UN AÑO DE 540 DIAS Asombrosas investigaciones de científicos chinos Por Antonio Fernández Arce En la noche de los tiempos, así llamada metafóricamente la remota antigüedad de nuestro mundo, los meses y los días de cada año eran más numerosos que ahora. Alguien podría decir, al saber esto, que el poeta español que sentenció aquello de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, tenía razón. La tendría, por lo menos, para quienes añoran los elíxires de la inmortalidad – que jamás existieron-o para quienes aspiran a la quimera de una edad matusalénica. Nuestros abuelos eran nostálgicos de los tiempos idos. Decían que antes los días duraban más que ahora. No andaban desfasados. Parecería un cuento de ciencia-ficción eso de que hubo tiempos en que abundaban los días y los meses. Pero no lo es. Destacados geólogos chinos han descubierto una asombrosa realidad basada en estudios científicos. Afirman que 1.300 millones de años antes de nuestra era cristiana, un año tenía 540 días y 13 a 14 meses; y que un mes tenía 42 días. Pero, para desilusión de los que podrían querer el retorno de esos tiempos remotos, un día sólo duraba 15 horas. Esas son las conclusiones a que han llegado científicos chinos que afirman haber realizado exhaustivas investigaciones durante muchos años. Es decir, durante un abrir y cerrar de ojos en comparación con la letárgica millonada de años que se han atrevido a estudiar. Han estudiado una serie de algas verdiazules fosilizadas, que en el mundo científico son conocidas como “relojes biológicos” porque su ritmo de crecimiento varía de acuerdo a los cambios entre los días y las noches. Dicen que es la especie más valiosa para estudiar la evidencia de los cambios del tiempo y el clima durante su ciclo vital. Un informe del estudio ha sido publicado en inglés en el “Journal of Micropaleontology” de esta capital y ha suscitado gran interés dentro y fuera de China, según afirma el periódico. No es para menos. Los especimenes de algas usados para este estudio fueron extraídos de estratos de la montaña Yanshán, del distrito de Jixian, en el municipio septentrional chino de Tianjin. Esa montaña es considerada un “paraíso de especies fosilizadas”. Uno de los investigadores científicos, Zhu Shixing, ha precisado que las algas, fosilizadas hace unos 1.300 millones de años, recorrieron un largo camino sobre placas geológicas flotantes, desde la zona del Ecuador hasta llegar a formar parte de la montaña Yanshán. Zhu es geólogo investigador del Instituto de Recursos Geológicos y Minerales del Municipio de Tianjin y ha encabezado la investigación. Zhu califica los resultados del estudio como una importante contribución china a la investigación geocientífica universal. Dice que desde 1998, para hacer las investigaciones, fueron extraídos de estratos de la montaña más de 500 estromatolitos de un macizo rocoso de 3.336 metros de grosor. Unos 60 de ellos fueron manualmente seleccionados y cortados en 2000 partes para ser cuidadosamente sometidos a exámenes de laboratorio. En algunas de esas secciones los científicos encontraron más de mil algas fosilizadas y entre 6 y 40 células también fosilizadas de 300 algas encapsuladas. Estudiando meticulosamente las algas y células y haciendo mediciones y análisis de coloraciones y pigmentaciones, los científicos chinos han arribado a esas conclusiones que causan asombro. Es que han verificado que cuando reciben la luz del sol como nutriente, esas algas crecen verticalmente y adquieren un color mucho más claro. En cambio, en las noches las algas crecen horizontalmente y toman una coloración más oscura. Estudiando y haciendo mediciones sobre estos cambios, se puede deducir la duración de los días, de los meses y los años. Esos son los arcanos del tiempo que el “reloj biológico” está desvelando. En realidad, se trataría de días más cortos, pero más numerosos. No había entonces seres inteligentes sobre la Tierra. Esto es, no había tipos de seres como esos con los que nos topamos casi a diario, que no se cansan de zanganear, pero afirman, muy sueltos de huesos, que muy rápido pasan y se van los días. Les sobra ganas de seguir dilapidando el tiempo. O como aquellos otros --que cohabitan con los seres inteligentes, y a quienes bien conocemos-- que se lamentan de la brevedad del tiempo, porque les impide emplear todo su poder para hacer más daño al prójimo.