-Surgen en la década del 60/70 en Gran Bretaña y

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Comunicación I
Módulo 2
Estudios Culturales
Stuart Hall “Los legados culturales y sus legados teóricos”
Surgen en la década del 60/70 en Gran Bretaña y luego se fue ampliando en todo el
mundo.
Los Fundadores fueron Hoggart, Williams, Hall y Thompson.
Hall hace una reflexión sobre el proyecto de los estudios culturales, sobre su presente
y futuro. Habla de su postura ante ciertos legados teóricos y momentos cruciales de los
estudios culturales.
Dice que estos no tienen un origen simple, que tienen discursos múltiples y caminos
distintos, que son un conjunto de creaciones no estables: responden a diferentes
coyunturas y momentos trascendentes del pasado, con trabajos de orientaciones muy
diversas, desarrollados a partir de una serie de metodologías y posiciones teóricas
diferentes y en mutua controversia. Sin embargo, aunque los estudios culturales
constituyen un proyecto abierto no pueden ser pluralistas, están “centrados”, es decir,
a pesar que el proyecto siempre está abierto a lo que no conoce también tiene la
voluntad de atar cabos.
Así, el autor dice que existe una tensión entre el rechazo a cerrar el campo, a
ordenarlo, y al mismo tiempo, una determinación en mantener determinadas posturas
y luchar por ellas.
¿Cómo nacieron los estudios culturales?
En un primer momento pareció que los estudios culturales británicos se convirtieron
en una práctica crítica marxista.
Hall se inició en los estudios culturales de la Nueva Izquierda, la cual, siempre vio al
marxismo como un problema, un peligro, no una solución. Esto tenía que ver con que
la formación política de Hall y del New Left se dio en una época de desintegración de
cierto tipo de marxismo.
Esto no quiere decir que tanto Hall como los estudios culturales no estaban
influenciados con los temas de la agenda marxista: el poder, las complejas relaciones
de poder, el alcance mundial del capital y su capacidad para dirigir la historia, la
cuestión de las clases; el asunto de una teoría general que pudiera conectar por medio
de una reflexión crítica diferentes ámbitos de la vida, política y teoría, teoría y práctica,
cuestiones economía, política, ideológicas, entre otras. Estos temas son los que
entiende por trabajar a corta distancia del marxismo.
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Pero también las cosas de las que Marx no habló, o pareció no entender fueron el
objeto de estudio específico de los estudios culturales: la cultura, la ideología, el
lenguaje y lo simbólico.
El enfrentamiento entre estudios culturales y marxismo debe entenderse como
enfrentamiento con un problema, no con una teoría. Comienza con una crítica a cierto
reduccionismo y economicismo, una discusión con el modelo de la estructura y la
superestructura, a través de la cual el marxismo intento establecer las relaciones entre
sociedad, economía y cultura (para los estudios culturales la cultura no es reflejo de la
base económica). Y también implicó una discusión con un profundo eurocentrismo de
la teoría marxista.
En consecuencia, es completamente errónea la idea de que el marxismo y los estudios
culturales coincidieron con una afinidad inmediata, y que esto representó el momento
de fundación de los estudios culturales. La realidad no pudo haber sido más diferente,
se avanzaba dentro de la problemática del marxismo, como lucha contra las
restricciones y limitaciones del modelo, y al mismo tiempo se planteaban las preguntas
que ese modelo exigía formular.
Así, el autor afirma que los asuntos que quería tratar resultaban inaccesibles si no
tomaba un desvío por los trabajos de Gramsci, quien respondía aquello que la teoría
marxista no podría responder. En este sentido, si bien Gramsci pertenecía a la
problemática del marxismo, su importancia en aquel momento para los estudios
culturales está precisamente en el grado en que desplazó radicalmente algunas de las
herencias del marxismo de éstos estudios.
Sin embargo, Gramsci todavía hizo algo más por los estudios culturales, que se refiere
a lo que Hall llama la necesidad de reflexionar sobre la posición institucional y la
práctica intelectual, es decir, describir que es lo que creían que estaban llevando a
cabo con el tipo de tarea intelectual que pusieron en marcha en el Centro. En este
sentido, el análisis de Gramsci parece ser el que más se acerca a expresar lo que Hall
cree que intentaban hacer.
Hall cree que los estudios culturales intentaban hallar una práctica institucional que
produjera intelectuales orgánicos, pero en el contexto británico de los años setenta no
sabían previamente lo que eso significaba, y no estaban seguros si podrían reconocer
éste intelectual en el caso de que llegaran a producir alguno. El problema con el
concepto de intelectual orgánico es que identifica a los intelectuales con un
movimiento histórico emergente, pero difícilmente podría afirmarse donde se
encontraba ese movimiento emergente.
En este sentido, un requisito del intelectual orgánico era trabajar en dos frentes al
mismo tiempo. Por una parte, tenían que estar a la vanguardia del trabajo teórico
intelectual, porque como dice Gramsci, es tarea del intelectual orgánico saber más que
el intelectual tradicional, saber realmente, no hacer ver que se sabe. Un segundo
aspecto es que el intelectual orgánico no puede autoabsolverse de la responsabilidad
de transmitir esas ideas, conocimientos a través de la función intelectual a aquellos
que no pertenecen a la clase intelectual. A no ser que estos 2 frentes actúen al mismo
tiempo se pueden conseguir grandes avances teórico sin ningún compromiso con el
proyecto político. Esto no es antiteoría, sino que expresa la necesidad de convivir con
éstas exigencias, lo cual es un camino difícil.
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En este sentido los estudios culturales nunca produjeron intelectuales orgánicos, pero
debieron seguir adelante conviviendo con esta tensión.
Existen otros 2 momentos teóricos importantes para los estudios culturales que
irrumpieron la ya de por sí interrumpida historia de su formación: estas eran fuerzas
exteriores, nuevas ideas que descentraban lo que parecía la práctica acumulativa del
trabajo. Estos dos momentos fueron en torno al feminismo y las cuestiones raciales.
Para lo estudios culturales la intervención del feminismo fue específica y decisiva, fue
“rupturista”, reorganizó el campo de varias maneras. En primer lugar fue
revolucionaria tanto desde la perspectiva teórica como práctica, al abrir el debate
sobre lo personal en tanto que político y plantear las consecuencias en cuanto al
cambio del objeto de estudio de los estudios culturales. En segundo lugar, la expansión
radical del concepto del poder tuvo el efecto de que ya no se pudo utilizar el concepto
de poder de la misma manera. En tercer lugar, para la comprensión del poder pasaron
a primer plano aspectos de género y sexualidad. En cuanto lugar, se abrieron muchas
de las cuestiones que se creían que se había eliminado en torno a la peligrosa área de
lo subjetivo y el sujeto, y éstas cuestiones se convirtieron en el centro de los estudios
culturales como práctica teórica. En quinto lugar se reabrió la frontera cerrada entre la
teoría social y la teoría del inconciente (psicoanálisis).
Por otro lado, está la cuestión de la raza en relación con los estudios culturales. El
lograr introducir en l agenda de los estudios culturales las cuestiones críticas de la raza,
la política racial, la resistencia al racismo, los asuntos más trascendentes de la política
cultural, constituyó en sí mismo una intensa lucha teórica.
Respecto a éstas irrupciones lo que cabe resaltar es que los movimientos provocan
momentos teóricos trascendentes; las coyunturas históricas inciden en las teorías, son
momentos reales en la evolución de la teoría. Esto, nuevamente no debe tomarse
como antiteoría, sino que se trata para el autor de un “desvío necesario”.
En este sentido, lo que descentró y dislocó respecto al camino marcado de los estudios
culturales, es lo que ha recibido el nombre de “giro lingüístico”: el descubrimiento de
la discursividad, de la textualidad. Esto fue objeto de luchas en el Centro según Hall,
pero produjo grandes beneficios, avances teóricos. Aparece la importancia del
lenguaje y de la metáfora lingüística en todo estudio de la cultura; la expansión del
concepto de texto y de textualidad, al mimo tiempo como fuente de significado y
como lo que escapa del significado y lo pospone; el reconocimiento de la
heterogeneidad, de la multiplicidad, de los significados, de la lucha por cerrar
arbitrariamente la infinita Semiosis que hay más allá del significado; el reconocimiento
de la textualidad y el poder cultural, de representación como un ámbito de regulación;
de lo simbólico como fuente de identidad. Son enormes avances teóricos, que
representan un punto más allá del cual los estudios culturales necesariamente deben
situarse siempre.
En este sentido, si se trabaja sobre la cultura, se debe reconocer que siempre se
trabaja en una zona de desplazamiento. Siempre hay algo descentrado en el medio de
la cultura que tiene que ver con el lenguaje, textualidad y significación. Y sin embargo,
al mismo tiempo persisten las sombras y rastros de esas otras creaciones, de la
intertextualidad de los textos en sus posiciones institucionales, de los textos como
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fuentes de poder, de la textualidad como ámbito de representación y resistencia, entre
otras cuestiones.
Es que la cultura siempre funcionará a través de sus textualidades, al mismo tiempo
que la textualidad nunca es suficiente. Aquí el autor apunta que los estudios culturales
deben aprender a vivir con esta tensión, la del estudio del texto en sus relaciones con
instituciones, academias, naciones, grupos, clases, partidos, razas, géneros, etc. Si no
los estudios culturales como proyecto quedan incompletos, se realiza una labor precisa
pero se pierde la práctica intelectual como política.
Los estudios culturales deben analizar ciertos aspectos relacionados con la naturaleza
de la política y constitutiva de la representación misma, relacionados con sus
complejidades, con los efectos del lenguaje, con la textualidad como un entorno de
vida y muerte, así los estudios culturales serán capaces de de no ser efímeros, de poco
eco, sino conseguir que algo cambie.
Para finalizar el autor apunta dos cuestiones: en primer lugar trata el problema de la
institucionalización de dos entidades, los estudios culturales británicos y los
norteamericanos. En segundo lugar, haciendo uso de las metáforas sobre la tarea
teórica se refiere a cómo tiene que definirse el ámbito de los estudios culturales.
De acuerdo a lo primero, dice que en Norteamérica los estudios culturales han tenido
una rápida institucionalización en comparación a los esfuerzos en el contexto británico
por institucionalizar los estudios. En este sentido, en Gran Bretaña son conscientes de
que el momento de la institucionalización implica un profundo peligro, como la
explosión académica de los estudios culturales, por los puestos de trabajo implicados,
por el dinero en juego, la cantidad de presión para llevar a cabo una labor política e
intelectual crítica y al mismo tiempo, estar pendientes de las posibilidades de
promoción y las expectativas de publicar, entre otras cuestiones. Por esto el asombro
de la fluidez teórica de los estudios culturales en Estados Unidos.
De acuerdo a lo segundo, cómo tiene que definirse el ámbito de los estudios
culturales, el autor regresa al asunto de la seriedad del trabajo intelectual. Dice que la
tarea intelectual y académica se solapa, son próximas entre sí, se alimentan la una a la
otra, una proporciona medios a la otra. Aquí se encuentra la dificultad de instituir una
práctica cultural y crítica que sea genuina, destinada a dar lugar a algún tipo de trabajo
político de intelectual orgánico, que, dentro del marco de las instituciones, no trate de
inscribirse en los conocimientos establecidos.
Así, Hall no hace referencia a una teoría como verdad, sino la teoría como un conjunto
de conocimientos discutidos, localizados, coyunturales que deben ser debatidos de
manera dialógica. Pero también como práctica que siempre piensa en su intervención
en un mundo en el que pueda establecer alguna diferencia, en la produzca algún tipo
de efecto”. Es que hay una enorme diferencia entre comprender la vertiente política
de la tarea intelectual y suplantar la tarea intelectual por la política.
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Stuart Hall “Codificar/Decodificar”
El proceso de comunicación es entendido como una estructura compleja de relaciones,
producida y sostenida a través de la articulación de momentos relacionados pero
distintivos: producción - circulación - distribución/consumo - reproducción.
Esto lleva a pensar el proceso como una “estructura compleja dominante”, sostenida a
través de la articulación de prácticas conectadas, cada una de las cuales retiene, sin
embargo, su carácter distintivo y tiene su modalidad específica propia, sus propias
formas y condiciones de existencia. Además, muestra al circuito como continuo
“producción - distribución - producción”. Diferente al modelo anterior criticado por su
linealidad (E-M-R).
El objeto de estas prácticas es el significado y los mensajes, en forma de vehículos de
signos específicos y organizados, como cualquier forma de comunicación o lenguaje, a
través de la operación de códigos dentro de la cadena sintagmática de un discurso.
Los aparatos, relaciones y prácticas de producción son concebidos, en el momento de
producción/circulación, en la forma de vehículos simbólicos constituidos dentro de las
reglas del “lenguaje”. Este proceso requiere, de este modo, en el extremo de la
producción, sus instrumentos materiales -sus medios-, así como sus propios equipos
de relaciones sociales (de producción)- la organización y combinación de prácticas
dentro de los aparatos de los medios masivos de comunicación. Pero la circulación del
producto tiene lugar en forma disuasiva (cambiar la forma de actuar o pensar) al igual
que su distribución a las distintas audiencias.
Una vez completado, el discurso debe ser traducido, transformado nuevamente, en
prácticas sociales, si el circuito va a ser completado. Si no hay significado puede no
haber consumo. Si no se articula el significado en la práctica, no tiene efecto. El valor
de esto es que todos los momentos son necesarios en la articulación del circuito como
un todo, pero ningún momento garantiza al siguiente con el que está articulado. El
fluir, la continuidad, depende de su reproducción (o producción efectiva).
Se debe reconocer que la forma discursiva del mensaje tiene una posición privilegiada
en el intercambio comunicativo desde el punto de vista de la circulación, y que los
momentos de codificación y decodificación son momentos determinados, a través de
una autonomía relativa, en relación con el proceso de comunicación como un todo.
Así, por ejemplo, en un noticiero televisivo, un hecho histórico no puede ser
transmitido en bruto, sino que los hechos son significados dentro de las formas
auditivo-visuales del discurso televisivo. En el momento que un hecho histórico pasa
bajo el signo del discurso está sujeto a todas las reglas complejas formales a través de
las cuales el lenguaje significa.
En este sentido, la forma mensaje, es la forma de aparición necesaria del evento en
este pasaje entre fuente y receptor, que está sujeto a las reglas formales del discurso
que están en función dominante, pero sin subordinarse la existencia del evento
histórico y las relaciones sociales en las cuales las reglas trabajan.
De este modo, la transposición dentro y fuera de la forma mensaje no es un momento
azaroso, sino un momento determinado, aunque requiere ser integrado dentro de las
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relaciones sociales del proceso de comunicación como un todo, del cual él sólo forma
parte.
La producción construye el mensaje y realiza la codificación, es el proceso de trabajo
donde comienza el circuito. El consumo o recepción a pesar de ser el último es
“predominante”, ya que es el punto de partida para la efectivización del mensaje. Por
lo tanto, la producción y consumo no son idénticos, son momentos determinados con
una autonomía relativa, pero están relacionados: son momentos diferenciados dentro
de una totalidad, un proceso comunicativo.
Para que el mensaje pueda tener un “efecto”, satisfacer una “necesidad” o ser puesto
en “uso”, debe primero estar significativamente codificado. Es en este conjunto de
significados donde tiene un efecto, influye, entretiene, instruye o persuade, con
consecuencias de comportamiento, preceptúales, cognitivas, emocionales e
ideológicas muy complejas.
En un momento determinado la estructura emplea un código y produce un mensaje,
en otro momento determinado el mensaje a través de su decodificación se emite
dentro de la estructura de las prácticas sociales, pero estas estructuras significativas no
son las mismas.
Los códigos de codificación y decodificación pueden no ser perfectamente simétricos.
Los grados de comprensión e incomprensión en el intercambio comunicativo,
dependen de los grados de simetría/asimetría (relaciones de equivalencia)
establecidos entre las posiciones codificador/productor y decodificador/receptor. Esto
a su vez depende de los grados de identidad - no identidad, entre los códigos que
transmiten, irrumpen o distorsionan lo que tiene que ser transmitido. Así, las llamadas
“distorsiones” o “malentendidos”, surgen precisamente por la falta de equivalencia
entre los dos lados del intercambio comunicativo.
La realidad existe fuera del lenguaje, pero está constantemente mediada por y a través
del lenguaje, y lo que nosotros podemos saber y decir tiene que ser producido en y a
través del discurso. Este conocimiento discursivo es producto de la articulación del
lenguaje en relaciones y condiciones reales. La aparente fidelidad de la representación
de la cosa o del concepto representado es el resultado, el efecto de una específica
articulación del lenguaje sobre lo real. Es el resultado de una práctica discursiva.
Sin embargo, ciertos códigos, pueden estar tan ampliamente distribuidos en el
lenguaje específico de una comunidad o cultura, y haber sido aprendidos a tan
temprana edad, que pueden parecer que no están construidos con la articulación
entre signo y referente, sino dados “naturalmente”.
La operación de códigos naturalizados revela la profundidad del hábito y la casi
universalidad de los códigos en uso, ellos producen reconocimientos aparentemente
naturales. Esto tiene el efecto ideológico de ocultar las prácticas de codificación que
están presentes, pero en realidad, lo que el código naturalizado muestra es el grado de
hábito producido cuando hay un vínculo y reciprocidad, una equivalencia, entre los
extremos de codificación y decodificación en un intercambio de significados.
El funcionamiento de los códigos en el extremo de la decodificación frecuentemente
asumirá el status de percepciones naturalizadas. Esto conduce a pensar que el signo
visual de “vaca” en realidad es una vaca más que una representación de la vaca. Pero si
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pensamos en el signo lingüístico “vaca”, podemos ver que ambos, en diferentes
grados, son arbitrarios con respecto al concepto del animal que ellos representan.
La articulación de un signo arbitrario (ya sea visual o verbal) con el concepto de un
referente es producto no de la naturaleza sino de la convención, y la convención de los
discursos requiere la intervención, el soporte de códigos. En este sentido Eco sostiene
que los signos icónicos (como un discurso visual y auditivo de la tv) lucen como los
objetos porque reproducen las condiciones (los códigos) de percepción en el sujeto
que los ve. Estas condiciones de percepción son, sin embargo, el resultado de un
conjunto de operaciones de decodificación. Esto es igual de cierto con cualquier signo,
sin embargo los signos icónicos son particularmente vulnerables a ser leídos como
naturales, porque los códigos de percepción visual están ampliamente distribuidos y
son menos arbitrarios. Siguiendo el ejemplo de “vaca”, el signo visual posee algunas
propiedades de la cosa representada, mientras que el signo lingüístico “vaca” no posee
ninguna de las propiedades.
La teoría lingüística emplea la distinción entre connotación y denotación. El término
denotación se equipara con el sentido literal de un signo. Connotación en cambio suele
ser empleado para referirse a significados menos fijados y por lo tanto más
convencionalizados, asociativos los cuales varían y dependen de la intervención de
códigos.
Sin embargo, Hall NO USA la distinción denotación/connotación en este sentido, ya
que hay muy pocas instancias en que los signo organizados en un discurso tengan solo
un significado “literal”, es decir, un consenso casi universal. En el discurso la mayoría
de los signos combinan ambos aspectos, tanto el denotativo como el connotativo.
Estos términos, entonces, son usados como herramientas analíticas para distinguir los
diferentes niveles en los cuales ideologías y discursos se intersectan: es en el nivel
connotativo del signo donde las situaciones ideológicas alteran y transforman la
significación, pero esto no significa el nivel denotativo esté fuera de la ideología, sino
que su valor ideológico está fuertemente fijado porque se ha vuelto universal y
“natural”.
Cualquier signo ya constituido es potencialmente transformable en una configuración
connotativa o varias, es decir, es polisémico (puede adoptar varios significados).
Cualquier sociedad o cultura tiende a imponer sus clasificaciones del mundo político,
social y cultural, estos constituyen el orden cultural dominante aunque nunca sea
unívoco (uniforme). Aquí es importante la cuestión de la “estructura de discursos
dominantes”, ya que las diferentes áreas de la vida social están diseñadas a través de
dominios discursivos jerárquicamente organizados en significados dominantes o
preferentes. Decimos dominante y no determinante porque existe un patrón de
lecturas preferentes, pero puede decodificarse dentro de más de uno de los dominios
(puede haber decodificación negociada o de oposición). Los dominios de los
significados preferentes están embebidos y contienen el sistema social, como un
conjunto de significados, prácticas y creencias.
Al hablar de significados dominantes, entonces, hablamos del trabajo necesario para
reforzar, ganar plausibilidad y dirigir como legítima la codificación de un evento dentro
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del límite de definiciones dominantes en las cuales ha sido connotativamente
significado.
Esto nos lleva al problema de los “malentendidos”. En la televisión, por ejemplo, las
mayorías de las investigaciones tratan de descubrir en qué medida la audiencia
reconoce un mensaje para incrementar el grado de comprensión. Así, si uno
(audiencia) no conoce los términos empleados, no se puede seguir la lógica compleja
del argumento o la exposición, al no estar familiarizado con el lenguaje. Sin embargo,
en el ámbito televisivo es más frecuente que los productores se preocupen porque la
audiencia no ha entendido el significado como ellos intentan trasmitirlo. En este
sentido, no se estará operando con el código “dominante”.
Como se mencionó antes, no existe correspondencia necesaria entre codificación y
decodificación: la primera puede intentar dirigir pero no puede garantizar o prescribir
la última, que tiene sus propias condiciones de existencia. La codificación tendrá el
efecto de construir alguno de los límites y parámetros dentro de los cuales operará la
decodificación. Es que debe haber algún grado de reciprocidad entre los momentos de
C-D, pues de forma contraria no se podría establecer un intercambio comunicativo
efectivo.
De cualquier forma, la correspondencia no está dada, sino “construida”; no es natural
sino producto de la articulación entre dos momentos distintivos. Y el primero no puede
garantizar ni determinar, en un sentido simple, qué códigos de decodificación serán
empleados. De lo contrario, el circuito de la comunicación sería uno perfectamente
equivalente, y cada mensaje sería una instancia de una “comunicación perfectamente
trasparente”.
Lectura preferencial: Los textos o discursos tienen una lectura preferencial (se define
en la codificación) pero también tienen la posibilidad de tener múltiples lecturas.
Cultura: En un proceso global a través del cual tanto los valores como las
significaciones se van a construir social e históricamente. Es decir tanto los valores
como las significaciones van variando históricamente y según en que sociedad se esté
(hay una dinámica cultural). También ven a la cultura como un terreno por la lucha de
la hegemonía.
Gramsci: Hegemonía
Capacidad que tiene un grupo social de liderar al resto de la sociedad moral e
intelectualmente. Se lidera a través de lo intelectual y cultural generando un consenso
en la sociedad.
Surge la necesidad de un proyecto de construir un nuevo bloque histórico, diferentes
alianzas. La hegemonía es dinámica, hay tensiones entre la cultura hegemónica y la
subordinada. Lo valores hegemónicos van a ser resistidos por algunos y tomados como
propios por otros.
El concepto de hegemonía reemplaza al concepto de clase dominante del marxismo.
Raymond Williams
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Critica el determinismo tecnológico y se opone a la tradición literaria que sitúa la
cultura fuera de la sociedad. Plantea que la cultura es un proceso global a través del
cual las significaciones se construyen social e históricamente y piensa que la literatura
y el arte son parte de la comunicaron social. También hace una ruptura con el
marxismo reductor, estando a favor de un marxismo complejo que estudie la relación
entre la cultura y las demás practicas sociales.
Plantea estudiar la dinámica cultural. Explica las formaciones culturales por tres
estadios:
Lo arcaico: Objetos que pertenecen al pasado en tanto objeto de estudio, objetos que
pueden ser rememorados.
Lo residual: Es algo que se generó en el pasado y que en el presente, en la dinámica
cultural, se sigue encontrando como tal.
Lo emergente: Lo nuevo o nuevos usos.
Thompson
Le reprocha a Williams que siga refiriéndose a la cultura en singular cuando en realidad
se debe hablar de culturas y de que la historia esta hecha de luchas y conflictos entre
culturas.
Stuart Hall
Trabaja sobre la función ideológica de los medios y la naturaleza de la ideología.
Plantea un esquema de comunicación basada en cuatro instancias (producción,
circulación, distribución y consumo y reproducción) que están articulada entre si.
Se centra en la cuestión de la asimetría entre la producción y la reproducción, siempre
hay asimetría. Critica a la visión inductivista. Toma a la ideología desde una visión
antropológica como una forma de interpretar el mundo que tiene cada persona. Esto
lleva a que cada sujeto decodifique de acuerdo a sus pautas culturales.
Prácticas Sociales: todo hacer del hombre. El proceso de decodificación misma es una
práctica social. Los estudios culturales se centran en esta instancia.
Audiencia o repectores: Son heterogéneos, porque son al mismo tiempo el inicio y el
fin del esquema de comunicación. No reciben los mensajes de forma pasiva sino que
pueden aceptarlo, criticarlo o aceptarlos parcialmente.
3 Tipos de Decodificación
Dominante: es la lectura que espera el que produce el mensaje, se acepta el discurso.
De oposición: Interpreta el mensaje desde otro marco de referencia dándole una
lectura opuesta a la esperada. Se rechaza el discurso.
Negociada: mezcla de elementos de oposición y de adaptación. Se está de acuerdo con
algunas cosas y se rechazan otras.
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Codificar/Decodificar
Los momentos de codificación y de decodificación poseen una autonomía relativa
analizándolo dentro del proceso de comunicación completo. Los mensajes son
analizados como vehículos de signos. Los mensajes son traducidos en prácticas sociales
una vez que se completa el circuito, por lo tanto si no se articula el significado en una
práctica, este no tiene efecto
Un hecho histórico no puede transmitirse sino pasa bajo el signo del discurso. Los
códigos en la codificación y en la decodificación pueden no ser simétricos de aquí
surgen las distorsiones. La naturalización en la codificación tiene un efecto ideológico
de ocultamiento de la práctica de codificación misma.
Teoría lingüística: Denotación = sentido literal del signo, connotación = significados
menos fijados que varían. Los estudios culturales no utilizan esta distinción en este
sentido y piensan que en realidad escasas instancias en que los signos tienen un solo
sentido literal o sea un consenso universal y en el nivel connotativo las intervenciones
ideológicas alteran la significación.
Orden Cultural Dominante: Marco dentro del cual uno puede guiar la decodificación.
Son clasificaciones a nivel político económico cultural y social. Esto se relaciona con el
hecho de no confundir la polisemia con el pluralismo en los signos.
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