PAULO FREIRE Y SIMÓN RODRÍGUEZ

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RAZÓN Y REVOLUCIÓN
PAULO FREIRE Y SIMÓN RODRÍGUEZ
Carlos Rojas Osorio
La comparación entre dos pensadores tan distantes en el tiempo y en las
circunstancias que les tocó vivir está lejos de ser una tarea fácil, si en verdad queremos
hacer justicia tanto al uno como al otro y si no se trata meramente de retórica o
ideologización. Ubicarse en la perspectiva de lo que José Martí denominó “Nuestra
América” es con seguridad la mejor aproximación que se puede hacer con relación a
ambos pensadores. Las circunstancias que les tocó vivir son muy diferentes. Simón
Rodríguez vivió en Latinoamérica (Venezuela, Jamaica, Colombia, Perú, Bolivia y Chile)
al comienzo y al final de la revolución de independencia de nuestros países y en el
intermedio vivió en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa. Asimiló su pensamiento de
las ideas que nutrieron la Revolución francesa que son las mismas que inspiraron a los
patriotas latinoamericanos en la lucha por la Independencia. Lo cual se muestra muy
claro en la comunión de ideas entre Simón Rodríguez y Simón Bolívar. Como explica
Reinaldo Villegas: “En Francia, se siente más cercano a Rousseau y su influencia en el
medio educativo social. De Pestalozzi, incorporará su filosofía social y su metodología,
donde surgen las experiencais como basamento esencial, la proyección hacia el entorno,
1
las habilidades creadoras del niño”. (51) Paulo Freire vivió en Brasil y fue expulsado por
una dictadura. Trabajó en Chile y en el Consejo mundial de las Iglesias. Su pensamiento
y su praxis estuvo siempre ambientado en Nuestra América.
Las clases dominantes de nuestra América no aceptaron las propuestas educativas
de Simón Rodríguez; más allá del apoyo de Bolívar, los más cercanos a éste, Santander,
Sucre, la oligarquía criolla de los altiplanos andinos (Bogotá y Chuquisaca) se
distanciaron rápidamente de él. “En el fondo lo imperdonable en el alegato de Rodríguez
es que cree profundamente en la igualdad de los hombres. A diferencia de los
conservadores y de los positivistas, incluye en esa igualdad al pueblo iberoamericano”.
(Puiggrós: 2005: 107) Sarmiento y los positivistas exigían poblar nuestras tierras con
europeos; su lema era: “gobernar es poblar”. En Bogotá Simón Rodríguez organiza la
“casa de industria pública” donde se practica la educación para aprender oficios
mecánicos. Se beneficiarían de esta escuela los más pobres. Al parecer no tuvo mucho
apoyo ni de las clases dominantes ni del gobierno, ni apoyo económico ni moral. Simón
Rodríguez “no sólo se había acercado al saintsimonismo adquiriendo una conciencia más
clara de los problemas sociales y económicos que condicionan la política, sino que ya en
las primeras desfavorables experiencias de Bogotá había comprendido la necesidad de
tomar como punto de partida la realidad criolla. No para aceptarla, sino para
transformarla sin perderla de vista y construyendo con sus propios elementos”. (Uslar
Pietri 1954: XXIX)
Si Rodríguez se ocupó de los marginales, no puede decirse menos de Paulo Freire.
“Freire sorprendió con sus resultados en Pernambuco, pues el campesino aprendía a leer
y escribir en 40 días mediante procedimientos que convertían al educando en sujetos de
2
su educación, que aprendían a leer y a escribir su historia y su cultura, su situación de
explotación y sus posibilidades de liberación, su derecho a expresar y a decidir su futuro”.
(Ordóñez 2004: 195)
Simón Rodríguez declara el firme reconocimiento de la igualdad fundamental de
los seres humanos, y él se adelantó a lo que mucho después se denominó el indigenismo,
y no sólo a la población india, sino a todas las razas. Tuvo muy presenta la población
indígena de nuestra América. Los primigenios habitantes de estas tierran tienen derechos
que les han sido conculcados. La ignorancia en que se les tenía, podía ser remediada por
la educación y potenciar así cambios en su condición social sujecionada. “Rodríguez
afirmaba con toda la fuerza de su escritura que la educación latinoamericana debía tener
como núcleo organizador, y como sustento, a la población pobre marginada, a la cual
consideraba con las mismas dotes intelectuales y con los mismos derechos al acceso a la
educación que al resto de los habitantes. Los negros, los indios, los pobres, los que no
tenían condiciones legales para ser electores ni candidatos a ser elegidos por falta de
instrucción, debían constituir la base de un sistema educativo que jugara para una
democracia que el maestro de Bolívar soñaba popular”. (Puigross: 51) Se esforzó en
llevar la educación a los que estaban excluidos y, como agrega la autora, además les
enseñaba a trabajar para que fueran el basamento de una sociedad industriosa. Fortalecer
al pueblo, era su propósito, como sujeto propulsor de su propio crecimiento. Esta
preocupación de Simón Rodríguez por la exclusión de negros, indígenas o cualquier otra
raza él la expresó desde su primer escrito conocido. En 1795, Simón Rodríguez presenta
ante el Cabildo de Caracas un proyecto para renovar la enseñanza. Este proyecto se
intitula: Reflexiones sobe los defectos que
vician la escuela de primeras letras de
3
Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Afirma que los
artesanos y labradores no son atendidos en las escuelas de blancos y la pobreza los obliga
a trabajar desde sus tiernos años. Critica el hecho de que todo el mundo se cree en la
capacidad de poder ejercer el oficio de maestro. La escuela no se atiende como merece y
no hay entusiasmo espiritual. “Son los pobres, los desposeídos, los más necesitados de
educación. Ella hará libres a nuestros pueblos”. (S. R. en. Orgambide 2002: 26) O
también: “El talento y las virtudes surgen más de una choza que de un palacio”. (Ibid., p.
26). Ese clamor por la igualdad y la justicia aparece muy explícito en Freire. “La
educación que no reconoce un papel altamente formador en la rabia justa, en la rabia que
protesta contra las injusticias, contra la deslealtad, contra el desamor, contra la
explotación y la violencia, está equivocada”. (Freire 2002: 41)
Simón Bolívar da testimonio del amor de su maestro por la libertad y la justicia
cuando le escribe desde Pativilca (19 de enero de 1824) y le recuerda sus viajes por
Europa y el juramento en el Monte Sacro. Le escribe: Usted formó mi corazón para la
libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que
Ud. Me señaló. Ud. fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa.
( Simón Rodríguez, Obras, 1975: 511-512)
Podemos afirmar que lo que fue la revolución de independencia de América
Latina para Simón Rodríguez fue la revolución socialista del siglo XX para Paulo Freire.
Es decir, ambos pensadores vivieron en tiempos convulsos, revolucionarios, preñados de
transformaciones en la vida de nuestros pueblos. En efecto, así como el venezolano
asimiló el pensamiento revolucionario francés, el brasileño se inspiró en el socialismo
que fue el movimiento revolucionario del siglo XX. Pero hay más. La revolución
4
francesa mostró ser al fin y y a la postre la revolución de la burguesía, el cambio ruptural
del poder en manos de la aristocracia al poder en manos de la burguesía. Ahora bien, una
vez que la burguesía logra su objetivo de acceder al poder, también la ideología
revolucionaria pierde fuerza y se aburguesa. Pero esto último no le ocurrió a Simón
Rodríguez. Dentro de las distintas fuerzas e ideologías que había en la revolución
francesa hubo una de tendencia socialista bien representada por Babeuf. Esta línea de
Babeuf se manifestará luego con fuerza en el movimiento revolucionario de 1830. Y el
socialismo, que Engels denominó ‘utópico’ continuó con Fourier y Saint Simon. Ahora
bien, en su larga estadía en Europa Simón Rodríguez se reunió con juntas saintsimonianas. El socialismo utópico es un eje de su pensamiento que impacta incluso en su
teoría y práctica educativa. Lo que Simón Rodríguez denomina educación popular estaba
dirigida a los pobres, a los indios, a los negros. Este aspecto socialista de su ideario y
práctica pedagógica se nota también en la importancia que le da al trabajo manual como
parte integrante de la educación de todo ser humano. Podemos afirmar que Simón
Rodríguez alcanzó a darse cuenta de la decadencia e insuficiencia del iluminismo y
re/alimentó su pensamiento con el socialismo utópico y de la misma manera Paulo Freire
se dio cuenta de la vigencia del socialismo pero también de su decadencia en la forma
que él mismo denominó autoritarismo. Éste autoritarismo burocrático ahoga “la
capacidad de acción consciente de las masas; las transformaría en simples objetos de
manipulación”.1 O en una referencia más explícita al socialismo burocratizado. “Por esta
razón, uno de los equívocos trágicos de algunas sociedades socialistas […] está en que
no han sido capaces, en términos profundos, de superar el carácter ‘domesticador’ de la
educación burguesa, a cuya herencia se la suma del estalinismo”. (Freire; ibid., 78).
1
Paulo Freire, La importancia de leer y el proceso de liberación, México, Siglo XXI, 1999, p. 41.
5
Pero así como Rodríguez no perdió la esperanza y se nutrió del socialismo
utópico, asimismo Freire mantuvo viva la esperanza y al tiempo que denunciaba el
autoritarismo socialista pensaba que las tesis relacionadas con el fin de la utopía y el fin
de la historia eran falsas. “La proclamada muerte de la Historia que significa, en última
instancia, la muerte de la utopía y de los sueños, refuerza, indiscutiblemente, los
mecanismos de asfixia de la libertad. De allí que la pelea por el rescate del sentido de la
utopía, de la cual no puede dejar de estar impregnada la práctica educativa humanizante,
tenga que ser una constante de ésta”. 2 A mi modo de ver la tesis más importante que
Freire toma del marxismo es la capacidad del ser humano de levantarse de situaciones de
opresión y luchar por su liberación. Sin duda en este punto coinciden Freire y Simón
Rodríguez. Freire trabajó con campesinos y analfabetos por una alfabetización liberadora;
Rodríguez trabajó con niños pobres, indios, negros y con todo aquél que estuviera en
actitud de aprender. Así, pues, la praxis por la cual el ser humano se levanta de
situaciones indeseables fue el ideal teórico y práctico de ambos pensadores. Freire
trabajó en una teoría política de la educación que pensada desde situaciones de opresión
pudiera tener efectiva incidencia en la transformación social. Simón Rodríguez también
pensó que la educación es política en la medida en que educamos para la sociedad. “En
las repúblicas la Escuela debe ser política también, pero sin pretextos, ni disfrases. En la
sana política no entran mañas, tretas ni ardides. La política de la República, en punto a
instrucción es formar hombres para la sociedad”. 3
Los ideales emancipadores de la revolución francesa: libertad, igualdad y
fraternidad son las luces éticas que inevitablemente han de acompañar a la luz de la razón.
Freire, Pedagogía de la autonomía, México, Siglo XXI, 2002, p. 110-111.
Citado por Daniel Prieto Castillo, “Simón Rodríguez y el proyecto educativo”, Revista de la Univesidad Nacional
Experimental Simón rodríguez, Caracas, 1991, p. 98
2
3
6
No olvidemos que K. Marx adopta estos ideales emancipatorios después de constatar el
fracaso de los mismos en la revolución francesa. Y Adriana Puiggrós en su bello libro
sobre Freire y Simón Rodríguez escribe: “En el fondo lo imperdonable en el alegato de
Rodríguez es que cree profundamente en la igualdad de los hombres a diferencia de los
conservadores y de los positivistas, incluye en esa igualdad al pueblo iberoamericano”.
(Puiggrós: 2005: 107)
El valor fundamental de la fraternidad humana se puede hallar en Simón
Rodríguez en la defensa clara de todo ser humano sin discriminación alguna. “Tenemos:
huasos: Chinos y bárbaros.
gauchos: cholos y Huachinangos,
Negros, prietos y gentiles
Serranos: calentanos, indígenas,
Gente de color: y de raza,
Morenos: mulatos y zambos,
Blancos: porfiados y patas amarillas”. (SR 1985: 321.
Paulo Freire se apoya en el concepto cristiano de persona para defender la
igualdad y fraternidad de todo ser humano. El concepto de persona se distingue porque
no refiere al hombre en general, sino al ser humano concreto en su singularidad.
El filósofo chileno José Victorino Lastarria escribe: “Rodríguez, como los
reformadores europeos, tomaba como palanca de su reforma social la educación”. 4
Lastarria propone que el rechazo a las reformas educativas promovidas por S. Rodríguez
se debía, entre otras cosas, a la idea de unir conocimiento teórico y práctico, el cerebro y
la mano. El educando, agrega Lastarria, tenía que participar en “fabricación de ladrillos,
4
José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, Santiago de Chile, 1968, p. 63
7
de adobes, de velas, y otras obras de economía doméstica”. (Lastarria 1968: 55) Como en
Chuquisaca a sus clases asistían clases altas, medias y bajas, entonces los padres de los
niños de las clases altas resentían que la educación incluyera trabajos prácticos como
ferretería, carpintería o agricultura. Me parece que la idea central de Simón Rodríguez al
enfatizar la unidad del cerebro y la mano es superar la división social del trabajo y
promover el amor al trabajo.
No es casual que juzgue como mero comienzo lo que se está haciendo en nuestra
América. Las repúblicas se habían establecido, pero faltaba ‘fundarlas”, decía con
inigualable profundidad. Las reformas educativas sin un apoyo social y sin cambios
económicos no llevaban a ninguna parte. Tampoco es casual que fueron los padres de las
clases dominantes los que resintieran el tipo de educación que el maestro promovía; lo
cual ocurrió tanto en Bogotá como en Chuquisaca. “Los padres se resentían de que a sus
hijos se les enseñasen oficios, lo que les parecía degradante”. (Uslar Pietri, 1954: XXXI)
Hacía falta, decía él mismo, una segunda revolución; de la revolución política a la
revolución social. Un francés que lo visita y conversa largamente con él, le señala que sus
ideas se parecen mucho a las de Saint Simon y Fourier. Rodríguez le responde,
burlándose de su interlocutor europeo, que no ha leído nada de ellos. Pero en verdad no
hay duda que los conocía desde sus viajes europeos donde se reunía secretamente con
juntas socialistas. “Si se hubiesen podido abrir los graneros de los ricos al terminar la
miseria, se habría hallado en ellos tanto grano que, de haber sido repartido entre los que
murieron de hambre y de necesidad, ninguno de ellos se hubiera dado cuenta de las
inclemencias del cielo y de la tierra. Tan fácil fuera dar sustento a todos si no fuera por el
madito dinero, inventado para mostrarnos el camino del bienestar; pero que nos cierra en
8
realidad. Me alegra que la forma de Estado que para toda la humanidad yo deseo la hayan
encontrado los utópicos”. (Citado en Orgambide 2002: 108). Pero Don Simón no quiere
que nos quedemos en la utopía, en los sueños imaginarios. “No es sueño mi delirio, sino
filosofía. El lugar donde esto se haga no será imaginario, como el que se figuró el
canciller Tomás Moro; esta utopía se hará realidad en América”. (Citado idem., p 57)
Saint Simon, Fourier y Owen predicaban una mejor organización del trabajo y la
nivelación de las fortunas. Lastarria hace referencia a este aspecto del pensamiento de
Simón Rodríguez: “se había inspirado indudablemente en los experimentos de Roberto
Owen en New Lamark, y haciendo del aprendizaje industrial una condición de toda
educación, quería inspirar a los americanos el amor a la propiedad y el hábito del trabajo,
para hacer menos penosa la vida, lo cual, según él, era el fin de la sociabilidad como lo
creía también Saint Simon”. (Lastarria 1968: 52-53)5
Lastarria menciona la idea según la cual para Rodríguez era necesaria “una
oligarquía militar cuyos funcionarios debían ser vitalicios”. (Lastarria: 1968: 54) Dice
que Rodríguez justificaba esta idea diciendo que: “mientras se educaba la nueva
generación, pues abandonaba a la presente, como incorregible, como incapaz de ser
reformada”. (ibid., 64) Aclaremos que durante el periodo ideológico del socialismo
utópico hubo dos tendencias diferentes. Unos pensaban que se podía llegar a una nueva
sociedad socialista por medios pacíficos e incluso parlamentarios (a éstos los identifica
Engels como ‘socialistas utópicos’ 6 ). Otros consideraban la necesidad de un cambio
De acuerdo a D. Riazanof: “Sólo en un punto –y el propio Manifiesto lo subraya- puede decirse que Saint
Simon se anticipó a Marx en la idea de transformar el Estado en un simple organismo administrativo del
proceso de producción”. Notas aclaratorias. En: Biografía del manifiesto comunista, México, Compaña General de
Ediciones, 1969, p. 275. En cambio, Riazanof atribuye más importancia al influjo de Owen sobre Marx y
Engels.
6 Escribe Engels: “Los socialistas (a diferencia de los comunistas) son totalmente dóciles y pacíficos y apoyan
las condiciones de vida de la sociedad existente (por malas que sean), toda vez que se niegan a abrazar, para
5
9
revolucionario dirigido por una minoría, una dictadura ilustrada (Augusto Blanqui, por
ejemplo7). La citada frase de Lastarria parecería dar a entender que Simón Rodríguez se
adhería a la idea de una dictadura ilustrada, y como dice la cita que trae Lastarria, al
menos mientras la nueva educación forma una nueva generación con ideas nuevas.
Un estudioso reciente destaca también la diferencia entre el socialismo utópico y
el de Simón Rodríguez. “Hay una gran diferencia entre el pensamiento social de los
utopistas clásicos de Europa y el de Simón Rodríguez. Para su propuesta, los utopistas
europeos no apelaron a las armas para cambiar a la sociedad. Para Simón Rodríguez, en
el caso hispanoamericano, era necesaria e inevitable la solución militar y política de la
Independencia para luego proceder a la organización económica y social de nuestra
América:“La independencia de América se debe a las armas...con ellas se ha de
sostener” (Rodríguez, 1975: Vol 2, p. 347).”. 8

A diferencia de los socialistas utópicos —que propusieron
microsociedades, pequeños paraísos o asociaciones menores dentro
de la sociedad mayor para sus experimentos—, Simón Rodríguez
planteó su visión sobre la existencia real de todo un subcontinente
para la materialización de sus proyectos.

Contrario a la actitud de los socialistas utópicos, Simón Rodríguez
no apeló a los poderosos, ni a la filantropía para plasmar sus
transformarlas, ningún método que no sea la pacífica persuasión”. (La situación de la clase obrera en Inglaterra,
citado en Riazanof, p. 282).
7 Marx escribe sobre Blanqui: “Entre los revolucioanrios franceses se ha unido a nosotros el verdadero partido
proletario, que tiene por jefe a Blanqui. Los delegados de las sociedades secretas blanquistas mantienen
relaciones constantes y oficiales con los delegados de la Liga, a quienes han confiado importantes trabajos
preliminares para la próxima revolución francesa”. Citado en Biografía del Manifiesto comunista, p. 473. (Hay un
manifiesto común de Marxistas y Blanquistas).
8
Luis Urviola Montesinos, “Simón Rodríguez: primer socialista de nuestra América”,
10
ideales: se basó en la autonomía, la moral y la educación de los
pueblos.
Y tenía que ser así porque el método pedagógico para formar ciudadanos es para
Simón Rodríguez el ‘arte de pensar’ y para Freire la concientización. Podemos unir la
intención significativa de ambos esfuerzos educativos en la expresión “pensamiento
crítico”. Educación como concientización es la problematización de la realidad de la cual
formamos parte. La educación no puede dejar al educando en una conciencia ingenua,
ajena a la realidad. Para Simón Rodríguez la luz de la razón puede ser lo suficientemente
crítica como para inducirnos al compromiso político. Para Freire la conciencia puede
llegar a ser crítica y problematizadora como para involucrarnos en la transformación de la
realidad social. Es decir, que detrás de conceptos y lenguajes diferentes se apunta, sin
embargo, a una misma finalidad educativa. Un método que enseña a pensar bien o que
problematiza la realidad no puede ser doctrinario. La doctrina se impone como una
verdad indiscutible; la auténtica verdad nace del proceso de liberación mental en que
consiste la auténtica educación. El método educativo tiene que ser cónsono con la alta
finalidad humana y liberadora de la educación. Y así lo pensaron y lo practicaron Simón
Rodríguez y Paulo Freire.
El socialismo de S. Rodríguez se caracteriza por sostener que la base de la
sociedad es la industria; la importancia de infundir amor al trabajo; la idea de una nueva
organización del trabajo; la necesidad de cierta regulación del mercado; la necesidad de
cierta planificación económica; la urgencia de una mejor distribución de la riqueza; y la
transición de un orden individualista a uno socialista mediante una minoría ilustrada.
Paulo Freire tuvo siempre una visión socialista de la educación y de la sociedad, pero
11
criticó el autoritarismo y el burocratismo enque habían caído las sociedades socialistas.
Contrario al desencanto posmoderno, subrayó la necesidad de utopía.
Acorde con su iluminismo y su socialismo es la teoría educativa de Simón
Rodríguez: la unidad de la mano y el cerebro, es decir, la unidad del trabajo manual y la
educación teórica desde la escuela elemental. La idea de educar la razón para que la
sociedad se funde en la sensatez y la razonabilidad. Finalmente, la idea de que la
educación es política en cuanto su deber es formar ciudadanos activos, partícipes de la
vida ciudadana y política. La idea de que la educación va dirigida a todos, pero
especialmente a los más pobres y a las clases marginales; subrayando la educación del
indígena
y
del
negro.
Simón Rodríguez puede pues ubicarse en la línea de lo que desde Freire denominamos
educación liberadora. Se trata de una línea de pensamiento que vale la pena estudiar y de
la que forman parte no sólo Simón Rodríguez, sino también el cubano José Martí, el
puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el argentino Aníbal Ponce, el mexicano José
Vasconcelos, el colombiano Orlando Fals Borda y el brasileño Paulo Freire.
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