LA UNIDAD Y LA INDISOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO SEGUN

Anuncio
LA UNIDAD Y LA INDISOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO
SEGUN E L GENESIS, E L EVANGELIO Y LA IGLESIA
La comunidad de personas, hombre 7 mujer, en el relato del
Génesis.
«El relato del capítulo segundo, en cambio, no habla de la "ima"gen de Dios" ; pero revela, a su manera característica; que la creación
"completa y definitiva del "hombre** (sometido primeramente a la
"experiencia de la soledad originaria) sé expresa en el. dar vida a esa
""coramunio personarum" que forman el hombre y la mujer. De este
"modo, el relato yahvista concuérda con el contenido del primer re"lato. Si, por el contrario, queremos sacar también del relato del texto
"yahvista el concepto de "imagen de Dios", entonces podemos de"ducir que el hombre se ha convertido. en "imagen y semejanza" de
"Dios, no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través
"de la comunión de las personas, que el hombré y la mujer forman
"desde el comienzo. La función de la imagen es la de reflejar a quien
"es el modelo, reproducir el prototipo propio. El hombré se convierte
"en imagen de Dios, no tanto en el momento de la soledad, cuanto
"en el momento de la comunión. Efectivamente, él es "desde el prrn"ripio" no sólo imagen en la que' se refleja la soledad de una Persona
"que rige al mundo, sino también y esencialmente, imagen de una
"inescrutable
comunión divina de Versemos.»
»
«En el misterio de la creación —en base a la originaria y consti"tutiva "soledad" d¿ su ser— el hombre ha sido dotado de una pro"funda unidad entre lo que en él es masculino humanamente y me"diante el cuerpo, y lo que de la misma manera es en él femenino
"humanamente y mediante el cuerpo. Sobre todo ésto, desde el co"mienzo, descendió la bendición de la fecundidad, unida con la pro"creación humana (cf. Gen 1, 28).»
>>
«De este modo, nos encontramos casi en el meollo mismo de la
"realidad antropológica que se llama "cuerpo". Las palabras del Génesis 2, 23 hablan de él directmente y por vez primera en los tér''minos siguientes: "carne de mi carne y hueso de mis huesos". El
3
'hombre-varón pronuncia estas palabras, como si sólo a la insté de la
'mujer pudiese identificar y llamar por su nombre a lo que en el
'mundo visible los hace semejantes el uno al otro, y ala vez aquello
'en que se manifiesta la humanidad, A la luz dél análisis precedente
'de todos los "cuerpos", con los que se ha puesto en contacto el
'hombre y a los que ha definido conceptudrriente poniéndoles notn'bre ("animalia"), la expresión "carne de mi carne" adquiere precisamente este significado: el cuerpo revela al hombre. Esta fórmula
'concisa contime ya todo lo que sobre la estructura del cuerpo como
'organismo, sobre su vitalidad, sobre su particular fisiología, etc.,
'podrá
decir acaso la ciencia humana.»
>
«La teología del cuerpo, que desde el principio está unida a la
'creación del hombre a. imagen de Dios, se convierte, en cierto modo,
'también en teología del sexot o mejor, teología de la masculinidad
'y de la feminidad, que aquí, en el libro del Génesis, tiene su punto
'de partida. El significado originario de la unidad, testimoniada por
'las palabras del Génesis 2, 24, tendrá amplia y lejana perspectiva
'en la revelación de Dios. Esta unidad a través del cuerpo ("y los
'dos serán una sola carne") tiene una dimensión multiforme: una di'mensión ética, como se confirma en la respuesta de Cristo a los fa'riseos en Mt 19 (Me 10), y también una dimensión sacramental,
'estrictamente teológica, como $& comprueba por las palabras de San
'Pablo a los Efestos (19), que hacen referencia, además, a la tradición
'de los Profetas (Oseas, Isaías, Ezequtd). Y es así, porque esa uni'dad que se realiza a través del cuerpo indica, desde el principio, no
'sólo el "cuerpo", sino también la comunión "encarnada" de las per'sonas —communio personarum— y exige esta comunión desde el
'principio. La masculinidad y la feminidad expresan el doblé aspecto
Me la constitución somática del hombre ("esto sí que es carne de nú
'carne y hueso de mis huesos"), e indican, además, a través de las
'mismas palabras del Génesis 2, 23, la nueva conciencia del sentido
'del propio cuerpo: sentido, que se puede décir consiste en un enriquecimiento recíproco, esta estructura se presenta desde el principio
'con una conciencia profunda de la corporeidad y sexualidad'humana,
'y esto establece tena norma inalienable pdra la comprensión del
'hombre en el plano teológico.»
JUAN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
general del miércoles 14 de noviembre de 1979,
L'Osservaiore Romano. Edición semanal en lengua española, año XI, núm. 46 (568), domingo
18 de noviembre de 1979.
4
La comunión de hombre y mujer indica "ayuda", en reciprocidad de existencia de la persona "para" la persona.
«En el relato bíblico, la soledad es camino ^que lleva a esa unidad,
"que, siguiendo al Vaticano II, podemos definir Communio persona"rum (17). Como ya hemos constatado anteriormente, el hombre en
"su soledad originaria adquiere una conciencia personal en el proceso
"de "distinción" de todos los seres vivientes (animalia) y, al mismo
"tiempo, en esta soledad se abre hacia un ser afín a él y que\ el Ge"nests (2, 18 y 20) define como "ayuda semejante a él". Esta aper"tura decida del hombre-persona no menos, al contrario, acaso más
"aún, que la misma "distinción». La soledad del hombre, en el relato
"yahvista, se nos presenta no sólo como el primer descubrimiento de
"la trascendencia característica propia de la persona, sino también como
"descubrimiento de una rdación adecuada "a IcP persona, y, por lo
"tanto, como apertura y espera de una "comunión de personas
»Aquí se podría emplear incluso, el término "comunidad", si no
"fuese genérico y no tuviese tantos significados. "Comunión" dice
"más y con mayor precisión, porque indica precisamente esa "ayuda"
"que, en cierto sentido, se deriva del hedió mismo de existir como
"persona "junto" a una persona. En el relato bíblico este hecho se
"convierte eo ipso — d e por sí-— en la extienda de la persona "para"
"la persona, dado que el hombre en su soledad originaria, en cierto
"modo, estaba ya en esta relación. Esto se confirma, en sentido ne\"gativo, precisamente por su soledad. Además, la comunión de las
"personas podía formarse sólo a base de una "doble soledad''' del
"hombre y de la mujer, o sea, como encuentro en su "distinción"
"del mundo de los seres vivientes (animalia), que daba a ambos la
"posibilidad de ser y existir en una reciprocidad particular. El con"cepto de "ayuda!' expresa también ésta reciprocidad en la existencia,
"que ningún otro ser viviente habría podido asegurar. Para esta re"ciprocidad era indispensable todo lo que de constitutivo fundaba la
"soledad de cada uno de ellos, y, por tanto, también la autoconciencia
"y la autodeterminación, o sea, la subjetividad y el conocimiento del
"significado del propio cuerpo.»
JUAN PABLO I I : Catcquesis en la audiencia
general del miércoles 14 de noviembre de 1979,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XI, núm. 46 (568), domingo
18 de noviembre de 1979.
5
La indisolubilidad del matrimonio a la luz de las palabras del
Génesis.
«Recordemos que Cristo, cuando le preguntaron sobre la unidad
"e indisolubilidad del matrimonio, se remitió a lo que era "al prin"ripio". Citó las palabras escritas en los primeros capítulos del Gé"nesis. Traíamos, pues, de penetrar en el sentido propio de estas pa"labras y de estos capítulos, en el curso de las presentes reflexiones.
»El significado de la unidad originaria^del hombre, a quien Dios
"creó "varón y mujer", se obtiene (especialmente a la luz del Gé"nesrs 2, 23) conociendo al hombre en todo el conjunto de su ser,
"esto es, en toda la riqueza de ese misterio de la creación, que está
"en la base de la antropología teológica. Este conocimiento, es decir,
"la búsqueda de $a identidad humana de aquel que al principio es"taba "solodebe
pasar siempre a través de la dualidad, la **comu"nión" .Recordemos el pasaje del Génesis 2, 23: "El hombre exclamó: Esto sí que es ya huesos de mis huesos y carne de mi carne. Esta
"se llamará varona, porque del varón ha sido tomada".»
«La unidad de la que habla el Génesis 2, 24 ("y vendrán a ser
"los dos una sola carne") és, sin duda, la que se expresa y se realiza
"en el acto conyugal. La formulación bíblica, extremadamente concisa
"y simple, señala d sexo, feminidad y masculiniddd, como esa ca"racterística del hombre —varón y mujer— que les permite, cuando
"se convierten en "una sola carne", so-meter d mismo tiempo toda su
"humanidad a la bendición de la fecundidad. Sin embargo, todo el
"contexto de la formulación lapidaria no nos permite detenernos en
"la superficie de la sexualidad humana, no nos consiente tratar del
"cuerpo y del sexo fuera de la dimensión plena del hombre y de la
""comunión de las personas", sino que nos obliga a entrever desde el
""principio" la plenitud y. la profundidad propias de esta unidad,
"que varón y mujer deben constituir a la luz de la revelación del
"cuerpo.
»Por lo tanto, ante todo, la expresión respectiva que dice: "El
"hombre... sé unirá a su mujer" tan íntimamente que "los dos serán
"una sola carne", nos induce siempre a dirigirnos a lo que el texto
"bíblico expresa con anterioridad respecto a la unión en la humani"dad, que uñé a la mujer y d varón en el misterio mismo de la
"creación. Las palabras del Génesis 2, 23, que acabamos de analizar,
"explican este concepto de modo particular. El varón y la mujer,
"uniéndose entre sí (en el acto conyugd) tan íntimamente que se
"convierten en "una sola carné''', descubren de nuevo, por decirlo así,
6
cada vez y de modo especial, el misterio de la creación, retornan así
a esa unión en la humanidad ("carne de mi carne y hueso de mis
huesos" ), que les permite reconocerse recíprocamente y llamarse
por su nombre, como la primera vez. Esto significa revivir, en cierto
sentido, el valor originario virginal del hombre, que emerge del
misterio de su soledad frente a Dios y en medio del1mundo. El hecho
de que se conviertan en "una sola carne" es un vinculo potente establecido por el Creador, a través del cual ellos descubren la propia
humanidad, tanto en su unidad originaria, como en la dualidad de
un misterioso atractivo reciproco.»
«Por esto està ligada a Id elección. La formulación misma del
Génesis 2, 24 indica no sólo que los seres humanos creados como
varón y mujer, han sido creados para la unidad, sino también que
precisamente esta unidad, a través de la cual se convierten en "una
sola carne", tiene desde el principio un carácter de unión que se
deriva de una elección. Efectivamente, leemos: "El hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer". Si el hombre
pertenece "por naturaleza al padre y a la madre, en virtud de la
generación, en cambio "se une" a la mujer (o al marido) por elección. El texto del Génesis 2, 24 define, este carácter del vínculo conyugal con referencia al primer hombre y a la primera mujer, pero,
al mismo tiempo, lo hace también en la perspectiva de todo el futuro terreni del hombre. Por esto, Cristo, en su tiempo, se remitirá
a ese texto, de actualidad también en su época. Creados a imagen de
Dios, también en cuanto forman una auténtica comunión de personas, el primer hombre y la primera mujer deben constituir el comienzo y él modelo de esa comunión para todos los hombres y mujeres que, en cualquier tiempo, se unirán tan íntimamente entre sí,
que formarán "una sola carne". El cuerpo que, a través de la propia
masculinidad o feminidad, ayuda a las dos desde el principio ("una
ayuda semejante a él") a encontrarse en comunión de personas, se
convierte, de modo especial, en el elemento constitutivo de su unión,
cuando se hacen marido y mujer. Pero esto se realiza a través de
una elección recíproca. Es la elección que establece el pacto conyugal entre las personas (20), que sólo a base de ella se convierten
en "una sola carne".»
«Génesis 2, 24 es un texto perspedivo. Efectivamente, demuestra
que en cada unión conyugal del hombre y de la mujer se descubre
de nuevo la misma conciencia originaria del significado unitivo del
cuerpo en su masculinidad y feminidad; con esto, el texto bíblico
7
"indica, al mismo tiempo, que en cada una de estas uniones se re"nueva, en cierto modo, el misterio de la creación en toda su pro"fundidad originaria y fuerza vital, "Tomada del hombre" como
""carne de su carné'''; la mujer se convierte a continuación, como
""esposa" y a través de su maternidad, en madre de los vivientes (cf.
"Gén 3, 20), porque su maternidad tiene su propio origen también
"en él.»
JOAN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
general del miércoles 21 de noviembre de 1979,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XI, núm. 47 (569), domingo
25 de noviembre de 1979.
E l hombre y la mujer creados para el matrimonio y el significado esponsalicio de sus cuerpos.
«El libro del Génesis pone de relieve que el hombre y la mujer
"han sido creados para el matrimonio: "... Por eso dejará el hombre
"a su padre y a su madre; y se dherirá a su mujer; y vendrán a ser
"los dos una sola carné'' fGén 2, 24). De este modo se abre la gran
"perspectiva creadora de la existencia humana, que se renueva cons"tantemente
mediante la "procreación", que es " autorrepraducción".»
»
«A través del ethos del don se delinea en parte el problema de la
""subjetividad?* del hombre, que es un sujeto hecho a imagen y se"mejanza de Dios. En el relato de la creación (particularmente en
"el Gén 2, 23-25), "la mujer** ciertamente no es sólo "un objeto"
"para el varón, aun permaneciendo ambos el uno frente a la otra en
"toda la plenitud dé su objetividad de criaturas, como "hueso de mis
"huesos y carne de mi carné*, como varón y mujer, ambos desnudos.
"Sólo la desnudez que hace "objeto" a la mujer para el hombre, o
"viceversa, es fuente de vergüenza. El hecho de que "no sentían ver"güenzd' quiere decir que la mujer no era un "objeto" para el varón,
"ni él para ella. La inocencia interior como "pureza de corazón", en
"cierto modo, hacía imposible que el uno fuese reducido de cud"quier modo por el otro al nivel de mero objeto. Si "no sentían ver"güenzd* quiere decir que estaban unidos por la conciencia del don,
"tenían recíproca
conciencia del significado esponsalicio de sus cuer-
"pos, en lo que se expresa la libertad del don y se manifiesta toda
"la riqueza interior de la persona como sujeto. Esta reciproca
com-
"penetración del "yo" de las personas humanas, del varón y de la
8
"mujer, parece excluir subjetivamente cualquiera "reducción a ob"jetoEn
esto se revela el perfil subjetivo de ese amor, del que se
"puede decir, sin mbargo, que "es objetivobasta
el fondo, en cuanto
"que
se
nutre
de
la
misma
reciproca
"objetividad"
del don.
j¡
»Asi, en esta dimensión, se constituye un sacramento primordial,
"entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible
"el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad. Y éste
'es el misterio de la verdad y del amor, el misterio de la vida divina,
"de la que el hombre participa realmente, En la historia del hombre,
"es la inocencia originaria la que mida esta participación y es tam"bién fuente de la felicidad originaria. El sacramento, como signo vi"sible, se constituye con el hombre, en cuanto "cuerpo", mediante su
""visible" masculinidad y feminidad. En efecto, el cuerpo, y sólo él,
"es capaz de hacer visible lo que es invisible: lo espiritual y lo divino.
"Ha sido creado para transferir a la realidad visible del mundo el
"misterio escondido desde la eternidd en Dios, y ser asi su signo.»
>>
«Por lo tanto, en el hombre creado a imagen de Dios se ha re"velado, en derto\sentido, la sacramentdidad misma de la creadón,
"la sacramentdidad del mundo. Ef ectivamente, el hombre, mediante
"su corporeidad, su masculinidad y feminidad, se convierte en signo
"visible deI la * economía de la verdad y del amor, que tiene su fuente
"en Dios mismo y que ya fue revelada en el misterio de la creación.
"En este amplio telón de fondo comprendemos plenamente las pda"bras que constituyen el sacramento del matrimonio, presentes en el
"Génesis 2, 24 ( Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre;
"y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne").
Cuando marido y mujer se "dan" uno al otro como sujeto único
e irrepetible en su identidad como ser concreto, se verifican
las palabras del Génesis 2, 24: " E l hombre se unirá a su
mujer y los dos vendrán a ser una sola carne".
»Si debemos mantener la continuidad respecto a los análisis he"chos hasta ahora (particulrmente respecto a los últimos, que inter"pretan d hombre en la dimensión del don), es necesario observar
"que, según el libro del Génesis, datum y doniim son equivdentes.
»Sin embargo, el Génesis 4, 1-2 acentúa, sobre todo, el datum.
"En el "conodmiento" conyugd, la mujer "es dada" d hombre y
"él a ella, porque el cuerpo y el sexo entran directamente en la es9
"truciura y en el contenido mismo de este "conocimientoAsí
pues,
"la realidad de la unión conyugal, en la que el hombre y la mujer
"se convierten en "una sola carne", contiene en sí un descubrimiento
"nuevo y, en cierto sentido, definitivo del significado del cuerpo
"humano en su masculinidad y feminidad. Pero, a propósito de este
"descubrimiento, ¿es justo hablar sólo de "convivencia sexual" ? Es
"necesario tener en cuenta que cada uno de ellos, hombre y mujer,
"no es solo un objeto pasivo, definido por el propio cuerpo y sexo,
"y de este modo determinado "por la naturaleza". Al contrario, pre"cisámente por el hecho de ser varón y mujer, cada uno de ellos es
""dado" al otro como sujeto único e irrepetible, como "yo", como
"persona. El sexo decide no sólo la individualidad somática del hom"bre, sino que define al mismo tiempo su personal identidad y ser
"concreto. Y precisamente en esta personal identidad, y ser concreto,
"como irrepetible "yo" femenino-masculino, el hombre es "cono"cido" cuando se verifican, las palabras del Génesis 2, 24: "El hom"bre... se unirá a su mujer y los dos vendrán a ser una sola carne".
"El "conocimiento", de que habla el Génesis 4, 1-2 y todos los textos
"sucesivos de la Biblia, llega a las raíces más íntimas de esta iden" ti dad y ser concreto, que el hombre y la mujer deben a su sexo. Este
"ser concreto significa tanto la unidad como la irrepetibilidad de la
"persona.»
JUÁN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
eneral del miércoles 5 de marzo de 1980,
'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XII, núm. 10 (584), domingo
9 de marzo de 1980.
f
El mandamiento "no adulterarás*' motivado por la indisolubilidad del matrimonio.
«El mandamiento "no adulterarás" encuentra su justa motivación
"en la indisolubilidad del matrimonio, en el que el hombre y la mu"jer, en virtud del originario designio del Creador, se unen de modo
"que "los dos se convierten en una sola carne" (cf. Gén 2, 24). El
"adulterio contrasta, por su esencia, con esta unidad, en el sentido
"de que esta unidad corresponde a la dignidad de las personas. Cristo
"no sólo confirma este significado esencial ético del mandamiento,
"sino qué tiende a consolidarlo en la misma profundidad de la per11 son a humana. La nueva dimensión del ethos está unida siempre con
"la revelación de esa profundidad, que se llama "corazón" y con su
"liberación de la "concupiscencia, de modo que en ese corazón pue10
"da resplandecer más plenamente el hombre: varón y mujer, en toda
"la verdad del recíproco "para". Uberado de la constricción y de la
"disminución del espíritu que lleva consigo la concupiscencia de la
"carne, el ser humano: varón y mujer, se encuentra recíprocamente
"en la libertad del don que es la condición de toda convivencia en
"la verdad, y, en particular, en la libertad del reciproco donarse,
"puesto que ambos, marido y mujer, deben formar la unidad sacra"mented querida por el mismo Creador, como dice el Génesis 2, 24.»
JUAN PABLO I I : Catcquesis en la audiencia
general del miércoles 8 de octubre de 1980,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XII, núra. 41 (615), domingo
12 de octubre de 1980.
La indisolubilidad' del matrimonio y la teología del cuerpo.
«.,. somos hijos de una época en la que, por ei desarrollo de
"varias disciplinas, esta visión integral del hombre puede ser fácil"mente rechazada y sustituida por múltiples concepciones parciales
"que, deteniéndose sobre uno ú otro aspecto del compositum huma"num, no alcanzan al integrum del hombre, o lo dejan fuera del
"propio campo visivo. Se insertan luego diversas tendencias cultu"rales que —según estas verdades parciales— formulan sus propues"tas e indicaciones prácticas sobre el comportamiento humano y, aún
"más frecuentemente, sobre cómocomportarse con el "hombre". El
"hombre se convierte, pues, más en un objeto de determinadas téc"nicas, que en el sujeto responsable de la propia acción. La respuesta
"que Cristo dio a los fariseos exige también que el hombre, varón y
"mujer, sea este sujeto, es decir, un sujeto que decida sobre sus
"acciones a la luz de la verdad integral sobre sí mismo, en cuanto
"verdad originaria, o sea, fundamento dé las experiencias auténtíca"mente humanas. Esta es la verdad que Cristo nos hace buscar en el
""principio".
»Los que buscan la realización de la propia vocación humana y
"cristiana en el matrimonio, ante todo están llamados a hacer de esta
""teología del cuerpo", cuyo "principio" encuentran en los primeros
"capítulos del Génesis, el contenido de su vida y de su comportaamiento. Efectivamente, ¡cuan indispensable es, en el camino de esta
"vocación, la conciencia profunda del significado del cuerpo, en su
"masculinidad y feminidad!, ¡cuán necesaria es una conciencia pre"cisa del significado esponsalicio del cuerpo, de su significado ge11
"neradot, dado que todo esto, que forma el contenido de la vida de
"los esposos, debe encontrar constantemente su dimensión plena y
"personal en la convivencia, en el comportamiento, en los sentimien"tas! Y esto, tanto más en el tras fondo de una civilización, que está
"bajo la presión de un modo de pensar y valorar materialista y uti"Utario. La bio-fisiología contemporánea puede suministrar muchas
"informaciones precisas sobre la sexualidad humana. Sin embargo,
"el conocimiento de la dignidad personal del cuerpo humano y del
"sexo se saca también de otras fuentes. Una fuente particular es la
"Palabra de Dios mismo, que contiene la revelación del cuerpo, esa
"que se remonta d "principio?'.
»¿Acaso no le quiere decir, de este modo, que el camino por el
"que El conduce d hombre, varón-mujer, en el sacramento del ma"trimortio, esto es, el camino de la "redención del
cuerpodebe
"consistir en recuperar esta dignidad en la que se realiza simultánea"mente el auténtico significado del cuerpo humano, su significado
"personal y "de comunión"?»
JUAN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
general del miércoles 2 de abril de 1980, L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 14 (588), domingo 6
de ábril de 1980.
La respuesta de Jesús a los fariseos sobre la indisolubilidad del
matrimonio y «n remisión al "principio".
«El Evangelio según Mateo y según Marcos nos refiere la respues"ta que Cristo dio a fas fariseos cuando le preguntaron acerca de la
"indisolubilidad del matrimonio, remitiéndose a la le,y de Moisés,
"que admitía, en ciertos casos, la práctica del llamado libelo de re"pudio. Recordándoles los primeros capítulos del libro del Génesis,
"Cristo respondió; "¿No habéis leído que d principio el Creador
"los hizo varón y mujer? Y dijo : Por esto dejará el hombre d padre
"y a la madre y se unirá a la mujer y serán los dos una soia carne.
"De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo
"que Dios unió no lo separe el hombre". Luego, refiriéndose a su
pregunta sobre la ley de Moisés, Cristo añadió: "Por la dureza de
"vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero
"d. principio no fue así" (Mt 19, 3 ss.; Me 12, 2 ss.). En su res"puesta Cristo se remitió dos veces al "principio" y, por esto, también
"nosotros, en el curso de nuestros análisis, hemos tratado de esclarecer
12
"del modo más profundo posible el
"que es la primera herencia de cada
"mundo, varón y mujer, d primer
"rnana según la palabra revélada, la
"su vocación como persona creada a
significado de este "principio",
uno de los seres humanos en el
testimonio de la identidad huprimera fuente de la certeza de
imagen de Dios mismo.»
JUAN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
general del miércoles 2 de abril de 1980, L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 14 (588), domingo 6
de abril de 1980.
Las palabras de Cristo sobre el divorcio de la ley mosaica,
valen también para el hombre de hoy.
«En su coloquio con los fariseosJesús,
haciendo referencia al
""principio" (cf. los análisis precedentes), pronunció las siguientes
"palabras referentes al libelo de repudio; "Por la dureza de vuestro
"corazón, os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al
"principio no fue así" (Mt 19, 8). Esta frase encierra indudablemente
"una acusación. "La dureza de corazón" indica lo que según el ethos
"del pueblo del Antiguo Testamento, había fundado la situación contraria al originario designio de Dios-Jhatfé según el Génesis 2, 24.
"Y es ahí donde hay que buscar ba clave para interpretar toda la le"gislación de Israel en el ámbito del matrimonio y, con un sentido
"más amplio en el conjunto de las relaciones entre hombre y mujer.
"Hablando de la "dureza de corazón", Cristo acusa, por decirlo así,
"a todo el "sujeto interior", que es responsable de la deformación
"de la ley. En el discurso dé la montaña (Mt
27-28) hace también
"una alusión al "corazón", pero las palabras pronunciadas ahí no
"parecen una acusación solamente.»
//
«En el discurso de la montaña, Cristo se dirige directamente d
"hombre que pertenece a una sociedad bien definida. También el
"Maestro pertenece a esa sociedad, a ese pueblo. Por tanto, hay que
"buscar en las pdabras de Cristo una referencia a los hechos, a las
"situaciones, 4 las instituciones con que estaba cotidianamente fami" liar hado. Hay que someter tdes referencias a un análisis por lo menos
"sumario, a fin de que surja más claramente el significado ético de
"las pdabras de Mateo
27-28. Sin embargo, con esas pdabras,
"sé dirige íambién, de modo indirecto pero red, a todo hombre "his13
"tórico" (entendiendo este adjetivo sobre todo en función teológica).
"Y este hombre es precisamente el "hombre de la concupiscencia",
"cuyo misterio y cuyo corazón es conocido por Cristo ("pues El co"nocía lo que en el hombre había": Jn 2, 25). Las palabras del dis"curso de la montaña nos permiten establecer un contacto con la ex"peri encía interior de este hombre, casi en toda latitud y longitud
"geográfica, en las diversas épocas, en los diversos condicionamien"tos socidés y culturales. El hombre de nuestro tiempo se siente lla"mado por su nombre en este enunciado de Cristo, no menos que el
"hombre de "entonces", d: que el Maestro directamente se dirigía.
»En esto reside la universdidad del Evangelio, que no es, en
"absoluto, una génerdización. Quizá precisamente en ese enunciado
"de Cristo que estamos ahora andizando, eso se manifiesta con par"ticular claridad. En virtud de ese enunciado, el hombre de todo tiem"po y de todo htgar se siente llamado en su modo justo, concreto,
"irrepetible; porque precisamente Cristo apela d "corazón" humano,
"que no puede ser sometido a génerdización alguna. Con la categoría
"del "corazón", cada uno es individualizado singularmente más aún
"que por el nombre; es alcanzado en lo qué determina de modo único
"e irrepetible; es definido en su humanidad "desde el interior".
»La imagen del hombre de la concupiscencia afecta, ante todo, a
"su interior. La historia del "corazón" humano después del pecado
"origind, está escrita bajo la presión de la triple concupiscencia, con
"la que se enlaza también la más profunda imagen del ethos en sus
"diversos documentos históricos. Sin embargo, ese interior es también
"la fuerza que decide sobre el comportamiento humano "exteriof y
"también sobre la forma de múltiples estructuras e instituciones a
"nivel de vida socid. Si de estas estructuras e instituciones deducimos
"los contenidos del ethos, en sus diversas formulaciones históricas,
"siempre encontramos ese aspecto íntimo, propio de la imagen inte"rior del hombre. Esta es, en efecto, la componente más esencid. Las
"pdabras de Cristo en el discurso de la montaña, y especidmente
"las de Mateo 5, 27-28, lo indican de modo inequívoco. Ningún es"tudio sobre el ethos humano puede dejar de lado esto con indiferencia.»
JUAN PABLO I I : Catequesis en la audiencia
general del miércoles 6 de agosto de 1980,
L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XII, núm. 32 (606), domingo
10 de agosto de 1980.
14
El matrimonio, recinto de la fidelidad personal que vincula
a la permanencia.
«El matrimonio y la familia están profundamente vinculados a
"la dignidad personal del hombre. Nacen no sólo del impulso tns"tintho y la pasión, no sólo del afecto; nacen, ante todo de una
"libre decisión de voluntad, de un amor personal, por el que los cón"yuges llegan a ser no sólo una misma carne, sino también un único
"corazón y una sola alma. La unión corporal y sexual es algo grande
"y hermoso. Pero solamente es digna del hombre si ella es integrada
"en una vinculación personal, reconocida por la sociedad civil y ecle"siástica. Toda unión carnal entre hombre y mujer tiene, por tanto,
"su legítimo lugar sólo dentro del recinto de fidelidad personal, ex"clftsiva y definitiva, en el matrimonio. El carácter definitivo de la
"fidelidad matrimonial., que muchos hoy parecen no comprender ya,
"es igualmente una expresión de la dignidad incondicional del hom"bré. No se puede vivir solamente de prueba; no se puede morir
"solamente de prueba. No se puede amar sólo de prueba, aceptar a
"una persona sólo de prueba y por un tiempo determinado.»
>>
«Asi, pues, el matrimonio está orientado hacia la permanencia,
"hacia el futuro. Mira siempre hacia adelante. Es el único lugar ade"cuado para la procreación y educación de los hijos.»
JUAN PABLO II: Homilía durante la misa celebrada en el estadio "Butzweiler Hof' de Colonia, sábado 15 de noviembre de 1980, L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 47 (621), domingo 23
de noviembre de 1980.
Inquietud por la cultura moral, por la que atentan la unidad
indisoluble del matrimonio, al respeto a la vida humana
desde la concepción y a la deshumanización general de la
convivencia.
«Teniendo a la vista la imagen de la generación a la que perte"necemos, la Iglesia comparte la inquietud de tantos hombres contem"poráneos. Por otra parte, debemos preocuparnos también por el
"ocaso de tantos valores fundamentales que constituyen un bien in"discutible no sólo de la moral cristiana, sino simplemente de la
"moral humana, de la cultura moral, como el respeto a la vida hu"mana desde el momento de la concepción, el\ respeto al matrimonio
15
"en su unidad indisoluble, el respeto a la estabilidad de la familia.
"El permisivismo moral afecta, sobre todo, a este àmbito más sensi"ble de la vida y de la convivencia humana. A él van unidas la crisis
"de la verdad en las relaciones interhumanas, la falta de responsabilidad al hablar, la relación meramente utilitaria del hombre con
"el hombre, la disminución del sentido del auténtico bien común y
"la facilidad con que éste es enajenado. Finalmente, existe la désa"cralización que a veces se transforma en "deshumanización" : el hom"bre y la sociedad para quienes nada es "sacro" van decayendo mo"raímente, a pesar de las apariencias.»
JUAN PABLO H: Carta Encíclica Dives in
misericordia del 30 de noviembre de 1980, L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua
española, año XII, núm. 49 (623), domingo 7
de diciembre de 1980.
La indisolubilidad del matrimonio y la praxis de la Iglesia de
no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que
contra las normas establecidas han contraído nuevo matrimonio.
«... el Sínodo, al tratar del ministerio pastoral referente a los que
"han contraído nuevo rmtirimonio, después del divorcio, alaba, con
"razón a aquellos esposos que, aunque encuentran graves dificultades,
"sin embargo, testimonian en la propia vida la indisolubilidad del
"matrimonio; pues en su vida se aprecia la buena nueva de la fide"lidad d amor, que tiene en Cristo su fuerza y su fundamento.
»Además, los padres sinoddes, confirmando de nuevo la indiso"libilidad del matrimonio y la "praxis" de la Iglesia de no admitir
"a la comunión eucarística a los divorciados que, contra las normas
"establecidas, han contraído nuevo matrimonio, exhortan, d mismo
"tiempo, a los Pastores y a toda la comunidad cristiana a ayudar a
"estes hermano.jt y hermanas para que no se sientan separados de la
"Iglesia, ya que, en virtud del bautismo, pueden y deben participar
"en la vida de la Iglesia orando, escuchando la Palabra, asistiendo a
"la celebracióii eucarística de la comunidad y promoviendo la caridad
"y la justicia. Aunque no se debe negar que esas personas pueden
"recibir, si se presenta el caso, el sacramento de la penitencia y des"pues la comunión eucarística, cuando con corazón sincero abrazan
"una forma de vida que no esté en contradicción con la indisolubi"lidad del matrimonio, es decir, cuando el hombre y la mujer, que
16
"no pueden cumplir la obligación de separarse, se comprometen a
"vivir en continencia total, estó es, absteniéndose de los actos propios
"sólo de los esposos, y, al mismo tiempo, no se da escánddo; sin
"embargo, la privación dé la reconciliación sacramental con Dios no
"debe alejarlos Id más mínimo de la perseverancia en la oración, en
"la penitencia y en el ejercicio dé la caridad, para que puedan con"seguir finalmente la gracia de la conversión y de la salvación.»
JUAN PABLO I I : Alocución con motivo de la
clausura en la Capilla Sixtina del Sínodo de
los obispos, 1980, L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XII, número 44 (618), domingo 2 de noviembre de
1980.
"Lo que Dios unió no lo separe el hombre".
«"Lo que Dios unió no lo separe el hombre" fMt 19, 6). En
"este "no lo separe" está contenida la grandeza esencial del matri" monio y, d mismo tiempo, la unidad mord de la familia.
»Hoy pedimos esa grandeza y esa dignidad para todos los esposos
"del mundo; pedimos esa potencia sacramental y esa unidad mord
"para todas las familias. ¡Y lo pedimos para el bien del hombre! Para
"el bien de cada uno de los hombres. El hombre no tiene otro camino
"hacia la humanidad más que a través de la familia. Y la familia
"debe ser colocada como el fundamento mismo de toda solicitud para
"el bien del hombre y de todo esfuerzo para que nuestro mundo
"humano sea cada vez más humanó. Nadie puede sustraerse a esta
"solicitud: ninguna sociedad, ningún pueblo, ningún sistema; ni el
"Estado ni la Iglesia, ni siquiera el individuo.»
JUAN PABLO II: Homilía durante la misa celebrada en la Plaza de San Pedro, domingo 12
de octubre de 1980, L'Qsseryatore Romano. Edición semanal en lengua española, año XII, número 42 (616), domingo 19 de octubre de 1980.
17
Descargar