivos de política. El manejo del tipo de cambio puede contribuir a la estabilidad de precios y favorecer a la vez a la utilización de los recursos disponibles. No estoy hablando de un tipo de cambio fijo sino de uno con cierto grado de fluctuación que a su vez sea alterado por las autoridades para defender su nivel real; se trata de admitir la flotación de corto plazo que introduzca un nivel de incertidumbre que actúe como barrera desalentadora de los movimientos especulativos de capitales y de sostener, al mismo tiempo, una actividad en el mercado de cambios con el objetivo explícito de defender la paridad real. Así, a la vez que no se afecta la sustentabilidad de la cuenta corriente se puede contar con ciertas funciones preventivas como la de evitar que se produzcan ataques especulativos contra la moneda. Adicionalmente, la propuesta permite que, a opción de las autoridades, se redistribuyan los ingresos obtenidos de las retenciones por las ventas al exterior. También deben considerarse los aspectos que permitan disminuir la vulnerabilidad del país a los shocks externos y que lo doten de una mayor autonomía a la hora de tomar decisiones en materia económica. En el primer caso, puede resultar importante evitar una afluencia significativa de capitales, en particular los de corto plazo, que son los de mayor volatilidad y de mayores efectos sobre las economías receptoras. Son conocidos los efectos de apreciación monetaria y burbujas especulativas cuando estos ingresan y los impactos negativos de su reversión abrupta. De aquí la importancia de adoptar controles de capital de naturaleza preventiva para atenuar los flujos de capital, tratando de atraer los capitales de más largo plazo. La apertura de la cuenta capital era un supuesto inamovible en épocas previas que la experiencia se encargó de desmitificar. Hoy en día, ciertas restricciones a la libre movilidad de capitales pueden coadyuvar para la implementación de políticas económicas autónomas son depender del arbitrio del sistema financiero internacional. Ello puede contribuir a general un ambiente macroeconómico más estable que favorezca la inversión productiva en nuestro país. Esta propuesta encaja en nuestro país, más cuando son muchos los que auguran un significativo ingreso de capitales para 2005. La lógica esgrimida respecto de que los controles no son efectivos fue desmentida por los hechos. Y si bien ellos pueden no funcionar perfectamente en todos los casos, nada los invalida como instrumento de política, más en un mundo no caracterizado por situaciones donde lo que predomine sean los first-best. En síntesis, la política monetaria no debe (y no puede) ocuparse sólo del control de la inflación. Ella debe, complementariamente con el resto de las políticas económicas, fijar su mira en la consecución de múltiples objetivos, como pueden ser el nivel de actividad, la tasa de inflación y el tipo de cambio. No niego que ciertas políticas puedan influir en mayor medida sobre determinadas variables y que la economía está sujeta a restricciones; pero ello convalida que determinadas instancias asuman la responsabilidad por las consecuencias de su accionar. El ejemplo más claro es el de un banco central que considere también los efectos de sus políticas sobre los niveles de empleo y no solamente a éste como una variable que únicamente sirve a los efectos de calcular el PIB potencial y por ende el techo de la demanda efectiva que contribuya al control de la inflación. Además, múltiples objetivos de política no son algo novedoso sino que es la estrategia central adoptada por la FED. A menudo se nos han presentado oportunidades únicas para el resurgimiento definitivo y no las hemos sabido aprovechar. Creo que hoy en día estamos nuevamente ante una de esas situaciones y debemos utilizar toda nuestra inteligencia y buena voluntad para buscar los caminos que mejor se ajusten a nuestra realidad y potencialidades. Las autoridades actuales cuentan con un elevado nivel de credibilidad al haber capeado el temporal luego de la crisis de 2001, impulsado el crecimiento económico y hoy en día están llegando a un arreglo de la deuda en default. Sujetarse a reglas estrictas en momentos donde es posible manejarse de manera flexible es una opción que debiera al menos ser reconsiderada, más en un país donde el principal flagelo se vincula a los problemas de empleo y exclusión social. Muchas gracias.