Islas Cook - Xavi Fernández Viatges

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Islas Cook
MAGIA
AZUL
Suman una quincena de lujuriantes islitas volcánicas o atolones coralinos lisos como un plato,
aunque rara vez se visita alguna más allá de Rarotonga, Aitutaki y Atiu, la tríada esencial de este
archipiélago de los Mares del Sur que, con su adormilado ambiente de antaño y sus escenarios
sin trillar, presume de parecerse mucho a como era la Polinesia Francesa treinta años atrás.
TEXTO: Elena del Amo
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FOTOGRAFÍA: Sergi Reboredo
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Rarotonga es la
isla más grande
del archipiélago de
las Cook y en ella
aterrizan los vuelos
internacionales. En la
doble anterior, playa
de la isla de Aitutaki.
KIRKLANDPHOTOS
C
ualquiera sostiene que la globalización es cosa de ahora! Estas islas
diminutas del Pacífico Sur fueron descubiertas por un leonés, las
colocó en el mapa un cartógrafo ruso de origen alemán y pasaron
a la historia con el nombre de un explorador al servicio de Su Graciosa Majestad que jamás las pisó. O al menos eso aseguran las malas
lenguas sobre el capitán Cook, quien poco podría sospechar que,
medio siglo después de haberlas reclamado para la corona británica,
el archipiélago acabaría siendo bautizado en su honor por el almirante Iván Fiódorovich Kruzenshtern tras la primera circunnavegación auspiciada por el zar. Antes que por estos dos últimos navegantes, las Cook habían sido localizadas por el berciano Álvaro de
Mendaña en 1595 y un par de décadas después por Pedro Fernández de Quirós, aunque sus verdaderos descubridores fueron los
maoríes, que hoy constituyen el grueso de su población.
Las migraciones de este pueblo, procedente, según los últimos
estudios, del sureste asiático, resultan tan épicas como desconocidas en la orilla occidental del globo. A bordo de grandes barcazas o vakas en las que familias al completo se hacían a la mar con
sus animales y enseres, los maoríes fueron estableciéndose por
los Mares del Sur en sucesivas oleadas. Salían en busca de nuevas tierras dejándose guiar por las estrellas y aprendiendo a leer
las señales del océano. A muchos sin duda se los tragó para siempre. Los más afortunados encontraron una nueva morada por las
geografías del llamado triángulo polinésico, con Nueva Zelanda,
Isla de Pascua y Hawai como vértices y en cuyo centro se aposentan las Cook. Se estima que los maoríes llegaron aquí a partir del
siglo VI procedentes de Tahití, Samoa y las Marquesas, ya previamente colonizadas por ellos, y que sus sucesores rematarían la
faena poblando después Nueva Zelanda.
A pesar de que el archipiélago constituye hoy un Estado independiente, para determinadas cuestiones está asociado a esta gran isla
a casi 3.000 kilómetros, de ahí que los kukis –como divertidamente
se autodenomina su gente– ostenten doble nacionalidad, gocen del
mismo sistema educativo y sanitario que sus vecinos, se manejen
como pez en el agua tanto en inglés como en maorí y hasta usen
indistintamente dólares neozelandeses o de las Cook. Eso sí, oficialmente podrá ser un país soberano, aunque se diría más bien
uno de juguete: su quincena de islitas apenas suman 20.000 habitantes y todas juntas ni siquiera alcanzan 250 kilómetros cuadrados de tierra firme, aunque a cambio son dueñas y señoras de dos
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Las quince islas Cook apenas suman 20.000 habitantes y no alcanzan los 250 km2 de superficie terrestre, pero abarcan dos millones de km2 de océano.
millones de kilómetros cuadrados de inmensidad acuática. Hay
islas tan minúsculas que para localizarlas en un mapa habrá que
tener buena vista, y para pisarlas tocará volar un día entero, con
su noche correspondiente de avión, por lo que la mayoría de los europeos que las eligen se sirven de ellas
como un colofón playero con el que ponerle la
guinda a un viaje más prolongado por Australia y Nueva Zelanda.
Una Polinesia “low cost”. Para los
habitantes de ambos países, las Cook vienen
a ser algo así como una Polinesia low cost, con
unos escenarios que poco tienen que envidiar a Bora Bora, Moorea y demás paraísos
que Francia conserva en el patio trasero del
mundo, pero a precios mucho más de andar
por casa. Si bien el coste del vuelo hace que
lo de low cost resulte exagerado para los europeos, el archipiélago, a diferencia de lo que suele
imaginarse, no es un coto privado para ricos. Sus
hoteles de verdadero lujo se cuentan con los dedos de
una mano, y entre estos y los albergues para mochileros –que
alguno también hay– media una suficiente pero en absoluto invasiva variedad de alojamientos de todas las categorías, nunca aquí
demasiado grandes ni más altos que las palmeras que los camuflan a la vista. Nada tampoco de guetos para turistas. Porque el
buen nivel de vida de sus isleños les permite acceder a los mismos locales que los extranjeros, y eso facilita los encuentros con
estas gentes tan inmensamente grandes como cariñosas que, aun
con todos los servicios del siglo XXI a mano, los usan con naturalidad sin prescindir de su tradición.
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Como prueba de ello, los jefes tribales o arikis asesoran al gobierno
sobre el siempre peliagudo uso de las tierras y los asuntos del día
a día de su población. Otro ejemplo, ya más folclórico, sería la
estampa, tan habitual por sus carreteritas no siempre asfaltadas, de sus orondas mamás a lomos de una moto, pero
luciendo un pareo de colores y la imprescindible
corona de flores frescas adornándoles la cabeza.
Y bien podría serlo igualmente el placer –recomendable hasta para el ateo más recalcitrante–
de colarse en alguna misa del domingo para
escuchar a niños y grandes, en sus mejores
ropas, cantando salmos con palmas y ukeleles antes de subirse a la trasera del pick-up
para compartir en familia un día playero de
picnic y surf. Los kukis presumen, y con razón,
de que sus islas, con su ritmo adormilado y
su ambiente tan genuino, vienen a ser algo así
como la Polinesia Francesa veinte y hasta treinta
años atrás. Y cuanto más se aleje uno de las islas
más habituales –por este orden, Rarotonga, Aitutaki
y Atiu–, más atrás se viajará en el tiempo.
NOCHES RELAJADAS. Aunque la más espectacular de las tres sea
Aitutaki, es Rarotonga la que más visitas recibe y por la que pasarán todos y cada uno de los viajeros ya que solo en ella aterrizan
los vuelos internacionales. Es también la más grande, a pesar de ser
poco mayor que La Graciosa, y la que cobija la mayoría de los hoteles y servicios, amén de la única ciudad que podría merecer tal nombre, si bien Avarua viene a ser poco más que un pueblo grande. En
la capital no habrá que perderse su mercado de los sábados, donde
lo mismo se despachan atunes frescos que souvenirs mientras actúa
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El RECUPERADO folclore de las
islas BAJO LAS ESTRELLAS DEL SUR
Al son de tambores, ukeleles y unos coros de voces increíblemente cálidos,
los hombres bailan la hura con el torso descubierto y hacen acrobacias con
antorchas de fuego. Ellas, con dos medios cocos por bikini y sus pareos o
faldas de corteza de purau, narran dulces historias de las islas o describen sus
flores, sus aves y su mar a través de los movimientos sensuales de sus brazos
y sus golpes de cadera. Las danzas maoríes, prohibidas por lascivas por los
misioneros, se han recuperado con tal fuerza que hoy son uno de los pilares de
la identidad de las islas Cook. Los grupos más profesionales actúan cada noche
por los mejores hoteles de Rarotonga. En Aitutaki y Atiu, los espectáculos
tienen sin embargo mucho más encanto, ya que se trata de grandes familias al
completo las que muestran su folclore a los visitantes, a menudo en la arena de
la playa y con las estrellas del hemisferio sur como techo.
Las danzas maoríes,
que fueron prohibidas
por lascivas por los
misioneros, se han
recuperado con toda
su fuerza y hoy son
uno de los pilares de la
identidad de las Cook.
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alguno de los grupos polinesios que a la hora de la cena
harán la ronda por los hoteles, así como sus relajadas
noches de terrazas y copas del fin de semana.
Los 32 kilómetros de circunferencia de Rarotonga
pueden rodearse por su carretera nueva, con el océano
a un lado y, del otro, las verdísimas lomas de su corazón volcánico. O también podrían cubrirse en parte
siguiendo lo que queda del camino, más retirado hacia
el interior, que los antiguos maoríes adoquinaron con
piedras de coral para comunicar los estrechos valles en
los que levantaban sus aldeas, guarecidas así tanto de
los ciclones como de las tribus rivales. En las caminatas que entre cascadas y una vegetación lujuriante pueden emprenderse por sus cerros aparece de cuando en
cuando algún marae, todavía a medio desbrozar de entre
la maleza, donde sus antepasados oficiaban sacrificios
y rituales. Con la llegada de los misioneros, a partir de
1821, estos centros ceremoniales fueron dejándose de
usar, al igual que quedaron prohibidos los tatuajes, la
música, las danzas, la poligamia o la fea costumbre de
zamparse a los enemigos. Cuando los primeros jefes o
arikis se convirtieron al cristianismo, los maoríes dejaron de creer en Avaiki, la tierra de los ancestros, y de
honrar a Marama, el dios de la Luna; Rongo, el de la
vegetación, o Tangaroa, el señor del mar y pene descomunal que, una vez recuperadas algunas de sus señas
de identidad, aparece en muchas de sus artesanías.
PLAYAS BELLÍSIMAS E ISLAS REMOTAS. Con
los misioneros llegaron también las enfermedades que
diezmaron hasta lo indecible su población, que comenzó
entonces a asentarse junto a ese mar que hoy constituye
el más poderoso aliciente para los viajeros. Sobre todo
su bellísima playa de Muri o las piscinas naturales de
Black Rock son todo un espectáculo, pero sus transparencias turquesa quedan superadas por las de la laguna
que rodea Aitutaki: un triángulo de aguas despampanantes cercadas por un arrecife de coral sobre las que
flota una docena de motus o arenales desiertos.
Esta otra islita, a 45 minutos de avioneta y sembrada
de caminos entre las palmeras que parecen llevar al fin
del mundo, es la otra imprescindible que con suerte se
visitará en la ruta por las Cook. Los prohibitivos vuelos
de Air Rarotonga hacen que pocas veces se vaya más
allá. A lo sumo se completaría la tríada con Atiu, un universo si cabe más rural y cuyas gentes viven esencialmente del cultivo del taro y los cocos y donde el plato
fuerte, en lugar del mar, son los entramados de cuevas
que la horadan y las extrañas aves que han aprendido a
habitarlas casi en la oscuridad más absoluta. Solo quienes cuenten con suficiente tiempo y presupuesto gozarán el raro privilegio de recalar por Mangaia, Mitirao y
las demás islas volcánicas que asoman hacia el sur del
archipiélago o los todavía más remotos y difícilmente
accesibles atolones coralinos del grupo norte, con nombres tan evocadores como Manihiki, Rakahanga o Pukapuka, a la que el berciano del pueblo leonés de Congosto
Don Álvaro de Mendaña bautizara en el siglo XVI con
V
el mucho más pío de Isla de San Bernardo.
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LA Singladura épica
por el Pacífico
Quince meses para navegar 20.000 millas de
océano a bordo de siete barcazas tradicionales
o vakas. El objetivo: concienciar al mundo sobre
la fragilidad de los mares y la forma de vida
de sus habitantes. Todavía no hay fecha para
que llegue a las pantallas el documental Our
Blue Canoe, aunque el trailer puede verse en
www.ourbluecanoethefilm.com. La película
narra la extraordinaria singladura en la que,
desde abril de 2011 hasta julio de 2012, siete
tripulaciones compuestas por un centenar de
marinos procedentes de cada país del triángulo
polinésico recrearon las épicas migraciones
de sus ancestros recorriendo cada rincón
del Pacífico Sur y dejándose guiar, como los
antiguos maoríes, por las estrellas y sus
conocimientos del mar. Una de estas vakas, con
bandera de las Cook, está actualmente fondeada
cerca del puerto de Avarua a la espera de que
acaben de ultimarse los permisos para poder
ofrecer en ella los cruceros más insólitos y
auténticos a través del archipiélago.
guía práctica
» Islas Cook (Polinesia Neozelandesa)
CÓMO LLEGAR
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Actividades de mar y
montaña
Amén de disfrutar del sol, la playa
y deportes como el esnórquel, el
Avarua
Maungatea
523
Arorangi
Matavera
Ngatangiia
Oneroa
O N
S
Titikaveka
E
Mitirao
Atiu
Te Manga
653
Muri
an
o
Muri-Lagune
Mauke
Rarotonga
o
Aunque para muchos es una sorpresa, las Cook no son un destino exclusivamente de hoteles de
lujo. Por supuesto que los hay,
aunque también abundan senci-
Pue
fi c
Hoteles
Blak Rock
Manuea
cí
Su clima tropical es perfecto todo el
año, aunque con algo más de calor y
lluvia entre noviembre y marzo.
Aitutaki
Pa
Mejor época
llas villas de vacaciones junto al
mar en las que instalarse como
en casa, bed&breakfast y hasta algún albergue para jóvenes. Entre
los alojamientos más recomendables de la isla de Rarotonga figuran desde las exclusivas villas de
Te Manava (‧ www.temanava.com)
hasta hoteles ya de categoría internacional, como el Crown Beach
(‧ www.crownbeach.com) o el Little
Polinesyan (‧ www.littlepolynesian.com), u otros más personales como el Paradise Inn (‧ www.
paradiseinnrarotonga.com). Por su
parte, Aitutaki cuenta con el mejor hotel del archipiélago: el Pacific Resort (‧ www.pacificresort.
com), además de otros más convencionales, como el Aitutaki Lagoon (‧ www.aitutakilagoonresort.com), y también casas de playa
como las de Samade (‧ www.samadeonthebeach.com). Y en Atiu
la oferta prácticamente se reduce
a los sencillos chalets de Atiu Villas (‧ www.atiuvillas.com) y un
puñado de casas de huéspedes,
mientras que en las demás islas
las opciones son aún más limitadas. Más posibilidades en ‧ www.
cookislands.travel/stay
é
Oc
Además de sol y playas, las Cook también proponen esnórquel, pesca, compras y caminatas por el encrespado interior volcánico de la isla de Rarotonga.
Air New Zealand (‧ www.airnewzealand.es) opera 18 vuelos semanales desde Auckland a Rarotonga,
así como uno desde Sidney y otro
también directo desde Los Ángeles,
que es la conexión más conveniente desde España. Sus tarifas, desde
Madrid o Barcelona, parten de unos
1.500 € ida y vuelta en temporada
baja y unos 2.000 € en temporada
alta, tasas incluidas. Estos vuelos
son prácticamente la única comunicación del archipiélago con el resto del mundo, a excepción de algún
crucero, como el célebre Paul Gauguin (‧ www.pgcruises.com), que
recala en algunas de sus salidas
por las Cook, u otros como los de
la naviera Silversea (‧ www.silversea.com). Air Rarotonga (‧ www.
airraro.com), por su parte, tiene conexiones diarias entre Rarotonga y
Aitutaki y ya menos frecuencias a
Atiu y al resto de las islas.
Mangaia
cartografía: RICARDO SALVADOR
windsurf, el surf, la pesca y el kayak, podrán emprenderse caminatas por el encrespado interior volcánico de Rarotonga ya sea por libre o
en excursiones organizadas como
las que lidera Pa, todo un personaje, conocida como el Pa’s Cross Island Trek (‧ www.pastreks.com).
Las muchas opciones para bucear
en esta isla pueden consultarse en
The Dive Center (‧ www.thedivecentre-rarotonga.com). También en
Rarotonga podrán alquilarse motos
o bicis para recorrerla, al igual que
en Aitutaki. El gran aliciente en esta
isla es su laguna, por la que prácticamente todos los hoteles organizan travesías, con a menudo una
comida tradicional sobre uno de sus
islotes o motus, así como expediciones de buceo. El plato fuerte de
Atiu son sin embargo sus cuevas,
por las que se organizan rutas guiadas fáciles de reservar a través de
sus alojamientos.
Más información
‧ www.islas-cook.com
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