La propiedad de los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas a la luz de los tratados de protección de inversiones Nicolás M. Perrone Documento presentado en la conferencia Comercio agrícola y América Latina: Cuestiones, controversias y perspectivas, celebrada del 19 al 20 de septiembre en Buenos Aires, Argentina. Página 1 La propiedad de los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas a la luz de los tratados de protección de inversiones Nicolás M. Perrone PhD Candidate London School of Economics Abstract En los últimos diez años, la inversión extranjera en agricultura ha incrementado notablemente en Latinoamérica. Inversores extranjeros tanto privados como estatales están interesados en la producción agrícola, ya sea por el beneficio esperado o para asegurarse el abastecimiento de alimentos. Este aumento de la inversión puede ser positivo para los países de la región, no obstante, para realizar esta determinación es necesario comprender primero las implicaciones detrás de estos flujos de inversión. Este trabajo sostiene que los derechos de propiedad que adquieren los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas son sustancialmente diferentes de los derechos de los inversores nacionales. Esto se debe a los efectos que producen los Tratados para la Protección de Inversión Extranjera. El fortalecimiento de los derechos de los inversores extranjeros determina la relación de estos inversores con los Estados receptores. Este trabajo considera los efectos de los derechos de los inversores extranjeros en relación con cinco categorías de iniciativas estatales. Concreta- Página 2 Página 3 mente, analiza 1) el derecho a exportar la producción o al precio de exportación; 2) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios dentro del paradigma regulatorio; 3) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios de política o nuevas preferencias sociales; 4) el derecho a recibir una compensación adecuada frente a reformas agrarias o programas de reparación histórica; 5) el derecho a mantener su plan de negocios frente a una crisis alimentaria. Página 4 Introducción En muchos países latinoamericanos, el sector agrícola ha jugado y continúa jugando un papel fundamental tanto en sus economías como en la vida de sus comunidades. El recurso clave para las actividades agrícolas es la tierra. La agricultura evoca imagines del campo. Aunque la imagen sea menos poética, no obstante, una pieza clave para la realización de actividades agrícolas son los derechos sobre la tierra y recursos vinculados. Gran parte de las relaciones económicas y sociales creadas por la agricultura se deben o tienen su origen en los derechos que el orden jurídico reconoce sobre la tierra. Si bien históricamente la agricultura ha sido fundamental para la región, durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial esta actividad pasó a un segundo plano en virtud de los procesos de industrialización por sustitución de importaciones. A partir de la década de los noventa, el auge del neoliberalismo devolvió a la agricultura un rol protagónico en varios de los países de la región, especialmente en el MERCOSUR (Bonnal et al. 2003, p. 5-8; Segrelles 2007, p. 2). Recién a partir de mediados de los dos mil, sin embargo, la agricultura comenzó a jugar un papel preponderante para las economías de la región en virtud del aumento vertiginoso de los precios internacionales. Los productos agrícolas volvieron a dominar las exportaciones de muchos de los países de la región, incluido Brasil (Gayá & Michalczewsky 2011, pp. 27-42, 48-49). Junto con el aumento de la demanda y consiguiente alza de los precios, los flujos de capital extranjero comenzaron a prestar más Página 5 atención a la agricultura como potencial objeto de inversiones extranjeras. Desde mediados de los dos mil, la agricultura comenzó a recibir importantes flujos de inversión extranjera. En este sentido, muchos autores han destacado el interés de actores extranjeros en adquirir tierras o participar indirectamente en actividades agrícolas a través de fondos de inversión (Murmis & Murmis 2011, p. 26; Wilkinson et al. 2011, p. 102; Piñeiro 2011a, p. 527; Galeano 2011, p. 401). La inversión extranjera en agricultura, y específicamente la adquisición de derechos de propiedad sobre la tierra por extranjeros, tiene una importancia particular en virtud del régimen internacional de inversiones. A partir de la década de los noventa, muchos países de Latinoamérica comenzaron a firmar tratados para la protección de inversión extranjera (TPIEs). Estos tratados establecen ciertos estándares de protección para la inversión extranjera. En mi tesis doctoral, sostuve que el régimen internacional de inversiones constituye en la práctica un régimen constitucional de propiedad. Esto significa que los TPIEs no sólo protegen la inversión extranjera, sino que tienen efectos – a través del arbitraje de inversiones – sobre el contenido de los derechos de los inversores extranjeros. De esta forma, cuando están cubiertos por un TPIE, los inversores extranjeros adquieren derechos sobre la tierra agrícola que serían diferentes de los que adquiere un inversor nacional que no puede acceder a un arbitraje de inversiones. Esto es muy importante para la relación entre el Estado y los inversores extranjeros en el sector agrícola. La acciones de los Estados que afectan a los individuos deben ser tomadas siguiendo cierto Página 6 procedimiento, y deben respetar los derechos de los individuos. Lo que es abusivo o arbitrario depende, entonces, del contenido estos derechos. De esta forma, la sustanciación de los derechos de los inversores extranjeros tendría efectos sobre la autoridad de los Estados. Como menciona Stiglitz: “BITs give property rights to investors, a result that may have distributional consequences” (Stiglitz 2008, p. 517) A diferencia de lo que ocurre con las disciplinas de la Organización Mundial del Comercio, el régimen internacional de inversiones cubre tanto discriminación como afectación de derechos sustantivos. Los TPIEs no se refieren sólo al trato nacional y de la nación más favorecida, sino también a la obligación que tienen los Estados de respetar los derechos sustanciales de los inversores extranjeros (expropiación y expectativas legítimas dentro del trato justo y equitativo). En este trabajo, me voy a ocupar exclusivamente del lado sustancial del régimen internacional de inversiones. Mi argumento es que sin perjuicio de que los Estados traten a los propietarios de tierra agrícola de la misma forma, los extranjeros podrían tener derecho a compensaciones en virtud de sus derechos en el marco de los TPIEs y de los arbitrajes internacionales. El presente trabajo tiene por objetivo mostrar la diferencia entre los derechos de los inversores extranjeros y los nacionales, y los efectos concretos que estas diferencias podría tener frente a ciertas medidas de los Página 7 Estados. La primera parte presenta el marco teórico y metodológico para este análisis. Este marco es el resultado de mi tesis de doctorado en la que vinculo derechos de propiedad con los TPIEs. El propósito de este marco teórico es poder analizar simultáneamente los derechos de los inversores extranjeros y las acciones de los Estados. La segunda parte de este trabajo presenta la fórmula que utilizan los tribunales arbitrales internacionales para sustanciar los derechos de los inversores extranjeros. Esta fórmula diferencia a un inversor extranjero de un inversor nacional. Finalmente, en la última parte exploro cinco escenarios en los que los derechos de los inversores extranjeros sobre la tierra, en el marco de los TPIEs, tendrían efectos concretos. Se trata de 1) el derecho a exportar su producción o al precio de exportación; 2) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios dentro del paradigma regulatorio; 3) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios de política o nuevas preferencias sociales; 4) el derecho a recibir una compensación adecuada frente a reformas agrarias o programas de reparación histórica; 5) el derecho a mantener su plan de negocios frente a una crisis alimentaria. Este trabajo concluye que los Estados que han suscripto TPIEs deben ser especialmente cautelosos tanto al recibir inversión extranjera como al tomar medidas respecto de emprendimientos extranjeros en agricultura. El contenido de los derechos de propiedad privada otorga autoridad a los individuos y limita la actividad estatal. Dada la complejidad que encierran los arbitrajes sobre inversiones, no hago un pronóstico sobre posibles dis- Página 8 putas. Mi objetivo, en cambio, es ilustrar los límites que imponen los derechos de los inversores extranjeros en el marco de los TPIEs y de los arbitrajes de inversiones. A. Los TPIEs y los derechos de propiedad de los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas Esta sección tiene por objetivo presentar las dos premisas que sustentan mi argumento de que el contenido de los derechos de los inversores extranjeros es diferente de los inversores nacionales. En la primera parte, explico que los derechos de propiedad privada no sólo determinan quienes son los propietarios de los recursos, sino que definen el rango de usos que el individuo tiene sobre esos recursos. La clave de la idea de dominio es que el individuo puede elegir el uso de sus recursos y la comunidad, tanto otros individuos como el Estado, debe respetar esta decisión. Por este motivo, la definición del dominio sobre los recursos es clave tanto para el propietario como para el resto de la comunidad. En la segunda parte, analizo los derechos de propiedad dentro del orden jurídico. El orden jurídico nunca establece el dominio sobre los recursos en forma clara y completa. Los jueces, entonces, deben interpretar los derechos que pertenecen al propietario. Cuando existe un conflicto entre un inversor extranjero y un Estado en el marco de un TPIE, los árbitros de inversiones deben resolver la controversia, teniendo que clarificar el dominio sobre los recursos del inversor extranjero. En la práctica, esto significa que el contenido Página 9 de sus derechos – y no sólo su protección – es diferente respecto de los inversores nacionales. 1. Derecho de propiedad y control de los recursos: El rol de los TPIEs Los inversores extranjeros se establecen a los fines de realizar una actividad económica que tiene por objetivo crear valor. Su principal propósito es poder apropiarse de parte de ese valor: su ganancia. Antes de decirse a invertir, los inversores extranjeros analizan una serie de factores, entre ellos, las ventajas que ofrece el país receptor (Dunning & Lundan 2008, pp. 95-109). En el caso de inversiones en el sector agrícola, un elemento central es el recurso tierra. Los inversores extranjeros obviamente prefieren tierras que ofrezcan mayor productividad. Aparte de las condiciones propias del recurso tierra, existe otra serie de factores que influyen en la productividad agrícola: la existencia de mano de obra, de recursos humanos calificados, de infraestructura, la legislación en la materia y el comportamiento de los organismos de regulación y control. Luego de considerar todas estas variables, el inversor extranjero decide establecer su proyecto. A los fines de este trabajo, los proyectos de los inversores extranjeros se centran en la adquisición de tierra para la realización de actividades agrícolas. Sin embargo, los planes de inversión son mucho más complejos que la simple compra de tierras. Las expectativas respecto del valor a crear y las ganancias se sustentan en una serie de factores dentro de los Página 10 cuales el recurso tierra juega un papel preponderante, pero también ciertamente abstracto. Las expectativas puestas sobre la productividad y los beneficios que generará la inversión dependen del uso que el inversor extranjero haya planificado para el recurso, como también de las condiciones de comercialización del producto. Entre varios factores, esta planificación depende de la legislación y regulación en la materia. La productividad y el tipo de producto responden a la técnica utilizada por el inversor extranjero, y al uso de recursos accesorios a la tierra – principalmente agua. Diferentes tecnologías brindar resultados muy diferentes: no es lo mismo un producto totalmente orgánico que un producto desarrollado en base a semillas genéticamente modificadas. La expectativa del inversor extranjero no es realizar cualquier actividad que genere valor para apropiarse de algún beneficio, sino realizar esa actividad para alcanzar el beneficio esperado. Esta actividad concreta, no obstante, deber ser desarrollada en los términos previstos por el orden jurídico. La legislación y regulación también juegan un papel preponderante respecto de la capacidad de alcanzar el beneficio esperado. Concretamente, el Estado puede alterar a través de distintos mecanismos el precio que obtiene el inversor por la producción. El punto más importante para el inversor extranjero es la posibilidad de hacerse del precio internacional del producto agrícola, sobre todo si se trata de commodities. Si por cualquier motivo el inversor extranjero no pudiera acceder al mercado internacional, es posible que no pueda alcanzar el total del beneficio esperado. Es cierto, además, que al- Página 11 gunos inversores extranjeros vinculados con sus Estados de origen invierten en tierra agrícola a los fines de asegurar el abastecimiento de alimentos en su país. En este caso, la prohibición o dificultad de exportar también afectaría las expectativas del inversor aun cuando el precio interno sea superior al precio internacional (Perrone 2012, pp. 63-65). Como podemos ver, las expectativas del inversor extranjero respecto del recurso tierra agrícola son mucho más particulares y detalladas que producir productos agrícolas. Un plan de inversión y el beneficio esperado no dependen solamente de tener el control físico sobre la tierra. Esta reflexión coincide con el punto de vista del tribunal en Burlington c Ecuador: “When a measure affects the environment or conditions under which the investor carries on its business, what appears to be decisive, in assessing whether there is a substantial deprivation, is the loss of the economic value or economic viability of the investment. In this sense, some tribunals have focused on the use and enjoyment of property. The loss of viability does not necessarily imply a loss of management or control. What matters is the capacity to earn a commercial return. After all, investors make investments to earn a return. If they lose this possibility as a result of a State measure, then they have lost the economic use of their investment” (Párrafo 397). Página 12 El conjunto de los derechos que giran alrededor de la propiedad de la tierra describen el dominio que tiene el propietario, ya sea un inversor extranjero o nacional. Estos derechos son parte de lo que se denomina el bundle of rights (Penner 1996, 724-731). La importancia de los derechos que otorga la propiedad sobre un recurso has sido destacada por la literatura en historia económica, economía y sociología económica. Lo que facilita la actividad económica no son los derechos de propiedad en abstracto sino cierta definición del bundle of rights que permite a los individuos planificar y desarrollar sus actividades económicas. Douglas North considera que los Estados promueven el crecimiento al definir y hacer cumplir los derechos de propiedad (North 1981, p. 21). Elinor Olstrom explica que los derechos de propiedad deben estar bien definidos para permitir la realización de actividades económicas (Olstrom & Schlager 1996, p. 137). Finalmente, Max Weber desarrolló todo su análisis respecto del rol del orden jurídico en la promoción del capitalismo a partir de la forma en que los derechos brindan mayor poder de control sobre los recursos. Este control permite planear y desarrollar las actividades económicas (Weber [1922] 1968, p. 68; Swedberg 2006, p. 12). El derecho que los inversores extranjeros adquieren sobre la tierra es un derecho de propiedad. El objetivo de este trabajo no es realizar un análisis pormenorizado sobre los derechos de propiedad. Sin embargo, es necesario hacer algunas consideraciones a los efectos de desarrollar mi argumento de que los derechos de los inversores extranjeros son diferentes de los inversores na- Página 13 cionales. El principal punto a destacar es que el control que otorgan los derechos de propiedad sobre los recursos es una variable de dos elementos: la definición y la ejecución de los derechos. La legislación puede establecer expresamente que el inversor extranjero puede hacer con la tierra lo que desee. No obstante, si los jueces continuamente deciden que ello está sujeto a lo que diga el ente regulador, el contenido del derecho de propiedad individual – y el control que otorga – es reducido considerablemente. En breve, como enseña Karl Llewellyn “as much right as remedy” (Llewellyn [1962] 2000, p. 63). Un segundo punto es que los derechos de propiedad no se refieren al vínculo que tiene el sujeto con la cosa en abstracto. Los derechos de propiedad son relacionales ya que sólo tienen sentido cuando existen otras personas o sujetos con un interés en el recurso y su uso (Ackerman 1977, p. 27). El principal fin de los derechos de propiedad privada es establecer que quien es identificado como el propietario tiene el control del recurso, y tanto otros individuos como el Estado deben aceptar su decisión sobre cómo usarlo (Waldron 1988, p. 39). En este sentido, es importante destacar que los derechos de propiedad cubren dos grandes campos relacionales: los vínculos del propietario con otros individuos, y la relación del propietario con el Estado (Lehavi & Licht 2011, p. 117). Estos dos puntos nos permiten comenzar a enmarcar el análisis de los derechos propiedad de los inversores extranjeros en el contexto de los TPIEs. La mayoría de la Página 14 literatura sobre protección de inversiones extranjeras se dedica a la ejecución de la protección internacional contenida en los TPIEs. Desde los años noventa, para casi todos los autores, el gran tema del régimen internacional de inversiones es el arbitraje internacional de inversiones, la expropiación indirecta y el trato justo y equitativo. Como demostré en mi tesis de doctorado, esta visión es parcialmente correcta. Los inversores extranjeras están interesados en la protección de la inversión extranjera en la medida que ello les permite mantener el control necesario sobre los recursos para alcanzar sus expectativas de negocios. En este sentido, una pregunta que ha recibido poca atención en la literatura, pero que sería fundamental, es la determinación de los derechos contenidos en el bundle of rights del inversor extranjero. La determinación que un Estado ha expropiado o afectado los derechos de un inversor extranjero requiere primera determinar el contenido de esos derechos (Rose 1994, p. 50; Michelman 1981, pp. 1098-1099). Además, es necesario destacar que los TPIEs se refieren a las relaciones que los derechos de propiedad de los inversores extranjeros generan respecto de los Estados. Esto significa que los TPIEs tienen efectos sobre actos legislativos o regulatorios que afectarían el contenido de los derechos de los inversores extranjeros sobre la tierra. Los TPIEs no intervienen, en cambio, en la relación de los inversores extranjeros con otros actores privados (Vandevelde 2000, p. 489). En el marco de los derechos de propiedad, esto significa que la intrusión de otros individuos sobre el control de los recursos queda fuera del ámbito de los TPIEs. Página 15 La distinción entre las relaciones privado-privado y privado-público es importantes para comprender la función que cumplen los derechos de propiedad.1 En el caso de las relaciones privado-privado, los individuos compiten por el control del recurso. Varios sujetos pueden tener derechos en competencia por este control, o puede suceder que individuos estén dispuestos a usar la fuerza para apropiarse de los recursos. Las relaciones privadopúblico son diferentes. Los Estados no compiten con los individuos para controlar el recurso y decidir si se plantará trigo o maíz, o si se utilizará tal o cuál tecnología. La relación entre los inversores extranjeros y los Estados es de tipo regulatoria. Los inversores se dedican a realizar cierta actividad, y los Estados tienen potestad para demarcar los límites de esta actividad, pudiendo llegar a prohibirla (Katz 2010, pp. 113-114 ). Lo que los Estados no pueden decirle a los individuos es qué hacer con los recursos. Ello equivaldría a una total reversión del principio básico de los derechos de propiedad privada: dentro del marco de la ley, el control sobre el uso de los recursos está en manos del individuo-propietario. 1 Un análisis más sofisticado sobre la relación entre los elementos privado y público dentro de los derechos de propiedad demuestra que, en realidad, esta distinción puede llevarnos a una visión formalista de la propiedad. Dado que este problema no afecta el análisis que desarrollo en este trabajo, he decidido dejarlo de lado a los fines de facilitar la presentación mi análisis. Sobre la debilidad de la distinción entre privado y público en el derecho de propiedad, ver (Alexander 2006, p. 4). Página 16 2. Estructura de los derechos de propiedad: el Derecho y la vaguedad del dominio sobre los recursos Los derechos de propiedad privada son una creación de la legislación. Por ello, los individuos no pueden crear derechos de propiedad. Su capacidad se limita a contratar sobre ellos, principalmente, transfiriendo todo o parte de su control sobre los recursos (Hansmann and Kraakman 2002, pp. 373-375). Los derechos de propiedad privada tienen un contenido complejo que consta no de una sino de tres dimensiones diferentes que tiene un único objetivo: definir que ciertos recursos están en manos de un individuo, y que este individuo puede decidir su uso (Sherwin 1997, pp. 1084, 1087, 1090). La primera dimensión se refiere a la alienabilidad de los recursos. Es un error pensar que todos los recursos que existen en la naturaleza pueden ser objeto de derechos de propiedad privada. Durante gran parte de la historia humana, las ideas no eran apropiables. Al mismo tiempo, desde sólo dos siglos no es posible adquirir derechos de propiedad sobre personas. Como podemos ver, la decisión de que ciertos recursos pueden ser adquiridos por individuos es muy importante para la comunidad (Penner 2000, pp. 5-6). A los fines de este trabajo, es importante mencionar que la mayoría de las legislaciones no permite a los individuos adquirir derechos de propiedad sobre los grandes recursos hídricos. Esta es una cuestión muy importante para las inversiones extranjeras en agricultura dado el rol fundamental del recurso agua. Los órdenes jurídicos tienen normas diferentes respecto Página 17 de los recursos hídricos que pueden pertenecer al propietario de la tierra adyacente, o los que por su envergadura quedan bajo el control de los Estados (Schulz & Weber 1987, pp. 1031-1110; Alexander 2006, pp. 139-147). La segunda dimensión de los derechos de propiedad privada determina el individuo o individuos que son propietarios del recurso. Esta dimensión es muy importante para el funcionamiento del mercado. Para que los mercados funcionen con costos de transacción aceptables es necesario que las personas tengan seguridad sobre la titularidad del recurso. La certidumbre sobre la titularidad también es muy importante a los fines de facilitar el uso del recurso, principalmente de la tierra. Cuando existen dudas sobre quién es el propietario del recurso, se desatan conflictos que impiden el uso pacífico de la tierra. Distintos grupos pelean por ejercer un control que ellos consideran legítimo. Justamente, lo que hacen los sistema de registro sobre la tierra es publicitar a toda la comunidad la identidad del o de los sujetos que pueden ejercer libremente el control de los recursos según los límites establecidos por la ley. El orden jurídico establece estas dimensiones con un gran nivel de certidumbre. La legislación generalmente es poco vaga o ambigua respecto de la posibilidad de adquirir derechos de propiedad sobre un recurso. La ley suele aclarar expresamente cualquier imposibilidad para adquirir derechos de propiedad sobre ciertas tierras o ciertos espacios de agua. Al mismo tiempo, los sistemas registrales suelen dar gran certidumbre respecto de Página 18 la titularidad de la tierra. La mayoría de estos sistemas establecen mayores requisitos y por ende brindan más certidumbre en relación con derechos inmobiliarios. Si bien es posible que surjan dificultades en relación con la posibilidad de adquirir una porción de tierra, o con la titularidad de un área concreta de tierra, es razonable concluir que regímenes sofisticados de propiedad privada limitarían estas incertidumbres al mínimo. El principio que rige la tercera dimensión de los derechos de propiedad es precisamente el opuesto. Ni el más sofisticado de los regímenes de propiedad privada puede otorgar certidumbre sobre todos los posibles usos y derechos que conforman el bundle of rights (Barrère 2006, p. 129). El dominio o control del recurso tierra agrícola es incompleto por varias razones. Primero, la tecnología modifica la forma en que pueden ser usados los recursos. Hace cincuenta años era impredecible conocer que iba a ser posible utilizar semillas genéticamente modificadas, cierta maquinaria o ciertos pesticidas. En este período lo que sucedió es que ha habido un proceso político y regulatorio donde los diferentes órganos del Estado han ido permitiendo en el uso de algunas de estas tecnologías. Segundo, es imposible asumir que estas decisiones jamás serán revisadas. Las leyes no son hechas para durar para siempre. El principio democrático de gobierno asume que puede haber cambios (Waldron 2012, pp. 104-109). Es cierto que estos cambios están limitados procedimental y sustancialmente, sin embargo, el espacio de transformación que existe sin pagar compensaciones es una cuestión siempre debatible. Sólo pensar en casos como Lochner en los Estados Unidos o Página 19 Ercolano en la Argentina demuestra que estos límites son flexibles. La tercera razón es que el orden jurídico no enumera con precisión cada uno de los usos y derechos que tienen los propietarios de la tierra agrícola. La legislación establece que el titular puede disfrutar del uso del recurso y hacerse de sus frutos.2 Esta definición es poco clara y abstracta para el inversor cuyo interés es utilizar el recurso para alcanzar sus expectativas. La norma general que rige el uso de los recursos otorgado por los derechos de propiedad es el principio de clausura. El individuo puede usar del recurso como lo desee, y hacerse de los beneficios, siembre que el uso esté permitido por la ley. En este caso, por ejemplo, si el individuo utiliza semillas genéticamente modificadas porque ello no está expresamente prohibido, esto no significa que ha adquirido un derecho a continuar hacerlo. Se trata de un mero uso. Sin embargo, el orden jurídico también puede otorgar derechos sobre ciertos usos al propietario de la tierra. En este caso, se tratará de un derecho adquirido 2 Artículos del Código Civil Argentino respecto del dominio sobre las cosas: Artículo 2513.- “Es inherente a la propiedad el derecho de poseer la cosa, disponer o servirse de ella, usarla y gozarla conforme a un ejercicio regular”; Artículo 2514.- “El ejercicio de estas facultades no puede ser restringido en tanto no fuere abusivo, aunque privare a terceros de ventajas o comodidades.”; Artículo 2515.- “El propietario tiene la facultad de ejecutar, respecto de la cosa, todos los actos jurídicos de que ella es legalmente susceptible; alquilarla o arrendarla, y enajenarla a título oneroso o gratuito, y si es inmueble, gravarla con servidumbres o hipotecas. Puede abdicar su propiedad, abandonar la cosa simplemente, sin transmitirla a otra persona.”; Artículo 2516.- “El propietario tiene la facultad de excluir a terceros del uso o goce, o disposición de la cosa, y de tomar a este respecto todas las medidas que encuentre convenientes. Puede prohibir que en sus inmuebles se ponga cualquier cosa ajena; que se entre o pase por ella. Puede encerrar sus heredades con paredes, fosos o cercos, sujetándose a los reglamentos policiales.” Página 20 o de un uso legal. Los derechos adquiridos son el producto no sólo de las normas positivas sino también de los usos y prácticas sociales (Cole & Grossman 2002, p. 322). A diferencia de un mero uso, en principio, los derechos adquiridos no pueden ser revocados sin pagar compensación. En la práctica, la distinción entre un mero uso y un derecho adquirido es compleja y depende de la interpretación que hagan los jueces de las leyes, actos administrativos y las prácticas sociales. Por ello, es muy común que las inversiones extranjeras a largo plazo se establezcan sólo tras obtener garantías contractuales de los Estados sobre el uso de los recursos, o permisos o licencias que garanticen la posibilidad de realizar la actividad por un período concreto. Estos contratos y permisos son actos jurídicos que tienen una relación estrecha con el derecho de propiedad sobre el recurso (Douglas 2003, p. 197). No se trata de un típico contrato donde dos partes intercambian prestaciones, sino de la adquisición por parte del inversor extranjero de certidumbre respecto de la explotación de una mina por un período determinado bajo ciertas condiciones. Es razonable que los inversores extranjeros tengan un incentivo en obtener estos contratos o derechos adquiridos porque, como expliqué, ellos no tienen interés en un control abstracto de los recursos. No obstante, los inversores extranjeros no siempre obtienen estos derechos especiales y, cuando lo hacen, tampoco significa que quedan cubiertas todas las posibilidades de cambio en el régimen jurídico. Estos derechos especiales no necesariamente cubren todos los aspectos Página 21 referidos a la inversión. Un permiso para explotar una mina o utilizar semillas genéticamente modificadas no incluiría, por ejemplo, la posibilidad de exportar el fruto de la inversión (es decir, los minerales o la cosecha). Esta incertidumbre o falta de precisión en el orden jurídico puede permanecer inadvertida. Sin embargo, cuando se desata un conflicto, son los jueces o los árbitros internacionales quienes deben intervenir y resolver si el inversor extranjero realmente tiene derecho a exportar el producto (gozar del precio internacional), a usar una tecnología contaminante, o a utilizar semillas genéticamente modificadas (Barrère 2006, p. 143). Esta decisión es fundamental para resolver si en una disputa concreta el Estado cometió una expropiación indirecta, una afectación de derechos, o si simplemente el inversor extranjero nunca adquirió un derecho al respecto. 3. Los Derechos de propiedad de los extranjeros según los TPIEs. La premisa con la que comencé esta sección es que los TPIEs tendrían efectos sobre los derechos de los inversores extranjeros respecto del principal recurso de los proyectos agrícolas: la tierra. Dado que el principal interés de los inversores extranjeros por la protección internacional está dirigido a mantener las condiciones necesarias para realizar sus expectativas de negocio, la pregunta es si la ejecución de esta protección implica una definición de estos derechos más acorde con estas expectativas. Si esto fuera así, ello significaría que los derechos de propiedad de los inversores extranjeros so- Página 22 bre la tierra serían diferentes de los adquiridos por nacionales sobre el mismo recurso. A simple vista, la diferencia entre el inversor nacional y el extranjero sería soló que los primeros deben resolver sus conflictos con los Estados a través de los tribunales nacionales, mientras que los segundos pueden acudir a un arbitraje de inversiones. Sin embargo, esto es sólo el principio de una distinción más profunda que parte de la premisa que “as much right as remedy.” Como los jueces o los árbitros internacionales definen el contenido de los derechos en caso de vaguedad o ambigüedad, lo que es la regla y no la excepción, la interpretación que hagan los arbitrajes internacionales podrían tener importantes implicancias. La primera y segunda dimensión de los derechos de propiedad está generalmente bien definida en el orden jurídico del Estado que recibe la inversión. Si bien pueden surgir algunas dudas, se trataría en general de cuestiones de hecho. Los TPIEs no establecen reglas respecto de los recursos que pueden ser alienables o de los mecanismos para determinar la titularidad. Por el contrario, mucho tratados establecen expresamente que la inversión extranjera sólo es válida en la medida que se haya radicado de acuerdo con la ley del Estado receptor (UNCTAD 2007, p. 8). De esta forma, como las dos primeras dimensiones de los derechos de propiedad son relativamente claras, y los TPIEs expresa o implícitamente establecen que la inversión debe establecerse de acuerdo con la legislación nacional, es posible concluir que los inversores extranjeros están en este respecto en pie de igualdad con los nacionales. En Página 23 este sentido, el tribunal en Bayview Irrigation v México consideró que: “it is plain that under the Mexican Constitution and Mexican law, the Claimants could have no such property rights in water in Mexican rivers” (Párrafo 118). Esto es muy distinto respecto de la tercera dimensión o el control que los derechos de propiedad otorgan a las inversiones extranjeras. Aquí no existen normas que establezcan expresamente cuándo el inversor tiene un mero uso o un derecho adquirido. Es siempre materia de interpretación. Al respecto, el consenso en el área de derecho internacional de inversiones es que se aplica la doctrina de expectativas legítimas de acuerdo con el derecho internacional (Douglas 2009, p. 81; Opinión de Wälde en Thunderbird c México 2005, párrafo 37; McLachlan 2008, p. 376). Esto significa que los arbitrajes internacionales usan una formula particular para definir justamente lo que más preocupa a los inversores extranjeros: el control sobre los recursos. El régimen internacional de inversiones, de esta forma, ejecutaría la protección incluida en los TPIEs sobre una medida de los derechos de propiedad que no coincidiría con la que tendría un inversor nacional en las mismas circunstancias. La diferencia es precisamente la aplicación de esta “formula interpretativa” que utilizan los arbitrajes de inversiones. Más allá del nombre de esta fórmula, lo que importa es su aplicación y sus efectos concretos sobre los derechos de los inversores extranjeros. Página 24 B. El contenido de los derechos de propiedad de los inversores extranjeros: la fórmula de las expectativas legítimas El objetivo de esta sección es describir el funcionamiento de la fórmula que utilizan los tribunales arbitrales internacionales para definir el bundle of rights de los inversores extranjeros sobre sus derechos de propiedad. La definición del contenido de sus derechos es fundamental a la hora de decidir si el Estado debe pagar compensación por una medida. Si el inversor extranjero nunca tuvo un derecho a cultivar un tipo de semilla, por ejemplo, la prohibición de que lo siga haciendo no crearía obligación de pagar compensación alguna. A efectos de conocer el escenario en que se aplica la fórmula de las expectativas legítimas, esta sección presenta primero una reseña de la situación de política económica que dio origen a esta doctrina. Luego, se concentra en la fórmula que utilizan los árbitros de inversiones a partir del estándar de trato justo y equitativo. 1. El escenario de política económica de las expectativas legítimas La definición y protección de los derechos de privada propiedad se volvió una tarea más compleja a raíz de la creciente regulación estatal (Ackerman 1977, p. 1; Montt 2009, pp. 3-25). De acuerdo al paradigma del laissez-faire, que dominó el pensamiento jurídico hasta la crisis de 1930, los derechos de propiedad tenían un Página 25 carácter relativamente absoluto y la expectativa era que los Estados apenas intervenían en las actividades privadas. Este paradigma clásico se expandió desde Europa y Estados Unidos al resto del mundo a través de la influencia política, económica, intelectual y del colonialismo (Lipson 1985, pp. 8-19; Kennedy 2006, pp. 22, 28). Los conflictos entre inversores extranjeros y Estados durante este período respondieron a esta dinámica. Dentro de la cuestión agrícola, las controversias más importantes en Latinoamérica se relacionaron con programas de reforma agraria. El caso más emblemático es el de México. Esta reforma agraria de principios del siglo XX implicó la expropiación de tierras por parte del Estado y su redistribución entre la población. Escenarios similares se vivieron en distintos lugares de Latinoamérica y luego en África. Uno de los últimos programas de reforma agraria afectando los derechos de extranjeros ocurrió en Zimbabue (Cass 2006, pp. 227-230). Más allá de otras cuestiones legales involucradas en estos casos, como el estándar de compensación, no había dudas que los Estados desapoderaban a los inversores extranjeros de sus derechos (House of Representatives 1963, p. 1079). Los argumentos en favor de los Estados apuntaban a las injusticias que habían permitido la adquisición de esos derechos de propiedad, ya que no podían negar que los derechos de los extranjeros eran aniquilados. En general, los países en desarrollo y menos desarrollados abandonaron la estrategia de expropiación o nacionalización de recursos alrededor de la década de 1970 (Kobrin 1984, pp. 329-348). Este momento coincide con un cambio en la percepción de la inversión extran- Página 26 jera que pasó de ser vista como un vestigio de colonialismo a una posible vía hacia el desarrollo (Dunning & Lundan 2008, pp. 677-681). Una de las razones detrás de este cambio de opinión es que los Estados generaron capacidades para negociar con los inversores extranjeros, imponerles condiciones y regular su actividad una vez que estaban instalados (Bergsten et al. 1978, pp. 369-399). Lo que ocurrió, entonces, no fue una vuelta al modelo de laissez-faire sino el convencimiento de que la inversión extranjera podía jugar un papel importante para el desarrollo. Para ello, no obstante, debía ser regulada. Durante este período, varios autores comenzaron a describir el nacimiento de una nueva forma de riesgo para los inversores extranjeros. Ya no se trataba del riesgo de una expropiación o nacionalización, sino del riesgo de cambios en la regulación que impedían al inversor desarrollar su proyecto tal cual lo había planeado. Esto afectaba sus expectativas tanto respecto de su actividad económica como de su beneficio. Al mismo tiempo, estos autores destacaron que los TPIEs no iban a ser capaces de proteger a los inversores de estos riesgos regulatorios (Wälde 2000, pp. 4, 60; Vandevelde 1998, p. 522). Desde finales de la década de 1990, la práctica del arbitraje de inversiones y los laudos arbitrales no dio la razón a estos autores. Luego de algunos casos aislados a principios del nuevo siglo, existe hoy cierto consenso de que las regulaciones difícilmente pueden constituir expropiaciones. Actualmente, el estándar para determinar una expropiación indirecta es muy alto, y las medidas regulatorias casi nunca desapoderan completamente al inversor extranjero (National Grid c Argentina, 2008, Página 27 párrafo 149.). Éste continúa al comando de los recursos que constituyen su inversión aunque quizás no puede desarrollar la misma actividad, de la misma forma, u obtener el mismo beneficio. Ahora, si bien es cierto que durante los últimos diez años ha habido pocas condenas contra Estados por expropiaciones, la tendencia es muy diferente respecto de la violación de las expectativas legítimas de los inversores en el marco del trato justo y equitativo (Bernasconi-Osterwalder & Vyoma 2012, p. 11). 2. La fórmula de las expectativas legítimas y el trato justo y equitativo Los árbitros de inversiones utilizan la fórmula de las expectativas legítimas para definir el contenido de los derechos de propiedad del inversor extranjero: el bundle of rights (Gaillard 2008, pp. 332-334; von Walter 2009, p. 6). Cuando la legislación es oscura al respecto, y no existen contratos o permisos que definen el punto expresamente, los árbitros recurren a esta fórmula. Por supuesto, si el inversor extranjero y el Estado hubiesen suscripto un contrato estableciendo que el objetivo del proyecto era cultivar semillas genéticamente modificadas, la cuestión sería mucho más simple. La fórmula de las expectativas legítimas sirve precisamente para definir casos más difíciles, en los que el dominio en abstracto se mantiene en manos del inversor extranjero pero han ocurrido cambios legales que afectan su actividad y el beneficio esperado. Página 28 La base de la doctrina de las expectativas legítimas es la inversión hecha por el inversor extranjero. Se trata de investment-backed expectations (Glamis c Estados Unidos 2009, párrafo 356). A diferencia de lo que ocurre con el concepto de propiedad, el concepto de inversión se centra en la actividad que realiza el inversor a los fines de generar valor y apropiarse del beneficio (Mandelker 1987, p. 4). Esta noción es diferente de la idea de propiedad que se refiere a la relación del sujeto con el recurso y no a la actividad concreta que éste realiza. La idea de propiedad tampoco se concentra en un objetivo concreto, nada dice la legislación respecto de que el objetivo de los recursos es generar más recursos a los efectos de apropiarse de los beneficios. De esta forma, utilizar el concepto de inversión como base de la doctrina de expectativas legítimas significa colocar el foco no en el control abstracto sobre los recursos, que no interesa al inversor, sino el plan de inversión que lo llevo a establecerse en el país receptor. Esto significa, como iré puntualizando en el resto de este trabajo, una tendencia en favor del reconocimiento de derechos sobre los usos que son necesarios para realizar la inversión y sobre la expectativa de apropiarse del beneficio esperado. La doctrina de las expectativas legítimas tiene dos componentes interdependientes que definen si el inversor extranjero tiene un derecho que correspondería compensar (Schønberg 2000, pp. 9-11). A los fines prácticos, es posible presentar estos componentes como dos preguntas. La primera pregunta es si el inversor extranjero pudo confiar en declaraciones, incentivos o en la legislación vigente en el Estado receptor a los fines de plani- Página 29 ficar su proyecto. La segunda pregunta es si el inversor extranjero puede esperar razonablemente que el Estado vaya a mantener la vigencia de las condiciones objeto de la declaración. El análisis de la primera pregunta se concentra en la posición del inversor extranjero durante el momento previo y la concreción de la inversión extranjera. Los árbitros se concentran en el momento de la inversión (Schreuer & Kriebaum 2009, pp. 265-276). Este elemento temporal es fundamental para conocer el proyecto del inversor extranjero y en qué medida éste pudo confiar en las declaraciones del Estado para su planificación. El momento de la inversión revela la relación entre el plan del inversor, el control que le otorgaba la legislación y otros actos jurídicos, y el beneficio que esperaba. Lo que define la creación de expectativas legítimas es si el inversor pudo confiar en las declaraciones del gobierno o en el orden jurídico del país receptor al momento de invertir. Estas declaraciones, a veces llamadas incentivos, no son concesiones específicas establecidas en contratos. Por el contrario, son acciones dirigidas a convencer al inversor extranjero para que invierta en el país. El gobierno puede mencionar los beneficios que otorga la ley pero ello no significaría que se obliga a no modificar la normativa. Si bien es claro que el gobierno del Estado receptor haya tenido la intención de obligarse. Algo parecido podría pasar del lado del inversor extranjero, éste puede sugerir al Estado que el proyecto va a generar tantos puestos de trabajo, tanta exportación, tal nivel de actividad, etcétera. Sin embargo, es debati- Página 30 ble que por ello el inversor extranjero quede legalmente obligado a abrir esa cantidad de fuentes de trabajo. La función de la fórmula de las expectativas legítimas es calificar algunas de las declaraciones hechas por el gobierno del Estado receptor como representaciones que generan derechos en el inversor extranjero. Por un lado, estas declaraciones a veces pueden estar mucho más cerca de constituir derechos que por algún motivo no fueron formalizados en un contrato, una licencia o un permiso. Pero por otro lado, los laudos arbitrales han considerado que las representaciones dadas por el Estado pueden ser tanto expresas como implícitas (Total c Argentina 2010, párrafo 120). Los tribunales han admitido que las expectativas pueden surgir de una reunión de negocios, o que también puede emanar de la legislación del país receptor (El Paso c Argentina 2011, párrafo 376). Esto explicaría porque los laudos arbitrales hacen importantes consideraciones sobre los hechos que suscitan una controversia, y mucho menos elaboración de la cuestión legal en juego (Spyridon Roussalis c Rumania 2011, párrafo 318; Merrill c Canadá 2010, párrafo). La cuestión fundamental es presentar una visión de los hechos según la cual el inversor extranjero pudo o no pudo confiar en las declaraciones, los incentivos o la legislación del Estado receptor. Dentro de este marco interpretativo, vale destacar que el inversor extranjero tiene que haber sido razonable al confiar en esas declaraciones. Al ser una cuestión de hecho, es muy difícil predecir la manera en que los tribunales pueden valoraran este requisito. Existe consenso que los TPIEs no son garantías para el inversor Página 31 extranjero de que el proyecto será exitoso y conseguirá el beneficio esperado (Maffezini c España 2000, párrafo 64). Al mismo tiempo, los tribunales han considerado que los inversores extranjeros deben ser conscientes de la realidad económica y social del país donde invierten (Duke c Ecuador 2008, párrafo 340). La razonabilidad del inversor es un factor que puede minimizar la expansión de los derechos a partir de la doctrina de la confianza legítima. Pero al mismo tiempo este elemento es parte de una doctrina que sirve para otorgar derechos al inversor extranjero sin focalizarse en la intención del Estado receptor de obligarse. La intención del Estado pasa a ser secundaria, así como la existencia de un acto jurídico concreto – sea un contrato o un permiso – que defina el derecho del inversor extranjero más allá de la legislación doméstica. En última instancia, lo que puede verse detrás de esta postura es la justificación final de la doctrina de las expectativas legítimas: brindar certeza a los inversores para que puedan desarrollar su plan de inversiones. De esta forma, lo que existe entre la primera y la segunda pregunta es esencialmente una relación de definición-justificación de la expectativa del inversor. Este vínculo no es absoluto, sin embargo, variando según la consistencia, predictibilidad y razonabilidad del cambio legislativo o regulatorio que afecta las expectativas del inversor. La segunda pregunta que consideran los tribunales de inversiones es la medida en que el inversor extranjero puede esperar que las bases legislativas de su emprendimiento y del beneficio esperado se mantendrán en el tiempo. La formulación de esta pregunta parte de la premisa que el inversor extranjero no tiene un derecho que lo protege de cualquier modificación de las leyes (El Paso c Argentina 2011, párrafo 352). El punto de partida no es que cualquier cambio que afecte su plan de inversiones genera la obligación de pagar una compensación, sino que hay cambios que son más proclives a requerir compensaciones que otros dependiendo de si el inversor extranjero podía preverlos. En este sentido, el tribunal en el caso Fronteir c República Checa consideró que: Dado que los laudos arbitrales abandonaron la postura en favor de la estabilidad del orden jurídico (EDF v Rumania 2009, párrafo 218), la cuestión a debatir son las circunstancias en que el inversor extranjero debe tolerar los cambios y cuándo debe recibir una compensación. Los tribunales han considerado que los cambios deben respetar ciertos requisitos de procedimiento, principalmente deben ser transparentes y no discriminatorios. Estos requisitos son muy importantes para el inversor extranjero, sin embargo, su problema es que medidas transparentes y no discriminatorios pueden afectar su emprendimiento considerablemente. Los tribunales de inversiones no son indiferentes al respecto, afirmando que los cambios implementados por los Estados deben ser consistentes y predecibles (Saluka c República Checa Página 32 “While the host state is entitled to determine its legal and economic order, the investor also has a legitimate expectation in the system’s stability to facilitate rational planning and decision making” (Párrafo 285). Página 33 2006, párrafo at 307; Ioannis Kardassopoulos c Georgia 2010, párrafo 438) Esto quiere decir que las expectativas de los inversores no impiden cualquier cambio sino sólo cambios de carácter más drástico, que el inversor no pudiera haber previsto al momento de invertir en virtud de las declaraciones hechas por el Estado. La línea que siguen los laudos en este sentido es relativamente consistente. En la medida que los cambios realizados por el Estado responden a las pautas regulatorias existentes al momento de la inversión, es difícil que el Estado vea comprometida su responsabilidad (Genin c Estonia 2001, párrafo 370). Al mismo tiempo, si los cambios obedecen a externalidades negativas del inversor extranjero, los laudos tienden a dar la razón a los Estados (Methanex c Estados Unidos 2005, parte III.A; Chemtura c Canadá, 2010, párrafo 124-225; Glamis c Estados Unidos 2009, parte II y párrafos 756-829.). El razonamiento en estos casos es simple: el inversor extranjero podía prever que si su actividad no respetaba la regulación existente al momento de establecerse, su inversión podía no llegar a buen puerto. Lo mismo ocurre en relación con la determinación de las externalidades negativas a partir de análisis científicos. El inversor extranjero no puede esperar que el Estado no hará nada respecto de los efectos negativos que produce su actividad. La balanza comienza a favorecer al inversor extranjero si los cambios implementados implican un cambio del paradigma regulatorio (Total c Argentina 2010, párrafo 333), son el producto de un cambio de política o la Página 34 respuesta a nuevas preferencias de la comunidad (TECMED c México 2003, párrafo 127-133). Las expectativas del inversor extranjero sufren en estas circunstancias por partida doble. Por un lado, este tipo de cambios suelen tener efectos más amplios sobre el plan de negocios del inversor extranjero. Una cosa es tener que adaptarse a nuevas condiciones regulatorias en un marco de continuidad, y otra cosa es sufrir cambios más profundos que impactan en el esquema de negocios y el beneficio esperado. Por el otro, los cambios regulatorias basadas en evidencia científica serían más predecibles para el inversor extranjero. No ocurre lo mismo con cambios que obedecen a preferencias políticas o sociales porque éstas están más alejados del control del inversor extranjero. Al momento de invertir, sería razonable que el inversor asuma que el Estado actuará si no cumple con las pautas regulatorias o si su actividad resulta dañina para la población. Según los tribunales arbitrales, es menos razonable que asuma que su proyecto de inversión puede ser alterado por cambios basados en nuevas preferencias sociales o de política. C. Los derechos de los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas: principales implicancias El objetivo de esta última sección es explorar las implicancias concretas que tiene la fórmula de las expectativas legítimas en el bundle of rights de los inversores extranjeros sobre la tierra y los emprendimientos agrí- Página 35 colas. Desde el punto de vista de cualquier Estado constitucional, existen dos grandes requisitos para realizar cambios en la legislación y regulación. Primero, el Estado debe respetar los pasos procedimentales que permiten a los individuos afectados hacer conocer su posición, presentar información y peticionar ante las autoridades. Caso contrario, los sujetos que vieron vulnerados sus derechos pueden recurrir las medidas judicialmente. Segundo, en un régimen constitucional de propiedad, incluyendo en este marco al régimen internacional de inversiones, los Estados también tienen requisitos sustanciales que deben respetar. Entre ellos, se encuentran los derechos de propiedad así como cualquier contrato o permiso en relación con esos derechos. El Estado debe compensar al inversor extranjero, por ejemplo, si lo desapodera de la tierra para redistribuirla o utilizarla para otros fines. Pero, obviamente, este es el caso más fácil y en la mayoría de los países inversores nacionales y extranjeros están en las mismas condiciones respecto de expropiaciones directas. La gran diferencia entre los inversores extranjeros y los nacionales comienza a partir de que los primeros pueden acceder a un arbitraje de inversiones a los efectos de ejecutar la protección otorgada por los TPIEs. Como expliqué, no obstante, la diferencia abarca más que el método de ejecución de los derechos. El argumento central de este trabajo es que cuando la legislación es vaga o ambigua, los árbitros de inversiones definen la sustancia de los derechos de los inversores extranjeros utilizando la fórmula de las expectativas legítimas. Esta fórmula se centra en la inversión, el plan de inversiones y Página 36 el beneficio esperado. De esta forma, argumenté que los inversores extranjeros pueden demandar compensación por cambios que los inversores nacionales tendrían que tolerar sin recibir resarcimiento alguno. Las expectativas legítimas (los derechos de los inversores extranjeros) operan como baremo para juzgar la consistencia y predictibilidad de las acciones de los Estados receptores. A continuación voy a ilustrar mi postura en relación con la posición que tendrían los inversores extranjeros en cinco escenarios distintos: 1) el derecho a exportar su producción o al precio de exportación; 2) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios dentro del paradigma regulatorio; 3) el derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios de política o nuevas preferencias sociales; 4) el derecho a recibir una compensación adecuada frente a reformas agrarias o programas de reparación histórica; 5) el derecho a mantener su plan de negocios frente a una crisis alimentaria. 1. El derecho a exportar y al precio de exportación Cualquier inversor extranjero que se establece en países como Argentina, Brasil, Paraguay o Uruguay a los fines de producir soja o cualquier otro commodity agrícola lo hace para exportar. Como mencioné en la primera sección de este trabajo, los inversores extranjeros privados tienen su expectativa puesta en el precio internacional, mientras que los inversores extranjeros públicos tienen expectativas respecto del abastecimiento de su país de origen. A los fines de este análisis, me voy a concentrar Página 37 en la situación de los inversores privados sin desconocer que no se trata del único escenario. Existen antecedentes en el régimen de inversiones del TLCAN, en los que inversores de los Estados Unidos demandaron a Canadá por la limitación de las exportaciones o por la falta de acceso al precio internacional. Estos casos son relevantes para el sector agrícola porque se referían a la exportación de madera. El tribunal en Pope &Talbot c Canadá consideró que el inversor extranjero tenía el derecho a exportar la producción (Pope & Talbot c Canadá 2000, párrafo 96), sin perjuicio de que finalmente condenó a Canadá por otras razones vinculadas. Esta decisión generó bastante debate en el marco del TLCAN y los tres países socios elaboraron una interpretación obligatoria que apuntaba a alterar la fórmula de las expectativas legítimas. La premisa de esta interpretación es que el Capítulo 11 del TLCAN no otorga el estándar de trato justo y equitativo sino sólo el trato mínimo. Luego de esta decisión, el tribunal en Merrill c Canadá decidió en un caso similar que Canadá no había hecho declaración o representación alguna sobre la exportación o el precio de venta de la producción (Merrill c Canadá 2010, párrafo 142.). Respecto del estándar aplicable, este tribunal se sujetó a la interpretación obligatoria, destacando que en la práctica el estándar de trato mínimo no es sustancialmente diferente del de trato justo y equitativo. En el caso de que una demanda semejante sea presentada contra países de Latinoamérica que tienen vigentes TPIEs, es necesario tener presente dos cosas. Primero, Página 38 lo más probable es que un tribunal de inversiones apliqué el estándar de trato justo y equitativo. En el caso concreto esto dependerá del texto del tratado aplicable y de la postura de los árbitros. Por ahora, esta discusión sólo ha ocurrido en el TLCAN, y la postura parecería ser que en la práctica no existiría una gran diferencia entre estos estándares (Pope & Talbot c Canadá 2002, párrafo 59-65). Sin perjuicio de esta aparente semejanza, no puede descartarse que la aplicación de uno u otro estándar pueda tener implicancias en casos concretos (Pope & Talbot c Canadá 2002, párrafo 65). Segundo, lo más importante es considerar la posición del inversor extranjero al invertir teniendo en cuenta las declaraciones que hubiera hecho el gobierno del país receptor y el contenido de su orden jurídico en ese momento. Las leyes generales sólo pueden generar expectativas reducidas mientras que las declaraciones podrían otorgar expectativas más considerables (El Paso c Argentina 2011, párrafo 378; Continental c Argentina 2008, párrafo 261). En mi opinión, un inversor extranjero que invierte para producir un bien históricamente de exportación en el país receptor tendría argumentos para defender sus expectativas legítimas a exportar la producción. Esto no quita que ciertas restricciones puedan ser consideradas razonables. En relación con la materia impositiva, la creación de impuestos sobre el valor de exportación sería esperable para el inversor, ya que los Estados tienen la potestad de hacer uso de su poder tributario. El debate podría surgir a partir de ciertos niveles de tributación que habilitarían al inversor a demandar por la frustración de su expectativa legítima al Página 39 beneficio esperado de su inversión (Feldman c México 2002, párrafo 106). En este contexto, considero que una demanda arbitral sería al menos merecedora de un pormenorizado análisis por cualquier tribunal. Declaraciones mediante las que el gobierno del Estado receptor remarcará las bondades de invertir en agricultura dadas las condiciones del mercado internacional abrirían la puerta a expectativas de los inversores a exportar o al precio del mercado internacional. En el caso de Pope & Talbot c Canadá el tribunal admitió que el inversor tenía el derecho a exportar sin que existieran declaraciones del gobierno. Esta posición fue abandonada en Merrill c Canadá. La diferencia la harían, como sucede en muchas controversias de inversiones extranjeras, la interpretación de los árbitros y las circunstancias. En gran parte, el resultado de un pleito dependería de lo que el gobierno haya dicho o hecho previo o durante el establecimiento de la inversión extranjera. Por ejemplo, en el caso de inversiones públicas extranjeras, considero que un tribunal podría hacerse eco de que el gobierno del país receptor era plenamente consciente que la finalidad de la inversión era exportar todo o gran parte de la producción. Página 40 2. El derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios dentro de un paradigma regulatorio Los antecedentes que existen en el ámbito del arbitraje de inversiones apuntan a que cambios regulatorios realizadas sobre la base del marco existente al momento de la inversión no ofenden las expectativas de los inversores. El inversor extranjero sólo tiene una expectativa de que los cambios serán consistentes y predecibles. Para los tribunales es importante la existencia de un proceso administrativo ordenado según el cual se determinó que el inversor extranjero no podía continuar con cierta actividad o que debía adaptarse a nuevas condiciones. Esta postura surge de tres casos decididos en el marco del TLCAN: Methanex c Estados Unidos, Chemtura c Canadá y Glamis c Estados Unidos. Siguiendo estos casos, los tribunales arbitrales de inversiones no condenarían a los Estados por cambios adoptados por los organismos competentes en materia agrícola, siempre que se ajusten al marco regulatorio vigente al momento de la inversión. A los fines de mayor seguridad para el Estado receptor de la inversión, es necesario que exista evidencia científica y que el inversor extranjero haya tenido la oportunidad de participar del procedimiento. Los árbitros, además, tendrán en consideración las declaraciones hechas por el Estado y el orden jurídico vigente al momento del establecimiento de la inversión. En este sentido, existe una relación directa entre la certidumbre que haya querido brindar el Estado a través de sus declaraciones y su orden jurídico respecto del uso Página 41 de los recursos, y las posibilidades de que un tribunal resuelva en contra del Estado por cambios regulatorios. Al mismo tiempo, el hecho de que los casos más favorables a la postura de los Estados en casos de regulación por externalidades negativas hayan sido contra los Estados Unidos genera cierta reserva. Por un lado, existen antecedentes de que miembros del gobierno de ese país presionaron a un árbitro para que no fallara en contra de los Estados Unidos porque de otra forma se ponía en riesgo la continuidad del TLCAN (Stumberg 2009, p. 6). Por el otro, los Estados Unidos tienen en materia regulatoria las agencias más sofisticadas y mejor equipadas tanto en términos humanos como técnicos. Sin dudas, los laudos en los casos Philip Morris c Uruguay y Philip Morris c Australia serán dos casos importantes para conocer lo que puede suceder en controversias contra otros países cuando existe evidencia de las consecuencias nocivas de un producto, como es el caso del tabaco. 3. El derecho a mantener el uso de la tierra frente a cambios de política o nuevas preferencias sociales En principio, cambios de política o nuevas preferencias de la comunidad tendrían efectos más graves sobre el control de los inversores extranjeros sobre la tierra agrícola. Es cierto que cambios regulatorios basados en evidencia científica pueden implicar la prohibición de comercializar cierto producto. No obstante, la premisa es que las medidas regulatorias tienen un impacto menor Página 42 sobre la actividad de los actores económicos o, en cualquiera de los casos, serían más consistentes y predecibles. La decisión de cambiar una política o la existencia de nuevas preferencias sociales implican en general cambios más profundos y son menos esperables – tanto como más externos – para el inversor extranjero (Waldron 2012, pp. 105-106). Los antecedentes que existen en esta materia no favorecen a los Estados receptores de la inversión. En el caso TECMED c México, según el tribunal, el gobierno de este país habría generado una expectativa legítima en el inversor extranjero respecto de un proyecto sobre tratamiento de basura, y luego decidió no otorgar el permiso sobre la base de la importante protesta social. Los árbitros no recibieron está razón favorablemente, y condenaron a México por considerar que medidas tomadas por presión social no cumplirían con los estándares del TLCAN (TECMED c México 2003, párrafo 127133). Una postura semejante tomó el tribunal del caso Azurix c Argentina referido a los cambios respecto de la concesión de aguas en la provincia de Buenos Aires, ya que fueron adoptados en virtud de la protesta social (Azurix c Argentina 2006, párrafo 378). Respecto de cambios de política existe una serie de casos contra Alemania por haber modificado su política en materia de energía nuclear. El cierre de las plantas nucleares en ese país generó una serie de demandas de la empresa Vattenfall. Sin embargo, estos casos son más difíciles de juzgar dado que esta empresa tendría un permiso para operar las plantas más allá del plazo de cierre decidido por el gobierno alemán. Página 43 La distinción entre cambios regulatorios y cambios motivas en política o preferencias sociales puede ser muy importante en materia agrícola. La base para juzgar las medidas públicas son siempre los derechos de los inversores, sus expectativas según la fórmula utilizada por los árbitros de inversiones. Sin embargo, existiría una gran diferencia según la medida pública sea presentada como la respuesta a una externalidad negativa producida por la actividad del inversor extranjero, especialmente si era desconocida al momento de la inversión; o como un cambio inesperado, impredecible y ajeno para el inversor. De esta forma, los Estados corren menos riesgos en un arbitraje de inversiones si al momento de la inversión han implementado un modelo regulatorio consolidado, como menciona el tribunal de Methanex v Estados Unidos (Parte IV, capítulo D, párrafo 9), y siempre que no tomen medidas por fuera de este marco. El inversor extranjero no puede luego sostener que es tomado por sorpresa si la venta de un producto es prohibida en base a evidencia científica. Para países que no tienen un orden regulatorio tan avanzado esto de por sí ya genera un riesgo. La prohibición de cierto producto o proceso de producción agrícola requiere modelos regulatorios eficientes y capaces de generar la evidencia necesaria. adoptar cambios en el uso de los suelos, podrían frustrase algunas expectativas de los inversores extranjeros. La cuestión a remarcar es que lo mismo no ocurriría respecto de los inversores nacionales cuyas expectativas sustantivas no son protegidas – al menos con el alcance del régimen de inversiones extranjeras – por los órdenes jurídicos nacionales. La diferencia es precisamente la aplicación de la fórmula de las expectativas legítimas para definir los derechos de propiedad de los inversores extranjeros. Vale la pena mencionar que cambios importantes en materia fitosanitaria podrían llegar a comprometer inversiones no sólo en agricultura sino también en biotecnología. En la medida que empresas dedicas a la biotecnología dentro del sector agrícola pudieran demostrar su carácter de inversores extranjeros, identificando también su inversión en el marco de los TPIEs, podrían considerar que sus derechos sobre la propiedad intelectual están siendo vulnerados. Los laudos en los casos Philip Morris c Uruguay y Philip Morris c Australia serán también importantes respecto de esta cuestión, dado que esta empresa multinacional afirma que ambos países están violentando su derecho a usar sus marcas. Los cambios políticos o nuevas preferencias sociales son más proclives a requerir compensaciones. Dejando de lado los detalles legales, si una comunidad decide que no desea utilizar el recurso tierra de cierta manera, o si el gobierno considera que es políticamente aconsejable Página 44 Página 45 4. El derecho a recibir una compensación adecuada frente a reformas agrarias – reparación histórica En Latinoamérica, la cuestión de la reforma agraria tiene un largo antecedente histórico. En países como Brasil, es un tema largamente debatido pero sobre el que se ha avanzado poco incluso luego de la creación del INCRA (Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária). Mientras tanto, los coeficientes de concentración de tierra en Sudamérica son los más altos del mundo (Deininger et al. 2011, p. 28). Según el orden jurídico de la mayoría de los países de la región, la expropiación de la tierra para su redistribución debe ser compensada. Los TPIEs no innovan sobre este punto pero pueden tener algunos efectos vinculados al fortalecimiento de los derechos de los inversores extranjeros. El primer efecto es que estos tratados pueden constituir una excusa del Estado para no avanzar con programas de reforma agraria o de reparación histórica. La situación de la comunidad Sawhoyamaxa en Paraguay sirve para ilustrar este escenario. Paraguay se había comprometido tanto por sus leyes domésticas como por Convención Interamericana de Derechos Humanos a devolver a esta comunidad sus tierras históricas. No obstante, el gobierno de este país se negaba a cumplir con las expropiaciones porque las tierras estaban en poder de inversores alemanes que estaban protegidos por un TPIE. En este contexto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó a Paraguay a cumplir con Página 46 sus obligaciones, con el argumento que la protección de los TPIE debe ser compatible con la Convención Interamericana (Comunidad Indígena Sawhoyamaxa c Paraguay 2006). La razón esgrimida por Paraguay no era atendible porque los TPIE no prohíben la expropiación sino que la sujetan al pago de una compensación. Sin embargo, los derechos de los inversores extranjeros pueden crear el mismo problema que enfrentó México durante la reforma agraria de principios del siglo XX: el monto de la compensación. Recientemente, Sudáfrica implementó un mecanismo de reparación histórica ciertamente ingenioso que no implica el desapoderamiento de los recursos mineros. Si bien el sector minero no puede compararse con el agrícola, el ejemplo sirve para ilustrar las consecuencias de los TPIEs. La ley de reparación histórica modificaba los derechos de los inversores sobre las minas y los sujetaba a que dieran cumplimiento a una serie de requisitos que favorecían a personas víctimas del apartheid. Esto suscitó una demanda arbitral internacional por parte de algunos inversores extranjeros. No obstante, el caso Foresti c Sudáfrica fue abandonado por los inversores a raíz de un acuerdo con el gobierno (Párrafo 79). Página 47 5. El derecho a mantener su plan de negocios frente a una crisis alimentaria En materia agrícola y de alimentos, la seguridad alimentaria del país receptor de la inversión podría ser materia de controversia. Durante la crisis de 2008, varios países prohibieron la exportación de ciertos productos (Diario Página 12 2008).La existencia de una crisis alimentaria llevaría al Estado receptor de la inversión a tomar medidas que podrían afectar las expectativas de los inversores extranjeros. En principio, una crisis alimentaria justificaría estas medidas, sin perjuicio de los derechos de los inversores. El antecedente de los casos contra Argentina por la crisis económica, no obstante, brinda un panorama incierto. Existen casos decididos contra la Argentina a pesar de la emergencia (CMS c Argentina 2007; El Paso c Argentina 2011), y una serie de casos en los que la emergencia justificó las medidas adaptadas por el país pero sólo por un período determinado (LG&E c Argentina 2006; Continental c Argentina 2008). Los casos contra Argentina han dejado dos lecciones. La primera es que aun cuando la crisis argentina fue de grandes proporciones, no siempre los tribunales fallaron a favor de este país. La segunda es que resulta importante tener en cuenta en qué medida el país receptor de la inversión pudo haber coadyuvado a generar la crisis. En el caso de una crisis alimentaria generalizada, además, será necesario considerar que el caso involucraría la emergencia tanto del país receptor como del originario de la inversión extranjera. Esto, sin dudas, podría jugar un rol en la decisión de una controversia. Página 48 Conclusión Este trabajo analizó en qué medida los derechos de propiedad de los inversores extranjeros son diferentes de los nacionales respecto de la tierra y los emprendimientos agrícolas. En ciertas circunstancias, los TPIEs y los arbitrajes de inversiones pueden transformar las expectativas de negocio de los inversores extranjeros en parte concreta de sus derechos de propiedad. Esta definición del contenido de los derechos de propiedad tendría efectos fundamentales en la relación entre los inversores extranjeros y los Estados. Las medidas que pueden tomar los Estados sin tener que pagar compensación dependen de los derechos sustanciales de los inversores extranjeros. Este trabajo consideró cinco escenarios que demuestran las diferencias entre los derechos de los inversores extranjeros y nacionales sobre la tierra y los emprendimientos agrícolas. Las lecciones que surgen del análisis realizado son muy importantes para comprender la relación entre los inversores extranjeros en agricultura y los Estados, especialmente desde la posición de los países Latinoamericanos. Los Estados deben ser cuidadosos en sus declaraciones a los inversores extranjeros y prestar atención a su ordenamiento jurídico cuando promueven la inversión extranjera en agricultura. En materia agrícola, sobre todas las cosas, los países deberían establecer organismos de regulación profesionales con la capacidad de proveer evidencia científica que permita justificar medidas regulatorias. Asumiendo que esta alternativa reconozca a los Estados la capacidad de tomar medidas regulatorias legítimas sin pagar compensación, el principal problema que presentan los TPIEs serían Página 49 las medidas que son resultado de las preferencias de las comunidades o de cambios de política. 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