La relación afectiva de los Reyes Católicos

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92 San Lorenzo
Diario del AltoAragón - Miércoles, 10 de agosto de 2011
Por Ricardo GUTIÉRREZ BALLARÍN
Doctor en Ciencias de la Información
A
L ESTUDIAR en la Historia a los Reyes Católicos,
pese a las dificultades
que tuvieron, estimula saber que
a través de ellos casi se consiguió la unidad de lo que hoy es
España, que se convirtió con sus
sucesores en la primera potencia mundial. En tiempos no democráticos, en los que los reyes
eran los principales protagonistas, aunque condicionados por la
Iglesia, los nobles, la política matrimonial tan en boga en Europa, la salud de sus descendientes
(masculinos o femeninos), algunas leyes como La Sálica que impedía gobernar a las mujeres, sin
olvidar a la muerte, que intervino decisivamente al fallecer Felipe el Hermoso, y el hijo que tuvo
Fernando II de Aragón y V de
Castilla, con su segunda esposa,
Germana de Foix, propiciando el
reinado de Carlos I de España y V
de Alemania, y después el de Felipe II, en cuyos dominios “no se
ponía el sol”.
Cómo eran Isabel y
Fernando. Su matrimonio
Isabel nació el 22 de abril de 1451
en la localidad abulense de Madrigal de las Altas Torres. Hija
del rey castellano Juan II y de la
segunda esposa de éste, Isabel
de Portugal. De mediana estatura, de buen tipo y miembros proporcionados, rubia, de piel muy
blanca, ojos verdes azulados, el
mirar gracioso y honesto, las facciones del rostro proporcionadas
y la cara muy hermosa y alegre.
Modesta en el vestir, sin desdeñar el lujo obligado de la realeza,
sin afición por los juegos de azar,
los espectáculos crueles, y los bailes de la Corte, donde las damas
mostraban atuendos y conductas
contrarias a lo que su “honestidad permitía”. Tuvo presente en
su economía los hijos bastardos
de su propio marido, y los sacrílegos del cardenal Mendoza. Creía
que Dios se vale de muy extraños
caminos para lograr sus metas.
Frailes y cardenales de su entorno influyeron mucho en su conciencia y decisiones.
En Castilla las mujeres tenían
derecho a reinar cuando faltaban varones en la línea y rango
de sucesión en que ellas estuviesen situadas. Desde el momento
mismo de la muerte de su hermano, Isabel sostuvo que a ella le
correspondía la sucesión.
No le fue fácil llegar a reina. Para conseguirlo tuvo que oponerse a su sobrina Juana, la cual ha
pasado a la historia como la Beltraneja, supuesta hija de Beltrán
de la Cueva. Enrique IV, por
presión de los nobles, la excluyó
de la línea sucesoria, que recayó
en Alfonso, hermanastro del rey.
Pero muerto éste pasó a Isabel I,
la cual debía contraer matrimonio con el consentimiento de su
hermano.
Mujer muy instruida, dotada
de altas cualidades de gobierno,
animada por grandes ideales e
influida por entusiasmos patrióticos y religiosos; prudente y generosa, influyó de una manera
decisiva en el desarrollo de los
sucesos y en el giro que tomaron
los asuntos políticos de su época.
Fue una adelantada a su tiempo,
empeñada en demostrar que las
Los Reyes Católicos
La relación afectiva
de los Reyes Católicos
mujeres son tan capaces como
los varones para asumir las funciones de gobierno.
Fernando el Católico era hijo
de Juan II de Aragón y de Juana
Enríquez. Hombre de mediana
estatura, cuerpo proporcionado,
rostro con buenas facciones, los
ojos alegres, cabellera abundante
y lisa, modesto en el vestir, aunque siempre con paños de buena calidad; moreno y de barba
espesa. Coincidía con Isabel en
el dominio de los sentimientos,
la frugalidad en las comidas y el
ahorro, algunos como su padre y
tíos, le consideraban tacaño. Le
gustaban el juego, los deportes y
la caza, buen jinete y justador. De
buen entendimiento, sin aficiones literarias. Fue hombre de fe
firme, de lealtad probada y muy
meticuloso a la hora de poner su
firma en los acuerdos, porque no
le gustaba faltar a su palabra. Valeroso, previsor, sagaz y prudente
como político, consagró su vida
entera al noble anhelo de engrandecer España, de hacerla nación
próspera y respetada.
> Casado, mantuvo
relaciones
extraconyugales, y
tuvo hijas bastardas.
Sus ligerezas
fueron llevadas con
discreción por la
Reina, quien dedicó
a los bastardos
una consideración
especial
Las Cortes de Calatayud le juraron como heredero de la corona
de Aragón en 1461, tras la muerte de su hermanastro Carlos, el
príncipe de Viana. De soltero
tuvo algunas aventuras amorosas, de las que nacieron dos hijos
naturales: Alfonso (nombrado
años más tarde arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragón) y Juana. Como marido no fue todo lo
fiel que hubiera deseado su esposa, aunque entraba dentro de las
costumbres de la época. Casado,
mantuvo relaciones extraconyugales, y tuvo hijas bastardas.
Sus ligerezas fueron llevadas con
discreción por la Reina, quien
dedicó a los bastardos una consideración especial, y los situó convenientemente. Por su condición
de aragonés despertaba recelos, especialmente en el entorno
de Felipe del Hermoso. Gozó de
buena salud, y superó en vida casi una década a su esposa.
En 1468 se firmó un protocolo entre los futuros esposos, por
el que Fernando se comprometió a actuar en estrecha colaboración con Isabel I de Castilla, y
adoptar las decisiones en común.
Como el enlace no gustaba a Enrique IV, se realizó de incógnito,
oficiado por el arzobispo Carrillo, quien proporcionó a la pareja
una dispensa papal falsa, necesaria, porque tenían como antepasado común a Juan I de Castilla.
Por eso, Enrique IV la desheredó. Religiosamente, tal irregularidad fue solucionada por Sixto
IV en 1471. Los meses siguientes a la boda, fueron de absoluto aislamiento para los esposos,
que vieron cómo la mayoría de
los nobles tomaron partido por la
infanta Juana en las aspiraciones
al trono castellano.
Su labor política e histórica
En 1474 muere su hermano En-
>A Isabel la
quisieron casar con
Pedro Girón, maestre
de Calatrava,
indeseable hombre
maduro, violento y
padre de bastardos
rique IV, e Isabel se proclama
“reina y propietaria” de Castilla;
Fernando queda reducido a la situación de rey consorte, a pesar
de considerarse, por línea de varón, como el más directo sucesor
de Enrique IV. Sólo en 1475 se
equiparó con Isabel al otorgarle
amplios poderes. En las ordenanzas se decía “El Rey y la Reina”,
y en las decisiones que tomaron,
tenían muy en cuenta la opinión
de sus consejeros.
Para restaurar la paz sometieron con mano dura a los nobles,
crearon la Santa Hermandad para perseguir a los bandoleros,
conquistaron Granada, tuvieron
guerras contra Francia, con victorias del Gran Capitán en Italia,
expulsaron a los judíos, se expandieron por África conquistando Melilla y las Islas Canarias,
y se produjo el descubrimiento
de América.
El mucho amor que Isabel
siempre tuvo a Fernando
A Isabel la quisieron casar con
Pedro Girón, maestre de Calatrava, indeseable hombre maduro, violento y padre de bastardos.
Ella pidió a Dios que le librara de
aquel trance, y así fue, porque
murió el 20-04-1466, hecho que
fortaleció la fe de la reina.
Después tuvo tres proposiciones: la del viudo Alfonso V de
Portugal; la del Duque de Guyena, y la del Infante Fernando de
Aragón. Con el primero, haciendo uso de la cláusula de libre voluntad que figuraba en acuerdos,
lo rechazó diciendo que “era inútil cualquier insistencia”.
En julio de 1469 llegó a Madrigal una embajada francesa, presidida por el cardenal de Albi,
que propuso a Isabel que se casara con el duque de Guyena, y rechazara cualquier propuesta de
matrimonio con el rey de Portugal o el príncipe de Aragón, porque eran aliados de Inglaterra y
enemigos de Francia. Aunque
las negociaciones matrimoniales se habían llevado en secreto,
la negativa de la princesa alertó a Enrique IV quien ordenó su
detención. Isabel tuvo que refugiarse en Valladolid (31 de agosto
de 1469) y consiguió que el enlace no se produjera.
Fernando, para no despertar
sospechas, viajó disfrazado de
mozo de mulas y con sólo cuatro acompañantes. Entró en Castilla por una ruta poco habitual,
el Campo de Gomera, pasó por
Burgo de Osma, descansó en Gumiel del Mercado y llegó a Dueñas, treinta kilómetros al norte
de Valladolid. Los futuros esposos se entrevistaron por primera
vez en la casa de Juan Vivero,
donde Isabel se hospedaba, y se
casaron cuatro días más tarde.
Tuvieron cinco hijos.
Conclusión
Isabel recordaba, “el mucho
amor que a su señoría siempre
tuve”, lo escogió sin conocerle
creyendo que era el candidato
que más le convenía a ella y al
Reino. Manifestó hacia él todo lo
que una esposa cristiana debía a
su marido.
En diciembre de 1492, cuando
Fernando se debatía entra la vida
y la muerte como consecuencia
de un atentado, Isabel desveló
confidencialmente a su confesor que pidió con insistencia a
Dios, que si en sus designios estaba previsto que uno de los dos
muriera, fuese ella la primera,
porque el Rey era mucho más necesario al bienestar de los reinos.
A tal fin, ordenó que se hiciera
balance de todas las deudas, para pagarlas en lo posible, con excepción de las que se produjeron
a los judíos, a las que consideraba derivadas de las demandas de
la Iglesia.
En momentos próximos a su
muerte, al dictar su testamento,
confesó al secretario que su boda
había sido el mayor acierto de su
vida. Calificó a su marido como
“el mejor rey de España”.
Las decisiones políticas condicionaron el matrimonio de los
Reyes Católicos, pero mientras
Isabel estaba convencida de que
la unión conyugal sin fisuras era
el deber más importante, y puso
todo su empeño en conseguirlo,
el amor de Fernando fue menos
fiel y profundo, quizás por reminiscencias del “derecho de pernada”, que en la actualidad, por
las actuaciones de políticos, parece como si hubiera llegado
hasta nuestros días. Al poco de
morir ella, él contrajo matrimonio con Germana de Foix, con
la que tuvo un hijo que murió al
nacer, fallecimiento que condicionó fundamentalmente nuestra Historia.
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