1 GEHS 4030 Civilización Occidental Moderna y Contemporánea

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GEHS 4030
Civilización Occidental Moderna y Contemporánea
Quinta semana
E.
El mundo en el siglo XIX
Nuevas doctrinas sociales y económicas: conservadurismo, liberalismo, socialismo, nacionalismo
En Internet se obtiene la siguiente información de Encarta:
1. Conservadurismo, ideología opuesta al cambio y a la innovación, que tiende al equilibrio y al orden, evitando los
extremismos. El conservadurismo surgió por vez primera como credo político organizado en forma de reacción contra las
ideas del Siglo de las Luces. Inicialmente, los conservadores defendían la fe sobre la razón, la tradición sobre la experiencia,
la jerarquía sobre la igualdad, los valores colectivos sobre el individualismo y la ley natural o divina ante la ley secular. En
algunas épocas concretas el conservadurismo hizo hincapié en mantener el sistema establecido y apoyar la distribución
existente del poder, la riqueza y la posición social. Sin embargo, el político conservador se ha reconciliado tanto con la
democracia constitucional y los derechos individuales como con el cambio prudente y ordenado en lo económico y en lo
social. Promueve una actitud prudencial frente a la sociedad y la política, preservando lo existente y mostrándose
firmemente contrario al cambio y la innovación no graduales. Para el conservadurismo, las sociedades son producto de
largos procesos de acomodamiento e integración, de una civilización larga, y no resultado de elecciones o construcciones
artificiales. El Estado es importante en el sostenimiento de la sociedad, pero también un peligro para esta si su poder queda
libre de todo control. Los sistemas representativos son mecanismos de control convenientes.
Orígenes - El conservadurismo fue formulado por vez primera en la obra del político británico Edmund Burke, en especial en su
Reflexiones sobre la Revolución Francesa (1790), cuyos principios rechazaba, exponiendo una visión general de la sociedad y
de la política. Burke consideraba la sociedad como un todo orgánico en el que los individuos desempeñaban diversos papeles y
funciones. En esta sociedad será una elite natural (por nacimiento, riqueza y educación) la encargada de gobernar
garantizando la unión de la comunidad mediante costumbres y tradiciones inveteradas. Se admite la posibilidad de efectuar
cambios paulatinos, pero solo cuando han obtenido una amplia aceptación.
Burke repudiaba los principios de igualdad y de representación y soberanía populares. También rechazó el sufragio universal y
la noción de que una mayoría de la ciudadanía estuviera autorizada para tomar decisiones. Postulaba el orden, el equilibrio y
la cooperación en la sociedad, las restricciones para gobernar y, sobre todo, la supremacía de la ley natural, divina y
consuetudinaria. Rechazaba en especial la existencia de grandes diferencias económicas entre los grupos sociales, consciente
de que podrían generar conflictos internos.
2. Liberalismo, doctrinario económico, político y hasta filosófico que aboga como premisa principal por el desarrollo de la
libertad personal individual y, a partir de ésta, por el progreso de la sociedad. Hoy en día se considera que el objetivo político
del liberalismo es la extensión de la democracia, pero en el pasado muchos liberales consideraban este sistema de gobierno
como algo poco saludable, por alentar la participación de las masas en la vida política. A pesar de ello, el liberalismo acabó
por confundirse con los movimientos que pretendían transformar el orden social existente mediante la profundización de la
democracia. Debe distinguirse pues entre el liberalismo que propugna el cambio social de forma gradual y flexible, y el
radicalismo, que considera el cambio social como algo fundamental que debe realizarse a través de distintos principios de
autoridad.
El desarrollo del liberalismo en un país concreto, desde una perspectiva general, se halla condicionado por el tipo de gobierno
con que cuente ese país. Por ejemplo, en los países en que los estamentos políticos y religiosos están disociados, el liberalismo
implica, en síntesis, cambios políticos y económicos. En los países confesionales o en los que la Iglesia goza de gran influencia
sobre el Estado, el liberalismo ha estado históricamente unido al anticlericalismo. En política interior, los liberales se oponen a
las restricciones que impiden a los individuos ascender socialmente, a las limitaciones a la libertad de expresión o de opinión
que establece la censura y a la autoridad del Estado ejercida con arbitrariedad e impunidad sobre el individuo. En política
internacional los liberales se oponen al predominio de intereses militares en los asuntos exteriores, así como a la explotación
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colonial de los pueblos indígenas, por lo que han intentado implantar una política cosmopolita de cooperación internacional.
En cuanto a la economía, los liberales han luchado contra los monopolios y las políticas de Estado que han intentado someter
la economía a su control. Respecto a la religión, el liberalismo se ha opuesto tradicionalmente a la interferencia de la Iglesia
en los asuntos públicos y a los intentos de grupos religiosos para influir sobre la opinión pública.
A veces se hace una distinción entre el llamado liberalismo negativo y el liberalismo positivo. Entre los siglos XVII y XIX, los
liberales lucharon en primera línea contra la opresión, la injusticia y los abusos de poder, al tiempo que defendían la necesidad
de que las personas ejercieran su libertad de forma práctica, concreta y material. Hacia mediados del siglo XIX, muchos
liberales desarrollaron un programa más pragmático que abogaba por una actividad constructiva del Estado en el campo
social, manteniendo la defensa de los intereses individuales. Los seguidores actuales del liberalismo más antiguo rechazan
este cambio de actitud y acusan al liberalismo pragmático de autoritarismo camuflado. Los defensores de este tipo de
liberalismo argumentan que la Iglesia y el Estado no son los únicos obstáculos en el camino hacia la libertad, y que la pobreza
también puede limitar las opciones en la vida de una persona, por lo que aquélla debe ser controlada por la autoridad real.
3. Socialismo, término que, desde principios del siglo XIX, designa aquellas teorías y acciones políticas que defienden un
sistema económico y político basado en la socialización de los sistemas de producción y en el control estatal (parcial o
completo) de los sectores económicos, lo que se oponía frontalmente a los principios del capitalismo. Aunque el objetivo final
de los socialistas era establecer una sociedad comunista o sin clases, se han centrado cada vez más en reformas sociales
realizadas en el seno del capitalismo. A medida que el movimiento evolucionó y creció, el concepto de socialismo fue
adquiriendo diversos significados en función del lugar y la época donde arraigara.
Si bien sus inicios se remontan a la época de la Revolución Francesa y los discursos de François Nöel Babeuf, el término
comenzó a ser utilizado de forma habitual en la primera mitad del siglo XIX por los intelectuales radicales, que se
consideraban los verdaderos herederos de la Ilustración tras comprobar los efectos sociales que trajo consigo la Revolución
Industrial. Entre sus primeros teóricos se encontraban el aristócrata francés conde de Saint-Simon, Charles Fourier y el
empresario británico y doctrinario utópico Robert Owen. Como otros pensadores, se oponían al capitalismo por razones éticas
y prácticas. Según ellos, el capitalismo constituía una injusticia: explotaba a los trabajadores, los degradaba,
transformándolos en máquinas o bestias, y permitía a los ricos incrementar sus rentas y fortunas aún más mientras los
trabajadores se hundían en la miseria. Mantenían también que el capitalismo era un sistema ineficaz e irracional para
desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, que atravesaba crisis cíclicas causadas por periodos de superproducción o
escasez de consumo, no proporcionaba trabajo a toda la población (con lo que permitía que los recursos humanos no fueran
aprovechados o quedaran infrautilizados) y generaba lujos, en vez de satisfacer necesidades. El socialismo suponía una
reacción al extremado valor que el liberalismo concedía a los logros individuales y a los derechos privados, a expensas del
bienestar colectivo.
Sin embargo, era también un descendiente directo de los ideales del liberalismo político y económico. Los socialistas
compartían con los liberales el compromiso con la idea de progreso y la abolición de los privilegios aristocráticos aunque, a
diferencia de ellos, denunciaban al liberalismo por considerarlo una fachada tras la que la avaricia capitalista podía florecer
sin obstáculos.
Socialismo científico - Gracias a Karl Marx y a Friedrich Engels, el socialismo adquirió un soporte teórico y práctico a partir de
una concepción materialista de la historia. El marxismo sostenía que el capitalismo era el resultado de un proceso histórico
caracterizado por un conflicto continuo entre clases sociales opuestas. Al crear una gran clase de trabajadores sin
propiedades, el proletariado, el capitalismo estaba sembrando las semillas de su propia muerte, y, con el tiempo, acabaría
siendo sustituido por una sociedad comunista.
En 1864 se fundó en Londres la Primera Internacional, asociación que pretendía establecer la unión de todos los obreros del
mundo y se fijaba como último fin la conquista del poder político por el proletariado. Sin embargo, las diferencias surgidas
entre Marx y Bakunin (defensor del anarquismo y contrario a la centralización jerárquica que Marx propugnaba) provocaron
su ruptura. Las teorías marxistas fueron adoptadas por mayoría; así, a finales del siglo XIX, el marxismo se había convertido
en la ideología de casi todos los partidos que defendían la emancipación de la clase trabajadora, con la única excepción del
movimiento laborista de los países anglosajones, donde nunca logró establecerse, y de diversas organizaciones anarquistas
que arraigaron en España e Italia, desde donde se extendieron, a través de sus emigrantes principalmente, hacia Sudamérica.
También aparecieron partidos socialistas que fueron ampliando su capa social (en 1879 fue fundado el Partido Socialista
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Obrero Español). La transformación que experimentó el socialismo al pasar de una doctrina compartida por un reducido
número de intelectuales y activistas, a la ideología de los partidos de masas de las clases trabajadoras coincidió con la
industrialización europea y la formación de un gran proletariado.
Los socialistas o socialdemócratas (por aquel entonces, los dos términos eran sinónimos) eran miembros de partidos
centralizados o de base nacional organizados de forma precaria bajo el estandarte de la Segunda Internacional Socialista que
defendían una forma de marxismo popularizada por Engels, August Bebel y Karl Kautsky. De acuerdo con Marx, los socialistas
sostenían que las relaciones capitalistas irían eliminando a los pequeños productores hasta que sólo quedasen dos clases
antagónicas enfrentadas, los capitalistas y los obreros. Con el tiempo, una grave crisis económica dejaría paso al socialismo y
a la propiedad colectiva de los medios de producción. Mientras tanto, los partidos socialistas, aliados con los sindicatos,
lucharían por conseguir un programa mínimo de reivindicaciones laborales. Esto quedó plasmado en el manifiesto de la
Segunda Internacional Socialista y en el programa del más importante partido socialista de la época, el Partido
Socialdemócrata Alemán (SPD, fundado en 1875). Dicho programa, aprobado en Erfurt en 1890 y redactado por Karl Kautsky y
Eduard Bernstein, proporcionaba un resumen de las teorías marxistas de cambio histórico y explotación económica, indicaba
el objetivo final (el comunismo), y establecía una lista de exigencias mínimas que podrían aplicarse dentro del sistema
capitalista. Estas exigencias incluían importantes reformas políticas, como el sufragio universal y la igualdad de derechos de la
mujer, un sistema de protección social (seguridad social, pensiones y asistencia médica universal), la regulación del mercado
de trabajo con el fin de introducir la jornada de ocho horas reclamada de forma tradicional por anarquistas y sindicalistas y la
plena legalización y reconocimiento de las asociaciones y sindicatos de trabajadores.
Los socialistas creían que todas sus demandas podían realizarse en los países democráticos de forma pacífica, que la violencia
revolucionaria podía quizás ser necesaria cuando prevaleciese el despotismo (como en el caso de Rusia) y descartaban su
participación en los gobiernos burgueses. La mayoría pensaba que su misión era ir fortaleciendo el movimiento hasta que el
futuro derrumbamiento del capitalismo permitiera el establecimiento del socialismo. Algunos —como por ejemplo Rosa
Luxemburg— impacientes por esta actitud contemporizadora, abogaron por el recurso de la huelga general de las masas
como arma revolucionaria si la situación así lo requería.
El SPD proporcionó a los demás partidos socialistas el principal modelo organizativo e ideológico, aunque su influencia fue
menor en la Europa meridional. En Gran Bretaña los poderosos sindicatos intentaron que los liberales asumieran sus
demandas antes que formar un partido obrero independiente. Hubo, pues, que esperar hasta 1900 para que se creara el
Partido Laborista, que no adoptó un programa socialista dirigido hacia la propiedad colectiva hasta 1918.
4. Nacionalismo, ideología política que considera la creación de un Estado nacional condición indispensable para realizar las
aspiraciones sociales, económicas y culturales de un pueblo. El nacionalismo se caracteriza ante todo por el sentimiento de
comunidad de una nación, derivado de unos orígenes, religión, lengua e intereses comunes. Antes del siglo XVIII, momento de
surgimiento de la idea de Estado nacional moderno, las entidades políticas estaban basadas en vínculos religiosos o
dinásticos: los ciudadanos debían lealtad a la Iglesia o a la familia gobernante. Inmersos en el ámbito del clan, la tribu, el
pueblo o la provincia, la población extendía en raras ocasiones sus intereses al espacio que comprendían las fronteras
estatales.
Desde el punto de vista histórico, las reivindicaciones nacionalistas se generaron a raíz de diversos avances tecnológicos,
culturales, políticos y económicos. Las mejoras en las comunicaciones permitieron extender los contactos culturales más allá
del ámbito del pueblo o la provincia. La generalización de la educación en lenguas vernáculas a los grupos menos favorecidos
les permitió a éstos conocer sus particularidades y sentirse miembros de una herencia cultural común que compartían con sus
vecinos, y empezaron así a identificarse con la continuidad histórica de su comunidad. La introducción de constituciones
nacionales y la lucha por conseguir derechos políticos otorgaron a los pueblos la conciencia de intentar determinar su destino
como nación. Al mismo tiempo, el crecimiento del comercio y de la industria preparó el camino para la formación de unidades
económicas mayores que las ciudades o provincias tradicionales.
La mayor parte de las naciones modernas se han desarrollado de modo gradual sobre la base de unos vínculos compartidos,
tales como la historia, la religión y la lengua. Sin embargo, existen algunas excepciones muy llamativas como Suiza, Estados
Unidos, Israel y la India.
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Suiza es un Estado donde no se llegó a producir nunca una comunidad lingüística o religiosa. Entre los helvéticos se
encuentran católicos y protestantes; tampoco poseen un misma lengua, ya que se habla francés, alemán, rético o italiano
según el cantón de que se trate. El nacionalismo suizo surgió por su aislamiento geográfico en una región montañosa y por el
deseo de mantener su independencia política frente a otros estados que pretendían conquistarla.
Estados Unidos se configuró como Estado nacional a través de la colaboración de inmigrantes de diferentes religiones y
procedencias, que sólo compartían un mismo deseo de libertad religiosa, económica y política. Aunque sólo se hablaba una
lengua, el nacionalismo estadounidense se basó ante todo en un compromiso con la idea de la libertad individual y de la
existencia de un gobierno representativo, según la tradición británica. Lo que en Gran Bretaña se consideraba el derecho por
nacimiento de los británicos, en Estados Unidos se convirtió, gracias a la influencia del Siglo de las Luces, en el derecho natural
de cualquier persona. La Declaración de Independencia culminó esta ética de las libertades.
Israel se constituyó como Estado a partir de la inmigración de diferentes grupos nacionales de judíos que compartían un ideal
común basado en un nacionalismo de origen religioso que se remontaba a casi 2.000 años. Como resultado del genocidio
cometido por la Alemania nacionalsocialista antes y durante la II Guerra Mundial, la reivindicación de un Estado por parte de
los judíos cobró de pronto una importante fuerza. Más de un millón de refugiados procedentes de muchos países emigraron a
Palestina. Aprendieron hebreo, el recuperado idioma nacional, e implantaron un nuevo Estado que proclamó el judaísmo
como religión oficial. Sin embargo, la mayoría de la población judía que vive en la diáspora sigue siendo un grupo religioso
minoritario en los países en que reside.
Orígenes La India es un Estado en el que el hinduismo actuó tradicionalmente como elemento de cohesión entre los
heterogéneos pueblos de distintas lenguas, religiones y etnias que en ella habitaban. La India alcanzó la unidad nacional a
través de la influencia de ideas occidentales, y sobre todo durante su lucha contra la dominación británica.
Los inicios del nacionalismo moderno se remontan hasta la desintegración, al final de la edad media, del orden social feudal y
de la unidad cultural (en especial la religiosa) de varios estados europeos. La vida cultural europea estaba basada en la
herencia común de ideas y actitudes transmitidas a través del latín, el idioma de las clases con formación. Todos los europeos
occidentales profesaban entonces la misma religión: el catolicismo. El derrumbe del sistema social y económico dominante, el
feudalismo, vino acompañado del desarrollo de comunidades más grandes, interrelaciones sociales más amplias y dinastías
que favorecieron los valores nacionales para conseguir apoyos a su dominación. El sentimiento nacional se vio reforzado en
algunos países durante la Reforma, cuando la adopción del catolicismo o del protestantismo como religión nacional actuó
como fuerza de cohesión colectiva adicional.
Revolución Francesa - El gran punto de inflexión en la historia del nacionalismo en Europa fue la Revolución Francesa. Los
sentimientos nacionales franceses se habían encarnado hasta ese momento en la figura de su rey. Como resultado de la
Revolución, la lealtad al monarca fue sustituida por la lealtad hacia la patria. Por eso La Marsellesa, una de las canciones más
populares durante el periodo revolucionario, que luego sería el himno de la nación, empieza con las palabras “Allons enfants
de la patrie” (“Marchemos, hijos de la patria”). Francia alcanzó de hecho un gobierno representativo cuando la Asamblea
Nacional sustituyó en 1789 a los Estados Generales, cuerpo asambleario que reunía en grado de representatividad desigual al
clero, la aristocracia y el pueblo. La administración territorial, anteriormente muy regionalizada fue sustituida por otro
sistema muy centralizado y que imponía instituciones y leyes comunes a todos los ciudadanos. Las tropas francesas
transmitieron este espíritu nacional derivado de la Ilustración a otros países y áreas geográficas, como Latinoamérica, que
impregnada de los ideales de liberación e independencia iniciaría pronto su proceso de emancipación.
La aparición del nacionalismo coincidió cronológicamente con el inicio de la Revolución Industrial, que favorecía el desarrollo
económico nacional y, ligado a éste, la aparición de una clase burguesa que no tardaría en reclamar gobiernos
representativos sancionados por constituciones liberales. Adscritas al romanticismo surgieron literaturas nacionales que
expresaban las tradiciones y el espíritu común de cada pueblo. Se concedió nueva importancia a los símbolos nacionales de
todo tipo, y de esta forma se crearon las festividades nacionales conmemorativas de los diferentes sucesos de la historia
nacional.
Con anterioridad al brote del nacionalismo en Europa, el primer tercio del siglo XIX contempló el asombroso y múltiple
nacimiento de una veintena de estados en el continente americano, desde el Mississippi (frontera entre los dominios de
España y Estados Unidos), hasta la Tierra del Fuego en Argentina.
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Durante este proceso, acaecido entre 1810 y 1830, fueron apareciendo nuevos países que, tras anexiones, pérdidas
territoriales y cambios de denominación oficial, quedaron constituidos tal y como son en la actualidad, entre otros México,
Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela.
La I Guerra Mundial, originada por la preeminencia de las políticas nacionales sobre los intereses de la paz común, colmó las
aspiraciones de los pueblos centroeuropeos. Cuando Estados Unidos se incorporó a la contienda, su presidente Woodrow
Wilson proclamó el principio de autodeterminación nacional como uno de los pilares básicos en que habría de basarse la
estabilidad de la sociedad internacional una vez que acabara el conflicto. El final de la I Guerra Mundial y sus tratados de paz
parejos (Versalles, Trianón, Sèvres, Neuilly-sur-Seine, y Brest-Litovsk) supusieron el final del régimen imperial en Turquía,
Rusia, Austria y Alemania y el surgimiento de nuevos estados nacionales independientes, tales como Finlandia, Estonia,
Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (posteriormente rebautizado como
Yugoslavia) y Hungría. Otros como Rumania ampliaron sus fronteras. A pesar de todo, los problemas nacionalistas
continuaron en esta zona europea. Las nuevas entidades políticas creadas absorbieron a minorías étnicas o lingüísticas que
comenzaron a reivindicar a su vez la independencia o determinadas modificaciones territoriales. Las reclamaciones
contrapuestas del nacionalismo alemán y polaco, entre otras, propiciarían el comienzo de la II Guerra Mundial. La
radicalización del nacionalismo durante y después de la I Guerra Mundial tuvo un claro origen: la aparición del fascismo como
fórmula de exaltación de una ideología que pretendía encontrar una salida a la crisis económica, de la que se culpaba al
fracaso del liberalismo, evitando la vía comunista. El fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania se presentaron
como regímenes totalitarios que intentaban destruir la oposición y aglutinar todos los recursos del Estado en la realización de
un programa de engrandecimiento nacional. Dado que una política semejante chocaba con los intereses e incluso con la
supervivencia de otras naciones, la guerra generalizada en Europa se hizo inevitable. La Unión Soviética, fundada tras la
Revolución Rusa como punta de lanza de un movimiento revolucionario que se entendía habría de ser mundial, abandonó con
Stalin al frente estos principios internacionalistas para definir su nueva política como ‘el socialismo en un sólo país’; así, un
signo inequívoco de esta nueva tendencia fue la sustitución de La Internacional por un nuevo himno nacional.
Otra de las consecuencias decisivas de la I Guerra Mundial fue la aparición del nacionalismo en Asia y África, sometidas al
imperialismo europeo generado por la necesidad de mercados y materia prima en los países industrializados. El nacionalismo
asiático tuvo su ejemplo y referencia en Japón, el primer país del Extremo Oriente que, gracias a su temprana modernización,
fue capaz durante la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905) de vencer a una potencia occidental. Después de la I Guerra Mundial,
los turcos, bajo el mando de Mustafá Kemal Atatürk, derrotaron (1922-1923) a los aliados occidentales y modernizaron su
Estado siguiendo el modelo europeo. Durante el mismo periodo, el dirigente del Congreso Nacional Indio, Mahatma Gandhi,
fomentó activamente las aspiraciones de indias para lograr su independencia nacional. En China, el dirigente del nacionalista
Guomindang (Partido Nacional del Pueblo), Sun Yat-sen, inició una exitosa revolución nacional.
La penetración del nacionalismo en las colonias se aceleró con la II Guerra Mundial. Los imperios británico, francés y holandés
en Asia oriental fueron derrotados por los japoneses que proclamaron el lema “Asia para los asiáticos”, consiguiendo el apoyo
de numerosos grupos nacionalistas durante la ocupación de sus territorios. Las potencias coloniales se vieron aún más
debilitadas por las consecuencias militares y económicas de la guerra y de la expansión del poder soviético. En su propaganda,
la Unión Soviética subrayaba en primer término el derecho de las colonias a su autodeterminación e independencia. Así la
consiguieron India, Pakistán, Ceilán (actualmente Sri Lanka), Birmania (hoy Myanmar) y la actual Malaysia. Del mismo modo,
Estados Unidos otorgó la independencia a las Filipinas. Los Países Bajos cedieron por su parte el control de parte de sus
posesiones asiáticas, que se convirtieron en la República de Indonesia. Después de una trágica guerra, Francia perdió su
imperio colonial en Indochina. Hacia 1957, el nacionalismo se había extendido por toda Asia y casi todos los imperios
coloniales europeos habían desaparecido.
El proceso también se produjo en África y Oriente Próximo. Hacia 1958, entre los nuevos estados nacionales que habían
aparecido en esas regiones se encontraban Israel, Marruecos, Túnez, Libia, Sudán, Ghana, Egipto, Siria e Irak.
Al comenzar la década de 1990, el nacionalismo sigue siendo una fuerza muy poderosa en la política internacional. Las
aspiraciones nacionalistas opuestas de israelíes y palestinos siguen generando inestabilidad política en Oriente Próximo. En
Europa del Este, donde las pasiones nacionalistas habían permanecido sometidas por la presión de los sistemas comunistas
desde la II Guerra Mundial, el declive de los regímenes comunistas ha provocado la desintegración de la Unión Soviética en
numerosos estados independientes, identificados territorialmente con sus antiguas repúblicas. Otro grave conflicto generado
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por el nacionalismo extremo ha sido la guerra de la antigua Yugoslavia. También se han producido disoluciones pacíficas, caso
de la antigua Checoslovaquia (escindida desde el 1 de enero de 1993 entre Eslovaquia y la República Checa).
Ejercicio para la clase: Comparar las cuatro ideologías y ubicarse dentro de una de ellas. ¿Cómo se parecen y
cómo se diferencian de las ideologías del presente siglo?
El Nuevo imperialismo y el mundo no occidental: hojeada a Asia, África y al Medio Oriente
Discutir:
¿Cuándo, cómo y por qué comienza otro período de carreras imperialistas por las
conquistas de África y de Asia? ¿Qué métodos se emplearon para estas conquistas?
Hacer una comparación de estos procesos imperialistas con la invasión y anexión de Puerto Rico a los Estados
Unidos. Discutir la carrera imperialista de los Estados Unidos como parte de este proceso.
Obtenido del Internet:
CONCEPTO
El término imperialismo hace referencia a la actitud, doctrina o acción que conduce al dominio de un estado sobre
otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política.
Durante el último tercio del siglo XIX las potencias europeas y algunas extra europeas (USA y más tarde
Japón) desarrollaron una política de expansión colonial acelerada que ya venía gestándose desde
comienzos de siglo. Esta nueva fase del colonialismo, que recibe la denominación de imperialismo,
tendía a la formación de grandes imperios y constituyó una constante fuente de conflictos que
desembocaron en la 1ª Guerra Mundial.
Colonialismo e imperialismo
Para algunos autores ambos términos son sinónimos, otros aprecian diferencias entre ellos:
El colonialismo
Suele aludir a las primeras fases de la expansión europea, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las
metrópolis controlaron una serie de territorios, explotados económicamente, que alentaron relaciones de
subordinación con los pueblos autóctonos de la zona, a los que impusieron sus estructuras y formas de
vida. Se impulsó el control de rutas, lugares estratégicos y la creación de zonas de influencia, pero no
quedó claramente establecida una conducta de conquista continua y sistematizada.
El imperialismo
A diferencia del anterior, tiene fuertes connotaciones nacionalistas: los estados que lo practicaron
pretendían la conquista sistemática de la mayor cantidad posible de territorios con el objetivo de
alcanzar el rango de potencias mundiales. No buscaban tanto la transformación cultural de estas zonas
como su control político, económico y militar. Este proceso adquirió nitidez en el último tercio del siglo
XIX.
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El tránsito del colonialismo tradicional al imperialismo
Se produjo en la 1ª mitad del siglo XIX y estuvo marcado por la crisis del antiguo colonialismo expresada
en la pérdida de las colonias americanas de Gran Bretaña y España, la desaparición de las doctrinas
económicas mercantilistas y la lucha por la abolición de la esclavitud.
La expansión continuó durante la 2ª mitad del siglo, fruto de la pretensión de ganar nuevas áreas de
influencia, alentada por la industrialización europea -ávida de nuevos mercados- y el desarrollo técnico y
militar. Otros factores que contribuyeron a dicha expansión fueron las exploraciones geográficas y
misioneras en busca de la extensión de la ciencia y el cristianismo respectivamente. En 1885, en la
Conferencia de Berlín, las potencias acordaron el reparto sistemático del continente africano.
http://www.claseshistoria.com/imperialismo/concepto.htm
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Modos de administrar las colonias,
En el Imperio Británico había 3 tipos de colonias:
* De poblamiento urbano: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica
se transformaron en dominios
los nativos carecían de derechos
protectorados
* El imperio de la India --> caso excepcional
colonias de administración directa
* Colonias dependientes
África
- El imperio francés --> las colonias más importantes estaban en Indochina
no tenía colonias de poblamiento ni nada comparado con la India
Norte --> Marruecos, Túnez, Argelia
* En África occidental francesa
África ecuatorial francesa
* En Indochina --> la Unión Indochina
Caricaturas sobre el imperialismo del siglo XIX
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Cultura siglo XIX
Temas del romanticismo, realismo, naturalismo, impresionismo y psicoanálisis para una discusión en el salón.
Del internet: Wikipedia
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía,
ante todo:
La conciencia del Yo como entidad autónoma y fantástica.
La primacía del Genio creador de un Universo propio.
La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.
La fuerte tendencia nacionalista.
La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
La de la originalidad frente a la tradición clasicista.
La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al
yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el
siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata,
Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad,
como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y
utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la
asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración),
prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y
buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio
de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas
en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la
gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo
XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando
entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o
buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad».
También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo»,
subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos,
se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
Ejemplo de literatura romántica son las Rimas de Gustavo Adolfo Becquer:
RIMAS
IV
Los suspiros son aire, y van al aire.
Las lágrimas son agua, y van al mar.
Dime mujer: cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
10
XXI
"¿Qué es poesía?", dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
"¿Qué es poesía?" ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía...eres tú.
XXII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso...,¡yo no sé
qué te diera por un beso !
El Realismo (http://roble.pntic.mec.es/msanto1/lengua/2realism.htm)
Este movimiento literario aparece en la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia de las circunstancias
sociales de la época: la consolidación de la burguesía como clase dominante, la industrialización, el crecimiento
urbano y la aparición del proletariado.
Las características básicas del Realismo literario son:
Eliminación de todo aspecto subjetivo, hechos fantásticos o sentimientos que se alejen de lo real.
Análisis riguroso de la realidad. El escritor nos ofrece un retrato riguroso de lo que observa.
Los problemas de la existencia humana, componen el tema fundamental de la novela realista;
ésa es la consecuencia del sumo interés por la descripción del carácter, temperamento y conducta
de los personajes.
Surge un tipo de novela en la que se analizan minuciosamente las motivaciones de los personajes
y las costumbres.
El novelista denuncia los defectos y males que afectan a la sociedad y ofrece al lector soluciones
para detenerlos. Cada autor, según sus ideas, muestra lo que para él es un mal de la sociedad.
La novela debe servir para reformar, cambiar la sociedad; el escritor adopta una actitud analítica y crítica ante
la sociedad burguesa. El drama romántico cede el paso a la novela realista; esta alcanzará su cima: Crimen y
castigo, de Dostoievski; Guerra y paz, de Tolstoi; La Comedia humana, de Balzac; Madame Bovary, de Flaubert;
David Copperfield, de Dickens; Fortunata y Jacinta, de Galdós.
El Naturalismo
El Naturalismo surge como una derivación del Realismo, que tenía como objetivo explicar los comportamientos
del ser humano. El novelista del Naturalismo pretende interpretar la vida mediante la descripción del entorno
social y descubrir las leyes que rigen la conducta humana.
Los escritores naturalistas representan a sus personajes en situaciones extremas de pobreza y marginación, y les
gustaba describir los ambientes más bajos y sórdidos con el fin de poner al descubierto las lacras de la sociedad. La
descripción de estos ambientes interesaba en la medida que permitía observar cómo influye un medio hostil sobre
la forma de ser de los personajes y cuáles son las reacciones del ser humano en condiciones de vida adversas.
Ejemplo de un fragmento de novela Misericordia de Benito Pérez Galdós:
Eran las tres las que así chismorreaban, sentaditas a la derecha, según se entra, formando un grupo
separado de los demás pobres, una de ellas ciega, o por lo menos cegata; las otras dos con buena vista,
todas vestidas de andrajos, y abrigadas con pañolones negros o grises. La señá Casiana , alta y huesuda,
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hablaba con cierta arrogancia, como quien tiene o cree tener autoridad; y no es inverosímil que la tuviese,
pues en donde quiera que para cualquier fin se reúnen media docena de seres humanos, siempre hay uno
que pretende imponer su voluntad a los demás, y, en efecto, la impone." (cap. II, pág. 85)
El Impresionismo es un movimiento pictórico que surge en Francia a finales del S. XIX en contra de las fórmulas
artísticas impuestas por la Academia Francesa de Bellas Artes, que fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las
exposiciones oficiales en el Salón parisino. El objetivo de los impresionistas era conseguir una representación del
mundo espontánea y directa.
El Impresionismo parte del análisis de la realidad. Hasta ahora la pintura reproducía un escenario en el que ocurría
un acontecimiento que conformaba el mensaje para el espectador. Ahora, se quiere que la obra reproduzca la
percepción visual del autor en un momento determinado, la luz y el color real que emana de la naturaleza en el
instante en el que el artista lo contempla. Se centrarán en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos y
no en la representación exacta de sus formas ya que la luz tiende a difuminar los contornos. Ven colores que
conforman cosas, y esto es lo que plasman, formas compuestas por colores que varían en función de las
condiciones atmosféricas y de la intensidad de la luz. Todo esto hace que elaboren una serie de un mismo objeto
en diferentes circunstancias atmosféricas y temporales, no les importa el objeto, sino las variaciones cromáticas
que sufre éste a lo largo del día.
Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los
colores primarios (azul, rojo y amarillo) y los complementarios (naranja, verde y violeta). Consiguieron ofrecer una
ilusión de la realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de colores cortos y yuxtapuestos.
(http://www.arteespana.com/impresionismo.htm)
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