Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas TEMA 6. EL ARTE BIZANTINO. I. INTRODUCCIÓN: BIZANCIO. Dos son los hechos fundamentales para la historia artística de Bizancio: la fundación de Constantinopla en el 330 y la división del Imperio Romano en el 395. Mientras que en Occidente las invasiones germánicas rompen la continuidad del arte romano con la destrucción del Imperio, en Oriente se mantiene hasta el 1453, es decir a todo lo largo de la Edad Media. Se configura, por tanto, a partir del siglo VI la cultura bizantina, fuertemente enraizada en el mundo helenístico como continuadora del arte paleocristiano oriental, convirtiéndose en el centro creador y transmisor de formas artísticas que influyen poderosamente en la cultura occidental medieval. II. LA ARQUITECTURA BIZANTINA. 1. Características generales de la arquitectura bizantina. 1. Los materiales utilizados en los muros son la piedra y el ladrillo, cubiertos, a veces, exteriormente en los templos con placas de piedra, con relieves e interiormente con mosaicos. 2. Las columnas con capiteles bizantinos, que se caracterizan por poseer dos cuerpos. El inferior puede mostrar dos tipologías. Una, con decoración vegetal similar al orden corintio, pero que ha perdido todo el naturalismo quedando reducido a tallos sueltos y estilizados casi geométricos (son tallados a trépano, semejando avisperos). La otra, de formas cúbicas, de caras planas, decoradas con relieves a dos planos, paralelos dos a dos. Sobre este cuerpo descansa otro en forma de pirámide truncada invertida, llamado “cimacio”, que puede ser liso o decorado con temas bíblicos o simbólicos. Los arcos, de medio punto, descargan directamente sobre las columnas y el dintel no se utiliza tanto. Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas 3. Cubierta abovedada, fundamentalmente la cúpula sobre pechinas (las pechinas son triángulos esféricos que facilitan la transición de la planta cuadrada a la circular del anillo de la cúpula). Una de las grandes innovaciones de la arquitectura bizantina, junto con el capitel y la gran decoración interior, fue el uso de la cúpula sobre pechinas. Los enormes empujes producidos por éstas cúpulas se disminuyeron aligerando su peso con la utilización de ladrillo muy ligeros. Con las pechinas, triángulos esféricos, se podía pasar de planta cuadrada a la circular, base de la cúpula. 4. Preferencia por la planta centralizada, derivada de la importancia de la cúpula. Especialmente la planta de cruz griega. 5. En las partes de la iglesia se mantiene el atrio, el nárthex, que se hace doble y el presbiterio que se separa del resto de la iglesia mediante un iconostasis, donde se sitúan los iconos. El ábside será semicircular en el interior y poligonal al exterior. La tribuna, para las mujeres (matroneum) y antecedente de la tribuna que precedida del triforio será común en las iglesias medievales occidentales. 2. Monumentos arquitectónicos bizantinos. En Constantinopla destaca Santa Sofía; en Rávena, San Vital, San Apolinar el Nuevo y San Apolinar in classe; en Venecia, San Marcos; y en Kiev, Santa Sofía. Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas Santa Sofía de Constantinopla (532) La primera iglesia de Santa Sofía data del siglo IV. Tras un incendio sufrido a principios del siglo V, se inició la construcción de un nuevo templo. En el año 532, con motivo de los efectos causados por la insurrección Nika, Justiniano intervino y mandó construir un templo, unido al palacio imperial, y concebido desde sus inicios como el símbolo de su poder y sus pretensiones, lo que justificaría el esplendor con el que se construyó. La leyenda testimonia que el emperador, al verlo terminado, pronunció unas palabras que no dejan lugar a dudas sobre sus objetivos: «Te he vencido, Salomón». Como era habitual en la práctica constructiva, intervinieron dos autores (o mekanopoioi): Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, de formación matemática, más que arquitectónica. Posteriormente, Isidoro el Joven realizó la nueva cúpula, tras derrumbarse la primitiva en el año 568. La iglesia ha sufrido, que su concluyó en el 537, sufrió modificaciones importantes, como consecuencia de las cuales el aspecto que ofrece hoy se aleja bastante del que tuvo a finales del siglo VI. Cuando la capital cayó en manos de los turcos, pasó a ser mezquita y tuvo que adaptarse a las necesidades litúrgicas de la religión islámica. Entonces se construyeron los alminares, se añadieron los mausoleos que la rodean, se reorientó el templo y se cubrieron todos los mosaicos que decoraban el interior. Estos añadidos han afectado seriamente a la percepción exterior de los espacios, pero apenas han incidido en la sensación de amplitud, ligereza y luminosidad que domina el interior. Del estudio de la planta observamos que logra sintetizar magistralmente el esquema de planta basilical habitual de tres naves de tradición occidental y la planta centralizada de tradición oriental. Se consigue configurando una planta de tres naves (subrayada por el protagonismo de la nave central que marca un eje que recorre todo el edificio hasta el altar), aunque inscritas en una planta de cruz griega, (marcada por el protagonismo de la cúpula). Las tres naves configuran un rectángulo y están precedidas por un patio (atrio) y un nártex doble. El rectángulo culmina con una pequeña cabecera semicircular en el interior y poligonal en el exterior. En alzado, destaca la presencia de la tribuna sobre las naves laterales (matronium) y el nártex. Las naves laterales se cubren mediante bóvedas de arista y en el tramo central surge la gran aportación de Santa Sofía: su colosal cúpula (56 metros de altura y 31 de diámetro). El protagonismo de la cúpula es innegable, así como las soluciones que se aportaron para poder sostenerla y a tanta altura. La cúpula se articula como una concha gallonada de cuarenta nervios y de cuarenta plementos curvos, que se apoyan en cuatro pechinas (triángulos curvilíneos que permiten el paso de la planta circular a la cuadrada); estas, a su vez, reposan en cuatro gruesos pilares, los únicos elementos de la iglesia hechos en piedra. La cúpula cuenta con ventanas en los tramos de arranque, que pueden conducir a cierta confusión al identificarlas como partes de un tambor. Combina el ladrillo con el mortero, que confiere una gran ligereza al conjunto. Manuel A. Torremocha Jiménez Dirección de las naves de la planta basilical IES Las Musas Dirección de las naves de la planta de cruz griega El sistema de distribución de la carga de la cúpula subraya el sentido longitudinal. La cúpula central descansa sobre dos semicúpulas (o exedras) que, a su vez, se apoyan en tres pequeñas cúpulas de cuarto de esfera (o pequeñas exedras). Este conjunto de cúpulas se dispone siguiendo el sentido longitudinal que conduce a la cabecera, mientras que en los dos lados transversales, donde no hay semicúpulas, se abren arcadas abarcantes que cobijan numerosas ventanas. El peso de la cúpula, por lo tanto, se reparte así en un proceso concatenado, encadenado que van restando empujes en cada tramo. En el interior el peso recae en cuatro grandes pilares y que a su vez, transmiten el peso de la cubierta por medio de arcos transversales hacia otros tantos contrafuertes exteriores, también de considerables y sólidas. Esta combinación y distribución de cúpulas y arcadas asegura una continuidad en la percepción de un espacio curvilíneo. La cúpula parece flotar sobre un espacio irreal, producido por la luz que entra a través de las ventanas de la propia cúpula y de las arcadas laterales. Esta luminosidad otorga al interior de Santa Sofía la sensación de un espacio dinámico, ligero y diáfano. Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas Santa Sofía sorprende, por tanto, por su luminosidad, procedente no sólo de las ventanas de la cúpula central al quedar libre de pesos (se sostiene por los nervios, los plementos sólo recubren el espacio entre nervio y nervio) sino también de las exedras mayores y menores y de los muros laterales. A ello hay que añadir la utilización de mármoles polícromos en los pilares principales que lograban mitigar la percepción visual de su grosor. Siguiendo con el análisis interior, destacar los capiteles bizantinos, en este caso corintios de hojas planas y trabajadas a trépano buscando el claroscuro, y con amplios cimacios encima para realzar y sobreelevar el apoyo de los arcos. Como decoración interior destacar el programa iconográfico a base de mosaicos que enriquecían la basílica con su colorido. Hoy día sólo se conservan algunos, diseminados por el templo. Las naves laterales se dividen en dos pisos, por la ubicación del “matronium”, con columnas y pilares, y arcos de medio punto que se alternan y se repiten rítmicamente en el piso superior. Al exterior destaca el juego de volúmenes escalonados, que a modo de cascada se precipitan desde la cúpula principal a las exedras mayores, a las exedras menores y finalmente a las pequeñas capillas del nivel inferior, constituyendo una auténtica sinfonía de formas constructivas. Un carácter más pesado adquieren los contrafuertes exteriores que reciben los empujes transversales de los arcos internos. Son tan gruesos que los frentes laterales pierden algo de la agilidad constructiva del resto del edificio. Grandes contrafuertes laterales Manuel A. Torremocha Jiménez IES Las Musas Matronium Interior Volúmenes exteriores Cúpula central A finales del siglo X (989), un nuevo terremoto volvieron a producirse desperfectos muy importantes en la cúpula que obligaron a volverla a construir. Con la caída de Constantinopla en el 1453 por los turcos, como ya se ha comentado, Santa Sofía se convirtió en una mezquita. De ahí la construcción de los cuatro alminares. La reorientación del ábside y la transformación de la ornamentación interior.