COMO SALVAR A TU FAMILIA DE LA RUINA Y LA DESTRUCCIÓN, ORANDO Y CLAMANDO. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 de Pedro 5:8). La Biblia nos dice claramente que en los últimos días, la iglesia de Jesucristo enfrenta la ira de un diablo rabioso. “… ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.” (Apocalipsis 12:12). ¿Hacia dónde dirige el diablo su ira? Él está apuntando a familias tanto salvas como inconversas, por todo el mundo. Él está rugiendo como un león voraz y echándose sobre los hogares para destruirlos. Él está decidido a destruir matrimonios, distanciar a los hijos, poniendo a familiares uno contra otro. Y su meta es sencilla: él quiere traer ruina y destrucción a cada hogar que pueda. En medio de toda esta destrucción, Satanás no ha pasado por alto los hogares cristianos. Muchas familias de creyentes han sido sacudidas por caos, tristeza y dolor. Y la devastación demoníaca ha llegado de muchas maneras: a través del divorcio, hijos rebeldes, adicciones de todas clases. Pero el resultado siempre es el mismo: una familia que antes fue feliz es separada y devorada. En cualquier hogar en problemas alguien tiene que echar mano de Jesús. Llega el momento cuando ciertas situaciones de la vida están más allá de cualquier esperanza humana. No hay consejo, ni doctor o medicina, o cualquier otra cosa que pueda ayudar. La situación se hace imposible. Y requiere un milagro o sino terminara en devastación. En el Evangelio de Juan, encontramos tal crisis familiar: “…Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.” (Juan 4:46-50). En tales tiempos, la única esperanza es que alguien se llegue a Jesús. Alguien tiene que tener su oído, su atención. No importa quien sea, padre, madre o hijo. Esa persona tiene que tomar la responsabilidad de echar mano de Jesús. Y él tiene que determinar, “No me voy hasta que oiga del Señor. Él tiene que decirme: „Esta hecho; ahora sigue tu camino.‟” Podemos llorar por el mundo entero e ignorar a miembros de la familia quienes se están muriendo en pecado. La iglesia de Jesucristo debe estar ocupada ganando almas, y la mayoría de los cristianos son fieles haciendo esto. Oramos por las naciones perdidas, por avivamiento en nuestras ciudades y por nuestros vecinos inconversos. Doy gracias a Dios que su pueblo está haciendo este vital trabajo. Pero, déjame preguntarte: ¿Quién está orando fielmente por tu padre, madre, hermana, hermano, primo/a, abuelos inconversos? Oración por nuestros seres queridos debe ser de mayor importancia en nuestras vidas. Después de todo, la responsabilidad por tal oración descansa con aquellos quienes tienen el oído del Señor, quienes están lo suficientemente cerca de él para hacer tales pedidos. Ahora, si ese no eres tú, ¿entonces quién? ¿Quién orara fervientemente por la salvación de tu familia, si tú no lo haces? Quizás piensas, “He testificado a mi familia por años. He vivido mi testimonio ante ellos fielmente. Ellos conocen mis convicciones. Solo tengo que entregárselos a Jesús ahora.” Es cierto que necesitamos entregar a nuestros seres amados al ministerio de convicción del Espíritu Santo; pero confiando en el Espíritu no significa que abandonemos la oración urgente por nuestra familia. Si dejamos de interceder por ellos, estamos diciendo, en efecto, “No hay esperanza.” Confiar en el Señor significa hacer lo opuesto. Si realmente creemos en él para su salvación y liberación, rogaremos como hizo el noble: “Por favor, Jesús, ven ahora. Actúa rápidamente, antes que mi ser amado se pierda para siempre.” Solo una oración agresiva y ferviente puede combatir los dardos destructivos de Satanás para arruinar nuestra familia. Oraciones a medias no derribaran las fortalezas. Tenemos que ser sacudidos de nuestras propias preocupaciones y ponernos en serio con la oración. Y tenemos que quedarnos cerca de Jesús hasta que llegue su palabra. Tales padres tienen derecho a ser agradecidos. Sin embargo, nunca temen que su hijo esta tibio hacia Jesús. Según el Señor mismo, estar tibio es una condición tan terrible como estar oprimido por demonios. Cuando Cristo advirtió: “Te vomitare de mi boca,” Él no se estaba dirigiendo a drogadictos. Él estaba hablando a creyentes tibios en su iglesia (ver Apocalipsis 2-3). Jesús sabe que un espíritu de tibieza puede adormecer a cualquier creyente en tentaciones demoníacas infernales. Tus hijos pueden ser amables, educados, y bien comportados. Ellos pueden alejarse de la mala compañía, respetar a los mayores y ser rectos moralmente. Pero si no son sinceros en su amor por Jesús—si están vagando espiritualmente—están en peligro. Ves, cualquier niño que es criado en un hogar de creyentes ya es el primer blanco de Satanás. El diablo persigue a aquellas familias que son más fervientes en su amor por Jesús. Pero ahora la tibieza de hijo ha facilitado el trabajo del enemigo. él se deleitara al ver cuán fácil es atrapar a tu hijo o hija en una atadura de pecado. Hasta los cristianos más devotos—incluyendo a ministros—pueden estar cegados por la trampa que Satanás ha tendido para sus hijos espiritualmente pasivos. El enemigo está buscando constantemente como apagar la menor chispa de vida espiritual que hay en ellos. Les ruego, padres cristianos: no permitas que el diablo llegue a tu hijo. Ponte sobre tu rostro diariamente y rodea a tu joven con intercesión. Dios te ha dado el poder para sacudirlos de su estado de tibieza. La mujer con la hija enferma persistió en buscar a Jesús. Finalmente, los discípulos le rogaron al maestro: “Señor, despídela, salgamos de ella. No deja de molestarnos.” Fíjate como responde Jesús a las plegarias de la mujer: “Pero Jesús no le respondió palabra” (Mateo 15:22-28). Ahora, esta declaración hubiera alejado a muchos de nosotros. Pero la mujer no se movía; la condición de su hija era un asunto de vida o muerte para ella. Y ella no le iba a dar descanso a Jesús hasta que le diera lo que ella necesitaba. Te pregunto, ¿Cuántas veces te das por vencido en la oración? ¿Cuántas veces te has cansado y razonaste, “he buscado al Señor. He orado y pedido. ¿No obtuve resultados?” Bueno, ¿era un asunto de vida o muerte para ti? ¿Realmente buscaste al Señor con todo tu corazón, alma, mente y fuerza, sabiendo que no había otro recurso? Considera como respondió esta mujer. Ella no respondió con una queja, o un dedo acusador, diciendo: “¿Por qué me lo niegas, Jesús?” No, la escritura dice lo contrario: “Entonces ella vino y se postro ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!” (15:25). Lo que sigue es difícil de leer. Una vez más, Jesús rechaza a la mujer. Solo que esta vez su respuesta es aún más severa. Él le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (15:26). Amados, no debemos conformarnos con migajas. Nos han prometido toda la gracia y misericordia que necesitamos para nuestras crisis. Y eso incluye cada crisis que concierne a nuestras familias. Somos invitados para entrar audazmente al trono de Cristo, con confianza. Y debemos presentarle cada necesidad. Puede ser que no veamos a cada ser amado ponerse bien con el Señor o cambiar su vida; pero podemos colocar grandes murallas a su alrededor, para detener su carrera al infierno. Podemos pedir convicción sobre ellos y levantar muros de protección alrededor de ellos. También podemos orar por personas en sus vidas que les testifiquen. Conclusión Pero, hay una cosa que puede asegurarte: estas cosas no sucederán si simplemente los entregamos a su suerte. Puede que tratemos de convencernos, “solo tengo que tomar el asunto en fe, ahora.” Pero eso es una falsa coartada. Todo lo que hace es librarnos de derramar nuestro sudor espiritual y lucha en intercesión por las almas de nuestros seres queridos.